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15 de noviembre de 2010

El Movimiento Queer





“¿Cómo te sientes si eres albañil, vives en un pueblo y no sales por Chueca? ¿Si dejaste tus estudios en primaria? ¿Si no vas a los museos ni te gustan las películas francesas en versión original? ¿Si no tienes dinero para salir todos los fines de semana? ¿Si eres mayor? ¿Si no puedes costearte el llevar la moda fashion o simplemente no te gusta? ¿Encuentras tu lugar dentro de la identidad gay? ¿Te sientes como perteneciente a ese grupo o excluido del mismo? Y, lo que es peor ¿Cómo te valoran y perciben el resto de gays que sí encajan en esa identidad? 
Se habla mucho de promiscuidad sexual 
¿Qué pasa si no mantienes relaciones sexuales porque tu cuerpo no sigue el modelo?” 

J.I. PICHARDO GALÁN







El movimiento Queer nació como consecuencia de la lucha LGBT y el feminismo, pero oponiendose  radicalmente a someterse a la rigidez de las clasificaciones duales hombre/mujer, homo/hetero. Los  queers no se sienten cómodos bajo ninguna etiqueta de identidad, ni de orientación sexual, ni de raza, ya que se sitúan en el amplio espectro de complejidades que conforman la dimensión humana, alejándose así de las simplicidades y los extremos antagónicos. 

A finales de siglo XIX en Reino Unido y Estados Unidos la palabra queer era utilizada peyorativamente para calificar a hombres y mujeres homosexuales como “raros” o “extraños”. En las décadas de los 20 y los 30 del siglo XX  se utiliza como termino de autodesignación, en un sentido más restrictivo, por algunos homosexuales que desean no vincularse a la imagen social del homosexual afeminado. Hacia finales de la Segunda Guerra Mundial está presente, entre las diferentes connotaciones sexuales, la aplicada a todos los “anormales” en sentido peyorativo.



Según Javier Sáez, queer en inglés es un insulto homófobo: “es maricón, bollera, rarito, es todo aquello que se sale de lo normal y pone en cuestión lo establecido”. Un grupo de militantes bolleras, negras, chicanas, de trans, de maricas seropositivos, pobres, emigrantes, parados, van a autodenominarse queer para tomar distancia del término “gay”, que a finales de los 80 representaba solamente una realidad de varones homosexuales, blancos, de clase media o alta, con un proyecto político de integración normalizada en el sistema social y de consumo, y que excluía toda esa diversidad de sexualidades minoritarias articuladas con posiciones de raza, clase, edad, enfermedad, migración, pobreza, etc.Lo queer es un proyecto emanado de un feminismo radical, lesbiano, que estalla en un momento de rabia y de impotencia ante la pandemia del sida, ante la inacción de los gobiernos, y la subsiguiente estigmatización homófoba de los cuerpos y las prácticas sexuales disidentes”

El nuevo movimiento queer denunciaba la genitalidad y el coitocentrismo de las prácticas sexuales orientadas a la reproducción, y proponían expandir el placer por todo el cuerpo, permitiendo la exploración y la ruptura de las fronteras de la mentalidad tradicional, dejando atrás tabúes, culpabilidades, prohibiciones y miedos. El Queer reivindica así, el fin de la represión sexual que el poder patriarcal ejerce sobre nuestros cuerpos, el juego con las fronteras del género, el ir más allá en todo, liberando el deseo de las constricciones morales.




También el queer niega lo gay y lo lésbico porque invisibilizaban en sus dicursos la bisexualidad, el travestismo, el transgenerismo y la transexualidad. Además, centrados en el tema del género, no tomaban en cuenta las diferencias de raza, etnia, nacionalidad, clase, economía, cultura, etc. asi que  acusaron al feminismo y a la lucha gay de  estar trabajando solo por los derechos de las mujeres occidentales de clase media-alta. Frente a esta posición, el Queer defiende el fin de las jerarquías y el triunfo de la mezcla, la hibridación de razas, tonalidades piel, etnias, nacionalidades y sexualidades. Para el Queer la normalidad es un concepto artificial que varía según la cultura, y por ello se declaran desviad@s, anormales, porque defienden al diferente, a aquell@s que no encajan en ningun esquema preconcebido, aquell@s que se saltan las barreras de la definición. La teoría queer cree, además, que la diferencia no debe de ser motor de desigualdad, sino que constituye una muestra de la diversidad y riqueza dela realidad social.


Oscar Guasch (2000) , por ejemplo, opina que en la actualidad, la homosexualidad ha perdido su capacidad de transgresión y su esencia revolucionaria y se ha convertido en una subcultura inserta en el sistema: “está cada vez más integrada en el circuito de producción y de distribución capitalista (sobre todo en el sector servicios y en la industria del ocio)”. Esta subcultura se caracteriza porque no es exótica, sino propia del sistema, y representa valores que han pasado a la cultura heteronormativa, como el paso de una sociedad de familias a una sociedad de individuos, el hedonismo, el culto al cuerpo, el mito de la eterna juventud, la cultura del ocio, el consumismo, la superficialidad o la promiscuidad sexual.

Guasch denuncia así que en la actualidad ser gay, especialmente entre las clases medias, se ha convertido en un signo de distinción.  Pero, paralelamente, reconoce que aún hoy sigue siendo difícil ser gay o lesbiana fuera del ghetto urbano o la vida privada. Es más difícil, en cambio, serlo en el instituto, en el colegio, en el trabajo. Vivir públicamente como gay o lesbiana es un lujo que pocos y pocas pueden permitirse y que debería ser común en una sociedad plenamente democrática”.



 En lugar de tratar de ser igual que todo el mundo (y pretender que "todos" significa blancos, de clase media, conservadores y heterosexuales) la política "queer" implica la demanda del respeto y de la igualdad para cualquier modo de vida que opten por tomar las personas, independientemente de su género y orientación sexual.  

Al reivindicar un nombre que hacía hincapié en una misma experiencia de rechazo por las capas dominantes de la sociedad, Queer Nation (la Nación puta) trató de subvertir la política de asimilación a la vez que trataba de movilizar y unificar a los "queers": "Aquí estamos, somos 'queer', acostúmbrense a ello" fue la consigna principal del movimiento.

 Queer Nation surgió cuando algunos activistas de ACT UP empezaron a aplicar los métodos militantes y radicalmente democráticos que habían usado en el combate contra el SIDA . Su objetivo era luchar contra el heterosexismo y la homofobia con técnicas como el outing (sacar del armario a celebridades), para dar respuesta a la creciente ola de violencia matajotos (grupos homófobos atacaban a gays en las calles) y para luchar contra la justicia y la hipocresía en el seno de gente LGBT y otros grupos oprimidos. El movimiento integró ideas del Poder Negro y de los movimientos feministas: los individuos y las comunidades pueden y deben exigir respeto, no tienen por qué ganárselo adaptándose a la mayoría. También aplicó, basándose en las experiencias feministas y de varios grupos de la izquierda, formas descentralizadas de organización.


A finales de los ochenta, la idea de una política "queer" se apoderó de repente de los activistas y de los académicos lesbianas, gay, bisexuales y transgenéricos (lbgt) en América del Norte y otros lugares. El primer grupo Queer Nation organizado en Nueva York en 1989 fue seguido por una ola de unos setenta colectivos en ciudades grandes y pequeñas, y universidades a lo largo y ancho de Estados Unidos y Canadá, a los que se agregaron grupos similares en Gran Bretaña y otros lugares. Queer Nation llegó y se fue muy rápidamente. Hacia 1993, casi todos se habían disgregado, un ejemplo fue Lesbian Avenger. Según Patterson Torvald (2000) afirma que pudo ser debido a su "democracia radical":en parte, la democracia demasiado radical de los grupos les impedía con frecuencia tomar decisiones puesto que trataban de dedicarse a todos los proyectos por igual y, en consecuencia, fallaban en algunos de ellos y desgastaban a sus activistas. A veces, el proyecto político no más no era lo suficientemente claro para acoger todas las demandas que la gente llevaba”.

El movimiento queer como práctica social nace, pues, muy vinculado a los movimientos desarrollados a partir del impacto del SIDA, pero también estrechamente ligada al movimiento feminista y a la izquierda política. La influencia de grupos como ACT UP, Radical Furies o Queer Nation en el mundo académico estadounidense ha sido, además, enorme.


A diferencia de lo que ocurre en EEUU, el movimiento queer en Europa se inspira en las culturas anarquistas y en las emergentes culturas transgénero para constituirse, según Beatriz Preciado, en fugitivos del género, y para oponerse a lo que ella denomina el “Imperio Sexual”:


Ya no hay una base natural (“mujer”, “gay”, etc.) que pueda legitimar la acción política.  Lo que importa no es la “diferencia sexual” o la “diferencia de l@s homosexuales”, sino las multitudes queer. Una multitud de cuerpos: cuerpos transgéneros, hombres sin pene, bolleras lobo, cyborgs, femmes butchs, maricas lesbianas... 
La “multitud sexual” aparece como el sujeto 
posible de la política queer”.

En España se conocieron grupos como LSD (Lesbianas sin duda) o la Radikal Gai en los años noventa, que se apropiaron  de términos  como bollera o marica para autodefinirse y para crear una militancia diferente que no se dirige al Estado pidiendo subvenciones, leyes o regulaciones. Estos movimientos trabajan en otras líneas políticas independientes y reacias a la buena imagen y a la integración en el sistema heterosexual dominante.

Con la llegada del nuevo milenio surgen prácticas políticas que superan la política institucional de los grupos LGTB, el FAGC (Front d'Alliberament Gai de Catalunya ['Frente de Liberación Gay de Cataluña']), EHGAM (Euskal Herriko Gay-les Askapenerako Mugimendua ['Movimiento de Liberación de Gays y Lesbianas de Euskal Herria']), Maribolheras Precarias (Galicia) y Liberacción (Madrid) forman parte de la red contra la homofobia, y sus luchas van más allá de una reivindicación exclusiva para la comunidad LGTB cada vez más mercantilizada; la lucha contra la precariedad o contra la guerra forman parte de su ideario político.

Según Sáez, esta tradición no ha dejado de trabajar y proliferar en el Estado español: publicaciones como De un Plumazo, Non Grata, La Kampeadora, Planeta Marica, Hartza.com o Bollus Vivendi continúan esta actividad en los 90.




A comienzos de este siglo diversos grupos queer, principalmente de lesbianas, organizan los primeros talleres drag king, producen porno alternativo, documentales, libros, festivales de cine, performances, conferencias, okupan casas para desarrollar proyectos autogestionarios, y abren debates y alianzas sobre diversas realidades políticas. 

Por ejemplo, la regulación del trabajo sexual, la posibilidad de otra pornografía, un nuevo feminismo no lesbófobo y no transfóbico, la inmigración, el acceso libre a drogas y hormonas, el régimen heterosexual en escuelas y medios de comunicación, cómo se construyen el sexo y el género, los protocolos médicos que mutilan a l@s bebés intersexuales, nuevas realidades transgénero y transexuales, el arte queer, los juguetes sexuales, la cultura cyborg, la guerra y el género, la autodefensa, la precariedad laboral, la crítica al matrimonio, el problema de la vivienda, el fracaso en la prevención del SIDA y cómo crear nuevas formas de prevención, el sadomasoquismo, el barebacking, los osos y la pluma, qué es la masculinidad y la feminidad, el cuestionamiento del binarismo sexual…

Grupos como Mambo, Girlswholikeporno, Grupo de Trabajo Queer-GTQ, Zona de Intensitat, Medeak, Post Op, Las Orgia, Corpus Delicti, practican actualmente diversas militancias queer en diferentes zonas del Estado español, en sus diferentes idiomas, y han creado importantes vínculos con otros grupos en Europa y América Latina.




También en el ámbito del arte ha habido una amplia producción cultural feminista y queer desde los años 80 que continúa en la actualidad: numerosas exposiciones y seminarios sobre artistas y culturas queer se han organizado en el Espai d'Art Contemporani de Castelló (EACC), la Universidad Internacional de Andalucía, el MACBA, el CCCB, el Centro Galego de Arte Contemporáneo (CGAC) o en Arteleku, entre otros. Lo mismo ocurre en el ámbito académico; desde hace unos años existen en diversas universidades españolas seminarios, cursos de posgrado, tesis doctorales y conferencias sobre las culturas queer. La Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) organizó entre 2003 y 2005 dos ediciones de un curso de teoría queer, y en las universidades de Valencia, Jaén, Vigo, Barcelona, Zaragoza, País Vasco, o Madrid, podemos encontrar recientes ejemplos de programas y cursos sobre estas culturas.

Desde finales de los 90 se publican en España libros sobre prácticas, militancias y teorías queer, traducciones, así como numerosos blogs, webs, y foros, que difunden las convocatorias entre grupos, promueven el intercambio de información y la creación de proyectos comunes. Los blogs son esenciales, según Javier Sáez,  en un movimiento que privilegia la auto-afirmación y la importancia de contar la propia historia.


 Aquí téneis algunos enlaces interesantes: 






BIBLIOGRAFÍA 


1) Guasch, Òscar: “La crisis de la heterosexualidad”, Ed. Laertes, Barcelona, 2000

2) Patterson Torvald (2000): “Queer without fear”, traducido por Ricardo Martínez Lacey. En www.queerekintza.org/web/pag_cast/articulos/articulos_queer.html 
3) Peñamarín, Cristina: Pornografía y Sexualidades Minoritarias. Entrevista A Beatriz Preciado, PARÍS, Enero 2007. En J. Ignacio Díez y  y Adrienne L. Martin (eds.) Venus Venerada II. Literatura y modernidad en España. Madrid. Editorial Complutense, 2007

4) Pichardo Galán, Jose Ignacio: Identidad, Cuerpo, Exclusión y Gays. REVISTA DE ANTROPOLOGÍA IBEROAMERICANA.  http://www.aibr.org/antropologia/boant/articulos/ABR0202.html
5) Preciado, Beatriz: “Multitudes queer. Notas para una política de los "anormales", Revista Multitudes. Nº 12.  París, 2003. 



6) Sáez, Javier : “La destrucción de una cultura queer en España”, publicado en www.hartza.com

1 de octubre de 2010

Ni si ni no, ni blanco ni negro: más allá de las etiquetas



Los seres humanos tenemos diferentes formas de pensar dependiendo del idioma que hablemos y la cultura a la que pertenezcamos. La sociedad occidental, por ejemplo, se caracteriza por la estructura de pensamiento binaria que divide la realidad en dos grandes grupos opuestos entre sí. Y además, uno representa lo superior y el otro lo inferior, supongo que os sonará todo esto a Platón.

Según el dualismo idealizante de Platón, la realidad se presenta dividida en dos mundos distintos y contrapuestos: por una parte, el mundo superior, invisible, eterno e inmutable de las ideas y, por otra, el universo físico, visible, material, sujeto a cambios. En un polo está la biología, en otro la sociedad; en uno el cuerpo y en el otro el alma.

Aristóteles, en esta línea, también afirmó que la realidad está dividida en pares de opuestos, que son la base del pensamiento y nuestra forma de acceso al conocimiento. Esta idea culmina en la Ley del Tercio Excluso, "tertium non datur" ('una tercera (cosa) no se da), y según este principio, toda proposición es verdadera o falsa. Entre estos dos valores de verdad no se admite nada intermedio o “tercero”.

El pensamiento binario es lo que nos hace amar al Barça y odiar al Real Madrid, declararnos heteros u homos, ser cristianos y rechazar a los musulmanes, defender nuestro pueblo contra el otro pueblo, lo mío frente a lo tuyo, perseguir la delgadez y huir de la obesidad,  subir del Sur hacia el Norte. El fundamentalismo existe porque pensamos desde los extremos, como si entre ambas purezas no existiese una vasta y rica gama de matices.




Esta forma de pensar hace que para nosotros la juventud y la vejez, la salud y la enfermedad, la cordura y la locura, los humanos y los animales, los hombres y las mujeres, sean cosas distintas. Y es que necesitamos categorizar todo, clasificarlo y definirlo, para tratar de mantener el orden, para garantizar la seguridad. Si un día mi madre se levantase hablándome en chino y no pudiéramos entendernos, yo pensaría probablemente que estoy trastornada de la cabeza o viviendo una pesadilla. 

Por eso separamos, definimos, clasificamos todos los objetos, seres vivos, situaciones, sentimientos, sexualidades; para tener claro quiénes somos, cuál es nuestro lugar y nuestro papel. Todos necesitamos saber lo que no somos (no soy una mujer, no soy un niño, no soy pobre, no soy gitana), porque eso nos ayudará a determinar nuestro comportamiento, expectativas y trayectoria vital.


El problema de tenerlo todo tan controlado es que a veces la realidad no es tan radical como creemos, sino que es más bien relativa. Prueba de ello es la risa y el humor, que son críticas a nuestras construcciones y a nuestras verdades por supuestas. En el fondo, a los humanos nos encanta ir más allá y romper los corsés que nos imponen y nos limitan, por eso nos encanta la transgresión y la novedad. 

Yo defiendo la idea de que todas las etiquetas nos cierran puertas: si soy homosexual, no puedo ser hetero, si soy hombre no puedo experimentar mi feminidad, si soy paya no puedo casarme con un gitano, si soy jefa no puedo irme de marcha con mis empleados, si soy testigo de Jehová no puedo interesarme por el budismo…

Las etiquetas bipolares no sólo han empobrecido nuestro desarrollo cerebral y nuestra evolución intelectual, sino que además ha provocado una división positiva y negativa de la realidad que, por más que parezca absurdo, ha generado una profunda desigualdad y un sistema social injusto. En casi todas las sociedades patriarcales el poder degradó a lo inferior conceptos como la colectividad, la ternura, la sensibilidad, la debilidad, la contingencia, la feminidad, la naturaleza, la pasión, la irracionalidad, la animalidad, la homosexualidad, la reproducción, la oscuridad, subsumiendo a todos en una misma categoría. En la tradición misógina, la superioridad estaba representada por los conceptos de virilidad, dureza, fuerza, razón, ley, individualismo, cultura, orden, claridad, heterosexualidad, etc.

El correlato social y económico de esta cultura binarista y jerárquica ha sido la supremacía del hombre blanco sano, rico, heterosexual y occidental sobre otros hombres (niños, ancianos, homosexuales, hombres de cualquier otra etnia o raza) y sobre las mujeres durante siglos. En el peldaño inferior de esta gradación piramidal y excluyente se encuentra la mujer negra, pobre, lesbiana, enferma o anciana. 

Esta forma binaria y jerarquizada de pensamiento fue el origen de los procesos de expansión y anexión de territorios, y se halla en la base de todas las guerras y la violencia entre pueblos y culturas. Es cierto que los animales también poseen relaciones jerárquicas y conflictos de poder, pero nosotros somos evidentemente un caso especialmente conflictivo, sobre todo para el propio planeta, pues nuestra destructividad y crueldad no conoce límites en un mundo arrasado por las guerras, el hambre y la pobreza.


Pienso que es importante entender que esta forma de pensar está cargada de ideología porque considera que los fuertes han de dominar a los más débiles. Por eso el hombre se cree con derecho a dominar y esclavizar la naturaleza, la tierra, los animales, e incluso a sus semejantes, en primer lugar las mujeres y los niños, y después, los más débiles (ancianos, pueblos pacíficos, desviados, marginados, pobres, etc.). La mayor parte de las mujeres también se mueven en esas categorías, porque el género femenino también piensa de forma binaria y ha asumido, en la mayor parte del mundo, su subordinación al hombre. Ha integrado en su interpretación de la realidad su condición de ser inferior, y ha interiorizado esta ideología patriarcal entendiéndola como natural, inevitable, lógica y eterna (Pierre Bourdieu, 1998). Prueba de ello es que las mujeres han transmitido los valores del patriarcado a su descendencia, generación tras generación, mediante la educación diferenciada de roles y estereotipos de género.

Con el desarrollo de la Antropología hemos podido comprobar que existen otras culturas humanas en las que existen otros conceptos sobre la normalidad y donde no piensan divididos entre dos categorías extremas. No es de extrañar que sean las más pacíficas e igualitarias. Además, se mueven con mucha más libertad que nosotros en el tema de los roles, y no estereotipan de una manera tan simple la realidad.

Siguiendo con Occidente, el relativismo del siglo XX vino a traer un poco de crítica a este sistema de conocimiento y de construcción social. El tiempo transcurre diferente según desde donde se esté; el vaso se ve medio lleno o medio vacío, y entre el negro y el blanco hay una bella e infinita riqueza cromática. 

También el movimiento hippy nos permitió conocer la estructura mental oriental a través del budismo y el hinduismo, religiones que entienden que la vida es parte de la muerte, y que concibe la realidad como un todo. Es decir, la filosofía oriental cree que todo forma parte del mismo proceso, y eso está simbolizado en la figura del ying y el yang, en la que luz y oscuridad, feminidad y masculinidad son las dos caras de la misma moneda y se complementan a la perfección, sin contradicciones.





Uno de los intelectuales que más ha aportado a la hora de criticar el reduccionismo occidental y presentar una propuesta teórica para superarlo ha sido Edgar Morín, que propone sustituir el pensamiento único con el pensamiento complejo, que define como “un pensamiento que relaciona”:  “Esto quiere decir que en oposición al modo de pensar tradicional, que divide el campo de los conocimientos en disciplinas atrincheradas y clasificadas, el pensamiento complejo es un modo de religación. Está pues contra el aislamiento de los objetos de conocimiento; reponiéndoles en su contexto, y de ser posible en la globalidad a la que pertenecen”

También Helen Fisher habla del pensamiento en Red, que parece ser más común en las mujeres: a la hora de analizar un problema y tomar una decisión hay que tener en cuenta todas las variables y las relaciones entre ellas, entendiendo que el análisis simple y en línea recta empobrece la psique humana y reduce el libre albedrío de los sujetos.


La Teoría Queer denunció que estas clasificaciones binarias sólo sirven para discriminar, porque imponen un sistema de poder que considera que unos están arriba y otros abajo, que unos son normales y otros anormales, que unos son salvajes y otros civilizados. Es una teoría que aboga por lo Trans, es decir, el ir más allá de las etiquetas reduccionistas y explorar la complejidad de los fenómenos entendidos como procesos, no como productos acabados. Los queers se mueven en el terreno de los nadie, de la ambigüedad, la androginia; ese espacio social donde un@ puede jugar a intercambiar roles, identidades y estéticas como le plazca. 

Lo Queer promueve la libertad del cuerpo y la deconstrucción de las verdades dadas por supuestas e instaladas como naturales en nuestra cultura, y el fin de las categorías excluyentes que constriñen y encajonan nuestra identidad, impidiéndonos evolucionar y limitando nuestra libertad.

18 de septiembre de 2010

Manifiesto de los Amores Queer







1. El Amor Queer es un proceso a disfrutar, no una meta a la que llegar.

2. Los amores Queer reniegan de las tradicionales historias de amor que venden promesas de eternidad y felicidad, y proponen acabar con la exclusividad sobre los penes, los coños y los corazones de otras personas.

3. Los y las amantes queer rechazan la tiranía del orgasmo y expanden el erotismo al cuerpo entero, sin quedarse estancados en los genitales, potenciando la sensibilidad de todas las partes, descubriendo nuevos caminos en el sexo más allá de la gimnasia pornográfica tradicional.

4. Los amores queer no comparten los anhelos de eternidad ni el trauma del divorcio, porque disfrutan de las historias hasta que se acaban, felices de haberlas sentido y sin sensación de haber perdido nada "para siempre".

5. A los amantes Queer les asquea el infierno de la convivencia forzada,y reniegan la idealización y la desilusión constante de la pareja tradicional. No desean seguir el modelo monogámico, reproductivo y heterosexual que nos imponen las industrias culturales a través de los relatos.

Por eso los amantes queer no sufren la frustración que crea el amor romántico y les encanta disfrutar de la vida, el sexo y las emociones con la gente de carne y hueso.



6. El Amor Queer aboga por las relaciones basadas en la libertad y las ganas de compartir, por la autonomía de los enamorad@s, y la ruptura con la tradicional división de roles que reparten las tareas de un modo desigual y abusivo.

7. Todas las personas tienen derecho a vivir sus performances de amor creados entre dos o más personas para vivir una ilusión ficticia a través del cuerpo y el sexo. También pueden vivir amores virtuales, imposibles, platónicos, a la edad que quieran y con quien les de la gana, pasando del realismo.

8.Los amores Queer abogan por una sociedad donde el erotismo se libere de la represión emocional y física de los cuerpos, y donde tod@s puedan relacionarse en libertad y del modo en que les venga en gana. Por eso cada amor queer es diferente; hay tantos como gente desviada de la normalidad hetero,  homofóbica y misógina.


9. Los amantes Queer son gente de las periferias, pero no excluyen a nadie. El movimiento Queer incluye a hombres, mujeres, personas intersexuales, transexuales travestid@s, maricas bolleras, prostitutas, chaperos, negr@s, latin@s, gente de todas las edades y clases socioeconómicas, de todos los gustos, de todas las razas y religiones, sin discriminacíón por etiquetas.



10. El Amor Queer es bisex, trisex, y se extiende hasta el infinito. No categoriza la orientación sexual tradicional (homo, hetero, bisexual) porque no entiende las relaciones como solo "cosa de dos", ni tampoco divide a la Humanidad en dos géneros opuestos (mujeres, hombres) con la cantidad de grados de intensidad que tienen las identidades posmodernas, y la cantidad de máscaras y performances teatrales que somos capaces de llevar a cabo en un mismo día.

11. Los amores Queer incluyen también a la gente asexual, a los y las solitarias, a los y las promiscuas,a los adictos y a los inapetentes, a l@s frikies, los raros y las raras, a las minorías de cualquier tipo, y a todo aquel o aquella que tenga curiosidad por ampliar horizontes en su mente, su cuerpo, su sexo.

12 El Amor Queer no excluye al sexo del sentimiento, ni al sentimiento del sexo. Las relaciones queer no dividen a la población entre la gente con la que se folla y con la que un@ se enamora, porque todo el mundo es follable y amable.

Los amantes queer asumen sus contradicciones y no distinguen entre cuerpo y alma, mente y emoción, sino que lo viven como un todo, aceptando y enriqueciéndose con la complejidad de los sentimientos y el deseo humano.

13 El Amor Queer explora en las relaciones de poder llevándolas al juego sexual, y liberándolas de las categorías binarias sumsión-dominación fuera de él. Las relaciones queer pretenden ser igualitarias porque nadie será superior cuando desaparezcan las clasificaciones discriminatorias.




14 Los amores Queer rechazan la necesidad como base de una relación amorosa y denuncian la dependencia mutua (emocional y económica) que sostiene el sistema amoroso patriarcal. Es más bonito amar desde el deseo y la libertad que desde el contrato monogámico y exclusivista.



15 El Amor Queer cree que ninguna institución (ni la Iglesia, ni Hacienda, ni el Estado) debe seguir teniendo poder sobre la vida intima de las personas, sobre sus relaciones sexuales y amorosas, sobre su vida reproductiva. L@s amantes no necesitan bendiciones, sino libertad para ir y venir, amar y compartir, sin ataduras que conviertan el compromiso en una prisión.

16 Los queers no discriminan a nadie por su altura o su pequeñez, por su delgadez o su obesidad, ni por sus arrugas, sus imperfecciones, sus deformaciones; el amor queer se libera de la tiranía de la belleza y el fascismo del culto al cuerpo.

17 El Amor Queer denuncia la hipocresía del romanticismo burgués en torno a la fidelidad femenina y la promiscuidad masculina, el adulterio y la prostitución como vía de escape al aburrimiento del matrimonio.

18 Las relaciones sexuales y afectivas deben alejarse del egoísmo intrínseco al sistema capitalista y democrático, basado en el deseo de posesión de cuerpos y mentes ajenas. Las personas tenemos que liberarnos de la fidelidad como exigencia para vivir una aventura amorosa con alguien, y dejar de considerar a los demás como objetos hechos para nuestro disfrute.




19 Los amores queer son dinámicos, están vivos, en continuo movimento. Y no por ello sus sentimientos son menos profundos, sino más auténticos, porque no están sujetos a tabúes, prohibiciones, normas rígidas.

Los amores queer se alejan de la mentira y la traición, de la culpabildad y la represíón, porque no las necesitan para relacionarse con gente libre.

20 Los amores queer no necesitan, tampoco, las estructuras amorosas tradicionales. Trabajan en crear nuevas estructuras más abiertas y flexibles, donde la gente se dedique más a  gozar y menos a soñar. La aventura de inventar  formas nuevas es excitantemente queer, porque cada uno se crea las suyas con quien quiere.

Los amores Queer se retroalimentan a sí mismos, no mueren, porque no se concentran, sino que se dispersan y se multiplican. No se destruyen, sino que se regeneran a sí mismos, creando redes, aunando químicas, insaciablemente.




Coral Herrera Gómez

Presentación en imágenes: 









5 de septiembre de 2010

El Mito de la Heterosexualidad desde una perspectiva queer


 



La heterosexualidad es una construcción social y cultural que se ha instalado en el imaginario colectivo como un fenómeno natural, como si la unión macho-hembra fuese una ley divina o una ley física o matemática. Tanto es así que a las niñas desde pequeñas se las pregunta si tienen novio y a los niños si tienen novia sin apenas darnos cuenta de que preguntando estamos afirmando. Y al afirmar, imponemos una idea sobre lo que es normal, es decir, que a los niños les gusten las niñas, y no los niños.

El concepto de normalidad varía de cultura en cultura, por épocas y zonas geográficas; además, todo lo biológico en nosotros es cultural y viceversa. Por ejemplo en la Antigüa Grecia la homosexualidad era normal, como eran normales las relaciones homoeróticas entre sabios y jóvenes discípulos. En cambio en nuestra cultura actual la pederastia es una desviación, una aberración, una anormalidad penada con años de cárcel.


Piensen de nuevo: ¿Tienes novio ya?. Una pregunta así, aunque parezca inocente, inevitablemente dirige el erotismo y los sentimientos de las personas hacia el sexo opuesto. Una pregunta de signo contrario abriría enormemente el abanico de posibilidades afectivas y sexuales de la niña o el niño, pero a la mayor parte de los adultos no se les ocurre porque en su conciencia la heterosexualidad es la norma, está invisibilizada como construcción, integrada en los supuestos de cómo es la vida (o más bien, cómo debería ser). Esos supuestos se aprecian claramente en todos los cuentos heterosexuales que nos han contado de pequeñas; en ellos todas las relaciones eróticas son hacia el sexo opuesto.






Mi posición en torno a la heterosexualidad y la homosexualidad coincide con la concepción de Oscar Guasch (2000) que las considera mitos, en el sentido de que son narraciones creadas artificialmente, y transmitidas mediante libros sagrados. Mitos que explican el mundo desde un punto de vista particular, desde una ideología que al imponerse se convierte en hegemónica, y que modela y construye nuestro deseo y afectos, a la vez que justifica el orden social establecido. En este sentido, la homosexualidad es un cuento dentro de otro cuento, “un mito que explica otro mito. La homosexualidad es un epifenómeno de la heterosexualidad; pero no es posible entender la una sin la otra” (Guasch, 2000).


También nos parece acertada la definición de la heterosexualidad según Elisabeth Badinter (1993), que la considera una institución política, económica, social y simbólica que se impuso como norma obligatoria a finales del siglo XIX:Se acusa a los sexólogos de haber creado dicha institución, al haber inventado la palabra “heterosexualidad” como el contrapunto positivo de “homosexualidad” y haber impuesto aquella como la única sexualidad normal”.


Para Óscar Guasch (2000), la heterosexualidad, más que una forma de amar, es un estilo de vida que ha sido hegemónico en los últimos 150 años. La heterosexualidad nace asociada al trabajo asalariado y a la sociedad industrial: “Se trata de producir hijos que produzcan hijos. Para las fábricas, para el ejército, para las colonias durante más de un siglo, casarse y tener hijos, que a su vez se casen y los 
tengan, ha sido la opción considerada natural, normal y lógica”. 

Es entonces cuando la pareja estable y reproductora se elige en modelo social a seguir; “por eso a lo largo de la historia solteros y solteras han sido una especie de minusválidos sociales. En ellos se hacían visibles las carencias, los peores temores: vivían (y sobre todo morían) solos, sin hijos”.

Guasch define la heterosexualidad como sexista, misógina, homófoba y adultista. Para él posee cuatro características fundamentales:
•         Defiende el matrimonio o la pareja estable;
•         Es coitocéntrica, genitalista y reproductora;
•         Interpreta la sexualidad femenina en perspectiva masculina y la hace subalterna,
•         Persigue, condena o ignora a quienes se desvían del camino heterosexual.




Los estudiosos que han analizado la homosexualidad desde un punto de vista transcultural constatan un determinado número de constantes. El sociólogo Frederick Whitam, tras haber trabajado durante varios años entre comunidades de países tan distintos como los Estados Unidos, Guatemala, Brasil y Filipinas, sugiere seis conclusiones:
•         Hay personas homosexuales en todas las sociedades.
•         El porcentaje de homosexuales parece ser el mismo en todas las sociedades y permanece estable con el paso del tiempo.
•         Las normas sociales no impiden ni facilitan la aparición de la orientación sexual.
•         En cualquier sociedad mínimamente numerosa aparecen subculturas homosexuales.
•         Los homosexuales de sociedades distintas tienden a parecerse en lo que respecta a su comportamiento y sus intereses.
•         Todas las sociedades producen un continuum similar entre homosexuales muy masculinos y homosexuales muy femeninos.

A partir de estos estudios, Badinter afirma que la homosexualidad es una forma fundamental de la sexualidad humana que se expresa en todas las culturas. La homosexualidad existe en otras especies animales (Foucault, 1976; Kirsch y Weinrich, 1991). Beach y Ford, (1951) constataron que, de hecho, se da en la mayoría de las especies de mamíferos y culturas humanas. 

Helen Fisher (1992) señala que la homosexualidad es aún mayor en otras especies; es decir, cabría aventurar que lo natural sería que las relaciones homosexuales entre los humanos fueran incluso más frecuentes de lo que son, pero en muchas culturas humanas está reprimido socialmente. La presión evolutiva, según Fisher, no sólo favorece las conductas reproductoras: la homosexualidad podría tener funciones adaptativas como la de estrechar los lazos de la comunidad y/o la de reducirla densidad demográfica en condiciones de hacinamiento.


 Tanto los hombres como las mujeres homosexuales, a lo largo de los siglos, han sido excluidos o marginados socialmente, insultados y humillados, perseguidos, encarcelados, torturados, quemados en la hoguera, apedreados hasta la muerte o recluidos en campos de concentración. La homosexualidad ha sido tratada como enfermedad, delito, pecado, vicio, aberración, patología, desviación, y ha sido, a menudo, asociada a la obscenidad, la perversidad y la promiscuidad. Los estereotipos y los modelos negativos han recaído en ellos con una extrema crudeza, y aún hoy en día se sigue condenando y ejecutando o lapidando a gays y lesbianas en multitud de países.


En 1910, Sigmund Freud elabora su teoría de la bisexualidad originaria, en la que afirma que todos los seres “pueden tomar como objeto sexual a personas del mismo sexo o a personas del otro sexo… Reparten su libido ya sea de manera manifiesta, ya sea de forma latente sobre objetos de ambos sexos”. 

A lo largo de su obra, Freud defiende el carácter natural y no patológico de la homosexualidad, en contra de los sexólogos y sus propios colegas psicoanalistas, y afirma que la heterosexualidad es tan problemática como la homosexualidad. Además, según Freud, todos “en un momento dado la hemos practicado aunque después unos la hayan relegado al inconsciente y otros se defiendan manteniendo una enérgica actitud contraria a ella”).





 Tras la II Guerra Mundial el mito de la heterosexualidad empieza a ser cuestionado. Algunos estudios, entre ellos los estudios Comportamiento sexual del hombre (1948) y Comportamiento sexual de la mujer (1953) de Alfred Kinsey, han mostrado que la mayor parte de la población parece ser al menos ligeramente bisexual. La mayoría tiene cierta atracción hacia ambos sexos, aunque se suele preferir uno de ellos. Según las encuestas de Kinsey, sólo el 5%-10% de la población puede ser considerada como exclusivamente heterosexual u homosexual, por lo que el resto (entre un 80% y un 90%) de los hombres y mujeres estudiados eran bisexuales. Sólo un 5% de éstos no tenían ninguna preferencia especial entre hombres y mujeres. 


Este informe expuso que existen tendencias homo y heterosexuales en la mayor parte de los seres humanos y que su proporción varía entre una heterosexualidad exclusiva y una homosexualidad exclusiva. El informe Kinsey demostró que si bien tan sólo un 4% de la población masculina era exclusivamente homosexual desde la pubertad, un 37% de hombres y un 19% de mujeres reconocía haber mantenido al menos una experiencia homosexual con orgasmo entre la pubertad y la edad adulta. Un 30% de la población censada había tenido una experiencia homosexual accidental entre los 16 y los 55 años. La encuesta realizada por Shere Hite años más tarde confirmó los trabajos anteriores.





A mediados del siglo XX entran en crisis los modelos clásicos para el control social de la sexualidad, y en los 60 comienza la llamada revolución sexual que quiere liberar al cuerpo de la noción de pecado, de las normas impuestas por el catolicismo y el puritanismo, de las prohibiciones, el sentimiento de culpabilidad, los prejuicios, y las restricciones de la sociedad  para disfrutar del placer.

Un grupo de estadounidenses homosexuales rompieron su silencio obligado “para acabar con una clandestinidad vivida dolorosamente como una patología” (Elisabeth Badinter, 1993). Sustituyeron el término “homosexual” por “gay”, palabra más neutra que designa una cultura especifica y positiva. El principal objetivo del Movimiento Gay fue y es demostrar que la heterosexualidad no es la única fórmula de una sexualidad normal. Las siglas internacionales de este movimiento fueron LGB (Lesbianas, Gays, Bisexuales), que con el tiempo ampliará su campo de acción incluyendo la T de Transexuales (LGBT) y hoy también la Q de Queer (LGBTQ).



 El australiano Denis Altman señala cómo en el transcurso de una década, entre 1970 y 1980, tanto en los Estados Unidos como en otros lugares del mundo se asiste a la aparición de una nueva minoría, dotada de cultura propia, de un estilo de vida específico, con su propia expresión política y sus reivindicaciones de legitimidad. La aparición de esta minoría gay ha constituido un considerable impacto en la sociedad global, principalmente porque ha alcanzado mayor grado de visibilidad y mucho poderío económico, y mediático, especialmente en ciudades como San Francisco o en barrios populares como Chueca en Madrid








Las organizaciones LGBT plantean la diferencia como un orgullo que ha de visibilizarse socialmente y que ha logrado, con el tiempo, institucionalizarse. En los 80, los Estudios Gays se alinearon con los Estudios de Género para plantear la deconstrucción de la heterosexualidad como forma de sexualidad única, dominante y “natural” o “normal”. También se cuestiona la división de los roles sexuales, y se plantea que el género no puede ser pensado como una categoría acabada, sino como procesos, como estados en continua evolución (Oscar Guasch). 





Así, al igual que los Estudios de Género encontraron que no existe una sola forma de ser mujer u hombre, y que existen multitud de ideologías de la masculinidad y la feminidad, los estudios gays reivindicarán la multipluralidad de las identidades gays.
Se ha debatido mucho, en el seno del análisis de la construcción sociocultural de la identidad, si existe una identidad específicamente homosexual. Para unos es indudable que existe, para otros la homosexualidad constituye un factor más, junto con los de género, clase, raza, educación o religión, que determina la construcción de la identidad. 


Para autores como Manuel Castells (1998), la homosexualidad y el lesbianismo no pueden definirse como preferencias sexuales; son, fundamentalmente, identidades. “Y de hecho, dos identidades distintas: lesbianas y gays. No vienen dadas, no tienen su origen en cierta forma de determinación biológica. Aunque existe predisposición biológica, la mayor parte de los deseos homosexuales se mezclan con otros impulsos y sentimientos, de tal modo que la conducta real, las fronteras de la interacción social y la identidad personal se construyen cultural, social y políticamente”.




Muchos bisexuales sienten que no encajan ni en la comunidad gay ni en el mundo heterosexual, y como tienden a ser “invisibles” en público (ya que se confunden sin problemas en las sociedades homosexual y heterosexual), algunos de ellos han formado sus propias comunidades, cultura y movimientos políticos, por ejemplo a través del movimiento Queer, que critica la política identitaria gay de los 70 y 80.

Según el nuevo movimiento queer, lo gay y lo lésbico niegan la bisexualidad y reducen el travestismo, el transgenerismo y la transexualidad a la invisibilidad. Los colectivos de personas que no encajan en modelos de belleza, estilos de vida o ideologías políticas critican lo gay y lo lésbico porque excluyen la variedad y la diferencia. No construye igual su identidad un chico joven de Chueca que otro que vive en el campo, ni tienen los mismos problemas las lesbianas ancianas que viven en un pueblo de mentalidad cerrada que las actrices lesbianas y ricas de Hollywood.  



Un grupo de militantes bolleras, negras, chicanas, de trans, de maricas seropositivos, pobres, emigrantes, parados, personas intersexuales, van a autodenominarse queer para tomar distancia del término “gay”, que a finales de los 80 representaba solamente una realidad de varones homosexuales, blancos, de clase media o alta, con un proyecto político de integración normalizada en el sistema social y de consumo, y que excluía toda esa diversidad de sexualidades minoritarias articuladas con posiciones de raza, clase, edad, enfermedad, migración, pobreza, etc.





En lugar de tratar de ser igual que todo el mundo (y pretender que "todos" significa blancos, de clase media, conservadores y heterosexuales), la política "queer" implica la demanda del respeto y de la igualdad para cualquier modo de vida que opten por tomar las personas, independientemente de su género, su orientación sexual, su raza, su nivel socioeconómico, su edad o su religión. 

“Hace mucho tiempo que la heterosexualidad dejó de tener nada que ver con el sexo. Sólo comprendo esta relación homo-het-erótica como una guerra entre especies de diverso rango y jerarquía. Los heterosexuales son la especie dominante siempre: “la democracia es heterosexual”, me digo”
Ricardo Llamas y Francisco Javier Vidarte (2000)



En la actualidad occidental, las leyes que tratan de eliminar la discriminación por cuestiones de orientación sexual están logrando la normalización de la homosexualidad y la transexualidad. En España, por ejemplo, los homosexuales y las lesbianas pueden casarse y adoptar hijos, lo que ha tenido (y está teniendo) profundas consecuencias para las estructuras sociales básicas (principalmente el matrimonio y la familia nuclear tradicional).


Muchos autores y autoras señalan que gracias a estas mutaciones de carácter simbólico, económico, político y social, podemos hablar claramente de una crisis del patriarcado (Castells, 1998) y una crisis de la heterosexualidad (Guasch, 2000). Sin embargo, autoras queer como Beatriz Preciado opinan que esta normalización favorece las políticas pro-familia, tales como la reivindicación del derecho al matrimonio, a la adopción y a la transmisión del patrimonio. 

Algunas minorías gays, lesbianas, transexuales y transgéneros reaccionan hoy contra ese esencialismo y esa normalización de la identidad homosexual. Para Preciado y otros autores, esa normalización equivaldría a una “heterosexualización de la homosexualidad”, lo que supondría seguir reproduciendo los esquemas tradicionales del patriarcado trasvasados al mundo gay.




BIBLIOGRAFÍA
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1)     Badinter, Elisabeth: “XY La Identidad Masculina”, Alianza, Madrid, 1993.
2)     Castells, Manuel: “La era de la información. Economía, Sociedad y Cultura”. Volumen I. Volumen II. El poder de la identidad.Alianza Editorial, Madrid, 1998.
3)     Fisher, Helen: “Historia natural del amor: monogamia, divorcio y adulterio”, Anagrama, Barcelona, 2007.
4)     Guasch, Òscar: “La crisis de la heterosexualidad”, Ed. Laertes, Barcelona, 2000.
5)     Llamas, Ricardo, y Vidarte, Francisco Javier: “Homografías”, Espasa Hoy, Espasa Calpe, madrid, 2000.
6)     Preciado, Beatriz: “Manifiesto contra-sexual. Prácticas subversivas de identidad sexual”, Pensamiento-Opera Prima, Madrid, 2002.
7)     Sáez, Javier : “La destrucción de una cultura queer en España”, publicado en www.hartza.com
8)     Torvald, Patterson (2000): “Queer without fear”, traducido por Ricardo Martínez Lacey. En ww.queerekintza.org/web/pag_cast/articulos/articulos_queer.html

  



CORAL HERRERA GÓMEZ

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