11 de noviembre de 2023
Fin de la Gira 2023 de Coral Herrera
9 de noviembre de 2023
¿Tú tampoco soportas la violencia? Bienvenida al club
Igual que otras personas sufren intolerancia al gluten o a la lactosa, yo sufro de intolerancia a la violencia. Me he pasado la vida disimulando, antes me daba vergüenza y no podía ponerle nombre, pero ahora que sé lo que es, puedo hablar de ello.
La cosa empezó en mi más tierna infancia. En casa ni mi hermana ni yo sufrimos exposición a la violencia, así que nunca nos acostumbramos a ella. En el colegio no podia soportar las peleas, y mientras todos miraban fascinados y animaban a uno de los contrincantes, yo siempre iba corriendo a avisar a las profesoras que estaban en el patio de guardia para que los separasen. No soportaba cuando le decían a Ricardo que se quitara las gafas porque le iban a partir la cara. Me las daba para que yo se las cuidara mientras le ponían hasta arriba de hostias. Me parecía tan humillante, y cuando quería ponerme en medio me apartaban de un empujón. No soportaba ver a niñas y niños torturando animales, yo sufría hasta cuando pisoteaban las hormigas, o cazaban cangrejos en el mar y los torturaban hasta la muerte.
A los 11 años mi abuelo, que quería inculcarnos "el amor por los toros" y nos llevó a una corrida en la plaza del pueblo. Fue una auténtica tortura tener que ver una tortura sin poder hacer nada, sentí mucho dolor e impotencia viendo a la gente reírse y aplaudir al asesino. No volví jamás a pisar una plaza de toros y me convertí en antitaurina para siempre.
Ya más mayor, recuerdo la época en la que mis amigas les dio por hacer sesiones de pelis de terror en casa de una de ellas, y yo nunca iba. No podía soportar los descuartizamientos y las torturas.
Tampoco podía soportar el porno, ver mujeres a cuatro patas siendo escupidas, azotadas y violadas por cinco hombres a la vez me ponía mala.
Cuando me quedé embarazada mi intolerancia aumentó. Me costaba mucho ver telediarios, dejé de ver películas de ciencia ficción y futuristas porque todas tienen batallas y escenas de guerra. También deje de ver series de televisión y nunca he podido soportar los vídeos que se pusieron de moda cuando empezó Internet con niños golpeando a otros niños, o niños sufriendo accidentes que se editaban con risas enlatadas.
Mi hijo ya es plenamente consciente de mi intolerancia: un día en casa de un amigo agarró una pistola de juguete y le apuntó a su amigo a la cabeza. Cuando aparecí por la puerta y me quedé boquiabierta me dijo: "es una pistola de amor, mamá, mira, cuando disparo es una burbuja de amor que le envuelve así"
Yo me eché a reír, porque me di cuenta de que Gael ya había tomado conciencia de mi rechazo absoluto a las armas, tanto las de verdad como las de juguete.
No es fácil ser tan intolerante en un mundo que ha normalizado la violencia hasta el punto de no percibirla. Soy consciente de que mi intolerancia afecta al proceso de socialización de mi hijo. La mayor parte de los amigos y amigas de Gael sufren exposición a la violencia en sus hogares: sus padres les dan pantallas en las que tienen total libertad para ver todo tipo de películas y videos, y tienen acceso libre y sin restricciones a los buscadores de Google y YouTube. Son niños que ya están viendo porno o van a empezar muy pronto a verlo, y que pasan miles de horas jugando a matar y aniquilar enemigos. Son niños y niñas que no pueden comer chocolate ni azúcar a diario, pero si pueden consumir violencia en todos sus formatos, y a todas horas.
Cuando estamos en un cumpleaños infantil y algún adulto le da una pantalla a alguno de los niños, todos los niños dejan de jugar y se pegan a ella. Así que yo le digo a Gael que nos tenemos que ir ya. Mi hijo protesta, pero como soy tan intolerante, soy inflexible con este tema. Cuando vamos a casa de niños o niñas que tienen videojuegos, le digo al padre o a la madre que Gael no soporta la violencia y que solo puede jugar a videojuegos de construcción. Cómo si fuera un defecto del niño, o como si fuera una alergia alimentaria. Los padres me miran como si fuera una marciana.
En casa de mis amigos y amigas, como ya me conocen, les explican a sus hijos que si quieren ver una peli tiene que ser apta para la edad de Gael. Lo tratan como una excentricidad más de mi personalidad.
Pero con los que no son mis amigos, me imagino que no me será fácil lidiar con el tema cuando Gael me pida quedarse en casa a dormir con niños o niñas expuestas a la violencia, o cuando nos pida que le compremos una consola de videojuegos, o cuando sus compas le hablen de películas que ven, y de los vídeos porno que encuentran.
Sé que no va a ser fácil porque la mayoría de los niños sienten una fascinación brutal por las escenas de violencia, entre hombres y de hombres contra mujeres, animales e infancia, hasta que la normalizan y se insensibilizan completamente a ella. Y como además en todos los espacios públicos hay pantallas donde se muestran escenas violentas, pues más difícil todavía. Sin más lejos, los trailers de publicidad que ponen antes de las películas infantiles en los cines.
Pero yo siento que mi deber como madre es garantizar el derecho de mi hijo a vivir una infancia libre de la exposición a la violencia.
Mi intolerancia no tiene cura y va aumentando con el tiempo. Lo mismo que no soporto la violencia física y sexual, ni el maltrato animal, tampoco soporto la violencia psicológica y emocional. Cuando una persona adulta comienza a humillar a un niño o una niña usando bromas crueles para que los demás adultos se rían, me pongo mala.
También me pongo fatal cuando veo las batallas en las redes sociales, los linchamientos y las humillaciones públicas, las cancelaciones a mujeres. Me duele en el alma cuando las compañeras no pueden más y deciden que se van de las redes. También me duele cuando me toca a mí: me pongo a temblar cuando los haters posan sus ojos sobre mí y se lanzan a matar.
También me hace sufrir mucho la violencia contra la población por parte de los gobernantes. Me da muchísima rabia que ejerzan tanta violencia contra las personas mayores en la residencia, y contra las niñas y niños, porque son los más vulnerables. Me siento fatal cuando veo como destrozan nuestro patrimonio para entregárselo a sus amigos. Me retuerzo del dolor cuando veo que las leyes de mi país permiten llegar al gobierno a cualquier psicópata, y cuando compruebo que nuestras democracias no pueden defendernos de la gentuza que usa nuestro dinero para hacer más ricos a los ricos, y que atentan contra nuestros derechos fundamentales con una impunidad total.
La pobreza es violencia.
La exclusión social es violencia. La falta de derechos humanos es violencia.
Los desahucios son violencia.
Las listas de espera son violencia.
La ratio en las aulas y en los centros médicos son violencia.
Para mí es intolerable que una persona enferma tenga cita para el especialista dentro de un año. No comprendo cómo los políticos que destrozan la Seguridad Social no están en la cárcel. Atentan contra nuestros tesoros más preciados, Sanidad y Educación, maltratan a personal sanitario y docente, destrozan nuestros templos más sagrados (escuelas y hospitales), y no van a la cárcel porque la ley les permite ejercer toda su violencia sin consecuencias penales.
Debido a mi intolerancia, alergia o hipersensibilidad no puedo ver películas ni series, pero sí veo telediarios. Aunque me sienten tan mal y me duela todo el cuerpo, no puedo mirar para otro lado mientras vemos un Genocidio en directo. No puedo mirar para otro lado, porque estoy viviendo la Historia del tiempo presente, y hay dos millones de personas palestinas sufriendo un exterminio. Cuando estaba sucediendo el Holocausto, millones de alemanes no olían las cremaciones, no escuchaban, no veían los campos de concentración. Pero ahora todos y todas podemos verlo en directo. Y yo quisiera no tener que verlo, pero es mi deber saber qué está pasando en el mundo.
No puedo mirar para otro lado.
Lo único que me calma el dolor es ver los vídeos y las fotos de las manifestaciones que están teniendo lugar en todos los pueblos y ciudades del mundo. Veo a millones de personas en las calles pidiendo a los gobiernos que paren la violencia, y no me siento tan rara ni tan sola.
También me ayuda mucho pensar que soy muy afortunada por poder hacer pedagogía aquí, en mis redes, en mis libros, y en todas las charlas y formaciones que doy. Ayudo a la gente a tomar conciencia dando a conocer las cifras sobre los efectos de las pantallas en los cerebros de los niños y las niñas, del retraso cognitivo que provoca la sobrexposición, de la cantidad de niños adictos al porno, del aumento de las violaciones en manada, las cifras de abuso sexual infantil, de femicidios, de violencia machista.
Una vez que entienden la estructura de abuso y violencia en la que nos relacionamos, empiezo a hablarles de otras formas de divertirnos que no impliquen sufrimiento, otras formas de relacionarnos y de resolver los problemas, y les hablo de la cultura de la no violencia.
Para mí es clave que todos y todas aprendamos a tomar conciencia no solo de las violencias que sufrimos, sino también de las que ejercemos.
Yo me trabajo las mías, porque si quiero un mundo sin violencia, tengo que empezar por mi misma. Y lo mismo que no tolero la violencia de los demás, trabajo para no tolerar tampoco la mía.
No hay fórmulas mágicas: se trata de hacer un trabajo personal continuo para ser mejor persona. Se trata de no consumir los productos culturales que exaltan al macho violento, y hacer boicot a las industrias que se dedican a normalizar y romantizar la violencia.
Se trata de educar a las nuevas generaciones para que no se acostumbren a ella.
Se trata de reivindicar nuestro derecho a vivir una vida sin explotación, abuso, violencia y sufrimiento, y de exigirle a los gobiernos que queremos vivir en paz, que es un derecho humano fundamental.
Yo sé que no estoy sola, que muchas y muchos de los que me leéis pensáis igual que yo, y que cada cual está tomando conciencia y ayudando a los demás a tomar conciencia de lo importante que es trabajar la violencia, a nivel personal y a nivel colectivo, para que todas y todos podamos vivir en un mundo mejor.
Y os agradezco mucho la compañía, de veras.
Coral Herrera Gómez
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La Revolución Amorosa
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4 de noviembre de 2023
Más utopías: nos merecemos un mundo mejor
Yo quiero utopías, ya no quiero más historias de distopías y apocalipsis.
¿Os habéis dado cuenta de que la industria cultural solo nos ofrece catástrofes, guerras e historias enmarcadas en escenario futuristas terribles?. En las carteleras de nuestros cines no hay ni una sola película basada en utopías. Ni una sola productora en los grupos de poder nos ofrece relatos basados en la posibilidad de transformar nuestra sociedad para construir un mundo mejor.
No nos ofrecen horizontes de posibilidades, los señores de traje y corbata solo quieren muertes y destrucción. El objetivo es que vivamos presos y presas del odio y del miedo, encerrados en casa.
Porque, ¿que ocurriría si nos ofrecieran relatos que dispararan nuestra imaginación y nos motivaran a soñar con un futuro mejor?
Imaginaos si las pantallas se inundaran de utopías, y pudiéramos ver historias sobre el día en que la Humanidad supera el individualismo y abraza el Bien Común. Ese día en el que tomamos conciencia masivamente de la necesidad de cuidar el planeta, y aprender a convivir con los demás seres vivos de la Tierra.
Nadie se atreve a ofrecernos la historia de un futuro en el que los seres humanos hemos aprendido a convivir en paz, a resolver nuestros conflictos sin violencia, y a cooperar para que nos vaya bien a todos y a todas. Un mundo en la que la Humanidad ha dejado de producir y de consumir a lo bestia, ha empezado a respetar a la naturaleza y a vivir en armonía con ella, y ha aprendido a usar la tecnología para dejar de contaminar y de envenenar nuestro aire, nuestros ríos, nuestros mares, nuestra tierra y nuestros alimentos.
Un futuro en el que la Humanidad ha dejado de elegir como líderes a los más ignorantes y a los más malvados, y ha empezado a funcionar en redes horizontales de colaboración, y apoyo mutuo. Una sociedad que ha repartido las riquezas entre toda la población humana, que repudia la violencia y vive sin guerras, sin religiones y sin banderas. Una sociedad que permita a todas y a todos vivir una Buena Vida, en la que no se nos vaya el día entero en trabajar, en la que todos y todas tengamos nuestra libertad y derechos humanos garantizados.
¿Sabéis porque no quieren que soñemos con utopías? Porque si pudiésemos imaginar un mundo mejor, nos pondríamos a construirlo. Nos ofrecen relatos apocalípticos porque nos quieren anestesiados, resignados, sin esperanza, creyendo que la autodestrucción es inevitable, que los seres humanos somos así, que no podemos cambiar.
Nos quieren sumidos en la desolación, desconectados de la realidad, convencidos de que estamos condenados para siempre a vivir en un mundo violento y cruel, y que no nos merecemos un mundo mejor.
No solo nos manipulan a través de la ficción: en los relatos sobre la realidad, las utopías sociales también se nos muestran como imposibles. Las propuestas para organizarnos social, política y económicamente de otras maneras quedaron atrás, muy lejos, allá en el siglo XX. Ahora impera la ley del "sálvese quien pueda", y ya no soñamos con repartir la riqueza, sino con que nos toque la lotería.
La gente que sigue creyendo en las utopías es tachada de optimista, de inocente, de ingenua. El desprecio y las burlas son el pan de cada día para todos aquellos que trabajan por mejorar nuestras vidas y por cuidar el planeta.
En el imaginario colectivo ha calado la idea de que lo único que podemos hacer es luchar por la supervivencia a solas o en pareja, preocuparnos cada cual de lo nuestro, y así estamos todos, compitiendo y luchando contra los demás.
Creemos que solo hay un camino, la autopista al infierno, que nos lleva a todos y a todas al suicidio colectivo. No vemos otros caminos en las pantallas, pero en la realidad del día a día hay mucha gente abriendo nuevas sendas y haciendo camino al andar.
Soñar utopías es tan revolucionario porque la clave del poder que tienen los hombres de traje y corbata reside en la cantidad de gente que ha perdido la esperanza de que las cosas puedan cambiar o puedan ir a mejor, y que vive presa del miedo.
Estamos todos ahogados por la impotencia, la sensación de que no tenemos ningún poder, aunque somos millones de personas y ellos son solo unos pocos.
Estamos acostumbrados a ver historias en las que el futuro de la Humanidad depende de un solo protagonista que lucha por salvarnos a todos, cuando en realidad sabemos que la única salvación reside en la lucha social y la transformación colectiva. No necesitamos un Mesías, necesitamos asumir nuestra responsabilidad y volver a creer en el poder de la gente.
Si ellos no nos quieren ofrecer utopías, entonces tendremos que crearlas, inundar nuestros relatos y nuestros corazones, y atrevernos a contarnos otras historias, con otras tramas, otros protagonistas y otros finales felices.
¿Cómo inspirarnos? No tenemos más que mirar a nuestro alrededor: el mundo está lleno de gente protestando contra las injusticias, luchando y haciendo propuestas para crear un mundo mejor. Estas semanas hemos inundado las calles y las plazas, y hemos salido en los telediarios exigiendo a nuestros gobernantes el fin de la violencia.
Viendo las imágenes es fácil darse cuenta de que ellos son unos pocos, y nosotros somos muchos más.
No perdamos la esperanza, multipliquemos los caminos hacia la utopía, que no nos roben nuestros sueños, que nos merecemos Un mundo mejor
Coral Herrera Gómez
#utopías #otromundoesposible #somosmuchosmás #unmundomejor
31 de octubre de 2023
Si te enamoras, estos son tus Derechos Fundamentales
Cuando te enamores, tienes que cuidarte mucho a tí misma para que no abusen de ti y no te hagan daño. Hay muchísimas mujeres en el mundo que pierden sus derechos fundamentales y su libertad cuando se emparejan y se casan con un hombre. Y no solo pierden derechos: también pierden la dignidad, la salud y la vida.
Amar no es renunciar. No es sacrificarte. No es entregarte por completo y dejar que hagan contigo lo que quieras.
Es muy importante que aprendas a defender tus derechos, y a defenderte de todos aquellos que pretendan controlarte, limitarte y someterte. Son derechos con los que todas y todos nacemos, son nuestros y no se pueden regalar, ni se pueden vender, ni se pueden comprar.
Para defenderlos, tienes que tener claro cuáles son:
- Tienes derecho a negociar y acordar con tu pareja qué tipo de relación queréis tener: abierta o cerrada, con o sin convivir bajo el mismo techo... Si no coincidís en el tipo de relación que queréis construir, no te sientas obligada a aceptar sus condiciones: si no es lo que quieres, no cedas, ni tragues, ni te quedes ahí pensando que tu amor le hará cambiar. Mejor ni empieces la relación.
- Tienes derecho a negociar el tiempo y la frecuencia con la que te ves con tu compañero, no puede imponerte sus necesidades si no coinciden con las tuyas.
- Tienes derecho a negociar y pactar la forma en que vais a cuidar vuestra salud sexual, tu pareja no puede imponerte el tipo de protección o de barrera que vas a usar frente a enfermedades, infecciones y embarazos. En las relaciones heteras, recuerda que la que te quedas embarazada eres tú, no él.
- Tienes derecho a moverte con libertad: como todos los seres humanos. Naciste libre y no tienes por qué pedir permiso a tu pareja para salir y entrar, para viajar, para quedar con tus amigas y amigos. No tienes tampoco que someterte a ningún tipo de vigilancia: si te ves obligada a informar en todo momento donde estás y con quién, es porque tu compañero desconfía de ti, y si te coarta la libertad es porque estás en una relación violenta.
- Tienes derecho a tener tu propia red de gente querida: emparejarse jamás es sinónimo de aislarte y abandonar a tus amigos, amigas y familia. Tienes derecho a pasar tiempo con tus tribus, con y sin tu pareja. Si tu pareja te quiere bien, jamás intentará aislarte o impedirte que compartas tiempo con ellas.
- Tienes derecho a tener tu intimidad y tu privacidad, y puedes negarte a dar tus contraseñas o a darle el teléfono a tu pareja si te lo pide para revisarlo. No tienes derecho a pedirle a tu pareja que renuncie a su privacidad ni a que te revele sus contraseñas.
- Tienes derecho a vestirte como quieras, y a llevar el calzado y los accesorios que te apetezcan. No importa si a tu pareja le gusta o no: tienes derecho a elegir tu vestuario y a ser leal a tu estilo y a tus propios gustos.
- Tienes derecho a estudiar y a trabajar en lo que tú quieras, sin que tu pareja te indique lo que deberías querer o hacer. Eres tú la que decides dónde y cuanto tiempo quieres estudiar, y a qué te quieres dedicar. Si a tu pareja no le gusta, es su problema.
- Tienes derecho a manejar tu dinero como te plazca, sin tener que dar cuentas a tu pareja de cuánto ahorras o cuánto gastas. Si vivís juntos podéis acordar la cantidad que tenéis que poner para los gastos compartidos, pero recuerda que tus ingresos, o tu salario, es tuyo y tú decides en qué lo empleas.
- Tienes derecho a tener tu propia vida social y tu propia agenda, y no estás obligada en modo alguno a "acoplarte" a su vida social.
- Tienes derecho a tener el mismo tiempo libre que tu pareja, así que no toleres una relación de abuso en la que tu pareja tenga más tiempo libre que tú porque te obliga a asumir sus responsabilidades a ti.
-Tienes derecho a vivir libre de explotación: las tareas de cuidados (hogar, familares, bebés, niños y niñas, mascotas, platas y demás seres vivos) han de ser compartidas y equilibradas. Los cuidados si nos son mutuos, son explotación.
- Tienes derecho a decir lo que piensas y lo que sientes, y a expresar lo que quieres, y lo que no quieres. Si sientes miedo, si prefieres callar, si tu pareja te hace sentir mal y prefieres no hablar para no alterarle o enfadarle, es porque estás en una relación violenta.
- Tienes derecho a decir que no cuando no quieras tener relaciones sexuales con tu pareja. No estás obligada a complacerle, ni a anteponer sus deseos a los tuyos. Si tu pareja te quiere bien, te respetará y no te hará chantaje ni te presionará.
- Tienes derecho a ser bien tratada todo el tiempo. No importa si tu pareja está estresado, enfadado, celoso, frustrado, o dolido: tiene que tratarte bien siempre, cada momento. No hay excepciones: tu pareja no puede insultarte, ni humillarte, ni reírse de tí, ni despreciarte, ni gritarte. Si te sientes triste, angustiada, ansiosa o tienes miedo, es porque te están haciendo sufrir.
- Tienes derecho a poder hablar de tu pasado, y de tus anteriores parejas, y a mantener tu amistad con ellas. No puedes borrar quién eres, ni olvidarte de tu vida anterior.
- Tienes derecho a elegir qué tipo de vida quieres vivir, a tener tus sueños y tus proyectos, y a dedicar tiempo a tus pasiones. Nunca te olvides que tu pareja tiene exactamente los mismos derechos que tú.
- Tienes derecho a estar tranquila, a vivir bien, a disfrutar de una Buena Vida. Si no eres feliz, si no te sientes querida, si tu pareja quiere que sufras, recuerda que tienes derecho a tomar las decisiones que tengas que tomar para velar por tu bienestar físico, mental y emocional.
- Tienes derecho a elegir libremente la maternidad: tu pareja no puede obligarte a tener hijos e hijas, ni pedirte que renuncies a la maternidad, ni puede presionarte de ninguna manera. Eres tú la que gesta y pone el cuerpo: tienes derecho a elegir si quieres ser madre o no, y a elegir cuántos hijos e hijas quieres tener.
- Tienes derecho a separarte cuando quieras. Este es uno de los derechos más importantes, porque muchas mujeres pierden la vida cuando sus parejas no aceptan la ruptura. Cada día son asesinadas 137 mujeres en todo el mundo por desobedecer a sus maridos, o por querer separarse y divorciarse. Muchas mujeres no se separan por miedo a que sus parejas les hagan daño a ellas o a sus hijos/as.
- Tienes derecho a no compartir con tu pareja su vida familiar o social si las personas que forman parte de su red no te tratan bien, o no te resultan buenas personas. Tu pareja no puede obligarte a estar con gente que no te agrada.
- Tienes derecho a elegir cuánto tiempo quieres dedicar a tu familia cuando tu pareja no se lleva bien con ella. No estás obligada a distanciarte de los tuyos, y si intenta que lo hagas, ojalá salten todas tus alarmas para impedir que te aíslen.
- Tienes derecho a disfrutar del sexo, del amor y de la vida: recuerda que no viniste al mundo a sufrir, ni a aguantar, ni a pasarlo mal. No es necesario sacrificarte ni soportar: si no te sientes bien tienes que cuidarte y pensar todo el tiempo en tu bienestar. Recuerda que si no puedes disfrutar, no es tu relación. Y que solo podemos amar en libertad, en igualdad, y con nuestros derechos humanos fundamentales garantizados.
Coral Herrera Gómez
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El Amor Romántico y los Derechos Humanos
La gran mayoría de las mujeres sufrimos una pérdida flagrante de nuestros derechos fundamentales cuando nos enamoramos y nos emparejamos con un hombre. En este post podéis ver los datos de los abusos y las violencias que sufrimos las mujeres en pareja, aquí os quiero proponer un repaso breve a los derechos que perdemos cuando nos casamos.
Empezamos con el primer artículo de la Declaración de Derechos Humanos:
-Todos los seres humanos nacen libres e iguales, y todas las personas tienen los derechos proclamados en esta carta. Sin embargo, los hombres no tratan a sus compañeras como iguales, sino como sirvientas: la mayor parte de las mujeres del mundo trabajan gratis para sus maridos. Sin vacaciones, sin permiso por enfermedad, sin salario, sin derecho a jubilación: las mujeres no tenemos derechos laborales dentro del hogar, ni tampoco derecho a remuneración.
-Todo individuo tiene derecho a la vida, la libertad y la seguridad. Menos las mujeres asesinadas por sus parejas, las mujeres que no pueden salir de casa, y las mujeres que sufren violencia en sus hogares.
-Nadie será sometido a esclavitud ni a servidumbre. Excepto millones de mujeres en el mundo que sirven a sus maridos como si fuesen reyes.
-Nadie será sometido a penas, torturas ni tratos crueles o inhumanos. Nadie, excepto las mujeres que viven en relaciones de pareja sometidas a la violencia psíquica, emocional, sexual y física durante toda su vida.
Seguimos con otros artículos:
Artículo 9: Nadie podrá ser detenido, desterrado ni preso arbitrariamente. Excepto las mujeres que tienen que pedir permiso para salir de casa, y las que viven permanentemente confinadas en sus hogares.
Artículo 12 : Toda persona tiene derecho a la privacidad, la honra y la reputación. Excepto las mujeres que tienen que mostrar sus contraseñas de los perfiles en redes sociales, correo, etc, y las que deben mostrar su teléfono u ordenador a sus maridos cuando ellos lo requieren.
Artículo 13: Toda persona tiene derecho a la libre circulación y a elegir libremente su residencia, excepto las mujeres obligadas a obedecer al marido y a pedirle permiso para ir y venir donde le plazca.
Artículo 16: Todos los individuos tienen derecho a un matrimonio libre y a la protección de la familia. Excepto las niñas y mujeres que son casadas a la fuerza y vendidas por sus padres en todo el mundo.
Artículo 17: Toda persona tiene derecho a la propiedad individual o colectiva. Excepto las que son despojadas de sus bienes al casarse, y las que no pueden tener propiedades porque sus maridos las ponen a su nombre.
Artículo 18 y 19: Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y religión. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión.
Excepto las mujeres que son obligadas a convertirse a otra religión, las que no pueden votar a quien quieren porque sus maridos controlan su voto, y las que pueden pensar libremente pero jamás decir lo que piensan ni actuar según sus convicciones y creencias porque no son las del marido.
Artículos 20 y 27: Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y asociación. Toda persona tiene derecho a tomar parte en la vida cultural de su comunidad.
Excepto las mujeres a las que sus maridos no permiten hablar con hombres, o aquellos que impiden a sus compañeras acudir a reuniones y asambleas de asociaciones y colectivas.
Artículos 23, 24 y 25:
Toda persona tiene derecho al trabajo y la protección contra el desempleo.
Toda persona tiene derecho al descanso y al disfrute del tiempo libre.
Toda persona tiene derecho al bienestar: alimentación, vivienda, asistencia médica, vestido y otros servicios sociales básicos.
De estos derechos no gozan las mujeres que tienen doble jornada laboral y sufren al mismo tiempo la tiranía del marido y del jefe.
¿Y si nos ponemos con los derechos sexuales y reproductivos? Entonces la cosa va a peor: muchas de las mujeres que viven en pareja en el mundo no pueden elegir sus maternidades libremente, ni cuantos hijos quieren tener, ni con qué distancia entre ellos. Muchos maridos prohíben a sus compañeras el uso de anticonceptivos. Muchos mutilan genitalmente a sus hijas para que no puedan tener una vida sexual satisfactoria, y sufran dolor cuando sus maridos les obliguen a cumplir con el débito conyugal.
El 50% de las mujeres del mundo no pueden decir que no cuando sus maridos quieren tener relaciones sexuales, y muchas otras están condenadas a no tener relaciones sexuales con nadie, solo porque están casadas.
Las niñas y las jóvenes tienen que conocer sus derechos, y los niños y los jóvenes tienen que tomar conciencia de sus privilegios. Es una cuestión de justicia social: las mujeres tenemos derecho a amar en igualdad y en libertad, tenemos derecho a tener derechos, y a no ser tratadas como sirvientas de los hombres.
Lo más importante para nosotras es que se respete nuestro derecho al divorcio, dado que millones de mujeres en el mundo viven atrapadas en relaciones en las que no quieren estar por falta de autonomía económica y por estar encarceladas en relaciones violentas. Las matan cuando quieren escapar: todos los días son asesinadas 137 mujeres en el mundo a manos de sus parejas. Por eso es tan importante que los Estados garanticen nuestro derecho a separarnos, y que todas tengamos los ingresos necesarios para poder hacerlo.
Renunciar a nuestros libertad y nuestros derechos no es una prueba de amor. Y es muy peligroso para nosotras vivir bajo el mismo techo con alguien que limita nuestra libertad y nos deja sin los derechos más básicos para una vida digna.
Nunca te dejes dominar ni aplastar por alguien que dice amarte, nunca uses el amor para intentar limitar la libertad de nadie: el amor no es una cárcel, solo podemos amar plenamente en libertad.
Coral Herrera Gómez
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29 de octubre de 2023
Colombia: 100 preguntas sobre el amor
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27 de octubre de 2023
Coral Herrera Gómez en Cartagena, Murcia
26 de octubre de 2023
¿Cómo hacer nuevas amigas?
Todas mis relaciones de amistad con mujeres surgieron de una conversación íntima y larguísima. Primero nos sentimos atraídas al vernos, luego sentimos una vibra especial, y cuando nos sentamos a hablar y empezamos a desnudar las almas, comienza la magia. A medida que la otra nos demuestra que se siente segura con nosotras, nosotras nos empezamos a sentir también seguras con ellas, y se crea un clima de confianza mutua que nos permite ir abriéndonos los corazones, hasta que ambos conectan.
Mujeres que comparten su historia de vida y reciben la tuya como un tesoro, desde la complicidad y la escucha amorosa: así forjé el vínculo del amor con todas las mujeres de mi vida, también con las de mi familia. Hay un enamoramiento en ese compartir, que se parece mucho a la magia del romanticismo, pero que es mucho mejor porque el deseo no es de conquistar ni poseer, sino de conocernos mejor y disfrutarnos mutuamente.
La magia surge cuando nos abrimos en canal, y nos mostramos tal cual somos, sin miedo a que la otra mujer use la información que le estamos dando para hacernos daño. Cuando vemos que la otra tampoco tiene miedo, y se pone generosa, nosotras nos ponemos más generosas también y nos quitamos la armadura para que nos vea tal y como somos, con nuestros defectos y virtudes, nuestras grandezas y nuestras miserias, nuestros éxitos y nuestras derrotas.
Hablando del tiempo jamás podremos hacer otra cosa que quedarnos en la superficie, no hay nada más aburrido que la gente que habla de lo político y no de lo personal. Solo se puede disfrutar el gozo de la conexión cuando nos quitamos la máscara social y nos abrimos en canal.
¿Y que pasa cuando vivimos ese momento mágico con una mujer?, ¿cómo creamos una relación amorosa?
Generalmente buscamos las cosas que tenemos en común, y desde ahí proponemos planes, y elaboramos un proyecto:
a mí también me gusta mucho caminar, ¿qué te parece si nos vamos a andar juntas todos los domingos por la tarde?,
¿y si nos apuntamos a las noches de astronomía juntas?,
a mi también me gusta la poesía, vente a mi casa y leemos juntas en voz alta a nuestras autoras favoritas.
Una vez que encontramos la manera de vernos, y la excusa para juntarnos, ya todo es mucho más fácil.
Para nutrir y hacer crecer una relación hay que cuidarla mucho, y también hay que trabajarse por dentro. Nos han educado para relacionarnos desde el interés, el dominio, la competitividad, el abuso, la rivalidad, así que hay que desaprenderlo todo, y aprender a relacionarnos desde la ternura, el compañerismo, la sororidad, los ingredientes imprescindibles para poder construir relaciones igualitarias en las que todo sea mutuo y recíproco.
Lo primero es quitarte el miedo a las mujeres, lo segundo, el miedo a que te hagan daño. Hay que ser valiente para dar y recibir amor, y hay que ser generosa para compartir tu intimidad, tus miedos, tus sueños, tus recuerdos, tus traumas, tus éxtasis, tus malos y tus buenos momentos.
No necesitas dar buena imagen para que te acepten y te quieran: las amigas te quieren tan y como eres. No necesitas aparentar, ni disimular, ni fingir que eres otra, no tienes que hacerte la fuerte, con ellas puedes mostrar tu vulnerabilidad.
Desde la vulnerabilidad es desde donde podemos construir relaciones basadas en el respeto, la admiración, la cooperación, la sinceridad, el apoyo mutuo, y los cuidados.
Una vez que hemos creado el vínculo, hay que fortalecerlo. Para poder cuidar y hacer crecer estas relaciones, es fundamental que aprendamos a cuidarnos a nosotras mismas, y a trabajar todo aquello que necesitamos para ser mejores personas, y para que nuestras relaciones sean mejores.
Para poder disfrutar del amor tenemos que entrenar en el arte de la empatía y la solidaridad, trabajarnos el egoísmo, mantener a raya el ego, aprender a hacer autocrítica amorosa, y dar lo mejor de nosotras mismas para que la relación florezca.
Lo más bonito de la amistad entre mujeres es que no está limitada por la exclusividad, como el amor romántico, así que son relaciones en las que caben muchas más mujeres: no hay nada como tener tu propia tribu de amigas con las que hacer frente a un mundo tan individualista, violento e inhumano.
Así que recuerda: lo primero es perder el miedo a las mujeres, ser valiente y generosa, y encontrar las afinidades y las cosas que tenemos en común para afianzar las relaciones. Pueden ser nuestras inquietudes sociales y políticas, artísticas o deportivas, pueden ser nuestras pasiones y aficiones, o simplemente, las ganas de socializar y construir una red de apoyo mutuo.
Lo importante es que dediquemos tiempo a nuestras relaciones, y aprendamos desde pequeñas a valorar el amor entre nosotras, y a darle a la amistad la importancia que se merece. La neurociencia ha demostrado que vivir rodeadas de amor es fundamental para cuidar tu salud mental y emocional, y que las relaciones con los demás son el pilar fundamental de nuestro bienestar y nuestra felicidad.
Las amigas no son solo buenas para la salud y para alargarnos la vida, también para resistir contra el patriarcado, que nos quiere aisladas y enfrentadas entre nosotras. Tengamos presente todo el tiempo que el amor entre mujeres es subversivo, porque no hay nada más poderoso que los grupos de mujeres unidas y organizadas.
Y si tan difícil encontrar el tiempo y el espacio para apoyarnos y disfrutar, es precisamente porque el capitalismo nos quiere solas, y productivas. Nos quieren sobrecargadas de trabajo, nos quieren estresadas y amargadas, nos quieren medicadas hasta las cejas. Solas y presas del miedo a la soledad somos más vulnerables, por eso es tan importante crear estos espacios de amor en nuestras agendas, y dedicarle tiempo a querernos y para disfrutar de la amistad.
Mira a tu alrededor: tu vida está llena de mujeres maravillosas con las que puedes compartir tus penas y tus alegrías. Tus vecinas, tus compañeras, tus conocidas: empieza a crear redes de amor con las mujeres de tu vida.
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Coral Herrera Gómez
Este post se lo dedico a mis amigas, que me han salvado tantas veces, y que hacen que mi vida sea más fácil y más bonita. Gracias por hacer realidad la utopía del amor compañero, me siento muy afortunada de poder recibir y dar tanto amor del bueno ❤️
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