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22 de enero de 2023

Entre nosotras: cómo dejar de hacernos daño




¿Por qué nos hacemos daño las mujeres unas a otras? 

Porque vivimos en una sociedad patriarcal y violenta que nos enseña a luchar por el poder, y a aplastar a los demás para conseguirlo. Las mujeres somos educadas en el patriarcado y nos lleva muchos años darnos cuenta no sólo de las violencias que sufrimos, sino también de las que ejercemos sobre las demás mujeres. 

Es un proceso largo que requiere mucha autocrítica amorosa, primero hay que analizar cómo aprendimos a competir entre nosotras, cómo luchamos por el poder, y después, ponerse a pensar en cómo nos puede ayudar el feminismo a mejorar las relaciones entre nosotras. 

Las mujeres educadas en el patriarcado no solemos ejercer violencia física sobre las demás mujeres, pero sí violencia psicológica y emocional, que es una forma de sentirnos superiores, inflar nuestro ego,  abusar de nuestro poder, y conseguir algo que necesitamos o deseamos. Porque somos educadas para rivalizar entre nosotras por la atención y el amor de los hombres, pero también para competir en nuestro entorno profesional, y así conseguir mejores puestos y salarios.

Y esta forma de relacionarnos nos hace sufrir mucho. 

No tenemos mucha admiración unas a otras, pero nos cuesta aplaudir los éxitos de las demás, porque los vemos desde nuestro ombligo, y nos preguntamos constantemente: ¿por qué ella sí y no yo?. Cuando la admiración se mezcla con el rencor, surge la envidia: no podemos alegrarnos de que a las demás les vaya bien, incluso aunque a nosotras nos vaya bien. Cuanto más éxito tiene una mujer, más rabia nos da, pero nos cuesta mucho reconocerlo, aunque sabemos que nos hace daño.

Muchas veces odiamos en otras mujeres lo que no nos gusta de nosotras mismas, son nuestro espejo y cuando nos miramos en ellas nos provoca un rechazo monumental, porque nos vemos reflejadas. A ellas las atacamos con más odio aún, porque es más fácil para nosotras juzgar a las demás que analizarnos a nosotras mismas. Cuesta mucho darse cuenta si el ego está muy grande, pero las mujeres que entrenan en la autocrítica amorosa a veces lo consiguen.

Otras veces atacamos a otras mujeres porque las vemos como una amenaza para nosotras, y cuanto más nos fascinan y nos embelesan, más amenazantes son: creeemos que la otra llega a quitarnos a nuestra pareja, o nuestro empleo, y buscamos mil razones para odiarlas, pero no lo conseguimos del todo porque en el fondo, nos gustan un montón y querríamos ser como ellas.  

Nosotras también sufrimos las enfermedades de transmisión social, y somos clasistas, racistas, machistas, gordofóbicas, lesbofobas, homófobas, etc, así que atacamos a mujeres que consideramos que pertenecen a una clase social inferior, o que tienen menos rango que nosotras, sin darnos cuenta de cómo hacemos daño usando nuestros privilegios. 

También, por supuesto, atacamos a las mujeres que creemos que están por encima de nosotras, porque tienen más seguidores, o tienen una familia feliz perfecta, o tienen más dinero, mejor posición social, o mayor categoría profesional, o son más jóvenes, más guapas, y más encantadoras que nosotras. 

Aquí también entran en juego nuestros complejos de superioridad e inferioridad: cuanto más baja es nuestra autoestima, más complejos tenemos, y más necesitamos llamar la atención y dejar claro nuestro lugar en la jerarquía, mientras nos esforzamos en escalar peldaños para llegar a ella. 

Tanto en la realidad como en las redes sociales, el ego nos lleva por la calle de la amargura. Necesitamos tener el control de todo, sentirnos las mejores, acaparar los focos y los aplausos, acumular likes y seguidores. Necesitamos sentirnos especiales y únicas, y despertar la admiración y el deseo de los demás. Cuanto más baja tenemos la autoestima, más necesitamos el reconocimiento externo, y más dependientes somos de la opinión y la atención de los demás.

También la sed de venganza es otra causa por la cual hacemos daño a alguien que nos ha perjudicado o nos ha hecho daño, y lo justificamos con esta idea del "ojo por ojo, diente por diente", que es muy antigua pero sigue en nuestro imaginario colectivo, arraigado con fuerza.Por ejemplo, si una mujer nos quita la pareja, creemos que tenemos derecho a hacerla daño con el argumento de que ella nos hizo daño primero. Es peligroso usar este argumento porque también lo usan los femicidas cuando sospechan o descubren una infidelidad, o cuando ellas quieren dejar la relación. 

Creamos las leyes para no tener que usar el ojo por ojo, diente por diente. Porque si nos dejasemos llevar por esta idea, todas las familias se extinguirían como las de la mafia italiana cuando entran dos clanes en guerra. No queda uno vivo cuando les ciega la sed de venganza. 


¿Cuáles son nuestras armas? 

Las mujeres nos hacemos daño de muchas formas. No nos amenazamos de muerte, como hacen los hombres, pero sí nos insultamos, nos burlamos, nos humillamos públicamente unas a otras.

Nos hablamos con desprecio y con tono de superioridad, nos tratamos unas a otras como si fueramos basura, nos parece que cuando alguien nos cae mal, tenemos derecho a meternos con ella. 

Nos reímos, ridiculizamos a la otra para quitarle legitimidad a sus palabras y a su figura, e invitamos a las demás a hacer lo mismo sin pararnos a pensar ni un solo momento en el daño que estamos haciendo. 

Otras sí son conscientes, y lo disfrutan, por eso añaden leña al fuego siempre que pueden. 

Nos inventamos bulos, chismes y rumores, descontextualizamos sus palabras, tergiversamos el sentido de lo que la otra está diciendo. Vigilamos sus publicaciones, escondidas como hienas, para saltar en cuanto se pueda e ir a la yugular directas. 

Hacemos preguntas cargadas de reproches, usamos la ironía y el sarcasmo, utilizamos la información sensible que tenemos de ellas para hundirlas en la miseria. Nuestra intención no solo es silenciar a otras mujeres, sino callarlas para siempre, destruirlas simbólicamente, para que desaparezcan de las redes y se "mueran" cibernéticamente. En su entierro, brindamos con champán, convencidas de que hemos derrotado a la enemiga, hasta que aparece nuestro nuevo objetivo. 

Los hombres disfrutan un montón viendo como nos machacamos entre nosotras. 

Date una vuelta por las redes sociales y compruébalo por ti misma. Muchas mujeres señalan públicamente a otras, las etiquetan y les dedican toneladas de palabras de desprecio. Además las exponen para que vengan detrás los hombres a sumarse a los ataques, y disfrutan viendo como la multitud las lincha y las cancela. 

Es el placer del poder, es la sed de venganza, es la superioridad moral con la que juzgamos a las demás lo que nos mueve a iniciar campañas contra otras mujeres. Algunas se dedican en cuerpo y alma a atacar a compañeras de lucha que no piensan como ellas, y tienen estrategias súper elaboradas para cancelar, machacar y borrar a las mujeres a las que odian. 

Sienten un placer momentáneo, pero nunca se sacia una del todo en redes, nuestro cerebro siempre quiere más adrenalina, y las redes saben lo que tienen que darnos para que nos conectemos y nos enganchemos a ellas: emociones fuertes, chutes y subidones instantáneos, sangre, sudor y lágrimas, dolor y llanto. 


¿Por qué nos odiamos tanto? 

Las mujeres competimos entre nosotras por puestos de poder en una empresa, en una institución, en un partido político, en una asociación de vecinos, competimos en el deporte, en el arte, en la cultura, en las portadas de las revistas del corazón. 

Y al patriarcado le encanta ver cómo nos ponemos zancadillas unas a otras, como nos damos puñaladas traperas, y no tiene que hacer nada para que nos destruyamos: ya lo hacemos contra nosotras mismas, y entre nosotras. 

No solo guerreamos contra otras mujeres, también nos hacemos auto boicot, odiamos nuestro cuerpo, no nos gusta nuestra forma de ser, nos exigimos demasiado, nos tratamos con la misma crueldad que a nuestras enemigas. Nos odiamos, nos sometemos a otros, nos ponemos en riesgo en nuestras relaciones.

Piensa por un momento en cómo te hablas y te tratas a tí misma, y en cómo te descuidas, y en las relaciones que tienes con gente que no te cuida, no te trata bien y no te quiere bien. 

Nos odiamos porque tenemos miedo, inseguridades, complejos, falta de autoestima. Y creemos que atacando a otras nosotras valemos más, o aparentamos que valemos más. 

El patriarcado construyó para nosotras la figura de "la enemiga". 

Las mujeres no solo batallamos contra nosotras mismas, también necesitamos enemigas para reafirmarnos, para sentirnos pertenecientes a un bando, para destacar en la lucha y que todas vean lo graciosas y lo crueles que podemos llegar a ser. 

Nos encanta meter zascas, machacar, dejar en el fango a otras mujeres, demostrar que llevamos la  razón, ridiculizar a las demás para brillar por encima de ellas, para destacar, para llevarnos a sus seguidoras a nuestros muros. 

Y es cierto que cuanto más violenta seas en tus ciberbatallas, más likes y más seguidoras obtienes, así que muchas mujeres en lugar de dedicarse a crear contenido para hacerse conocidas, se dedican a destruir a su competencia, o a cualquier mujer que se vea envuelta en una polémica. 

No es una actividad placentera, porque la sensación de victoria se esfuma en pocas horas: siempre hay más mujeres con más seguidoras que tú, siempre hay mujeres que destacan más que tú, y la lucha por llamar la atención en redes es desgastante, y nunca nos sacia. 

En nuestras batallas entre mujeres, creemos que hay que ponerse de un bando o de otro, y que no es posible estar en medio. No hay margen para desarrollar el pensamiento crítico dentro de un bando: o estás a muerte, o te pueden acusar de ser una de las enemigas. 

No sabemos pensar colectivamente, ni construir conocimiento juntas. El pensamiento más simple es el pensamiento patriarcal, en el que el blanco es lo contrario del negro, el día de la noche, la vida de la muerte, la salud de la enfermedad, lo bueno es lo contrario de lo malo, lo grande es lo contrario de lo pequeño, el bien es lo contrario del mal. El pensamiento binario nos reduce a la dicotomía entre lo positivo y lo negativo, lo masculino y lo femenino, la naturaleza y la cultura, la razón y la locura.

El pensamiento complejo, según Edgar Morín, es aquel en el que somos capaces de relacionar varios factores para construir una abstracción, y en él, la duda juega un papel fundamental. 

En las redes, sin embargo, nadie duda. Todo el mundo tiene muy clara su opinión sobre el femenismo, aunque no hayan leído nada sobre el tema. Todo el mundo tiene su opinión sobre el amor, la inflacción,  el cambio climático, el coronavirus, el mundial de fútbol, y todo el mundo cree que tiene derecho a opinar sobre asuntos judiciales y legislativos aunque no hayan estudiado leyes. Aunque no sepan nada sobre volcanes, aunque no hayan leído jamás nada sobre virus, aunque no se hayan interesado nunca por las emisiones de carbono, todo el mundo entiende de todo y sabe de todo.  

Lanzamos nuestras opiniones creyendo que estamos soltando puras verdades, que somos muy listas y muy listos, que lo sabemos todo. Y pocas veces expresamos nuestras dudas, ni dejamos margen para todo aquello que desconocemos, y ni siquiera nos interesamos por aprender algo sobre ello, ni sentimos curiosidad para leer y debatir, y así romper nuestros propios esquemas y ensanchar nuestros horizontes. 

Cada vez somos menos tolerantes, y cada vez soportamos menos a las mujeres que no piensan como nosotras. Nos cuesta mucho debatir sobre cualquier tema, porque no sabemos cuidar el tono ni las palabras, y porque interactuamos cegadas por la ira, la rabia, y el dolor.

Escribimos con el hígado hinchado, con las vísceras inflamadas, con las emociones revueltas, y por eso no medimos las palabras ni el impacto que tienen sobre las demás. 

Hemos perdido el placer de la conversación: cuando intentamos dialogar: en vez de disfrutar, sufrimos. Muchas salimos heridas, y muchas, cuando acumulamos varias heridas, bajamos el perfil a cero, o nos vamos de las redes sociales porque no aguantamos más. 

Y esto es otro gran triunfo del patriarcado, porque se van de las redes muchísimas más mujeres que hombres cada día. 


¿Quién gana en las batallas entre mujeres?

Los hombres se aprovechan cuando queremos destruirnos a nosotras mismas y entre nosotras. Ellos y su sistema patriarcal son los ganadores de nuestras guerras.

Nosotras les damos un poder descomunal en nuestras vidas, y por eso nos peleamos por su amor. Con la ex, con la suegra, con la nuera, con la cuñada, con las amigas, con las mujeres que rodean a los hombres que amamos.

Una de nuestras principales batallas es en torno a los hombres casados. Hay mujeres que se enamoran de hombres que obligan a sus parejas a ser monógamas, mientras ellos tienen las aventuras que quieren.

¿Como las engañan? Con el argumento de que ya no aman a su compañera, o que la relación está acabada, o que va a dejarla muy pronto. 

Además, muchos se sitúan como víctimas para dar pena, porque saben que ellas, para poder tener un romance con un hombre casado, necesitan creer en lo que él les dice: que ella es malvada, que es una histérica, que está loca, y que le ha hecho sufrir mucho. 

En las batallas entre la mujer oficial y la otra, el único que sale ganando es el hombre. 

Otra de las batallas es la que existe en torno a un hombre por parte de su compañera sentimental y su madre, y a veces hermanas. Muchas de nosotras somos nueras o suegras en algún momento de nuestras vidas, y si las relaciones son tan conflictivas es porque una de las dos, o las dos, no tienen claro su papel, y porque enseguida nos metemos en una lucha de poder a ver quién tiene más influencia por el hombre. Hacemos la guerra y obligamos al hombre a elegir: "o tu madre y tus hermanas, o yo", o bien maternamos al hijo de un modo tiránico para tener siempre poder sobre él, y por eso los choques con la nuera, que también tiene un poder y no pretende renunciar a él. 

También batallamos con nuestras madres y con nuestras hijas, por ese afán que tenemos de dominarnos, controlarnos, y mandar unas sobre otras. Y apenas podemos hablar del maltrato entre madres e hijas porque se supone que las madres somos seres de luz, seres entregados a los cuidados, que amamos incondicionalmente. Pero lo cierto es que aunque nos queremos mucho, no tenemos herramientas para querernos bien entre nosotras. Y que hay madres, e hijas muy malvadas.

Otras batallas se dan en el ámbito laboral, y en el ámbito social en el que nos divertimos y nos juntamos con más gente para disfrutar. Y casi todas ellas son luchas de poder. Las mujeres ejercemos el poder desde la dominación y desde la sumisión, y somos capaces de estar años y años batallando contra nuestra pareja, para que no nos someta, o para someterle. Porque nos pasa igual que a los hombres: no nos han enseñado a relacionarnos desde un plano horizontal e igualitario, y no sabemos cómo usar nuestro poder para no hacer daño a nadie. 


¿Cómo dejar de sufrir y de ejercer violencia psicológica y emocional contra otras mujeres? 

Desde siempre las mujeres han sobrevivido a las guerras, las sequías, el exilio, las catástrofes medioambientales y las crisis económicas juntando sus recursos para dar de comer a toda la comunidad. En muchas culturas las mujeres se organizan para ayudarse mutuamente, para cooperar, para cuidarse en momentos de necesidad. 

La obsesión del poder patriarcal es romper esas redes de resistencia y de apoyo mutuo, porque solas, las mujeres somos más dependientes, más vulnerables y más sumisas.  Juntas somos una fuerza arrasadora, por lo cual los hombres prefieren que estemos aisladas, y enfrentadas entre nosotras.

Esta es la razón por la cual las princesas de los cuentos patriarcales están tan solas: ninguna tiene madre, abuelas, hermanas, primas, tías, sobrinas, amigas, o vecinas. Si las tuviesen, no necesitarían al príncipe azul para nada y saldrían de su encierro sin necesidad de caer en la trampa del amor romántico. 

Así que una de las formas de dejar de ejercer violencia entre nosotras es organizarnos, juntarnos y solidarizarnos. Marcela Lagarde inventó el concepto "sororidad" para hablar del hermanamiento entre mujeres, la práctica de la empatía y el apoyo mutuo entre mujeres, para no vivir solas, y para no vivir en guerra contra otras mujeres. 

Una de las cosas que más nos tenemos que trabajar es la misoginia, es decir, el odio contra las mujeres, y contra nosotras mismas por ser mujeres. 

Otra cosa que nos podría ayudar mucho es dejar de obedecer a las mujeres líderesas que ejercen violencia sobre otras mujeres. Dejar de amarlas ciegamente, dejar de reirles las gracias, de aplaudir sus discursos, de apoyarlas cuando piden refuerzos para un ataque. 

Es muy liberador dejar de vivir con miedo a convertirte en su próxima víctima. Empezar a pensar por ti misma y a expresar tus opiniones, aunque no sean las mismas que las de ella. Ayudas además a que las demás se liberen también de la fe ciega y el fanatismo, a que puedan expresarse sin miedo a ser atacadas por sus propias compañeras.  

Nos ayudaría mucho también dejar de admirar, adorar e idolatrar a los hombres, y sobre todo, dejar de imitar sus maneras de relacionarse. 

También nos ayudaría entrenar en las artes de la autocrítica amorosa, gracias a la cual podríamos identificar qué nos tenemos que trabajar para ser mejores personas, para dejar de sufrir, y para dejar de hace sufrir a las demás. 

La terapia nos puede ayudar, pero tiene que ser desde la perspectiva de la ética amorosa. No se trata solo de aprender a defenderte de los ataques de otras mujeres, sino también de dejar de atacar. No se trata solo de cuidarse a una misma, sino de cuidar también a las demás. 

Se trata de entrenar para ser más empáticas y solidarias, para dejar de competir entre nosotras, para aprender a cuidar nuestras emociones y nuestros impulsos de manera que no nos arrasen y no arrasen a las demás mujeres.

Se trata de revisarse los privilegios, y trabajarse el racismo, la xenofobia, el clasismo, la misoginia, y todas las fobias sociales que nos hacen creer que unas estamos por encima de las otras.

Se trata de tomar conciencia de cómo se beneficia el patriarcado cuando guerreamos entre nosotras, y del impacto que tienen nuestras palabras y nuestros actos sobre las demás mujeres. 

Necesitamos, además, crear espacios de debate y construcción de conocimiento colectivo, espacios libres de violencia verbal, en los que podamos debatir de los temas más polémicos sin hacernos daño, y sin exponer a las compañeras a la violencia de los hombres, como sucede en redes.

Como véis es un trabajo personal a la vez que colectivo, pues tenemos que aprender a cuidar nuestrass emociones y a controlar nuestras vísceras, a dialogar y a colaborar para acabar con las luchas de poder, aprender a escucharnos con amor y a respetarnos cuando no podamos entendernos, y entrenar juntas en las artes de la asertividad y la comunicación no violenta.

El feminismo es nuestra gran herramienta: lo que nos une a todas es la lucha contra la violencia patriarcal y la violencia machista, y la lucha para conseguir que todas las mujeres podamos disfrutar de una Buena Vida. 

Nos queda mucho camino por recorrer para aprender a tratarnos bien entre nosotras, pero el primer paso es tomar conciencia no sólo de la violencia que sufrimos, sino también de la que ejercemos sobre las demás mujeres. 

La autocrítica nos puede ayudar a hacer uno de los cambios más importantes de la Revolución Amorosa: que las relaciones entre nosotras se construyan desde el respeto, los buenos tratos, el compañerismo y la sororidad. Y, mientras aprendemos a cuidarnos entre nosotras, también aprendemos a cuidarnos a nosotras mismas. 

Estamos en ello, seguimos soñando con un mundo mejor para todas. 

 

Coral Herrera Gómez


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17 de enero de 2023

Nos salvan las amigas





No nos salva el príncipe azul, ni la policía, ni los servicios sociales, ni los abogados, ni los jueces, ni los políticos que gobiernan. El Estado no llega nunca a tiempo. Así que no nos queda otra que cuidarnos y organizarnos entre nosotras para que no nos maten.

Las mujeres que sufren violencia machista están muy solas: a menudo no quieren preocupar a su gente y creen que pueden aguantar y resistir la situación durante meses y años. A muchas les cuesta ponerle palabras a lo que están pasando, y cuando lo logran les da mucha vergüenza admitirlo. Se culpan a sí mismas, y a veces les cuesta asumir que sus vidas corren peligro.

Cuesta mucho ir a denunciar sola, y enfrentarse a los jueces y a la burocracia de los servicios sociales sola, y reclamar nuestros derechos solas. Nos piden que denunciemos, pero los femicidas nos matan igualmente. Aunque haya orden de alejamiento, aunque les pongan la pulserita, nos matan igualmente, sobre todo cuando queremos salir de la relación, porque muchos no están dispuestos a permitir que salgamos con vida de ella. 

Y cuantos más pasos damos para separarnos, más peligro corremos: los femicidas actúan cuando sienten que van a perder a su pareja y no van a poder controlarla más. 

Hay mujeres que pueden tomar decisiones y actuar con rapidez, pueden contratar a un abogado, alquilarse una casa, y llamar a sus amigas para hacer la mudanza entre todas en un solo día. 

Pero hay muchas mujeres que están solas, y otras que aunque tienen red familiar, tienen miedo de contarle a su gente lo que les está pasando. Mientras, los maltratadores tienen todo el apoyo de la sociedad, los medios, el poder judicial: toda nuestra cultura nos culpabiliza a nosotras y a ellos les justifica, les comprende, les absuelve a ellos. 

Así que a la vez que pedimos en las calles que dejen de violarnos, de golpearnos, de matarnos y descuartizarnos, también tenemos que hacer política en nuestra vida cotidiana, con las mujeres que nos acompañan en la vida. 

Las redes de cuidado entre mujeres salvan muchas vidas en todo el mundo, y ayudan a miles de mujeres a liberarse de las relaciones de dominación y violencia. En ellas nos ayudamos entre todas a identificar cuándo estamos sufriendo violencia machista por parte de nuestras parejas, y cuándo es el momento de dejar la relación. Pero además, una vez que una de nosotras quiere salir de ahí, las demás organizamos el tema de la logística: todas nuestras casas pueden convertirse en un refugio temporal para las amigas, las primas, las hermanas, las madres, las hijas, las tías, las sobrinas, y las vecinas, podemos juntar  dinero entre todas para que ellas puedan sobrevivir en los primeros meses, y si corre peligro de ser asesinada, podemos turnarnos para que no se queden solas y acompañarlas a todas partes. 

Cuando nos sentimos protegidas, acompañadas y cuidadas, es más difícil para el hombre violento actuar. Los asesinos necesitan víctimas vulnerables que dependan de ellos y estén solas, sin apoyo emocional y sin apoyo logístico para escapar. Por eso es tan importante que todas tengamos nuestra red de apoyo mutuo en la que dar y recibir cuidados e información, calor humano y amor de amigas, un techo para cobijarnos, y dinero para sobrevivir.  

Además tenemos que apoyar también a las mujeres que no tienen amigas ni red familiar, ni compañeras con la que contar: las mujeres inmigrantes, por ejemplo, son algunos de los colectivos más vulnerables, así como las mujeres mayores y las mujeres con discapacidades que dependen al cien por cien de sus maltratadores. Las más vulnerables necesitan también ayuda de grupos de mujeres para salir adelante, tanto a nivel psicólógico y emocional, como a nivel logístico. 

Y creo que una de las cuestiones fundamentales es que las nuevas generaciones entiendan la importancia de las redes de mujeres, que desde la infancia puedan construir las suyas propias, que sepan valorarlas, nutrirlas, expandirlas y cuidarlas con todo el amor del mundo. 

Tenemos que ayudarles a tomar conciencia que es mejor que el tiempo y la energía que desperdician con el amor romántico, buscando a su media naranja, lo dediquen a cultivar mucho amor del bueno y a crear su red de mujeres. 

No podemos seguir contandoles cuentos en los que el patriarcado les hace creer que la salvación está en el príncipe azul. En realidad son estas redes de mujeres las que nos sostienen, y en muchas ocasiones, las que nos salvan la vida. 

#Redes #mujeres #ApoyoMutuo #cuidados #SalvarVidas #NiUnaMenos #VivasNosQueremos

Coral Herrera Gómez



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10 de enero de 2023

¿Por qué nos matan?


Collectivo Boca, en Bonito, Italia.


Nos matan por desobedecerles. 

Nos matan por rechazarles cuando nos desean.

Nos matan cuando queremos terminar la relación. 

Nos matan porque no queremos cuidarles más.

Nos matan para sentir el placer del poder.

Nos matan porque les falta humildad y no tienen tolerancia a la frustración.


Nos matan porque no nos pueden enjaular. 


Nos matan porque nuestra cultura les hace creer que las mujeres somos cosas y que cuando nos emparejamos con ellos, les pertenecemos.


Nos matan porque creen que son seres superiores que deben ser obedecidos, venerados y cuidados por mujeres sumisas.


Nos matan porque no soportan que les digan que no.


Nos matan porque no soportan que sus parejas se sientan libres para irse o para quedarse. 


Nos matan porque no son capaces de tolerar un no, un "se acabó", un "no aguanto más," un "me voy". 


Nos matan cuando sienten que pierden control sobre nosotras. 


Nos matan porque no saben perder, ni afrontar las derrotas de la vida con dignidad y elegancia.


Nos matan porque tienen miedo y viven presos de sus inseguridades y sus complejos de inferioridad. 


Nos matan porque se obsesionan con su necesidad de dominar y controlar. 


Nos matan porque son misóginos y machistas.


Nos matan porque quieren tener la razón. 


Nos matan porque tienen el ego muy alto y la autoestima muy baja.


Nos matan porque sufrieron y quieren vengarse.


Nos matan porque no saben relacionarse en igualdad y en libertad. 


Nos matan porque están invadidos por el rencor y la rabia.


Nos matan porque odian a las mujeres. 


Nos matan porque la prensa les apoya.


Nos matan porque los jueces están de su lado.


Nos matan porque los femicidios ni conmueven ni indignan a nuestra sociedad.


Nos matan porque los vecinos miran para otro lado. 


Nos matan porque parecen casos aislados.


Nos matan porque se saben impunes.


Nos matan para que las demás aprendamos la lección.


Coral Herrera Gómez 


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4 de enero de 2023

Dejar de maternar hombres adultos, y empezar a maternarse a una misma

 



Ayer me preguntabais que qué significa dejar de maternar a un hombre adulto, y cómo se consigue. 

Lo primero es dejar claras dos cosas: una, que los cuidados en una relación deben ser mutuos. 

Dos, que lo que tú necesitas es un compañero, no un hijo mayor. 

¿Cómo se consigue? 

Lo primero, explicarle que para ser autónomo tiene que aprender a cuidarse a sí mismo, a cuidar sus relaciones, y a cuidar su hogar. 

Lo segundo, negociar para establecer pactos de convivencia y para repartiros las tareas de cuidados y la logística del día a día.

Los hombres pueden aprender a cocinar, a mantener recogido y limpio su hogar, a limpiar la ropa y colocarla, a hacer la lista de la compra, ir a la compra, y colocar y preparar los alimentos.

Los hombres pueden llevar las cuentas de la casa, ir al médico por su propia iniciativa, llevar las cuentas del hogar, cuidar las plantas y el huerto si tenéis.

Puede aprender a organizar las actividades en el tiempo de ocio, a planificar los viajes en pareja o en familia, puede aprender a consultar el clima y a hacer las maletas. 

Pueden ir a las reuniones del colegio, participar en las actividades en las que piden la colaboración de los padres y madres, estar pendientes de las revisiones médicas de las criaturas y de las mascotas, estar pendiente de los eventos sociales y familiares, y participar en la organización como un adulto funcional más ( cumpleaños, operaciones y enfermedades, bodas y divorcios, nacimientos y entierros, y demás momentos importantes)


Puede aprender a confeccionar los disfraces para fechas señaladas, llevar a las crías a los cumpleaños de sus amigos y amigas, puede socializar con los demás padres y madres por sí solo. 

Puede aprender a estar pendiente de la ropa de las criaturas, pasarle la ropa que ha quedado pequeña a otra gente, y organizar la que os pasan a vosotros.

Puede cambiar pañales, sonar mocos, limpiar vómitos, vigilar fiebres en la noche, puede dar biberones, puede hacer la matrícula del colegio y todo tipo de trámites administrativos, puede ayudar a sus hijos e hijas con los deberes. 

Puede aprender a hacer limpieza profunda en el hogar, ordenar el trastero, ir al banco a hacer gestiones, sacar entradas para ir al teatro o al cine, cambiar la ropa de verano a la de invierno. 

Puede vigilar y curar heridas, planificar menús semanales, puede sentarse a hablar con los adolescentes y sostener conversaciones íntimas con ellos sobre sexo, emociones y sentimientos, puede acompañar emocionalmente a amigos y familiares en momentos difíciles de sus vidas, puede acompañarles y cuidarles cuando enferman. Pueden pasar noches en hospitales con sus familiares y amigos si lo necesitan, pueden estar pendientes de la medicación. 

Todos los hombres pueden cuidarse a sí mismos y pedir ayuda a su gente o a profesionales cuando no se sienten bien. 

Si en tu pareja tú eres la que se encarga de todo mientras él juega a la play o se entretiene con su teléfono, si no tienes tiempo libre y él sí, si te sientes su criada porque él no sabe hacer nada, es porque te está tratando como si fueras una mamá devota y entregada a sus cuidados.

Muchas mujeres lo hacemos porque creemos que ellos no saben hacerlo bien, pero también porque nos creemos que así nos van a valorar más y nos van a necesitar. 

Cuidado con el ego: nos gusta sentirnos importantes e imprescindibles, y creemos que van a estar tan agradecidos que no nos van a dejar nunca. 
Pero nos dejan.

Maternar a un hombre como si fuera un adolescente genera una relación de dependencia mutua. 

Que no se nos olvide que todas somos sustituibles: hay millones de mujeres deseando cuidar a hombres que no se cuidan y no las cuidan. Nos han educado para dar "sin pedir nada a cambio", y para creer que nacimos para servir. 

¿En que consiste el cambio radical que propongo? 

Se trata simplemente de que te cuides a ti misma y te preocupes por tu tiempo de descanso y diversión. Se trata de que tu pareja se comprometa a trabajar en equipo y asumir sus responsabilidades como un adulto funcional, que se trabaje a fondo su machismo y todo lo que se tenga que trabajar para aprender a quererte, a tratarte y a comportarse como un compañero.

Si cuentas con su colaboración para hacer el cambio radical que necesitáis, estupendo. Si se lo trabaja para ser autónomo y para comportarse como un adulto, y para ser un compañero, estupendo. Si aprende a comunicarse para expresar sus emociones y sus necesidades, genial. Si aprende a negociar para llegar a acuerdos y para repartirse las tareas, genial también.

Si no, tendrás que tomar las decisiones que sean necesarias para cuidarte a tí misma y para dejar de relacionarte con él como si fuera un ser dependiente. 

Recuerda que tú no puedes cambiar a tu pareja, que solo puede cambiarse él a sí mismo, y que cualquier cambio lo tiene que hacer por iniciativa propia. Siempre hemos intentado educar y orientar a los hombres, pero ninguno evoluciona si no lo necesita.

Recuerda que un compañero no es un hijo, y que los cuidados en una relación entre personas adultas deben ser siempre mutuos. Y que si no son mutuos, es explotación emocional y doméstica. 

Recuerda que tienes derecho a tener tiempo libre y a descansar, y a vivir en igualdad de condiciones con los hombres con los que te relacionas.

Los amores que sean siempre compañeros.

Coral Herrera Gómez

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Libros para la Revolución Amorosa 

El Laboratorio del Amor 


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18 de octubre de 2022

El amor de pareja en cifras




Nuestras relaciones son un desastre: no sabemos querernos bien, no sabemos construir relaciones igualitarias, no sabemos disfrutar del sexo y del amor, no sabemos separarnos sin hacernos la guerra. 

El mito romántico es una trampa para nosotras: nos promete una vida feliz a todas, pero las cifras nos muestran que el amor romántico sigue siendo profundamente patriarcal y machista. En el matrimonio, los hombres siguen viviendo en casa como reyes, igual que sus padres, sus abuelos y bisabuelos, y tienen el doble de tiempo libre que nosotras. Algunos "ayudan" en casa, y "ayudan" en el cuidado de los niñós y las niñas, en algunos países del mundo más desarrollados, pero somos las mujeres las que vivimos como criadas y nos vemos obligadas a asumir toda la carga de tareas y logística, la carga mental y emocional de la familia. 

La mayor parte de las parejas afirman que están unidas "por amor", estar enamorados es el principal motivo para casarse. Este es también el principal motivo por el que nos convertimos en sirvientas y en madres de los hombres con los que convivimos: trabajamos gratis "por amor". 

Después de la boda, nos sentimos estafadas: la mayoría nos casamos pensando que vamos a ser compañeros y a trabajar en equipo. Cuando nos queremos dar cuenta, estamos sufriendo abuso y explotación doméstica, que es una de las formas más comunes de violencia machista.  

La mayor parte de los hombres no tienen conciencia de estar ejerciendo violencia sobre sus compañeras, creen que sus privilegios son "naturales" y "normales". Algunos hombres, antes de casarse o de convivir con su pareja, tienen autonomía y saben hacer las tareas básicas para la supervivencia. Pero según un estudio de Sigma Dos en España de 2018, en cuanto se emparejan, el 36% lo dejan, porque creen que es deber de las mujeres servirles y cuidarles.

Para la gran mayoría de las mujeres el matrimonio significa perder la libertad, dedicar todo su tiempo y energía a los cuidados en solitario, y poner en riesgo su salud física y mental. 

Solo la mitad de las mujeres del mundo puede decir “no” a su pareja si no desea tener relaciones sexuales, solo la mitad pueden decidir sobre su cuerpo, su sexualidad y su maternidad, y la gran mayoría se ven privadas de sus derechos sexuales y reproductivos, y demás derechos fundamentales: derecho a la libertad de movimientos, derecho a estudiar y trabajar, derecho a tener una red afectiva propia, derecho a tener dinero propio, derecho a tomar decisiones.... 

Son millones las mujeres que renuncian o sacrifican en parte su carrera por apoyar a su pareja, las que no pueden salir de casa sin permiso de sus maridos, y las que tienen prohibido estudiar o trabajar, salir a hacer deporte o a divertirse. Hay muchas mujeres en el mundo que solo pueden ir a misa, al supermercado y a casa de familiares, y otras que ni siquiera eso: viven permanentemente confinadas y solo pueden salir con sus maridos. Y a veces ni eso. 

Además de la explotación doméstica y la falta de derechos, las mujeres sufrimos violencia física y emocional en el hogar. No es en las calles ni en los espacios públicos donde corremos peligro, es en casa. No son los desconocidos los que nos violan y nos matan: son nuestros novios y maridos, y demás hombres de nuestro entorno más cercano, según el Informe del 25N de 2018 publicado por ONU

Las cifras nos demuestran que el amor de pareja no es tan maravilloso e ideal como nos lo pintan, y que de hecho puede ser muy peligroso casarnos: cada día 137 mujeres son asesinadas en el mundo por sus parejas, casi 90 mil mujeres al año. 

En el matrimonio heterosexual, muchas mujeres sufrimos diferentes formas de violencia:

explotación doméstica, 

agresiones físicas y violencia sexual, 

maltrato psicológico y abuso emocional, 

violencia económica, 

y violencia vicaria (la que se ejerce sobre los hijos e hijas para hacer daño a sus madres). 

Son muchas las mujeres que sufren infidelidades, malos tratos y abandono cuando están embarazadas o enfermas. Los datos más escalofriantes son aquellos que nos hablan de mujeres mayores que han sufrido violencia durante 60, 50 o 40 años por parte de sus maridos, y las mujeres con dependencia económica y discapacidades, para las que el divorcio no es una opción, ni un derecho como para las demás. 

La mayor parte de las mujeres casadas tienen doble y triple jornada laborales, y sólo una remunerada, lo que significa que los hombres tienen mucho más tiempo libre que sus compañeras en todo el mundo. 

Cada 7 segundos una niña menor de 15 años es casada en el mundo. Son millones las niñas, adolescentes y mujeres casadas en contra de su voluntad. 

También son millones las que no están obligadas a casarse pero lo hacen porque no tienen autonomía económica o por presión familiar. Permanecer soltera provoca aún un amplio rechazo social: las mujeres que deciden no casarse siguen siendo vistas como "raras" y como fracasadas. La trampa de todas las que se ven obligadas o presionadas para casarse es que luego no pueden divorciarse, por los mismos motivos. 

Para muchas mujeres el matrimonio es una cárcel de la que no pueden escapar, y en la que se se ven obligadas a asumir toda la carga de cuidados del hogar, y cuidados a bebés, niños, niñas, mayores y familiares dependientes (con discapacidades, enfermedades, o accidentados), mascotas y animales domésticos y de granja. 

Son millones de mujeres trabajando fuera de casa, y trabajando gratis para uno o varios hombres (hermanos, padres, suegros, cuñados, sobrinos, hijos), sin salario, sin días de descanso, sin vacaciones, sin derecho a enfermar, sin derecho a cotizar ni a jubilarse, y sin derecho a escapar de la esclvitud doméstica. 

Las promesas del amor romántico no tienen nada que ver con la realidad: casadas no somos iguales a los hombres, ni somos más felices, ni estamos más protegidas frente a la violencia, ni tenemos calidad de vida. Es justo al revés: cuando estamos casadas sufrimos más, enfermamos más y morimos antes. 

Numerosos estudios afirman que las mujeres solteras y viudas viven mucho mejor y son mucho más felices, empezando porque gozan de mayor libertad y autonomía, más tiempo libre, más horas de sueño y de descanso, y tienen una red afectiva y social más amplia que la de los hombres solteros. 

Los avances y cambios que se están produciendo en todo el mundo, está provocando un descenso de las bodas y de la natalidad en picado, sobre todo en los países en los que las mujeres son libres y tienen sus propios ingresos. 

Además, siguen aumentando las tasas de divorcio: cuanto más autonomía tenemos las mujeres, menos necesidad tenemos de casarnos, y más ganas nos entran de divorciarnos, como veremos en las estadísticas a continuación.

Aquí os dejo cifras mundiales y cifras de España para que comprendamos la dimensión del engaño, nos quitemos la venda unas a otras, y abramos los ojos. Lo más importante es contarle todo esto a las niñas y a dolescentes para que no caigan en la estada romántica y para que no hagan del amor romántico el centro de sus vidas. A las mujeres no nos conviene establecer nuestro proyecto de vida en torno a un hombre, vean las cifras:


Cifras sobre la pareja en el mundo

Mujeres, libertad y autonomía

Solo el 52% de las mujeres casadas o en una unión tienen autonomía corporal y son dueñas de su cuerpo y de su salud. Es decir, solo la mitad de mujeres en el mundo toman libremente sus propias decisiones sobre relaciones sexuales, uso de anticonceptivos y atención médica. 

Solo la mitad de las mujeres pueden tomar sus propias decisiones a la hora de decidir sobre la atención de su salud, y decir “no” a su pareja si no desea tener relaciones sexuales.

  • En Malí, el Níger y el Senegal, más del 90% de las mujeres se ven privadas de su autonomía corporal.
  • Únicamente el 71 por ciento de los países garantizan el acceso a servicios de maternidad integrales.
  • Únicamente el 75 por ciento de los países garantizan legalmente un acceso pleno y equitativo a la anticoncepción.
  • Únicamente alrededor del 80 por ciento de los países tienen leyes que apoyan la salud y el bienestar sexuales.
  • Únicamente alrededor del 56 por ciento de los países tienen leyes y políticas que apoyan la educación integral en sexualidad.
  • Veinte países o territorios tienen leyes que obligan a casarse con el violador, lo que significa que un hombre puede escapar de un proceso penal si se casa con la mujer o niña que ha violado.
  • Cuarenta y tres países no cuentan con legislación que aborde el problema de la violencia sexual durante las relaciones de pareja (la violación por parte de un cónyuge).
  • Más de 30 países restringen el derecho de las mujeres a desplazarse fuera del hogar.

 “Mi cuerpo me pertenece: reclamar el derecho a la autonomía y la autodeterminación”, informe del Estado de la Población Mundial 2021, Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA)


Matrimonio infantil

UNICEF

Cada 7 segundos una niña menor de 15 años es casada. 

Durante la próxima década hasta 10 millones de niñas podrían estar a riesgo de matrimonio infantil.

Las niñas que se casan antes de cumplir 18 años tienen menos posibilidades de seguir yendo a la escuela y más posibilidades de ser víctimas de violencia en el hogar.

Las niñas obligadas a casarse no sólo pierden su infancia, sino que a menudo también cortan los lazos con su familia y sus amigos y adoptan un rol doméstico, ya que tienen prohibido buscar un trabajo o continuar asistiendo a la escuela.

Las niñas adolescentes tienen más probabilidades de morir a causa de complicaciones durante el embarazo y el parto que las mujeres de entre 20 y 30 años, y es más probable que sus hijos nazcan muertos o mueran en su primer mes de vida.

15 millones de niñas adolescentes de 15 a 19 años han experimentado relaciones sexuales forzadas (violaciones u otros actos sexuales forzados) en todo el mundo.En la inmensa mayoría de los países, las adolescentes son el grupo con mayor riesgo de violaciones (u otro tipo de abusos sexuales) por parte de su esposo, pareja o novio actual o anterior. De acuerdo con los datos disponibles de 30 países, tan sólo un 1% de ellas ha pedido alguna vez ayuda profesional.


Matrimonio igualitario

El matrimonio igualitario es legal en más de treinta países, aunque muy pocas mujeres pueden casase con otras mujeres. 

Existen más de 60 estados miembros de la ONU que prohíben explícitamente las relaciones homosexuales. 

En países como Brunei, Iran, Mauritania, Arabia Saudita, Yemen y parte de Nigeria, la condena por este “delito” sigue siendo la pena de muerte.


Divorcios y separaciones

- Una investigación de 2015 de la American Sociological Association (ASA), descubrió que las mujeres inician casi el 70% de los divorcios.

- Europa es el continente en el que más divorcios se producen: a la cabeza, Bélgica (un 71%), España está entre los cinco primeros países, con un 61%

- Estados Unidos es el país donde más divorcios hay, y Chile es la nación donde menos divorcios se registran, apenas un 3%, seguida de Vietnam (4%) y Libia (5%). 

- Aún no está normalizado en las naciones árabes, africanas y del Sudeste asiático: hay países en los que para las mujeres, divorciarse es un auténtico calvario.

Datos del Mapa del divorcio, publicado en 2014 por la revista online estadounidense Business Insider, basado en cifras de Eurostat (Oficina Europea de Estadística)


Abuso, explotación y violencia machista 

ONU MUJERES 

En 18 países, los esposos pueden impedir legalmente que sus esposas trabajen; 

en 39 países, las hijas y los hijos no tienen los mismos derechos de herencia; 

y en 49 países no existen leyes que protejan a las mujeres de la violencia doméstica.


La cifra de mujeres adultas maltratadas por su pareja ascendía en Turquía al 57% en Etiopía, al 45% en India, al 40% en Perú, al 31% en Canadá, y el 35% en Nueva Zelanda.

Una de cada cinco mujeres y niñas, incluido el 19% de las mujeres y las niñas de 15 a 49 años, han sufrido violencia física y/o sexual por parte de una pareja íntima, durante los últimos 12 meses. Sin embargo, en 49 países no existen leyes que protejan específicamente a las mujeres contra tal violencia.

A nivel global, se estima que 736 millones de mujeres -alrededor de una de cada tres- ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual por parte de una pareja íntima, o violencia sexual perpetrada por alguien que no era su pareja (el 30% de las mujeres de 15 años o más).

La mayor parte de la violencia contra las mujeres es perpetrada por sus maridos o parejas íntimas o por parte de sus ex-maridos-parejas. Más de 640 millones de mujeres de 15 años o más han sido objeto de violencia de pareja (el 26% de las mujeres de 15 años o más).

De las que han mantenido una relación, casi una de cada cuatro adolescentes de 15 a 19 años (24%) ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de su pareja o marido. El 16% de las jóvenes de 15 a 24 años han experimentado esta violencia en los últimos 12 meses.

En 2018, se estima que una de cada siete mujeres ha experimentado violencia física y/o sexual por parte de su pareja o marido en los últimos 12 meses (el 13% de las mujeres de 15 a 49 años). Estas cifras no reflejan el impacto de la pandemia de COVID-19, que ha aumentado los factores de riesgo de violencia contra las mujeres.

El 37% de las mujeres de entre 15 y 49 años que viven en países "menos desarrollados" han sido objeto de violencia física y/o sexual por parte de su pareja en su vida.

Menos del 40 por ciento de las víctimas de la violencia buscan algún tipo de ayuda. En la mayoría de los países para los que existen datos disponibles sobre esta cuestión se constata que, entre las mujeres que buscan ayuda, la mayoría acude a familiares y amistades. Muy pocas recurren a instituciones formales, como la policía o los servicios de salud. Menos del 10 por ciento de quienes buscan ayuda acuden a la policía.

 Alrededor de 81,000 mujeres y niñas fueron asesinadas en el 2020, y la mitad, unas 47,000 de ellas, (es decir, el 58%), a manos de sus parejas o familiares. 

Esto equivale a una mujer o niña asesinada cada 11 minutos por maridos y hombres de su entorno.  



Cifras sobre la pareja en España

Bodas y divorcios

- En España nos casamos menos y más tarde. El INE recoge datos sobre el matrimonio desde 1981 y, en estas cuatro décadas de registro, el número de matrimonios ha caído un 55,24% en tanto que la edad ha aumentado 10 años de medias (de los 24/26 a los 34/36). 

- España está entre los ocho países del mundo donde más separaciones de pareja se producen. Se separan casi cuen mil personas cada año. Eurostat, 2021.

- Solo el 8% de los españoles de entre 18 y más años afirmaban no haber tenido nunca pareja hasta esa fecha (ESGE, 2018)

- En la actualidad, aproximadamente un 70% de la población española mantiene algún tipo de relación  de pareja (Estudio 3325, CIS, 2021). Entre las personas que no tienen pareja, un 43% afirma que es por no haber encontrado a la persona adecuada, y un 22% responde que no ha tenido la necesidad de tener pareja. Estos resultados señalan que, en general, a las personas que no tienen actualmente pareja les gustaría tenerla, sobre todo si encontraran a la persona adecuada.

-En la Unión Europea una de cada cuatro parejas no tiene hijos (25,1%), porcentaje que en nuestro país se sitúa en el 22,7% (Eurostat, 2021).

Parejas que no conviven: 

  • Las parejas sin convivencia que se encuentran en esta situación por “considerarse muy jóvenes para convivir” (25,4%)
  • Las parejas sin convivencia por “motivos económicos” (25,7%)
  • Las parejas sin convivencia que desean vivir esta situación “por mantener su independencia” (7%), son las que presentan unos rasgos más diferenciadores
  • La categoría de “no estar preparados para convivir” puede darse en todas las generaciones donde hay un nuevo emparejamiento (7,1%)
  • Por último, las parejas que no conviven debido a las “circunstancias laborales” (13%)


Trabajo gratis y tiempo libre

En España las mujeres trabajamos gratis durante 43 días al año. Dedicamos una media de 6 horas (5 horas y 59 minutos) al trabajo doméstico. 

Por el contrario, los hombres emplean en este grupo de actividades 2 horas y 20 minutos, según el Instituto de las Mujeres de España. 

Según los estudios de la OCDE y el INE (2019), las mujeres españolas dedican 2 horas diarias más de media a las tareas del hogar y el cuidado de la familia que los hombres. Esto significa que ellos tienen más del doble del tiempo libre que nosotras. 


Sexualidad

Informe Sexualidad de las mujeres jóvenes en el contexto español, Instituto de las Mujeres, 2022.  

- Un 57,7% de las encuestadas reconoce que ha mantenido relaciones sin deseo sexual.

- Un 20% tiene miedo a sufrir una agresión sexual en su entorno (escuela, trabajo o pareja).

- Casi la mitad de las mujeres de entre 18 y 25 años (el 43,5%) ha recurrido en alguna ocasión a la píldora del día después y un 20% reconoce que nunca o casi nunca usa un método anticonceptivo cuando mantiene relaciones sexuales. Motivos: 

  • -el 53 % explica que lo hace por la confianza que tiene en su pareja, 
  • -el 33 % porque no tiene a mano el anticonceptivo en el momento de la práctica sexual
  • -el 19,4 % alega que su empleo reduce su placer. 
  • - el 12,3 % no lo utiliza porque su pareja así lo prefiere y 
  • - el 5,9 % estima que no corre ningún riesgo.

- Un 5,7% de las mujeres jóvenes encuestadas se ha sometido a un aborto, momento en el que recibieron el apoyo de su pareja (40%), su madre (27,7%), o una amiga (15,4%), mientras que un 4,6% manifiesta haber pasado sola por este proceso, bien porque no ha pedido ayuda, o bien por falta de apoyos.

- El grado de satisfacción con su vida sexual es de 6,6 puntos y lo que más valoran es el placer que proporciona la masturbación, la receptividad de la pareja, la periodicidad de las relaciones y la frecuencia de los orgasmos.

- La penetración sigue siendo la práctica más habitual entre las mujeres jóvenes, por encima de la autoestimulación (74,6% frente al 66,5%) y muchas de ellas manifiestan no haber practicado la masturbación hasta después de haber mantenido relaciones sexuales con otra persona.

- El 35 % de las chicas nunca ha recibido educación sexual y las que sí lo han hecho, la califican de "absolutamente insuficiente e inadecuada".


Informe '¿Fuerte como papá? ¿Sensible como mamá? Identidades de género en la adolescencia', realizado por el Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud, España.

Entre los adolescentes españoles de 14 a 19 años, aproximadamente un 80% ha tenido alguna relación de pareja (82% de chicas frente al 78%) La primera pareja se tiene entre los 13 y 14 años, aunque ellos son más precoces. El 46% de los varones afirma tener su primera novia entre los 10 y los 13 años.

Un 52,6% de chicas jóvenes cree que el varón debe proteger a la mujer, porcentaje que asciende al 67% en el caso de los chicos. 

Respecto a quién debe tomar la iniciativa en las relaciones sexuales, casi el 60% de los jóvenes afirma que "se debe tomar juntos", pero en la práctica deciden ellos en el 46,9% de las veces. 

Sin embargo, les toca a ellas insistir en el uso de anticonceptivos: el 47,2% de los casos frente al 9,4% de veces que insisten ellos. En otro 31,4% se toman juntos.



Infidelidades 

Según el informe de IPSOS, 2014: 

-Un 35% de hombres y un 26% de mujeres reconocen haber sido infieles a su pareja. 

- El 29% de los hombres encuestados ha mantenido relaciones sexuales de forma excepcional fuera de la pareja, contra el 18% de las mujeres que se manifiestan en este sentido. Un 41% de los hombres infieles aseguran haber tenido cuatro o, incluso, un número mayor de amantes, frente al 28% de las mujeres adúlteras que se han expresado en el mismo sentido. 

-La mitad de las aventuras extramatrimoniales son de una sola noche, mientras que una tercera parte se llevan a cabo de manera ocasional.

-Motivos para ser infieles:

  • para vivir una experiencia diferente (un 43% de los hombres, frente a un 24% de mujeres); 
  • para vengarse de la infidelidad de su pareja (18%)
  • para convencerse de que su cónyuge ya no es lo que necesita (un 17%)
  • para volver a encender la llama de su vida matrimonial (un 12%)
  • para ganar confianza en sí mismos (el 42% de mujeres y un 29% de hombres) 
  • sólo por sentir amor o deseo hacia otra persona (más de la mitad de las personas encuestadas) 


Informe YouGov: 

Un 91%, considera que tener una relación sexual con otra persona es la mayor infidelidad, seguido del sexting (enviarse mensajes subiditos de tono por el móvil), un beso en la boca y el tonteo.

Para un 12%, masturbarse pensando en otra personas es ser infiel y para un 4% lo es hasta ver porno.

Un 40% de las personas encuestadas está "seguro de que no le han puesto los cuernos", frente a un 27% que está convencido de que sí. Un 13% tiene sospechas, y un 10% se huele algo pero cree que son sospechas infundadas.

Una gran mayoría (71%) preferiría enterarse a no saberlo frente al 20% que preferiría vivir en la ignorancia.

Un 42% de los encuestados dejaría a su pareja sin posibilidad de reconciliación, frente al 7% que no rompería y perdonaría la infidelidad sin que afectase a la relación.

Un 19% dejaría a su pareja pero dice que podría perdonar e incluso volver con ella, mientras que un 17% asegura que no rompería la relación, pero admite que se vería afectada por la infidelidad.

Las mujeres son las que menos perdonarían una infidelidad, ya que el 44% rompería sin posibilidad de reconciliación frente al 11% de hombres que no dejaría a su pareja y perdonaría la infidelidad.

 

Violencia

«Macroencuesta de la violencia contra la mujer» 2019 por el Ministerio de Sanidad de España: 

En total, un 13% de las mujeres residentes en España de 16 y más años ha sufrido miedo de alguna pareja o ex pareja en algún momento de su vida. Un 2,9% manifiesta que dicho miedo era continuo.


Violencia económica: 

En total, un 10,8% de las mujeres residentes en España de 16 y más años ha sufrido violencia económica por parte de alguna pareja o ex pareja en algún momento de su vida

- 6,9% ‘se negaba a darle dinero para los gastos del hogar cuando la pareja tenía dinero para otras cosas’. 

- 7,2% ‘le impedía tomar decisiones relacionadas con la economía familiar y/o realizar las compras de forma independiente’. 

- 4,9% ‘no le dejaba trabajar o estudiar fuera del hogar’.

Las mujeres que soportan dichas actitudes suelen verse afectadas y presionadas simultáneamente por otra forma de violencia (física, sexual, psicológica controladora y/o emocional). En el caso concreto de la violencia económica, el 85% de las mujeres declaran sufrir violencia psicológica y el 47,8% violencia sexual. El impacto que tiene la violencia económica sobre la salud y el bienestar de las víctimas es notable, de manera que apenas el 50% de las mujeres aluden a un estado de salud categorizado como bueno o muy bueno.

En general, cuanto más elevado es el nivel de estudios de la mujer, menor el porcentaje de mujeres que han sufrido violencia económica de alguna pareja o expareja: pasa del 14,4% de las mujeres con estudios inferiores a primaria al 6,7% de las mujeres que tienen estudios universitarios finalizados.


Violencia física: 

El número de mujeres residentes en España de 16 y más años que manifiestan haber sufrido en algún momento de su vida los distintos actos de violencia física que contempla la encuesta, por parte de alguna pareja o expareja, es de casi 3 millones de mujeres, el 14,2 % de la población femenina:

- 8,6% ‘le ha empujado, agarrado o tirado del pelo’.

- 7,6% ‘le ha abofeteado o tirado algo que pudiese hacerle daño’.

- 5,2% ‘le ha golpeado con su puño o con alguna otra cosa que pudiera hacerle daño’.

- 4,2% ‘le ha dado patadas, arrastrado o pegado’.

- 2,6% ‘le ha amenazado con usar o ha usado una pistola, cuchillo o alguna otra arma contra ella’.

- 1,8% ‘le ha intentado asfixiar o quemar a propósito


Las mujeres entre los 25 y 54 años son las que en mayor proporción manifiestan haber sido víctimas deviolencia física de género en algún momento por parte de cualquiera de sus parejas.

De las mujeres que han sufrido violencia física moderada, un 12,6% de mujeres que afirma que ha sido un episodio esporádico, y el 85,2% de mujeres ha sufrido agresiones en más de una ocasión a lo largo de su vida por parte de cualquier pareja.

Las mujeres nacidas en el extranjero y residentes en España sufren el doble de violencia física que las autóctonas, del total de mujeres nacidas en el extranjero que alguna vez ha tenido pareja, un 14,1% ha sufrido violencia.

Las mujeres en entornos rurales, de hasta 2.000 habitantes, son las que en menor porcentaje han manifestado violencia física de parte de cualquiera de sus parejas a lo largo de su vida (6,6% en contraste con el 10,9% en el entorno urbano)


Violencia sexual en la pareja

Un 13,7 % de las mujeres españolas han sufrido violencia sexual en la pareja, casi 3 millones de mujeres.

6,6% de las mujeres que han tenido pareja manifiestan que al menos alguna de sus parejas, a lo largo de su vida, la ha obligado a mantener relaciones sexuales cuando ella no quería. Un porcentaje apenas inferior (6,3%) se obtiene para las mujeres que han mantenido relaciones sexuales sin desearlo, por miedo a lo que su pareja les podía hacer si se negaban. 

A la mitad aproximadamente se reduce la proporción cuando se trata de otro tipo de práctica sexual a la que se vio obligada la mujer y que le resultó humillante o degradante (3,5%) o cuando la pareja o ex pareja ‘intentó obligarle a tener relaciones sexuales contra su voluntad, sujetándola o haciéndole daño sin conseguirlo’ (3,2%)

Si se tiene en cuenta cualquier pareja en la vida de la mujer, ya sea la actual (si la tiene) o alguna de sus anteriores relaciones, se obtiene que un 8,4% de las mujeres que alguna vez han tenido pareja ha sufrido violencia sexual por parte de alguna de ellas.


Violencia psicológica de control

 El porcentaje de mujeres residentes en España de 16 y más años que manifiestan haber sufrido en algún momento de su vida los distintos actos de violencia psicológica de control que contempla la encuesta, por parte de alguna pareja o expareja, es del 31%, más de 6 millones y medio de mujeres. 

Algunas de las formas de violencia más comunes son:

- 16,3% ‘insistía en saber dónde estaba en cada momento’.

- 14,8% ‘se enfadaba si hablaba con otro hombre o mujer’.

- 14% ‘le ignoraba y trataba con indiferencia’.

- 12,1% ‘trataba de impedirle que viese a sus amigos o amigas’.

- 11,3% ‘sospechaba injustificadamente que le era infiel’.

- 10% ‘esperaba que le pidiese permiso antes de ir por su cuenta a determinados sitios como por ejemplo un hospital o centro de salud, un centro cultural o deportivo, etc.’.

- 8,3% ‘trataba de evitar que se relacionase con su familia directa o parientes’.


Violencia emocional

En total, un 21,9% de las mujeres residentes en España de 16 y más años ha sufrido violencia psicológica emocional por parte de alguna pareja o ex pareja en algún momento de su vida. 

- 19,6% ‘le ha insultado o hecho sentirse mal consigo misma’.

- 13,9% ‘le ha menospreciado o humillado delante de otras personas’.

- 12,9% ‘le ha asustado o intimidado a propósito (por ejemplo gritándole y rompiendo cosas, mirándole de determinada forma)’.

- 9,5% ‘le ha amenazado verbalmente con hacerle daño a la mujer’.

- 5,2% ‘le ha amenazado verbalmente con hacer daño a alguien que es importante para la mujer’.

El 2,8% de las mujeres que han sufrido violencia psicológica emocional de alguna pareja o ex pareja a lo largo de su vida afirma que se trató de un hecho aislado, mientras que un 95,4% manifiesta haber sido víctima de este tipo de violencia en más de una ocasión.

Un 87,5% de quienes contestan que siempre o casi siempre cuentan con alguien que se preocupa por ellas, no han sufrido ningún tipo de violencia de género en el último año; frente al 78,3% de las que manifiestan que nunca o casi nunca tienen a alguien que se preocupe por su bienestar


Sentimientos que provoca la violencia en las mujeres: 

Los sentimientos de las mujeres que han sufrido violencia física, sexual o miedo de alguna pareja o expareja tras los episodios de violencia son:

- Impotencia ante la situación: 60,7%.

- Tristeza: 59,8%.

- Rabia: 58,4%.

- Miedo: 51,6%.

- Angustia: 49,9%.

- Vergüenza: 38,7%.

- Culpa: 30,1%.

- Agresividad: 19,1%.


Otros datos: 

En el caso de los matrimonios heterosexuales, en el 65% de los casos el hombre es mayor y se llevan en promedio 5 años de diferencia. En el 23% la mujer es mayor y se llevan 3,5 años de media, mientras que en el resto, un 11%, tienen la misma edad.

Un 81, 9 % de las mujeres que contaron con una red de apoyo y denunciaron, se divorciaron de sus parejas.

Una de cada tres (33,0%) mujeres que han sufrido violencia física o sexual, han consumido medicamentos, alcohol o drogas para afrontar lo sucedido.

El 17,5% de las mujeres con discapacidad que han sufrido violencia física, sexual o emocional de alguna pareja dicen que su discapacidad es consecuencia de la violencia de sus parejas.

El 51,7% de quienes tenían hijos/as menores que presenciaron o escucharon la violencia contra la madre, afirma que estos hijos/as sufrieron violencia a manos de la pareja violenta.

1.678.959 menores viven en hogares en los que la mujer está sufriendo en la actualidad algún tipo de violencia en la pareja

 

Mujeres mayores de 60 años

- el 28 % de las mujeres sufrieron violencia machista durante 40 -50 años;

- el 12 % sufrió violencia unos 50-60 años. 

- el 15 %, de 30 a 39 años; un 12 %, de 20 a 29 años; un 12 %, de 6 a 19 años; y un 16 %, de 1 a 5 años. 

-En tres de cada diez casos, los episodios violentos comenzaron durante el noviazgo.

Las principales razones para no haber interrumpido la relación con el agresor son miedo a ser asesinada (35 %), no tener ningún sitio al que ir (32 %), no hacer sufrir a sus hijos (32 %) y que el maltrato antes era un problema aceptado por la sociedad (30 %). 

También describen haber padecido violencia económica un 60 % de las encuestadas: el 55 % no recibía dinero para gastos del hogar, el 41 % se veía privada de sus recursos y al 34 % el maltratador no las dejaba trabajar ni estudiar.

Estudio Mujeres mayores de 65 años víctimas de violencia de género, elaborado por Cruz Roja y la Universidad Carlos III de Madrid


Juventud en España

Informe 'Rompiendo Moldes' en el marco del 8 de marzo de 2020, Día de la Mujer, elaborado por Oxfam Intermón sobre los comportamientos sociales dela juventud vinculados a las violencias machistas.

-Aún persiste la percepción entre algunos adolescentes sobre que el rol masculino se basa, al menos en líneas generales, en los siguientes aspectos: invulnerabilidad emocional, el deseo heterosexual incontrolable y la actitud dominante como un rasgo atractivo en ellos. 

-El género femenino se sigue describiendo, a grandes rasgos, con el mandato de la sumisión y el de complacer a las demás personas. 

- 1 de cada 10 jóvenes españoles cree que si una mujer ha consumido mucho alcohol se expone a que un chico tenga relaciones con ella, aunque no esté consciente.

- El 8,9% de los chicos piensa que, si una chica se viste de manera provocativa y anda sola por la calle a altas horas de la noche, se está exponiendo a sufrir una agresión.

-No sólo disculpan a los agresores, sino que además culpabilizan a las víctimas de la violencia que sufren tanto en el espacio público, como también dentro de sus relaciones:  el 44% de los chicos opina que "si alguien hace 'sexting' está asumiendo el riesgo de que su pareja  pueda reenviar el contenido.

- 2 de cada 10 chicos piensan que "el amor duele" y uno de cada 10 piensa que la capacidad de dominar hace un hombre más atractivo. 

-2 de cada 10 chicos y una de cada 10 chicas afirman que los hombres tienen mayor deseo sexual que las mujeres.

 -el 22,3% de personas afirma que "es común que un chico quiera tener sexo sin condón" En los distintos grupos de edad se destaca que, a medida que aumenta la edad, más creen que es habitual que un chico quiera tener sexo sin condón: un 16% en el grupo de 15 a 18 años, un 23% en el de 19 a 22 años y un 24,5% en el de 23 a 25 años.


"La situación de la violencia contra las mujeres en la adolescencia en España".

El estudio ha sido promovido, coordinado y financiado por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, y realizado por la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense.

- Frente al 31,7% de las mujeres que admiten haber sufrido abuso psicológico y de control, sólo el 14,2% de los hombres adolescentes confiesan haber ejercido dichas conductas. 

- Frente al 3% de los chicos dice haber presionado para involucrar a una chica en conductas sexuales en las que ella no quería participar, frente al 11,1% de las que confesaron haberse visto en esa situación. Al preguntar por la relación con el chico que ejerció la violencia vivida, solo el 17% de las adolescentes afirma que es su pareja actual frente a casi el 21% de los varones.

- En el caso de la violencia múltiple y frecuente, la denuncian el 5,5% de las chicas frente al 2,7% de los chicos.

- Casi un 20% de las adolescentes sufre violencia psicológica y de control. A casi una de cada cinco, su pareja la ridiculiza, la insulta, toma decisiones por ella y a un 15% las controlan con el móvil y las aíslan de sus amistades.

- El 14% de las chicas afirma haberse sentido presionada para actividades de tipo sexual, presión realizada en casi todos los casos (97,4%) por un hombre, que suelen provenir del chico con el que salen en un 55,7% de los casos. 

- Las situaciones que un mayor porcentaje de chicas de entre 14 y 20 años ha vivido, son las relacionadas con mostrar (48%) o pedir (43,9%) fotografías sexuales, y el 23,4% ha recibido peticiones de cibersexo online. Por otro lado, la situación más frecuente que los chicos reconocen realizar, es pedir fotografías online (17,1%), y pedir cibersexo online (7,4%).

- Las situaciones de violencia de género en el ámbito de la pareja que han vivido de forma más frecuente las chicas adolescentes son las de abuso emocional (17,3%), control abusivo general (17,1%) y control a través del móvil (14,9%).

- El 21,9% de adolescentes afirma haber escuchado a menudo o muchas veces que "los celos son una expresión de amor", y el 39,9% ha recibido el consejo de que "para tener una buena relación de pareja debes encontrar tu media naranja y así llegar a ser como una sola persona"

- El 28,1% de las chicas afirma que le produce o produciría mucha o bastante ansiedad sentirse "menos atractivas que antes", y lo que produce más ansiedad a los chicos destacan las de "subordinación a la mujer", "hablar con una feminista" (13,9%) o "necesitar que tu pareja trabaje fuera de casa para mantener a la familia" (9,5%).



Coral Herrera Gómez


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28 de septiembre de 2022

Los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres

 



  • Todas las mujeres tenemos derecho a disfrutar de una sexualidad placentera. Tenemos el derecho a decidir de forma libre, autónoma e informada sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad.

  • Todas las mujeres tenemos derecho a vivir una sexualidad plena y segura, a expresar y a vivir nuestro deseo sexual sin miedo, y a relacionarnos en libertad con hombres o mujeres. 

  • Tenemos derecho a vivir unas relaciones libres de violencia, y a que no se nos someta a ningún tipo de tortura ni a tratos crueles, inhumanos o degradantes. Ni en la infancia, ni en la adultez.

  • Todas las mujeres tenemos derecho a no ser compradas, vendidas, prostituidas, regaladas o intercambiadas, y a vivir libres de la Trata y la explotación sexual y reproductiva. 

  • Todas tenemos derecho a la vida y a la salud, y a no morir durante el embarazo, en abortos clandestinos, o en el parto.

  • Todas tenemos derecho a una vida libre de abuso y violencia sexual, y libre de mutilación genital femenina, matrimonios forzados, maternidades forzadas, y esclavitud sexual o reproductiva. 

  • Las mujeres tenemos derecho a decidir libremente con quién(es) queremos relacionarnos, y con quien queremos compartir nuestra intimidad, nuestro deseo, placeres y/o afectos, de manera libre y autónoma.

  • Las mujeres tenemos derecho a vivir sin pareja, y a separarnos y romper nuestros vínculos de pareja cuando queramos, sin sufrir presiones, coacciones ni violencia por ello.

  • Las mujeres tenemos derecho a recibir educación sexual y emocional, al acceso libre a la información científica sobre sexualidad, y a tener las herramientas que necesitamos para poder tener una vida sexual segura y placentera. 

  • Todas las mujeres tenemos derecho a ejercer y disfrutar plenamente nuestra sexualidad, y tenemos derecho a tener acceso a métodos anticonceptivos y de protección para evitar embarazos y ETS (enfermedades de transmisión sexual)

  • Todas tenemos derecho a interrumpir embarazos no deseados en el sistema sanitario, en condiciones dignas, y sin poner en peligro nuestras vidas. Tenemos derecho al aborto legal, seguro y gratuito para todas. 

  • Tenemos derecho a decidir de manera libre e informada sobre nuestra vida reproductiva, si deseamos o no tener hijas(os), cuántas(os), cada cuánto tiempo, y con quién (es) 

  • Tenemos derecho a que se respete nuestra privacidad e intimidad y a que se resguarde confidencialmente nuestra información personal en todos los ámbitos de nuestra vida, incluyendo el sexual. 

  • Tenemos derecho a manifestar públicamente nuestros afectos, sin sufrir discriminación ni violencia por nuestra orientación sexual, o nuestra forma de vivir y expresar nuestro amor. 




Más información sobre derechos sexuales y reproductivos: 





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