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25 de septiembre de 2016

Se vive mejor sin religiones del amor


En el trabajo que llevo a cabo con mujeres de toda España y América Latina en el Laboratorio del Amor, trabajamos mucho el tema de las nuevas formas de querernos, y en concreto hablamos mucho de las relaciones abiertas, el anarquismo relacional, la agamia,y el poliamor. Algunas lo están disfrutando mucho, especialmente las que ya eran poliamorosas antes de leer sobre el tema, las que nunca disfrutaron  en relaciones cerradas con pactos de fidelidad rígidos, las que se han atrevido por fin a relacionarse como siempre habían soñado: sin miedos, sin culpas, sin normas ajenas.
Sin embargo, muchas otras están llevando a cabo un esfuerzo titánico para convertirse en poliamorosas, y se preguntan si este esfuerzo merece la pena. Unas han llegado a la poliamoría de la mano de sus parejas masculinas, y otras han  llegado leyendo y debatiendo con amigas o en asambleas o foros virtuales. Sin darnos cuenta, casi todo el mundo mitifica la poliamoría como la práctica amorosa ideal que acabará con el sufrimiento, las mentiras, las peleas, las luchas de poder, la infidelidad, la violencia romántica.. y sin embargo al vivirlo nos damos cuenta de que las nuevas religiones del amor pueden ser tan tiranizantes como las antiguas. 
Casi todas coincidimos en que la fase teórica es lo mejor: hablar sobre relaciones abiertas es liberador y transgresor, y no es difícil entusiasmarse con esta forma de amar que nos liberará del patriarcado para siempre. Lo difícil es llevar la teoría a la práctica, porque la mayor parte de nosotras carecemos de herramientas para gestionar nuestras emociones: no nos han enseñado a manejarlas, y no podemos obligar al cuerpo a no sentir. Se  requiere de mucho tiempo y entrenamiento para cambiar nuestras estructuras emocionales: no se pueden borrar siglos de patriarcado de un plumazo.
Lo ideal sería encontrar la fórmula mágica para convertirnos en poliamorosas de la noche a la mañana, pero eso se les da mejor a los chicos, que llevan siglos simultaneando relaciones y ahora pueden hacerlo a la luz del día, sin mentir, sin sentirse culpables y sin miedo a que les descubran. 
En nuestro análisis colectivo hemos descubierto que la poliamoría puede ser tan patriarcal (o más) que la monogamia, y que por lo tanto la poliamoría tiene que ser feminista para que sea revolucionaria, y para que podamos disfrutarla nosotras también. Durante siglos y siglos hemos tenido que reprimirnos, mentir y jugarnos la vida para poder tener varios amores. Cuando nos han descubierto, los castigos han sido, y siguen siendo en muchos países del mundo, extremadamente crueles: se nos etiqueta como adúlteras, y luego se nos dilapida, se nos quema vivas o se nos tortura hasta la muerte.  
En el mundo desarrollado, sin embargo, ahora la imposición viene del lado contrario: lo que mola y lo que se lleva ahora es ser poliamorosa, y si no lo eres puedes ser etiquetada como una antigua, una conservadora o aún peor, una mujer machista que no se abre a las tendencias más "transgresoras". 
Como la mayoría quiere evitar estas etiquetas, nos adaptamos a las modas del amor y muchas veces nos machacamos tratando de seguir con fidelidad los nuevos esquemas y modelos amorosos. Lo hacemos para que la manada y la tribu nos acepten, pero también para que nos quieran y nos elijan como pareja. 
Sin embargo, someternos a las nuevas normas duele, porque no es nada fácil hacer la transición desde el romanticismo tradicional y monógamo al romanticismo poliamoroso y abierto. De hecho, puede llegar a ser una tortura que nos machaca la autoestima y la salud emocional, porque no toda la gente que practica el poliamor sigue una ética poliamorosa. Hay mucha gente cruel que miente, que no cuida a sus compañerxs, que hace daño para alimentar su Ego, que jerarquiza y minusvalora a sus amantes para reafirmarse y demostrar su poder y su capacidad de seducción.

Pensando sobre todo esto, nos dimos cuenta de que entonces es fundamental cuidarse a una misma, no permitir que nadie nos haga daño, no traspasar los límites propios, no tener miedo al "qué dirán". Es importante, pactar con una misma, respetar los acuerdos, conocerse bien, saber qué es lo que nos hace bien y lo que no, y querernos tanto como queremos a las personas con las que nos relacionamos. Es importante, también, tener la libertad para cambiar de opinión, para atrevernos o para quedarnos donde estamos: el poliamor no es la salvación, ni es la solución a todos los problemas del amor patriarcal. 
Otra conclusión a la que hemos llegado juntas es que la monogamia es una forma de relacionarse como otra cualquiera y que forma parte de la diversidad sexual y amorosa. Es decir, la monogamia ha de ser una opción libre que cualquiera de nosotrxs pueda elegir. Finalmente, sucede lo mismo que con la poliamoría: la monogamia ha de ser igualitaria, feminista y diversa. 
Todos los modelos amorosos se pueden desmitificar y despatriarcalizar.  En el Laboratorio vamos viendo que no merece la pena sufrir ni sacrificarse para alcanzar el paraíso del poliamor. Al mundo de las relaciones abiertas se ha de llegar disfrutando, sin imposiciones externas o internas, sin mitos ni normas que nos obliguen a adaptarnos al modelo hegemónico poliamoroso. 
Lo bueno de la poliamoría es que podría llamarse de otra manera, y puede vivirse y practicarse como a una le apetezca, de la manera en que a una le convenga, customizando o personalizando la experiencia como deseemos. Esto es practicar el feminismo desde una misma: sentirse libre para elegir, para entrar o salir, y para construir nuestros vínculos desde donde queramos.  
Hemos descubierto que no hay que culpabilizarse si una no es tan poliamorosa como las demás, que no pasa nada si no podemos tener varias relaciones a la vez, que no tenemos porqué torturarnos reprimiendo las emociones o tratando de disimularlas pensando en que nos van a juzgar y a etiquetar con los términos más abyectos (antiguas, mojigatas, estrechas, conservadoras, reaccionarias, patriarcales).
Hay que ser valienta y no tener miedo a las opiniones de la gente. Lo que de verdad es transgresor es disfrutar de tu vida sin pensar en los demás, sin seguir las modas, sin someterse a normas ajenas. Para las chicas del Labo, al final lo importante es sufrir menos, y disfrutar más del amor. 

Si sufres tratando de adaptarte a un nuevo esquema, no merece la pena hacer tanto esfuerzo: es legítimo intentarlo y abandonar, es legítimo probar otras formas de quererse, y es válido negarse a someterse a las nuevas o a las antiguas religiones del amor
Es importante reivindicar nuestro derecho a ser poliamorosas y a dejar de serlo cuando nos apetezca, pues nunca somos las mismas, cada pareja es un mundo, cada etapa de nuestras vidas es diferente, y lo que te apetece en un momento puede no apetecerte en otro. 
Por eso la etiqueta "poliamorosa"  debería ser como una prenda de vestir: me la pongo o me la quito cuando me apetezca, y no soy mejor o peor persona. Sigo siendo estupenda amando de una manera o de otra: lo importante es sentirnos completamente libres a la hora de relacionarnos y de construir nuestros vínculos con lxs demás.
Lo mismo sucede con la heterosexualidad: si es lo que me sale del coño y del corazón, no me hace menos feminista el amar y follar con hombres deliciosos. Si no es impuesta, la heterosexualidad es una opción tan transgresora como otra cualquiera: las lesbianas no son más feministas que las heteros. 
Quien esté libre de patriarcado, que tire la primera piedra. El patriarcado afecta lo mismo a gays, trans, lesbianas y heteros, por eso es tan importante hacer autocrítica amorosa continua, y por eso es tan importante cuestionar cualquier estructura amorosa, emocional, sexual y sentimental.
Todas las religiones y modas del amor pueden ser analizadas, repensadas, desmitificadas, despatriarcalizadas y desmontadas. La poliamoría es una liberación y un espacio de gozo para la gente poliamorosa, pero puede ser un infierno para la gente que no lo es. Por eso hay que probar y ver cómo nos sentimos, si es o no para nosotras, si nos apetece quedarnos un tiempo o para siempre, si nos sentimos nosotras mismas, si estamos a gusto, si tenemos la suerte de encontrarnos con gente linda en el proceso. 
Lo esencial para amar con alegría es poder ir más allá de las etiquetas, no arrodillarnos frente a las religiones del amor (las tradicionales o las nuevas), y sentirnos libres a la hora de elegir con quién y cómo queremos amar. Esto es el feminismo diverso: poder construir la estructura amorosa que queremos cada una, porque todas las formas de quererse son igual de válidas. Lo importante es vivirlas libremente y poder disfrutarlas.
Coral Herrera Gómez

Si quieres saber más sobre el Laboratorio del amor, visita mi web: 
laboratorio del amor final - TEXTO 3

12 de septiembre de 2016

El Bestia y la Bella, el mito





El cuento de la Bella y la Bestia está basado en la idea de que si eres una mujer con paciencia y capacidad de aguantar menosprecios, malos tratos y violencia, al final obtendrás tu recompensa. La moraleja es que si le das mucho amor a la Bestia, al final se convierte en Príncipe Azul. Y es que la Bestia no es un tío agresivo y violento por naturaleza, sino porque es víctima de un hechizo. El hechizo se deshace con un beso, y así por fin "la que todo lo aguanta", puede ver su sueño hecho realidad: él por fin cambia. Dejará de pegarla, dejará de insultarla, dejará de controlarla y ella podrá volver a ser libre y feliz a su lado. 

Si, el violento te secuestra, te viola, te escupe, te golpea, te mata, pero es porque te quiere mucho y no sabe cómo demostrártelo. El Bestia es un pobre monstruo que ha sufrido de pequeño y que como no tiene herramientas para gestionar sus emociones, cuando se enoja o se siente mal, te maltrata. Luego te pide perdón y te promete que cambiará, y la Bella por supuesto le cree, y le da mil oportunidades: ella además de bondadosa es una ingenua que se aferra a la idea de que él cambiará y podrá quererla bien algún día. 


Esta es una de las razones por las cuales las víctimas de violencia de género se quedan junto a sus maltratadores: creen que ellos son víctimas que algún día cambiarán. Las películas de Hollywood están constantemente mitificando e idealizando a los machos violentos como seres muy sensibles que han sufrido mucho y que están mutilados emocionalmente por algún trauma del pasado (su novia les traicionó y les abandonó, su esposa se murió en un accidente, etc) 


Las mujeres que salen en las películas se sienten atraídas por ese corazón de piedra y todas quieren ablandar y derretir sus muros defensivos. Quieren protegerle, cuidarle, y devolverle la fe en la Humanidad. Ellas creen que con su entrega y su capacidad de sacrificio, ellos volverán a creer en la fuerza del amor, y podrán abrir su alma a la otra persona para fusionarse románticamente con ella. 


El resultado es que a las mujeres de carne y hueso nos da mucha ternura encontrarnos con estos machos mutilados emocionalmente, y nos ponemos en el papel de las salvadoras: yo le daré tanto amor que al final cambiará, y seremos felices como en los cuentos de hadas.  


También las películas para niños y niñas lanzan el mismo mensaje: si te dejas maltratar, serás recompensada. Por ejemplo, en Frozen: la hermana mayor maltrata y desprecia a la hermana pequeña durante toda la película, hasta que al final también un beso deshace el hechizo que amargó el carácter de "la pobre" Elsa, una sádica que no nació con el corazón de hielo, sino que un hechizo la convirtió en un ser frío y cruel.  La pequeña Ana aguanta y su amor es completamente masoquista: yo la quiero aunque no me deje acercarme, yo la quiero aunque ella no me quiera, yo la quiero y espero que algún día se compadezca de mi y me quiera también. 






En los cuentos y las películas, los maltratadores nunca reconocen su problema, ni piden ayuda, ni se lo trabajan para poder dejar de ejercer violencia sobre las mujeres. Su problema siempre se resuelve mágicamente, en un abrir y cerrar de ojos, sin terapias de ningún tipo: es una especie de milagro, por eso en la vida real muchas mujeres creen que también sus parejas algún día pueden cambiar de la noche a la mañana. 


El mensaje que tenemos que lanzar para los maltratadores es que las mujeres no son objetos, no son su propiedad privada, y no se merecen ser tratadas como seres inferiores. No hay excusas que justifiquen su crueldad, tienen que aprender a resolver los conflictos sin violencia, y si no saben cómo hacerlo, han de pedir ayuda profesional y trabajarselo mucho para no dañar a la gente que les quiere.  


No es un tema individual, sino colectivo: para poder acabar con los malos tratos y la violencia contra las mujeres, tenemos que acabar con la desigualdad y el machismo, tenemos que acabar con la pobreza y la dependencia económica, tenemos que introducir la educación sexual y emocional, y los valores del feminismo para que los niños aprendan a relacionarse con respeto y con amor. 


También tenemos que introducir muchos cambios en nuestra cultura amorosa: acabar con la mitificación del macho violento y con el victimismo femenino, dejar de ensalzar el sadismo masculino y el masoquismo romántico femenino, y  desmontar la idea de que "quien bien te quiere te hará llorar", "del odio al amor hay un paso", o "los que más se pelean son los que más se desean". 


Los medios de comunicación y las industrias culturales pueden hacer mucho para eliminar el machismo y acabar con la violencia en todos los cuentos, películas, canciones y series televisivas. Los mensajes que podemos lanzar son simples y sensatos: si te pega, no te quiere. La violencia no es una prueba de amor. El secuestro, los insultos, los desprecios, las amenazas, los castigos, las humillaciones, los abusos sexuales dentro y fuera de la pareja, no son una demostración de amor. 


Quien te quiere bien, no te hace llorar: te cuida y te trata con cariño. Podemos desaprender el romanticismo patriarcal y aprender a querernos bien, podemos sufrir menos, y disfrutar del amor. Otras maneras de amar son posibles...


Coral Herrera Gómez





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9 de abril de 2016

El victimismo y el amor romántico

Brian M. Viveros


El victimismo es una estrategia para dominar a las personas de nuestro entorno, para manipular a los demás, para modificar la realidad, para lograr nuestros objetivos. El romanticismo del XIX utilizó mucho esta estrategia y la llevó al extremo: los genios románticos llegaban a auto-lesionarse y a suicidarse con el objetivo de convertirse en mártires del amor. No sólo querían dar pena o pasar a la posteridad, sino también hacer sentir culpables a la amada o al amado que no les correspondía.

El victimista o la victimista romántica sufren, pero no en silencio. Siempre multiplican el sufrimiento y lo esparcen para que la persona amada también sufra: "Si tú no haces lo que yo quiero, sufro. Si yo sufro, tú también"

Además de intentar que sufras, el gran objetivo es hacerte sentir que tú eres la responsable de su dolor y su tristeza.

¿Qué más quiere conseguir el victimista dando pena?  Que te sientas culpable, que te hagas responsable de su bienestar o su felicidad. Que no te vayas, que te enamores de él, que no te desenamores, que le hagas más caso, que le dediques más tiempo, que le obedezcas, que te sometas a sus necesidades y deseos, que no termines la relación....



3 de marzo de 2016

Ya tenéis igualdad, ¿qué más queréis?








¿Qué más queréis? Es la pregunta favorita de la gente que no sabe sobre desigualdad, que no sabe qué es el feminismo, que afirma que "no son machistas ni feministas", que no saben historia ni teoría política, que no leen los periódicos. 

¿Qué más queréis?, y suena a reproche: "las feministas siempre protestando por todo". En ese reproche se condensan todos los demás: que si nos violan es porque andamos solas de noche por las calles, que si sufrimos abusos sexuales es porque vamos vestidas en modo provocativo, que si los maridos o parejas masculinas nos matan a diario es porque "algo habremos hecho" (abandonarles, darles celos, ser infieles, desobedecerles, llevarles la contraria), o bien porque no sabemos elegir bien con quién nos juntamos....


El machista te dice: "Ya podéis votar, ya podéis estudiar y trabajar, ya no necesitais el permiso de vuestro marido para abrir una cuenta en el banco, ya podéis conducir coches, ser alcaldesas o presidentas, ya podéis hacer lo mismo que los hombres, ¿qué más queréis?". 


Pues qu
eremos que nos dejen de violar y de matar a diario en todo el mundo. Queremos que nos dejen de mutilar los genitales, queremos que no nos encierren en las casas, queremos que dejen de esclavizarnos para la trata sexual, queremos que dejen de desaparecernos, queremos que dejen de someter a las niñas a matrimonios forzados, queremos viajar solas sin que nos maten, queremos caminar libres por las calles sin miedo, queremos parir en los hospitales sin riesgo a morir o a sufrir malos tratos, queremos que nos dejen ser madres cuando elijamos, queremos que las niñas y las jóvenes puedan estudiar, queremos parar el acoso sexual en las universidades y en el trabajo, queremos empleo y salarios dignos, queremos que se nos deje de usar como botín de guerra en los conflictos armados, queremos que se garanticen nuestros derechos humanos en todo el planeta. 


23 de diciembre de 2015

El poder de las brujas


 
Revista Mente Sana, número 120 (noviembre-diciembre)


Las brujas existen, y aunque no las vemos, haberlas, haylas, y por todas partes. A diferencia de otros seres mitológicos como los duendes o las hadas, que existen sólo como figuras narrativas, las brujas de carne y hueso nos acompañan desde hace muchos siglos.

La primera referencia documentada que tenemos de ellas es del siglo X DC, y en la actualidad se cree que hay más de 200 millones de brujas en el mundo. Las brujas posmodernas son muy diversas: algunas son curanderas que ejercen en sus pueblos; unas son clandestinas y llevan una doble vida, otras son famosas y ricas; unas son brujas hippies que dominan las técnicas de sanación oriental como el reiki, la acupuntura, el yoga; otras se dedican al activismo político y social y a la defensa de los derechos de las brujas…. 

Las brujas profesionales de hoy en día estudian en academias y universidades de Brujas,  investigan y publican en revistas, se reúnen en encuentros internacionales y congresos de brujería, y fundan asociaciones y colectivos de brujas en todo el mundo.  Gracias a Internet, hoy conocemos mucho más acerca de ellas, podemos seguirlas en Facebook y Twitter, leer sus blogs, asistir virtualmente a sus conferencias, cursos y talleres, y contratar sus servicios vía skype o whattsap.

En los relatos de nuestra cultura las brujas son seres muy longevos con poderes especiales, mujeres de acción que cuando se juntan son imparables: no están solas, como las princesas, y tampoco esperan a que alguien les resuelva los problemas. Viven en sus casas con su gato negro, sus libros, sus instrumentos de trabajo, su escoba y sus hierbas, generalmente sin marido que las mande. Saben hacer y deshacer hechizos, usan pócimas mágicas, curan o provocan enfermedades, saben leer el pasado y el futuro, hacen profecías, inventan conjuros nuevos, te ponen en contacto con seres del más allá, te dan consejos sensatos o te destrozan la vida.

Los cuentos de brujas nos fascinan y nos dan miedo a partes iguales porque el poder quería que las viésemos como seres monstruosos: ellas representan a todas las mujeres libres que los hombres temen. Nos las dibujan como seres indomables y rebeldes que ponen en peligro el orden establecido con su feminidad transgresora. En el imaginario colectivo, ellas son la peor pesadilla para el poder patriarcal, porque son mujeres poderosas capaces de transformar la realidad a su antojo.

Sin embargo, en la realidad, las brujas eran tan solo mujeres cono conocimientos, como su propio nombre indica (la palabra bruja en inglés, “witch”, procede del verbo “wit”, que significa “conocimiento”). La mayor parte de ellas fueron científicas que tenían acceso a la lectura y la escritura de libros, sabias que aprendían de sus maestras y transmitían sus conocimientos a otras de su clan.

Algunas eran líderes espirituales de su comunidad, otras eran médicas, curanderas, biólogas, nutricionistas, chamanas, artesanas, científicas … todas se consideraban peligrosas para el patriarcado porque se organizaban en grupos sororarios, tenían secretos, conocían bien el cuerpo y la sexualidad de las mujeres, sabían controlar su fertilidad y ayudaban a muchas a elegir y decidir sobre su maternidad.

La Ciencia occidental se propuso eliminarlas a medida que se fue imponiendo la visión masculina en todas las áreas de investigación y conocimiento. El cuerpo de las mujeres pasó a ser “cosa de hombres”: los científicos pronto se dieron cuenta de que si les impedían ejercer la medicina, y les despojaban de sus saberes, lograrían controlar los cuerpos de todas las demás mujeres.

Para poder crear un rechazo colectivo hacia ellas, la Iglesia las convirtió en monstruos y las satanizó. Se les acusó durante mucho tiempo de trabajar para el Demonio, de asesinar a niños y niñas, de provocar catástrofes medioambientales, de enloquecer a los hombres…  por eso en todos los cuentos y canciones se las representaba como mujeres malvadas, raras, feas o deformes, salvajes, misteriosas, viejas y locas que dan miedo.

Desde el principio de los tiempos, el miedo masculino al poder de las mujeres se ha expresado a través de figuras monstruosas que chupan la sangre a los hombres, que les despojan de su voluntad, que se aprovechan de ellos, que los atraen con sus encantos para destrozarles el corazón. Las mujeres malas de nuestra cultura son desobedientes, insaciables, caprichosas, irracionales, rebeldes, violentas y por eso aparecen como hienas, serpientes, sirenas, vampiresas, diablesas, magas, hechiceras…

Las maléficas (del latín maleficae) fueron, y aún son, el monstruo femenino más grande creado por nuestra cultura. Para hacernos temer el poder de la feminidad sin domesticar, nos las han pintado como la encarnación de la belleza más perversa y la fealdad más horrenda. Ellas representan las fuerzas incontrolables de la naturaleza, son las hijas de la noche y el misterio, son las que navegan por el lado oscuro de la realidad. Son las mujeres salvajes cercanas a la locura, el éxtasis, la vida y la muerte, las drogas, la divinidad y la animalidad…

La caza de brujas que asesinó a 9 millones de mujeres durante los siglos XVI y XVII, no sólo quiso acabar con el acceso de las mujeres al conocimiento y a la Ciencia, sino también con la relación de todas nosotras con nuestra sexualidad, nuestra salud, nuestros cuerpos y nuestra maternidad. El resultado de esta guerra contra las mujeres libres fue una verdadera matanza de la que aún sabemos muy poco. No sólo quemaron vivas a las brujas, sino también a mujeres que fueron acusadas de brujería por no seguir los mandatos de género o no someterse al orden patriarcal. Por eso las ejecutaban en público: eran asesinatos ejemplares con el objetivo de impedir el contagio de la feminidad rebelde.

La Iglesia Católica y muchos Estados de Europa y América se obsesionaron con las mujeres desobedientes y se propusieron acabar con todas ellas utilizando los métodos más crueles y sanguinarios. Fueron perseguidas, violadas, y sometidas a las torturas más horrendas porque el poder necesitaba domesticarlas (o mejor, eliminarlas), para instaurar el capitalismo patriarcal moderno, según nos cuenta Silvia Federici en su libro “Calibán y la bruja”.

La Historia silenció este genocidio hasta que en el siglo XX el feminismo reivindicó la importancia de las brujas, y denunció la invisibilización de la masacre de mujeres por parte de los historiadores. Hoy, muchas feministas nos consideramos herederas de esos colectivos de mujeres rebeldes a las que tanto temían los gobiernos, la Iglesia y la Ciencia. Desde que salió a la luz la represión que han sufrido las brujas en toda la Historia, son muchas las mujeres feministas que se han dedicado a estudiar su historia, a mostrarnos  su enorme diversidad, y a reivindicar el papel fundamental que ellas jugaron durante tantos siglos de patriarcado. 


¿Cómo ser bruja hoy?


12 de noviembre de 2015

Conferencia en México: La construcción sociocultural del amor romántico desde una perspectiva Queer. Coral Herrera Gómez



Aquí tenéis el audio de mi conferencia en la Universidad Autónoma de Aguascalientes, México, impartida el día 19 de Octubre de 2015. Fue la conferencia magistral con la que se abrió el VI Congreso Internacional de Ciencias Sociales y Humanidades, 
 un poco más abajo tenéis el texto completo para descargar o leer on line: 





6 de noviembre de 2015

¿Cómo amamos las feministas?



¿Cómo amamos las feministas? Todos los primeros de mes imparto una videoconferencia y luego hacemos un chat grupal en el Laboratorio del Amor, esta vez tocó hablar del tema de cómo amamos las feministas, y cómo nos relacionamos con los hombres y las mujeres, en el entorno laboral, en el familiar, en el social... aquí os dejo el vídeo que grabé sobre el tema por si os apetece verlo y opinar. 

Si quieres unirte al Laboratorio con nosotras, participar en el chat grupal y en los foros, y ver más vídeos de Coral, puedes inscribirte aquï: 



http://otrasformasdequererse.com/







Uneté al Laboratorio del Amor 
por 100 euros al año o 9.95 euros al mes

24 de febrero de 2015

Coral Herrera en Congreso Feminismo Agenda Global (Gran Canaria,2015)



Congreso Feminismo: Agenda Global

Fechas: 27 y 28 de Marzo 2015
Ponentes: Alicia Puleo, Ana de Miguel, Carmen Castro, 
Sylvia Martín Jaén, Coral Herrera Gómez....


31 de diciembre de 2014

Calendario de Mujeres Pensadoras y Creadoras de Opinión

Miren qué bonito ha quedado el calendario de mujeres pensadoras y creadoras de opinión para el año 2015 coordinado por Mujeres Confederación Intersindical. La diseñadora e ilustradora es Susana Vegas Mendía.

Contiene fechas memorables,citas de pensadoras y actividades didácticas con el trabajo de las 36 mujeres que aparecemos en él:  Rosa Montero, Maruja Torres, Montserrat Boix, Beatriz Gimeno, Almudena Grandes, Ángeles Caso, Pilar Miró, Lidia Cacho, Nuria Varela, Àngels Barceló, Pepa Bueno, Rosa María Mateo, Soledad Gallego, Rosa María Calaf, Carmen Sarmiento... y servidora, muy orgullosa de haber sido incluida entre tanta giganta y maestra.



11 de septiembre de 2014

Sin tiempo para el amor romántico



Al sistema productivo le da igual que estés borracha de amor, cachonda, angustiada o 
de duelo. El capitalismo nos enjaula, quiere que dediquemos nuestro tiempo a trabajar 
o a consumir: el amor es improductivo. Los feminismos reclaman la conciliación de la
 vida laboral y el trabajo reproductivo pero, más aún, necesitamos un modelo 
compatible con el placer y los afectos.
Ilustración: Señora Milton para Minerva Magazine
Ilustración: Señora Milton para Minerva Magazine

Si el día medio de trabajo, incluyendo
la preparación y la transportación, es de diez
horas, y si las necesidades biológicas de dormir y alimentarse
requieren otras diez horas, el tiempo libre será de cuatro
horas en cada veinticuatro durante la mayor parte de la
vida del individuo. Este tiempo libre estará potencialmente
disponible para el placer.
Herbert Marcuse, Eros y Civilización.


¿Cuántas horas le dedicas al amor? A imaginarlo, soñarlo o consumirlo en forma de película o novela, a recrearlo, a vivirlo. ¿Cuánto tiempo hace que no pasas horas haciendo el amor con tu pareja de hace años, como al principio?, ¿cuánto tiempo tienes para conocer gente nueva y encontrar a alguien que te gusta mucho?, ¿cuánto tiempo dispones para tener un romance de esos que te descolocan la vida y te destrozan los horarios?
Tenemos poco. Hay poco tiempo para el amor. Para conocerse, para enamorarse, para profundizar, para decepcionarse, para dejarse, para recuperarse, para volverse a enamorar. 
Vivimos en una sociedad muy amorosa: por la radio suenan canciones de amor desgarrado, en el cine todas las películas tienen alguna historia de amor de fondo o en primer plano, las estrellas salen del armario en el telediario y nos presentan a sus parejas, en las revistas circulan chismes y cotilleos sobre famosas que se enamoran o se separan, las redes sociales están llenas de gente buscando al amor de su vida, en Facebook nos enteramos de las bodas de nuestra gente, en la televisión triunfan los dramas sentimentales, en la publicidad nos regalan paraísos románticos para vendernos casas, coches, muebles o desodorantes.
Sin embargo, hay poco tiempo para el amor. Marcuse lo vio claro: son muy pocos minutos los que dedicamos al placer. La mayor parte del día acudimos a trabajar a cambio de un salario, y el resto del tiempo que nos queda es para dormir, y resolver las cuestiones básicas de higiene y nutrición (y otras miles obligaciones de la vida urbana posmoderna). Hacemos el amor al final del día, antes de dormir, cuando tenemos el cansancio acumulado encima, y hay que darse prisa para terminar pronto y poder dormir si acaso 7 u 8 horas.
Podríamos disfrutar más si pudiésemos dedicar días enteros a charlar, a jugar, a hacer el amor, a comer rico, a escuchar buena música en la intimidad con nuestras parejas. Pero los horarios que tenemos no dan para relajarse y para el disfrute pleno del amor. Nuestras agendas están siempre repletas de cosas que hacer después de trabajar 8 horas y de perder al menos otras dos en volver a tu casa o desplazarte a cualquier otro lugar: ir al gimnasio, ir a clases de yoga, pasear al perro, acudir a la asamblea de tu colectivo, reunirte con amigas del colegio, llevar al gato al veterinario, vaciar la pila de platos y sartenes sucias, ir al dentista, contestar emails, hacer la compra semanal, regar las plantas, llevar a arreglar unos pantalones, ir al psicólogo, hacer lavadoras en casa, recoger y limpiar el hogar, hacer cenas o comidas para el día siguiente, skypear con tu hermana que emigró al extranjero, devolver llamadas o guasaps, depilarte las piernas y el bigote, supervisar las tareas del colegio de tus hijas o hijos, acudir a la asamblea de vecinos, pasar por Correos, visitar a los del banco, llevar a la niña a informática y después a inglés, llevar a arreglar las gafas del niño a la óptica, llevar el ordenador al técnico para que lo arregle, hacer cuentas y revisar facturas, estudiar...

Sí, nuestras obligaciones diarias son extenuantes, y al final del día nos derrumbamos en el sofá para leer, ver tele o navegar por las redes y olvidarnos un poco de nuestras preocupaciones. En esos momentos quizás solo nos quede una hora útil  de vida antes de caer en los brazos de Morfeo, y el cansancio no da para ponerse a dar brincos en la cama con nuestro compañero o compañera. Según la mayor parte de las estadísticas, los días en que la gente se dedica a gozar del sexo son los fines de semana, que como todas sabemos, son demasiado cortos para hacer todo lo que una quiere hacer: vivir la vida.
La tiranía del tiempo que se nos va se diluye cuando nos enamoramos salvajemente. Nos liberamos cuando el subidón del enamoramiento trastoca nuestra percepción y relación con el tiempo, como pasa con las drogas. Dejamos de mirar el reloj, las intensas noches de amor se hacen cortas, los instantes sublimes congelan el tiempo y nos hacen eternas.

Sí, el amor nos hace diosas del tiempo: bajo el influjo de la pasión somos capaces de saborear cada segundo de amor, atrapar el presente con nuestras manos, vivir el ahora con una intensidad brutal. El tiempo ya no va inexorable segundo a segundo hacia el futuro, a un ritmo monótono e implacable. Los segundos parecen horas, las horas minutos: el tiempo se ralentiza (cuando estamos esperando una llamada o que llegue el día de la próxima cita) o se acelera (cuando estamos sumergidos en los ratos de amor loco), y la vida es más emocionante porque nuestra percepción de la realidad se trastoca.
También nuestro organismo se trastoca y adquirimos superpoderes. La química del amor es tan fuerte que somos capaces de pasar noches enteras sin dormir junto a la persona amada, y cada día acudir al trabajo y cumplir tus obligaciones como si nada hubiera pasado: sólo te delata una sonrisa permanente en la cara, las ojeras malvas, la piel tersa y el cabello brillante. A la noche te espera otra desvelada, tú te sientes con fuerzas para todo: nos llenamos de energía cósmica para vivir el presente intensamente.
Cuando  pasa la borrachera del amor y volvemos a nuestra vida real, perdemos los superpoderes para dedicar horas a hacer el amor y ya el cuerpo responde mal si le sigues quitando horas de sueño. Con el paso de los meses y los años, las parejas se vuelcan más hacia lo social que hacia lo íntimo, y es difícil para muchas volver a construir esos espacios íntimos llenos de magia para detener el tiempo. Así pues, hay gente que se queja de que follamos con prisa, follamos sin ganas, follamos cansadas, follamos poco, o no follamos nada.
Si ya es difícil reservar tiempos y espacios para compartir con la pareja, imagínense las personas que tienen amantes, o las que tienen varias parejas: es casi imposible encontrar huecos en el día para dedicarse al amor sin mirar el reloj. Las parejas de adúlteros apenas pueden disfrutar de una hora o dos (no hay tiempo para más), pero la gente poliamorosa también lo tiene difícil, por la falta de tiempo para tener varias parejas simultáneas: el fin de semana tiene solo 2 noches, 3 días que pasan volando.
Vivimos en un sistema productivo que nos encadena durante 40 horas semanales a un trabajo que nos da un salario generalmente precario (son muchas las personas que hacen 50 o 60 horas semanales robando horas de sueño o de su vida a cambio de nada o de muy poco).
A las empresas no solo les damos mucho tiempo de nuestras vidas, sino también nuestras energías físicas, mentales y emocionales. ¿Cuantos de vosotras habéis tenido que arrastraros dolorosamente fuera de la cama para ir al trabajo sintiendo que os dejáis un poco de vida en el lecho del amor?, ¿cuánta gente ha faltado alguna vez al trabajo por estar enamorada o enamorado?, ¿cuántas veces has deseado estar entre las sábanas jugando, mientras miras por la ventana y cuentas las horas que te quedan para salir de tu lugar de trabajo?, ¿cuántas veces has perdido la concentración en tu trabajo por culpa de un amor que te está esperando en su casa mientras te hace la cena, y no logras acabar tu tarea?
El capitalismo nos enjaula, aunque no seamos productivas. Al capitalismo le da igual que estés borracha de amor, feliz, eufórica, exultante, cachonda, preocupada, angustiada, desesperada, triste, ansiosa, enojada. Al capitalismo no le importa que tu compañera esté hospitalizada y tú quieras estar cuidando y acompañándola. No le importa si vas a tener una conversación decisiva con tu pareja, si estas de duelo por una ruptura sentimental, si quieres acompañar a una amiga o amigo en momentos difíciles. No le importa, y tú tienes que ir a trabajar, aunque tu abuela se esté muriendo. No le importa si has dormido esa noche por la gripe de tu hija o si te has pasado la noche gozando lujuriosamente. Tú tienes que estar ahí, cumpliendo, aunque no seas productiva y no logres hacer nada ese día.
Si te lo montas por tu cuenta, es lo mismo. No puedes permitirte el lujo, generalmente, de tomarte unos días para tus asuntos emocionales, porque entonces no comes ese mes. La cadena de producción no puede parar por tus sentimientos, y al capitalismo le conviene que no seamos demasiado felices: nuestra insatisfacción permanente y nuestro dolor nos hacen más vulnerables. Así que la explotación de nuestras energías y tiempos es brutal, porque va más allá de la cuestión productiva. Vivimos en una sociedad represiva a la que le conviene constreñirnos el acceso al placer, al amor, al juego y al disfrute. Prefieren que disfrutemos consumiendo, o dediquemos nuestro tiempo a trabajar: el amor es improductivo. Poco rentable.

Hay poco tiempo para el amor, y a veces pocas energías. El enamoramiento pasional no es eterno: nuestro cerebro y corazón no pueden estar añales enamorados: es agotador estar generando ese nivel de endorfinas y anfetaminas todo el tiempo. Además, el romanticismo siempre acaba siendo aplastado por la tiranía de los horarios, de la rutina, de las obligaciones. Muchas parejas se desenamoran porque apenas pasan tiempo juntas: tiempo de calidad, tiempo sin límites, tiempo para el erotismo y el amor.
Además de no tener tiempo para vivir romances, tampoco lo tenemos para disfrutar de nuestros hijos e hijas, de nuestra gente querida, de nuestros animales domésticos: pasamos la mayor parte del día fuera de casa, produciendo para enriquecer a otras personas que en realidad no necesitan tenernos tantas horas allí.
Los feminismos reclaman la conciliación de la vida laboral y familiar: las 8 horas de trabajo diarias son incompatibles con el cuido de bebés, personas enfermas o ancianas. Y resulta que el 90% de las cuidadoras en el mundo son mujeres. Unas tienen que renunciar a la autonomía económica y al mercado laboral, y otras cargan con la doble jornada laboral.
Hay países en los que los trabajadores no tienen derecho a vacaciones pagadas (si acaso dos semanas al año, y sin cobrar), pero hay otros como Islandia o Suecia que están implantando nuevas medidas para aumentar la calidad de vida de sus habitantes. En el caso de Suecia, creen que no es el tiempo lo que determina el nivel de eficacia laboral, sino la motivación y el bienestar de los y las trabajadoras. Han decidido implantar una jornada laboral de 6 horas sin reducción de salario, lo que al parecer aumenta el nivel de satisfacción de los suecos y las suecas con respecto a su trabajo; además, mejora la productividad, aumenta el ahorro estatal y permite crear más empleo. Puedo imaginar lo felices que deben de estar las trabajadoras municipales al ganar una hora de vida para sus amigos y amigas, para su familia, para su comunidad, para sus aficiones, para sí mismas, para su tiempo de descanso o de ocio.
El tiempo es oro: nuestras vidas son muy cortas y necesitamos un sistema productivo más acorde a nuestras necesidades vitales, individuales y colectivas. El capitalismo romántico nos regala muchos finales felices mientras nos roba horas de vida: necesitamos recuperar nuestro tiempo, y necesitamos energía para disfrutar de la vida.
Necesitamos tiempo para amar, para disfrutar del placer en toda su plenitud. Tiempo para escuchar, para viajar, para conocer, para compartir, para construir comunidades con los demás. Tiempo para apoyar, para crear redes, para celebrar, para aprender, para crear. Tiempo para cultivar y nutrir lo único que parece darle un poco de sentido a la vida: los afectos.

Coral Herrera Gómez en Pikara Magazine





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28 de junio de 2014

CITAS FEMINISTAS







“La actuación de la mujer no implica una participación en el poder masculino, sino cuestionar el concepto de poder”. Carla Lonzi, filósofa italiana.


“La cooperación es la convicción plena de que nadie puede llegar a la meta si no llegan todos”. Virginia Burden.

“Las mujeres constituyen la mitad de la población en todos los países. Apartar a las mujeres y excluirlas de la participación en la vida política, social, económica y cultural significaría, de hecho, tanto como privar a la población de cualquier comunidad de la mitad de sus capacidades”.
Shirin Ebadi, abogada y activista iraní.


"Me parece que las que tienen el coraje de rebelarse a cualquier edad son las que hacen posible la vida..., son las rebeldes quienes amplían las fronteras de los derechos, poco a poco..., quienes estrechan los confines del mal y los reducen a la inexistencia”. 
Natalie C. Barney"

"Las mujeres han servido durante todos estos siglos como espejos que poseyeran el poder de reflejar la figura del hombre a un tamaño doble del natural”. 
Virginia Wolf, escritora británica. 

"Ser mujer es fascinante, constituye una aventura que requiere considerable valentía, un desafío que nunca llega a aburrir".
Oriana Fallaci, periodista y escritora italiana.


“La enredadera feminista, se hace de muchos nudos y de muchos lazos, que se tienden imperceptiblemente para los ojos controladores del orden patriarcal”. Marcela Lagarde, antropóloga mexicana.


“Cada vez que una mujer da un paso, todas avanzamos”. 
Mª Teresa Fernández de la Vega, ex vice-presidenta del gobierno español.

“La feminización de la pobreza es un hecho. La falta de oportunidades de empleo acordes con la formación, otro. El acoso y, cuando cabe, la violencia, otro más. Todo ello para un colectivo cuyo único defecto visible parece ser el no haber tenido la previsión de nacer con otro sexo”.
Amelia Valcárcel, filósofa española.

“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que nos ponemos en pie”. 
Emily Dickinson, poeta estadounidense.

“Nos han llamado Amazonas, pero lo cierto es que nuestra gran aventura es con la vida, no con la muerte”. Natalie C. Barney, escritora norteamericana.

“Lo que les falta aprender a las mujeres es que nadie da el poder; hay que tomarlo”.
Roseanne Barr, actriz y cómica estadounidense.

“Hay mucha tiranía disfrazada de protección”. Cristal Eastman

“El estado actual del mundo exige que las mujeres se tornen menos modestas y sueñen, planeen, actúen, se arriesguen en mayor escala”. 
Charlotte Bunch, teórica y activista feminista norteamericana.


“No es grato haber nacido mujeres y lo que queremos es vivir el placer de serlo. La libertad de pensar, de decir, de hacer y de ser lo que nosotras decidamos. Incluidas la libertad de equivocarnos”. Librería de Mujeres de Milán



“Estoy convencida de que la experiencia maternal puede ser feminista y apoderada si el proceso de la gestación, el parto, el postparto y la lactancia caen bajo el control y decisión de las mujeres. Hasta ahora la maternidad patriarcal ha dominado el escenario y se nos ha condenado -y obligado- a parir violentamente y a criar patriarcalmente. Sin embargo, nuevos modelos de nacimiento y crianza afloran desde el apoderamiento, la agencia, la libertad, la solidaridad y el control de las mujeres sobre sus cuerpos. Una maternidad apoderada y feminista es posible.”
Gabriela Boichuk.



“Si analizamos por qué las mujeres sufren agresiones, la multitud de formas de violencia que las mujeres padecen, ya sean los crímenes en nombre del honor o la mutilación genital, todos ellos se basan en la idea de que las mujeres no deben controlar su sexualidad”. Charlotte Bunch


“Solo triunfaremos si no nos olvidamos de aprender”. 
Rosa Luxemburg, líder socialista alemana.


"Solamente cuando las mujeres comienzan a sentirse en su casa sobre esta tierra, vemos aparecer una Rosa Luxemburg, una madame Curie. Demuestran con brillantez que no es la inferioridad de las mujeres lo que determina su insignificancia histórica: su insignificancia histórica las condena a la inferioridad”.

Simone de Beauvoir, filósofa y escritora francesa.



“Desde la quema de brujas en la Edad Media hasta la actualidad, las mujeres han sido objeto de una imaginería en la que se recogen los temores masculinos soterrados. El caso en donde mejor se reflejan estos temores es en los Autos de Brujería en donde se muestra el odio inconsciente acumulado y proyectado en todo lo que recuerde, aunque sea de lejos, lo doméstico: la escoba, el caldero y hasta el gato (que fueron casi exterminados en el siglo XIV en Europa por ser compañía habitual de la mujer) son identificados como prácticas satánicas. Todo ello sería cómico, si no hubiesen muerto miles de mujeres”
Blanca Muñoz, 2001.

“La prolongada esclavitud de las mujeres es la página más negra en la historia humana”. Elisabet Cady Stanton, líder sufragista británica.




“Como clase, las mujeres jamás subyugamos a otro grupo; nunca emprendimos guerras de conquista en nombre de la patria. Jamás participamos en una decisión para anexionarnos el territorio de un país vecino, ni combatimos por mercados extranjeros en costas remotas. Esos son los juegos de los hombres, no de nosotras. No queremos ser ni opresoras ni oprimidas. La revolución de las mujeres es la última de todas las revoluciones”. Susan Brownmiller, periodista y teórica feminista estadounidense.

"Una mujer tiene que valer el doble que un hombre para llegar la mitad de lejos”. Fannie Hurst, guionista de cine norteamericana.

"Dado que los historiadores pertenecen al sexo masculino, rara vez se dignan a registrar las grandes y nobles acciones realizadas por las mujeres; y cuando de ellas dan noticia, lo hacen añadiendo esta sabia observación: aquellas mujeres han actuado situándose por encima de su propio sexo. Y con esto podemos intuir aquello que quieren hacer entender a su lectores: ¡las grandes acciones no fueron mujeres quienes las realizaron, sino hombres con faldas!”
Mary Astell, teórica feminista británica.



“Cuando hablamos del aborto, estamos hablando del derecho de las mujeres a decidir sobre su vida. Esto se basa en un principio no solo ético, también político: el reconocimiento de las mujeres como sujetos con capacidad moral para decidir sobre las cuestiones que la vida las presenta, y es este respeto a la decisión de la mujer lo que hace del aborto un derecho, y no una imposición: no obliga a nadie. Quienes defendemos el derecho al aborto somos las primeras en defender la educación afectivo/sexual, la información y acceso fácil a los métodos de anticoncepción, en definitiva la prevención del embarazo no deseado, porque este es el problema, y el aborto es una opción”.
FEMINISMOS 15M


"El feminismo no quiere imponer un matriarcado basado en la violencia contra el hombre, como ha sido el patriarcado hasta ahora. No desea dejarlos sin voto, ni violarlos en las guerras, ni mutilar sus genitales en pro de una tradición cultural, ni confinarlos en el ámbito doméstico, ni quiere matarlos por adulterio. El feminismo no pretende que los hombres sean propiedad de sus madres y luego de sus mujeres, ni desea que los hombres cobren salarios más reducidos, ni tampoco querría desterrarlos de las cúpulas de poder mediático, empresarial y político. No quiere traficar con cuerpos masculinos para el disfrute de los femeninos, ni desea que los niños varones estén desnutridos o abandonados en orfanatos, ni, por supuesto, promovería su marginación social o económica. Tampoco vetaría que los niños varones pudiesen ir a la escuela, ni les prohibirían el acceso a la Sanidad y la Universidad. Comprendan que eso es una locura que no promueve el feminismo". 
Coral Herrera Gómez. en El feminismo en la educación y la cultura



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