12 de abril de 2020

¿Qué sienten las mujeres víctimas de violencia machista?



Las mujeres que sufren malos tratos por parte de su pareja sienten muchas cosas, y muy diversas, y cambian con el tiempo, y hasta el tiempo que aguantan sufriendo malos tratos varía: unas están toda la vida, y otras sólo unos meses.

Cada mujer que sufre malos tiene una situación diferente: hay mujeres que pueden escapar, y otras no. Hay mujeres que sufren dependencia económica, otras dependencia emocional, otras, las dos cosas. Hay mujeres que son religiosas y otras que no lo son, a unas sus creencias las ata más al agresor, y a otras no.

Unas son conscientes desde el primer momento de lo que les está pasando, otras tardan meses o años, otras no toman conciencia nunca. Unas saben de feminismo y otras no, unas han estudiado un máster sobre violencia machista y no pueden verse como víctimas, y otras no saben ni leer pero saben el peligro que corren sin que nadie se lo diga.


MIEDO 

Es la emoción más común, y la más torturante: el miedo es una emoción muy poderosa y se emplea para torturar a los enemigos en las guerras. Las mujeres victimas de violencia machista viven en guerra: a veces el miedo es puntual (cuando él llega a casa), y otras veces las mujeres lo sienten cada segundo de sus vidas. Son muchos los miedos: miedo a quedarse solas, miedo a la reacción de sus seres queridos cuando se enteren, miedo a hacer sufrir a los demás, miedo a que sus hijos e hijas sufran violencia, miedo a la pobreza, miedo a imaginar otra vida posible, miedo al qué dirán, miedo a ser culpabilizadas de la situación, miedo a que las separen de sus mascotas, miedo a que las maten, miedo a que él descubra sus deseos de huir, miedo a que maten a sus hijos, hijas y animales.


CULPA 

Muchas de ellas sienten culpa porque creen que si se portaran bien y obedecieran, su marido no se pondría agresivo. Sienten que algo hacen mal, porque el maltratador las hace creer que son ellas las que le provocan. El maltratador las quiere sumisas, y siempre va a encontrar una manera de hacerlas responsables de la violencia que sufren. Algunos intentarán hacerles creer que lo hacen por su bien, o que no les quedó otro remedio.

La sociedad entera cuestiona a la víctima de violencia machista porque no se comprende como un hombre amable y educado puede llegar al desborde emocional y estallar en violencia. "Algo habrá hecho esa mujer", murmuran cuando ven que el vecino que da los buenos días en la escalera ha asesinado a su compañera.

La forma en que la sociedad disculpa a los maltratadores y asesinos es haciéndonos creer que están locos, o que se les cruzó el cable momentáneamente porque estaban sufriendo mucho. Por eso en la prensa de muchos países nos presentan un acto de odio como un acto de amor: la mató porque ella le hizo sufrir.


COMPASIÓN

Muchas mujeres permanecen con sus maltratadores y los siguen amando porque sienten pena por ellos. Las mujeres enamoradas ven lo que los demás no ven: al niño asustado que hay dentro de cada agresor. Les da ternura y pena, y quieren maternarlo, ayudarlo, guiarlo, educarlo, acompañarlo en su proceso con la esperanza de que ellos cambien algún día.

Les da mucha pena porque conocen bien a su agresor, creen que son buenas personas pero que tienen un problema... a veces justifican su maldad con la idea de que ellos han sufrido mucho en la infancia, en la adolescencia, o en la juventud. Conocen sus miedos, sus frustraciones, sus inseguridades, sus complejos de inferioridad y superioridad, sus rencores, y creen que ellos solo necesitan amor para poder cambiar y atreverse a ser buenas personas. Piensan que si ellas se van, algo malo les puede pasar, y les da pena imaginarles solos, sin saber cocinar, sin saber cuidarse a sí mismos. Algunas creen que es solo una etapa, que ellos en realidad no son así, y que volverán a ser los de antes.


ESPERANZA 

Muchas creen realmente que bajo la piel de la Bestia hay un príncipe azul, y que si esperan como la Bella, si les cuidan y les apoyan, sus Bestias podrán liberarse del hechizo y podrán volver a quererlas sin hacerlas daño. Por eso priorizan el cuidado del otro al suyo propio: se entregan en cuerpo y alma porque lo ven un ser indefenso y sin herramientas para gestionar sus emociones. Creen que deben amar con todo su corazón y aguantar todo lo que puedan para que él un día se de cuenta de que ellas le aman y no merecen ser golpeadas, humilladas e insultadas.

Algunas creen que podrán escapar pronto de la casa o que podrán echar a su agresor tarde o temprano, otras se ilusionan pensando que puede ocurrir algo extraordinario y que él puede cambiar de pronto, como en las películas. Muchas se aferran a su esperanza creyendo que de tanto invocarla, algún día todo acabará.


RABIA

Hay momentos en que sienten rabia porque saben que es injusto lo que están viviendo, porque en algún momento creen que se merecen ser amadas y cuidadas, porque soñaron otro tipo de vida y les ha tocado este, porque creían que podrían cambiarle y no pueden, porque a veces parece que todo terminó, y vuelve a ocurrir lo mismo, porque están hartas del ciclo que les lleva del arrepentimiento a la agresión, y de nuevo al arrepentimiento.

La rabia podría sacar a muchas mujeres del círculo de la violencia, pero a las mujeres no nos dejan expresar la rabia. A ellos sí, pero no les dejan llorar. Nosotras si podemos llorar, todo lo que queramos, pero nada de explotar, de gritar, o de hacer escenas con nuestro enfado: tradicionalmente el papel de la mujer ha sido aguantar, aguantar y aguantar. No se nos permite expresar el cabreo, la rabia, la indignación, ni el odio: tenemos que reprimirnos y por eso acabamos dirigiendo todos esos sentimientos negativos contra nosotras mismas.


NOSTALGIA 

Hay mujeres que sienten nostalgia de los tiempos en que todo iba bien, probablemente, de los inicios de la relación, cuando él se mostraba como un hombre encantador, alegre, generoso, amable y tierno. A veces se aferran a esas semanas o meses de felicidad, cuando él se esforzaba por parecer buena persona, cuando tenía gestos románticos, cuando le prometía la luna entera y soñaban juntos con una vida felices juntos. También sienten nostalgia de la época en la que no le conocían y vivían libres de violencia y sufrimiento. Nostalgia de todo aquello que soñó, nostalgia por lo que no pudo ser.


ANSIEDAD

Muchas mujeres no le cuentan a sus familias y amigas el infierno en el que viven, y como no pueden hablar de ello con nadie, sienten ansiedad. Los ratos de paz a veces duran muy poco, pero ellas están siempre en estado de alerta. Muchas tienen los nervios a flor de piel, duermen mal, comen mal, no descansan, pasan mucho miedo y nervios esperando las reacciones violentas de su marido. Algunas piden ansiolíticos y somníferos para poder soportar una vida de maltrato verbal y/o físico, pero la única manera de parar la ansiedad es escapar y llegar a un lugar seguro donde no teman por sus vidas.


ODIO 

Hay mujeres que odian a su maltratador a ratos, otras lo odian todo el tiempo. Lo odian pero tienen que disimularlo para no perder su vida. Algunas quisieran verlo muerto, otras sólo lejos de ellas y de sus hijos e hijas, si los tienen. El odio de las mujeres es como la rabia: no puede expresarse en voz alta, no puede salir de nosotras a través del cuerpo, y vuelve a nosotras en forma de odio contra las demás mujeres y contra una misma.


SENSACIÓN DE OMNIPOTENCIA

Hay algunas mujeres, en algunos momentos de la relación, que creen que pueden con todo. Creen que la responsabilidad de la situación es suya, a ratos pueden hasta creer que la controlan perfectamente. Creen que pueden amansar al Bestia, que pueden ayudarlo a resolver sus problemas, que pueden aguantar durante mucho tiempo los insultos, las humillaciones, las muestras de desprecio, los golpes, los gritos, las violaciones.

Creen que son fuertes y que pueden resistirlo, y si no, sacan la fuerza de donde pueden para resistir y soportar tanto dolor. Creen que si ellas se empeñan, podrán sacar a su compañero del pozo en el que está, o podrán cambiarle a base de paciencia y amor. Muchas tratan de ocultarlo a su gente querida porque creen que no les va a pasar nada. A pesar de que están sufriendo mucho, creen que no les está pasando nada realmente grave, o que pueden aguantar, o que deben aguantar porque no hay otra.

Hay momentos en los que esta sensación de omnipotencia les hace olvidar en el daño que está sufriendo su autoestima, y su salud mental y emocional. Como el dolor no se ve, creen que puede aguantar de todo sin que les afecte demasiado: creen que las heridas curan, cicatrizan enseguida, y no se notan.

Después, cuando viene el bajón, una se da cuenta de que está destrozada y tiene que ir recomponiendo a trozos su ser para poder sanar y volver a ser la de antes. Pero después de una experiencia traumática, nadie logra volver a ser la de antes. El problema es que cuando una se siente capaz de poder con todo, ni ve el peligro que corre, ni tampoco ve el tremendo daño que le están haciendo.


CONFUSIÓN Y CONTRADICCIÓN: AUTOENGAÑO

Lo que lleva a las mujeres al autoengaño es la enorme contradicción que sienten en algunos momentos, o durante todo el tiempo. Muchas saben que están sufriendo demasiado, que no se lo merecen, y que tendrían que salir de ahí, pero por otro lado piensan que es solo una etapa, que puede que todo cambie de repente, que puede que él algún día se de cuenta... Muchas mujeres saben que tienen que cuidarse a sí mismas, que se merecen mucho amor del bueno, que deberían compartir con alguien lo que les pasa para tener otra perspectiva sobre el tema, y para escuchar consejos sensatos.

La única forma de no autoengañarse es hablarlo con su gente querida, pero creen que es mejor no decirlo para no complicar más el asunto, y además les da verguenza, y no quieren preocupar a nadie, y creen que pueden gestionarlo solas sin ayuda. La contradicción es permanente: pueden verlo todo muy claro en una hermana o una amiga, pero no en ellas mismas, porque sienten una gran confusión y porque a la vez quieren salir de ahí, y les da pena, mucha pena, su agresor.


TRISTEZA, IMPOTENCIA, RESIGNACIÓN

Hay mujeres que viven sumidas en la tristeza, otras sólo pasan cortos períodos sintiéndose tristes. Unas lloran, otras no pueden llorar, pero son muchas las que sufren depresión. Sobre todo cuando se dan cuenta de que en realidad no pueden con la situación, no la controlan, y no logran cambiar nada. Muchas caen en la tristeza cuando se sienten resignadas o completamente atrapadas por las razones que sean, cuando sienten que no pueden hacer nada para transformar a su pareja, cuando creen que no pueden hacer nada para escapar.

La tristeza llega cuando pierden las fuerzas, la valentía, y la energía para seguir adelante. A la tristeza se suman la impotencia y el cansancio: cuanto más agotadas están, más se sienten encarceladas y condenadas a seguir así para siempre. Se mueren de pena cuando sienten que nadie puede ayudarlas, y que tampoco pueden ayudarse a sí mismas.


DESEOS DE CUIDAR

Las mujeres víctimas de violencia machista por lo general quieren proteger a su familia y amigos para que no sufran por ella, mientras protegen también a su agresor para que nadie le denuncie. Se les olvida cuidarse a sí mismas porque están pendientes del dolor de los demás, pero no del suyo propio, que a veces asumen como una condena, o como un castigo que les ha tocado, aunque no sepan por qué, ni para qué.

A muchas mujeres les salva este deseo de cuidar a los más vulnerables: sus hijos, hijas y mascotas, y se animan a denunciar porque quieren protegerlos a ellos. No piensan tanto en sí mismas como en los más vulnerables, aunque también quieran cuidar a su agresor. En algún momento ellas comprenden que es injusto vivir en un clima de terror y que aunque ella se lo merezca, sus seres más queridos no. Y es cuando esos deseos de cuidar a sus amores puede acrecentar su deseo de escapar y de pedir ayuda.


DESEOS DE ESCAPAR 

Algunas de ellas sólo sienten deseo de escapar cuando ya no pueden más, cuando la situación se hace insostenible, y otras están deseando escapar todo el tiempo, desde que empezaron los malos tratos. Este deseo de escapar es producto del instinto de supervivencia, y late en sus corazones de forma más o menos consciente.

A muchas les salva la vida este deseo, especialmente cuando empiezan a imaginar una vida libre de violencia y llena de amor del bueno, cuando empiezan a creer que tienen derecho a tener una buena vida y a disfrutar del amor, pero sobre todo, cuando tienen ayuda por parte del Estado, de su familia, de su red de amigos y amigas para huir y para salir adelante.


Coral Herrera Gómez

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