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9 de julio de 2020
Hasta que descubrí que el amor es para disfrutar (yo no era feminista)
YO NO ERA FEMINISTA Hasta que descubrí que el amor es para disfrutar
Una autora y una ilustradora cada semana: ¿Conocéis el proyecto latinoamericano Yo no era feminista? Esta semana toca mi relato, ilustrado por la gran artista costarricense Laura Astorga Monestel, ¡espero que os guste mucho!
Yo sí era feminista, pero aunque tenía toda la teoría en mi cabeza, no sabía cómo aplicarla a mi vida cotidiana. Es decir, yo me pensaba feminista, pero no me sentía feminista porque no lograba llevar la teoría a la práctica: en la escuela no me dieron herramientas para entender por qué anhelaba tanto ser amada por un hombre, por qué me habían hecho creer que el amor romántico tenía que ser el centro de mi vida, ni por qué sufría tanto por amor.
Me crié con cuentos de princesas que están solas en el mundo, sin hermanas, ni madres, ni abuelas, ni primas, ni vecinas, ni compañeras de estudio o de trabajo. Pero además de películas y dibujos animados, también escuchaba los discursos de las amigas de mi madre hablando de los derechos de las mujeres, la libertad de las mujeres, y la necesidad de derribar el patriarcado para crear una sociedad igualitaria sin jerarquías ni explotación ni violencia.
Entonces tenía dentro de mí esa necesidad de ser una mujer autónoma y libre, de estudiar y trabajar, de construir mi red de afectos, de llevar el timón de mi barco y navegar por mi vida eligiendo yo el camino y los lugares de destino. Pero a la vez, mis emociones eran profundamente patriarcales y soñaba con tener un compañero que me quisiera y con el que poder fundar una hermosa familia. Soñaba con poder vivir el romance del siglo, con vivir el amor total y absoluto que te hace sentir que no estarás sola nunca más, y ese sueño me hacía creer que al enamorarme y emparejarme, conseguiría una relación de igualdad y compañerismo de manera mágica, pensando que el amor todo lo podía.
Sufrí mucho por amor, perdí mucho tiempo y energía en el amor, y a veces también, me olvidé de toda la teoría feminista sobre la libertad y la autonomía por amor. Yo estaba en una relación que no lograba soltar del todo, y pasaban los meses y yo no lograba desengancharme. Así que cuando me tocó hacer la tesis doctoral, elegí el amor romántico para intentar entender qué me estaba pasando, y por qué no sólo me pasaba a mí, sino a millones de mujeres en el mundo. Yo leía, escribía y me iba con mi perra al campo a pensar y a darle vueltas, fueron unos años muy felices en los que investigué mucho, y hablé mucho con mi gente.
Y un día lo ví muy claro, mirando el atardecer: las mujeres tenemos derecho a vivir una buena vida, a disfrutar del sexo y del amor, a sentirnos libres, a buscar el placer y a ser nosotras mismas en todas nuestras relaciones sentimentales y afectivas. Esta idea en su momento fue revolucionaria para el feminismo, y en ese momento pasó del mundo de las ideas a explotar en mi corazón.
Lo vi muy claro, si: yo no he nacido para sufrir, ninguna mujer ha nacido para sufrir. El amor no puede ser un arma de control social y destrucción de las mujeres, sino una experiencia de gozo, crecimiento y liberación, me dije. El amor es una construcción, y todo lo que se construye, se puede deconstruir y re-inventar.
Pensé que sería maravilloso poder aplicar el feminismo al amor para liberarlo del machismo y el patriarcado, y de paso, liberarnos todas las mujeres del mundo, porque es a través del amor como la cultura patriarcal se perpetúa con mitos, estereotipos, mandatos, modelos, héroes y heroínas.
En aquellos momentos empezaba a desarrollarse Internet, y yo lo que quería era colectivizar el debate en las redes, y sacar el amor romántico a la luz para debatir sobre el tema. Lo que había leído es que las feministas de los años 70 llegaron a la conclusión de que el amor romántico era una cárcel para nosotras y que como a muchas nos llevaba a la muerte o a una vida de esclavitud voluntaria, lo mejor era renunciar al matrimonio y así no tener que vivir de rodillas mendigando el amor de un hombre.
Pero yo pensaba, bueno, no tenemos por qué renunciar al amor. Vamos a hacerlo feminista, vamos a transformarlo a nuestro gusto, vamos a convertirlo en una experiencia maravillosa que nos permita realmente acabar con la desigualdad entre hombres y mujeres. Y lo mismo para lesbianas y gays, gente monógama o poliamorosa: había que liberar el amor a la vez que reivindicamos el derecho al placer de las mujeres, y había que hacerlo desde los cuidados, la empatía, la solidaridad y el deseo de cambiar el mundo para construir una sociedad más pacífica, libre de violencia y dominación, una sociedad más justa, igualitaria y amorosa.
Desde entonces, he trabajado para ayudar a muchas mujeres a construir sus propias herramientas que les permitan acabar las relaciones en las que no se sienten cuidadas ni queridas, para desengancharse de una de las drogas más potentes del mundo, para distinguir cuando están en una relación de dominación y sumisión, para dejar a sus parejas cuando no se sientan felices o cuando no se sientan bien tratadas.
Después de cuatro años trabajando juntas en el Laboratorio del Amor, una red de mujeres internacional que es también un grupo de estudio, no hemos descubierto la fórmula ideal para disfrutar del sexo, del amor y de la vida, porque esa fórmula no existe. Cada cual tenemos que trabajar los patriarcados que nos habitan, tomar conciencia de lo que necesitamos, deseamos y queremos para estar bien y para ser felices, ponernos a desmitificar el amor romántico, y construir otros modelos de relación en los que podamos ser nosotras mismas.
Las semillas que hemos ido sembrando en estos años van dando sus frutos: ahora hemos aprendido a aceptarnos, a querernos y a cuidarnos a nosotras mismas, ya sabemos decir que no, ya sabemos, al menos, lo que no queremos, y tenemos más herramientas para entender lo que nos pasa, y por qué nos pasa. Ahora sabemos que lo personal es político, que hay otras formas de quererse, y que se puede sufrir menos, y disfrutar más del amor, y por eso creemos que hay que seguir trabajando mucho para poder llevar la teoría a la práctica, y para poder vivir una buena vida, que es muy corta, y sólo tenemos una.
Coral Herrera Gómez.
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Duelos y rupturas: cómo sufrir menos
Duelos y rupturas: cómo sufrir menos. Ya podéis escuchar el quinto episodio de mi programa "Disfrutar del Amor", en Ivoox y Spotify. Espero que os sea muy útil para superar vuestros procesos de separación, para trabajar los duelos desde el feminismo, para evitar la guerra, para cuidaros mucho y ahorraros todo el sufrimiento posible, y para empezar una nueva etapa de vuestras vidas con energía e ilusión. #Duelos #Separaciones #autocuidado #Cuidados #Amor #Otraaformasdesepararsesonposibles
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El amor después de los 40
¿Las mujeres sufrimos más o disfrutamos más del amor a medida que envejecemos? ¿La edad nos hace más libres o nos condena a resignarnos en relaciones en las que no somos felices? ¿Somos más selectivas o somos más dependientes?
Para trabajar en este artículo abrí un hilo en Facebook. Pregunté a las mujeres que me siguen si a partir de los 40 eran más selectivas al emparejarse y si creían que estaban disfrutando más del amor a medida que cumplían años.
Casi todas afirmaron que sí, que ahora eran más selectivas. La edad ayuda, pero lo que más ayuda es el feminismo. Muchas de nosotras nos hemos pasado la infancia y la adolescencia consumiendo romanticismo patriarcal con frenesí. Luego hemos vivido el amor romántico y hemos visto que no era lo que nos habían vendido. Después, hemos tenido que trabajarnos individual y colectivamente para liberarnos de todos los mitos que heredamos de nuestra cultura, a través de los cuentos y de las películas.
En todas las generaciones, las mujeres recibimos instrucciones para saber cómo debe ser una niña, cómo debe ser una mujer y cómo se relacionan las mujeres entre ellas y con los hombres. Y después, cuando ya somos mujeres y ya hemos visto dónde está la trampa, tenemos que liberarnos de esos mandatos de género que no nos dejan ser nosotras mismas, ni amar en libertad.
El trabajo para liberarse de los patriarcados que nos habitan es muy duro porque supone ir a contracorriente todo el tiempo. Las películas, novelas, series de televisión, canciones, videoclips, anuncios… están impregnados de mitos románticos y de mandatos de género. Casi todos los productos culturales y mediáticos nos lanzan los mismos mensajes: sin un hombre no eres nada; para estar bella hay que sufrir; para encontrar el amor y ser amada hay que sufrir más; las mujeres son tus rivales en el amor; si no te quiere nadie eres un fracaso; los hombres son así y hay que aguantarlos; tu papel como mujer es cuidar a los demás; si te cuidas a ti misma eres una egoísta; si no te sometes a tu rol no te va a querer nadie; si no tienes hijos no estás completa; ser femenina es ser una mujer complaciente; para amar hay que renunciar a tu libertad y a tus sueños.
Desengancharse de la droga del amor romántico es una de las cosas más difíciles del mundo porque es una de las drogas más placenteras y peligrosas que ha inventado el patriarcado para someter a millones de mujeres. A diario nos la muestran en las pantallas, pero siempre mitificada e idealizada para que creamos que no nos hace daño y que podemos drogarnos todo lo que queramos.
En realidad, lo que nos engancha no es el amor en sí, sino las promesas que conlleva: plenitud, felicidad, autorrealización, abundancia, armonía, protección, cuidados ilimitados e incondicionales.
Nos hacen creer que el amor es como un manantial de agua que brota mágicamente y no se agota jamás. Llega mágicamente y lo único que tenemos que hacer nosotras es mantenernos bellas y saber esperar. Y, sin embargo, en realidad, el amor se construye día a día. Además, vivimos en un mundo en el que no resulta nada fácil quererse y cuidarse. Para estar en pareja hay que trabajarse mucho por dentro (nuestros egoísmos, manías, defectos, miserias) y trabajar juntos la comunicación, la honestidad, la generosidad, la empatía, la solidaridad.
En una sociedad patriarcal es casi imposible construir relaciones sanas, igualitarias, libres de dependencia, desinteresadas y basadas en el disfrute. Si las mujeres lesbianas lo tienen difícil, las mujeres heterosexuales aún más: los hombres son educados para vivir como reyes gracias al amor, las atenciones y los cuidados de las mujeres.
Antes las mujeres no podían divorciarse porque era ilegal. Aún hoy son muchas las que no pueden hacerlo por miedo a ser asesinadas o porque no tienen autonomía económica. Sin embargo, cada vez hay más divorcios porque gracias al feminismo estamos rompiendo con el mandato de que el amor debe ser para siempre, estamos rompiendo con la condena social que se cierne sobre las mujeres que quieren separarse, estamos aprendiendo a valorar nuestra libertad, a elegir con quién queremos estar, cuánto tiempo queremos estar y cuándo queremos seguir nuestro camino. Solas o acompañadas por otras personas.
Las experiencias en el ámbito de la pareja nos van haciendo cada vez más sabias. En todas las relaciones adquirimos aprendizajes que nos sirven para las siguientes relaciones. Nos vamos conociendo mejor a nosotras mismas y vamos tomando conciencia, poco a poco, de que el amor no sólo está en la pareja sino en todas las relaciones que tenemos con la gente a la que queremos.
Una de las cosas que la edad te va quitando es el gusto por el drama y el placer masoquista del sufrimiento romántico. Cuando nos hacemos adultas nos toca insertarnos en un ritmo productivo que apenas nos deja tiempo para perder las horas soñando con un príncipe azul que nos salve de la precariedad o la pobreza. La edad nos permite también relativizarlo todo y distinguir lo que es importante de lo que no lo es. Por ejemplo, empezamos a darle más prioridad al dinero y a la salud que al amor. Hay que pagar facturas y sin salud no hay ni amor, ni ingresos.
De fondo está siempre ese paraíso romántico con el que soñamos, pero pierde importancia en nuestras vidas porque el día a día consiste en resolver y tachar pendientes en casa, en el trabajo, en la familia. Eso nos obliga a estar con los pies en la tierra, a ser prácticas.
Y en ese proceso, la pareja en general y los hombres en particular van pasando a un segundo plano. De manera que aunque estemos deseando vivir una hermosa historia de amor, ya no estamos dispuestas a asumir los enormes costes, ni a sacrificarnos, ni a desmontar nuestra vida entera por tener una pareja. No es a cualquier precio, y sí, nos volvemos más selectivas porque con el tiempo aprendemos a preguntarnos a nosotras mismas qué es lo que queremos, deseamos o necesitamos para estar bien.
Y muchas lo que queremos es estar bien, disfrutar del sexo y del amor cuando se puede, y no centrar nuestra vida entera en la pareja o en la búsqueda de pareja. Ya nos hemos desengañado varias veces y las expectativas van menguando porque la edad nos hace más realistas y más prácticas. Es decir, no caemos en la trampa del amor romántico tan fácilmente porque ya hemos comprobado que es un mito. Y porque aprendemos a valorar nuestras redes amorosas, nuestra tranquilidad, nuestro bienestar y nuestra salud física, mental y emocional por encima de todo.
Cuando llegan las primeras arrugas, las canas, los descolgamientos, los kilos de más, muchas mujeres empezamos un combate contra los estragos del tiempo que siempre vamos a perder porque la ley de la gravedad es la que es. Unas combaten durante años, y otras no, pero en algún momento las mujeres nos miramos al espejo y nos damos cuenta de que nos preocupa más nuestra salud que nuestro aspecto físico.
Y mientras, nos quedamos fuera del mercado del sexo y del amor. Simplemente, los hombres de nuestra edad van buscando mujeres más jóvenes, más delgadas, más guapas. Aunque también existen hombres jóvenes que se sienten muy atraídos por las mujeres mayores.
Creo que con el tiempo las mujeres dejamos de batallar. Vamos aceptando nuestros cambios y somos menos esclavas de la tiranía de la belleza porque prestamos menos atención a los hombres. Los necesitamos menos porque tenemos más autoestima, confianza y seguridad en nosotras mismas. Y porque siempre hay mujeres más jóvenes y bellas que nosotras así que poco importa lo que una haga para ser atractiva: nos duele perder juventud y lozanía, pero a los 40 ya estamos dándonos cuenta de que lo que nos pone guapas de verdad es la alegría.
La alegría de vivir, la alegría de ser mujer, la alegría de resistir en un mundo tan duro y tan violento como el que vivimos. Esa alegría nos empodera, y en la medida en que nos empoderamos, las mujeres vamos ganando en independencia, asertividad y libertad. Creo que somos cada vez más las mujeres que no estamos dispuestas a vivir sufriendo como adolescentes enamoradas y sin autoestima que viven en la cárcel de sus propios sentimientos.
Cuesta aceptar que no es fácil encontrar a un hombre que trabaje los patriarcados como tú, que quiera disfrutar del sexo y del amor, que no esté mutilado emocionalmente, que tenga sensibilidad y tenga ganas de construir una relación igualitaria. Así dicho, realmente suena a utopía. Por eso, en la medida en que asumimos que no es fácil encontrarse con un hombre así, podemos ir renunciando a este sueño d encontrar un compañero con el nivel suficiente como para romper con la tradición patriarcal y aprender a cuidar a los demás. Entonces tarde o temprano nos damos cuenta de que cuanto más realistas somos, mejor nos va.
Aprendemos a vivir solas o en buenas compañías. Dejamos de poner a la pareja en el centro de nuestras conversaciones y de nuestras vidas. Todo esto nos hace más libres y autónomas: si nos juntamos a alguien no es para pasarlo mal y para repetir errores del pasado. Es para disfrutar.
Y una llega a este punto cuando las semillas van dando sus frutos: es una mezcla entre las experiencias vividas, los aprendizajes adquiridos, los conocimientos que vamos sembrando y la lucha feminista, que reivindica el placer y los cuidados para todas. El feminismo nos recuerda constantemente que tenemos derecho a disfrutar de la vida y del amor. Por eso hay tantas mujeres que, a partir de una edad, prefieren vivir sin pareja a vivir mal acompañadas.
Y cada vez que lo pienso, me pregunto: ¿Cómo podríamos ahorrarle a las chicas jóvenes todo ese camino que tienen que recorrer hasta darse cuenta de que la felicidad no está únicamente en el amor de pareja? ¿Cómo lograr que sean más realistas, que se liberen de la necesidad del amor y el reconocimiento masculino, que no se sometan a su rol creyendo que así las van a querer más?
Es hora, entonces, de contarles a las niñas y a las adolescentes cómo hemos aprendido a ser felices con o sin pareja y de explicarles las ventajas de priorizar nuestro bienestar por encima de un romance de película. Así quizás lleguen a los 40 sin necesidad de pasar por calvarios e infiernos románticos. Quizá así aprendan todo lo que necesitan para estar bien desde el placer y no desde el sufrimiento. Por eso luchamos desde el feminismo: para que todas las mujeres sepan que se está mejor sin pareja que mal acompañada.
Coral Herrera Gómez
10 de mayo de 2020
Libros de Coral Herrera en América Latina
Librerías en las que puedes encontrar los libros de Coral Herrera
1 de mayo de 2020
Vídeo de Coral Herrera presentando su libro en Instagram
Este es el vídeo de mi presentación en Instagram ayer, os agradezco millones todos los mensajes de amor y todas las preguntas que me hicisteis, ¡espero que os guste la charlita, y que os sea muy útil! #DisfrutarDelAmor
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