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26 de mayo de 2023

Entre nosotras: empatía, sororidad y compañerismo



Si tú jamás te has puesto de rodillas frente a un hombre, si nunca has sufrido violaciones por parte de tu pareja, si jamás has tenido que servir a un hombre y trabajar gratis para él, si estás orgullosa de ti misma porque no dependes económica ni emocionalmente de un hombre, es normal que te cueste entender por qué hay tantas mujeres en el mundo sufriendo explotación y violencia por parte de sus parejas.

Pero seguro que puedes trabajar un poco dentro de ti la empatía para intentar entender que la culpa no la tienen las víctimas, y que hay mujeres que han sido educadas para ser adictas al romanticismo, y para pasar su vida cuidando a un señor, aguantando, soportando y sacrificandose por él.

El amor romántico es una trampa para muchísimas mujeres porque todo el sistema está volcado en hacernos creer que la felicidad está en el matrimonio y en la familia, aunque las cifras sobre violencia machista, violencia contra la infancia, violencia contra las personas mayores y la violencia contra las mascotas en el seno de la "familia feliz" nos digan justo lo contrario.

El hogar es el sitio más peligroso del mundo para las mujeres, y para millones de ellas es imposible escapar. Cuantos más hijos tienen, cuanto más pobres son, más atrapadas están.

Pero también hay mujeres libres y con autonomía económica que están en la cárcel del amor, y que podrían salir de ella, pero no salen. Y es porque nos han hecho creer que sufrir por amor tiene premio, y tienen que darse cuenta de que es mentira. Que sufrir no tiene recompensa ni merece la pena. Y eso lleva su tiempo.

¿Por qué es tan difícil salir? Porque tenemos el mito dentro, y el amor es una droga muy poderosa y muy adictiva.

No todas las mujeres tenemos claro que no hemos venido a este mundo a sufrir, no todas saben que tienen derecho a una Buena Vida, no todas tienen herramientas para cuidarse a sí mismas y para defender su libertad y sus derechos humanos. No todas las mujeres tienen cerca a mujeres feministas que les ayuden a abrir los ojos.

Así que por favor, un poco de empatía si tú ya los has abierto. No ayuda que hables de las mujeres que sufren por amor desde una posición de superioridad: cada cual necesita su tiempo para salir del infierno. Desde fuera es muy fácil juzgar y decir: "yo jamás permitiría que un hombre me tratase mal". Pero desde dentro, muchas no pueden salir aunque quieran. Unas tienen recursos y red de apoyo, otras están solas y ni siquiera saben que el abuso y la explotación emocional, sexual y doméstica que sufren es violencia machista.

Algunas logran liberarse, otras no lo logran nunca, y otras pierden la vida en el camino, asesinadas a manos de su maltratador. No es un problema personal que cada cual tenga que resolver como pueda, es un problema social y político, es un problema colectivo, y es un asunto de todas y todos. Lo que tenemos que hacer es ayudarnos y cuidarnos entre nosotras, y crear redes de apoyo mutuo.

Si tú ya te has liberado, o si nunca has estado en la cárcel del amor, sé solidaria y ayuda a las demás a quitarse la venda, a abrir los ojos, y a salir de la jaula.

Estamos haciendo una revolución y necesitamos cooperación y trabajo en equipo, en el camino hacia la liberación tenemos que ir todas juntas.

Coral Herrera Gómez


#empatía #solidaridad #sororidad #liberación #mujeres #apoyomutuo

#feminismo

#revoluciónamorosa

#mujeresqueyanosufrenporamor

#mujeresqueseliberan 


Artículo en inglés: 

Among us: empathy, camaraderie and sisterhood


📚 Libros de Coral Herrera 

❤️ Laboratorio del Amor


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23 de mayo de 2023

Nuevo libro de Coral Herrera Gómez, este fin de semana en la Feria del Libro de Madrid






¡Ya puedo mostraros la portada de mi nuevo libro! Hoy salió de imprenta y mañana empieza a distribuirse en librerías, aunque la fecha de lanzamiento oficial es el 5 de junio.  

Aquí tenéis mi primer libro para adolescentes y jóvenes sobre el amor, el octavo que publico en España. 

💙💙💙💙💙


El viernes llega a la Feria del Libro de Madrid, estaré firmando ejemplares el sábado y el domingo desde las 12 en la caseta 192 de la editorial Catarata.






En España podéis ver en Todos tus Libros qué librerías son las primeras en tenerlo, y te mandan un mail para avisarte.

Fuera de España, está en preventa en Amazon, en papel y en Kindle.


Aquí podéis verlo en la web de la Editorial Catarata, que más adelante lo publicará en formato ebook.


Y aquí puedes ver todos mis libros,

¡muchas gracias a todas y a todos!




 

20 de mayo de 2023

El amor está en todas partes



Puedes sentirlo cuando recibes un mensaje de una de tus mejores amigas preguntándote que tal estás y si necesitas algo, en los abrazos largos y apretados que recibes en el funeral de tu hermano, en las felicitaciones que te hacen el día de tu cumpleaños toda la gente que te aprecia y te quiere. 

Puedes experimentar la fuerza del amor en las enfermeras que te suben el ánimo con palabras de aliento mientras te cambian la sonda y te preparan para la operación. Puedes sentirlo en la mano que te coge tu madre para darte fuerzas y aliviar tu miedo. Puedes verlo en la mirada de tu hija cuando llegas a casa, y en los saltos de alegría de tu perra anciana. 

Cuando te sientas sola, piensa que aunque no tengas pareja, estás rodeada de amor. Piensa en toda la gente que te quiere, y toma conciencia de que el amor está en todas partes: en las perras que regañan a sus cachorros cuando juegan demasiado duro, en el papá que pone pañitos húmedos en la frente de su bebé para bajarle la fiebre durante la noche, en la abuela que lleva a los nietos a comer chocolate con churros para que sus hijas tengan una tarde libre solo para ellas.  

El amor está cerca de ti, dentro de tí, y todo el mundo lo lleva en su interior. Puedes sentirlo cuando acunas a tu sobrino en brazos, cuando te encuentras con una amiga de la infancia por la calle, también en el audio de 12 minutos que te ha enviado tu mamá. 

Puedes verlo en la sonrisa de tu gente cuando le cuentas una buena noticia y reacciona con alegría ante tus éxitos, en los ojos de tu papá cuando te mira con orgullo, en la carta escrita a mano de tu prima la emigrante, que vive al otro lado del mundo y no se olvida nunca de ti.

También los demás se relacionan con mucho amor. Puedes verlo en esa mujer que acompaña por primera vez a terapia a su amiga cuando por fin se decide a dejar de sufrir, en la mirada de ternura del hombre que va a recoger a su amigo a la cárcel en el día de su liberación. 

Lo puedes ver en los abrazos que se dan los grupos familiares cuando el doctor les dice que la operación ha salido bien y que sobrevivirá. En esa señora que rescata a un animal herido y se lo lleva a su casa para cuidarlo, en el hombre que te ofrece una lechuga y unos tomates recién sacados de su huerto. 

Puedes verlo en esa niña que protege a su hermano menor en el colegio para que nadie le haga daño, en la pareja que sale corriendo del coche para socorrer a esa mujer que acaba de tener un accidente con el coche, en la gente del pueblo que se echa al monte a buscar a un niño desaparecido. 

Puedes verlo en las familias de acogida cuando dan la bienvenida a un niño o a una niña sin hogar y sin familia, en los ojos de los animales que viven presos cuando recuperan su libertad y vuelven al bosque, a la montaña o al océano. 

Puedes verlo en la tele cuando las cámaras nos muestran a la gente que está trabajando en campos de refugiados a causa de las guerras, las inundaciones, los tsunamis, los terremotos, los volcanes, o en épocas de sequía y hambrunas.

Puedes verlo en los ojos de las personas rescatadas en el Mediterráneo por barcos de ONGs, puedes verlo en los ojos de los perros adoptados cuando se dan cuenta de que por fin forman parte de una familia, puedes verlo en la gente que hace una cadena humana para rescatar a alguien que se está ahogando a pocos metros de la orilla. 

Puedes verlo en las profesoras que le ponen todo su corazón a las clases que imparte cada día, en el enfermero que te trata con respeto y amabilidad, en la gente que se dedica a mover recursos para ayudar a otra gente, y en la gente que lucha a diario por un mundo mejor.

Puedes verlo en la mirada de un caballo cuando se acerca su cuidador, en la persona que dona sus órganos al morir a un desconocido o a varios, y en la persona que organiza una reunión con sus vecinos para resolver colectivamente un problema. 

Puedes verlo en los encierros, protestas y huelgas de gente trabajadora cuando las vecinas y los vecinos llegan con mantas y comida a apoyarles. Puedes verlo cuando se abrazan al celebrar y puedes sentirlo en la sonrisa del periodistas que anuncia la victoria. 

Puedes sentirlo cada vez que te das a ti misma un buen consejo, cada vez que tomas una decisión que te ayuda a estar mejor, cada vez que te permites a ti misma un tiempo para el placer y el disfrute. 

Ponte las gafas del amor

El amor está en todas partes, solo tienes que ponerte las gafas para verlo, y prestar atención a los objetos y a las cosas que te rodean, porque el amor también está en la sopa de pollo que te ha hecho la vecina para que te recuperes de la gripe, en el dibujo que hace tu hija para que se te pase la pena, en la amiga que deja el teléfono a un lado para escucharte con atención amorosa durante horas. 

El amor está en cada cosa que hacemos en nuestro día a día: lo mismo da que estés fregando platos, contestando un mensaje, terminando un proyecto, doblando ropa, haciendo una manualidad para el cole de tus hijas, o conduciendo por la ciudad. 

El amor está en la sonrisa que le brindas a la vecina al darle los buenos días, en tu forma de tratar a tus compañeros de clase o de trabajo, en el masaje que le das a tu abuela en la espalda y en las manos, en la bufanda que le estás tejiendo a tu compañera de trabajo, en el dinero que le prestas a tu hermana cuando se queda sin empleo, en el ratito que le dedicas a una madre del cole de tu hijo que necesita desahogarse y sentirse escuchada. 

El amor está también en el café que le haces a tu compañero o compañera de piso en las mañanas de los fines de semana, en la sonrisa que le dedicas a una desconocida por la calle, en la mirada llena de agradecimiento de una mujer a la que has ayudado a rellenar ese maldito formulario, en el donativo que haces a un refugio de perros. 

También está en el post que publicas en tu muro para difundir el trabajo de tu amigo, y en los cuidados que le brindas a tu amiga después del parto (le cocinas unas lentejas, le tiendes una lavadora, le haces la compra, le friegas esa pila de cacharros, le haces una tarta de chocolate deliciosa, y meces al bebé para que ella pueda echarse una siesta)

El amor está en todas las ocasiones en las que te sientes útil ayudando a los demás, y cada vez que estás contribuyendo a que tu vida y las suyas sean más fáciles y más bonitas. 


El amor no está solo en la pareja

Si, hay mucho amor dentro de ti, y te llega mucho de los demás también. El amor romántico es solo una forma de amor más, pero no es la única ni la más importante. Todas y todos necesitamos mucho amor, y una sola persona no nos puede cubrir esa necesidad: nuestra gente querida es esencial, porque con ellas formamos nuestras redes de cuidados y apoyo mutuo.

La soledad nos envejece, nos enferma y nos acorta la vida. Por eso es tan importante que aprendamos a cuidar el amor, y a cuidar a las personas que queremos. 

Es una toma de conciencia: tengas o no tengas pareja, el amor es una enegía que mueve el mundo. No se agota: es una fuente de energía sostenible, renovable y ecológica. La producimos todo el rato, se retroalimenta a sí misma.  

El amor está en las pequeñas y en las grandes cosas, en el día a día, en todas tus relaciones con los demás, en la forma en que te relacionas con los espacios que habitas: tu hogar, los hogares de otros familiares, tu centro de estudios o de trabajo, el transporte público, el parque infantil, la calle... mucha gente se relaciona amorosamente con los espacios y las personas, porque ha tomado conciencia de lo importante que es respetar las normas de convivencia y educar a los demás dando ejemplo, con su forma de actuar y de relacionarse con los espacios. 

El poder del amor está dentro de ti, y le llega a los demás cada día. Te llega desde fuera, te envuelve y te sostiene, te acuna en sus brazos como si fueras un bebé, y se te mete dentro. En tu interior se convierte de nuevo en amor, que vuelve a salir de tí para alimentar a los demás, en un ciclo amoroso sin fin. 

Hay mucho amor, hay toneladas de amor para todos y todas, está en todas partes. 

Ojalá puedas tomar conciencia de todo el amor que das y que recibes, y ojalá que puedas disfrutarlo, todos los días de tu vida. 


Coral Herrera Gómez 


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19 de mayo de 2023

¿Cómo aprenden los niños a tener miedo al amor y a las mujeres?

 






"Olvídala, solo traen problemas", le dice Baloo a Mogly en "El libro de la Selva" la primera vez que ve un ser humano. Y es que el ser humano es un niña, qué mala suerte. Así aprenden los niños a tener miedo al amor y a odiar a las niñas y a las mujeres, nuestra cultura está plagada de mensajes como éste, en el que los hombres adultos enseñan a los niños a protegerse con buenos consejos. 

¿Y por qué solo traen problemas? Porque son malas, caprichosas, irracionales, histéricas, interesadas, manipuladoras, retorcidas, superficiales, cursis, estúpidas, y si te enamoras de ellas, caerás bajo sus garras y te pueden destrozar el corazón, vaciar la cuenta bancaria,  quedarse con tu casa y con tu coche. O las domesticas y las sometes, o te chuparán la sangre hasta dejarte seco. 

En lugar de plantearse una hermosa amistad entre ambos niños, nos meten una escena de amor romántico. En la siguiente escena Mogly va detrás de la niña, y en sus ojos se ve que está embobado, como cuando le hipnotizó la serpiente, otra malvada hembra. Le lleva el cántaro porque ella como es una mujer y es débil y frágil, no puede cargar peso. Está esclavizado por el amor. 

El amor es cosa de niñas, y es peligroso. Por eso los mayores enseñan a los niños a defenderse de los hechizos femeninos. Y por eso los niños, para humillar a otros niños, les comparan con niñas, ¿hay algo peor en el mundo que ser una niña, o parecerse a ellas?

Desde muy pequeños los niños aprenden a construir su masculinidad rechazando a los bebés, a las niñas, y a los homosexuales. Los niños no nacen machistas, ni nacen violentos, aprenden a serlo escuchando a los mayores y a través de los cuentos, series de televisión, películas, y videojuegos. Todos están plagados de prejuicios, estereotipos, mitos y mandatos del patriarcado, para que niños y niñas aprendan los valores de la misoginia, que es el odio contra el sexo femenino, desde muy pequeños, y para que aprendan a defenderse del amor.

¿Comprendéis por qué es tan importante sensibilizar y educar en la igualdad a los futuros escritores, dibujantes, guionistas, productores, directores y productores? 

No podemos dejarles solos frente a las pantallas consumiendo mitos y estereotipos, deberían poder aprender a identificarlos y a tener herramientas para que aprendan qué es un estereotipo, para qué se usa, y a quienes beneficia que se perpetúe el machismo generación tras generación.

La única manera de acabar con la violencia contra las mujeres es una revolución cultural y educativa. 

 #RevoluciónAmorosa 

#Coeducación #estereotipos #misoginia #ViolenciaMachista

Coral Herrera Gómez


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15 de mayo de 2023

No es tu culpa, es tu responsabilidad



La primera vez que me dijeron: España es un país racista, y los españoles sois racistas y xenófobos, reaccioné igual que los hombres cuando les señalas el patriarcado: "No todos los españoles somos racistas"

E hice lo mismo que hacen los hombres cuando se sienten señalados: lo primero, explicarle a la otra persona que en todos los países hay racismo y xenofobia. Luego explicaba que mi familia es una familia de inmigrantes, que mi abuela fue una refugiada de la Guerra Civil, que tuve tíos abuelos que emigraron a América Latina, que mi compañero y mi hijo son centroamericanos, y que yo misma he sido inmigrante durante 9 años. Y cómo voy a ser racista yo si tengo amigos marroquíes y latinos, a este y al otro lado del charco.

Además, me defendía siempre contando la vez aquella que estuve encerrada durante 6 meses en una parroquia del barrio de Vallekas, en Madrid, para luchar contra la Ley de Extranjería con colectivos de inmigrantes marroquíes y latinos, para demostrar que yo no soy racista y que en España hay mucha gente que lucha por los derechos humanos de las personas migrantes. 

Sin embargo, si me paro a pensarlo bien, la estructura del Estado Español es completamente racista y xenófoba. Cuando voy a comprar fresas pienso en las jornaleras marroquíes que viven en condiciones de esclavitud trabajando bajo los plásticos, en unas condiciones inhumanas, achicharradas de calor, sometidas a la violencia sexual de sus patronos, cobrando salarios indecentes, durmiendo en chabolas sin agua potable y sin luz. 

Pienso en el horror reflejado en los rostros de observadores internacionales cuando visitan los invernaderos del Sur de España. 

Pienso en los altos muros y en las cuchillas afiladas que se clavan los niños tratando de cruzar la frontera, y pienso en las personas ahogadas en el Mediterráneo tratando de llegar a España. 

Pienso en cómo nos aprovechamos los españoles de las mujeres pobres y sin papeles que están cuidando nuestras casas, y a nuestros mayores, a nuestros niños y niñas, a nuestros maridos. 

Pienso en las miles de mujeres y niñas pobres sometidas a la esclavitud sexual en todas las carreteras del país. 

Pienso en cómo nos aprovechamos de la guerra en Ucrania para llenar nuestros campos de concentración de esclavas sexuales y para quitarles a las mujeres sus bebés a cambio de unas monedas. 

Así que entiendo que cuando alguien me dice que España es un país racista y xenófobo, me está hablando de una realidad objetiva. No me está atacando a mí, me está señalando la realidad.

¿Que puedo hacer cuando me señalan la estructura de la realidad? Puedo negarla y defenderme, o puedo:

- trabajar en mí misma todas las enfermedades de transmisión social que sufro (machismo, clasismo, xenofobia, capacitismo, edadismo, homofobia, etc) y liberarme de los mitos, los estereotipos, las creencias, y los prejuicios que me habitan.

- pensar en cómo podría hacer yo, como española, para aportar en la lucha contra el racismo y la xenofobia en mi país.

Lo mismo podrían hacer los hombres con la violencia machista: en lugar de defenderse y explicar que "no todos los hombres", podrían mirarse por dentro a ver qué les pasa y que sienten con respecto al feminismo, y ponerse a pensar en cómo aportar a la lucha contra la violencia. Para que la sociedad cambie, uno tiene que empezar por sí mismo. 

Las encuestas nos dicen que los chavales se sienten culpabilizados y cada vez más a la defensiva frente al discurso feminista. ¿Por qué prefieren negar la realidad que cambiarla?

Porque es más fácil victimizarse y defenderse, que hacer autocrítica amorosa, y ponerse manos a la obra para trabajar en sí mismos, y cambiar esa realidad. 

Es normal que muchos hombres reaccionen en contra del discurso feminista, porque sienten que pierden privilegios. Lo que no es normal es que afirmen que "los hombres nos matan más a nosotros que a vosotras", y no se pongan inmediatamente a luchar contra la violencia.

Si tan preocupados están por la violencia que sufren y que ejercen, podrían hacer lo mismo que nosotras, ir a la raíz del problema y hacerse preguntas: ¿por qué el 95% de la población reclusa mundial es masculina?, ¿cómo paramos los homicidios y los femicidios?, ¿cómo erradicamos las agresiones y las violaciones?, ¿cómo protegemos a las personas y los animales más vulnerables de tanta violencia?, ¿cómo hacemos para acabar con la desigualdad, la explotación, la violencia y el sufrimiento de la Humanidad?, ¿cuáles son mis privilegios como hombre, y como puedo hacer para no abusar ni hacer daño a las mujeres con las que me relaciono?

La responsabilidad es un concepto mucho más poderoso y transformador que la culpa. La culpa pertenece al pasado, es algo que ya está hecho y no se puede cambiar. La responsabilidad en cambio es algo que pertenece al presente, se proyecta hacia el futuro, y la ejerces en gerundio: "yo asumo que los hombres tienen un problema con la violencia, porque lo veo a diario en las noticias. Yo soy hombre, estoy tomando conciencia de mis privilegios, me estoy trabajando muchas cosas dentro de mí, y con mi ejemplo puedo ayudar a otros hombres"

Cambiar la culpa por la responsabilidad, 

y el victimismo por la autocrítica amorosa,

es la clave del cambio que necesitamos para ser mejores personas y para construir un mundo mejor.


Coral Herrera Gómez


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7 de mayo de 2023

Cómo cuidar a tus enemigas



En estos tiempos de guerra, no solo es esencial cuidarse a una misma en el campo de batalla, y cuidar a las compañeras, también hay que cuidar a las enemigas. 

¿Quienes son tus enemigas?, ¿mujeres que no piensan como tú, mujeres que defienden ideas contrarias a la tuya, mujeres que no te caen bien o no te agradan?, ¿son mujeres que te han hecho daño? ¿O quizás mujeres que sientes como una amenaza para tus intereses?, ¿Tus enemigas son mujeres que te provocan celos o envidia?, ¿mujeres que votan al partido contrario, o siguen una ideología o religión opuesta a la tuya?, ¿son las mujeres que te irritan profundamente y despiertan en tí las más bajas pasiones?

No importa quienes son, si las conoces personalmente o no, lo importante es que puedas controlar tus emociones negativas para no hacerlas daño. 

¿Por qué no puedo hacer daño a mis enemigas? Porque si estamos luchando contra la violencia patriarcal, no solo tenemos que tomar conciencia de los abusos y malos tratos que sufrimos, también de los que ejercemos.

Vivimos en un estado de guerra permanente: entre los pueblos, en los centros de estudio y de trabajo, en las redes sociales, en las familias, en las parejas, y hasta dentro de tí hay una guerra tremenda. Y a veces sin darte cuenta te haces mucho daño. 

Dos son las grandes fuentes de sufrimiento para la Humanidad: la falta de recursos, de libertad y derechos, por un lado, y las relaciones con los demás por otro. 

Para dejar de sufrir y dejar de hacer sufrir a los demás, hay que practicar el arte del Autocuidado, pero también tienes que cuidar tus relaciones: los conflictos, abusos, luchas de poder y violencias en las relaciones nos hacen sufrir mucho.


¿Por qué cuidar a tus enemigas?

Porque son mujeres como tú, y las mujeres sufrimos mucha violencia por parte de los machos y por parte del sistema, tanto en los espacios públicos como en las redes sociales. 

Y entre todas ellas, las que sufren más violencia son las mujeres feministas y las activistas de movimientos sociales y políticos. 

Todas las mujeres que son señaladas y expuestas públicamente (especialmente las que ponen la cara con nombres y apellidos) corren el peligro, cuando son atacadas por mujeres, de ser linchadas por los machos más violentos, que aprovechan el ataque entre nosotras para sumarse y para rematar a las víctimas. 

Cuando todas las mujeres se van, se quedan los machos amenazando con violar y matar, primero en público y después por privado. 

Atacar a una mujer hoy es echarla a los leones del terror machista, por eso antes de empezar un linchamiento contra ella, tienes que ponerte a pensar en lo mucho que van a disfrutar los machos, y en el daño que vas a hacerle a esa mujer. 

Puedes preguntarte, antes de exponer a una mujer, cuánto daño quieres hacerle, 

y para qué, 

y qué ganas tú con ello. 

Probablemente quieras desahogar tu rabia y tu dolor, que es lo que hacemos todas y todos en redes sociales, o también es posible que te mueva la sed de venganza. Esa necesidad de matar simbólicamente a  tu enemiga (o sea, silenciarla, hacer que se calle, que cierre su perfil en redes, que desaparezca del espacio público), es violencia.

Cuando atacas a una mujer, estás lanzando un mensaje a todas las demás mujeres: "cuidado con lo que decís, que os puede pasar igual que a ella". 

El miedo a recibir ataques paraliza y silencia a las demás mujeres, lo mismo a las del bando contrario, que a las de tu propio bando. 

¿Es legítimo el uso de la cancelación para eliminar a las mujeres que no son de tu agrado? 

Probablemente creas que la cancelación es un instrumento muy útil para que la sociedad deje de escuchar ideas contrarias a la tuya, el pero hay dos problemas: que la inmensa mayoría de las personas canceladas son mujeres, y que un día cualquiera te puede tocar a ti. 

Y si te toca, puedes perder tu trabajo, puedes perder amigas y amigos, puedes perder tu prestigio y tu honor, puedes verte expuesta a la furia y el odio de miles de personas. 

Hay gente que se divierte mucho viendo batallas entre mujeres, y cuanta más sangre ven, más aplauden, más participan, y más disfrutan. Para los votantes de derechas y de extrema derecha, machirulos, misóginos, anti derechos y anti feministas, los lichamientos entre mujeres son una fiesta. 

Por eso es importante que tomemos todas conciencia de cómo sufrimos y ejercemos violencia, y de cómo podríamos discutir y debatir en redes sociales sin hacernos daño. 

Porque hundir moralmente a una persona puede que te de mucho placer, pero date cuenta de aunque te dediques a ello día y noche, somos millones de mujeres las que usamos redes sociales, y no te va a dar tiempo en una sola vida para cancelarlas a todas, ni siquiera aunque todas tus compañeras se pongan a la tarea con la misma pasión. 


¿Por qué nos hacemos sufrir las mujeres entre nosotras? 

Porque queremos llevar la razón y demostrar que las otras están equivocadas.

Porque queremos ganar seguidoras y adquirir más visibilidad y alcance en redes sociales. 

Porque nuestras víctimas tienen mucho poder y queremos quitarselo. 

Porque las vemos como una amenaza para nuestros intereses. 

O porque queremos sentirnos superiores a ellas, y nos da placer saber que podemos destruirlas con un solo click. 

Hacemos daño porque nos da placer ver a alguien caer del podio de los dioses del Olimpo, porque nos gusta ver cómo alguien que parecía todopoderosa se quiebra por completo.

Porque nos encanta verla llorando, de rodillas pidiendo perdón, pidiendo clemencia, mostrando su vulnerabilidad.

Porque las demás mujeres la odian, y te has contagiado sin darte cuenta. 

Atacamos porque queremos que las demás nos respeten, y sabemos que si las demás nos ven atacando  y ganando a una enemiga, tendrán mucho cuidado de meterse con nosotras. 

También nos hacemos sufrir entre nosotras porque la admiración por alguien se puede convertir en envidia, y la envidia es una emoción muy fuerte y poderosa.

También nos atacamos entre nosotras porque los algoritmos de redes sociales solo viralizan las publicaciones que generan "polémica". 

Cuanto más odio y de violencia, más se viraliza, y más odio se genera. Hablamos de las publicaciones en las que la gente se lanza a la yugular: cuando las redes sociales detectan que hay pelea, amplían su visibilidad y difusión para que se sume mucha gente. 

A todas las redes sociales les viene muy bien el odio, que genera mucho más movimiento que el amor. 

Nos manipulan a todas y a todos despertando nuestros instintos más bajos, nuestras emociones más destructivas, nuestra parte más oscura. 

Tomemos pues, conciencia de cómo nos utilizan.

Las élites del poder han usado esta estrategia desde siempre. En la época del imperio romano echaban a la gente a luchar contra los leones, y los circos estaban repletos de espectadores aplaudiendo. En la época de la Santa Inquisición, la gente abarrotaba las plazas para ver a las brujas ardiendo en la hoguera, y se peleaban por el mejor puesto para asistir a las decapitaciones, ahorcamientos, y apedreamientos en público. Hoy a la gente le encanta ver peleas en la calle y en las pantallas, vivimos en una sociedad adicta al espectaculo de la violencia. 

Las víctimas son generalmente mujeres que tienen muchos seguidores/as, o figuras públicas como periodistas, escritoras, actrices, activistas famosas, académicas, defensoras de los derechos humanos,  influencers. 

Algunas se medican para soportar la violencia, otras se acaban rindiendo y desaparecen de las redes. 

La pregunta que tenemos que hacernos es: ¿realmente queremos que solo se queden las mujeres escondidas tras avatares y nombres falsos?, ¿os parece justo que solo puedan opinar y expresarse los machos?, ¿y que solo puedan participar en redes las mujeres que piensan como tú, las de tu bando, a las que también hieren y atacan? 

Una de las cosas más importantes a tener en cuenta es que en las redes la violencia primero es virtual, pero después desemboca en violencia física: ¿has oído hablar de los empujones, tirones de pelo, escupitajos, insultos que reciben las mujeres famosas en la calle?, ¿sabías que sus atacantes ponen pegatinas en la puerta de su casa para que ellas sepan que ellos saben donde viven?, ¿sabías que las siguen cuando van a recoger a sus hijas al colegio, y qué las rayan los coches, o las rompen los vidrios?, ¿sabías que toda la familia de esa mujer son víctimas colaterales de la guerra, y que también sufren violencia cuando se encuentran a los enemigos por la calle?, 

¿sabías que los hombres no sufren estas humillaciones públicas ni estas amenazas, porque los enemigos saben que podrían responder a las agresiones?


 ¿Cómo cuidar a mis enemigas?

Tenemos metida en la cabeza la idea de que cuando detestamos profundamente a alguien, es legítimo intentar hacerle daño: la insulto porque me cae mal, la insulto para que pierda seguidoras y amigas, la insulto para castigarla por lo que ha dicho, la insulto porque es una persona horrible que se merece recibir todo el odio del mundo, la insulto para que lo pierda todo y para no verla nunca más. 

No podemos evitarlo, sentimos gozo sabiendo que tenemos un poder inmenso sobre los demás seres humanos, que con solo iniciar un ataque contra una persona, la podemos destruir en pocas horas. 

Lo mismo hacemos con los colectivos de mujeres: mejor que disparar a una, es lanzar una bomba que mate a varias. 

Y lo hacemos bajo la lógica de la guerra patriarcal: yo ataco para defenderme, yo ataco porque soy leal a mi bando, yo ataco porque sé que nuestra causa es la justa y que estoy en el lado correcto de la Historia. 

Ataco porque para que se imponga mi verdad, o nuestra verdad, es preciso eliminar la crítica, la disidencia, y las posturas contrarias a mi causa. 

Basta con acusar de fobia y de fascismo al bando contrario, y así quedará deslegitimada su causa.  

Estamos todas en la batalla por el relato. Cada cual queremos imponer nuestra visión de la realidad, por eso nos inventamos palabras y conceptos nuevos constantemente, por eso acallamos los discursos que cuestionan nuestra versión, por eso quemamos libros, cancelamos conferencias, y silenciamos a las enemigas. 

Y para silenciar lo más efectivo, siempre, es castigar a una, y que así las demás se callen por miedo a ser el próximo objetivo. 

¿Son estas técnicas de destrucción legítimas? No, porque hacen daño. 

Tu causa probablemente sea maravillosa, pero no puedes imponerla con métodos violentos, porque no es ético hacer daño a la gente para demostrar que tienes razón o que eres superior. 

Los regímenes autoritarios siempre han utilizado estos métodos contra la población desobediente, así que en nuestra mano está no repetir la historia: no podemos comportarnos como esos dictadores que no admitían críticas, ni posturas contrarias, ni desviaciones de sus normas. 

¿Y como hago para que no me invada el odio cada vez que veo a esa mujer, o a ese grupo de mujeres, en redes sociales? 

Bloquea a todas las mujeres que no te gusten, alejaté de ellas para no hacerlas daño. 

Si despiertan tu rabia cada vez que las escuchas o las lees, no las escuches, no las leas. 

Si no participo en linchamientos, ¿qué hago entonces para ganar seguidoras y ser más visible? 

Centraté en lo tuyo: difunde tu mensaje, expresa tus ideas, genera contenidos, ponte creativa, estudia técnicas de marketing, ponte a escribir, a hacer videos o podcasts, a retransmitir en directo, hay muchas cosas que puedes hacer para que la gente te siga. 

No es necesario atacar a ninguna mujer para hacerte más famosa. 

 ¿Y qué hago si son ellas las que me atacan a mí? No les contestes. No hay nada que le duela más a las y los haters que la indiferencia. Bloquealas, y si se ponen muy violentas contigo, denuncia.

 Si les haces caso, si les respondes, vendrán más a atacarte. 


Trabaja tu ego y revisa tu forma de usar el poder

Las redes sociales nos manipulan a través del ego y a través de las emociones fuertes. Saben que nuestros egos necesitan likes, que se alimentan de los aplausos y del número de seguidoras que tenemos, que nos sentimos muy heridas cuando sufrimos un ataque, y que vamos a intentar defendernos como sea. 

Saben que nos da mucho placer meter zascas, quedar por encima de los demás, saben que nos gusta sentirnos únicas y especiales, que nos gusta infundir miedo en las demás, que nos gusta sentirnos superiores al resto. 

Y como lo saben, las redes van directas a tu ego, para que trabajes para ellas y te pongas a crear o a participar en polémicas, que acaban casi siempre en batallas campales. 

Por eso es tan importante que nos preguntemos si es ético hacer daño a una mujer para inflar nuestro ego, para calmar nuestro complejo de inferioridad, para desahogar nuestra frustración, para sentirnos mejor después de un día malo en el trabajo. 

Los dueños de las redes saben usar tu frustración, tu indignación, para atraer a mucha gente a tus publicaciones. Por eso nos hacemos adictas a la adrenalina que nos proporcionan a diario: el único antídoto es la oxitocina, la dopamina, la serotonina, sustancias que se activan en nuestro cerebro cuando estamos cerca de la gente a la que amamos, la gente que nos cuida y nos quiere. 

Es decir, el amor y la alegría de vivir te pueden ayudar a odiar menos, y a dejar de odiar a tus rivales. Vivir en guerra permanente es agotador.


Puedes derrotar a tus enemigas sin ejercer violencia sobre ellas, y sin hacerles daño. 

Más que centrarte en destruir a otras, centraté en construirte a tí misma. 

Mira a ver donde pones tu energía y tu tiempo. Si pasas la mayor parte de tu tiempo atacando a otras mujeres, igual es que tienes un problema. 

Si solo consigues seguidoras utilizando el odio contra otras, entonces igual es que no aportas nada a las redes, excepto destrucción y malas vibras. 

Y una prueba clara de que tienes un problema es cuando tú recibes el mismo nivel de odio que el que das. 

Otras formas de batallar son posibles: podemos derrotar a nuestras enemigas investigando, estudiando, recopilando datos, formandonos para adquirir conocimientos, aprendiendo.

También podemos hacer pedagogía, lanzar preguntas, y hacer circular la información para que la gente se ponga a pensar por sí misma. 

Mucha gente necesita formarse: ahora todo el mundo opina de todo y a todas horas sin saber, sin haber leído, sin haberse informado lo más mínimo. Nos creemos muy expertas, pero la realidad es que todas necesitamos escuchar, leer, debatir, pensar, y las redes sociales son un instrumento maravilloso para aprender cosas nuevas. 

En vez de utilizarlas para hacernos daño, podemos utilizarlas para explicar nuestros puntos de vista, para escuchar otras perspectivas, para generar conversaciones interesantes, para compartir fuentes, recursos y materiales, para construir conocimiento colectivo, para despertar conciencias, para dar a conocer nuestra causa, para hacer propuestas, para sensibilizar y concienciar a la población. 

Podemos debatir sobre cualquier tema si practicamos el arte de la comunicación no violenta, una herramienta poderosa que nos puede ayudar a difundir nuestro mensaje y a luchar por nuestra causa sin necesidad de destruir otros mensajes u otras causas. 

Ahora mismo existen pocos espacios virtuales y reales seguros en los que podamos conversar sin recibir ataques, así que hay que crear estos espacios libres de violencia psicológica y emocional en los que podamos expresarnos con libertad, cuidando nuestras palabras y sabiendo que nadie nos va a humillar ni a expulsar.

Si estamos luchando contra la violencia que sufren las mujeres, no podemos guerrear entre nosotras y hacerle el trabajo gratis al patriarcado. 


¿Cómo podríamos dejar de sufrir y de hacer sufrir a las demás?

Tomando conciencia de que: 

- señalar, insultar y etiquetar a una mujer para que todos sepan que pertenece al bando enemigo, y se unan a tu ataque, es violencia. 

- chantajear, amenazar, ridiculizar, menospreciar, son técnicas para hacer mucho daño, y cuando haces daño estás ejerciendo violencia. 

- humillar a alguien es violencia psicológica y emocional. 

- cuida tu forma de usar el sarcasmo y la ironía: son dos armas muy poderosas para mostrar superioridad y para desarmar a los enemigos, pero usalas con mucho cuidado, porque en ellas metemos, sin darnos cuenta, acusaciones falsas y prejuicios. 

- las mentiras, las falsas acusaciones, los rumores, los bulos, y las fake news son formas de ciberviolencia que destruyen a las personas. 

- tergiversar las palabras de alguien para que parezca que ha dicho otra cosa de la que ha dicho, dar por supuesto que piensa esto o lo otro sin saberlo realmente, es violencia.

- las burlas y las bromas crueles son violencia, especialmente si son clasistas, racistas, xenófobas, capacitistas, edadistas, o si tienen que ver con su forma de hablar, con su aspecto físico, su color de piel, su orientación sexual, su pais de origen, su religión o sus creencias.  

- dar datos privados o exponer la imagen de tu enemiga para que los demás la identifiquen y localicen es violar su derecho a la intimidad, y es un delito además.

- ¿quién se beneficia del sufrimiento que generas?, ¿quién se frota las manos viendo como destrozas a otra mujer delante de los demás?, ¿quién gana realmente cuando una mujer ataca a otra mujer?, ¿qué ocurre cada vez que una mujer decide desaparecer de las redes para no soportar más acoso?

- empatía y solidaridad: tú no naciste siendo feminista. Has tenido que leer mucho , investigar, charlar, y pasar años hasta que has llegado a entender muchas cosas que antes no veías porque no tenías las gafas feministas. Explicalé a las que no saben. Ponte en su lugar. Rompe sus esquemas, muestrale otras realidades y otros puntos de vista con generosidad. 

- tener un grupo de cuidados es fundamental: cuanto más solas estamos, más vulnerables somos. Unidas somos más fuertes, unidas no necesitamos enemigas. 


¿Qué gano yo cuidando a mis enemigas?

- Te ahorras un montón de tiempo y de energía que puedes emplear en cosas más constructivas y más placenteras. 

- Ganas en paz mental, tranquilidad interior, y te ahorras un montón de disgustos.

- Te sientes mejor persona, y tienes más tiempo para dedicarle a tu gente querida. 

- Tu vida quizás sea más aburrida, pero vivir sin malos rollos es bueno para tu salud física, mental y emocional. La rabia, el enojo, la envidia y todas esas emociones negativas te hacen sentir mal, y desahogarte contra alguien, en realidad no te hace sentir mejor. 

- Recuerda que la única guerra que se gana realmente es aquella en la que no participas. Meterte en una batalla puede hinchar tu ego, pero también te puede doler mucho si recibes el mismo odio que generas. 

- Recuerda que no necesitas infundir miedo ni respeto en los demás, lo que necesitas es poder expresarte con libertad, poder relacionarte con gente que te aprecia y que te quiere, y poder vivir una vida libre de violencia. 

- Conversar es un placer, puedes charlar e intercambiar ideas sin ser herida ni herir a nadie. No es fácil conversar sin insultar, y sin tratar de destrozar la autoestima de la otra persona, pero como todo en esta vida, se trata de practicar y entrenar. 


Coral Herrera Gómez


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1 de mayo de 2023

Decálogo para el Autocuidado

 


Autoconocimiento, para aceptarte y conocerte mejor a tí misma

 Amor del bueno, para construir una relación bonita contigo misma 

 Autoestima, para aumentar la confianza en nosotras mismas

 Autonomía emocional, para no tener relaciones de dependencia. 

 Autonomía económica, para ser libres y tener una Buena Vida.

 Autocrítica amorosa, para identificar todo aquello que nos hace sufrir y hace sufrir a los demás.

 Autorregulación y autocontrol: tú puedes controlar las dosis y ser dueña de tus acciones

 Autodefensa emocional: aprender a evitar el abuso, a poner límites a los demás, y a ser asertivas.

Aceptar la Realidad: fundamental tener los pies en la tierra para cuidar mi salud mental y emocional

Aprender a cuidar las Emociones: aprender a identificar, expresar y cuidar las emociones para que no nos hagan daño y no dañen a los demás.

Cuidar la humildad y trabajar el ego para que no nos domine, y para evitar las luchas de poder con los demás.

Cuida tu salud: dormir bien, llevar una dieta equilibrada, hacer ejercicio físico, pasar tiempo al aire libre y a la luz del sol…

Cuida tus redes de apoyo y de afecto: son tu mayor tesoro, y para que se mantengan vivas tienes que regarlas y cuidarlas con amor. 

Cuida tus niveles de autoexigencia: somos seres humanos y somos imperfectos, es imposible ser buena en todo y no equivocarse nunca. 

Comunicación no violenta: aprender a cuidar mis palabras, entrenar en el arte de la asertividad, hablarme a mí misma con respeto y con amor. 

Derecho a divertirte y a disfrutar: haz hueco en tu agenda para ti, y para dedicar tiempo a tus pasiones, y a tu gente querida.

Feminismo: para aprender a relacionarme sin dominar y sin someterme, para aprender a cuidar mis relaciones con las demás mujeres, para trabajar juntas en nuestra liberación.

Grupos de Cuidados: pertenecer a grupos de cuidados es fundamental. Solas no podemos hacer frente al abuso y la violencia, pero juntas podemos protegernos, crear espacios seguros, y proporcionarnos ayuda mutua.  

Honestidad con nosotras mismas, para ser realistas, para evitar el autoengaño y para tener los pies en la tierra.

Lealtad con una misma; para no traicionar tus principios, tus valores, tus ideas, tus apetencias, tus deseos, tus necesidades.

Responsabilidad afectiva con nosotras mismas: somos responsables de nuestra salud mental, emocional y física. 

Sé tú misma: es muy importante que tengas espacios con tu gente querida en los que puedas sentirte libre para ser tú misma, para expresarte sin miedo, para mostrarte tal y como eres. 

Terapia para sanar los traumas y las heridas del pasado.

Toma decisiones:  identifica todo aquello que quieres cambiar para vivir mejor, y toma decisiones para empezar hoy mismo. 

Compromiso con nosotras mismas: 

Elaborar unos pactos de cuidado y firmar un contrato amoroso con nosotras mismas para procurarnos una Buena Vida, para ser mejores personas, para trabajar en nuestro bienestar y en nuestra felicidad. 
Tu compromiso es con el derecho que tienes y tenemos todas a vivir una Buena Vida.




























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22 de abril de 2023

La salvación no está en el príncipe azul, está en las utopías colectivas.



La salvación que andamos buscando todos y todas no esta en una persona, ni en un objeto mágico, ni en un milagro divino. La salvación de la Humanidad está en las utopías colectivas, pero la gente solo cree en dioses que ofrecen soluciones individuales a unos pocos elegidos.

Los dioses son incapaces de hacer grandes transformaciones, solo pueden ayudar a unos cuantos privilegiados. Ellos seleccionan a los que podrán vivir una Buena Vida, su poder solo alcanza para ayudar y proteger a un puñado de ricos. 

Mientras, aquí en la Tierra, los señores poderosos producen relatos basados en apocalipsis y distopías para que creamos que estamos todos condenados al infierno. Los creadores y productores culturales saben que las utopías son revolucionarias, y por lo tanto peligrosas, por eso solo nos ofrececen futuros infernales y finales horribles, llenos de sufrimiento, violencia y destrucción. 

Para que no nos pongamos creativos mitifican a los hombres violentos entregados a la autodestrucción (personal y colectiva) Nos venden relatos distópicos para que vivamos con miedo, nos creamos que todo va a peor, y no nos pongamos a soñar con un mundo mejor. 

Esos mismos señores se ríen con desprecio de la gente que se resiste a vivir con miedo. Es gente que tiene aún esperanza, y por eso resultan tan incómodos. 

Nos hacen creer que la utopía es sinónimo de "sueño imposible", que estamos condenados a destrozarnos, a aniquilar todo tipo de vida, a destruir al planeta Tierra, porque "así somos de violentos los humanos". 

Nos engañan con el príncipe azul y con el Salvador celestial, para que no sepamos quiénes son las heroínas y los héroes de carne y hueso que se dejan la piel por el sueño de un mundo mejor. No quieren que sepamos de su lucha ni que nos contagiemos de su energía y su ilusión. No sea que tomemos ejemplo y nos pongamos a revolucionarlo todo.

Nos regalan utopías individuales, pero jamás utopías colectivas. 

En la escuela no nos enseñan a pensar en el Bien Común. Nos enseñan a desconfiar de la especie humana, a competir con los demás, a guerrear entre nosotros, para poder someternos y manipularnos. 

Nos anestesian con distopías para que no nos atrevamos a imaginar un mundo mejor, una sociedad en la que la Humanidad aprenda a cooperar, a comunicarse, a cuidarse y a cuidar el planeta, a convivir con los demás seres vivos en armonía y en paz. 

En las pantallas no nos hablan de la fuerza revolucionaria del amor para que no nos entusiasmemos con la posibilidad de construir otro mundo, y de soñar con el derecho a vivir una Buena Vida. Una vida libre de explotación, de sufrimiento y de violencia. 

Nos ofrecen hombres mutilados y sin esperanza, mujeres cosificadas al servicio de esos hombres, modelos a seguir basados en estereotipos y mitos que perpetúan el sistema. Ellos quieren que vivamos derrotados, sin fe en la Humanidad, sin fe en el futuro, muertos de miedo, y cada uno buscando la manera de salvarse a sí mismo. 

El poder solo nos ofrece ídolos y modelos a seguir que cantan, bailan, posan, hacen películas, hacen deporte y acumulan dinero. No conocemos apenas a la gente que cree en utopías y trabaja por ellas, a la gente que a diario, desde sus trincheras cotidianas, aporta a la creación de un mundo mejor, y hace este un poco más habitable.

Y sin embargo, el mundo está lleno de gente que cree en utopías colectivas y que lucha por el derecho de todos y todas al Buen Vivir. 

Es la gente que protesta contra las injusticias, defiende sus derechos, y le exige a los gobiernos que acabe con la pobreza, el abuso, la desigualdad. 

Es la gente que abolió la esclavitud, el apartheid, las dictaduras, y la que se inventó Declaración de los Derechos del Hombre, una utopía que cambió la Historia. 

Estos seres humanos que sueñan con un mundo mejor inventaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que tuvo un impacto monumental, puso límites a la violencia del capitalismo salvaje, y modificó las leyes de muchísimos países. 

La Declaración de los Derechos Humanos de las Mujeres también tuvo un impacto enorme: el movimiento de liberación de las mujeres también ha modificado las leyes de muchos países y sigue hoy, con fuerza, luchando por acabar con las jerarquías, la explotación, la acumulación de poder, y con ellas, acabar con el capitalismo y el patriarcado. 

Las utopías colectivas son caminos hacia la transformación; existen muchas maneras de relacionarnos y de organizarnos a nivel social, político y económico. 

Se trata de soñarlas juntas y juntos, de unirse a la gente que ya está en esos caminos desde hace años, de aprender a trabajar en equipo, de contagiarse de esa fuerza poderosa que nos permite avanzar. 

Si nuestra cultura nos vende apocalipsis y nos hace creer que así somos, que no hay solución, que no hay esperanza, apaguemos las pantallas y salgamos a la calle a bañarnos en las utopías colectivas. 

Salgamos a mojar a los demás para que puedan unirse a la fiesta. 

Inventemos relatos utópicos y demostremos que son posibles. 

Nos quieren amargados, resignados, y muertos de miedo, nos quieren empastillados y metidos en casa, aislados de los demás, buscando desesperados la salvación personal. 

Ojalá un día nos encuentren en las calles, bailando, soñando y luchando con una vida mejor para la Humanidad y demás seres vivos del planeta Tierra.


Coral Herrera Gómez 


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20 de abril de 2023

Grupos de Cuidados contra el abuso y la violencia



Uno de los mecanismos más eficaces para protegerte de la violencia, del abuso, la explotación y el sufrimiento, es pertenecer a un grupo de cuidados en todas las etapas de tu vida. Desde la guardería, hasta la Universidad, lo mismo si trabajas en una oficina que en el campo o en la fábrica, tener un grupo de cuidados es una medida de autodefensa y de ayuda mutua que te puede proteger del acoso y del maltrato durante toda tu existencia. 

Si hubiera grupos de cuidados en los colegios, en los centros de estudio y de trabajo, en los clubes y en las compaticiones deportivas, en los espacios de ocio (conciertos, discotecas, fiestas populares, verbenas, eventos sociales), en las asociaciones y los colectivos, en los movimientos sociales, en los sindicatos y los partidos políticos, y en todas y cada una de las empresas grandes de cada país, podríamos hacer frente en común para parar a las personas que se dedican a hacer daño a los demás. 

Las personas que se dedican a hacer sufrir a otras no se atreven con los grupos. Solo se atreven con sus víctimas, cuanto más aisladas, mejor, porque cuanto más solas están, más vulnerables son. A las personas que maltratan y acosan les protege el silencio y el miedo de los demás: como nadie quiere ser su próxima víctima, nadie se enfrenta a ellos para pararles los pies.

El miedo hace que mucha gente mire para otro lado y no defienda a las victimas de una injusticia o un abuso porque es más fácil pensar que es una pelea, "yo no me meto en problemas, es un asunto entre ellos".  

Otra gente aplaude y les ríe las gracias a los violentos, e incluso se suman a las agresiones para congraciarse con la persona violenta, y no convertirse en el siguiente objetivo.

También es el miedo lo que hace que muchos se atreven incluso a culpar a la víctima de la violencia que está recibiendo, o a usar la estrategia del negacionismo: "era una broma, qué poco sentido del humor", "no es para tanto", "estás exagerando", "haberte defendido, ¿por qué no hiciste nada?"

Un ejemplo de cómo protegemos a los violadores: la prensa no le nombra ni nos enseña su cara, mientras que nos ofrecen el rostro de las víctimas y nos dan todos sus datos personales (dónde trabaja, dónde vive, si tiene o no pareja, si tiene o no hijos) 

Cuando una niña o un niño sufre violencia en el colegio, le animamos a que se defienda y ataque a sus agresores. Lo primero que aprenden al entrar en el colegio es que no hay nada peor en el mundo que ser un chivato, con el objetivo de que crean que nunca deben denunciar la violencia que sufren. 

Gracias a esta norma no escrita, muchos niños y niñas soportan el abuso, el acoso, y la violencia de los matones del grupo. Prefieren aguantar el dolor a sufrir el rechazo del grupo, por eso no se atreven a pedir ayuda a sus padres, a los profesores o a la dirección del centro

Cuando una mujer sufre violencia machista, se le dice que no se deje, que enfrente al agresor, que salga de ahí sola y que denuncie. Y cuando se atreven a denunciar, no solo tienen que afrontar las represalias, sino tratar de buscar un lugar seguro. Y a muchas las matan antes de que puedan ponerse a salvo. 

Los medios de comunicación señalan y exponen a las víctimas,  dan voz a los que dudan sobre sus testimonios, dan voz a los culpables cuando se defienden de las acusaciones, y denominan "presuntas" las agresiones , las violaciones y los femicidios hasta que los violentos son juzgados y encanrcelados. Además, nos los presentan como "casos aislados", aunque todos los días aparezca en la prensa uno nuevo. 

Es cruel pensar que las víctimas deben defenderse solas de tipos violentos: la realidad es que la gran mayoría no pueden contra sus abusadores, y no es justo dejarlas solas. No es justo porque acaban creyendo que se merecen la violencia que reciben, y creen que es un problema  personal, cuando en realidad es un problema colectivo. 

¿Cómo acabar con la violencia? 

Los humanos educados en los valores del patriarcado y el capitalismo somos gente violenta y egoísta, no sabemos pensar en el bien colectivo, no sabemos resolver nuestros conflictos sin violencia, no sabemos tratarnos bien ni sabemos relacionarnos desde el respeto, los buenos tratos y los cuidados. 

La violencia de nuestra cultura es estructural, y lo mismo que la sufrimos, la ejercemos también sobre los demás. Nuestro sistema económico es violento, porque se basa en la acumulacion y el acaparamiento de recursos y de poder por parte de unos pocos, a costa del sufrimiento de los demás. Abusamos unos de otros y nos aprovechamos de las personas que están por debajo de nosotras en la jerarquía, cuanto más necesitadas e indefensas están, más abusamos de ellas.   

El primer paso para acabar con la violencia es tomar conciencia de la que sufro, y la que ejerzo. Todos empleamos estrategias diferentes para conseguir lo que queremos, lo que necesitamos y lo que deseamos. El problema es que alguna de estas estrategias no son éticas: amenazar, chantajear, sobornar, extorsionar, humillar, abusar, acosar a alguien para que ceda o para que acabe de rodillas... son diferentes formas de ejercer el poder de forma tiránica, abusiva y violenta.

¿Cómo sabes que estás ejerciendo violencia contra alguien? Cuando le haces daño, o le perjudicas en beneficio propio, cuando te aprovechas de su vulnerabilidad o de su necesidad, cuando impones tu poder para someterle. 

¿Cómo saber si estoy sufriendo violencia? Los malos tratos, las burlas crueles, las bromas hirientes, los chismes, los bulos, los rumores, los insultos, los comentarios despreciativos, las falsas acusaciones, las palabras cargadas de odio, los ataques iracundos sobre alguien, son diferentes formas de herir a los demás, y la persona que los usa siempre lo hace en beneficio propio.

 Consiga o no su objetivo,  siempre aumentan su poder y su rango en la jerarquía, porque los demás aprenden a respetarle y a temerle, y con frecuencia le protegen y le encubren.

Así que la solución a la violencia no puede ser individual, sino colectiva. 

La única forma de que el miedo cambie de bando, es crear grupos de cuidados en todas partes.


Grupos de Cuidado de Mujeres

Las mujeres feministas llevamos muchos años organizadas. Tenemos grupos de cuidados en los que nos acompañamos cuando usamos un taxi (compartimos el número de matrícula y el recorrido en tiempo real, avisamos si el taxista hace cosas raras, avisamos cuando llegamos). 

También cuando tenemos una cita con un hombre (compartimos sus datos con las demás, y la ubicación, y avisamos cuando llegamos a casa), y cuando viajamos solas o en grupo. 

También nos cuidamos en los centros de estudio y de trabajo, en el transporte público, en las manifestaciones. En los conciertos y las fiestas vamos juntas al baño para defendernos mutuamente del acoso de los hombres, estamos atentas a la bebida propia y a la de las compañeras, nos vamos en grupo a casa si podemos. 

Los grupos de mamás también son esenciales para nosotras: las mujeres nos cuidamos unas a otras y nos ayudamos con la crianza y la educación de nuestras hijas e hijos, lo mismo en el campo que en la ciudad: solas no podemos con 2 jornadas laborales completas. Y como son tantos los padres que huyen del hogar, y como la gran mayoría de los hombres solo recibe cuidados sin darlos, no podemos contar con ellos para sacar adelante a nuestras crías. 

Quizás algún día los hombres se incorporen al sistema de cuidados, pero de momento, las mujeres para sobrevivir tenemos que pedir ayuda a grupos de mujeres, que a veces son familiares (madre, suegra, hermanas, tías), y otras veces son nuestras compañeras y amigas. 

La sororidad entre mujeres es fundamental, no hay nada más duro en el mundo que criar hijos sola. 

Estos grupos de cuidados sirven para acompañarnos también emocionalmente cuando estamos mal, para prestarnos ayuda, para contar lo que nos está pasando, para compartir información y conocimientos, y para no sentirnos tan solas en la lucha diaria contra el patriarcado.

Nos hemos dado cuenta hace mucho de que solas no podemos, pero organizadas y unidas, sí. Sabemos que solas somos más vulnerables y manipulables, y por eso hemos aprendido a ayudarnos entre todas. 

Estas estrategias de apoyo mutuo y de protección nos han servido para romper el pacto de silencio que perpetúa las violencias. Con el #MeToo hemos salido en masa a contarlas y hemos llevado a juicio a muchos hombres poderosos que se creían impunes. Incluso ahora los hombres gays también empiezan a denunciar el acoso sexual y la violencia que sufren. A los acosadores ya no les protege el silencio, ahora por fin escuchamos y creemos a las víctimas.

Otros espacios en los que son necesarios los grupos de cuidado: 

Grupos de cuidados para niñas y niños: si en el patio del colegio un niño pudiese gritar a su grupo de cuidados cuando otro niño le agrede, y el grupo pudiese ir corriendo a rodear a la víctima, mientras uno de ellos sale corriendo a pedir ayuda a alguna persona adulta, el atacante se vería solo. 

Como en muchos colegios los niños y las niñas no reciben ayuda de las personas adultas, que tratan de quitarle importancia a la violencia argumentando que "son cosas de niños", también las mamás, papás y personas cuidadoras podrían hacer grupos de cuidado para ayudar al grupo de cuidados infantil, y para exigir a la dirección del colegio que proteja a las víctimas e implante un protocolo para acabar con la violencia escolar.

Grupos de cuidados para chicas adolescentes: para hacer frente a las manadas de violadores, es fundamental que las niñas y adolescentes se organicen en grupos de cuidados, tanto en el centro de estudios como en los espacios de ocio. Las violaciones grupales están aumentando de una forma bestial, así que es importante que los agresores sepan que las chicas no están solas, que se cuidan entre ellas, y que la sociedad entera las cree, y las cuida también. Estos grupos de apoyo tendrían que contar con la protección de la comunidad educativa y los de madres y padres, y de la sociedad entera, para que no se sientan solas en su lucha por el derecho a vivir una vida libre de violencia. 

Grupos de cuidado en los centros de estudio y de trabajo: si en una oficina una mujer se dedica a hablar mal de otra, y a burlarse de ella a sus espaldas, y a hacerle la vida imposible, y se encuentra con que nadie quiere escuchar sus chismes, y nadie le ríe las gracias, probablemente se sienta aislada y sin ganas de seguir haciendo daño. Si el grupo de cuidados de la oficina se sentase a hablar con ella y a pedirle que deje de hacer sufrir a la compañera, la mujer podría plantearse que igual no merece la pena hacerle la guerra si no cuenta con el silencio, la complicidad, o el apoyo de los demás.

Los grupos de cuidados también actuarían hacia arriba: si un jefe acosa sexualmente a una empleada, si un empresario obliga a un empleado a trabajar más horas, el grupo de cuidados podría proteger a quienes sufren el abuso, y denunciar colectivamente a quienes lo ejercen.

Y en las aulas lo mismo: las personas que sufren más violencia en los centros escolares y en las Universidades son las mujeres, sobre todo las mujeres con discapacidad, las mujeres lesbianas, las mujeres indígenas o pertenecientes a una etnia determinada, y las mujeres inmigrantes. Las instituciones educativas están fallando a la hora de protegerlas de los abusos de sus compañeros y sus profesores. Así que es importante que existan grupos de cuidados en todos estos espacios, en los que las mujeres puedan compartir información y apoyarse mutuamente en cuanto empiece el acoso o la violencia. 


Cuidados en nuestros grupos sociales y familiares 

En torno a una pareja: si tu amiga os presenta a su novio, y al tipo le parece gracioso humillar a tu amiga delante de su grupo, lo más probable es que el grupo no le ría las gracias, y le pare los pies. El grupo de cuidados se forma espontáneamente, y en cuanto actúan, el agresor se da cuenta de que no tiene apoyo, y de que lo más probable es que el grupo entero trate de convencer a su amiga para que le deje. 

Sin embargo, si el chico forma parte del grupo, la cosa cambia, porque la violencia que ejercemos entre risas no parece tan violenta. Y porque los hombres tienen poderosas redes de complicidad entre ellos, redes que sostenemos las mujeres. Si ella se enfada, es muy probable que apoyemos al chico diciendole a ella que qué poco sentido del humor tiene. Y solo las chicas del grupo se preguntarán si en privado la trata igual, o peor. Y alguna puede que se atreva a encararse con él, y a preguntarle a ella cómo es la relación, y si necesita ayuda para salir de ahí. 

El primer paso es romper el silencio y perder el miedo, y crear grupos de cuidados para proteger a las víctimas

Pienso en las mujeres que pasan años soportando palizas de su marido: si las comunidades de vecinos y vecinas se uniesen en grupo para hacer frente al vecino cada vez que llega borracho a casa, y justo antes de que empiecen los golpes se presentasen juntos ante su puerta, el tipo se lo pensaría dos veces antes de empezar, y la víctima no se sentiría sola ni avergonzada. Y si tuviera el apoyo total de la comunidad, aumentarían sus probabilidades de huir de su hogar.  

Las estadísticas nos muestran que las víctimas que logran escapar son aquellas que cuentan con apoyo y protección de su familia, de sus grupos de amigas o de la comunidad de vecinos y vecinas

En el hogar: los niños y las niñas son las más vulnerables a la violencia dentro de su entorno familiar, por eso es tan importante escucharles y creerles cuando se atreven a hablar. Dado que muchos adultos no quieren romper la "armonía familiar" y le piden a las víctimas que guarden silencio y que compartan mesa con sus agresores, es fundamental que las personas adultas que sí tienen conciencia sobre el problema de los malos tratos y el abuso sexual infantil, protejan a las criaturas de los "secretos de familia" y los saquen a la luz. 

Hasta ahora se consideraba que los menores eran "propiedad" del hombre de la casa y que éste podía hacer con ellos lo que quisiera. Ahora sabemos que los niños y las niñas tienen derechos humanos, no son propiedad de nadie, y la violencia que soportan por parte de los hombres de su entorno familiar (pares, abuelos, padrastros, tíos, amigos de la familia) es inhumana. 

Todas las familias deberían contar con un grupo de cuidados en el que las víctimas puedan confiar. 


Grupos de cuidados en nuestros espacios de activismo y lucha 

En todos los espacios sociales hay luchas de poder y guerras internas para derrocar a los líderes y para sustituirles, hay peleas de egos, grupos y reuniones secretas, conspiraciones y batallas sangrientas. Estas guerras son más violentas en grupos verticales con jerarquías, en las que sus miembros batallan por cargos importantes y cuotas de poder. En los grupos horizontales estas batallas se dan en menor medida porque se funciona de manera asamblearia, y en red, de manera que la gente está más centrada en el objetivo que tienen en común, y es más fácil trabajar en equipo. 

Tanto en unos como en otros, los grupos de cuidados velarían por el bienestar, la inclusión y los derechos humanos de todos y todas, se encargarían de ayudar a resolver los conflictos personales, de ayudar a las más vulnerables, y de proteger a las víctimas de las personas que se dediquen a ejercer violencia física, sexual, emocional y psicológica contra alguien del grupo. 


Grupos de cuidados en las redes sociales  

Las redes sociales están llenas de gente que disfruta asistiendo a las peleas, cancelaciones, y  linchamientos públicos, y/o participando en ellos. La guerra en redes es permanente, no cesa jamás, y son muy pocas las personas que logran debatir en los hilos sin sufrir y sin hacer sufrir a los demás: no sabemos practicar la comunicación no violenta, no sabemos discutir sin hacernos daño, no sabemos expresar nuestras opiniones sin machacar al "adversario". 

Y este es precisamente el problema: actuamos como si las redes estuviesen llenas de enemigos, incluso dentro del bando o grupo al que pertenecemos. 

No conversamos para el placer, ni para aprender, ni para construir conocimiento colectivo: participamos en los debates para brillar y para lucirnos, para imponer nuestras ideas, para humillar a los contrincantes, para alimentar nuestros egos, para mostrar lo ingeniosos que somos en el combate verbal. 

Exhibimos nuestro poder, lo ejercemos sin piedad para llevar razón, para recibir megustas y para recibir aplausos, para ganar seguidores, para sentirnos especiales, únicos, importantes. Opinamos de todo aunque no leamos ni nos formemos para poder opinar, y atacamos sin piedad a quienes no piensan como nosotros: así es imposible aprender y disfrutar de las redes sociales. 

Cada vez hay más gente que sale de ellas para evitar sufrir, porque están cargadas de odio, y como siempre las que más abandonamos las redes sociales somos nosotras, las mujeres, que somos las que más ciberviolencia sufrimos. 

Los grupos de cuidados en redes sociales sirven para crear espacios más pequeños, espacios seguros y libres de violencia, en los que las mujeres nos apoyamos, nos damos consejos, intercambiamos información y conocimientos, establecemos alianzas y estrategias comunes, y nos protegemos unas a otras. 

En estos grupos de cuidados no tenemos miedo a ser atacadas, y podemos expresarnos con libertad y confianza, son un refugio frente a la hostilidad de los espacios abiertos. 

A medida que aumenta la violencia contra las mujeres feministas, más nos damos cuenta de lo importante que es apoyarnos unas a otras, y organizarnos para hacer frente a la misoginia y el machismo, vengan de donde vengan. 


Aprender a crear grupos de cuidados 

Si le perdiéramos el miedo a las personas violentas y nos uniéramos para hacerle frente a los abusos, los malos tratos y las injusticias, entonces no se sentirían tan poderosas. 

El miedo lo tendrían ellas, porque generalmente son muy cobardes, y paran cuando no cuentan con el apoyo (o la indiferencia, que también ayuda mucho) de los demás.

Pienso que si todas las comunidades humanas tuvieran grupos de cuidados, todos nos lo pensaríamos mucho a la hora de iniciar un ataque o una guerra contra otra persona. Lo mismo en el espacio público que en nuestro entorno más cercano: si cuando intentamos hacer sufrir a alguien, los demás se indignan contra la injusticia y se enfrentan a nosotros, probablemente desistiríamos. Porque nada nos da más miedo que el rechazo del grupo.

Mi propuesta es empezar por las escuelas: nuestros niños y niñas necesitan herramientas para tomar conciencia de las violencias que sufren y que ejercen, para aprender a cuidarse entre todos, para aprender a usar su poder sin abusar ni hacer daño a nadie. 

Además de tener una asignatura específica (Ética del Amor y Filosofía de los Cuidados), en la parte práctica aprenderían a crear grupos de cuidados, como una estrategia de defensa cotidiana contra los malos tratos, el sufrimiento y la violencia. En grupo es más fácil aprender a protegerse, a cuidarse, a apoyarse, a defenderse sus derechos, y a hacer frente común contra los abusos y las injusticias.

En grupo podemos aprender a cuidarnos a nosotros y a nosotras mismas, a cuidar nuestras relaciones, y a cuidar a la gente que sufre discriminación y violencia. 

En grupo perderemos el miedo y podremos enfrentarnos con valentía a todos aquellos que cometen injusticias, abusos y malos tratos a los demás.

Cuantos más grupos de cuidados, más solos se sentirán; es la mejor receta contra la impunidad. 

Los grupos de cuidados podrían hacer frente a emergencias, es decir, esos momentos en los que los agresores no paran de acosar a sus víctimas y les amenazan con hacerles daño. Generalmente cumplen sus amenazas, así que hay que preparar dispositivos de seguridad en torno a las víctimas, y uno de los elementos clave es que todos podamos turnarnos para acompañar a las víctimas y no dejarlas solas jamás. 

También los grupos de cuidados sirven para resistir ante la violencia de un sistema económico tan cruel y violento como el que vivimos. Mucha gente participa en grupos de cuidados y apoyo mutuo para hacer frente al drama de la pobreza, el desempleo, los desahucios, y la exclusión social. En la pandemia estos grupos de cuidado proliferaron por todos los barrios: repartieron comida, ropa y medicinas, organizaron los cuidados a personas mayores y dependientes, informaron y ayudaron a la gente a pedir las ayudas del Estado. Estos grupos de cuidado también ofrecen apoyo emocional y acompañamiento para la gente que está pasando malos momentos personales (crisis emocionales, enfermedades mentales) o simplemente etapas difíciles (la muerte de un ser querido, una separación de pareja, un problema familiar, etc). 


Lo mismo frente al matón que frente a las élites del poder 

La gente con poder nos quiere aislados y enfrentados entre todos, para poder manipular y abusar mejor de nosotros. Por eso es tan importante que nos juntemos y nos organicemos, lo mismo frente al matón del grupo, que frente a las élites del poder. 

Unidos, unidas, somos más fuertes y más grandes, empecemos en pequeños grupos de cuidado, con la gente más cercana, y aprendamos a protegernos y a apoyarnos entre todos. 

No se te olvide, formar parte de un grupo de cuidados es una medida fundamental del Autocuidado.

Y vosotras, ¿tenéis vuestro propio grupo de cuidados?, ¿os gustaría crear uno?, ¿tenéis gente querida alrededor con la que contar?


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