22 de septiembre de 2020

Cuidarnos entre nosotras




A las mujeres nos educan para que no nos enamoremos unas de otras, y nos convierten en rivales, porque no nos quieren unidas en pareja, ni en grupo. Nos quieren solas, divididas, enfrentadas y enemigas. Por eso el mayor acto de rebeldía es cuidarnos y querernos mucho entre nosotras.

Si el patriarcado nos quiere amargadas, tristes, ansiosas, deprimidas, de rodillas y solas, hay que desobedecer, juntarnos y reivindicar la alegría de vivir. 

La cuestión es: ¿cómo liberamos al amor del patriarcado?, ¿cómo hacer para querernos más, para cuidarnos mejor?, ¿cómo hacer de nuestras relaciones una fuente de disfrute, placer y amor del bueno?


Cuidarnos a nosotras mismas y a las demás es un acto de resistencia 

La mayor revolución que estamos haciendo en nuestro día a día, no es sólo aprender a cuidarnos a nosotras mismas, sino también aprender a cuidar a las hermanas, madres, abuelas, amigas, primas, tías, compañeras de estudios y trabajo, compañeras de lucha, novias, ex novias, amantes, vecinas, y también, a las mujeres desconocidas. 

En la medida en que nos apoyamos unas a otras, vamos destrozando el patriarcado, que nos quiere miedosas, acomplejadas, insatisfechas, frustradas, y muertas de envidia. Nos enseñaron a competir entre nosotras para que nos destruyamos entre nosotras: el reto es que las nuevas generaciones aprendan a  cuidarse, y a hacerse la vida más fácil y más bonita las unas a las otras. 


Cuidarnos es dedicarnos tiempo

Es parte de los cuidados hacia una misma, pasar tiempo contigo y con más mujeres. 

Todas necesitamos tiempo de atención plena y amorosa, necesitamos que nos escuchen y escuchar a las demás, necesitamos parar los relojes cuando estamos juntas. Hoy apenas tenemos tiempo para el amor y los cuidados, y nos invitan a dedicar el poco que tenemos a un hombre. Si estamos criando, la cosa se complica aún más: tenemos que apoyarnos las que somos mamás y las que no, para que la falta de tiempo a solas no nos separe. El amor hay que repartirlo entre tu gente querida, y las mujeres de tu vida, porque las redes son nuestro principal sostén para poder sobrevivir en un mundo terrible. 

Dedicar tu tiempo a una mujer a la que quieres es una de las mayores demostraciones de amor que puedes hacerle.  


Cuidarnos es disfrutar 

Las mujeres no sólo tenemos a las amigas y a las primas para llorar cuando las cosas nos van mal. 
´
Las redes de mujeres son el mejor lugar para celebrar la vida y para disfrutar de nuestro poco tiempo libre. Son lugares seguros, libres de violencia, en el que podemos ser nosotras mismas y en el que olvidarnos por un rato del mundo ahí afuera. 

Todas necesitamos tener tiempo libre, y sentirnos libres para gozar y para disfrutar. No resulta fácil reivindicar nuestro derecho al placer, porque ahí está la culpa para hacernos creer que sólo podemos ocuparnos del bienestar de los demás, pero disfrutar es un acto político que nos libera a todas. 

Cuando las mujeres nos juntamos para festejar, para divertirnos, para jugar y aprender cosas nuevas, para compartir secretos, para viajar y conocer nuevos sitios, para sacar adelante nuevos proyectos, para disfrutar y para luchar por lo nuestro, somos imparables: dedicarle tiempo a las mujeres de tu vida es fuente de energía y de alegría.


Cuidarnos entre nosotras es subversivo 

En todo el planeta, las mujeres forman redes de resistencia y de apoyo para sobrevivir: en situaciones de catástrofe como las guerras, es la única forma de no morir de hambre o bajo las bombas. También en las crisis económicas las mujeres se ayudan: aportan comida a la olla común, se apoyan en el cuidado de menores y mayores, y practican el trueque para tirar hacia delante. 

El ejemplo más cercano lo tenemos en nuestras abuelas: en los pueblos cooperaban entre ellas para sobrevivir, tejían redes de resistencia al hambre, al frío, a la miseria, a la guerra, y al patriarcado. Como ellas viven millones de mujeres en el mundo, especialmente en zonas rurales.

Las mujeres feministas y las no feministas tejemos redes en todo el mundo y formamos comunidades para protegernos, para ser solidarias, para luchar por nuestras causas, y para avanzar hacia la construcción de un mundo mejor. Hay que fortalecer y multiplicar esas redes para cuidarnos entre nosotras, para que ninguna mujer tenga que luchar sola. 


Cuidarnos es resistir 

La única forma de resistir la violencia del patriarcado es mediante la solidaridad y el compañerismo entre nosotras. La sororidad, que es la capacidad de las mujeres para respetarnos, comunicarnos, ayudarnos entre nosotras, y cuidarnos, salva vidas a diario a muchas mujeres que están batallando para sobrevivir.  

Es necesario reivindicar la importancia de las redes de apoyo mutuo para la seguridad, el bienestar, y la salud mental y emocional de millones de mujeres, porque vivimos unos tiempos en los que la distancia social nos está separando cada vez más. Ya hay millones de mujeres luchando por sobrevivir a las 3 jornadas laborales, salarios precarios, desempleo, teletrabajo y crianza a solas, creyendo que su problema es personal, y no político. Y muchos millones de esas mujeres confinadas en casa, sufren malos tratos a diario y viven con miedo constante a ser asesinadas.

Cuando nos damos cuenta de que no es cuestión de mala suerte, sino un problema colectivo que afecta a la mitad de la población del planeta, es cuando por fin comprendemos que tenemos que necesitamos cambios sociales y políticos, y que unidas tenemos más fuerza. No sólo en la batalla política, sino sobre todo en las batallas que libramos día a día contra el machismo, la violencia, la discriminación, la precariedad y la pobreza, las injusticias y la falta de derechos humanos. Cuanto más solas estamos, más vulnerables somos. 



Cuidarnos es no competir  

Es importante relacionarnos con las demás mujeres con la idea de que no son una amenaza para nosotras, y que hay espacio para que brillemos todas, y para que podamos establecer alianzas. Nos representan siempre a las mujeres exitosas como mujeres solitarias a las que nadie quiere y a las que nadie necesita, para que creamos que triunfar en nuestra carrera tiene un coste muy alto. 

Si los hombres reciben la admiración de los demás, las mujeres solemos sufrir la envidia del resto. Y la envidia es muy dañina: se vuelve en contra nuestra en forma de chismes, rumores, y cotilleos que sirven para tumbar nuestro prestigio, para cuestionar nuestro talento, para dejarnos solas en el trono del éxito, y para bajarnos de él de forma bruca y violenta. 

Por eso es tan importante que las mujeres podamos brillar, y que enseñemos a las niñas la importancia del apoyo mutuo. 


Cuidarnos es aprender a trabajar juntas en lo esencial, sin que nuestras diferencias nos separen. 

No tenemos que pensar igual, ni tenemos las mismas creencias, ni tenemos que estar de acuerdo en todo. No tenemos que estar siempre unidas en todo, pero sí que podríamos aprender algo que nos puede ayudar mucho a todas: a abrazar la enorme diversidad, y a aceptar que nuestras diferencias son una fortaleza, no un obstáculo para entendernos.  

En todo el mundo, la mayor parte de los movimientos sociales fracasan porque los grupos se dividen, compiten entre sí, se atacan, y acaban desintengrándose por el hartazgo y el cansancio de las guerras internas. Los movimientos de izquierdas suelen perder mucho tiempo y energía en luchas de poder, en debates que no llevan a ninguna parte, en luchas de egos, y en guerras ideológicas que les convierten en un objetivo fácil para las derechas. Esta es la lección que hemos aprendido estudiando Historia: que funciona la estrategia del "divide y vencerás", y que para hacernos más fuertes, hay que estar unidas en lo esencial. 


Cuidarnos es despatriarcalizarnos 

Las mujeres no solo sufrimos violencia, también la interiorizamos y la ejercemos sobre los demás. Desde pequeñas nos hacen creer que las mujeres no somos confiables, no somos honestas, y no somos buenas personas. Así es como se nos mete la misoginia dentro y acabamos creyendo que las mujeres somos manipuladoras, retorcidas, caprichosas, egoístas, mentirosas, mezquinas y malvadas, maltratadoras y violentas. Por eso tantas mujeres buscan la amistad de los chicos, a los que siempre representan como seres nobles y transparentes, y por eso muchas mujeres creen que las mujeres somos las peores enemigas.

A todas las niñas nos educan para que reprimamos nuestro afecto y nuestro deseo sexual, y nos veamos como una amenaza unas a otras. Los hombres se benefician de nuestra misoginia: ellos nos necesitan solas, inseguras, llenas de odio y de miedo, y sumidas en guerras con otras mujeres. 

El maltrato, sin darnos cuenta, se nos mete dentro. El ego nos lleva a estar constantemente comparándonos con las demás, y sosteniendo luchas de poder que nos quitan la energía. 

Para parar la guerra mundial contra las mujeres, tenemos que dejar de hacernos la guerra a nosotras mismas, y dejar de hacernos la guerra entre nosotras. 


Cuidarnos es cuidar nuestras palabras, nuestra forma de comunicarnos y de resolver nuestros conflictos

Lo mismo en casa que en la fábrica, lo mismo en la cama que en la oficina, lo mismo en la intimidad que en público: tenemos que cuidar mucho nuestra forma de hablar a las demás, nuestra forma de tratarnos y de relacionarnos. Igual con las mujeres de tu familia y tus tribus, que con las mujeres a las que no conoces de nada. 

La única forma de sobrevivir a la violencia del sistema patriarcal es creando alianzas y redes de apoyo en nuestras tribus de gente querida, y en nuestros barrios y comunidades. 
 
En el feminismo, dado que el objetivo común es avanzar en la lucha por la igualdad, la libertad y los derechos de las mujeres, las mujeres tenemos que abrazar la ética de los cuidados, ponerle mucho amor a la forma en que nos hablamos, y a la forma en que negociamos para establecer alianzas. 


Cuidarnos es ocuparnos y preocuparnos por nuestra salud mental y emocional, y la de las demás

Es fundamental aprender el arte de la comunicación no violenta, y el arte de la gestión de las emociones, lo mismo con las compañeras feministas, que con las mujeres de tu vida. 

Podemos resolver los conflictos sin hacernos daño, podemos aprender a trabajar nuestras emociones para contener nuestros sentimientos negativos, podemos trabajar en los problemas con otras mujeres desde la filosofía de los cuidados, y podemos incluso, romper nuestras relaciones o pausarlas con amor si no van bien, o si nos hacen daño. 

Podemos apoyarnos entre nosotras y tratar de ahorrarnos todo el sufrimiento posible: hay que quererse mucho y muy bien para resistir, para estar sanas, y para poder disfrutar de la vida. 


Cuidarnos es apoyarnos y organizarnos

Sobre todo en los momentos en que las mujeres de nuestras vidas pasan por momentos difíciles y se sienten vulnerables. Las mujeres podemos organizarnos para brindar apoyo emocional y psicológico, logístico, monetario en esos momentos en que necesitamos saber que no estamos solas, que hay gente que nos quiere, y que pertenecemos a una comunidad en la que damos y recibimos a manos llenas.

Es muy importante que nos volquemos las unas en las otras cuando llega el cambio a nuestras vidas: cuando atravesamos dificultades económicas, o cuando se nos muere un ser querido, o cuando recibimos malas noticias sobre nuestra salud o la de nuestros seres queridos, o cuando nos estamos separando de nuestras parejas, o cuando iniciamos la dura travesía de la maternidad... necesitamos sentirnos escuchadas, protegidas, y acuerpadas por las demás. 


Cuidarnos es dejar de explotarnos unas a otras 

Según el lugar que ocupemos en la jerarquía patriarcal, las mujeres no solo sufrimos la explotación, también la ejercemos. Por eso es tan importante buscar soluciones colectivas a la maternidad, los cuidados y las tareas domésticas: no se trata de liberarnos nosotras para que nos sustituyan mujeres más pobres. 

Se trata más bien de luchar para que la conciliación deje de ser un mito y se haga realidad, para que los hombres se incorporen masivamente a las tareas de crianza y del hogar, y para repartir los cuidados entre todas y todos. Organizando nuestro sistema productivo y de consumo podríamos dejar de explotar a mujeres más precarias que nosotras: mujeres que limpian casas y edificios, que cosen calzado y ropa barata, que cuidan niños y mayores, y que sostienen en sus hombros todo el peso del mundo.  


Cuidarnos, también en los conflictos

Podemos debatir y disentir sin insultarnos, sin humillarnos, sin hablarnos con sarcasmo ni desprecio. Podemos resolver los conflictos sin violencia verbal y emocional, podemos tomar descansos para reflexionar y descansar, podemos discutir sin hacernos daño. 

Tienes derecho a que no todas las mujeres te caigan bien, y no quieras trabajar con todas. Pero no despilfarres tu energía en hacer llamados al linchamiento público de otras mujeres, no hagas suposiciones sobre mujeres que apenas conoces, no emitas falsas acusaciones, no juegues sucio en las batallas contra otras mujeres. 

No te apropies del trabajo ni de las ideas de otras mujeres, no le hagas competencia desleal, no trates de hundirla, y acepta que no tienes por qué portarte mal con mujeres que no te gustan o no son de tu agrado.

No sirve de nada, no te hace sentir bien, y no aportas nada a la lucha feminista: la ira hay que trasladarla hacia el enemigo común que nos quiere a todas de rodillas. 

Enfoquemos nuestra atención en renunciar a la estructura patriarcal de relación entre nosotras, para aprender a relacionarnos de otra manera. No podemos utilizar las mismas armas ni las mismas estrategias que utilizan los señores patriarcales: hay que trabajar para acabar con las jerarquías y las luchas de poder, porque suelen ser las raíces de todos los conflictos. 

Y hay que tener bien claro quienes son los que se benefician de nuestro sufrimiento, quiénes ganan cuando nosotras nos enfrentamos, y quiénes pierden (aquellas por las que luchamos). 

¿Y como cuidarnos cuando nos deseamos y nos amamos?, ¿cómo es el cuidado cuando formamos pareja entre nosotras?

Sigue leyendo en el siguiente post: 


Coral Herrera Gómez 



Artículos relacionados: 













20 de septiembre de 2020

Amor y cuidados entre mujeres lesbianas


¿Cómo aprender a querernos bien y a disfrutar del sexo y del amor entre nosotras? 

Todas las mujeres somos educadas en el patriarcado, y a todas nos envenenan el cerebro con el mito romántico.

Las relaciones entre nosotras también son patriarcales, y por eso desde el feminismo estamos trabajando para liberar al amor, y para liberarnos nosotras.

Las parejas de mujeres lesbianas y bisexuales tienden a reproducir los mismos esquemas de relación que las parejas heterosexuales. Ninguna nacimos siendo feministas, todas nosotras hemos aprendido a relacionarnos en estructuras patriarcales de dominación y sumisión. 

Por eso las mujeres también tenemos relaciones tóxicas y violentas entre nosotras: no sabemos relacionarnos en igualdad, y nos han hecho creer además que amar es poseer, que amar es controlar, que amar es convertirse en una policía o una carcelera. Nos han enseñado a domesticarnos y dominarnos entre nosotras, nos han hecho creer que el amor es una guerra. 

Nos han dicho que para amar hay que sufrir, que amar es poseer, que el amor verdadero es para siempre, que el amor te puede transformar la vida, que el amor todo lo puede... son los mensajes con los que nos han bombardeado durante toda la vida para convertirnos en adictas al amor, y en dependientes emocionales de por vida.

Las mujeres lesbianas y las bisexuales también mitifican e idealizan a sus parejas, también creen que el amor puede salvarlas, también sufren la necesidad de ser amadas y el miedo a la soledad, también se creen que estando solas les falta algo o están incompletas, también sueñan con un amor verdadero y para siempre. 

El amor entre mujeres también está, como el amor hetero, atravesado por el miedo y las luchas de poder. Así nos han enseñado a amar a todas, en casa, en la escuela, en la tele, en el cine, en la literatura... el mito del amor romántico está por todas partes. 

Cuando se junta la autoestima baja, los traumas de la infancia, y la dependencia emocional, es muy dificil construir relaciones igualitarias y sanas entre nosotras. 

No es nada fácil quererse bien ni cuidarse mutuamente cuando no sabemos aún cómo aceptarnos y cómo cuidarnos amorosamente a nosotras mismas. 

Además, las mujeres lesbianas tienen que batallar con un mundo patriarcal que no soporta el amor entre mujeres. La mayoría quisiera poder amar en libertad y ser feliz, pero es muy duro lidiar con el odio misógino y la lesbofobia a la vez. 


Dentro del colectivo LGBT, las mujeres lesbianas son las más invisibles, y las que mayor discriminación y violencia sufren. Es un colectivo aún controlado por los machos: ellos son los que manejan la mayoría de los recursos para luchar por la igualdad y la diversidad, ellos son los que aparecen en los medios de comunicación, los que reciben los aplausos y los que lucen sus disfraces en el desfile del Orgullo. 

Para las mujeres lesbianas es muy duro tener que esconderse y vivir en el armario, pero es muy duro también salir de él.

No es fácil, tampoco, tener relaciones en las que la otra persona no ha salido aún del armario, 

no es fácil sufrir el rechazo de tu familia y de tu comunidad, 

no es fácil vivir con la sensación de que no eres como las demás, 

ni convivir a diario con el miedo a sufrir agresiones verbales o físicas.


Más difícil aún es ser lesbiana feminista y sentir la enorme contradicción entre lo que piensas y lo que deseas, entre lo que dices y lo que haces: teóricamente hemos avanzado mucho gracias al trabajo que estamos haciendo por liberarnos del machismo y tumbar el patriarcado, pero nuestras emociones siguen siendo profundamente patriarcales, y nuestras relaciones también. 

Aquí lanzo algunas propuestas para que las mujeres podamos disfrutar más del sexo y del amor, y para aprender a cuidarnos más y mejor entre nosotras: 

 Olvidarnos de los patrones establecidos por el régimen heterosexual, de los estereotipos y los roles que nos asignan, desobedecer los mandatos de género. 

Romper con los mitos de los cuentos de hadas, destronar la pareja como forma suprema de amor, y tomar conciencia de todo el amor que nos rodea. 

- Explorar nuevas formas de querernos y de relacionarnos entre nosotras

- Cuidar a las mujeres con las que ligamos en persona y virtualmente, no importa si la relación dura unas horas, una noche, o un año. No importa si hay química, si se agota, si es una relación formal o una aventura: hay que tratarse bien incluso si no pasamos de la fase del cortejo. Buenos tratos todo el rato: al empezar, durante la relación, y al terminar.  

- Si empiezas un romance, ir despacito para conocer bien a la otra persona y evaluar con calma si hay condiciones para construir una relación.

- Tratarnos como compañeras de viaje: que los pilares de vuestra relación sean el apoyo mutuo, los cuidados mutuos, la lealtad, el compañerismo y el trabajo en equipo. 

- Aprender a escuchar y a comunicarnos con amor. 

- Aprender a negociar: con nosotras mismas, y con nuestras parejas, para llegar a acuerdos que nos permitan disfrutar del amor a las dos. 

- Vivir el amor con toda la libertad del mundo: sin modelos a seguir, sin religiones del amor, y sin modas que nos limiten o nos condicionen.

- Intentar hacernos la vida más fácil y más bonita, y que ese trabajo amoroso sea mutuo. 

- Respetar la libertad de movimientos de la pareja, que jamás ninguna tenga que pedir permiso para entrar, salir, subir o bajar, para pasear o viajar, para estudiar o trabajar.  

- Respetar los espacios y los tiempos de nuestra pareja. 

- Respetar las redes familiares, las redes sociales y afectivas de nuestra pareja.

- Tratarnos mutuamente como mujeres adultas, y autónomas, capaces de cuidarnos a nosotras mismas y de cuidar nuestras relaciones.

- Ser generosas entre nosotras: dar lo mejor de nosotras mismas, sin dejar nunca de ser nosotras mismas.

- Dedicarle tiempo al amor: es una de las bases fundamentales para cuidar una relación. Vivimos en un mundo en el que apenas tenemos horas en el día para amarnos, para cuidarnos, para dedicarlos a disfrutar del amor, por eso es tan importante organizarse bien para dedicarle tiempo de calidad a tu pareja.

- Si estáis enamoradas, y tenéis las mismas ganas, si os sentís correspondidas y amadas, apostarle al placer y al disfrute: las relaciones para que duren hay que nutrirlas y cuidarlas mucho. 

- Hablar mucho, negociar y elaborar juntas el contrato amoroso. Según vayaís evolucionando, podréis revisar los acuerdos y llegar a nuevos pactos.  

- Si vivís juntas, repartid equitativamente el peso de las tareas domésticas y de cuidados.

- Celebrad periódicamente una Asamblea del Amor en la que os planteeis qué podríais mejorar cada una, y qué necesitáis para disfrutar más aún de la relación.

- No meter en la pareja a las ex. El pasado debe quedar atrás para poder vivir el amor en libertad.

- Trabajarse cada cual todo aquello que no le hace bien, o le hace daño a la pareja y a los demás. Si trabajas para ser mejor persona, tus relaciones van a ser mejores, y esta es la base de la salud mental y emocional. 

- Cuidar la salud sexual, la propia y la de la compañera.

- Si las cosas van mal, hay que hacer el esfuerzo de tratarse bien en todo momento, incluso cuando nos sentimos dolidas o enfadadas, para evitar sufrir o hacer sufrir a nuestra pareja. 

- Revisar los patriarcados que nos habitan a cada una, y hacer autocrítica amorosa para trabajarlo también en la relación. 

- Cuida tus amores: tu pareja no debe ser el centro de tu vida. Debes cuidar siempre a tu gente querida, tengas o no tengas parejas. 

- Cuida mucho la forma en que usas tu poder, y el poder que te da el amor cuando alguien se enamora mucho de ti. 

- Cuidad la convivencia y los espacios compartidos: vuestro hogar tiene que ser un sitio seguro y libre de violencia, en el que ambas os podáis sentir a salvo y en paz. Es el refugio para descansar de las batallas del día a día, no un espacio para seguir guerreando. 

- Cuidarse y cuidar la salud mental y emocional: cada una debe sentirse la máxima responsable de su bienestar, pero también es importante preocuparse por el bienestar de la compañera con la que compartimos la vida, y apoyarla en los momentos más duros.  

- Ser sinceras y honestas cuando nos sentamos a hablar de nuestros sentimientos y del proyecto de pareja. Ser sinceras, también, cuando ese proyecto se está acabando, o cuando está peligrando por algún motivo. 

- Cuidar la comunicación: expresar lo que queremos y necesitamos sin miedo, y expresar nuestros deseos de una forma asertiva. 

- Cuando surjan conflictos, revisar las estrategias que ponemos en práctica para conseguir lo que deseamos o lo que necesitamos. 

- Evitar caer en luchas de poder: las cesiones tienen que ser equitativas, no es justo si siempre cede la misma. No siempre podemos llevar la razón en todo ni salirnos con la nuestra en todo, ni conseguimos siempre lo que queremos.  

- Encontrar momentos de amor pleno, de atención y escucha total: se trata de dejar las pantallas a un lado, centrarse en tu pareja, y demostrarle el amor que sientes con todos los sentidos puestos en ella. 

- Construir una relación sana e igualitaria, basada en el buen trato, la comunicación, la empatía, la solidaridad, los cuidados, y el amor compañero. 

- Aprender a pelearnos sin hacernos daño: sin humillaciones, sin insultos, sin gritos, sin acusaciones falsas, sin amenazas, sin ir a dar donde más duele. Podemos protestar y expresar lo que sentimos sin herir y sin agredir verbalmente.

En el amor y el sexo todo debe ser mutuo. Si no sentís lo mismo, podéis llegar a sufrir mucho. Cuidarse significa ahorrarse todo el sufrimiento posible, a ti y a tu pareja.

- Identificar a tiempo cuándo una relación no da más de sí, o cuándo empieza a doler, para no alargar el final y poder empezar el proceso de la separación.

- Separarnos con cariño cuando se acabe la relación, renunciar a la guerra, y tratar de hacerlo lo mejor posible para no sufrir ni hacer sufrir a la otra persona. 

 

Coral Herrera Gómez 






19 de septiembre de 2020

Disfrutar del Amor: 10 podcast para ti


Estoy impresionada con la audiencia que ha tenido mi programa de podcast "Disfrutar del Amor", han sido 10 capítulos de media hora emitidos desde mayo a septiembre. Me lancé a este mundo nuevo sin saber mucho, pero se ve que funcionó, porque el programa ya ha alcanzado las 90.000 descargas: 60 mil en Spotify, y 32 mil en Ivoox.

Millones de gracias a todas por escucharme, y por difundir los audios, ¡me hace muy feliz saber que os han gustado!

Aquí podéis escuchar y descargarodos los capítulos:

En Spotify:



En Ivoox:

18 de septiembre de 2020

Prohibido quererse: resumen de una distopía afectiva

Arte de Guillame Chiron



Prohibido quererse: resumen de una distopía afectiva. 

Para salvarnos la vida, prohibieron los besos, los abrazos, las muestras de cariño, y cualquier  demostración de afecto en escuelas, oficinas, y fábricas. Se invitó a las mujeres a renunciar a su vida sexual o limitarla a su marido, quien tenía. 

Sólo los hombres disfrutaron de espacios libres de normas y prohibiciones para tener contacto físico y relaciones sexuales, pero solo aquellos que tuvieron dinero para pagar la entrada a los burdeles. 

Aislaron a las personas mayores del contacto con su gente querida, y muchos murieron de soledad, en soledad. Nos repetían que no quedaba más remedio: para salvarnos la vida nos tenían que recomendar la distancia social y emocional, y la abstinencia sexual y afectiva. 

Usaron el miedo para que dejaramos  de juntarnos con familiares y seres queridos, y de hacer reuniones y fiestas para celebrar la vida. 

Cerraron aquellos espacios donde nos reuníamos para disfrutar del arte y la cultura, y para organizarnos frente a la barbarie, así trataron de parar a la gente que se organizaba en redes de apoyo mutuo y solidaridad. 

Mientras silenciaban el aumento de enfermedades mentales y los suicidios, insistían en que el aislamiento era necesario para salvarnos la vida. 

Lo único que se podía hacer era hacinarse en los buses y metros para ir a trabajar y consumir. Las actividades gratuitas quedaron prohibidas. 

Sólo podías pasear si ibas a comprar, y sólo podías quitarte la mascarilla pagando, así que la gente sin dinero tenía que estar siempre con la boca tapada, o encerrada en casa buscando en la pantalla un poco de calor humano. 

Las noches de amor pasaron a ser clandestinas, los abrazos se convirtieron en actos de subversión y los besos, en poesía revolucionaria. 

La gente se quería más, ahora que no podía, y desde esa necesidad urgente de contacto, de apoyo mutuo, de afecto y amor, brotó la rebeldía. Sólo así pudimos luchar contra la soledad, sólo así pudimos salvar nuestras vidas #solidaridad #redes #amor #distopía

Coral Herrera Gómez 

17 de septiembre de 2020

Entrevista a Coral Herrera en Radio Nacional de España

 


Aquí puedes escuchar la entrevista que me hizo Marta Pastor para su programa 
"Ellas Pueden" de Radio Televisión Española 

14 de septiembre de 2020

Dueña de mi amor. Mujeres contra la Gran Estafa Romántica



Con mucha ilusión, os presento mi sexto libro. Podéis encontrarlo en todas las librerías: "Dueña de mi amor: mujeres contra la gran estafa romántica" , es un libro de ensayos breves en los que denuncio a todos aquellos que se benefician del sufrimiento de las mujeres, y el gran negocio que hay montado alrededor de la Gran Estafa Romántica con la que nos ponen a todas de rodillas. 

¿Cómo lo hacen, cómo consiguen que tantas millones de niñas, adolescentes y adultas mujeres creamos que la felicidad está en encontrar a la media naranja, y en fundar una "familia feliz" junto al príncipe azul?, ¿qué pasa cuando nos damos cuenta de que es una trampa?, ¿cómo nos destruye por dentro el sufrimiento romántico, y quiénes se aprovechan? ¿Cómo vamos a proteger a las niñas para que no vayan desnudas a la guerra del amor patriarcal? 

Este libro es un llamado feminista a la rebelión de las mujeres: tenemos que desarmar a Cupido para que no nos someta más, y entender quién lo financia, quién se beneficia del sufrimiento romántico, y cómo liberarnos nosotras, y liberar a las nuevas generaciones de mujeres para que no vivan de rodillas frente al amor. 

Lo tenéis en papel en más de 200 librerías de España










 Una invitación a quitarle el arco y las flechas a Cupido, a destronar a los que quieren a las mujeres de rodillas y a liberarnos de las trampas del romanticismo.

Después de la revolución sexual, llega la revolución amorosa: las mujeres que queremos dejar de sufrir por amor estamos trabajando para desengancharnos de una de las drogas más potentes del mundo, y para evitar que más mujeres se conviertan también en yonquis del amor y sucumban a la gran estafa romántica. No podemos dejar solas a las niñas y adolescentes mientras las bombardean con cuentos de princesas y películas con final feliz. Hay que prepararlas para que no vayan desnudas a la guerra mundial contra las mujeres, creyendo ingenuamente en los mitos que nos ponen de rodillas: el mito romántico, el mito de la familia feliz, el mito de la conciliación. 

Coral Herrera nos invita a levantarnos, a quitarle el arco y las flechas a Cupido, a destronar a los reyes que nos quieren de rodillas, y a liberarnos de las trampas del romanticismo. En este libro la autora desenmascara a todos aquellos que se benefician del sufrimiento de las mujeres e interpela a los hombres para que se unan a la revolución haciendo autocrítica amorosa, individual y colectiva. Lo romántico es político: con el feminismo hemos aprendido que no somos esclavas del amor y que no estamos a merced de los dioses ni del destino. Coral nos anima a tomar las riendas y a luchar por nuestra autonomía y libertad: tenemos derecho al placer y a disfrutar del amor, y a no olvidar nunca que todas somos dueñas de nuestro deseo, de nuestros sentimientos y de nuestros sueños.

Dueña de mi amor: Mujeres contra la Gran Estafa Romántica

1 de septiembre de 2020

El Laboratorio del Amor en el mundo



Muchas somos de España, pero también estamos en Australia, Thailandia, Escocia, Holanda, México, Chile, Argentina, Colombia, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Ecuador, Estados Unidos, Canadá, Francia... las mujeres de la Comunidad del
Laboratorio del Amor
estamos en 4 continentes, y en 20 países diferentes, ¡es impresionante ver en el mapa la red internacional y virtual de mujeres que hemos tejido!. Nuestra red de acompañamiento, de cuidados, de investigación y trabajo colectivo con mujeres de todas las edades y todas las clases sociales tiene ya 5 años, ¡me siento tan afortunada de formar parte y de ser la coordinadora de este proyecto! Mis compañeras son uno de los regalos más hermosos que me ha hecho la vida.

Aquí podéis ver todo lo que hacemos juntas, ¡sois bienvenidas!



30 de agosto de 2020

Nuevo taller virtual en el Laboratorio: Cómo disfrutar del amor

 


Tenéis toda la información en mi web del Laboratorio del Amor.  

¡Recuerda que son solo 8 plazas y empezamos en octubre!

Aprendiendo a cuidarme

 


Desde todos lados nos invitan a cuidarnos, pero casi todos los consejos que nos dan tienen que ver con el cuidado del aspecto y la salud física, y dejan a un lado la salud mental y emocional. Incluso ahora en pandemia, los gobiernos ponen todas las medidas posibles para evitar contagios, pero no prestan atención al bienestar psicológico de la población, ni al sufrimiento que causan esas medidas en millones de personas. 

Cuando somos niñas y niños no nos enseñan a cuidarnos, ni nos educan en la filosofía de los cuidados, así que nos toca aprender a cuidarnos por nuestra cuenta. 

Hoy quería compartir lo qué he aprendido yo intentando cuidarme la cabeza y el corazón:  

- Cuidarme significa ahorrarse sufrimiento innecesario, y tomar decisiones para poder vivir una buena vida.

- Cuidarme significa cuidar mucho mis relaciones: elegir a la gente que me acompaña en la vida, alejarme de la gente que no me sabe querer bien, conocer gente nueva y construir nuevas relaciones, y dedicar tiempo a mi gente querida.  

- Cuidarme es cortar una relación familiar que nos hace mucho daño si no hay manera de trabajarla. Significa, también, poder cortar una relación de pareja en la que no somos felices ni nos estamos divirtiendo.

- Cuidarme es poder exigir a todo el mundo, en todo momento, que te traten bien, que te hablen desde el respeto, que se dirijan a ti con el tono adecuado, y que sea así incluso en los momentos en los que hay tensión, discusiones, conflictos y problemas. 

- Cuidarme a mi misma significa ir hacia el amor sin miedo, pero con prudencia. Para poder disfrutar de un romance, no podemos lanzarnos al vacío desde un avión: hay que llevar nuestro casco, nuestro paracaídas, nuestro GPS para no perdernos al aterrizar. Hay que pensar en el vuelo desde el principio hasta el final, para poder disfrutarlo sin correr peligro.  

- Cuidarme es confiar en mi instinto, leer las señales, estar despierta y tener los pies en la tierra. 

- Cuidarme significa escuchar a mis amigas y a tu gente cuando me dicen cosas importantes. Escuchar su opinión y sus consejos, y tomarlos en cuenta, porque a veces nosotras no queremos, o no podemos ver la realidad, y necesitamos que alguien nos ayude a ver lo que no queremos más. 

- Cuidarme significa hacer cosas que me gustan, estar con gente que me hace feliz, darme homenajes, darme permiso para hacerme regalos o para atreverme a hacer algo que tengo muchas ganas de hacer. 

- Cuidarme significa habilitar las condiciones para vivir tranquila, para gozar de cierta calma y paz interior, y para gestionar mis emociones para que no me arrasen.  

- Cuidarme significa dormir bien, comer bien, y descansar lo que necesito. También es poder sentirte a gusto en tu espacio, sentirte segura, sentirte tranquila en tu cueva. 

- Cuidarme significa poder expresar las emociones sin miedo, poder decir cómo te sientes a los demás, poder decir lo que una quiere y necesita sin culpa. 

- Cuidarme significa escucharme a mi misma con amor, darme buenos consejos, hablar  mucho conmigo, y trabajar para que nuestras vidas sean más fáciles y más bonitas. 

- Cuidarme significa tomar buenas decisiones, tomar acción, trabajarme todo aquello que me tengo que trabajar para estar mejor.  

- Cuidarme significa sanar las heridas para que quede atrás el pasado, pedir ayuda profesional cuando necesitamos profundizar en nuestros dolores, heridas y miedos. 

- Cuidarme significa crecer como persona, desarrollarme, evolucionar, no dejar de aprender nunca, no dejar de alimentarme de nuevos conocimientos y nuevas experiencias. 

- Cuidarme significa tomar conciencia de lo corta que es la vida, y lo importante que es estar bien para poder disfrutarla. 

- Cuidarme significa aprender a decir "no", poner límites a los demás, priorizar mi cuidado y bienestar. 

- Cuidarme significa tener tiempo para mi misma sin sentirme culpable, significa poder tener un espacio propio para pensar, para hacer lo que más me gusta, para ver a mi gente querida, o para estar a solas conmigo misma cuando lo necesito. 

- Cuidarme significa dejarme cuidar y querer por mi gente cuando lo necesito. 

- Cuidarme significa aprender a decir que no y a ser asertiva.

- Cuidarme significa aprender a gestionar mis emociones para que no me arrasen y no arrasen a los demás. 

- Cuidarme significa evitar el autoengaño y ser realista, utilizar el sentido común y tomar decisiones pensando en lo que es bueno para mí, lo que yo realmente necesito/quiero y deseo. 

- Cuidarme a mi misma me ha servido para construir una relación hermosa conmigo misma, para sentirme unida a mi misma, y para sentirme acompañada siempre. 

- Cuidarme es terminar en su momento justo las relaciones en las que no hay reciprocidad, o no hay ganas. o simplemente, no hay condiciones para quererse bien. 

- Cuidarme es irme de relaciones en las que sufro malos tratos, abuso o explotación. 

- Cuidarme es aprender a escucharme con atención, mirarme con amor en el espejo, echarme una sonrisa, guiñarme un ojo, y convertirme en mi cómplice para afrontar las batallas de la vida.

- Cuidarme es felicitarme por los pequeños y los grandes logros que hago para ser mejor persona y para hacer más felices a los demás, sentirme orgullosa de mi misma, y animarme a seguir trabajando para vivir una buena vida.

Coral Herrera Gómez


¿Quieres aprender a cuidarte a ti misma en buenas compañías? 

¡Vente con nosotras al Laboratorio del Amor!

 

29 de agosto de 2020

Mujeres que sobreviven a la Gran Estafa Romántica

 



Mujeres que sobreviven a la Gran Estafa Romántica: ya está aquí el noveno episodio de mi programa de podcast "Disfrutar del Amor", es el penúltimo de la temporada, y espero que os guste mucho.
Los podéis escuchar todos en Ivoox y Spotify.

27 de agosto de 2020

Diálogos sobre Masculinidades: Homes Transitant, y Coral Herrera

 Os invito a ver el vídeo del conversatorio en el que participé con HomesTransitant, un grupo de hombres igualitarios de las Islas Baleares, en el que charlé con Pere Fullana Falconer y Enrique Urbano sobre el tema de la autocrítica masculina, y en concreto, sobre el trabajo que hacen los hombres aliados del feminismo: ¿cómo lidian con su pasado?, ¿por qué les cuesta tanto hablar de sí mismos?, ¿cómo usan su poder y sus privilegios siendo hombres igualitarios?, ¿por qué les da tanto miedo desnudarse?, ¿cómo se trabajan la honestidad?, ¿por qué no hablan de las violencias que han ejercido y de las que han sufrido?, ¿son capaces de trabajar desde la idea de que "lo personal es político", o sólo les interesa lo político?, ¿cuál es su responsabilidad social como hombres que luchan por la igualdad? ¿para cuando un fenómeno al estilo #metoo  en el que todos hablen de la forma en que se han aprovechado y han abusado de las mujeres de su vida? Espero que os guste mucho:



16 de agosto de 2020

El Mito de la Familia Feliz




¿En qué consiste el mito de la familia feliz? En la idea de que sólo podemos ser felices si nos juntamos en pareja para amarnos toda la vida y tener hijos. Los mitos sirven para mantener el orden social, y para que repitamos el esquema que adopta todo el mundo: formar una familia heterosexual y monógama que trabaja, que se quiere, se reproduce, se pelea, produce, consume, y se endeuda. 

Todos los mitos nos prometen la felicidad, y el de la familia feliz es el más importante de nuestra cultura porque sobre esta forma de organización se sustenta todo el sistema patriarcal y capitalista. Es un mito que contiene otros mitos fundamentales de nuestra sociedad occidental: el mito del amor romántico, el mito de la monogamia, el mito de la maternidad romántica, y el mito de la conciliación laboral y familiar. 

El mito de la familia feliz sirve para que creamos que nuestro destino es enamorarnos, casarnos, reproducirnos, acumular objetos innecesarios, pagar facturas sin parar, sonreír en las fotos, y morirnos.

Nos hacen creer que en esto consiste tener éxito en la vida, porque quieren que nos juntemos y nos aislemos de dos en dos para que las mujeres traigamos al mundo nueva mano de obra para el mercado laboral. Nuestra misión es educarlos para que sean como nosotros y funden su propia familia feliz. 

¿Cómo consiguen que todas las mujeres soñemos con hacer lo mismo? En vez de obligarnos, nos seducen. Primero nos engañan para que creamos que nuestro sueño y nuestra función es cuidar a un hombre. Nos hacen creer que nuestro objetivo en la vida consiste en mantenernos bellas para encontrar uno y atarlo en corto, para que no se nos escape. 

Durante la infancia a las niñas nos dan jarabe de mitos a cucharadas, y nos inoculan el mismo tiempo el miedo a la soledad, al abandono, a que no nos quiera nadie, miedo al qué dirán, miedo al fracaso. 

Nos dicen que el éxito en la vida consiste en estar guapa y encontrar a un hombre que tenga dinero. 

Primero nos hacen creer que somos una mitad y que para estar completas necesitamos a otra persona que encaje a la perfección con nosotras. Cuando la encontramos, o creemos haberla encontrado, viene el siguiente mito: ya estamos acompañadas, pero para ser una "mujer de verdad", y para sentirnos plenamente completa y realizadas, tenemos que ser madres. Así que tenemos que convencer al príncipe para que se comprometa y acceda a formar una familia feliz. 

¿Cómo logran que nos creamos que la felicidad está en una familia? Nos seducen con historias de amor, y con la idea de que los hijos unen mucho a una pareja. Así creemos que si logramos fundar una familia feliz, ésta permanecerá unida para siempre, nunca estaremos solas, y viviremos en armonía por los siglos de los siglos. 

¿Cuál es la realidad? Podemos verlos en los informes que nos ofrecen los organismos nacionales e internacionales cada año sobre la violencia que sufren las mujeres, los niños y niñas, las personas mayores y los animales domésticos es dentro de las "familias felices". 

Las estadísticas sobre abandonos, malos tratos, abusos, violaciones, femicidios e infanticidios son espantosas, y son el indicador perfecto para entender que la familia feliz no es precisamente un espacio de amor, confort y seguridad, sino más bien lo contrario. 

Según la ONU, el lugar más peligroso del mundo para las mujeres, las niñas y los niños es su propio hogar. La mayor parte de la violencia que sufren las mujeres no es en la calle a manos de un desconocido, sino en sus casas, a manos de sus maridos, padres, abuelos, tíos, hermanos, primos y amigos de la familia. 

¿Por qué entonces nos siguen haciendo creer que la familia feliz es la mejor opción, el mejor proyecto de vida?, ¿por qué nos presionan tanto para que nos casemos por amor, tengamos hijos e hipoteca?, ¿por qué hay tantas mujeres que para escapar de su "familia feliz", busca fundar la suya propia?, ¿por qué tantas creen que sólo así podrán ser felices? 

Porque el capitalismo y el patriarcado necesitan que los jóvenes dejen la fiesta, se hagan hombres adultos, y se pongan a trabajar ocho horas al día en una fábrica, en el campo, o en una oficina, y que paguen facturas, y consuman en los centros comerciales. Y es muy complicado convencerles de que dejen el nido materno y cambien a su mamá por otra mujer parecida que les cuide igual de bien. 

¿Habéis visto las risas con las que se felicita a un novio recién casado?, ¿habéis escuchado las bromas que hacen sus amigos en torno a su nueva situación en "la cárcel del amor" ? En casi todo el mundo los hombres jóvenes sienten el matrimonio como una cárcel, así que lo evitan todo el tiempo que pueden.

La única manera de forzarles a "sentar la cabeza" es que sus compañeras les empujen hacia la paternidad. Para ello, hay que hacer creer a las mujeres que la felicidad está en atar a un hombre al hogar, y crean que teniendo un bebé, los hombres se mantendrán a su lado, fieles y comprometidos con el proyecto de crianza. 

Así los vemos a ellos en la publicidad, sonrientes y amorosos junto a su amada y a la parejita de niño y niña, todos con la piel blaquita y el cabello rubio, y una casa maravillosa, un perro y un coche. 

Es una trampa, claro, basta con echar un vistazo a las cifras sobre padres que abandonan a sus criaturas, tanto a nivel económico como emocional. 

La gran mayoría de las mujeres que consiguen fundar una familia feliz no son felices. Unas, porque el muchacho salió huyendo como si le persiguiera el diablo, otras porque el tipo se quedó, están hartas de la sobrecarga de trabajo y se sienten estafadas con la doble jornada laboral. Unas porque descubren que el amor en la realidad no tiene nada que ver con las películas que se montaron, otras porque se sienten atrapadas y les da rabia que sus maridos se escapen en cuanto pueden.

¿Qué beneficios obtienen las mujeres y los hombres de la familia feliz? Las mujeres, doble y triple jornada laboral, penalización en sus empleos, bajada de ingresos y de autonomía económica, agotamiento extremo, y falta de tiempo libre. Los hombres en cambio tienen muchos más privilegios que sus esposas.  Ganan en posición social, ven aumentar sus ingresos, y se les considera señores respetables. 

A cambio de sentirse vigilados, controlados y atrapados, obtienen sexo gratis, amor y cuidados permanentes. A muchos de ellos les compensa casarse porque el matrimonio les ofrece una criada gratis que también es enfermera, psicóloga, secretaria, madre, educadora, cocinera, limpiadora, y les compensa porque el papel de cualquiera de ellas es cubrir las necesidades básicas de su marido, incluidas las sexuales. Y aunque la vida en familia es muy aburrida y a rstos estresante, todos puede escaparse un ratito al burdel o a casa de la amante: si les descubren, les dejan dos noches durmiendo en el sofá y luego todo vuelve a ser como siempre. 
 
¿Os habéis fijado que cuando el papá va a conocer a su bebé recién nacido, todo el mundo insiste en el gran parecido que tienen ambos? Muchas mujeres creen que si su hombre se enamora del bebé nada más nacer, no querrá separarse de ellas durante todo el tiempo que dure la crianza. Por eso los demás familiares tratan de facilitar que el padre sienta que el niño es realmente hijo es suyo, y surja el vínculo amoroso: si el padre cae rendido, será más probable que acceda voluntariamente a formar parte de la nueva familia feliz. 

El mito romántico nos engaña a todas con la idea de que teniendo hijos, el hombre por fin se comprometerá, se comportará como un adulto, y se vinculará a nosotras y a los críos como proveedor principal, protector y cabeza de familia. Por eso hay tantas que creen que el hombre dejará de salir con sus amigos, que sacrificará su tiempo libre, y dejará de dedicar tiempo a sus pasiones para entregarse por completo a la crianza y al hogar. Y que aunque haya problemas, podrán superarlos unidos, y serán todos muy felices comiendo perdices. 

Este es el mito que nos venden, pero la realidad es diferente. Los hombres son educados para disfrutar de su libertad y para gozar de todo a la vez: de su papel como cabeza de familia, de su status como hombre soltero. Los hombres son educados para que crean que puedan compaginar su grupo de rock adolescente o sus juergas en el puticlub con sus obligaciones como compañero y papá. Las que se quedan sin sus pasiones y sus redes somos nosotras, y así es como, por muy modernas que seamos, acabamos todas maternando solas en casa y preguntándonos si era esto lo que queríamos. 

La falta de cuidados y la ausencia del padre genera un enorme resentimiento y una gran frustración en las mujeres que pensaron que tener hijos podría transformarlos en hombres más tiernos, más sensibles, más maduros, responsables y más comprometidos. A muchas nos hicieron creer que el amor nos haría iguales, y nos convertiría en compañeras de los hombres. 

Pero la realidad es otra. Los hombres tienen un problema muy serio con la paternidad. En muchos países del mundo las que acompañan a parir a las mamás son las abuelas, no los papás. Las que cuidan a las mamás en el postparto, son las abuelas, las tías, las hermanas, las primas y las amigas, no los papás. 

Hay muchos que en pocos días ya están haciendo su vida como si nada, y que jamás cambian un pañal. 

Son pocos los países del mundo que permiten a los hombres cuidar a su compañera y bebé en el posparto, pero no hay ningún movimiento social de hombres masivo pidiendo que las leyes reconozcan su derecho y su obligación de cuidar durante los primeros meses de vida de las criaturas, que es cuando más les necesitan. 

En las sociedades más modernas, los papás y las mamás primerizas se hacen una foto muy bonita para presentar a su bebé en sociedad, y cuando llegan a casa se dan un golpe fortísimo con la realidad: los bebés necesitan atención y cuidados las 24 horas del día, y la carga del trabajo doméstico pasa a ser descomunal. La vida es muy dura cuando no dormimos, y cuando el agotamiento nos tiene como zombies, hay momentos en que sentimos que hemos perdido nuestra propia vida. Y eso es lo que hace que muchos salgan corriendo. 

Las que no podemos salir corriendo somos nosotras. 

En las sociedades tradicionales, las mujeres se cuidan entre ellas, y en las más modernas, los hombres tienen permiso de paternidad unas semanas para poder cuidar a su compañera. Como no es obligatorio, muchos prefieren volver al trabajo que estar metido en la cuarentena del posparto. Y los que quieren disfrutar de su bebé, tienen que volver cuando se acaban los permisos de paternidad, así quela mamá se queda sola durante 9 o 10 horas al día, con dos empleos y sin remuneración. 

En la mayor parte del mundo los hombres pasan más tiempo fuera que dentro de casa, regresan al final del día, y se encuentran un hogar sumido en el caos y a una compañera agotada, cabreada o al borde del llanto. Que haya tantas mujeres solas en casa sin ayuda, con un bebé tan pequeño, a menudo con puntos de sutura en los genitales o en la panza, es una monstruosidad. Las mujeres no pueden llevar una casa y cuidar a un bebé a la vez en el posparto porque no hay energía ni tiempo material, especialmente si además de un bebé hay más niños/as y mascotas. 

Las mujeres recién paridas nos sentimos vulnerables y solas. Es entonces cuando empiezan las batallas en el hogar: las mamás reclaman tiempo para ellas mismas, piden ayuda y cuidados, y se cabrean porque el hombre no se compromete, o porque llega muy tarde a casa.

Cuando los hombres hacen su vida como si no tuvieran bebés, el mito de la familia feliz comienza a resquebrajarse como el corazón de las mujeres que creyeron que al encontrar el amor no se sentirían solas jamás. 

Hay pocas opciones para salir de la trampa. Si la mamá quiere cuidar ella misma a sus hijos, tendrá que renunciar a sus ingresos y depender económicamente del compañero. 

Otra opción es buscar una sustituta que cuide a tus hijos (pero no a tu marido), que cobre la mitad que tú por las mismas horas de trabajo, y que no forme parte de tu familia aunque pase más horas que tú en tu casa. Es decir, nosotras podemos liberamos como los hombres, pero explotando a otras mujeres más pobres o más precarias que para poder delegar tu responsabilidad y la de tu compañero en otra persona.

La tercera opción es llevarlo a una guardería diez horas al día. No importa el sufrimiento que genera en las crías estar con gente desconocida con la que no tiene vínculos afectivos: lo que importa es que las mujeres que son mamás sean igual de productivas que las que no son mamás. ¿Y qué ocurre con las madres y padres que quieren cuidar ellos mismos a sus criaturas? Que no pueden. La familia feliz tiene que pasar el día separada: los mayores en las residencias, los pequeños en las guarderías, y los adultos en sus centros de trabajo.

Las mujeres tenemos un problema con la droga del amor, y los hombres tienen un problema muy grande con la paternidad. Muchos de ellos desaparecen cuando surge la rayita en el aparato que te dice si estás o no embarazada. Otros huyen en el embarazo, y otros al poco de nacer el primer bebé. Algunos aguantan unos años, pero se van también. 

Por eso en casi todas las películas y novelas, los protagonistas tienen el mismo problema: un padre que no estuvo, un padre que a veces estaba y otras no, un padre que estuvo y abandonó, un padre que jamás quiso de verdad a su hijo. 

Si el mundo está lleno de niños y niñas traumadas por la ausencia del padre, es porque el mito de la familia feliz es una trampa. 

Los hombres logran huir de esa trampa de diversas maneras: unos desaparecen del mapa, otros huyen a ratitos. Los hay que se quedan en cuerpo pero no en alma: son esos hombres de antaño que permanecían frente al televisor con cara de fastidio porque los niños gritan y cuando ya no pueden aguantar más a la familia feliz, se bajan al bar a tomarse tres whiskys y ahogar las penas, hasta que llega la señora para mandarles de nuevo a casa. 

Antes las mujeres tenían que ejercer de policías y carceleras, intentando mantener a los hombres dentro de los confines del hogar, mientras los hombres vivían como ladrones, intentando burlar la vigilancia para poder vivir a ratitos la vida de hombre libre que siempre quiso vivir.  Para los hombres siempre ha sido relativamente fácil combinar su vida de hombre de familia y su vida de hombre soltero, pero para las mujeres no hay escapatoria posible. 

A nosotras nos toca el gran peso de la carga familiar: somos nosotras las que dejamos de tener tiempo libre y vida social. Somos nostras las que, en todo el mundo, hacemos doble o triple jornada laboral como trabajadoras del hogar, como mamás, y como profesionales: basta con echar un vistazo a los índices de tiempo libre que disfrutan los hombres en todos los países y compararlos con los de las mujeres para darnos cuenta de que en la gran trampa de la familia feliz, las que salimos perdiendo somos nosotras.

Antes de caer en la trampa, lo que vemos a diario en la calle son familias felices paseando o comprando, y subiendo sus fotos de familia feliz en las redes sociales. 

Y después de caer en la trampa, es cuando comprendemos lo que hay detrás de las sonrisas felices de las fotos, y la estafa que hemos sufrido. 

Algunas se divorcian porque no soportan la insolidaridad y el egoísmo de sus esposos, otras viven en una guerra permanente para que el compañero se porte bien y esté a la altura. Unas se quedan y tienen más hijos, y más trabajo, y más cansancio, y más amargura, otras se liberan cuando los hijos e hijas salen de casa. Las marcas que esa decepción deja en el rostro no se quitan con ningún filtro de Instagram. 

Algunas creen que han tenido mala suerte en la vida y siguen creyendo que lo que ven por la calle son familias felices. Otras saben perfectamente que en todas las familias tradicionales, y también en las modernas, las mujeres viven sobrecargadas y agotadas, volcadas en el bienestar de su marido y sus crías, tirando del carro como pueden, e intentando ser felices, cuando las dejan. 

¿Están los hombres haciendo cambios? Algunos de los hombres que no quieren familia feliz han empezado a usar condón y a hacerse la vasectomía. Los que sí quieren familia feliz combinan el rol de hombre moderno que apoya y ayuda pero sin asumir la responsabilidad, con el rol de hombre tradicional que se escapa de vez en cuando para disfrutar de la vida. Hay mujeres que toleran estas escapadas, otras que montan escenas dramáticas, unas que se rebelan contra la injusticia, y otras que se resignan y asumen lo que las ha tocado por haber nacido mujeres. 

Antes, de los hombres no se esperaba que fueran buenos padres. Lo único que tenían que hacer es traer  dinero a casa, y ya se apañaban las mujeres entre ellas. Ahora en cambio nos dejan solas en una casa, sin red alrededor, haciendo el trabajo de tres mujeres, y esperando a que vuelva el marido. 

Antes teníamos una red de mujeres de nuestro entorno, nos apoyabamos unas a otras, trabajando y criando a la vez. Había maridos que cumplían con su única obligación, y había otros que se gastaban el salario en una fiesta de dos días y les daba igual que sus hijos y compañera pasaran hambre. Las mujeres se buscaban las vueltas para alimentarlos hasta que llegara el próximo salario, si llegaba. Eso era todo.

Las mujeres de hoy en día sufrimos más porque estamos solas, y aunque algunas tenemos nuestros ingresos, esperamos que ellos sean solidarios y responsables, que se comprometan y sean capaces de disfrutar de su paternidad, que sean honestos y que sean buenos compañeros. 

Nos venden dos mitos por el precio de uno: el príncipe azul y el compañero que es buen padre. Y lo compramos a ciegas, aunque después nos demos cuenta del precio tan alto que hemos tenido que pagar.

¿Entonces no existen las familias felices? 

Hay parejas que se quieren, se cuidan, y reparten las tareas equitativamente. Hay familias amorosas que disfrutan pasando tiempo juntos, pero ninguna familia es perfecta: en todas hay conflictos y problemas, como en cualquier grupo humano. 

Es difícil encontrar familias que funcionen al margen de las estructuras patriarcales, porque en la mayoría de los hogares, somos nosotras las que cargamos con todo el trabajo mental y emocional, la organización y administración, y la planificación. La sociedad se alarma ante la bajada de la natalidad y nos pide que que seamos madres, pero no nos proporcionan las condiciones que necesitamos para criar. El mercado laboral nos castiga y no nos permite siquiera cuidar de nuestros críos cuando enferman. 

Nos engañan con el mito de la conciliación, pero las que vivimos en una familia feliz sabemos que la única forma de lidiar con todo es dormir poco y vivir permanentemente agotada. El cansancio extremo deteriora nuestra salud física, mental y emocional, nos afecta al ánimo y al humor, y al deseo sexual, y deteriora también la convivencia con la pareja. 

Así que el problema no es personal, sino político: las mujeres tenemos que luchar contra corriente en una sociedad que nos pone toda una carrera de obstáculos para maternar y educar. Hoy en día sostener una familia, trabajar e intentar ser feliz es toda una odisea, y tratar de eliminar al patriarcado de la ecuación, es una verdadera utopía. Ni siquiera con una pareja responsable al cien por cien, podemos con todo: para criar a un sólo niño hace falta una tribu entera. 



¿Cómo podríamos avisar a las nuevas generaciones para que no caigan en la trampa? 

A los niños hay que educarles para que sean autónomos y no busquen una criada gratis, para que sean honestos, y para que sólo sean padres si están dispuestos a cuidar a sus criaturas. 

A las niñas hay que explicarles que ser mujer no significa ser madre, que criar hijos es muy duro en un mundo anti-niños, y que los cuidados hay que compartirlos entre todos y todas. 

A las nuevas generaciones hay que contarles lo que hay después del final feliz de los cuentos, lo difícil que es vivir en pareja, los problemas que tienen los hombres con sus responsabilidades y sus paternidades, y los problemas que tienen las mujeres que compraron el pack completo de mitos creyendo que así serían felices el resto de sus vidas. 

Hay que hablarles de la presion social que sufrimos para que nos emparejemos y tengamos hijos aunque no queramos, y de lo difícil que es para nosotras que nos respeten cuando decidimos amar de otra manera o fundar otro tipo de familia que no sea la tradicional. 

También hay que hablar de la decepción, la frustración, la amargura que genera en las mujeres esta estafa romántica, y de cómo afecta a nuestra salud mental y emocional. 

Tenemos que visibilizar la prisión en la que viven tantas mujeres que soñaron otra vida distinta y no pudieron elegir. 

Hay que explicarles que la vida que llevan las princesas y las famosas de la Revista ¡Hola! junto a sus príncipes azules no es real. Son escenarios, performances, que nos hacen creer que las mujeres ricas sí logran fundar una familia feliz y ser felices. Ellas también sufren, se divorcian, se rompen, se recuperan, y vuelven a fundar otra familia feliz. Es una narrativa mágica que nos empuja a imitarlas, y que nos hace presas de un sistema que nos quiere a todas entretenidas en la tarea de fundar y sostener una familia feliz.  

Hay que explicarles a las niñas y adolescentes que los bebés más que unir, destrozan parejas: la llegada de un bebé es una experiencia tan fuerte y tan difícil, que sólo sobreviven aquellas que logran unirse y formar equipo de crianza. Y de ellas, son muy pocas las que logran ser equitativas en el reparto de las tareas. 

La familia feliz se construye sobre la capacidad de las mujeres para ceder, para resignarse, para aguantar, y para sacrificarse. Por eso ahora se rompen tantas familias felices: porque las mujeres ya no queremos asumir el papel que nos toca, y protestamos por la vida de privilegios que disfrutan los hombres. 

El problema es que muchas de las que quieren divorciarse son amenazadas de muerte, y la mayoría no tiene medios económicos para separarse. Por eso, para la mayor parte de nosotras el amor romántico y la maternidad romántica es una trampa. 

Para que la gente joven pueda entender la doble moral, la Gran Estafa del Mito Romántico y de la familia feliz, y lo que les pasa a los hombres, invitadles a que echen un vistazo a los aparcamientos de los burdeles a medio día: están a rebosar de hombres que van a misa los domingos con su señora y su descendencia.

El feminismo está sacando a la luz todos esos privilegios masculinos, y denunciando la explotación y la violencia que sufrimos las mujeres en el hogar feliz. Queremos desmitificar el amor romántico para que no caigan más niñas, lograr que todas las mujeres tengan las condiciones adecuadas para poder divorciarse si lo desean, queremos repartir los cuidados para que no recaigan sobre las espaldas de las mujeres, queremos que los hombres se impliquen en todas sus responsabilidades y dejen de vivir como reyes, queremos que todas las mujeres puedan elegir libremente la maternidad, queremos que los niños y niñas se sientan queridas, queremos que las mujeres se sientan libres para vivir su vida como quieren, queremos que las mujeres sean libres para amar a otras mujeres, queremos tener tiempo e ingresos para criar, y queremos que la sociedad acepte que hay muchas formas de relacionarse y muchos tipos de familia diferentes. 

Hay que seguir derribando los mitos románticos y el mito de la familia feliz para liberarnos de las cárceles en las que nos quieren meter en nombre del amor.

Coral Herrera Gómez 



Otros mitos: 

 

Coral Herrera Gómez Blog

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Únete al Laboratorio del Amor

Únete al Laboratorio del Amor
Para saber más pincha en la imagen