30 de octubre de 2018
Las niñas y la revolución feminista
Ellas son la medida de todas las cosas. La forma en que tratamos a las niñas son el mejor indicador para evaluar si un país es democrático, y si sus líderes gobiernan en contra o a favor de la gente. La inmensa mayoría de los gobiernos del mundo son incapaces de garantizar los derechos humanos de las niñas más pobres, porque al poder no le interesa acabar con la pobreza.
Ellas sufren más hambre y la desnutrición que los niños, sufren más el analfabetismo, trabajan millones de horas dentro y fuera de sus casas en condiciones de semiesclavitud, les cortan los genitales, las casan con viejos, sufren violaciones en sus casas, mueren más en los partos que las mujeres adultas, son obligadas a ser madres y a renunciar a su infancia, sufren más accidentes mortales en sus hogares, las usan para hacer intercambios comerciales entre familias, las prostituyen cuando no hay para comer, las secuestran y las esclavizan los traficantes de niñas para uso sexual o reproductivo, y en países como China o India su nacimiento es una desgracia, por eso las matan más que a los niños.
Ellas no sufren sólo la violencia del capitalismo, también el patriarcado con su misoginia, racismo, xenofobia, el odio a la infancia, y el odio a los pobres: en ellas se concentra toda la violencia del mundo, sus cuerpos son atravesados por todo el odio del mundo. Para entender nuestro tiempo presente, hay que fijarse en cómo tratamos a los seres humanos más indefensos y vulnerables, y cómo trabajamos para conseguir derechos humanos para todas ellas sin excepción.
Hay que empezar por su derecho a vivir una vida libre de violencia, seguir por el derecho a techo, a la salud y la educación, su derecho a no trabajar y a ser niñas, su derecho a no sufrir la tortura de ser madres en la infancia, su derecho al placer y la alegría, y su derecho a recibir afecto y buenos tratos de su tribu, de su comunidad, y de la sociedad entera. Ellas son el motivo más importante para luchar por un mundo mejor, ellas son el principal sujeto del feminismo y de la revolución feminista
#DerechosDeLasNiñas #StopMutilaciónGenital #StopMaltratoInfantil #StopViolenciaMachista #StopAbusoInfantil
#PatriarcadoCriminal #NiñasNoEsclavas #NiñasNoMadres #StopPobreza #Feminismo #DerechosSexualesYReproductivos
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Coral Herrera Gómez
29 de octubre de 2018
Temas de Noviembre en el Laboratorio del Amor
Durante todo el mes vamos a estar trabajando en el tema del amor sin romanticismo,
y en la fabricación de herramientas para trabajar los celos en el Laboratorio del Amor.
Terminaremos con un chat en directo, si os apetece uniros a nosotras, podéis apuntaros aquí:
http://otrasformasdequererse.com/laboratorio-del-amor/
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Coral Herrera Gómez
28 de octubre de 2018
Que tus emociones no hagan daño a nadie: primer principio de la ética amorosa
"Que tus emociones no hagan daño a nadie" es una de las leyes fundamentales del amor y los afectos. También es un principio básico de la autocrítica amorosa: por gigantesco que sea el tsunami emocional que te arrasa, que no deje víctimas a su paso, que no duela a los demás, que no se multiplique.
Funciona muy bien, por ejemplo, para evitar reproducir la cadena familiar de los malos tratos, o para trabajar los celos, el odio, la pena, los miedos... es justo lo contrario al pensamiento patriarcal que legitima la sed de venganza del amante dolido, y con el que se justifica, por ejemplo, la violencia machista.
Creo que controlar las emociones para que no hagan daño a los demás y tampoco a nosotras mismas, es una de las mejores herramientas para mejorar nuestras relaciones y para cuidar nuestra salud mental y emocional. Las emociones suben de intensidad cuando las estallamos contra la otra persona, y nunca nos hace sentirnos bien. Además no suele provocar reacciones positivas en ella, sino más bien lo contrario. Es así, en realidad, como iniciamos las guerras, los conflictos, y las peleas, con la idea de que si nosotras estamos dolidas, entonces la otra persona tiene que sufrir también.
La única forma de desahogarnos sin hacer daño a nadie es cuando podemos compartir lo que sentimos con nuestra gente querida. Si tenemos el espacio afectivo para hablar de ellas, si logramos desahogarnos sin que nuestras palabras hieran a nadie, entonces se van diluyendo poco a poco, bajan en intensidad y volumen, se hacen más manejables para trabajar con ellas. Necesitamos hablar de lo que sentimos, pensar la emoción para lograr que no nos arrase. Necesitamos racionalizarla, tomar distancia, coger otras perspectivas del tema, y escuchar buenos consejos de las amigas y los amigos que nos quieren. A veces, incluso, necesitamos ayuda profesional para tener herramientas que nos permitan trabajar las emociones.
Al compartirlas y sacarlas de las profundidades de nuestro ser, creo que dejan de tener tanto poder sobre nosotras. De pronto no parecen ya monstruos gigantescos y no nos sentimos tan vulnerables. Una vez que las vemos manejables, es más fácil sentarse a hablar con la persona con la que hemos tenido el conflicto, por ejemplo. Para solucionarlo y elaborar nuevos pactos, o para separarnos sin hacer la guerra.
Mi propuesta es que tomemos esta idea como un principio fundamental de la ética amorosa: que mis emociones no hagan daño a nadie, ni a mi misma. Tenemos que aprender a manejar la ira, la pena, la frustración, el dolor, el desamparo, el odio, los miedos, la rabia y la tristeza para que no nos destruyan, y no destruyan a los demás.
De lo que se trata al fin y al cabo, es de disfrutar de la vida y del amor, y para eso es fundamental aprender a surfear en los tsunamis emocionales, a sacar toda la emoción sin que estalle contra nadie, a convivir con las emociones, a expresarlas y compartirlas, a manejarlas para que no nos inunden, y para que podamos tener calidad de vida. Y porque nos merecemos estar bien, y ser felices.
Coral Herrera Gómez
Coral Herrera Gómez
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Coral Herrera Gómez
20 de octubre de 2018
Autoestima y resistencia política
En realidad las mujeres no tenemos un problema de autoestima. El problema lo tiene el patriarcado que nos quiere machacar y encuentra en todas nosotras una resistencia feroz. Todas queremos estar bien, vivir bien, disfrutar de la vida y del amor., pero el patriarcado nos invita a autodestruirnos a diario.
Es cierto que a veces tenemos las defensas más bajas, pero ahora ya sabemos que la guerra no es contra nosotras mismas, sino contra el patriarcado que tenemos dentro repitiéndonos constantemente que no valemos nada. Y esto nos pasa a todas, así que hay que unirse, compartir herramientas, desobedecer todo lo que se pueda, y aprender a quererse bien a una misma.
Resistir al patriarcado y desalojarlo de nuestro interior es el mayor acto de rebeldía política que estamos haciendo en nuestras vidas. Y ya tenemos la receta mágica para liberarnos: aprender a cuidarnos y a querernos mucho, a nosotras y entre nosotras. y estamos en ello, ya no nos para nadie.
#MujeresQueYaNoSufrenPorAmor
Es cierto que a veces tenemos las defensas más bajas, pero ahora ya sabemos que la guerra no es contra nosotras mismas, sino contra el patriarcado que tenemos dentro repitiéndonos constantemente que no valemos nada. Y esto nos pasa a todas, así que hay que unirse, compartir herramientas, desobedecer todo lo que se pueda, y aprender a quererse bien a una misma.
Resistir al patriarcado y desalojarlo de nuestro interior es el mayor acto de rebeldía política que estamos haciendo en nuestras vidas. Y ya tenemos la receta mágica para liberarnos: aprender a cuidarnos y a querernos mucho, a nosotras y entre nosotras. y estamos en ello, ya no nos para nadie.
#MujeresQueYaNoSufrenPorAmor
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Coral Herrera Gómez
19 de octubre de 2018
Mi libro en la tele del Diario Público
En el programa La Frontera, Juan Carlos Monedero habla de mi libro y lee un poquito al terminar su programa. Que ilusión ❤#MujeresQueYaNoSufrenPorAmor
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Coral Herrera Gómez
17 de octubre de 2018
¿Por qué hay que dejar de sufrir por amor?
De Steven Meissel |
Sufrir por amor nos envejece y nos pone feas. Es justo lo contrario a lo que sucede cuando nos enamoramos y estamos felices: se nos ve radiantes, nos brilla el pelo, la mirada, la piel, y todo el mundo nota nuestras noches de amor.
Cuando sufrimos se nos marcan las ojeras, las bolsas, las arrugas, se nos borra la sonrisa, se nos opaca la mirada y se seca la piel. Estamos más cansadas siempre, porque sufrir nos roba las energías y la alegría de vivir. Sufrir no es gratis: además de envejecer, nos deteriora por dentro y por fuera. Nuestra salud mental y emocional se daña, nuestra salud física también.
Hay que dejar de sufrir por amor cuando nos hace dependientes de la droga del amor, nos aísla y nos pone sumisas, como quiere el patriarcado. Nos vuelve zombies, nos amarga la vida, nos hace perder tiempo, con lo corta que es la vida.
¿Queréis mas razones para convenceros de lo importante que es no sufrir por amor?
Nos sobran los motivos: tenemos que dejar de despilfarrar tiempo y energías en relaciones que no funcionan y no nos hacen felices. Mejor si es desde el principio.
Cuanto antes te liberes, mejor.
Cuando una se libera, nos liberamos todas.
#LoRománticoEsPolítico #MujeresQueYaNoSufrenPorAmor #AutocuidadoFeminista
En librerías y en la web de Catarata: https://www.catarata.org/libro/mujeres-que-ya-no-sufren-por-amor_80398/ |
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Coral Herrera Gómez
13 de octubre de 2018
Reflexiones sobre la Guerra Mundial contra las Mujeres
The Conquest of Natureby Eugenia Loli (178) The Old Reader |
Brasil: una mujer asesinada cada 2 horas.
México: una mujer asesinada cada 3 horas.
Colombia: una mujer asesinada cada 9 horas.
Argentina: una mujer asesinada cada 34 horas.
El Salvador: una cada día.
Venezuela: una cada 2 días.
República Dominicana: una cada 3 días.
Multipliquen las horas, los días y los meses para echar cuentas de la cantidad de mujeres asesinadas por el terror machista. Y luego les invito a leer sobre la cantidad de violaciones, desapariciones, secuestros, agresiones y abusos sexuales, acoso callejero y laboral que sufren las mujeres y las niñas en América Latina. Sus agresores y asesinos son hombres: maridos, novios, pretendientes, ex novios. Las matan en casa, y nadie lo ve. La prensa te cuenta que el asesino la amaba.
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La Guerra Mundial contra las mujeres y las niñas es la guerra más larga de la Historia de la Humanidad. También es la más cruel, porque sólo hay un ejército, no dos. Los soldados del patriarcado matan, esclavizan, violan, torturan y maltratan a la mitad de la población, que está desarmada. La Resistencia feminista lucha desde posiciones pacifistas, sacando a miles de mujeres a las calles cada 25 de Noviembre en todo el planeta. No lo leerás en los libros de Historia ni en los de texto.
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#DesdeEuropaNoLoVéis: a mi me pasó también, así que entiendo que le pase a tanta gente. Yo había leído mucho sobre feminismo y estaba muy concienciada, pero cuando emigré a América Latina, me quedé horrorizada. Cuando estás en Europa, es fácil que te hagan creer que las mujeres tienen ya todos sus derechos y que la desigualdad está en los salarios, y en los altos puestos directivos, y poco más, porque en los medios apenas te cuentan lo que pasa en el mundo.
Pero cuando vienes acá, te encuentras con una realidad brutal. El nivel de machismo y de violencia en este continente es espantoso: salir a la calle para cualquier mujer es un peligro en la mayor parte de los países. Pero estar en casa, también: es el espacio en el que más violaciones, secuestros, torturas y asesinatos hay.
Si en España matan a una mujer una vez a la semana, aquí en América los machistas matan a doce al día. Si en España se denuncia una violación cada 8 horas, aquí es cada diez minutos, más todas las que no se denuncian. La cantidad de niñas violadas, embarazadas y obligadas a ser madres es demencial: es una tortura sistemática, diaria, llena de crueldad. Estamos hablando de miles, millones de niñas, desde la Patagonia hasta la frontera con Estados Unidos. Si en España las mujeres son precarias, aquí son pobres y extremadamente pobres.
Cualquier cifra que uses para explicar la violencia machista, en Centroamérica y México se multiplica por cien: aquí la guerra contra las mujeres es un genocidio. Mujeres descuartizadas, quemadas vivas, empaladas, degolladas, violadas en grupo hasta la hemorragia mortal, asesinadas con machetes, martillos, bates de béisbol, cuchillos, asfixiadas, o asesinadas a golpes. Aquí la impunidad es casi total, sobre todo en países como México. Los hombres trafican con mujeres para llevarlas a Europa y a Estados Unidos como si fueran ganado, desaparecen cientos de mujeres al año, y la justicia no actúa. No estamos seguras en los taxis, ni en el metro, ni en las calles, ni en el campo, ni en la casa. Es un verdadero infierno.
Entiendo que hay gente que cree que las feministas somos unas exageradas, pero ya es hora de que entendáis vosotros que Europa es una isla de bienestar desde la que no se aprecia la guerra contra las mujeres, no se percibe el cambio climático con tanta violencia, no se ve la pobreza extrema, ni el inmenso poder de las iglesias fundamentalistas. Mi consejo es que abráis los ojos, leáis mucho, y viajéis para abrir horizontes en vuestras mentes: la realidad fuera de vuestras islas es terrible, especialmente para las mujeres y niñas de Asia, África, India, China, y América Latina. Seguir negando el patriarcado y el femicidio mundial es un crimen: nos están matando, todos los días, a todas horas. Hay que visibilizar esta guerra, y visibilizar a las mujeres que luchan para acabar con ella, las heroínas del siglo XXI, las que están poniendo sus cuerpos y sus vidas para parar esta locura, pero no las ves porque para los medios de tu país no existen. Pienso que invisibilizar, minimizar o negar esta guerra es como negar el Holocausto, definitivamente. No es ignorancia, es maldad.
#AbreLosOjos #FeminismoOBarbarie #StopFemicidios #TerrorismoMachista #StopGuerraContraLasMujeres #AbajoElPatriarcado
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La Guerra mundial contra las mujeres y las niñas es una de las guerras más monstruosas y largas de la Historia de la Humanidad. No se habla de ella y no hay nadie con quien reunirse para pedir la paz, y mientras se acusa a las feministas de ser violentas, cada día los hombres nos matan, nos secuestran, nos esclavizan, nos violan y nos torturan en todos los paises del mundo.
En México cada 40 minutos un hombre viola a una mujer (sólo hablamos de las violaciones denunciadas). Cada 7 horas uno de ellos mata a una mujer, es decir, 3 o 4 personas asesinadas al día.
Es un genocidio lento y constante, en la que están implicados muchos hombres: policías, jueces, periodistas, y todos los que colaboran con el patriarcado para justificar la misoginia, cosificar a las mujeres, romantizar la violencia, negar la guerra, y culpabilizar a las víctimas. Son muchos soldados, y entre ellos no hay bajas, ni heridos, ni presos.
Nosotras estamos luchando desarmadas frente a unos enemigos armados hasta los dientes, nuestra única defensa es el feminismo
#ElOdioContraLasMujeres #LaGuerraMundialContraLasMujeres
Coral Herrera Gómez
Datos sobre la violencia contra las mujeres y las niñas en el mundo:
https://www.cepal.org/es/publicaciones/5826-estudio-la-informacion-la-violencia-la-mujer-america-latina-caribe
http://www.unwomen.org/es/what-we-do/ending-violence-against-women/facts-and-figures
https://www.fidh.org/es/temas/derechos-de-las-mujeres/8-de-marzo-de-2018-dia-internacional-de-lucha-por-los-derechos-de-las
https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-37828573
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Coral Herrera Gómez
11 de octubre de 2018
El machismo se transmite por vía paterna
Los niños no se hacen machistas por culpa de sus madres, sino de sus padres.
Ellos son el ejemplo a seguir para sus hijos varones, su primera figura de referencia masculina. Los niños en sus primeras etapas aprenden por imitación: de ellos aprenden cómo son los hombres, cómo tratan a las mujeres, y viéndolos aprenden a comportarse como reyes con siervas. Incluso cuando son padres ausentes, su ausencia les enseña a ser hombres y a ser padres, por eso el mundo va como va, y por eso la masculinidad sigue siendo frágil, insegura y violenta.
Dejen ya de echarle la culpa a las mujeres: los principales transmisores del patriarcado son los padres, los abuelos y todos los hombres de la familia.
#Hombres #Masculinidades #Paternidad #Patriarcado
Ellos son el ejemplo a seguir para sus hijos varones, su primera figura de referencia masculina. Los niños en sus primeras etapas aprenden por imitación: de ellos aprenden cómo son los hombres, cómo tratan a las mujeres, y viéndolos aprenden a comportarse como reyes con siervas. Incluso cuando son padres ausentes, su ausencia les enseña a ser hombres y a ser padres, por eso el mundo va como va, y por eso la masculinidad sigue siendo frágil, insegura y violenta.
Dejen ya de echarle la culpa a las mujeres: los principales transmisores del patriarcado son los padres, los abuelos y todos los hombres de la familia.
#Hombres #Masculinidades #Paternidad #Patriarcado
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Coral Herrera Gómez
8 de octubre de 2018
¿Por qué los hombres no entienden que "no" es "no"?
¿Por qué los hombres no entienden que "no" es "no"? En este post explico el cambio que hemos experimentado en las formas de iniciar el cortejo y empezar una relación: antiguamente las mujeres tenían que decir siempre que no, hacerse las difíciles, y hacer como que cedían sin quererlo.
Era un sistema muy complejo porque se jugaban mucho si decían que sí: ellas tenían que "ganarse el respeto" de los hombres y parecer mujeres "decentes". Ahora en cambio, nos importa poco si parecemos o no decentes, ahora elegimos con quien queremos estar o si preferimos estar solas, somos libres para decir si o para decir no, y todo es mucho más sencillo que antes: cuando decimos si, es si, y cuando decimos no, es no.
Gracias al feminismo, sabemos que todas nosotras podemos decir que no en cualquier momento de nuestras vidas, que tenemos derecho a vivir una vida libre de acoso y de violencia, y que merecemos el respeto de todo el mundo sin tener que ganárnoslo, sólo porque somos personas.
Así que tomad nota, compañeros: insistir no es romántico. Si decimos No, es No. Y no hay nada que puedas hacer: si no hay deseo, si no hay ganas, si te dicen que no, es que no.
Y punto.
La evolución del “No es No”
En la época de mi
abuela, a principios del siglo XX, las mujeres tenían que “hacer como si no”
para mantener su reputación de mujeres respetables. Si les gustaba un chico,
tenían que disimular y esperar a que él se acercase. Si él se acercaba, tenía
que hacerse “la dura”, y “hacer como que” no quería ser cortejada, para que él
insistiese.
El deber de los
hombres era esforzarse a ver si alguna cedía. También insistía para probar a las mujeres que pretendía. Ellos
tenían que parecer muy interesados, y muy comprometidos, aunque no fuera cierto.
Las mujeres sólo podían dejar acercarse a aquel que quisiese casarse con ellas,
y no podían relacionarse con otros hombres para mantener siempre su imagen de
mujer virgen.
Se jugaban mucho
las mujeres en esto: no podían acceder a besarse o a ir más allá de los besos
porque la peor amenaza para ellas era quedarse solteras, y señaladas como
mujeres fáciles. Así que, quisieran o no, tenían que hacerse las difíciles,
reprimir su deseo, frenar el deseo del otro, y asumir que su vida sexual sería
nula hasta el día de la boda, mientras que ellos se desahogaban por otro lado. Las
que cedían a la tentación sabían cuál era el castigo: embarazo antes del
matrimonio, y chico que huye despavorido porque no quiere casarse con una mujer fácil.
Esta doble moral
es lo que hace que las mujeres en lugar de decir Sí, tuvieran que decir No, y
resistir todo lo posible para no caer en los brazos del hombre que la deseaba y
al que deseaba. Porque un buen polvo podría acabar para siempre con todo, y ser
soltera en un mundo en el que las mujeres solo podían trabajar en el campo, era
una condena a la pobreza y a la soledad.
Después, cuando
la mujer había resistido como una campeona y había logrado el compromiso matrimonial,
se encontraba con que tenía que seguir un poco en las mismas, porque los
hombres desconfían de las mujeres que disfrutan mucho del sexo. Tenía que
parecer como que cumplían con su obligación, que disfrutaban porque el macho
era poderoso, pero no demasiado para no parecer una mujer indecente. Entonces
el No a veces era No, y a veces era Si, pero resultaba complicado para los
hombres entenderlo, y más teniendo en cuenta que para ellos las mujeres eran
cosas, y estaban ahí disponibles para ellos. El acoso sexual estaba
romantizado, y sigue estándolo en las películas: el insistente siempre acaba
logrando su objetivo, derribando los muros de la princesa que se resistía al
amor con su paciencia y perseverancia.
Hoy en día las
cosas han cambiado mucho.
Ahora las mujeres ya podemos decir No cuando queremos
decir que No. Pero los hombres siguen sin entender ni asumir el No y el rechazo
en alguien que se supone que “en el fondo” lo está deseando. Hemos vivido
muchos siglos en esa doble moral que nos hace a las mujeres tener que estar
siempre disponibles a los reclamos del macho pareciendo que no queremos
hacerlo, pero queriéndolo mucho. Muy en “el fondo”.
Ahora cuando
queremos hacer el amor decimos Sí, o lo proponemos, sutil o abiertamente. Y
cuando decimos No, es que no queremos.
Lo explicamos una
y otra vez, pero en el imaginario patriarcal persiste la idea de que a las mujeres cuando
nos fuerzan, “en el fondo” estamos disfrutando. Piensan que nos gustan las
violaciones, pero hacemos como que no para no parecer ninfómanas. Piensan que
lo que queremos las mujeres es hacernos desear, y que basta con insistir.
Piensan que tenemos el Ego muy grande y
necesitamos muchos piropos, pero que en realidad estamos deseando ceder y
entregarnos a los reclamos sexuales o románticos del otro.
Sabiendo entonces
de donde viene esta confusión, ahora ya podemos todos tenerlo claro: en el
siglo XX cuando una mujer quiere tener relaciones contigo, las tiene, y las
disfruta sintiéndose libre. Cuando una mujer no quiere tener relaciones
contigo, no las tiene, y lo dice sin miedo y sin culpa: no quiere.
No quiere, y no
querrá más adelante, y no te pide que te esfuerces para seducirla con el manual
de las frases bonitas.
No quiere, y punto. Es un ser humano libre como tú.
Es bien sencillo,
sólo hay que respirar hondo y empezar el proceso de aceptación: no quiere, y no
puedo hacer nada más que respetar que no quiere. Lo he intentado, me he
mostrado interesado, pero me ha dicho que no quiere, y no tiene que darme más
explicaciones: no quiere, y punto.
Si te fijas en el
contexto, es fácil de entender por qué hay que creer a una mujer cuando dice
que no.
Ahora no nos importa la reputación, elegimos con quién queremos
acostarnos, con cuántos, y cómo queremos hacerlo. Elegimos si queremos pasar
una noche loca o si queremos una relación duradera, elegimos cuánto dura esa
relación, y ya no tenemos que parecer mujeres asexuales para que nos respeten.
No tenemos ninguna necesidad de ocultar que nos gusta el sexo y cómo nos gusta,
ni con qué frecuencia lo practicamos, así que cuando queremos lo hacemos.
Y cuando
no queremos, no lo hacemos.
Y siendo todo tan simple, es más fácil entender que ahora todos somos
libres para decir sí o no, para coquetear un rato o llegar al encuentro sexual
si la cosa fluye, para parar cuando ya no nos apetece o cuando no estamos
disfrutando. Y de este modo disfrutamos todos y todas: no hay confusión ni
malentendidos posibles, no hay un doble discurso. No es no.
Queridos compañeros, no hay necesidad de perder el tiempo y las energías en
alguien que no te corresponde. No hay por qué hacer el ridículo ni enfadarse:
si no conectas con alguien, no hay por qué insistir.
Ninguna mujer te debe
nada: si le gustas, estará contigo, y si no le gustas, no.
Recuerda que si no hay reciprocidad , ninguna relación funciona. El sexo, los afectos y los cuidados, deben ser siempre mutuos. Si no son mutuos, son abuso, explotación y violencia.
Coral Herrera Gómez
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