Diana Luz Vázquez: "Salvavidas para madres solteras autónomas. Un manual de respuestas para maternar en solitario", Editorial Planeta, México, 2024.
Prólogo de Coral Herrera
Solas no podemos. Juntas sí.
Un día de verano, Diana Luz se detuvo en medio de la calle, miró hacia las copas de los árboles y se dio cuenta, de pronto, que el calvario por el que estaba pasando y el dolor que sentía, no solo era suyo. Lo compartía con más de 4 millones de mujeres en México, y con cientos de millones de mujeres en el mundo.
Diana había leído mucho sobre feminismo, y por eso sabía que nuestros problemas no son solo personales, son colectivos, porque afectan a millones de mujeres.
Y sabía también que las soluciones no son solo individuales, son ante todo sociales.
Por eso mientras estaba luchando por los derechos de su hija, comenzó a ayudar a otras madres y juntas comenzaron a pedir justicia para todas las niñas y niños de México que sufren el abandono de sus padres.
Un día las sabinas tomaron conciencia de que en realidad eran millones, y que sólo tenían que juntarse y organizarse: gracias al movimiento YoSíTeCreo y al Movimiento YoTambién - MeeToo, se dieron cuenta de que el pacto de silencio que protegía a los hombres se había roto para siempre.
Ahora muchos hombres tienen miedo de ser acusados por todos los abusos y las violencias que han cometido, porque saben que las víctimas han comenzado a hablar y ya no gozan de la protección de antes.
Lo mismo les está pasando ahora a los padres ausentes y a los deudores alimentarios: las mujeres están rompiendo su silencio, y están organizadas: los padres abandónicos ya no disfrutan de la impunidad de antaño.
Durante siglos, los hombres han abandonado a sus hijos e hijas, han reconocido a unos y han repudiado a otros, han ejercido las paternidades desde la ausencia, y han podido hacerlo porque las leyes, el poder judicial, y la sociedad entera, se lo han permitido.
Hasta ahora.
Porque después de muchos años de lucha, Diana Luz, la autora de este libro, ha conseguido que se apruebe la Ley Sabina a nivel federal en México. El objetivo de esta ley es crear un registro nacional de deudores alimentarios abiertos al público, que el Estado asuma el costo de la prueba de ADN, que los padres deudores no puedan salir del país, y que el poder judicial deje de ampararlos y protegerlos, y apliquen la ley.
Cuando conoces a Diana en persona te quedas fascinada: tiene una luz extraordinaria. Es una mujer muy valiente y generosa que ha sufrido mucho en su propio proceso, y que ha luchado con todas sus fuerzas para que se haga justicia.
Empezó exponiendo sola al padre de su hija, se unieron más madres a ella, y hoy ya tenemos una red de mujeres inmensa que no para de crecer: ya ha desbordado las fronteras de México y han creado una Coordinadora Internacional de Madres Autónomas en las que participan activistas de Argentina,Uruguay, Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador, Guatemala, Paraguay, y recientemente, España.
Diana Luz Vázquez es una mujer muy inteligente, muy trabajadora y muy comprometida que está ayudando a miles de mujeres en el mundo a abrir los ojos y a luchar por sus derechos: gracias a ella y a sus compañeras, muchas infancias van a poder tener su pensión alimenticia, y los hombres van a ir perdiendo sus privilegios.
Algunos están furiosos porque para ellos la pensión es un arma de guerra: les sirve para hundir a la madre de sus hijos en la pobreza o en la precariedad, y lo hacen por puro odio.
Muchos se dedican a humillarlas con pensiones de 2.000 o 3.000 pesos, y la mayoría tiene dinero para pagar buenos abogados. No pagan la pensión porque no tengan dinero: lo hacen porque son machistas y han sido educados bajo la idea de que las mujeres somos malvadas y nos embarazamos adrede para sacarles la plata y romperles el corazón.
En el imaginario colectivo del patriarcado persiste la idea de que las mujeres malas son mujeres desobedientes, libres, odiosas, manipuladoras, y que los hombres deben defenderse de ellas, y tratarlas como se trata a tu peor enemigo.
El odio contra las mujeres se llama misoginia, y parte del miedo y la desconfianza que sienten los hombres contra todas las mujeres. Es un miedo que les lleva a domesticarnos cuando estamos en pareja, o a castigarnos cuando ya no lo somos.
Piensan que todo lo que hacen (ocultar sus bienes, vaciar sus cuentas bancarias, mentir ante el juez, hacer acusaciones falsas contra la madre de sus hijos) lo hacen en defensa propia, pero además es que disfrutan haciéndolo: viven en guerra permanente contra sus hijos e hijas, y contra la madre.
El mayor placer es hundir a la mujer en la pobreza o la precariedad, por eso no pagan la pensión. Es una forma de castigo y de venganza, contra ella y contra sus propias criaturas. Se vengan de ellas haciéndole daño a sus propios hijos e hijas, atentando contra los derechos fundamentales de la infancia, y haciéndoles sufrir, pues saben que no hay nada más doloroso para los niños que un padre que no les quiere, y que vive obsesionado con hacerles daño.
Estos hombres actúan así porque saben que las madres apenas cuentan con recursos para hacer frente al proceso, y que los jueces están de su lado. Saben que la sociedad está de su lado.
Hasta ahora, porque gracias a este libro vamos a saber cuales son sus estrategias, qué armas tienen, y cómo hacer para protegernos entre nosotras, y lograr que nos proteja la ley.
El Estado debería promover las paternidades corresponsables, y la industria cultural poner de relieve el papel de los hombres capaces de cuidarse a sí mismos, y de cuidar a sus seres queridos.
Necesitamos referentes de masculinidades positivas, de padres amorosos que se vuelcan en la crianza al mismo nivel que las madres, sean o no pareja.
Muchos adultos viven traumados por el dolor que les causó un padre que no solo no les quería sino que además pasó años intentando hacerles la vida imposible y usando su poder para destrozarles la existencia, a ellos y a su madre. Se preguntan de dónde viene tanto odio, y resulta que está en toda nuestra cultura: canciones, telenovelas, series de televisión, películas… también en redes sociales encontramos miles de discursos de odio contra las mujeres.
Este odio es el que sienten los proxenetas, los violadores, los femicidas, solo que en este caso también niñas y niños indefensos son víctimas del machismo.
Ellas y ellos son los más vulnerables, y por ellos luchan las madres autónomas y las madres protectoras.
En este libro Diana nos demuestra que cuando las mujeres nos juntamos, estudiamos e investigamos juntas, y adquirimos conocimientos sobre las leyes, podemos cambiarlas y mejorarlas, podemos ampliarlas, podemos presionar al poder judicial y al ejecutivo, podemos concienciar a la sociedad, podemos sensibilizar a los medios de comunicación y formar a las instituciones.
Hasta ahora las mamás autónomas estaban solas, pero la ley Sabina es una demostración de que sí se puede cuando nos juntamos.
Diana Luz estuvo años luchando para que su hija Sabina tuviera su pensión, y se dio cuenta de que la mejor manera era exponer a los padres públicamente. Y resulta que suele ser más efectiva esta estrategia que confiar en el buen hacer de los jueces.
No es sólo que la denuncia pública es una medida de presión para los hombres, además es una herramienta muy útil porque todas las mujeres pueden acudir a las listas para saber si sus parejas son padres abandónicos: cada vez hay menos hombres protegidos por el silencio.
La autora se convirtió en una experta en el laberinto administrativo y judicial, y en este libro detalla de una forma muy amena todo el proceso que tiene que atravesar una madre para demandar la pensión alimenticia al padre abandónico. Los saberes que comparte en esta obra son muy útiles tanto para las madres como para las profesionales que trabajan en el área social: abogadas, psicólogas, orientadoras, trabajadoras sociales, educadoras, terapeutas, y expertas en leyes.
En este libro Vázquez nos enseña a manejar los conceptos más básicos del proceso judicial, nos cuenta los obstáculos que nos vamos a enfrentar en el camino, y cómo podemos hacerle frente. Nos proporciona cientos de buenos consejos, y nos orienta para ahorrar tiempo y dinero.
Denunciar a los padres que abandonan a sus hijos e hijas es un proceso complejo pero Diana nos muestra por dónde empezar, y cómo llegar hasta el final de forma tan clara y sencilla. No solo resuelve dudas técnicas y nos explica las diferentes estrategias a seguir, sino que además nos cuenta su historia y otras historias de mujeres que lo lograron.
A lo largo de toda la obra, mezcla su experiencia con el contexto en el que vive: nos da muchos datos sobre México y el contexto internacional para que podamos comprender la magnitud del problema, y para que podamos conocer nuestros derechos.
Además, también nos cuenta cómo cuidarnos, cómo protegernos, como cuidar a nuestras criaturas, cómo hablar con ellas del tema, cómo explicárselo a la familia y a los amigos, y cómo cuidar los grupos de apoyo mutuo entre mujeres.
Vázquez nos ofrece una mirada del problema desde todas sus dimensiones: política, económica, legislativa, cultural, social y emocional.
Nos cuenta por qué los hombres abandonan a sus criaturas, por qué las personas más pobres del mundo son las mujeres que encabezan los hogares monomarentales, por qué las leyes han permitido a los hombres desentenderse de sus obligaciones como padre, y por qué es tan importante pedir justicia para nuestras criaturas.
También nos cuenta cómo cuidar nuestra salud mental y emocional durante todo el camino, cuáles son los sentimientos que experimentan las madres cuando sus parejas abandonan a las crías que tienen en común, y con su propia experiencia nos cuenta de dónde sacó fuerza ella para la batalla personal y colectiva que emprendió hace unos años.
¿Sabéis lo más hermoso de Diana Luz? Que ella cree en un mundo mejor, y que sabe que su sueño puede hacerse realidad si lucha día a día: esta batalla por los derechos de la infancia y de las madres autónomas es su forma de aportar a la construcción de un mundo más justo y amoroso.
Su energía es contagiosa, su sabiduría y generosidad es admirable: en este libro ha volcado todos sus saberes, y ha dado voz a las madres protectoras que están luchando contra todo un sistema que las penaliza y las culpabiliza de los abusos y las violencias que sufren ellas y sus criaturas.
Cada mujer que gana un juicio y logra la pensión para sus crías, está abriendo el camino a todas las que vienen detrás. No es un proceso fácil, pero cuantas más mujeres luchen por sus derechos, más cambios tendrán que hacer las autoridades para facilitar el proceso, y para obligar a los padres a cumplir con sus obligaciones.
Se acabó el silencio.
Se acabó la impunidad.
Cuando Diana logró que su hija tuviera sus derechos garantizados, siguió luchando para convertir su batalla en un movimiento social. Gracias a su determinación y su compromiso, hoy hay grupos de sabinas en todas las ciudades y en muchos pueblos de México sacando sus tenderetes con las fotos de los deudores alimentarios, con sus nombres y apellidos.
Queda mucho trabajo por hacer para transformar al poder judicial que protege a los deudores, para concienciar a una sociedad que mira para otro lado, para señalar a los medios que justifican a estos señores y lavan su imagen.
Pero esta ola es ya imparable, porque las madres saben que tienen razón, y les ampara la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y la Declaración de los Derechos del Niño y la Niña.
Diana y las sabinas quieren construir un mundo libre de violencias en el que los niños y las niñas tengan sus derechos garantizados. Reivindican unas maternidades dignas: todos los seres humanos tenemos derecho a tener derechos, y en nuestro sistema patriarcal, el colectivo de personas que menos derechos tienen son las madres que lideran los hogares monomarentales, porque ellas son las que sufren más pobreza y explotación.
La autora nos ayuda a tomar conciencia de lo duro que es ser madre en esta sociedad, y la odisea que supone hacerlo en solitario. Las madres que crían solas están obligadas a trabajar dos jornadas laborales, una dentro y otra fuera de casa, y al mismo tiempo deben criar y educar a sus hijos e hijas sin ningún tipo de apoyo.
Un solo salario no alcanza: las madres que crían solas no tienen tiempo libre, no tienen días de descanso ni vacaciones, no tienen apoyos para conciliar la vida laboral y los cuidados, no encuentran más que trabas para poder sobrevivir en un mundo que les pide a las mujeres que no sean egoístas y tengan más descendencia, pero luego cuando son madres, las abandona.
Son las que más problemas de salud tienen debido a la sobrecarga de trabajo, pero la sociedad lo único que hace es darle pastillas contra la depresión. A nadie le preocupa el agotamiento y la angustia que les causa la precariedad económica, ni la violencia que ejercen los padres obligándolas a gastar dinero en abogados y abogadas.
A nadie le preocupa que las madres con bebés no puedan ir a trabajar: el mundo entero asume que tendrán el apoyo de otras mujeres de su familia, y que entre todas saldrán adelante. Porque ha sido así desde siempre: las mujeres nos hemos cuidado y apoyado entre nosotras.
¿Y qué es lo que les pasa a los hombres? Que sienten un profundo rechazo con todo lo que tiene que ver con el amor, los cuidados, la ternura. Los hombres tienen un miedo tremendo al amor, y también a la vida. Se resisten a cambiar y se aferran a sus privilegios intentando frenar los avances de las mujeres.
Esta resistencia es feroz para algunos hombres que no soportan que las mujeres vayan conquistando derecho a derecho, porque sienten que se está acabando su mundo, y patalean porque no quieren que nada cambie. Antes ellos podían tener miles de hijos por el mundo sin preocuparse lo más mínimo, y ahora ya no. Y por eso están tan rabiosos: porque no pueden hacer nada parar el feminismo y para que nada cambie.
Es cierto que algunos hombres sí se están adaptando a los nuevos tiempos y están empezando a disfrutar de su paternidad, y a asumir plenamente toda su responsabilidad en la crianza y educación de sus descendientes. Pero aún son muy pocos.
Nosotras no podemos seguir esperando a que los hombres cambien: si ellos no quieren cuidar a sus crías, el Estado tendrá que obligarles a cumplir sus obligaciones y a mantenerlas económicamente.
La lucha de las sabinas es mundial, porque en todos los países los jueces protegen a los padres abandónicos: si ellos deciden ejercer su paternidad, les otorga privilegios de padre. Si ellos deciden no ejercerla, les otorga impunidad total.
Los padres abandónicos, además, están organizados: se ayudan entre ellos a eludir el pago de la pensión, comparten información y estrategias para evadir la justicia. Antes contaban con apoyo social: ahora ya la sociedad no puede seguir mirando para otro lado, porque el mundo se está llenando de madres que buscan a sus hijos e hijas desaparecidas, de madres que luchan contra el abuso y la violencia sexual contra la infancia, madres que luchan contra la violencia escolar, madres que luchan contra la explotación sexual y contra la violencia vicaria.
Diana ha abierto el camino de las madres autónomas en México y América Latina, y sabe que hoy la información es poder: por eso comparte sus experiencias y saberes con todas las madres autónomas, porque sabe que cuantos más conocimientos tengamos, y más apoyos reunamos, más recursos y más fuerza tendremos para luchar.
El 8 de marzo desfié con las sabinas en Ciudad de México y fue una experiencia inolvidable. Sentí un orgullo enorme al verlas con su tenderete denunciando a sus deudores en público, y una tremenda ternura al ver a sus crías marchar orgullosas junto a sus mamás. Antes cada una de esas mamás estaba sola, y desesperada, ahora están unidas, y se dan apoyo mutuo, y siguen presionando para que el Gobierno y el poder judicial pongan en marcha la ley y apliquen las medidas necesarias para acabar con la impunidad masculina.
Cuando me despedí de ellas pensé, ojalá el mundo se llene de sabinas y ojalá los hombres tomen pronto conciencia de lo importante que es la paternidad. El mundo está lleno de mujeres y hombres heridos por culpa de la ausencia o el abandono del padre, algunos tan traumados que pasan la vida sufriendo emocional y psíquicamente, y lo podemos ver en muchos relatos de nuestra cultura: novelas, películas, cuentos, series de televisión…
Es uno de los grandes temas de la Humanidad: el abandono parental y las huellas profundas que deja en nuestro corazón y nuestra psique.
Muchos de los padres que abandonan fueron abandonados. Ya es hora de romper esa cadena de padres abandónicos que se suceden generación tras generación. Ahora les toca a los hombres usar anticonceptivos si no quieren tener hijos, o volcarse en la crianza si quieren tenerlos.
La mayoría de los hombres no se responsabilizan porque creen que cuidar es cosa de mujeres, y que nosotras debemos ser las que saquemos adelante a las criaturas mientras ellos siguen su vida como si nada.
Las leyes han apoyado a estos hombres durante muchos años, hasta el punto de que les permite desentenderse de sus criaturas y luego en la vejez exigirles cuidados y dinero. Los que no pagan pensión alimenticia cuando son jóvenes, la piden cuando envejecen y ya no pueden valerse por sí mismos. Es una tremenda injusticia que los hombres sigan manteniendo el privilegio de recibir cuidados sin darlos.
Del mismo modo que las mujeres nos incorporamos masivamente al mundo laboral, los hombres tienen que incorporarse masivamente al sistema de cuidados. No vamos a lograr la igualdad hasta que los hombres aprendan a cuidarse a sí mismos, a cuidar a sus padres y madres, a sus bebés, a sus familiares enfermos o con discapacidad, y tienen que aprender a cuidar también los espacios que habitan y el planeta en el que viven.
Los gobiernos aún no están implicados a fondo en el cambio que necesitamos para construir una sociedad más justa e igualitaria, basada en la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados, pero las personas que trabajamos por un mundo mejor sabemos que la herramienta fundamental es la pedagogía.
Nosotras, las mujeres feministas, estamos educando a nuestros hijos e hijas para que entiendan que sin cuidados no hay vida, y que no es justo que las mujeres sean las únicas que cuiden.
Nosotras estamos tomando conciencia de que no hemos nacido para servir, ni para sufrir, ni para sacrificarnos: no somos las criadas de los hombres, y no tenemos por qué asumir sus obligaciones. Nosotras tenemos derecho a tener derechos, y nuestras criaturas se merecen una vida buena con todas sus necesidades cubiertas, y sus derechos garantizados.
Mientras los hombres siguen resistiéndose a cuidar y a asumir sus paternidades, nosotras tenemos que seguir luchando para que el Estado se haga cargo del problema y obligue a los deudores a realizar sus pagos mensuales y los gastos extraordinarios que necesitan sus hijos e hijas.
Nosotras no tenemos por qué estar todos los meses pidiendo a los padres de nuestras criaturas que depositen la plata, ni tenemos por qué encargarnos de perseguirlos para que no se atrasen: es el Estado el que debe exigirles el pago cada primero de mes.
Es el Estado el que debe vigilar que las leyes se cumplan y que los niños y las niñas tengan el dinero necesario para poder tener una vida digna.
Es el Estado el que debe proteger a las madres y a las infancias, y para ello necesitamos que la sociedad entienda la problemática, tome conciencia, y apoye nuestras reivindicaciones.
Adquirir este libro es una forma de apoyar la lucha de las sabinas, pero también es un salvavidas y un manual de supervivencia que ayudará a las madres y a las profesionales que trabajan con mujeres e infancia a denunciar individual y colectivamente a los padres abandónicos.
Lo más importante es que todas nosotras tengamos una red de apoyo para poder desahogarnos, para sentirnos escuchadas y acompañadas, para protegernos entre nosotras, para compartir información, para comprender el sistema judicial, para obtener recursos, para compartir los momentos duros y para celebrar las victorias. Cuando las mujeres compartimos nuestros saberes y nuestras herramientas, vamos dando pasos, y vamos avanzando todas juntas.
Me llena de esperanza pensar que este libro va a ayudar a miles de mujeres, niñas y niños, y de que la red que está tejiendo Diana de madres que luchan por todo el mundo va a ser cada vez más gigantesca.
La suya es una lucha histórica: algún día cuando echemos la vista atrás, nos parecerá una monstruosidad los datos sobre la cantidad de niños y niñas abandonadas por sus padres en la actualidad. Nos preguntaremos, ¿cómo la sociedad pudo permitir tanta violencia contra las infancias?, ¿cómo el Estado pudo permitir a los padres abandonar a sus hijos e hijas?, ¿cómo fue posible que tantos hombres huyeran de sus responsabilidades parentales, sumiendo a sus hijos e hijas en la pobreza?
Aún nos queda mucho camino que recorrer, pero hay que ir celebrando todas las victorias, una a una, y hay que conseguir que la lucha de las sabinas llegue poco a poco a más países y se convierta en una de las principales reivindicaciones del feminismo.
Vamos a lograr que la sociedad tome conciencia del problema, que proteja a las infancias, que ponga los cuidados en el centro, y que apoye a las madres que crían solas.
Juntas sí podemos.
Coral Herrera Gómez
Aquí para saber más sobre la Ley Sabina
Aquí puedes seguir a Diana Luz Váquez
Ya puedes leer en papel o escuchar el audiolibro de Diana Luz Vázquez: "Salvavidas para madres solteras autónomas. Un manual de respuestas para maternar en solitario", Editorial Grijalbo, México, 2024.