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30 de julio de 2018

Capitalismo, Comunismo y Patriarcado explicado en un minuto





Capitalismo, Comunismo y Patriarcado explicado en un minuto: en la Universidad y en la escuela me explicaron el capitalismo y el comunismo sin hablarme del patriarcado, por eso no lograba entender bien el funcionamiento del mundo en el que vivo. Cuando sólo ves diferencias de clase no tienes una visión completa de la realidad. 

Me quedé alucinada cuando empecé a leer por mi cuenta y encontré la palabra clave para explicar nuestro sistema económico, y nuestra forma de organizarnos social y políticamente: lla explotación. El capitalismo es la explotación de los pobres por parte de uos pocos ricos, y el patriarcado es la explotación de las mujeres por parte de los hombres.

Me puse a leer sobre economía desde una perspectiva feminista, y me encontré a Silvia Federici explicando que lo que unos llaman amor, en realidad es trabajo gratuito. Descubrí que nuestro sistema económico se sostiene gracias al trabajo que hacen gratis de millones de personas en todo el planeta.

Esos millones de personas somos las mujeres, que dedicamos miles de horas de nuestra vida a organizar, planificar, administrar el hogar, cocinar, limpiar, ordenar, comprar alimentos, procesarlos, lavar, planchar, doblar y colocar ropa, cuidar a las mascotas, dar teta, cambiar pañales, vigilar fiebres, criar y educar a los hijos y las hijas, cuidar a los abuelos y abuelas, a los familiares enfermos o dependientes, a las mascotas, el ganado y el jardín, o el huerto. 

Otro pilar del patriarcado son las mujeres que reciben dinero por ello: son profesiones que se realizan en total precariedad o en condiciones de semi-esclavitud, porque aunque son las tareas más necesarias para el funcionamiento del mundo, son las menos valoradas.

Y por último, el tráfico de esclavas sexuales y reproductivas, uno de los grandes negocios de hombres en el planeta: la prostitución y el alquiler de mujeres para la compraventa de bebés (lo que llaman la gestación por sustitución).

No se puede entender el capitalismo si no se sabe que su base es la explotación femenina, laboral, sexual y reproductiva. Tampoco se puede entender el comunismo si no te explican que la clase obrera está dividida también en dos subclases en las que los hombres son la clase privilegiada y las mujeres la clase dominada. Ellos tienen las tierras, los medios de producción y los medios de comunicación, los recursos naturales, la tecnología, el poder financiero, judicial, legislativo y ejecutivo de las democracias.

Nosotras tenemos doble jornada laboral, fuera y dentro de casa, ellos no. A nosotras nos echan del trabajo por quedarnos embarazadas, a ellos no. Nosotras cobramos menos salario por el mismo trabajo que ellos. Nosotras sufrimos acoso sexual y violaciones en el trabajo o volviendo del trabajo, y ellos no. Nos afecta más el desempleo y la precariedad que a ellos, tenemos techo de cristal y ellos no. No nos sentamos a negociar en los convenios, no lideramos los sindicatos de trabajadores, y todo esto no les importa a los revolucionarios, que repiten una y otra vez que primero lo suyo y luego lo nuestro. Siguen pensando, y luchando, por la igualdad y los derechos humanos de los hombres, pero no los de las mujeres. 

Y no es por ignorancia: no hablar del patriarcado en los análisis de la realidad que se hacen en la prensa, en las asambleas populares, en los congresos académicos, en las aulas universitarias, en los libros de texto, los artículos científicos, las reuniones intelectuales y políticas, etc. es una forma de negar el patriarcado y de contribuir a perpetuarlo.

A muchos intelectuales les sobra patriarcado, pero no hablan de él porque lo personal es político, y les da miedo abrir su corazón y hacer autocrítica. Lo que ellos hacen es hablar de los demás, nunca de si mismos.

La gente que habla, piensa, escribe, y da clases sin tener perspectiva de género no abarca la complejidad de nuestras estructuras, no se miran a si mismos como clase privilegiada, no se deconstruyen ni proponen otras formas de organizarse económicamente que no supongan la explotación del trabajo o el cuerpo de las mujeres. 

Menos mal que existen las compañeras que hacen Economía feminista y nos explican todo lo que los profesores patriarcales y los líderes sindicales, políticos y de movimientos sociales no ven. Nosotras, con nuestras gafas violetas, cada vez lo vemos más claro: la revolución será feminista o no será


29 de julio de 2018

La guerra no es entre nosotras, es contra el patriarcado

No eres especial, ni eres la mejor, ni vales más que las demás mujeres, ni las otras son chicas fáciles. El patriarcado te hace creer que las demás son una amenaza para ti, que todas están deseando cazar a tu novio, por eso tú las desprecias y te dices a ti misma que tú vales más, que eres más hermosa, más sexy, mas guapa, más buena, más inteligente y exitosa, para calmar el miedo a perder tu pareja y para intentar subirte la autoestima. 

Pero para sentirte bien no necesitas machacar a las demás, ni sentirte superior a ellas: necesitas sólo saber si eres correspondida y si el otro tiene el mismo nivel de compromiso que tú. Esta estrategia del patriarcado para que compitamos entre nosotras por la atención de un hombre y para que nos sintamos superiores a las demás está basado en el «divide y vencerás», no colabores con el patriarcado. 

Si tu pareja no quiere seguir la relación, o se va con otra, no le eches la culpa a las demás. Las mujeres no son una amenaza, son tus compañeras. La guerra no es entre nosotras, es contra el patriarcado.
 #Sororidad #AmorRomántico #Autoestima #Mujeres #AmorYFeminismo

28 de julio de 2018

Los feminazis son ellos




Los feminazis son en realidad neonazis, nazis y fachos de toda la vida que odian a las mujeres con todo su ser. Odian en especial a las mujeres que luchan por la igualdad, la libertad y los derechos. Los feminazis son generalmente hombres de ideología machista y fascista que viven obsesionados con las mujeres feministas a las que insultan, acosan y amenazan de muerte. 

Algunos feminazis son femicidas, asesinos machistas de mujeres. Los feminazis son antifeministas y violentos, inventaron el término feminazi para que parezca que las violentas somos nosotras. Sin embargo, el feminismo no ha matado nunca a nadie y el machismo mata todos los días. Empecemos a llamar así a todos los fascistas que nos odian, les queda mucho mejor esta etiqueta que a nosotras las feministas.

#EllosSonLosFeminazis#EllosSonLosFemicidas

8 de julio de 2018

Madres que quieren criar


Steve Hanks

El patriarcado nos dice que lo normal es que las mujeres deseemos ser madres, que todas llevamos dentro el instinto maternal. El capitalismo sin embargo nos prohíbe criar a nuestros propios hijos e hijas, y nos obliga a ponerlos en manos de otras mujeres para que volvamos al mercado laboral cuanto antes.

Es un sistema cruel para las madres y para los bebés, mamíferos indefensos e inmaduros que necesitan cuidados y atención constante. Es monstruoso que nos seduzcan y nos presionen para que nos reproduzcamos, y que después de parir no nos dejen maternar ni criar a nuestros bebés en los primeros años de sus vidas, justo cuando más nos necesitan.

Las mamás que eligen el camino de la crianza pagan un precio altísimo: son condenadas a depender de los ingresos de su compañer@ o sus familias, penalizadas o expulsadas del mercado laboral, y condenadas a cuidar solas porque el resto de la tribu familiar tiene que dedicar la mayor parte del día a trabajar fuera de casa.

Es injusto también que las mujeres que cuidan a otros bebés no puedan tampoco criar a los suyos y cobren salarios indecentes. Quedamos todas castigadas: las madres y las cuidadoras. No nos dejan maternar

#Maternidad #Patriarcado #Capitalismo #Bebés #Crianza #Cuidados

2 de julio de 2018

La crueldad en el embarazo, el parto y la infancia


Joe Webb
 

Crueldad en el embarazo y el nacimiento: violencia obstétrica

Somos gente cruel: vivimos en un mundo que ha normalizado y naturalizado la violencia hasta tal punto que no la vemos. Vivimos en un mundo en el que todos ejercemos nuestro poder sobre los demás en la medida en que nos dejan, o en que podemos. Es la ley del más fuerte: el pez grande se come al chico. 

Con los bebés es con quien más nos cebamos a la hora de aplicar nuestra maldad sin ningún tipo de remordimientos. Un ejemplo es cuando después de nacer alguien te pide que dejes al bebé en la cuna. No lo hace porque sea mala persona, sino porque a ella le dieron el mismo consejo transmitido por generaciones y generaciones bajo los más absurdos argumentos: "No le cojas mucho en brazos que se malacostumbra". 

¿Qué tiene de malo que un ser humano se acostumbre a los brazos, a los besos, a los mimos, al calor humano, a las palabras de amor?, ¿hay algo malo en un bebé que necesita cariño y demanda atención?

La cultura de la crueldad consiste en creer que hay que separar al niño y a la madre porque les viene bien a los dos: "así ella descansa, así el niño descansa, así se le pasa el calor, está mejor solito en su cuna". Es lo que siempre se aconseja, por lo tanto ya es una costumbre, por lo tanto no se cuestiona. Es lo normal, lo común, lo natural. 

La crueldad con los bebés empieza desde antes de salir del útero de las madres. Las mujeres embarazadas tenemos que llevar el seguimiento de nuestro embarazo en una estructura patriarcal como la Medicina moderna, que nos trata como a enfermas, que nos toma por ignorantes, que nos somete a pruebas dolorosas e invasivas, que toma decisiones sin consultar sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas, que nos trata mal cuando no nos informan de lo que está pasando, que no nos deja parir en la posición que nos pide el cuerpo en ese momento, que nos medica sin nuestro consentimiento.

Cuando aceleran el parto sin respetar los ritmos de la mamá y el bebé, cuando nos hacen miles de tactos innecesarios, cuando nos gritan de malos modos para que pujemos, cuando nos aplican procedimientos que no hemos autorizado, cuando nos hacen cesáreas innecesarias. Todo se hace por el “protocolo”, y  aunque ya hay muchos países tratando de adaptarse a las nuevas recomendaciones de la OMS sobre el parto respetuoso, lo cierto es que el personal sanitario tiene unos horarios terribles, unos turnos de trabajo inhumanos, y unos salarios indecentes que les hacen víctimas y a la vez agentes de la crueldad del sistema laboral y médico. 

El parto es un momento trascendental en nuestras vidas, pero puede ser una experiencia hermosa o una auténtica tortura. En webs como ElPartoEsNuestro podéis leer historias de violencia hacia las madres en uno de los momentos en los que somos más vulnerables. El maltrato a las parturientas es una práctica común en muchos países del mundo: damos a luz la vida en condiciones de estrés, agotamiento, miedo, angustia, y dolor. Nada más nacer el personal sanitario suele tener mucha prisa para separar a madre e hija, y llevarse al bebé a hacer unas pruebas que podrían hacerse perfectamente estando el bebé sobre el pecho de la madre. Pero no lo hacen porque el primer acto de crueldad cultural es separar al bebé y a la mamá: así les demostramos a ambos quién manda sobre sus cuerpos, sobre su salud, sus afectos y sus vidas. 

Están más que comprobados los beneficios físicos, mentales y emocionales de los partos respetados en lo que no se separa a los bebés de sus madres en sus primeras horas de vida. Cuando ambos están juntos les mejora la presión sanguínea y la respiración, se regula la temperatura corporal, se estabiliza el latido cardiaco, y no hay cuna ni incubadora en el mundo que pueda sustituir a una madre o un padre haciendo el piel con piel con su bebé. Las máquinas no susurran palabras de tranquilidad al oído, no huelen a nada, no proporcionan consuelo frente al miedo, no cantan la canción que los bebés han estado escuchando durante meses en el vientre materno.

Y si la madre se rebela ante la crueldad de la separación, todo el mundo le exige que sea obediente, paciente, y se resigne a las normas obsoletas y crueles del hospital. 

Desde estas primeras horas en adelante, toda la sabiduría popular consiste en machacar a la madre para que no mime demasiado al hijo. Para que sea dura y firme, para que no se deje manipular por el pequeño bicho que quiere tiranizarla. Este es más o menos el argumento para justificar todos los comentarios acerca de lo importante que es la disciplina para un bebé desde los inicios de vida: dejarlos llorar para que ensanchen los pulmones, dejarlos resignarse para que se duerman después de pedir auxilio durante un rato a lágrima viva, dejarlos que se den cuenta de que sus necesidades no son importantes. 

La crueldad ignora la extrema vulnerabilidad de un bebé, que necesita sentirse seguro y protegido todo el tiempo. Su supervivencia depende de nosotros, de la atención que pongamos, de los cuidados que le brindemos, y esto nos hace sentirnos poderosos. En lugar de despertar ternura, en muchos adultos y adultas se despierta una sensación de triunfo: "este ser es mío, depende de mí, yo mando en él". 

Es curioso que cuando un familiar llora en una celebración nadie dice: "dejarle solo que le viene bien para ensanchar pulmones, no le hagáis ni caso". Generalmente nuestro impulso natural es ir a consolar a nuestro ser querido. Pero en los bebés es diferente: se entiende que lloran para molestarte, para interrumpirte, para llamar la atención, para tiranizarte. Entonces se les aplica esta forma sutil de maltrato para que su cerebro entienda que la vida es dura y cruel desde sus primeros segundos de vida hasta los últimos.

Otro de los actos máximos de crueldad consiste en no dejar que las mamás y los papás críen a sus bebés. La sociedad separa a las familias durante más de diez horas al día, y medica a los niños que viven con dolor esa separación forzosa. En algunos países los bebés sólo tienen derecho a estar con sus madres tres meses, en la mayoría los padres no tienen derecho a cuidar a sus hijos e hijas ni un sólo día. 

Es cruel que el mercado laboral nos aleje de nuestros bebés para que los cuiden otras personas a cambio de salarios bajos o muy bajos, y en condiciones poco idóneas por la cantidad de bebés y de niños y niñas que algunas profesionales tienen que cuidar. Deberíamos poder, las mamás que quisiéramos, encargarnos personalmente de la crianza y educación de nuestros bebés junto con nuestros compañeros y nuestra comunidad. Es monstruoso que sólo podamos vernos una, dos o tres horas al día, generalmente con una acumulación de cansancio atroz. No tiene sentido que nos presionen para ser mamás y luego no nos permitan serlo.

 
Crueldad en la infancia

Desde los primeros días de vida se nos fuerza de manera más o menos violenta a tener horarios, a distinguir entre el día y la noche, a comer cuando dice el pediatra, (no cuando tengamos hambre) a dormir cuando dice el pediatra (no cuando estemos cansados). Se escriben miles de libros con consejos para obligar a los niños a dormir toda la noche sin despertarse, para que sean niños-mueble que no den guerra durante el día, para que madruguen, para que corran a cumplir con los horarios del colegio y las extraescolares, para que no griten y no molesten, para que obedezcan en todo y no den problemas. Pero no encontramos la solución: es imposible tratar de conciliar el capitalismo con la infancia. 

Los niños y las niñas tienen otro ritmo, y necesitan mucho amor y mucha libertad de movimientos. Necesitan estar al aire libre, en contacto con la naturaleza, haciendo ejercicio y jugando. Los obligamos a permanecer miles de horas sentados en clase y ir de un lado a otro para cumplir con todas las obligaciones del día: es cruel que sólo puedan estar con su familia dos o tres horas al final del día, cuando todos están cansados y sin ganas de jugar, cuando a los adultos les toca hacer la cena, preparar el baño, recoger la habitación y la cocina. Cuando todo el mundo está de mal humor, vaya, y con prisas para desactivar por fin a los niños.

La cultura de la crueldad se aprende en las escuelas. Aún hay maestros y maestras que creen que la letra con sangre entra. Que para aprender hay que sufrir, hay que pasarlo mal, hay que disciplinarse y soportar estoicamente los gritos, insultos y golpes de los profesores. Ello incluye también los abusos sexuales, no sólo en la escuela, también en la familia: vivimos en una sociedad monstruosa que viola a diario a los niños y a las niñas. Y no es para satisfacer el deseo sexual de los adultos: es para ejercer el poder y el control sobre los seres más débiles y más vulnerables. 

Las niñas son más vulnerables que los niños, pero toda nuestra cultura se vuelca en enseñarnos que las niñas tienen que aguantarse, y que si los niños las pegan es porque les gusta. Sin embargo, cuando un niño se queja de maltrato, se le invita a hacer frente a su agresor y a convertirse en agresor a su vez: “defiéndete y ataca, que sepa que mandas tú y que no puede tratarte mal".  Es decir, a las niñas les hacemos ver que el maltrato es una prueba de amor, y que aguantar el maltrato también es una prueba de amor. Y a los niños, que la violencia es algo normal y que tienen que aprender a ser violentos si no quieren recibir hostias por todos lados, y a diario.

Los niños nos imitan: establecen jerarquías de poder y tratan mal a los que están por debajo de ellos. Utilizan motes para reírse de las singularidades de cada cual (gordo, orejón, cabezón, gafotas, enano, moro, chino, negro, loco, etc.), y reproducen todo el racismo, el clasismo, la homofobia, el machismo, y los odios que aprenden en casa y ven en la tele. En un aula de niños de 9 años, ya hay supremacismo blanco y patriarcado en cantidades industriales: ya hay grupitos de niños alfa haciendo de matones con los más débiles. Toda la crueldad con la que tratan a sus compañeros la han aprendido viendo a los adultos y adultas relacionarse, pero también tiene que ver con sus instintos primarios, y sobre todo, con su necesidad de tener el poder y el control. 

Se supone que en el proceso de socialización tenemos que enseñarlos a ser solidarios, a sentir empatía por los demás, a ser generosos, a compartir sus juguetes, a no acaparar todos los juguetes de los demás niños, a no resolver los conflictos con violencia. Esto debería formar parte de la educación que reciben en casa y en la escuela, pero no hay manera de que los adultos nos den ejemplo cuando somos niños. Si ellos acaparan recursos, y resuelven sus conflictos de poder con violencia, aprendemos a hacer lo mismo que los adultos. 

Creemos que la única manera de pasar de la infancia a la adultez es sufriendo para después hacer sufrir a los demás e inflingirles el mismo dolor que sentimos en la infancia. Así se perpetúa el ciclo de la violencia psicológica, emocional y física; creyendo que es el mejor método para aprender a ser humanos. Por eso castigamos a los niños, les imponemos nuestras normas, les hacemos sentir un estorbo, les mandamos callar, les neutralizamos con drogas, les desconectamos con pantallas para que nos dejen en paz un rato. 

Somos crueles con las niñas y los niños porque no los consideramos ciudadanos de pleno derecho, para nosotros no son sujetos, y no tienen derechos: somos nosotros, los padres y las madres, los que ponemos las normas y aplicamos las sanciones. Somos los presidentes, los legisladores, la policía, y los jueces de nuestra propia casa, así que los niños están completamente indefensos ante los abusos de poder, el sadismo y la violencia de los adultos.

Las estadísticas sobre maltrato infantil, abuso sexual, violaciones, y asesinatos de niños y niñas son atroces en todo el mundo. Los niños pobres y los refugiados son los más vulnerables: mueren huyendo de guerras, pasan toda su vida entre las bombas y llorando a sus muertos, se juegan la vida en el mar, sufren violaciones, secuestros y son esclavizados en redes de traficantes de niños para su explotación sexual o para robarles algún órgano y desaparecerles del mapa. 

Los niños son los que más sufren la violencia patriarcal, el hambre, el miedo, el horror de la guerra, la esclavitud, la soledad, las enfermedades mentales y los trastornos emocionales. Y hasta que no pare la explotación y la violencia en el mundo, no dejaremos de destruir a las nuevas generaciones para que lleguen heridas a la adultez, y reproduzcan la misma violencia que sufrieron. La crueldad que sembramos se vuelve contra nosotros: el dolor se perpetúa durante generaciones, vivimos en un mundo enfermo lleno de gente que necesita mucho amor, mucho cariño, muchas atenciones, mucha ternura. 

Para cambiar el mundo en el que vivimos, tenemos que empezar por la forma en que las mujeres parimos, por nuestros derechos sexuales y reproductivos, por garantizar a todas las madres un parto respetado, por permitir a las madres y a los padres criar a sus bebés. 
Y desaprender toda la cultura de la crueldad para poder aprender a disfrutar de la infancia, de la crianza, de la comunidad afectiva en la que nacemos y vivimos los primeros años de nuestras vidas.

Coral Herrera Gómez