Duchas de agua fría, hacer deporte, mantenerse
ocupada, estar acompañada de las mejores amigas, hacerse un viaje, escribir un
diario, reforzar tu autoestima, pedir ayuda profesional, hacer meditación y
yoga, dar largos paseos… son muchos los consejos que nos damos unas a otras
para desintoxicarnos cuando estamos muy enganchadas de alguien que no nos ama.
Desenamorarse es muy duro porque es un proceso muy parecido al de dejar una adicción (tabaco, alcohol, drogas, juegos y apuestas, etc): es luchar contra nuestro deseo de estar cerca de nuestra droga. Nuestro
cuerpo tiene que borrar el deseo de nuestra piel y sudar mucho para eliminar toda la
toxicidad del amor. Y es que en esos momentos tan difíciles, nuestra mente tiene que ponerse limites, auto-censurarse,
contenerse, darse buenos consejos para no ir corriendo a pedir clemencia de
rodillas.
Para desvincularte emocionalmente de alguien, es fundamental tener una cosa muy clara: el amor ni se mendiga, ni se exige. Si no hay amor, entonces mejor dejar la relación, hacer un ritual de despedida como quien entierra a un ser querido, y hacer un proceso de aceptación de la Realidad.
Es importante también poder desconectarse: la
amistad puede llegar al cabo de muchos meses o años, pero para poder ser amigos
primero hay que llegar a la desconexión total, y mantenerse así un tiempo hasta
que logramos sacarnos a la otra persona de la cabeza, y empezamos a rehacer
nuestras vidas.
La idea es aguantar sin llamar, sin guasapear, sin chatear, sin mensajear
sabiendo que el otro o la otra van a estar bien. Nosotras también vamos a estar
bien, y no hay que buscar excusas para
romper la desconexión. Si necesitamos un hombro para llorar, ahí tenemos
a las amigas y los amigos: los ex y las ex no son las personas más indicadas
para consolarte.
Estos son los consejos que le doy a mis amigas y
que me doy a mi misma en una ruptura: hay que separarse con amor, cuidarse mucho (a ti y a la otra persona), quererse
mucho a una misma, ser sensata, ser realista, mirar hacia delante
siempre, mantener la dignidad, intentar no ser egoísta, y evitar las luchas de poder y las guerras.
Sin embargo, lo que a mí me ha funcionado de
verdad es aplicarle el feminismo al proceso de ruptura. Es fácil, sólo hay que hacerse
un par de preguntas: ¿cómo nos quiere el patriarcado?, y ¿le voy a dar el gusto?.
El patriarcado nos quiere tristes, deprimidas, débiles, frágiles, vulnerables,
hechas polvo, sin energías, esperanzadas, emparanoiadas, entretenidas con fantasías,
aferradas al pasado, solas, rivalizando entre nosotras, pendientes y
dependientes de un hombre.
Al patriarcado le encanta que las mujeres
concentremos nuestras energías y nuestro tiempo en llorar, en lamentarnos, en
auto-engañarnos, en buscar amor. Porque así somos más sumisas: cuanto más
necesitamos al hombre al que amamos, menos libres somos para juntarnos y
separarnos. Cuanto más solas nos sentimos, más ganas tenemos de entregarnos y
darnos por completo. Cuanto más enamoradas estamos, más entretenidas estamos, y más a lo nuestro estamos.
Las mujeres cuando estamos alegres,
unidas, empoderadas, con energía, enfocadas en lo que queremos, somos
peligrosas: se nos puede ocurrir cualquier barbaridad, como por ejemplo luchar
por nuestros derechos y libertades en todo el mundo.
Así que si el patriarcado nos quiere ver
sufriendo y destrozadas porque el hombre al que amamos no nos ama, la mayor
rebeldía contra el patriarcado consiste en estar bien.
Aplicar el feminismo al desamor supone que en
lugar de perder el tiempo esperando a que el otro nos quiera, lo que hacemos es
ponernos activas, y trabajar por nuestro bienestar y nuestra felicidad, la
propia y la de las demás. Es fundamental tener siempre a tu tribu de gente querida, tengas o no tengas pareja, para que tu vida siga siendo la misma siempre y no te sientas sola. La clave está, pues, en diversificar afectos, y en tener una buena red de mujeres cerca que te acompañen.
Juntarnos para celebrar, para acompañarnos, para aprender juntas, para crear redes de afecto es lo verdaderamente revolucionario. Tirar hacia delante, no hundirse, no quedarse esperando a que suceda el milagro cuando un hombre nos rechaza o deja de amarnos, es una forma de
resistencia al patriarcado que podemos practicar todas desde nuestras
trincheras.
Hacer redes de afecto y solidaridad frente a la soledad, querernos bien a nosotras mismas, aceptar que el
otro no nos ama y que no se acaba el mundo es un acto de resistencia
feminista. Cuando la persona a la que amamos no nos corresponde, cuando nos
rechaza, cuando no nos trata bien, cuando nos está haciendo daño, cuando juega con nuestros sentimientos, o cuando rompe la relación, lo mejor siempre es aceptar, pasar el duelo, y tirar hacia delante, porque el tiempo todo lo cura, porque no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista, y porque no hay otro camino que ir hacia delante.
Si no nos quieren, entonces es mejor soltar, echar a volar, y a otra cosa, mariposa.
Coral Herrera Gómez
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