12 de julio de 2020

Los cuernos de las reinas son nuestros cuernos



A Sofía y a Diana las engañaron, pero nos engañaron a todas las demás también. Nos engañan todo el tiempo. Ellos no viven en monogamia. El matrimonio por amor es una estafa. 

No son las únicas: a María Victoria de España, a Paola de Bélgica, a Silvia de Suecia, a Noor de Jordania, a María Isabel de Dinamarca, y a la Reina Isabel II de Inglaterra, también las han engañado. 

Casi todas las princesas y reinas de las casas reales han sufrido infidelidades durante siglos. 

Y nosotras, las plebeyas, también. 

Nos casamos pensando que vamos a ser felices y que el amor verdadero es exclusivo y monógamo. Cuando descubrimos la trampa (la monogamia es solo para nosotras), a menudo es demasiado tarde, porque ya estamos atrapadas en una estructura de dependencia que no nos permite echar a volar. 

Las princesas que sufren por amor tienen dos opciones cuando descubren las infidelidades de sus príncipes: o renunciar al amor y al sexo, quedarse calladas y resignarse como Sofía, o protestar y divorciarse como Diana, que prefirió renunciar a los títulos de la realeza para poder vivir su vida como quería. 

Nosotras tenemos menos opciones aún: ni tenemos títulos, ni tenemos acceso al divorcio porque vamos directas a la precariedad y a la pobreza. 

¿Para qué nos engañan? Para que nos atemos a un hombre, para darle hijos, para que nos quedemos en casa, para que participemos en la estafa colectiva de la familia feliz, y para que aguantemos cuando la descubramos. 

¿Cómo nos engañan? En la infancia nos ofrecen historias de amor con final feliz y nos seducen con las imágenes de bellas plebeyas que salen de la pobreza a través del amor y se convierten en princesas. Para hacer más real el asunto, nos ofrecen bodas reales de mujeres de carne y hueso que salen del mundo laboral, se van a vivir a un palacio, comen perdices y son felices. 

La Monarquía es una institución que sirve para dar ejemplo, para ofrecer modelos de masculinidad y feminidad a los que imitar, para que multipliquemos las familias felices, para que todo siga en orden. Nos retransmiten las bodas reales para hacernos creer que la felicidad está en encontrar a tu media naranja y dedicarte a cuidarle a él y a sus hijos durante el resto de tu vida. Se gastan millonadas en sus bodas, y asistimos a ellas masivamente, encandiladas con el lujo y el derroche de flores, vestidos de alta costura, joyas, coches carísimos, sonrisas perfectas. 




El planeta entero vibra con las miradas de amor que cruzan los novios en el altar, redoblan las campanas de alegría, estallan los aplausos en la calle cuando pasa la comitiva nupcial, las multitudes piden que la pareja recién casada se bese, y nos pasamos semanas consumiendo noticias sobre el fastuoso banquete de bodas y la dulcísima luna de miel, esperando que dentro de nueve meses anuncien la llegada del primer bebé que garantizará la perpetuidad de la Corona. 

Millones de mujeres ven cumplido el sueño de los cuentos de princesas cada vez que se celebra una boda real y ven entrar a la novia por la puerta de la Catedral al son del Aleluya. Son mujeres de carne y hueso elegidas por los herederos de los tronos reales para ser las futuras reinas: unas son nobles o de familias emparentadas con la familia real, y otras son plebeyas, como Kate Middleton, Leticia Ortiz o Megan Markhle. Todas ellas ayudan a soñar a millones de mujeres adictas al amor romántico.  

Después de la luna de miel, vienen los bebés reales, y con ellos, la cascada de infidelidades. La lista de príncipes y reyes infieles de nuestra época es enorme: Alfonso XIII de España, Alberto II de Bélgica, Carlos Gustavo de Suecia, Hussein de Jordania, Federico de Dinamarca, Carlos de Inglaterra, y por supuesto, no podía faltar en esta lista, Juan Carlos I de España. 




A Sofía de Grecia la casaron muy jovencita, y en las fotos se la ve muy ilusionada. En pocos años su matrimonio estaba roto por las infidelidades de Juan Carlos I, que pagaba a sus amantes a cambio de silencio, y acumuló una enorme fortuna aprovechándose de su condición de rey inviolable. Podría haber vivido muy bien con el dinero que los españoles ponen todos los años para mantenerle, a él y su prole, pero era muy generoso con sus amantes, y quería vivir a todo trapo. Mientras se daba la gran vida, condenaba la corrupción en sus charla de Nochebuena de cada año, y advertía que el peso de la justicia debe recaer sobre todos los ciudadanos que no cumplen con la ley. 

La Reina Sofía fue educada para aguantar y para sufrir, para disimular su tristeza o su rabia, para mantener la sonrisa antes las cámaras, para seguir con su papel de esposa fiel y madre entregada, incluso cuando se empezaron a destapar todas las infidelidades de su marido. Eligió ser la mujer patriarcal, sumisa y obediente que sufre en silencio en una época en la que el divorcio estaba prohibido y el matrimonio era un sacramento eterno, ¿tenía otra opción en aquel entonces?. 

Sofía tenía que dar ejemplo a las demás mujeres de España: una mujer de verdad lleva sus cuernos con resignación y con toda la dignidad posible, y no abandona nunca su puesto como esposa oficial. Educó a sus dos hijas para que aguantaran los cuernos igual que ella: al marido solo se le pide discreción.

Lady Di rompió con ese papel de mujer sufrida: es cierto que al principio se presentó ante los medios como una víctima de la infidelidad de Carlos, pero más tarde confesó que ella no renunció al sexo y al amor, y que tuvo varios amantes: un cantante, un chófer. un profesor de equitación, un guardaespaldas... no tuvo mucha suerte en el amor hasta que llegó Dodi Al Fayed, que podría haberle dado hermanos árabes a los herederos del glorioso imperio británico. 
 
El público siempre estuvo de su parte porque ella fue engañada y utilizada para estafar al pueblo británico, y la coronó como la reina del pueblo. Carlos siempre estuvo enamorado de Camila, que estaba casada. Y hoy por fin, ambos han cumplido su sueño y viven juntos y felices, con la bendición de la Reina Isabel II. 

En su momento había que buscarle a Charles una princesa de verdad. Eligieron a Diana porque era una muchacha dulce, educada, tímida, que creía en los cuentos de hadas, pero podrían haberle destrozado la vida a cualquier otra jovencita que cumpliese condiciones similares. 

No sabemos si Carlos se paró a pensar en algún momento si era justo utilizar a Diana, que tenía doce años menos que él, para poder seguir su relación con Camila. Con o sin remordimientos, él y su familia se aprovecharon de su inocencia: mientras Diana creía en el mito del matrimonio por amor, en las casas reales siempre han sabido diferenciar muy bien entre el amor y el matrimonio, el placer y las obligaciones. 




¿Y la Reina Isabel II? Ella es el ejemplo de cómo sostener los cuernos con elegancia y dignidad. Su marido, el duque de Edimburgo, tuvo una "amiga íntima" que era 30 años menor que él, lady Penny Brabourne, que tuvo un sitio privilegiado en el entorno palaciego y en el funeral. De igual manera que Camila viajaba en el séquito de los príncipes de Gales para estar junto a su amado y su esposa, lady Penny también pudo formar parte de la familia real y viajar con el matrimonio sin ningún problema.

Además de esta "amiga fiel", o "amiga entrañable", el marido de la reina tuvo todas las amantes que quiso: Susan Ferguson, Cobina Wright Jr., Alexandra de Kent, Patricia Kluge, Lady Brabourne, Helene Cordet, Lady Romsey... la reina estuvo al tanto de todas sus infidelidades, y gracias a su capacidad para llevar los cuernos, su matrimonio duró 73 años. No sabemos si la Reina también tuvo una vida sexual y amorosa intensa como su marido. 





La monarquía es una institución que sostiene a las principales instituciones de los Estados posmodernos de hoy en día, que son las mismas que en la Edad Media: Ejército, Iglesia, la Banca y la Familia Tradicional. En las bodas reales están todos: el novio viste traje militar de gala, los recién casados pasan por el puente de sables que bendicen su unión, los empresarios y los banqueros lucen sus mejores galas, acuden herederos de todas las casas reales, y las bodas se celebran bajo el rito católico en catedrales imponentes con música sacra, custodiados por el ejército nacional y la cúpula de la jerarquía eclesiástica, todo adornado con flores y trajes de ensueño. 

Estas bodas, y sus consiguientes infidelidades, las pagamos nosotras de nuestro bolsillo, a través de los impuestos. Vean si no cómo ha vivido el esposo de la infanta Cristina de Borbón: imitando a su suegro, viviendo como un Rey, y engañando a su mujer desde que tuvo el primer bebé. Resultado: Cristina pariendo hijos durante años, Iñaki viviendo a todo lujo, follando como loco con cuantas mujeres ha querido, mientras nos hacía creer que era un marido ejemplar, un ciudadano modelo, un padre de familia responsable y honesto: era todo mentira. 

Y a pesar de todo, su propio hijo le justifica: "Son cosas que pasan", y luego declara: "Lo normal es que mis padres se reconcilien", y no, Pablito Urdangarín, lo normal en el siglo XXI es que las mujeres dejen las relaciones en las que sufren maltrato emocional y psicológico. Urdangarín es un maltratador porque ha mentido a su compañera, se ha aprovechado de ella, ha abusado lo que ha querido, ha vivido sin trabajar durante años, y eso se llama violencia: violencia económica, emocional y psicológica. 





La función de las mujeres en la monarquía es, básicamente, ser madres y esposas, mantenerse guapas, sonreír, servir al marido y a la nación, y darle herederos a la corona. Es también la función que tenemos las demás mujeres, según los postulados de la derecha más extrema de la Iglesia Católica. Los hombres son educados para vivir como reyes, mientras las mujeres somos educadas para que nos creamos que algún día seremos la princesa de alguno de esos reyes. 

A ninguna mujer le gusta vivir con cuernos, porque las que perdemos nuestro prestigio con las infidelidades de ellos somos nosotras. Ellos quedan siempre como machos con una gran potencia sexual. Las cornudas en cambio han sido siempre objeto de burla de los demás: en el imaginario colectivo, se cree que una mujer que no es capaz de vigilar, controlar y castigar a su marido, es una fracasada. 

El patriarcado nos hace creer que las culpables de las infidelidades masculinas somos las mujeres, bien porque nos dedicamos a calentar a los maridos de otras, bien porque no cuidamos a nuestros maridos, no les damos lo que desean y por eso se ven "obligados" a irse con otras. La única posibilidad de conservar algo de dignidad para una mujer cornuda es hacer como que no tiene cuernos, y sufrirlos en silencio, igual que se sufren las almorranas. 

Si te rebelas ante las infidelidades de tu marido, tienes que enfrentarte a una sociedad machista que disculpa a los hombres y se burla de las mujeres que quieren ser felices en su matrimonio, y de las mujeres que son engañadas por sus esposos. Una sociedad machista que castiga de manera diferente la infidelidad femenina y la masculina: a ellos les dejan tres días durmiendo en el sofá cuando echan canitas al aire, mientras que a ellas las asesinan cuando son infieles, o cuando quieren separarse. Según la ONU, 87 mil hombres asesinan a sus esposas o ex esposas cada año. 




Volvamos al cuento de hadas, a los trajes de novia, a los ramos de flores, al sonido de los violines. Las princesas tienen que formar familias felices para dar ejemplo a las plebeyas, y para seducirnos a todas con la idea de que la felicidad, el dinero y el poder se pueden conseguir a través del matrimonio. La revista ¡Hola! es un ejemplo del éxito de esta estrategia para que las mujeres crean en el mito del matrimonio por amor: hay millones de adictas a los reportajes de princesas mostrando sus lujosos palacios, sus lindos vestidos, y sus bebés blanquitos y rosados para despertar la admiración y la envidia de las mujeres de carne y hueso, e invitarlas a hacer lo mismo, pero con menos lujos. 

Después de esos reportajes aparecen las mujeres de toreros, futbolistas y grandes empresarios. Son princesas de segunda categoría, pero también se muestran muy felices confinadas en su hogar y dedicadas a su familia. Cuando no están cuidando de la casa, de sus maridos e hijos, ni cuidando su aspecto físico, es decir, en su escaso tiempo libre, se dedican a ejercer la caridad y a hacerse fotos con niños pobres o con enfermos de cáncer, y a acudir a fiestas como jarrón florero al lado de su esposo. Todas tienen criadas y niñeras para poder ir al gimnasio, acudir a desfiles de alta costura,  y tomar el sol en el yate   

Y después estamos nosotras, las de carne y hueso, al final de toda la jerarquía, mujeres que se topan con una realidad muy distinta a la que soñaron viendo las bodas reales por la televisión. 

¿Cómo lleva la Reina Sofía sus cuernos? Nunca ha torcido el gesto en público. A veces tarda un poco en llegar al hospital cuando operan a su marido, pero va. Cuando era joven creyó que no podía liberarse de su papel de esposa abnegada y sufriente, y aceptó su cruz particular. La mujer que sufre ha sido divinizada por la Iglesia, el modelo de la Virgen María nos fue impuesta bajo la dictadura de Franco: las mujeres debían ser monógamas y aguantar, soportar, y vivir con resignación asumiendo la presencia de las amantes de sus esposos. Sofía ha sido el ejemplo a seguir por las demás: una mujer que no protesta, y que tras la amarga decepción, decide disimular y hacer lo que se espera de ella. 

Silencio, aguante, discreción y sacrificio. Por el bien de España.

Juan Carlos quiso divorciarse de Sofía para casarse con Marta, pero le quitaron la idea de la cabeza: España no estaba preparada para los divorcios reales como Inglaterra o Mónaco. Fueron 40 años de dictadura, y la Iglesia nunca le hubiese apoyado. Debía cumplir con sus obligaciones y permanecer casado con Sofia, muy a su pesar. Los reyes tienen muchos privilegios, como tener amantes, pero no pueden enamorarse de ellas, ni casarse con ellas. 




La mayoría de las mujeres van al matrimonio hoy en día como fueron Sofía y Diana, sin saber que el mito de la monogamia es en realidad un mandato que existe sólo para las mujeres: en general, los hombres siempre han podido tener una vida sexual y amorosa diversa, y plena. Y los que más amantes tienen y los que más disfrutan son los hombres que tienen dinero y poder, como es el caso de los reyes. Todos han aparentado ser hombres monógamos y obedientes con el Régimen Heterosexual, ejemplares ciudadanos y excelentes padres de familia que van a misa los domingos, y casi todos han tenido amantes e hijos ilegítimos. En algunos casos la prensa de su país los ha encubierto, como en España, y en otros no.  

Diana también vio muchas películas de princesas, y fue al matrimonio creyendo que el matrimonio era cosa de dos. Después de la boda, Carlos apenas quería tener sexo con ella, pero disfrutaba como un loco con el gran amor de su vida: "Quiero ser un tampón para meterme en tu vagina", le decía a Camila en los tórridos mensajes publicados años después en los principales diarios ingleses. 

La Casa Real Británica utilizó a Diana para construir una familia feliz ficticia, y cuando se destapó toda la estafa romántica, ella logró que la población mundial se pusiese de su parte. 

Al principio aguantó todo tipo de humillaciones: Camila viajó con el matrimonio, sus hijos y su séquito varias veces en vacaciones, y en varios eventos públicos. Camila siempre estuvo ahí, hasta que Lady Di se hartó, decidió romper su imagen angelical y destrozó frente a las cámaras el cuento de hadas que empezó semanas antes de su boda y que duró demasiados años. 

Diana sufrió mucho: tuvo depresión, bulimia y anorexia, crisis nerviosas, e intentos de suicidio, pero Carlos no se compadeció de ella, ni se enamoró de ella. Cuando Diana se rindió, asumió que su matrimonio era de tres, y que la corona británica era una farsa, empezó a vivir mejor y a cuidarse más, y a tener también sus amantes. Se atrevió a romper el silencio, a desvelar el lado oscuro de la monarquía, a denunciar la estafa que había sufrido en las televisiones de todo el mundo. 

Tiempo después, se atrevió a hablar de sus infidelidades, y se justificó dejando claro que rompió la monogamia porque su marido nunca la amó, y nunca estaba en el palacio. Y todas la comprendimos al instante. No era justo que ella quedara condenada a vivir sin sexo, sin amor y sin cariño mientras Carlos El Egoísta vivía como antes de casarse, viendo a su amante y dedicado a sus pasiones. 

Como todos los hombres infieles que lo quieren todo: una esposa fiel y al mismo tiempo un montón de amigas disponibles en su agenda.




Sofía también tuvo a Corinna en palacio y en los viajes oficiales en avión. Era la asesora de su marido, rubia, guapa, joven, y poderosa. Y me imagino la humillación que debió sentir: se tuvo que comer la situación con patatas. 

Hoy Sofía sigue en silencio, viendo desde la distancia cómo su marido se hunde poco a poco. La prensa ya no protege al emérito, el poder judicial le ha retirado la impunidad, y cada día sabemos más detalles del engaño: la imagen de una familia real feliz, tradicional y campechana se ha desmoronado. 

Ni feliz, ni tradicional, ni campechana: hoy la familia real se ha reducido y fragmentado, hoy sabemos que Juan Carlos I utilizó sus privilegios para amasar una ingente fortuna, que nunca quiso tributar en España, que su matrimonio nunca fue feliz, y que todo lo que nos contaron era mentira. No había familia feliz veraneando en el palacio de Marivent, ni yendo a misa, ni besando la mano del Papa. El Rey no respetaba la institución del matrimonio, y tampoco amaba a su país: escondía su dinero en cuentas de Suiza y lo gastaba en mujeres. 

El símbolo de esa gran estafa es la aparición de Corinna luciendo la pulsera que le regaló el Rey de más de tres millones de euros, aunque a quien más nos duele es a todos los españoles que la financiamos pagando nuestros impuestos. Cuando se rompió la cadera matando elefantes en Botsuana, descubrimos la ficción con la que nos engañaron durante años. 

Sólo que Juan Carlos no engañó sólo a Sofía: se rió de toda España.

El Rey nos pidió perdón por la tele y nos dijo que no volvería a ocurrir. 

Como cualquier marido que es descubierto mintiendo y engañando a su compañera: te pido perdón, lo siento mucho, no volverá a ocurrir. 
 
¿Y cómo se ríen los maridos de nosotras? Echad un vistazo a los aparcamientos de los moteles y los burdeles en pueblos y carreteras: están llenos de coches por la mañana, por la tarde, y por la noche. 

¿Por qué aguantamos las mujeres los cuernos al mismo tiempo que obedecemos la ley de la monogamia? Porque no tenemos autonomía económica, ni emocional, ni redes que nos sostengan en un mundo hecho por y para las parejas. 

En las revistas del corazón las princesas que sufren infidelidades, o bien perdonan a sus maridos y les dan una segunda oportunidad, o bien son presentadas como víctimas que están luchando por sanar sus heridas y rehacer sus vidas junto a otro hombre guapo y famoso.

¿En qué se parecen sus cuernos a los nuestros? En que todas hemos sido educadas para creer en el mito de la monogamia y en el mito del matrimonio por amor, no importa a qué clase social pertenezcamos: todas soñamos, en algún momento de nuestras vidas, con el príncipe azul, con el gran amor de nuestras vidas, con el compañero ideal con el que hacer este viaje por el mundo. Y todas tenemos miedo a quedarnos solas y a que nadie nos quiera. 

¿Cuál es la diferencia entre los cuernos de las reinas y los nuestros?  Ellas tienen mucho dinero en su cuenta bancaria, y nosotras no. 

Ahora que sabemos todo lo que hay detrás de las familias unidas y felices que forman las mujeres más envidiadas e imitadas del planeta, me pregunto si volveremos a llorar con la próxima boda real. 

Ahora que sabemos que el matrimonio monógamo de reyes y reinas es una estafa en la que colaboran todas las instituciones, incluidos los medios de comunicación, 

¿cuántas seguirán soñando con casarse con un príncipe que las lleve a un palacio?, ¿cuándo nos daremos cuenta de que no es lo mismo estar encerrada en un palacio que en un piso de 60 metros, y que el divorcio es un lujo que no está al alcance de la mayor parte de las mujeres del planeta?, 

¿cuántas seguirán sin ver que los enlaces reales son asuntos políticos y estrategias de marketing que nada tienen que ver con el amor? 

¿Cuántas mujeres seguirán copiando los modelos del vestido de novia real para su propia boda?, ¿cuántas seguirán creyendo que sus maridos cumplirán con el pacto de monogamia que han firmado al casarse?, ¿cuantas tendrán que seguir sufriendo los cuernos en silencio, cuántas humillaciones estarán dispuestas a soportar? 

Y, cuando al poco tiempo de casarse descubran la trampa, ¿seguirán el ejemplo de la callada Sofía, o se rebelarán y se atreverán a protestar como Diana?, ¿se atreverán también a romper el pacto de la monogamia, o no lo harán por miedo a ser asesinadas?

¿Tomaremos conciencia algún día de la injusticia de la doble moral que permite a los hombres llevar  dobles vidas y regar el mundo de hijos huérfanos de padre? 

¿Entenderemos en algún momento que el amor de las mujeres es un asunto político, y que la gran estafa del matrimonio por amor está basada en la monogamia femenina y la libertad masculina?, ¿nos rebelaremos ante la injusticia y reclamaremos la libertad sexual y amorosa que nos corresponde?, 

¿Y los hombres, seguirán siendo igual de machistas o egoístas, o tomarán conciencia de sus privilegios, y se trabajarán la honestidad y el compañerismo para poder vivir en pareja?, ¿dejarán de obligar a sus parejas a ser fieles, serán capaces de amar y respetar su libertad?

¿Y nosotras, comprenderemos por fin que los cuernos de las princesas y de las reinas, son también nuestros cuernos, que el adulterio forma parte del régimen monogámico, y que la infidelidad masculina no es un problema personal ni de pareja, sino un problema colectivo? 

Coral Herrera Gómez 



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9 de julio de 2020

Hasta que descubrí que el amor es para disfrutar (yo no era feminista)

Ilustración de Laura Astorga Monestel


YO NO ERA FEMINISTA Hasta que descubrí que el amor es para disfrutar 

Una autora y una ilustradora cada semana: ¿Conocéis el proyecto latinoamericano Yo no era feminista? Esta semana toca mi relato, ilustrado por la gran artista costarricense Laura Astorga Monestel, ¡espero que os guste mucho!


Yo sí era feminista, pero aunque tenía toda la teoría en mi cabeza, no sabía cómo aplicarla a mi vida cotidiana. Es decir, yo me pensaba feminista, pero no me sentía feminista porque no lograba llevar la teoría a la práctica: en la escuela no me dieron herramientas para entender por qué anhelaba tanto ser amada por un hombre, por qué me habían hecho creer que el amor romántico tenía que ser el centro de mi vida, ni por qué sufría tanto por amor. 

Me crié con cuentos de princesas que están solas en el mundo, sin hermanas, ni madres, ni abuelas, ni primas, ni vecinas, ni compañeras de estudio o de trabajo. Pero además de películas y dibujos animados, también escuchaba los discursos de las amigas de mi madre hablando de los derechos de las mujeres, la libertad de las mujeres, y la necesidad de derribar el patriarcado para crear una sociedad igualitaria sin jerarquías ni explotación ni violencia. 

Entonces tenía dentro de mí esa necesidad de ser una mujer autónoma y libre, de estudiar y trabajar, de construir mi red de afectos, de llevar el timón de mi barco y navegar por mi vida eligiendo yo el camino y los lugares de destino. Pero a la vez, mis emociones eran profundamente patriarcales y soñaba con tener un compañero que me quisiera y con el que poder fundar una hermosa familia. Soñaba con poder vivir el romance del siglo, con vivir el amor total y absoluto que te hace sentir que no estarás sola nunca más, y ese sueño me hacía creer que al enamorarme y emparejarme, conseguiría una relación de igualdad y compañerismo de manera mágica, pensando que el amor todo lo podía. 

Sufrí mucho por amor, perdí mucho tiempo y energía en el amor, y a veces también, me olvidé de toda la teoría feminista sobre la libertad y la autonomía por amor. Yo estaba en una relación que no lograba soltar del todo, y pasaban los meses y yo no lograba desengancharme. Así que cuando me tocó hacer la tesis doctoral, elegí el amor romántico para intentar entender qué me estaba pasando, y por qué no sólo me pasaba a mí, sino a millones de mujeres en el mundo. Yo leía, escribía y me iba con mi perra al campo a pensar y a darle vueltas, fueron unos años muy felices en los que investigué mucho, y hablé mucho con mi gente. 

Y un día lo ví muy claro, mirando el atardecer: las mujeres tenemos derecho a vivir una buena vida, a disfrutar del sexo y del amor, a sentirnos libres, a buscar el placer y a ser nosotras mismas en todas nuestras relaciones sentimentales y afectivas. Esta idea en su momento fue revolucionaria para el feminismo, y en ese momento pasó del mundo de las ideas a explotar en mi corazón. 

Lo vi muy claro, si: yo no he nacido para sufrir, ninguna mujer ha nacido para sufrir. El amor no puede ser un arma de control social y destrucción de las mujeres, sino una experiencia de gozo, crecimiento y liberación, me dije. El amor es una construcción, y todo lo que se construye, se puede deconstruir y re-inventar. 

Pensé que sería maravilloso poder aplicar el feminismo al amor para liberarlo del machismo y el patriarcado, y de paso, liberarnos todas las mujeres del mundo, porque es a través del amor como la cultura patriarcal se perpetúa con mitos, estereotipos, mandatos, modelos, héroes y heroínas. 

En aquellos momentos empezaba a desarrollarse Internet, y yo lo que quería era colectivizar el debate en las redes, y sacar el amor romántico a la luz para debatir sobre el tema. Lo que había leído es que las feministas de los años 70 llegaron a la conclusión de que el amor romántico era una cárcel para nosotras y que como a muchas nos llevaba a la muerte o a una vida de esclavitud voluntaria, lo mejor era renunciar al matrimonio y así no tener que vivir de rodillas mendigando el amor de un hombre. 

Pero yo pensaba, bueno, no tenemos por qué renunciar al amor. Vamos a hacerlo feminista, vamos a transformarlo a nuestro gusto, vamos a convertirlo en una experiencia maravillosa que nos permita realmente acabar con la desigualdad entre hombres y mujeres. Y lo mismo para lesbianas y gays, gente monógama o poliamorosa: había que liberar el amor a la vez que reivindicamos el derecho al placer de las mujeres, y había que hacerlo desde los cuidados, la empatía, la solidaridad y el deseo de cambiar el mundo para construir una sociedad más pacífica, libre de violencia y dominación, una sociedad más justa, igualitaria y amorosa. 

Desde entonces, he trabajado para ayudar a muchas mujeres a construir sus propias herramientas que les permitan acabar las relaciones en las que no se sienten cuidadas ni queridas, para desengancharse de una de las drogas más potentes del mundo, para distinguir cuando están en una relación de dominación y sumisión, para dejar a sus parejas cuando no se sientan felices o cuando no se sientan bien tratadas. 

Después de cuatro años trabajando juntas en el Laboratorio del Amor, una red de mujeres internacional que es también un grupo de estudio, no hemos descubierto la fórmula ideal para disfrutar del sexo, del amor y de la vida, porque esa fórmula no existe. Cada cual tenemos que trabajar los patriarcados que nos habitan, tomar conciencia de lo que necesitamos, deseamos y queremos para estar bien y para ser felices, ponernos a  desmitificar el amor romántico, y construir otros modelos de relación en los que podamos ser nosotras mismas. 

Las semillas que hemos ido sembrando en estos años van dando sus frutos: ahora hemos aprendido a aceptarnos, a querernos y a cuidarnos a nosotras mismas, ya sabemos decir que no, ya sabemos, al menos, lo que no queremos, y tenemos más herramientas para entender lo que nos pasa, y por qué nos pasa. Ahora sabemos que lo personal es político, que hay otras formas de quererse, y que se puede sufrir menos, y disfrutar más del amor, y por eso creemos que hay que seguir trabajando mucho para poder llevar la teoría a la práctica, y para poder vivir una buena vida, que es muy corta, y sólo tenemos una. 


Coral Herrera Gómez. 

Post publicado en el libro colectivo: Yo no era feminista 

7 de julio de 2020

¿Cómo aprendemos a amar las mujeres y los hombres?



A las mujeres nos educan de manera diferente a los hombres en todo lo que tiene que ver con el sexo y el amor. Entender estas diferencias puede ayudarnos a comprender cómo hemos aprendido a amar, y por qué es tan complicado quererse bien y disfrutar del amor. Entender cómo aprendemos a amar nos puede ayudar también a desaprender todo lo que hemos aprendido, a liberarnos de los patriarcados que nos habitan, a dejar de sufrir por amor, y a cuidarnos mucho mejor para poder disfrutar más de nuestras relaciones.

2 de julio de 2020

Cómo disfrutar del Amor, ya en librerías



Si quieres leer el prólogo, entra aquí


Si vives en España, puedes comprar el libro en 163 librerías de España,
 o en la web oficial del libro, megustaleer.com 


Si vives en México, Colombia, Argentina, Chile, Perú, Estados Unidos u otros, 
puedes entrar en buscalibre.com y te lo envían a casa.

Podéis adquirirlo en papel y en ebook,

Espero que os sea muy útil, que os guste mucho, y que lo disfrutéis ;) 

Coral Herrera 


30 de junio de 2020

¿Cuándo hay que dejar una relación?




Todas las historias de amor se acaban, pero nos cuesta mucho ponerles punto y final. Hay parejas que tardan meses, otras tardan años, y algunas no se atreven a separarse nunca, aunque saben que estarían mejor cada uno por su lado. 

Lo mejor para sufrir lo menos posible es terminar la historia en el momento justo, antes de empezar a sufrir o a hacer sufrir a la otra persona. Es muy difícil separarse, pero cuando no hay amor, no hay respeto, no hay igualdad, no hay cuidados, ni sinceridad, ni compromiso, es mejor separarse que seguir. 

No importa si lleváis dos semanas. dos meses o veinte años juntos: las relaciones en las que no se puede disfrutar del amor, es mejor terminarlas. Estar enamorada no es una excusa: millones de personas en el mundo se separan estando enamoradas. Lo importante no es la historia de amor que quieres vivir, sino tu bienestar y tu felicidad. Lo importante es ahorrarte sufrimiento, especialmente en las relaciones en las que no hay reciprocidad: los amores no correspondidos son los más dolorosos. 

¿Y cómo identificar cuando es el momento justo?, ¿cómo saber si ha llegado ese momento en el que ya el amor no da más de sí?  Ese momento te lo dice tu cuerpo y tu corazón: cuando te das cuenta de que no te estás divirtiendo, cuando no estás disfrutando, y cuando no te sientes cuidada. Además de las señales que los actos y el cuerpo de la otra persona nos lanzan, también están las señales que emite nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón: hay que aprender a escucharse a una misma y a tenerse en cuenta, y una de las principales demostraciones de amor hacia nosotras mismas es no estar en relaciones en las que sufrimos. 

Aquí algunos tips para saber cuándo ha llegado el momento de poner punto final a tu historia de amor. 

- Cuando lloras: esta es una de las principales señales de que algo no va bien. Si lo pasas mal, si sufres, si sientes angustia o ansiedad, si sientes miedo o te sientes decepcionada, si sientes dolor o rabia, si te enfadas todo el tiempo o te sientes muy triste, es porque la relación no está funcionando. Es la primera y más importante señal de alerta: es tu cuerpo el que te dice que lo estás pasando mal, y eres tú la que tienes que cuidarte a ti misma y responsabilizarte de tu felicidad. 


- Cuando estáis empezando y tenéis ideas completamente diferentes sobre lo que es el amor, la pareja, el compromiso emocional, y además tenéis ritmos diferentes a la hora de profundizar en la relación. Cuando cada cual tiene deseos y metas que no son compatibles: ni tú puedes obligar a tu pareja a que lleve tu ritmo, ni te pueden obligar a aceptar el ritmo de la otra persona. Las mujeres tendemos a adaptarnos a lo que hay, a lo que nos ofrecen, pero resignarnos nos genera un dolor y un rencor que no nos hace bien. 


- Cuando todo es muy difìcil y tu pareja te pone muchos muros y obstáculos: cuando tu pareja no quiere tener pareja, cuando sufre mutilación emocional, cuando te imponen una frecuencia y unos horarios sin preguntarte qué es lo que te apetece a ti. Cuando te ponen a una persona en medio de la relación, cuando te intentan mantener a distancia, cuando no te sientes libre para comunicarte cuando quieras, cuando sientes que no puedes actuar con espontaneidad, entonces hay que plantearse si merece la pena estar con alguien que tiene tantos problemas para disfrutar del amor. 


- Cuando tu pareja invisibiliza tu existencia o niega la existencia de la relación: "sólo somos amigos", "nosotros no tenemos nada", "tú no eres nadie en mi vida", "no le voy a hablar de ti a nadie", "no quiero que nos vean en público", "lo nuestro es sólo sexo", "lo nuestro es sólo un rollo"... este tipo de gente sigue diciendo lo mismo cuatro años después, así que generalmente si te niegan o invisibilizan es porque no te quieren. Y es muy doloroso estar con alguien que siente vergüenza de ti, o te pide que te quedes en un armario esperando, sin hacer ruido para que los demás no se enteren de tu existencia. 


- Cuando sientes que no hay un equilibrio en la relación, que uno de los dos está dando mucho más de sí que el otro, que uno de los dos está sosteniendo la relación con amor y cuidados, y la otra persona sólo se deja querer y cuidar. Cuando no hay equilibrio en el reparto de tareas, ni en las ganas, ni en la intensidad, ni en la economía... la persona que está poniendo más energías y recursos es la que peor lo pasa. Hay que dejar entonces la pareja, seas tú la que no logra dar lo mejor de ti, o sea la otra persona la que no llega: las relaciones sin equilibrio son generalmente muy difíciles, y sólo funcionan cuando uno de los miembros cede, acepta, se resigna, y se somete a lo que la otra persona ofrece. 


- Cuando las cosas van mal y tu pareja no quiere hacer autocrítica, cuando se limita a culparte de todo lo que ocurre sin reconocer su parte de responsabilidad, hay que salir corriendo. Jamás se van a arreglar los problemas si todo el peso de la relación recae sobre ti, si la otra persona no sabe pedir disculpas, si la otra persona no se trabaja su parte para que la relación vaya a mejor. La pareja siempre está en construcción, y siempre es cosa de dos: ambos tenéis que alimentar y cuidar la relación, y trabajaros lo que tengáis que trabajar para mejorar la convivencia y ser mejores personas.  


- Cuando eres tú la que notas que ya no quieres estar en pareja porque se te acabó el amor o porque te has enamorado de otra persona, tienes que ser honesta contigo misma, y con tu pareja, y hacer todo lo que esté en tu mano para evitar que sufra por ti. Cuanto antes actúes, mejor: es preferible pasar el dolor de una ruptura a estar en pareja sin sentirse querida. 


- Cuando tu pareja no se porta bien contigo, cuando no te trata bien: te da plantones, te hace feos, no te responde a los mensajes ni a las llamadas, se niega a ponerse condón, desaparece durante días y regresa sin dar explicaciones, se pone violento cuando se enfada o se estresa, te vigila para controlarte... Cuando trata de meter en la relación a otra mujer (una ex, una amiga nueva), cuando coarta tu libertad, trata de aislarte de tu gente, te critica constantemente, te humilla, se burla de ti en público, habla de ti despreciativamente, emite órdenes y se enfada si desobedeces, te chantajea emocionalmente, te amenaza, te ridiculiza, se avergüenza de ti, o te castiga con su indiferencia. Cuando tu pareja trata de ponerte celosa para que estés más insegura y te hagas más dependiente, e incluso, cuando tu pareja disfruta viéndote sufrir porque se siente poderoso, entonces lo mejor es dejar la relación. 


- Cuando tu pareja te dice que te ama pero no te sientes amada, tienes que escuchar primero lo que te dice tu corazón, confiar en ti y en lo que estás sintiendo. Cuando tu pareja dice una cosa, y hace otra, cuando no hay coherencia entre el discurso y su comportamiento, es importante que te pongas de tu parte, y entiendas que es peligroso quedarte en una relación en la que las palabras no dicen lo mismo que los actos de la otra persona.No importan los motivos por los cuales alguien está contigo aunque no te quiera: lo importante es que no te quedes ahí si no te sientes correspondida. 


- Cuando uno de los dos (o los dos) traspasa la línea roja del respeto, lo más probable es que no haya forma de garantizar que no va a volver a ocurrir. Cuando hay agresiones verbales o físicas hay que separarse y ponerse a trabajar en terapia para no volver a repetirlo con futuras parejas, para entender cómo llegaste a ese punto o cómo llegó la otra persona, y para que en el futuro el respeto mutuo sea siempre el centro de tus relaciones. 


- Cuando sientes que algo se te quiebra dentro, o cuando algo se rompe: la confianza, la comunicación, la complicidad... a veces es posible continuar cuando ha habido una infidelidad, pero si se rompe la confianza, cuando te juntas a alguien que te miente varias veces y que te engaña constantemente, la relación puede convertirse en un auténtico infierno. 


- Cuando a tu gente no le gusta tu pareja, y no le gusta cómo te trata, ni cómo les trata a ellos: esta es una de las claves más importantes. La gente que te quiere bien, quiere que seas feliz, y si ellos no se sienten bien en el mismo espacio que tu pareja, es por algo. Hay gente que no te lo dice abiertamente y sencillamente intenta verte a ti a solas para no tener que ver a tu pareja, o evita quedar contigo. Hay gente que sí te lo dice, y es importante que escuches los motivos por los cuales creen que no es una buena pareja para ti. Normalmente tú te autoengañas pensando que ellos no saben lo maravilloso que es tu chico, pero cuando lo dejas, te das cuenta de por qué a tu gente no le gustaba tu pareja. Así que escucha a los seres que te quieren y desean lo mejor para ti: pueden ahorrarte muchos meses y años de sufrimiento.  


- Cuando estás soñando con un milagro romántico para que cambie tu pareja o cambie tu relación, es porque algo no va bien: las mujeres nos pasamos la vida soñando con transformaciones mágicas, pero no nacimos para resignarnos, ni para esperar: la vida es sólo una, es muy corta, y no podemos desperdiciar nuestro tiempo en esperar cambios que normalmente sólo se dan en las películas románticas, pero no en la realidad. El único cambio posible es el que haces tú tomando decisiones y actuando para cuidarte y para intentar tener una vida mejor. 


- Cuando no hay condiciones para quererse, cuando hay algo que os separa o que os impide disfrutar del amor: tu pareja te confiesa que está casada, o de pronto se enamora de otra persona, o decide irse a otro continente a desarrollar su profesión o a vivir su sueño. Cuando tu pareja tiene  problemas que a ti te afectan, tienes que plantearte dejar la relación. Y también si tu pareja entra en una secta, o cae en una depresión y no quiere ni verte, o cae en una adicción que le va a llevar a la muerte. También puede ocurrir que tu pareja decida cambiar de vida radicalmente, o que seas tú la que necesite un cambio radical ... hay parejas que se quieren mucho pero no pueden estar juntas porque no hay condiciones o no hay compatibilidad, o porque ambas evolucionan en dirección contraria, o porque vienen cambios muy fuertes que impiden que la relación sea posible...siempre es mejor liberarse y liberar a la otra persona. 


- Cuando notas que tu pareja está aburrida de ti y sabes que está contigo por estar, cuando su apatía y su desgana te hacen daño, cuando su indiferencia te socava la autoestima, cuando te sientes utilizada, o cuando notas que el amor ya no da más de sí, no esperes a ver si florece solo como por arte de magia. 


- Cuando la relación está estancada, cuando te sientes atrapada: hay relaciones que no van para delante ni para atrás, y hay relaciones en las que uno de los dos miembros pierde su libertad porque uno impone unas condiciones carcelarias y le pide a la otra persona que se sacrifique y renuncie a sus proyectos, a sus sueños, a su vida social, a su red de afectos. 


- Cuando haya incompatibilidad en el tema de la crianza: si tú no quieres tener hijos o hijas, pero tú pareja sí, o al revés, ten muy claro que no le puedes imponer a nadie tus deseos y necesidades, pero que tampoco puedes ceder porque es muy duro no poder tener hijos cuando los quieres, y es una tortura tener hijos cuando no los deseabas. Sólo es posible fundar una familia con hijos cuando las dos personas están con muchas ganas y se comprometen con todo su corazón: la crianza es muy dura y hay que formar un buen equipo para sacar adelante a los niños/niñas. 


- Cuando sientes un malestar y no sabes ponerle nombre ni hablar de ello. No llega a ser dolor, es más bien una sensación de que algo no va bien, algo no te cuadra o no te encaja, pero no puedes explicarlo bien. A veces tiene que ver con el miedo a estar sufriendo una estafa. Por ejemplo, si empiezas una relación fantástica y crees que has encontrado un compañero, pero sospechas que tiene otras relaciones y que te está mintiendo. O cuando un día te ves cargando con problemas que no son tuyos, o te ves en un hogar estilo monarquía en el que la otra persona se comporta como un rey y a ti te ha tocado el papel de sirvienta. Cuando tú sola asumes la carga doméstica y de cuidados es porque algo no está funcionando bien: hay alguien abusando de ti, de tu energía y de tu tiempo para vivir mejor. Piensa que no sólo te pasa a ti, que no es un problema personal sino colectivo: son muchas las mujeres que viven como criadas de sus maridos, y tardan años en identificar a ese malestar que no tiene nombre del que hablaba Betty Friedan en su libro "La mística de la feminidad"


- Cuando hay más peleas y broncas que momentos buenos, cuando hay demasiado rencor acumulado por el paso del tiempo, y cuando notas que al sentaros a hablar sólo emitís reproches y más reproches. Hay que ponerse a pensar si merece la pena vivir siempre enfadados, y si no estaréis mejor separados. Si lo que quieres es vivir tranquila y estar bien, entonces no lo dudes: estar en pareja peleando constantemente es un infierno, y nos amarga la vida por completo. No pierdas tus energías en luchar contra tu pareja, ni en intentar cambiarla, ni en intentar dominarla: si no funciona la relación, si no os lleváis bien, lo mejor es terminarla con amor, a ser posible sin empezar una guerra. 


- Cuando estás cediendo todo el tiempo para no crear conflicto, cuando eres tú la comprensiva y la paciente, cuando estás renunciando a tus pasiones o a tus sueños, cuando estás siempre en una posición sumisa y complaciente por el miedo que tienes a quedarte sin pareja, cuando eres tú la que tira del carro todo el tiempo, hay que plantearse si merece la pena estar en una relación en la que tú no eres tú, y en la que siempre sale beneficiada la otra persona. 


- Cuando hay gente que se mete en tu relación para hacerte daño a ti o a tu pareja, hay que saber romper la relación cuando tu pareja no te cuida o no te protege por inacción u omisión, o directamente se pone del lado de la otra persona. 


- Cuando notas que tu pareja está haciendo verdaderos esfuerzos para que dejes tú la relación. Hay gente que cuando ya no te quiere empieza a portarse mal, muchos están pidiendo a gritos que le dejes: hazlo. No lo dudes ni un segundo: si te lo hace pasar mal es porque está deseando liberarse pero es demasiado cobarde como para decirtelo. 


- Cuando estás harta de aguantar, cuando sientes que ya no puedes más, cuando te sientas apática y desganada, cuando te das cuenta por fin de que no hay nada que hacer que no hayas intentado ya para salvar la relación, cuando sientas que te apetece volar, cuando te atrevas a imaginar la vida sin tu pareja, cuando te ves a ti misma feliz en un futuro sin tu pareja. 


Coral Herrera Gómez 









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23 de junio de 2020

¿Por qué hay hombres que disfrutan haciendo sufrir por amor?



Hay hombres que disfrutan haciendo sufrir a las mujeres: ¿quiénes son, qué les pasa, y por qué disfrutan con el sufrimiento?, ¿para qué lo utilizan, cómo se benefician?, ¿cómo detectarlos, cómo hacer para que no nos hagan daño?, ¿cómo cuidarnos a nosotras mismas, cómo salir de ahí en cuanto comiencen con sus estrategias de guerra para someternos? 

Hay que rebelarse políticamente ante estas estructuras de dominación y sumisión, porque es a través del amor como los hombres se benefician de nuestra adicción, de nuestra dependencia emocional y nuestra vulnerabilidad ante el mito romántico. Hay que ahorrarse todo el sufrimiento posible, cuidarse mucho, y aprender a identificarlos para evitarlos. 

En el sexto episodio de "Disfrutar del Amor" podrás escucharme hablar sobre los hombres que hacen sufrir a las mujeres, dura 30 minutos y te lo puedes descargar en tu teléfono o compu, está en Ivoox y en Spotify:


14 de junio de 2020

Duelos y rupturas: cómo sufrir menos


Duelos y rupturas: cómo sufrir menos. Ya podéis escuchar el quinto episodio de mi programa "Disfrutar del Amor", en Ivoox y Spotify. Espero que os sea muy útil para superar vuestros procesos de separación, para trabajar los duelos desde el feminismo, para evitar la guerra, para cuidaros mucho y ahorraros todo el sufrimiento posible, y para empezar una nueva etapa de vuestras vidas con energía e ilusión. #Duelos #Separaciones #autocuidado #Cuidados #Amor #Otraaformasdesepararsesonposibles


 

6 de junio de 2020

El amor ni se exige, ni se mendiga: autonomía emocional




El amor ni se exige, ni se mendiga: herramientas para trabajar la autonomía emocional. Mi nuevo podcast acaba de salir del horno, aquí lo tenéis calentito, en Spotify y en Ivoox.

No nacemos dependientes, nos hacen dependientes, inseguras, miedosas, celosas, acomplejadas, y nos mantienen aisladas unas de otras para que creamos que necesitamos ser amadas por nuestra media naranja. Para poder ser libres y para poder disfrutar de la vida, necesitamos trabajar nuestra autonomía emocional, en este post os hablo de algunas claves para fabricar tus propias herramientas:




3 de junio de 2020

Millones de gracias



Gracias a toda la gente que lee, comenta, difunde mis textos, 
gracias a la gente que recomienda mi blog y comparte mis libros, 
gracias por asistir a mis charlas y talleres, 
gracias a las editoras que confían en mí, 
gracias a las compañeras del Labo por cuidarlo tanto para que sea un espacio seguro y sororario, 
gracias a todas por el apoyo económico que me brindáis contratando mis cursos y conferencias, comprando mis libros, apoyando mis proyectos, o aportando en el Laboratorio del Amor. 

Gracias por cuidarme tanto: sin vuestro apoyo no habría podido llegar a tanta gente, sois todas vosotras las que me estáis dando a conocer en vuestros países, en vuestros barrios, en vuestras colectivas y organizaciones. Este es mi ratito de agradecimiento y toma de conciencia de hoy. 

Millones de gracias a todas, compañeras de las redes sociales


31 de mayo de 2020

Cómo trabajar el ego para aprender a amar


Aquí el tercer capítulo de mi programa de podcasts "Disfrutar del amor". Espero que os guste y os sea útil. 

29 de mayo de 2020

¿Y si el gran amor de mi vida no llega nunca?







¿Y si no llega nunca el amor de mi vida? 

Aquí tenéis el segundo capítulo de mi programa "Disfrutar del Amor", estoy impresionada y super agradecida porque el primero lo escucharon más de 1.700 personas en sólo dos días, ¡me da mucha fuerza y energía para seguir! Podéis si queréis proponerme temas que os gustaría escuchar, aquí en comentarios, ¡muchas gracias y que lo disfrutéis!

27 de mayo de 2020

Yonkis del Amor: vamos a liberarnos de la adicción






Las yonkis del amor no nacemos, nos hacemos. La adicción al amor romántico nos hace sufrir mucho, daña nuestra salud mental y emocional, y en los peores momentos nos quita nuestra dignidad, y nuestra libertad. La buena noticia es que podemos desengancharnos: se puede salir de esta droga como de cualquier otra, no estamos condenadas a ser adictas ni a sufrir por amor. Vente y te cuento en mi podcast:

#AutoCuidado #Liberación #DisfrutarDelAmor



20 de mayo de 2020

El amor después de los 40



¿Las mujeres sufrimos más o disfrutamos más del amor a medida que envejecemos? ¿La edad nos hace más libres o nos condena a resignarnos en relaciones en las que no somos felices? ¿Somos más selectivas o somos más dependientes?

Para trabajar en este artículo abrí un hilo en Facebook. Pregunté a las mujeres que me siguen si a partir de los 40 eran más selectivas al emparejarse y si creían que estaban disfrutando más del amor a medida que cumplían años.

Casi todas afirmaron que sí, que ahora eran más selectivas. La edad ayuda, pero lo que más ayuda es el feminismo. Muchas de nosotras nos hemos pasado la infancia y la adolescencia consumiendo romanticismo patriarcal con frenesí. Luego hemos vivido el amor romántico y hemos visto que no era lo que nos habían vendido. Después, hemos tenido que trabajarnos individual y colectivamente para liberarnos de todos los mitos que heredamos de nuestra cultura, a través de los cuentos y de las películas.

En todas las generaciones, las mujeres recibimos instrucciones para saber cómo debe ser una niña, cómo debe ser una mujer y cómo se relacionan las mujeres entre ellas y con los hombres. Y después, cuando ya somos mujeres y ya hemos visto dónde está la trampa, tenemos que liberarnos de esos mandatos de género que no nos dejan ser nosotras mismas, ni amar en libertad.

El trabajo para liberarse de los patriarcados que nos habitan es muy duro porque supone ir a contracorriente todo el tiempo. Las películas, novelas, series de televisión, canciones, videoclips, anuncios… están impregnados de mitos románticos y de mandatos de género. Casi todos los productos culturales y mediáticos nos lanzan los mismos mensajes: sin un hombre no eres nada; para estar bella hay que sufrir; para encontrar el amor y ser amada hay que sufrir más; las mujeres son tus rivales en el amor; si no te quiere nadie eres un fracaso; los hombres son así y hay que aguantarlos; tu papel como mujer es cuidar a los demás; si te cuidas a ti misma eres una egoísta; si no te sometes a tu rol no te va a querer nadie; si no tienes hijos no estás completa; ser femenina es ser una mujer complaciente; para amar hay que renunciar a tu libertad y a tus sueños.

Desengancharse de la droga del amor romántico es una de las cosas más difíciles del mundo porque es una de las drogas más placenteras y peligrosas que ha inventado el patriarcado para someter a millones de mujeres. A diario nos la muestran en las pantallas, pero siempre mitificada e idealizada para que creamos que no nos hace daño y que podemos drogarnos todo lo que queramos.


En realidad, lo que nos engancha no es el amor en sí, sino las promesas que conlleva: plenitud, felicidad, autorrealización, abundancia, armonía, protección, cuidados ilimitados e incondicionales.

Nos hacen creer que el amor es como un manantial de agua que brota mágicamente y no se agota jamás. Llega mágicamente y lo único que tenemos que hacer nosotras es mantenernos bellas y saber esperar. Y, sin embargo, en realidad, el amor se construye día a día. Además, vivimos en un mundo en el que no resulta nada fácil quererse y cuidarse. Para estar en pareja hay que trabajarse mucho por dentro (nuestros egoísmos, manías, defectos, miserias) y trabajar juntos la comunicación, la honestidad, la generosidad, la empatía, la solidaridad.

En una sociedad patriarcal es casi imposible construir relaciones sanas, igualitarias, libres de dependencia, desinteresadas y basadas en el disfrute. Si las mujeres lesbianas lo tienen difícil, las mujeres heterosexuales aún más: los hombres son educados para vivir como reyes gracias al amor, las atenciones y los cuidados de las mujeres.

Antes las mujeres no podían divorciarse porque era ilegal. Aún hoy son muchas las que no pueden hacerlo por miedo a ser asesinadas o porque no tienen autonomía económica. Sin embargo, cada vez hay más divorcios porque gracias al feminismo estamos rompiendo con el mandato de que el amor debe ser para siempre, estamos rompiendo con la condena social que se cierne sobre las mujeres que quieren separarse, estamos aprendiendo a valorar nuestra libertad, a elegir con quién queremos estar, cuánto tiempo queremos estar y cuándo queremos seguir nuestro camino. Solas o acompañadas por otras personas.

Las experiencias en el ámbito de la pareja nos van haciendo cada vez más sabias. En todas las relaciones adquirimos aprendizajes que nos sirven para las siguientes relaciones. Nos vamos conociendo mejor a nosotras mismas y vamos tomando conciencia, poco a poco, de que el amor no sólo está en la pareja sino en todas las relaciones que tenemos con la gente a la que queremos.

Una de las cosas que la edad te va quitando es el gusto por el drama y el placer masoquista del sufrimiento romántico. Cuando nos hacemos adultas nos toca insertarnos en un ritmo productivo que apenas nos deja tiempo para perder las horas soñando con un príncipe azul que nos salve de la precariedad o la pobreza. La edad nos permite también relativizarlo todo y distinguir lo que es importante de lo que no lo es. Por ejemplo, empezamos a darle más prioridad al dinero y a la salud que al amor. Hay que pagar facturas y sin salud no hay ni amor, ni ingresos.

De fondo está siempre ese paraíso romántico con el que soñamos, pero pierde importancia en nuestras vidas porque el día a día consiste en resolver y tachar pendientes en casa, en el trabajo, en la familia. Eso nos obliga a estar con los pies en la tierra, a ser prácticas.

Y en ese proceso, la pareja en general y los hombres en particular van pasando a un segundo plano. De manera que aunque estemos deseando vivir una hermosa historia de amor, ya no estamos dispuestas a asumir los enormes costes, ni a sacrificarnos, ni a desmontar nuestra vida entera por tener una pareja. No es a cualquier precio, y sí, nos volvemos más selectivas porque con el tiempo aprendemos a preguntarnos a nosotras mismas qué es lo que queremos, deseamos o necesitamos para estar bien.

Y muchas lo que queremos es estar bien, disfrutar del sexo y del amor cuando se puede, y no centrar nuestra vida entera en la pareja o en la búsqueda de pareja. Ya nos hemos desengañado varias veces y las expectativas van menguando porque la edad nos hace más realistas y más prácticas. Es decir, no caemos en la trampa del amor romántico tan fácilmente porque ya hemos comprobado que es un mito. Y porque aprendemos a valorar nuestras redes amorosas, nuestra tranquilidad, nuestro bienestar y nuestra salud física, mental y emocional por encima de todo.

Cuando llegan las primeras arrugas, las canas, los descolgamientos, los kilos de más, muchas mujeres empezamos un combate contra los estragos del tiempo que siempre vamos a perder porque la ley de la gravedad es la que es. Unas combaten durante años, y otras no, pero en algún momento las mujeres nos miramos al espejo y nos damos cuenta de que nos preocupa más nuestra salud que nuestro aspecto físico.

Y mientras, nos quedamos fuera del mercado del sexo y del amor. Simplemente, los hombres de nuestra edad van buscando mujeres más jóvenes, más delgadas, más guapas. Aunque también existen hombres jóvenes que se sienten muy atraídos por las mujeres mayores.

Creo que con el tiempo las mujeres dejamos de batallar. Vamos aceptando nuestros cambios y somos menos esclavas de la tiranía de la belleza porque prestamos menos atención a los hombres. Los necesitamos menos porque tenemos más autoestima, confianza y seguridad en nosotras mismas. Y porque siempre hay mujeres más jóvenes y bellas que nosotras así que poco importa lo que una haga para ser atractiva: nos duele perder juventud y lozanía, pero a los 40 ya estamos dándonos cuenta de que lo que nos pone guapas de verdad es la alegría.

La alegría de vivir, la alegría de ser mujer, la alegría de resistir en un mundo tan duro y tan violento como el que vivimos. Esa alegría nos empodera, y en la medida en que nos empoderamos, las mujeres vamos ganando en independencia, asertividad y libertad. Creo que somos cada vez más las mujeres que no estamos dispuestas a vivir sufriendo como adolescentes enamoradas y sin autoestima que viven en la cárcel de sus propios sentimientos.

Cuesta aceptar que no es fácil encontrar a un hombre que trabaje los patriarcados como tú, que quiera disfrutar del sexo y del amor, que no esté mutilado emocionalmente, que tenga sensibilidad y tenga ganas de construir una relación igualitaria. Así dicho, realmente suena a utopía. Por eso, en la medida en que asumimos que no es fácil encontrarse con un hombre así, podemos ir renunciando a este sueño d encontrar un compañero con el nivel suficiente como para romper con la tradición patriarcal y aprender a cuidar a los demás. Entonces tarde o temprano nos damos cuenta de que cuanto más realistas somos, mejor nos va.

Aprendemos a vivir solas o en buenas compañías. Dejamos de poner a la pareja en el centro de nuestras conversaciones y de nuestras vidas. Todo esto nos hace más libres y autónomas: si nos juntamos a alguien no es para pasarlo mal y para repetir errores del pasado. Es para disfrutar.

Y una llega a este punto cuando las semillas van dando sus frutos: es una mezcla entre las experiencias vividas, los aprendizajes adquiridos, los conocimientos que vamos sembrando y la lucha feminista, que reivindica el placer y los cuidados para todas. El feminismo nos recuerda constantemente que tenemos derecho a disfrutar de la vida y del amor. Por eso hay tantas mujeres que, a partir de una edad, prefieren vivir sin pareja a vivir mal acompañadas.

Y cada vez que lo pienso, me pregunto: ¿Cómo podríamos ahorrarle a las chicas jóvenes todo ese camino que tienen que recorrer hasta darse cuenta de que la felicidad no está únicamente en el amor de pareja? ¿Cómo lograr que sean más realistas, que se liberen de la necesidad del amor y el reconocimiento masculino, que no se sometan a su rol creyendo que así las van a querer más?

Es hora, entonces, de contarles a las niñas y a las adolescentes cómo hemos aprendido a ser felices con o sin pareja y de explicarles las ventajas de priorizar nuestro bienestar por encima de un romance de película. Así quizás lleguen a los 40 sin necesidad de pasar por calvarios e infiernos románticos. Quizá así aprendan todo lo que necesitan para estar bien desde el placer y no desde el sufrimiento. Por eso luchamos desde el feminismo: para que todas las mujeres sepan que se está mejor sin pareja que mal acompañada.

Coral Herrera Gómez


 Fuente: Pikara Magazine

10 de mayo de 2020

Libros de Coral Herrera en América Latina

















También podéis comprarlos en ebook: 

En La Casa del Libro en México y otros países de América Latina

y en kindle y papel, en Amazon.










Librerías en las que puedes encontrar los libros de Coral Herrera




Aquí tienes un listado con las librerías españolas en las que puedes encontrar mis libros publicados, y un mapa para que localices las más cercanas a tu pueblo o ciudad. 

Casi todas tienen web y puedes pedirles que te lo envíen a casa por Internet:  todostuslibros.com 







Y también están en Buscalibre y Amazon

Aquí tienes el listado de las librerías de América Latina que lo venden en papel y en ebook,

y aquí el listado de librerías en Europa.


1 de mayo de 2020

Vídeo de Coral Herrera presentando su libro en Instagram



Este es el vídeo de mi presentación en Instagram ayer, os agradezco millones todos los mensajes de amor y todas las preguntas que me hicisteis, ¡espero que os guste la charlita, y que os sea muy útil! #DisfrutarDelAmor

Si quieres adquirir el libro en ebook, visita megustaleer.com

si lo quieres en papel, ya puedes reservarlo en tu librería favorita, ¡sale en Julio!




Aquí puedes leer el índice y la introducción de Cómo disfrutar del Amor,


Aquí puedes ver todos los libros de Coral Herrera 

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