Ilustración de Cristina Troufa |
Gracias a la ciencia podemos conocer y entender la realidad en la que vivimos, o al menos, acercarnos a ella de una manera aproximada. Todos los días se publican informes en el mundo, de instituciones nacionales e internacionale, organismos no gubernamentales, universidades e institutos de investigación, que nos ofrecen cifras sobre la cantidad de gente que sufre la pobreza, el hambre, la explotación laboral, el analfabetismo, las enfermedades, la violencia.
Las ciencias sociales nos dan datos sobre los salarios, la gente que tiene que emigrar, la salud mental y emocional de la población, la discriminación que sufren determinados colectivos por cuestiones de edad, nacionalidad, orientación sexual, color de piel, capacidades, aspecto físico, etc.
Gracias a estos datos podemos saber cómo van los avances en derechos humanos en cada país, cuántas mujeres sufren discriminación, explotación y violencia machista, y con esos datos podemos tomar medidas para transformar la realidad, aprobar leyes para cambiar la sociedad, crear políticas públicas para trabajar por un mundo mejor.
La mayoría de los políticos generalmente ignoran esos datos porque gobiernan para un pequeño grupo de banqueros y empresarios, y necesitan que todo siga como está. Pero además, los políticos de derechas y de extrema derecha niegan la realidad para frenar los avances que vamos haciendo con nuestras luchas sociales. Y ya lo hacen sin complejos: se acabó la corrección política y la moderación.
Ayer mismo en España, dos políticos negaron la veracidad de los datos que tenemos sobre la violencia machista y la pobreza. Y la mayoría de los medios difundieron sus palabras sin ofrecer datos de la realidad para desmentirles.
Estamos hablando de un país con más de mil mujeres asesinadas a manos de sus parejas en los últimos diez años, de una país en el que se denuncia una violación sexual cada cuatro horas, un país con casi 11 millones de pobres de los cuales la mitad sufren pobreza severa, y la mayoría son mujeres sin pareja y con hijos.
Estamos viviendo en la época de la posverdad, creada con la complicidad de los medios de comunicación, que difunden bulos y dan voz al negacionismo y plantean los temas como si fueran un asunto de opinión, no una realidad contrastada con cifras y estudios cualitativos y cuantitativos. ¿Sabéis por qué es tan peligro este discurso negacionista?
Porque en Alemania negaron el holocausto nazi mientras estaba sucediendo, con el olor a cadáveres calcinados humeando en las chimeneas de los campos de concentración.
Con sólo negar la existencia de estos campos de concentración crematorios, y la ayuda de los medios, la opinión pública miró para otro lado y se pudo exterminar a millones de personas.
Hoy es delito en Alemania negar el holocausto.
Es muy peligroso para nosotras que la gente no vea la estructura patriarcal sobre la que se sustenta nuestra opresión, somos la mitad de la Humanidad.
Nos pone en peligro que la gente, aún teniendo datos fiables de fuentes fiables, se dedique a negar el acoso que sufrimos en redes, en las calles, en los centros de estudio y de trabajo, en el hogar.
Es muy peligroso que nieguen la existencia de los campos de concentración para mujeres esclavizadas, los abusos sexuales que sufrimos en la infancia, el acoso en discotecas y conciertos, las violaciones grupales, los matrimonios forzados, las maternidades forzadas, la mutilación genital femenina, la brecha salarial, el desempleo, la precariedad y la falta de derechos que sufrimos en todo el mundo.
Hay muchos países en los que no se hacen estas investigaciones, pero más grave aún es que en los países que sí tenemos datos, los políticos y los medios se dediquen a negarlos para manipular a la población. Negar la falta de derechos es violencia.
¿Qué podemos hacer nosotras para defendernos? Podemos exigirle a los medios que dejen de funcionar como altavoz de los discursos negacionistas del trumpismo. Debemos pedirle al gobierno leyes que nos garanticen el derecho a recibir información veraz y datos sobre la realidad. Podemos informarnos sobre quién financia a los medios, y aprender a leer la forma en que las industrias culturales construyen los relatos, y entender cómo nos manipulan a través de nuestras emociones más primarias . Podemos exigir al gobierno que garantice la plurarlidad y la diversidad informativa.
Creo que frente a la desinformación y la intoxicación, nuestra única salvación es que las niñas y los niños puedan, en las escuelas, estudiar ciencias sociales, aprender a pensar por sí solos, aprender a leer la ideología que subyace a las noticias y a los productos culturales, y estudiar las técnicas de comunicación para manipular masas de gente.
Hay que enseñar a las nuevas generaciones a entender cómo nos manejan a través de las emociones (el enfado, el deseo, el miedo), y cómo apelan a nuestros instintos más destructivos para manejar a las masas.
Si entienden cómo se construye la realidad, cómo se perpetúa a través de los mitos y los estereotipos, y cómo podemos cambiarla para que todas y todos podamos vivir mejor, les daremos las herramientas que necesitan para defenderse de la manipulación, la desinformación, los bulos y las fake news.
Coral Herrera Gómez
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