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15 de abril de 2017

Video de Coral Herrera en el curso #NosQueremosVivas, de Nociones Comunes




Aquí mi vídeo con la ponencia que impartí en Madrid, en la Librería Traficantes de Sueños. Forma parte del curso #NosQueremosVivas que organizó el Aula Nociones Comunes. En este link tenéis todas las sesiones que impartieron las Kellys, StopGordofobia, Rita Segato y otras compañeras sobre la violencia de género:
https://www.traficantes.net/nociones-com…/nos-queremos-vivas

28 de marzo de 2017

La deconstrucción del amor romántico: cada vez somos más

Me hace muy feliz ver que el tema del amor romántico se ha puesto de moda, que cada vez hay más gente pensando, hablando y escribiendo sobre ello. Me encanta que ya no se considere parte del ámbito privado de cada cual y que por fin se vea que lo romántico es un tema social y político. Aún recuerdo la sorpresa con la que la Academia recibió mi deseo de estudiar el amor romántico en el año 2000 para mi investigación doctoral, y lo importante que fue para mi, al terminarla, poder convertir mi tesis feminista en un libro y compartir mis ideas en un blog que pudiese leer todo el mundo. 

Porque lo que yo quería era sacarla a la calle, y fabricar colectivamente herramientas con las que poder sufrir menos y disfrutar más del amor. Hoy recibo cientos de mails de estudiantes de master o doctorado que están investigando sobre el tema, feministas y activistas LGBTIQ que lo trabajan en sus asambleas, movimientos sociales y políticos que se sienten atraídos por la idea de que hay otras formas de quererse y organizarse. 

Creo que lo estamos logrando: somos cada vez más trabajando en la deconstrucción del romanticismo, en la tarea de separar amor y sufrimiento, de liberar al amor del machismo, y de buscar fórmulas para querernos bien y para inventarnos otras formas de relacionarnos afectiva, sexual y sentimentalmente.

#QuererseBien #OtrasFormasDeQuererse #NingúnAmorEsIlegal #LoRománticoEsPolítico 

15 de febrero de 2017

Que viva el amor compañero y el compañerismo amoroso

El capitalismo patriarcal nos quiere celosas, monógamas, posesivas, amargadas, miedosas,
 con complejos e inseguridades, y sumergidas en las guerras románticas. Pero el amor se
puede despatriarcalizar, descapitalizar, deconstruir, desmitificar, colectivizar y re-inventar,
y además tiene un hermoso y noble potencial revolucionario escribe, Coral Herrera.
“Somos cada vez más las que estamos apostando por el amor solidario y por el amor
compañero”, añade.
Aquelarre de osas. / Emma GascóAquelarre de osas. / Emma Gascó
Aquelarre de osas. / Emma Gascó
Publicado en Pikara Magazine

Somos cada vez más las personas que creemos que otras formas de desearse y amarse son posibles, el amor se está poniendo de moda: ya no es un asunto del que avergonzarse, ya por fin la gente entiende que no es un asunto tuyo que pertenece a la esfera de tu intimidad y privacidad. Es un asunto colectivo: lo romántico es político. Aprendemos a amar a través de la familia, la socialización, y la educación. Nos meten el romanticismo patriarcal en vena a través de la cultura: con mitos, estereotipos y roles sublimados nos explican qué es lo anormal y qué es lo normal, cómo son las mujeres y cómo son los hombres, y cómo se relacionan entre ellos.
Nuestra cultura es patriarcal, nuestra forma de relacionarnos es, pues, patriarcal. La ideología de la construcción social y cultural del amor es patriarcal y capitalista, por eso amamos todos así, y no de otra manera. La buena noticia es que el amor se puede despatriarcalizar, descapitalizar, deconstruir, desmitificar, colectivizar y re-inventar, y además creo que tiene un hermoso y noble potencial revolucionario.
En un mundo en el que la gente está presa del miedo y el odio, amarse es una forma de resistencia frente a la barbarie. Es el único remedio para luchar contra la soledad del individualismo, y es la única cura posible ante las enfermedades de transmisión social (homofobia, lesbofobia, transfobia, xenofobia y racismo, misoginia, machismo, clasismo, gordofobia, etc.).o, somos muchas los que seguimos deseando alcanzar la utopía colectiva, aquella en la que todos nos salvamos creando redes de cooperación y ayuda mutua.



Seguir leyendo: 
- See more at: http://www.pikaramagazine.com/2017/02/que-viva-el-amor-companero-y-el-companerismo-amoroso/#sthash.Jupt17aZ.dpuf

3 de febrero de 2017

Educación para el amor desde el feminismo y la diversidad

Tenemos que proteger a las niñas y las adolescentes del mito del amor romántico. Es urgente que les demos herramientas desde la más tierna infancia para que aprendan a distinguir entre la ficción y la realidad, a cuestionar la magia del amor, a analizar los mitos desde una perspectiva crítica, a despatriarcalizar las emociones, y a construir relaciones igualitarias, sanas y bonitas. 

No es justo dejarlas indefensas frente a la ideología que les seduce y les hace creer que el amor es la salvación y la solución, y que no es el amor entre nosotras, sino el amor hacia un hombre. Porque cuando se hacen adultas siguen consumiendo fantasías románticas, y configuran sus vidas en torno a la necesidad de sentirse amadas. 

Nos pasa a casi todas. Cuando nos hacemos adultas ya no creemos en el Ratoncito Pérez ni en Papa Noel, pero seguimos creyendo que el amor nos hará felices, será perfecto, y durará toda la eternidad. Nuestros sueños y nuestros proyectos se abandonan o se dejan para después porque nosotras no somos lo importante: ponemos el amor en el centro de nuestras vidas, y en eso se nos van las energías y el tiempo, en tratar de encontrar a nuestra media naranja. 

Hay millones de mujeres en el planeta que viven en ese mundo de ilusión y decepción constante, que dependen económica y emocionalmente de un hombre, que creen que sin pareja no son nadie, que no se sienten capaces de arreglar sus problemas por si solas, que aguantan malos tratos en nombre del amor, que se sienten inferiores, que creen que obedeciendo serán más amadas, que creen que para ser amada hay que sufrir, que piensan que la felicidad está en esperar pasivamente la llegada del príncipe azul. 

Como no nos enseñan en las escuelas, luego nos hacen falta muchos años de terapia y de duro trabajo personal para poder desaprender todo lo que aprendimos con los cuentos que nos cuentan. Si nos vacunasen contra esta magia podríamos acabar con tantas decepciones y sufrimientos, tantos embarazos prematuros, tantos sueños abandonados, tantas vidas rotas, y tanta violencia machista. 

Los niños y los adolescentes también necesitan herramientas para perderle el miedo al amor, para aprender a expresar sus emociones, para desaprender el machismo que aprenden en la televisión y en la cultura del entretenimiento. 

Los niños tienen que poder defenderse de la mitificación del macho violento, necesitan otros héroes y otros modelos de masculinidad para que aprendan a resolver sus problemas sin utilizar la violencia. Los niños tienen derecho a sentirse libres para vestirse como quieran, para llorar si lo necesitan, para pedir ayuda cuando se sienten tristes, para mostrar su vulnerabilidad sin miedo a las burlas. Los niños necesitan aprender a cuidarse y a cuidar a los demás, a respetar a las niñas y a si mismos, a dejar de considerar que las niñas son seres inferiores que han nacido para amar y para servir a los hombres. 

Los niños y adolescentes necesitan herramientas para gestionar sus emociones, y para aprender a relacionarse de un modo igualitario, en horizontal, sin jerarquías y sin esquemas de dominación ni sumisión. Necesitan mucho feminismo para aprender a ser seres autónomos que no dependan de su madre o de su novia, que no necesiten criadas, que no necesiten ser obedecidos. Necesitan amar y respetar la diversidad para que cualquiera de ellos puedan amar a otros hombres sin ser discriminados. 

Necesitamos mucho feminismo en las escuelas para aprender a querernos bien, para amarnos más y mejor, para poder alejarnos del modelo tradicional del romanticismo patriarcal y sus paraísos imposibles. Por eso es tan importante aprender a pensar por nosotros mismos, con perspectiva de género y con capacidad para analizar cualquier mensaje desde la crítica, visibilizar la ideología que subyace a los contenidos mediáticos, y así desmontar todos los cuentos que nos cuentan. 

Hay que desaprenderlo todo, resistir ante el bombardeo del romanticismo patriarcal, generar espacios de ternura, libres de machismo y llenos de solidaridad, cooperación, y ayuda mutua. Reinventarnos el amor, probar otras formas de querernos, imaginar otras estructuras sentimentales para poder sufrir menos, y disfrutar más del amor. 


 .
Coral Herrera Gómez


Más artículos de Coral 

20 de enero de 2017

Mini Taller con Coral Herrera: separaciones y rupturas

¿Te estás separando?, ¿hace poco que te separaste?, ¿te están entrando ganas de separarte?. ¿Te gustaría vivir tu duelo de una forma menos dolorosa?,  ¿te gustaría tener herramientas para sufrir menos y para poder llevar la teoría a la práctica?
En compañía se pasa mejor: en este mini taller podrás trabajar con Coral Herrera y con más compañeras de diferentes países todo tu proceso. Es un curso intensivo en el que tenemos un ejercicio para cada día, materiales de lectura, una caja de herramientas, y un chat en directo con Coral Herrera.
Fechas: del 29 de enero al 12 de febrero (dos semanas)
Horarios: no hay horarios fijos, puedes conectarte cuando quieras
Precio: 50 euros por persona, con los que podrás disfrutar de un mes gratis en el Laboratorio del Amor,
¿te apuntas con nosotras?

Es muy fácil, en solo dos pasos podrás entrar a la plataforma Otras formas de Quererse: 
1. Pagar en Paypal  Haces click en el botón ¡Quiero inscribirme!, que te lleva a Paypal. Una vez finalizado el proceso de pago, serás redireccionada a Ning, la plataforma on line en la que está alojado nuestro taller.
2. Inscribirte en Ning.  El día de comienzo del taller, Coral activará tu perfil en la plataforma Ning, y recibirás un mail de aviso.  
¡Muchas gracias por unirte al mini taller!
Si tienes dudas sobre el curso o el proceso de inscripción, visita Preguntas frecuentes

30 de diciembre de 2016

A otra cosa, mariposa: consejos feministas para romper con tu pareja





Duchas de agua fría, hacer deporte, mantenerse ocupada, estar acompañada de las mejores amigas, hacerse un viaje, escribir un diario, reforzar tu autoestima, pedir ayuda profesional, hacer meditación y yoga, dar largos paseos… son muchos los consejos que nos damos unas a otras para desintoxicarnos cuando estamos muy enganchadas de alguien que no nos ama. 

Desenamorarse es muy duro porque es un proceso muy parecido al de dejar una adicción (tabaco, alcohol, drogas, juegos y apuestas, etc): es luchar contra nuestro deseo de estar cerca de nuestra droga. Nuestro cuerpo tiene que borrar el deseo de nuestra piel y sudar mucho para eliminar toda la toxicidad del amor. Y es que en esos momentos tan difíciles, nuestra mente tiene que ponerse limites, auto-censurarse, contenerse, darse buenos consejos para no ir corriendo a pedir clemencia de rodillas.

Para desvincularte emocionalmente de alguien, es fundamental tener una cosa muy clara: el amor ni se mendiga, ni se exige. Si no hay amor, entonces mejor dejar la relación, hacer un ritual de despedida como quien entierra a un ser querido, y hacer un proceso de aceptación de la Realidad. 

Es importante también poder desconectarse: la amistad puede llegar al cabo de muchos meses o años, pero para poder ser amigos primero hay que llegar a la desconexión total, y mantenerse así un tiempo hasta que logramos sacarnos a la otra persona de la cabeza, y empezamos a rehacer nuestras vidas.

La idea es aguantar sin llamar, sin guasapear, sin chatear, sin mensajear sabiendo que el otro o la otra van a estar bien. Nosotras también vamos a estar bien, y no hay que buscar excusas para  romper la desconexión. Si necesitamos un hombro para llorar, ahí tenemos a las amigas y los amigos: los ex y las ex no son las personas más indicadas para consolarte.

Estos son los consejos que le doy a mis amigas y que me doy a mi misma en una ruptura: hay que separarse con amor, cuidarse mucho (a ti y a la otra persona), quererse mucho a una misma, ser sensata, ser realista, mirar hacia delante siempre, mantener la dignidad, intentar no ser egoísta, y evitar las luchas de poder y las guerras. 

Sin embargo, lo que a mí me ha funcionado de verdad es aplicarle el feminismo al proceso de ruptura. Es fácil, sólo hay que hacerse un par de preguntas: ¿cómo nos quiere el patriarcado?, y ¿le voy a dar el gusto?. El patriarcado nos quiere tristes, deprimidas, débiles, frágiles, vulnerables, hechas polvo, sin energías, esperanzadas, emparanoiadas, entretenidas con fantasías, aferradas al pasado, solas, rivalizando entre nosotras, pendientes y dependientes de un hombre.

Al patriarcado le encanta que las mujeres concentremos nuestras energías y nuestro tiempo en llorar, en lamentarnos, en auto-engañarnos, en buscar amor. Porque así somos más sumisas: cuanto más necesitamos al hombre al que amamos, menos libres somos para juntarnos y separarnos. Cuanto más solas nos sentimos, más ganas tenemos de entregarnos y darnos por completo. Cuanto más enamoradas estamos, más entretenidas estamos, y más a lo nuestro estamos.

Las mujeres cuando estamos alegres, unidas, empoderadas, con energía, enfocadas en lo que queremos, somos peligrosas: se nos puede ocurrir cualquier barbaridad, como por ejemplo luchar por nuestros derechos y libertades en todo el mundo.

Así que si el patriarcado nos quiere ver sufriendo y destrozadas porque el hombre al que amamos no nos ama, la mayor rebeldía contra el patriarcado consiste en estar bien.

Aplicar el feminismo al desamor supone que en lugar de perder el tiempo esperando a que el otro nos quiera, lo que hacemos es ponernos activas, y trabajar por nuestro bienestar y nuestra felicidad, la propia y la de las demás. Es fundamental tener siempre a tu tribu de gente querida, tengas o no tengas pareja, para que tu vida siga siendo la misma siempre y no te sientas sola. La clave está, pues, en diversificar afectos, y en tener una buena red de mujeres cerca que te acompañen. 

Juntarnos para celebrar, para acompañarnos, para aprender juntas, para crear redes de afecto es lo verdaderamente revolucionario. Tirar hacia delante, no hundirse, no quedarse esperando a que suceda el milagro cuando un hombre nos rechaza o deja de amarnos, es una forma de resistencia al patriarcado que podemos practicar todas desde nuestras trincheras. 


Hacer redes de afecto y solidaridad frente a la soledad, querernos bien a nosotras mismas, aceptar que el otro no nos ama y que no se acaba el mundo es un acto de resistencia feminista. Cuando la persona a la que amamos no nos corresponde, cuando nos rechaza, cuando no nos trata bien, cuando nos está haciendo daño, cuando juega con nuestros sentimientos, o cuando rompe la relación, lo mejor siempre es aceptar, pasar el duelo, y tirar hacia delante, porque el tiempo todo lo cura, porque no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, y porque no hay otro camino que ir hacia delante.  

Si no nos quieren, entonces es mejor soltar, echar a volar, y a otra cosa, mariposa. 

Coral Herrera Gómez



Otros artículos de la autora: 








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22 de diciembre de 2016

Foros del Laboratorio del Amor



En el Laboratorio del amor trabajamos muchos temas y en todos mezclamos lo personal con lo teórico, porque creemos que lo romántico es político, es decir, que podemos desmitificar, desaprender y despatriarcalizar el amor, e inventarnos nuevas formas de querernos. A nosotras mismas, a nuestras parejas, y a nuestra gente. Nuestro objetivo es fabricar colectivamente herramientas que nos ayuden a llevar la teoría a la práctica, a ser realistas, a elegir buenos compañeros o compañeras, a hacernos la vida más fácil y más bonita.

Los foros que tenemos abiertos en estos momentos son:

- Autoamor y autoestima
- Los celos.
- ¿Te estás enamorando?
- La poliamoría y los polidramas.
- Ligar en tiempos de Internet
- La convivencia en pareja.
- El sexo en la pareja.
- Desamor y rupturas
- Dinero y amor.
- Cómo aprendí a amar: amor y familia.
- Violencia y malos tratos en la pareja.
- Infidelidades (propias y ajenas).
- Las solterías y las soledades.
- Autoboicot y autocastigo
- Micromachismos y macromachismos.
- El Ego romántico.
- Relaciones con narcisos, marichulos y psicópatas.
- ¿Son mejores las relaciones entre nosotras?
- Amar sin miedos
- Termómetro del amor
- Maternidades
- Espiritualidad, energías, y feminismoç
-Mindfullness
- Herramientas para disfrutar más del amor




También tenemos un Foro de Acompañamiento en el que nos contamos las batallas del dia a día, los ligues, los enamoramientos, las separaciones... es nuestro espacio más personal, el lugar en el que compartimos alegrías y penas, nos escuchamos y nos apoyamos, nos damos buenos consejos, nos acompañamos, nos reímos y lloramos. Es un espacio de confianza, sororidad y amor del bueno en el que vamos pensando el amor a la vez que lo vivimos, y en el que no nos sentimos tan raras al escuchar a las demás.

Somos mujeres muy diversas de todas las edades y países. Heteros, lesbianas, bisexuales, casadas, solteras, monógamas, poliamorosas, ilusionadas y desengañadas, y a todas nos une el deseo de sufrir menos, y disfrutar más del amor.

Nos reunimos una vez al mes para chatear en directo, y tenemos una Biblioteca del Amor con muchos recursos (libros, videos, artículos, documentales, reportajes, entrevistas, etc) para estudiar el amor romántico.




Si decides unirte a nosotras, ¡eres bienvenida!

Más info e inscripciones en mi web:



15 de diciembre de 2016

El Laboratorio del Amor





El Laboratorio del amor es una red social y una plataforma de formación continua en torno a los estudios sobre el amor, un espacio para reflexionar individual y colectivamente sobre nuestra cultura amorosa bajo el lema "Lo romántico es político" y con la filosofía basada en la idea de que "Otras formas de quererse son posibles"
El Laboratorio, coordinado por Coral Herrera Gómez,  es una red social para gente diversa: somos mujeres de todas las edades, nacionalidades, profesiones, orientaciones sexuales y a todas nos une el deseo de sufrir menos, y disfrutar más del amor. Trabajamos desde una perspectiva crítica, para analizar y desmontar nuestra cultura, para elaborar conjuntamente una ética amorosa basada en el buen trato, en la igualdad y la libertad, en el compañerismo y las redes de cuido y apoyo mutuo.
Actividades 
Chat
Todos los meses tenemos un chat mensual en directo con un tema específico, y también tenemos un chat de acompañamiento para compartir las experiencias personales con las compañeras. Lo activamos cuando necesitamos desahogarnos, cuando tenemos dudas, cuando nos entran ganas de pecar, cuando nos de el bajón, cuando nos invada el miedo, cuando necesitemos un hombro sobre el que llorar las penas, cuando queramos desdramatizar y tener otros puntos de vista, cuando necesitemos echarnos unas risas o pedir consejo.  
Cine- Fórum
Una vez al mes nos reunimos para ver una película y comentarla, compartimos con las compañeras las películas que más nos gustan, y analizamos juntas los mitos románticos que hay en ellas. 
Foros
Foros del Laboratorio: son foros temáticos en los que charlamos y compartimos material para estudiar y analizar juntas: la poliamoría y las relaciones abiertas, los celos, la sexualidad en pareja, los micromachismos en pareja, historias con finales felices, el amor y el feminismo, las infidelidades,  las dependencias, las contradicciones, las nuevas masculinidades, espiritualidades feministas, dimensión económica de la pareja, solterías... y una caja de herramientas para llevar la teoría a la práctica.   
Foro de Acompañamiento: es el espacio más íntimo en el que compartimos nuestras vivencias personales, nuestro día a día, buenas y malas noticias... nos escuchamos unas a otras, nos acompañamos y nos damos consejos. 
Ejercicios: es como el gimnasio en el que nos entrenamos, un espacio de trabajo individual que compartimos con las demás compañeras. 
Además tenemos una Biblioteca del Amor con muchos recursos (artículos, libros en pdf, videos, reportajes, audios, documentales, entrevistas, canciones, etc) y un Blog para compartir nuestros textos y producciones artísticas o intelectuales: poemas, ensayos, relatos, microcuentos, videos, canciones, ilustraciones, fotografías, collages, blogs o webs.... es el espacio para expresarnos y para compartir nuestras creaciones y nuestro trabajo.   


9 de noviembre de 2016

Sin machismo, los hombres serían más felices



- Sin machismo, los hombres no asesinarían a otros hombres: el 95% de los asesinos de hombres, son hombres. Así que en un mundo libre de machismo, habría menos asesinatos de hombres y de mujeres, es decir, habría menos violencia, menos sufrimiento, menos dolor. Los hombres no perderían a sus hermanos, padres, abuelos o amigos, y tampoco a las mujeres de su entorno familiar y socioafectivo. Habría menos entierros, menos duelos, menos sufrimiento: todos saldríamos ganando si pudiéramos acabar con la violencia patriarcal.  
- Sin machismo no habría dominadores ni dominados. Los hombres no tendrían que someterse a otros hombres, ni arrodillarse ante ellos, ni obedecerlos, ni vivir esclavizados para enriquecerlos. No habría jerarquías ni viviríamos en un mundo tan competitivo: los hombres no tendrían que someterse al estrés de ser los mejores en todo, no se sentirían perdedores todos los días, no tendrían que pisotear a los demás para subir más alto. No tendrían por qué tener complejos de inferioridad o superioridad: podrían relacionarse de igual a igual con otros hombres, con las mujeres, con los niños y las niñas, con los animales de su entorno, y con la Naturaleza. Su salud mental y su salud física mejoraría mucho, y podrían relacionarse con más amor, respeto y ternura entre ellos, y con nosotras. 
- Sin machismo los hombres no sentirían la necesidad de abusar y violar a los más débiles. No se sentirían mejor dominando y haciendo sufrir a otros hombres, a niños, niñas o mujeres. Tampoco sufrirían la violencia agresiones sexuales, ni violaciones, ni serían víctimas de los abusos sexuales infantiles que hoy en día sufren a manos de otros hombres. No tendrían que prostituirse ni tendrían que drogarse para soportarlo, no tendrían que vivir una vida de humillaciones y dolor. Y las mujeres tampoco tendríamos que sufrir por lo mismo. 
- Sin machismo los hombres serían mucho más libres, no tendrían por qué obedecer los mandatos de género que les obligan a ser agresivos, dominantes, ganadores. Podrían caminar, gesticular, vestirse como les diera la gana, sin sentir miedo  al qué dirán, sin sentir vergüenza de su forma de ser o de sus deseos más íntimos. Podrían amar a otros hombres sin miedo porque no existiría la homofobia ni la transfobia. 
- Son machismo, los hombres podrían vivir su sexualidad de una manera más libre y sana, con otros hombres y con las mujeres.  Podrían olvidarse de la penetración y la eyaculación y disfrutar de los goces del cuerpo entero, de arriba a abajo, sin pensar en la meta final, disfrutando del mientras tanto. Podrían disfrutar del placer anal sin los miedos de hoy en día, podrían explorar su propio placer sin tantos obstáculos y trabas, sin tener que esconderse, sin tener tanto miedo a lo desconocido. Sin machismo, estarían mucho más abiertos a aprender cosas nuevas y a entender la compleja y fascinante sexualidad femenina.
- Sin machismo, los hombres no le tendrían miedo al amor, y aprenderían a amar sin poseer y sin dominar. Serían más libres para empezar y para terminar las relaciones sentimentales con hombres o con mujeres, gozarían más sin tener que obedecer o ser obedecidos, se sentirían mejor si aprendiesen a relacionarse desde el amor y la libertad. Disfrutarían más del amor porque no tendrían complejos de infierioridad, ni sentirían la necesidad de poseer, controlar o destruir a la persona a la que amasen. No tendrían miedo de ser abandonados o traicionados porque aprenderían a respetar, a cuidar y a amar su libertad y la libertad de las personas de las que se enamoran. 
- Sin machismo los hombres podrían reírse de si mismos, hacer auto crítica, llorar en público, mostrar su vulnerabilidad, pedir ayuda cuando lo necesitan. No tendrían tanto miedo a hacer el ridículo y por tanto, se divertirían mucho más. Se sentirían mas libres, respetarían todos los modelos de masculinidad, no se verían obligados a adoptar el modelo hegemónico de masculinidad patriarcal, y no tendrían miedos ante la diversidad sexual y amorosa de la Humanidad. 
- Sin machismo los hombres no tendrían por qué acumular propiedades, acaparar el poder, o ser siempre los protagonistas de la Historia de la Humanidad. No tendrían que afrontar solos los problemas de una familia o de la comunidad, y tampoco se les exigiría que fuesen los principales proveedores de recursos económicos. Sin machismo las mujeres también tendrían acceso a las tierras y a los medios de producción, así que no dependeríamos de ellos y las relaciones serían más sanas y horizontales. No serían los jefes ni los directores ni los amos del mundo: podríamos organizarnos en equipos de cooperativas en los que ellos no acaparasen el poder político y económico.  
- Sin machismo, los hombres no tendrían que mutilarse emocionalmente, y serían  libres para expresar cómo se sienten, sin miedo a ser insultados o humillados en público. Sin machismo ninguno sentiría la necesidad de reírse o de atacar a los hombres que hablan de sus emociones y sentimientos, podrían criar a sus hijos e hijas, disfrutar de su paternidad, aprender a cuidar a sus seres queridos. Podrían disfrutar de la diversidad de afectos que se tiene cuando uno es libre y los demás a su alrededor también lo son
- Sin machismo los hombres vivirían más años porque no tendrían que perder la vida en peleas con otros hombres, no tendrían que someterse a conductas de riesgo para parecer muy machos, y podrían aprender a cuidarse a sí mismos. 
Autocuido: actualmente la mayor parte de los hombres educados en la tradición patriarcal no saben o no quieren cuidar de sí mismos porque siempre han tenido al lado a una mujer (la madre, la esposa, la hermana, etc) que se preocupa por su salud física, psicológica y emocional. Muchos de estos hombres tradicionales no hablan de sus problemas de salud ni van al médico porque les cuesta exponer su vulnerabilidad y no quieren parecer frágiles, ya que les han enseñado que la debilidad es cosa de mujeres, y lo peor para un hombre macho es que le comparen con una mujer. Les da miedo que los demás se burlen de su miedo al dolor, a la enfermedad y a la muerte, por eso no les gusta ir a los tanatorios ni a los hospitales, ni hablar de estos temas en profundidad. Generalmente son sus esposas las que se empeñan en llevarles al médico cuando les ven mal, y no suelen cuidar su dieta o su salud para prevenir enfermedades físicas. En el caso de las enfermedades mentales y emocionales, tampoco saben pedir ayuda: generalmente tratan de disimular su sufrimiento o lo expresan a través de la agresividad o la violencia. Sin machismo, los hombres tradicionales podrían aprender a pedir ayuda, a expresar sus emociones y sentimientos, a cuidarse a sí mismos como seres adultos. 
Conductas de riesgo: los hombres mueren más por accidentes de tránsito (por conducción temeraria o por no respetar las señales de tráfico o los límites de velocidad) y por accidentes relacionados con la falta de prudencia en actividades físicas o deportes de riesgo. Estas conductas temerarias son una demostración de virilidad y valentía, por eso los hombres se sienten obligados a hacer el bruto y arriesgar su vida: para ellos es fundamental que los demás les vean muy "masculinos", o sea, muy fuertes y sin miedos, porque los miedos son "cosa de mujeres", y a ellos les aterra que les comparen con una mujer.
Peleas con otros hombres: sin machismo los hombres no tendrían que batirse en duelo con otros hombres para demostrar lo valientes que son, para defender su honor o el de su familia, para castigar a otros hombres por temas de celos, para descargar la agresividad acumulada, para sentir placer con los subidones de adrenalina... Sin machismo los hombres no se burlarían de otros hombres, ni tendrían que demostrarle nada a nadie: podrían vivir sin pelearse porque no les importaría la opinión de los demás sobre su hombría. Sin machismo viviríamos en una cultura más pacífica en la que los hombres podrían resolver sus conflictos sin violencia, y por lo tanto no morirían acuchillados, golpeados, descuartizados o tiroteados. 
- Sin machismo, los hombres serían más felices porque las niñas, las mujeres adultas, las ancianas serían más felices también. Sin machismo podrían relacionarse con mujeres libres que no dependan de ellos, y no perderían sus energías en relaciones de poder: podrían relacionarse con amor con todas las mujeres y los hombres de su entorno, sin necesidad de poseer, dominar u obedecer a nadie. 
Sin machismo, saldríamos ganando todas y todos. No es solo que nosotras tengamos derecho a vivir una vida libre de violencia: también a los hombres les beneficiaría mucho el final de la cultura patriarcal. Sin machismo los hombres patriarcales podrían deshacerse de sus cadenas, de sus miedos y de sus carencias. Serían más libres, más solidarios, más buenas personas, y tendrían mucha más salud emocional y mental.
Coral Herrera Gómez


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16 de octubre de 2016

El mito de la super woman que puede con todo






Resulta difícil quererse bien a una misma cuando los medios de comunicación nos bombardean a diario con mensajes en los que nos recuerdan lo imperfectas que somos. Resulta difícil, también, no sucumbir a la amenaza de que si somos feas, gordas o viejas nadie nos va a querer (ni el príncipe azul, ni las demás mujeres, ni el mercado laboral).

La industria de la belleza nos impone unos cánones de belleza irreales que muy pocas mujeres logran cumplir (aproximadamente sólo unas ocho mil mujeres en todo el planeta, según Naomi Klein,  periodista e investigadora canadiense). A pesar de ello, somos muchas las que hacemos grandes esfuerzos para mantenernos jóvenes y guapas: invertimos mucho tiempo, energías y recursos en parecernos a las mujeres más bellas del planeta, pero resulta muy frustrante porque no hay fórmulas mágicas para luchar contra el paso del tiempo y la fuerza de la gravedad.

Una gran mayoría de mujeres vive acomplejada por sus carencias e imperfecciones físicas. Vivimos en permanente lucha contra nosotras mismas: contra nuestros kilos de más, nuestras arrugas, y esos pelos que florecen en todas las partes de nuestro cuerpo.

Asumimos las exigencias de la tiranía de la belleza como propias, por eso nos torturamos físicamente con dietas terribles de adelgazamiento, extenuantes sesiones en el gimnasio, invasivos tratamientos de belleza, cirugías peligrosas para modificar nuestros imperfectos cuerpos, etc., y decimos que lo hacemos por nosotras mismas, para sentirnos bien.

Lo perverso de esta tiranía es que somos capaces de poner en peligro nuestra salud e invertir todos o gran parte de nuestros escasos recursos en estar bellas porque así creemos que nos van a admirar y a querer más. Y como nunca logramos parecernos a esas modelos despampanantes, nos sentimos frustradas, y culpables.

En los anuncios nos venden métodos y productos milagrosos, y la filosofía de que todo es posible: sólo tienes que poner de tu parte, tener fuerza de voluntad, desearlo con fuerza, invertir al máximo, y lograrás todo lo que te propongas… No sólo estar bella, sino también ganar la lotería o encontrar a un hombre millonario que se enamore locamente de ti.

Por eso nos sentimos tan mal cuando rompemos con la dieta, cuando dejamos de ir al gimnasio, cuando nos negamos a pasar por el quirófano una vez más. Nos sentimos culpables si no adelgazamos, si se nos caen los pechos, si nuestra piel pierde elasticidad, si no hacemos nuestros sueños realidad. Y al sentirnos culpables, batallamos más contra nosotras mismas y nuestros cuerpos: nunca nos aceptamos tal y como somos, porque (nos dicen) podríamos ser mejores.

En esta guerra que se libra en nuestro interior, tendemos a castigarnos en lugar de dedicar nuestras energías a buscar el placer y el bienestar propio. Y es porque vivimos en una cultura que sublima el sufrimiento y el sacrificio femenino en la que nos convencen de que para estar bella hay que sufrir, y que cuanto mayor es el sacrificio, mayor es la recompensa.

Además de la tiranía de la belleza física, las mujeres tenemos otros monstruos internos y externos que amenazan nuestra autoestima a diario. Vivimos en una sociedad muy competitiva que nos exige estar siempre a la última, que nos motiva a ser las mejores en todo. El mito de la súper mujer o la super woman aparece en todas las revistas de moda, y resulta difícil no compararse  con esas súper madres, súper hijas, súper esposas, súper profesionales que aparecen en los medios de comunicación.

La súper mujer no sólo es exitosa en su vida laboral (no renuncia a ascender en su trabajo y  a dar lo máximo de sí misma a su empresa), sino que también es una gran ama de casa que cocina de maravilla. La súper mujer limpia sin mancharse, cuida a las mascotas, cambia pañales, cose los disfraces para el colegio de los niños, va a la compra, quita la grasa, plancha cerros de ropa, y además tiene tiempo para formarse y reciclarse profesionalmente, cuidarse a sí misma, hacer deporte, acudir a sesiones de terapia, hacer el amor y disfrutar de su pareja.

Las súper mujeres no se cansan, ni se quejan: siempre están de buen humor y tienen energía para levantar un camión si hace falta. Nosotras las admiramos, al tiempo que no podemos evitar sentirnos malas madres, malas trabajadoras, malas hijas y nietas, malas compañeras, malas amigas… porque no llegamos a todo, porque no sabemos cómo ser las mejores en todo, y porque encima nuestra relación de pareja no es tan maravillosa como habíamos soñado. 

La conciliación entre la vida laboral, personal y familiar es otro mito de la posmodernidad que complementa al mito de la super woman según el cual todo es posible: si nos lo proponemos, podemos disfrutar mucho de nuestros diferentes roles sin tener que renunciar a nada. Podemos ser buenas madres, buenas profesionales, buenas esposas, buenas hijas, buenas amigas de nuestras amigas, y todo sin perder la sonrisa.

Sin embargo, la realidad es que la conciliación sólo existe en los países nórdicos, y que por mucho que lo intentemos, no somos esas super mujeres que vemos en la televisión y en la publicidad. Nosotras, las mujeres de carne y hueso, estamos sometidas a una gran presión interna y externa para ser las mejores en todo.

Queremos ser mujeres modernas sin deshacernos de nuestro rol femenino tradicional: queremos cumplir con los mandatos de género para que se nos admire como una “verdadera mujer”, y a la vez, queremos ser tan buenas en todo como cualquier hombre.

La diferencia es que los hombres al salir de su jornada laboral van al gimnasio, y nosotras a nuestra segunda jornada de trabajo en la casa. En las estadísticas es fácil ver como ellos viven mejor gracias a la modernidad: dedican de media una hora al día a las tareas domésticas, y nosotras entre cuatro y cinco.

Esto quiere decir que ellos tienen más tiempo libre, en general, y por tanto tienen mayor calidad de vida. Nosotras seguimos viviendo por y para los demás, y seguimos, de algún modo, sometidas a la tiranía del “qué dirán”. Nuestra condición de mujer tradicional, moderna y posmoderna nos lleva a querer agradar y complacer a los demás, a necesitar la aprobación y el reconocimiento de los demás: sólo así podemos  valorarnos a nosotras mismas.

Nuestro estatus y prestigio está condicionado por los aplausos y la admiración que somos capaces de generar a nuestro alrededor. Como está mal visto que una mujer hable bien de sí misma en público, se espera que seamos humildes y nos ruboricemos cuando alguien nos aplaude o nos halaga. Muchas de nosotras tendemos a atribuir nuestros éxitos a los demás: nos cuesta aceptar interior y exteriormente que somos buenas en algo, o que valemos mucho. 

Por eso si los demás no nos reconocen, nos sentimos insignificantes, poca cosa, incapaces… Para que los demás nos admiren y nos quieran, las mujeres aprendemos a sacrificarnos, a entregarnos de un modo absoluto, y a pensar más en la salud, el bienestar y la felicidad de los demás que en la nuestra propia.  

En la cultura patriarcal, las mujeres nos sentimos culpables y egoístas cuando pensamos en nuestras necesidades o en nuestro placer. Nos enseñan que una mujer de verdad es aquella que piensa más en los demás que en sí misma, una mujer que se entrega sin pedir nada a cambio y sin perder la sonrisa.

Sin embargo, lo cierto es que para poder cuidar a los demás, tenemos que estar bien, sentirnos a gusto con nosotras mismas, y empoderarnos, es decir, confiar en nuestras capacidades y habilidades, y tener una buena percepción de nosotras mismas y de nuestras pequeñas y grandes hazañas.

Por eso es tan importante trabajar la autoestima femenina: aprender a querernos bien a nosotras mismas no solo mejora nuestra calidad de vida, sino la de todo el mundo a nuestro alrededor. Si nos queremos bien a nosotras mismas, podremos querer bien a los demás: el amor es una energía que se mueve en todas las direcciones, y que cuanto más se expande, a más gente llega.

Cuando tenemos una buena autoestima, somos capaces de querernos a nosotras mismas, y de aceptar nuestras imperfecciones. Si nos conocemos bien, y apreciamos nuestra valía, dejamos automáticamente de compararnos con las demás y comprendemos que somos seres únicos, y que somos humanas.

Si aprendemos a aceptarnos tal y como somos, y si nos centramos en aprender a querernos bien a nosotras mismas, podríamos acabar con las torturas y auto-castigos porque pensaríamos más en nuestro bienestar que en la opinión de los demás. No nos sentiríamos tan presionadas a cumplir con las expectativas ajenas o los mandatos de género: pensaríamos más en nuestro derecho al placer, a disfrutar del tiempo libre, a hacer lo que más nos gusta.

Elevar nuestros niveles de autoestima nos permitiría delegar y compartir responsabilidades con la pareja, y con el resto de los miembros de la familia: aprenderíamos a trabajar en equipo sin hacer tantos sacrificios personales, y sin hacer tantas renuncias: compensaríamos la balanza entre las obligaciones y los placeres, y estando más contentas, nuestro entorno también se verá beneficiado.

Tu pareja, tus compañeros y compañeras de trabajo, tus hijos e hijas tendrán una madre con más salud mental, física y emocional, con menos preocupaciones, sin sentimientos de culpa y frustración, sin decepciones con una misma por no estar a la altura. No llegar a todo no nos generaría tanta insatisfacción y malestar: seríamos más comprensivas con nosotras mismas, viviríamos más relajadas, y por tanto, tendríamos más energía para disfrutar de la vida. 

Quererse bien a una misma: todo son ventajas.



Coral Herrera Gómez 


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9 de octubre de 2016

Por qué es importante cuidar a tu gente cuando te enamoras


Una de las reglas de oro para sufrir menos y disfrutar más del amor, es tener una buena red de afectos llena de ternura, compañerismo, solidaridad, apoyo mutuo, cariño y empatía. Y sin embargo, mucha gente cuando se enamora, se olvida del mundo, y al emparejarse, se aísla y se encierra en el nidito de amor.  

Hasta que el amor se acaba: entonces nos damos cuenta de lo solos o lo solas que estamos, y es entonces cuando lamentamos haber abandonado nuestros grupos familiares y de amistad. Cuesta mucho recuperarlos. A veces es completamente imposible: las amigas y los amigos no son esos seres humanos a los que puedes acudir para llorar cuando tienes mal de amores, o cuando necesitas dinero o apoyo emocional. 
Los grupos de amor parecen cosa de adolescentes: cuando la gente se hace mayor, y se empareja y se casa, estos grupos de amor se disuelven o se dividen entre los solteros y los emparejados, los que se convierten en papás y mamás y los sinhijos.

Tenemos poco tiempo en nuestras apretadas agendas para los amigos de siempre y para hacer nuevos amigos mientras construimos el hogar junto a nuestro amado o amada. El asunto es que parece que no hay alternativas: o te emparejas, o te quedas solo y te juntas con los que no se han emparejado, que son siempre minoría al final de la treintena.

La soledad es la gran enfermedad de nuestro tiempo, por eso hay gente que se empareja aunque no le apetezca demasiado: es lo que toca y nadie quiere parecer una persona fracasada en una sociedad en la que el éxito consiste en emparejarse, convertirse en propietario de una hipoteca, casarse y reproducirse.  Como todos necesitamos compañía, la única salida posible parece que es la pareja: sin ella parecemos bichos raros y sufrimos presiones del entorno más cercano para que pasemos por el aro como todo el mundo.  

Vivimos en la era del individualismo más salvaje y del "sálvese quién pueda": cada cual va a lo suyo y se busca la vida como puede, y esto también constituye una amenaza para los grupos de gente que se quiere, porque dedicamos más tiempo y energías a ganar dinero para pagar facturas, y nos centramos en nuestros proyectos individuales o en dúo. Se nos olvida entonces la cantidad de alegrías que sentimos con nuestras tribus, y lo bien que nos viene a todos disfrutar de esas tardes de risas, confesiones, conversaciones ricas, fiestas y momentos trascendentales. 

Hemos abandonado las grandes utopías colectivas, y como nos hemos resignado a la idea de que no podemos transformar ni mejorar nuestro mundo, al menos nos queda el consuelo de la salvación individualista. La nueva utopía ya no es social, sino personal: la meta es encontrar a tu media naranja y construir juntos el paraíso romántico en el que seremos felices y comeremos perdices.  
Así pues, para poder encontrar el amor verdadero parece que hay que estar más sola que la una. Todos los protagonistas de los cuentos que nos cuentan están solos: en las historias no hay grupos de gente que se junta para resolver problemas o para celebrar la vida. Los héroes son siempre hombres que se enfrentan solos a los peligros en las aventuras que corren,  y las mujeres esperan solas a que ellos lleguen a salvarlas. 
Las princesas Disney no tienen mamá, ni papá, ni hermanas o hermanos. Ninguna de ellas tiene tías, primas, vecinas, y por supuesto no tienen amigas. Están secuestradas, hechizadas, explotadas, pero nadie las ayuda, porque están solas en el mundo. Solas, desvalidas, sin herramientas para fugarse, para rebelarse, para diseñar estrategias que les permitan liberarse. Son mujeres pasivas que sueñan con su media naranja y esperan a ser rescatadas por el príncipe azul.

Millones de niñas aprenden a diario con estos mitos y estereotipos sobre la feminidad que las mujeres son malas (todas menos tú, que eres especial y por eso tu príncipe te va a tener como una reina), y que para que te elija debes de estar sola y aparentar ser frágil, delicada, miedosa, pasiva, tranquila, obediente y dulce. Lo  más importante es que Él se de cuenta de que eres especial, que no eres como las demás mujeres: son todas unas envidiosas, abusonas, codiciosas, violentas, y malas personas. prendemos pronto a desconfiar unas de otras, porque las mujeres que vemos en los cuentos tratarán de aprovecharse de la protagonista, hacerla daño o quitarte el novio, como la bruja de Blancanieves o la madrastra y hermanastras de Cenicienta.
Esta es la razón por la cual muchas mujeres desconfían de otras mujeres y no tienen amigas, mientras que los hombres siempre tienen su grupo de amigos con los que ir al bar, al gimnasio, al fútbol o al puticlub. En nuestra cultura patriarcal se ensalza la amistad entre los hombres, pero nunca la amistad entre mujeres. Los únicos personajes femeninos que se organizan y se unen para luchar o para celebrar la vida son las brujas, esos seres malvados, feos, espantosos, crueles y peligrosos que se comen a los niños en sus akelarres nocturnos. 
El patriarcado nos necesita solas, aisladas, tristes, amargadas, envidiosas, miedosas, celosas, frágiles, vulnerables, dependientes de un solo hombre. Por eso el feminismo trabaja para desmitificar a las princesas solas y dependientes, y propone justamente lo contrario: construir redes de afecto, solidaridad y apoyo mutuo entre nosotras para ser libres y autónomas, para que nadie nos domine, nos controle y nos robe la libertad. Con sororidad, las mujeres unidas somos mucho más fuertes y más felices.

Al capitalismo y al patriarcado les conviene que las mujeres tengamos miedo a la soledad y que nos juntemos a los hombres no desde la libertad, sino desde la necesidad (económica y emocional). 

Cuanto más solas estamos, más necesitadas, más baja está nuestra autoestima, más vulnerables y dependientes somos: esta es la razón por la cual aguantamos malos tratos, humillaciones, y relaciones de dominación basadas en el machismo más violento.
Por eso una de las claves para salir de esos infiernos es siempre poder contar con ayuda de otras mujeres: amigas, madres, hermanas que nos refuercen la autoestima, nos recuerden que tenemos derecho a vivir una vida libre de violencias y nos acojan en sus hogares para poder empezar otra vida lejos del agresor. 

El patriarcado aplica sobre nosotras la ley del "divide y vencerás", y nos hace creer que las mujeres somos enemigas, por eso es tan necesario tejer redes de cooperación y ayuda mutua, y reivindicar el valor de la amistad, de la ternura, del cariño entre nosotras.
Gracias al feminismo, las mujeres hemos aprendido a construir relaciones igualitarias, respetuosas, y horizontales entre nosotras y con los hombres que saben relacionarse de tú a tú, sin jerarquías y sin violencia.
Ninguna de las princesas Disney tiene amigos varones porque el principal mandato del patriarcado es que en nuestras vidas solo puede haber un hombre: primero papá, y después el príncipe azul. Y a eso se reduce el amor: a una sola persona que colmará todas nuestras necesidades, nos amará para siempre, y nos  hará muy felices.


El amor de la tribu 

Los mitos románticos nos hacen creer que el amor de pareja es el más sublime de todos los amores: para que no nos juntemos en grandes grupos en los cuentos nunca se ensalza la amistad, ni el amor colectivo.

Las redes de amor son el mayor tesoro con el que contamos los seres humanos: necesitamos a los demás para sobrevivir porque somos seres sociales, sociables y emocionales. Nuestra especie ha logrado sobrevivir gracias al amor y a los cuidados, y siempre hemos vivido en tribus y grupos solidarios. 
El dúo romántico es un invento moderno del indvidualismo posmoderno: los humanos tenemos una hermosa e increíble capacidad para cooperar, para trabajar en equipo, para unirnos y hacer frente a los problemas colectivamente. Necesitamos a los demás para aprender a hablar, a caminar, a escribir, a contar, a comer, y a ser autónomos. Necesitamos a los demás para dar amor y recibirlo, para que nos cuiden cuando somos bebés y ancianas, cuando enfermamos gravemente, o cuando pasamos por momentos difíciles o dolorosos.
Sin nuestra red de afectos y cuidados, enfermamos y morimos de soledad. La pareja jamás cubrirá todas nuestras necesidades, y es mentira que el amor romántico es incondicional o eterno. Es mentira que al encontrar a nuestra media naranja ya no necesitamos a nadie más, y es mentira que una sola persona pueda cubrir todas nuestras necesidades sociales y afectivas.

Es mentira que somos mitades que solo nos completamos cuando encontramos a nuestra otra mitad: somos naranjas enteras, y lo que necesitamos es amor a manos llenas. Necesitamos compañía, no sólo en momentos difíciles, sino también en las alegrías de la vida. A los humanos nos encanta celebrar cumpleaños, bodas, graduaciones, cambios de estación, fiestas locales o nacionales, etc. Nos gusta mucho cantar y bailar con gente, emborracharnos, abrazarnos y mostrarnos cariño, nos gusta darnos premios y reconocimientos los unos a los otros, nos encanta hacer regalos, acompañar en los funerales y en los partos, ayudar a la gente a ser más felices. Nos gusta hacer deporte juntos, nos gusta inventar juegos, celebrar concursos, contarnos cuentos, componer música para compartir con los demás. Por eso hacemos teatro, baile, óperas, cine, conciertos... hacemos arte para conmover, para entretener, para comunicar, para emocionar a los demás. 
Uno de los mayores terrores que sentimos los humanos es el miedo a quedarnos solos, el miedo a ser abandonados, el miedo a que nos rechace la tribu a la que pertenecemos. Necesitamos sentirnos parte de algo, sentir que le importamos a alguien, sentir que somos aceptadas por la comunidad en la que vivimos. 
Pienso mucho en los ancianos y ancianas de las grandes ciudades que mueren y nadie se da cuenta hasta pasados unos días, cuando los cadáveres empiezan a oler mal. Me pregunto dónde están sus hermanos y hermanas, sus hijos e hijas, sus nietos y nietas, sus amigos y amigas... y no puedo entender cómo alguien puede morirse y que a nadie le importe. Pienso en toda esa gente cuya única compañía es la televisión o la radio porque su aislamiento es tal que no hablan ni con los vecinos. Gente que va a pasar la tarde a urgencias para entablar conversación y para que alguien les toque el cuerpo: la necesidad de contacto físico, de dar amor, de sentir que alguien se preocupa por nosotros, de sentir que somos importantes o significativos para otros humanos es universal.
Hace unos años leí que en Japón ya se pueden alquilar perros para sacarlos a pasear: acariciar a un perro genera oxitocina y endorfinas, y nos permite conocer a otros dueños de perros con los que entablar conversación. Ahora también podemos alquilar amigos por horas que nos escuchen, nos sonrían y nos den un abrazo. El afecto que recibimos a cambio de dinero es falso, pero muchos creen que es mejor eso que nada. 
Tener afectos reales es hoy en día un tesoro: en este mundo lleno de Narcisos y de valores consumistas, de relaciones virtuales y espejismos emocionales, de amores líquidos y descomprometidos, se nos olvida a veces lo importante que es alimentar nuestros vínculos y cuidar a la gente que queremos. Los afectos son una de las cosas que hacen que la vida merezca la pena, y son la mayor fuente de emociones fuertes y duraderas que tenemos. 

El romanticismo es antisocial 

El romanticismo patriarcal es un modelo amoroso profundamente antisocial porque está basado en el egoísmo, la posesividad, la exclusividad, la propiedad privada, los celos, el miedo y la mezquindad. Nuestra cultura amorosa mitifica las relaciones interesadas y de dependencia mutua para que nos esclavicemos mutuamente, y para que hagamos pactos basados en el aislamiento, la monogamia, la renuncia y el sacrificio (generalmente de las mujeres, porque la doble moral no castiga el adulterio masculino con la misma dureza que el femenino).

Las que salimos perdiendo bajo las normas del romanticismo somos las mujeres, generalmente, porque sufrimos mucho más el aislamiento social al vernos relegadas al rol doméstico. Las relaciones de control y dominación anulan nuestra libertad, nuestro derecho a decidir, nuestra autonomía, pero a veces no nos damos cuenta porque todo este esquema de poder se disfraza de amor: "no quiere que salgas con tus amigas porque te ama tanto que te quiere solo para él", "sus celos son una prueba de que te ama", "se enfada porque quiere tenerte a su lado todo el tiempo"...
Con estos modelos se construyen las relaciones esclavizantes y los infiernos conyugales de los que resulta imposible o muy difícil salir si estamos solas, por eso aguantamos relaciones en las que no hay amor, por eso renunciamos a nuestra salud emocional y a nuestro bienestar, por eso nos resignamos a lo que nos ha tocado... y por eso nos cuesta a veces salir de relaciones en las que no somos felices o en las que no nos tratan bien.
Las redes de amor y afecto nos empoderan: la gente que nos quiere bien nos ayuda, nos apoya, nos abre los ojos cuando nos autoengañamos, nos escucha, nos respeta, nos quieren ver bien, nos animan a romper con lo que nos hace daño, nos animan a trabajar por nuestro bienestar y a buscar la felicidad. La gente que nos quiere bien ama nuestra libertad, y sentimos con ellas que podemos ser nosotras mismas, por eso es tan importante rodearse de buena gente, y cuidar a los amigos y a las amigas, tengamos o no pareja.

Nunca la pareja y las amistades son incompatibles: en realidad el amor del bueno siempre se multiplica y se comparte, no nos limita, no nos coacciona ni nos encierra.
 Cuando nos quieren bien y estamos rodeadas de amor, es más fácil tener presente que amar no implica sufrir, que no tenemos por qué sacrificarnos por nadie ni renunciar a nada, que tenemos derecho a ser felices, a tener todos los amigos y amigas que nos apetezca, a organizar nuestros espacios y nuestro tiempo como nos venga en gana. 

Tenemos derecho a construir nuestras familias con la gente que queramos, a vivir con quien nos apetezca, a juntarnos y a separarnos como queramos:  la vida es más hermosa con amores diversos, y estos amores nos hacen más libres, porque no nos exigen exclusividad, ni nos atan, ni nos esclavizan. En libertad es más fácil construir relaciones igualitarias, horizontales, respetuosas y sanas sin que nos condicione la necesidad.  

Si tenemos una buena red social y afectiva podremos unirnos y separarnos con quien queramos, cuando queramos, como queramos, sin depender de nadie, sin miedo a quedarnos solos o solas.  
Desde esta perspectiva, la amistad, el compañerismo y la solidaridad son revolucionarias: cuantos más amigos y amigas tenemos, más libres e independientes somos.  Y es que el amor del bueno solo se puede construir en libertad,  y sólo se puede disfrutar si lo compartimos con mucha gente y lo multiplicamos hasta el infinito. 

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