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23 de enero de 2018

Mujer sorda y cyborg. Mi discapacidad auditiva y mi capacidad de adaptación

Ilustración de la Señora Milton para el artículo publicado en Pikara Magazine 


Somos millones de personas, pero nadie nos ve. Nuestra discapacidad es invisible y además tratamos de que no se nos note. Yo al principio me ponía roja, porque me daba vergüenza y no sabía pedir ayuda ni facilitarle a la gente que fuese solidaria conmigo. Ahora ya no digo “estoy sorda” (se reían pensando que bromeaba), sino “soy sorda”, y si no se lo creen, les enseño mis ciberoídos: me siento orgullosa de ser una mujer cyborg del siglo XXI.

Al principio pensé que tenía un tumor cerebral y me iba a morir, luego reuní valor y fui al médico, y cuando me dijeron el diagnóstico y la solución, la primera reacción fue sentirme fatal al saber que tenía una discapacidad seria, que es irreversible, que ya nunca más podré escuchar el sonido natural, sino electrónico, y que soy dependiente de mis aparatos y de mis pilas: sin ellas estoy perdida.
Luego lo pensé mejor y me sentí afortunada por tener acceso a la tecnología que me permite oír. Aquí, en Costa Rica, la sanidad pública te proporciona los audífonos, pero en el resto del mundo existen muchas personas sin medios para comprarse unos, están condenadas al aislamiento y a los peligros que conlleva no oír apenas, o no oír nada.
La otosclerosis es una enfermedad degenerativa de los huesecillos del oído. Se hereda, normalmente la sufrimos las mujeres y los embarazos te disparan la sordera por las hormonas. Es operable y hay gente que recupera el 90% de la audición, pero en mi caso el otorrino —un hombre que habla susurrando (sí, no es broma: el tío trabaja con personas sordas y habla bajito, tan tranquilamente)— me dijo que no me merece la pena operarme porque necesitaría audífonos igualmente.
Lo mío empezó con el embarazo: empecé a engordar y a dejar de oír a un ritmo vertiginoso. Gorda, y sorda; tardé tiempo en poder asimilar ambos términos para definir los cambios brutales en mi cuerpo y en mi identidad. Mi gente empezó a quejarse de los ¿qué?, esa muletilla que usamos las sordas para que nos repitan lo que han dicho. A la segunda me decían en tono de cabreo: “¡Pero qué sorda estás, Coral!”; y me lo repetían, pero con tono irritado: “Que-si-te-gusta-el-helado-co-ño;, que-cie-rres-la-puer-ta-jo-der”. Nadie repite dos veces con una sonrisa. Yo me sentía fatal, sobre todo si a la tercera tampoco me enteraba. Me faltaba asertividad y valentía para decir: “Oye, tengo una discapacidad, soy sorda, un poquito de paciencia, ¿no?”.
CON EL EMBARAZO, EMPECÉ A ENGORDAR Y A DEJAR DE OÍR A UN RITMO VERTIGINOSO. TARDÉ EN ASIMILAR LOS CAMBIOS EN MI CUERPO Y EN MI IDENTIDAD
Tuve que aguantar muchas broncas de mi gente —“Es que no me escuchas, no te interesa lo que te digo, no me haces ni caso”—. La cosa es peor en el espacio público, cuando vas a Hacienda, al hospital, a la embajada, a resolver papeleos. Los funcionarios te miran mal porque no les gusta repetir, se cabrean, se lo toman como algo personal, como si te estuvieras riendo de ellos en su cara. Al médico no voy nunca sola, siempre tiene que venir mi compañero a “traducirme” porque aquí en Costa Rica gritar es de maleducados, así que te repiten amablemente lo que te han dicho, pero no te elevan el tono ni el volumen. En general aquí la gente habla muy bajito, en especial las mujeres. En España es al revés: todo el mundo grita y se pasa mal a veces porque los ruidos fuertes te taladran el cerebro. Mi cerebro no distingue los sonidos lejanos de los cercanos, los sonidos importantes de los no importantes, porque no oigo con mis oídos. Los golpes me retumban y me duelen, todo me suena demasiado alto.
No puedo regular sola el audífono, se hace con un programa, así que no puedo decirle a mis ciberoídos: “Estoy en una fiesta con mucha gente, bájame el ruido de fondo”. Ni: “Estoy sola en la habitación, no necesito mucho volumen ahora”. Los audífonos de alta tecnología son así: puedes conectarte por bluetooth al teléfono, a la compu, a la tele, y ecualizar el sonido a tu gusto. Ya estoy ahorrando para poder comprarme unos.
Conforme aumentaba mi sordera, adopté tres estrategias: una es aprender a leer los labios, pero necesitas tener enfrente a la persona y que no se tape la boca con pañuelos, bufandas, cigarros, ni con la mano;. otra es intentar reconstruir el mensaje con las pocas palabras que entiendas. Suena divertido, pero es agotador, porque si te falta el verbo principal o el sujeto la adivinanza es una tortura. Y la tercera es hacer como que has entendido lo que te han dicho, sonriendo mucho. Lo único malo es que es fácil que te descubran cuando te hacen una pregunta y tú sólo sonríes, y te sientes fatal. Es de muy mala educación no pedir que te repitan cuando no has entendido algo.
También es de mala educación pedir que te repitan algo cuando la otra persona ya lleva un rato hablando. Si te sientes fatal, solo te quedan tres opciones: hacer un comentario que no suele tener nada que ver con lo que te están diciendo, cambiar de tema, o sonreír con cara de gilipollas sin comentar nada. Este es el motivo por el cual las sordas parecemos gente rara y tenemos salidas raras. Yo ahora sonrío mucho: prefiero que la gente se crea que estoy un poco loca, a que se crean que soy una antipática, una maleducada o una estirada.
Mientras llegaba la fecha de entrega de mis audífonos, siguieron los problemas, y la búsqueda de soluciones. La sordera me iba aislando cada vez más, a veces sin darme cuenta me quedaba en mi mundo y me costaba mucho salir de él. Para mí el silencio es delicioso, en él puedo perderme en mis pensamientos y seguir el hilo en el que está trabajando mi mente. Mi compañero se enfadaba y me decía que cuando no le respondía se sentía mal tratado. Que era desesperante hablar y no tener respuesta, que era como hablarle a una pared. O peor aún, a veces contestaba y me metía en una conversación con él, y de pronto la abandonaba y le dejaba ahí tirado.
Yo me disculpaba, pedía perdón, me sentía fatal, y se lo volvía a hacer una y otra vez. Así que se me ocurrieron dos cosas para que mi problema no fuese tan doloroso para ambos: le pedí que cuando me hablara, me tocara físicamente para aterrizar en la realidad y en la conversación; y, cuando empezamos una conversación, dejo de hacer lo que esté haciendo y me sitúo frente a él para hablar, sin hacer nada más. Antes podíamos charlar mientras uno cocinaba y el otro fregaba platos, pero desde que soy sorda, ya no.
Mi vida sexual y amorosa se vio afectada también, porque al principio no escuchaba a mi compañero decirme cosas cuando hacíamos el amor, hasta que le pedí que me hablara directamente al oído y descubrí que se siente rica la vibración. Con los audífonos ocurre a veces que, si me aprietas las orejas al besarme o al abrazarme, suena un ruido metálico, poco erótico para mi compañero, que dice que parece que está haciendo el amor con una ginoide. Mi bebé en cambio se parte de risa con su “mamá robot”.

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22 de enero de 2018

Cómo ligan los donjuanes del siglo XXI, y por qué les cuesta tanto disfrutar del sexo y del amor





A muchas de las mujeres de hoy en día nos pasa que no nos resulta fácil encontrar un compañero sexual dispuesto a disfrutar sin miedos del sexo y del amor. Hablamos lenguajes diferentes, entendemos el amor de manera diferente, tenemos objetivos diferentes. Ellos quieren sexo y poder, nosotras queremos amor. Ellos aman su libertad, nosotras les amamos a ellos.Y en estas condiciones, resulta muy difícil encontrarnos, desnudarnos y compartir placeres sin más objetivo que intimar y disfrutar del sexo y del amor. 

El patriarcado educa a los hombres para que aprendan a diferenciar el sexo del amor. Por eso les cuesta tanto cuidar amorosamente a su compañera de juegos durante el encuentro sexual. No importa si es una compañera sexual de una o de cien noches: no logran disfrutar plenamente porque están programados para dominar, para conquistar mujeres y para defenderse del amor.

Los hombres patriarcales creen que hay dos tipos de mujeres: las buenas, de las que te puedes enamorar y con las que te puedes casar, y las malas, con las que follas pero no te comprometes emocionalmente. A unas las tratas como a princesas, a las otras como piezas de caza, o como objetos de usar y tirar. Bajo esta lógica de desprecio hacia las mujeres, la sexualidad femenina se piensa en función del deseo masculino: los cuerpos de las mujeres están para ser contemplados y penetrados por los hombres. Las mujeres se dejan o no se dejan, y en torno a estas resistencias los hombres han de emplear todas sus armas disponibles para conquistarlas.
  
Los hombres dedican mucho tiempo de sus vidas y muchas energías a demostrar su virilidad y a competir con los demás para ver quien la tiene más larga y quién conquista más mujeres. Las mujeres en el patriarcado servimos para que ellos exhiban su potencia sexual y su fertilidad: un hombre es más macho cuantas más mujeres conquiste, enamore y embarace.

Para los machos patriarcales nosotras no somos compañeras: los únicos iguales a los hombres son los hombres. Nosotras somos el enemigo y la mejor arma que tienen para dominarnos es el amor, a través del cual nos sometemos voluntariamente y nos entregamos apasionadamente. No hace falta que nos obliguen a arrodillarnos: sólo tienen que enamorarnos sin enamorarse.

En la guerra entre hombres y mujeres, el que se enamora pierde, por eso es tan importante para ellos poder gozar del sexo libres de ataduras emocionales. Una de las mejores formas para evitarlo es situar a las mujeres debajo de ellos, considerarlas inferiores, seducirlas con engaños, y utilizarlas para sus fines.

Los hombres patriarcales han sido educados para ganar todas las batallas y para ejercer su poder sobre los demás, por eso a tantos les cuesta aceptar un “no” por respuesta. Para ellos el sexo no es un intercambio de placeres entre dos personas libres, sino una demostración de poder y de virilidad.

El modelo que tienen la mayor parte de los hombres patriarcales para interaccionar sexualmente con las mujeres es el mito de Don Juan, el hombre seductor que las engaña a todas y les destroza el corazón, que se burla de sus guardianes y presume de su poder delante de los demás machos.

Los don juanes de hoy en día siguen siendo igual a los de antes: mentirosos, aduladores, inmaduros, miedosos, machistas, con complejos de inferioridad y de superioridad, estafadores emocionales que se aprovechan de la necesidad de amor en la que nos han educado a las mujeres.

Las reglas del cortejo patriarcal siguen siendo las mismas que hace siglos: para conseguir tener sexo con mujeres, los hombres tienen que ofrecer amor. Para seducirlas, endulzan sus oídos con palabras hermosas, y simulan una pasión desenfrenada y cegadora. El objetivo es que ellas lleguen a sentirse el centro de la existencia del pretendiente, que se crean las únicas, que se sientan importantes: por eso se dirigen directamente a su Ego. Utilizan la misma estrategia para derretirlas a todas: exaltan su belleza, les hacen sentir especiales, y les hablan de futuro.

A la mayor parte de las mujeres que se fascinan con un Don Juan les encanta escuchar los halagos y falsas promesas, es como una droga que les entra por los oídos y que aumenta su autoestima y su Ego. Las mujeres sin el amor de un hombre no son nada, por eso esta necesidad de ser amada para sentirse importantes. Como además tienen menos dinero y poder que los hombres, les gusta que el pretendiente haga exhibición de sus recursos y sea generoso con regalos y detalles durante el cortejo (joyas, flores, bombones, teléfonos, tablets, recargas prepago o sesiones en el salón de belleza). Cuanto más generosos son ellos, más valiosas se sienten ellas y más locamente se lanzan al amor: sin paracaídas, ansiosas de vivir un romance como los de las novelas o las películas, abiertas a escuchar todas las mentiras del mundo para aumentar un poco su machacada autoestima.

Don Juan lleva repitiendo lo mismo unos cuantos siglos: “Nunca había conocido a nadie como tú”, “Tú no eres como las demás”, “Qué ojos/sonrisa/boca/manos/cuerpo tan hermoso(s)”, “Eres una mujer maravillosa/guapa/especial/única”, “Nunca había sentido esto tan fuerte que estoy sintiendo por ti”, “Eres mi princesa y quiero que vivas a mi lado como una reina”, “Por ti soy capaz de cualquier cosa”, “Yo te traigo la luna y todo lo que tú me pidas”, “Yo quiero casarme contigo y formar una familia”, “Cada día veo más claro que eres la madre de mis hijos”, “Agradezco a la vida haberte conocido y poder ver cada día esa sonrisa maravillosa”, “Quiero que te conozca mi madre para que bendiga nuestra unión”, “Eres la rosa más hermosa de la creación”, “a ti si que voy a amarte para siempre”, y otras cursiladas parecidas que hacen las delicias de las mujeres educadas en la tradición patriarcal.

Lo que mejor  les funciona es la palabra mágica “para siempre”, o “para toda la eternidad”. Ellos creen que no hay nada más excitante para el oído de las mujeres que los tiempos conjugados en futuro inmediato o futuro lejano, saben que ellas necesitan certezas, seguridades, compromisos firmes, así que fingen que ellas tienen el poder (se arrodillan para declarar su amor) y para que crean que están dispuestos a llegar hasta el final (campanas de boda).

Esta forma de cortejo basada en la adulación se puso de moda en la Edad Media, cuando los caballeros que querían entrar en la corte seducían a las damas de la nobleza para enamorarlas y poder ascender socialmente a través del matrimonio. Inventaban canciones y poemas que recitaban arrodillados frente a la ventana del torreón, y competían entre sí para ver quién era más cursi y convincente.

Luego vino el Don Juan, el coleccionista de almas inocentes y virgos rotos que una vez logrado el objetivo (meterla y correrse) huye como si le persiguiera el diablo. Don Juan es ese macho ibérico promiscuo y mentiroso que va destrozando corazones y desvirgando doncellas por el mundo para sentirse  poderoso y para reafirmar una y otra vez su frágil masculinidad y su dudosa heterosexualidad.

A Don Juan no le importa el daño que causa en sus amantes y en los hijos que va sembrando por la vida: lo que le pone cachondo de verdad es la admiración y la envidia que causa en otros hombres. A Don Juan lo que le excita es ganar la competición de caza y alardear de sus conquistas delante de los demás machos, mucho más que el propio encuentro sexual con las mujeres a las que conquista.

Esto lo explicaba muy bien en su tesis el doctor español Don Gregorio Marañón, que habla sobre la posibilidad de que Don Juan fuese homosexual reprimido, o tuviese algún tipo de disfunción sexual que le hacía utilizar a las mujeres para ocultar lo que tuviera que ocultar. Al muchacho le preocupaba más la cantidad que la calidad, por eso tantos machos de hoy en día siguen presumiendo del número de sus conquistas sexuales, no de la calidad de sus encuentros sexuales.

Cuanto más inseguro y miedoso es un hombre, más amor y admiración necesita, y más víctimas dejará en el camino: los hombres con problemas de erección, micropenes, mutilación emocional o complejos e inseguridades varias son los que más conquistas hacen y los que nunca repiten con la misma. Su huida es el reflejo de su miedo, y cuanto más miedo tienen, más daño hacen. Para ellos el fin justifica los medios: esta es la razón por la cual les resulta imposible relacionarse como adultos, desde la igualdad, la honestidad y la sinceridad. Para ellos el amor no es un placer, sino una guerra en la que siempre quieren ganar.

El macho patriarcal pone en primer plano la defensa de su libertad y su soltería, y se cree con derecho a disfrutar de la diversidad sexual, mientras a nosotras nos la prohíben (nosotras somos unas degeneradas/putas/ninfómanas si hacemos lo mismo que Don Juan, o sea, si nos entregamos al placer con varios hombres sin comprometernos emocionalmente con ninguno).

A algunos machos patriarcales les cuesta aceptar con deportividad y elegancia el rechazo: creen que cuando una mujer le dice NO es que en realidad quiere decir que sí: lo que quiere es parecer decente para que la insistas, y si perseveras en tu tarea, ganas seguro y ella baja todas sus resistencias y se entrega plenamente al amor

Las mujeres de la época de Don Juan tenían que proteger su virginidad y su reputación, y los hombres tenían que destrozar ambas con promesas de amor y de futuro. Si una mujer se entregaba a la primera no servía como esposa, sólo como amante, por eso todas intentaban resistirse a las peticiones de los hombres, aunque lo estuviesen deseando.

Hoy en día seguimos igual: la que dice que no es una virtuosa (aunque hay que follársela igualmente, no importa lo difícil que sea la conquista), la que dice que es una fresca y una guarra que no se respeta ni a sí misma. A los machos les excitan más las mujeres virtuosas, porque son más difíciles de conquistar, y porque son piezas de caza más valiosas. A Don Juan no le gustaban las mujeres casadas, ni las prostitutas, ni las mujeres empoderadas: él iba a por las vírgenes, las inocentes, las monjas y las doncellas encerradas en sus palacios.

Don Juan es un triunfador porque de lo pesado que se pone, logra siempre su objetivo. Es por esto que los babosos creen que tienen que insistir cuando reciben un no por respuesta: saben que las doncellas al final se rinden y se dejan como en la leyenda de Don Juan, y si no se dejan, igual hay que forzarlas un poquito..

Casi todos los machos patriarcales se sienten atractivos y poderosos, por eso su Ego y su frágil masculinidad no soportan que una mujer no se derrita de inmediato ante sus encantos y sus estudiadas técnicas de cortejo. De fondo hay una especie de miedo al rechazo y al fracaso, y mucho rencor latente hacia las mujeres, tanto a las que “se dejan” (son todas unas putas) como a las que “no se dejan” (son unas estrechas pero lo están deseando).

Este odio es permanente en las relaciones que establecen los hombres machistas con las mujeres, por eso pasan tan rápidamente de los halagos a los insultos, las amenazas, las humillaciones, el acoso: algunos se ponen muy  violentos cuando quieren tener libre acceso a nuestros cuerpos y no pueden. Es un tema de poder. No quieren sexo cuando nos acosan y nos violan, individualmente y en grupo. Lo que quieren en realidad es sentirse poderosos, y alardear de su poder delante de los demás machos, como dice la antropóloga argentina Rita Segato. 

Creo que por eso a los hombres más machistas les cuesta tanto ligar y disfrutar del sexo y del amor. Su afán por dominar y ejercer el poder les impide tener relaciones bonitas, profundas y placenteras con las mujeres, porque no se relajan nunca, siempre están alerta. 

Mientras sigamos siendo para ellos animales a los que cazar y penetrar, mientras se sigan defendiendo del amor y de las mujeres, va a seguir siendo muy difícil disfrutar del sexo: poner tantos muros, cerrojos y cadenas sólo les permite tener experiencias superficiales e insatisfactorias que les dejan y nos dejan una tremenda sensación de vacío.

Son pocos los hombres patriarcales capaces de disfrutar de una experiencia sexual desde el amor, la ternura y los buenos tratos: la mayoría creen que el sexo es algo sucio que practican con mujeres sucias que no merecen ni una pizca de cariño. De hecho, creen que cuanto peor nos traten, más vamos a someternos y a mendigar su amor. Y lo peor es que tienen razón.

No tienen ni idea de cómo funciona la sexualidad femenina de las mujeres porque el porno les da una visión muy pobre del placer, centrado en su falo y la penetración y en acabar cuanto antes para demostrar la fuerza de su semen. No les gusta hablar de sexo con sus compañeras, ni se molestan en preguntarles qué es lo que les eleva a los cielos, o qué es lo que no les da placer. En esas condiciones, las mujeres fingen los orgasmos para no herir la masculinidad frágil de sus compañeros, o para que dejen de apretar el clítoris como si fuese un botón, o para que terminen cuanto antes porque no se están divirtiendo. Todo se centra en ese miedo de los hombres a no parecer machos de verdad, a no dar la talla, a no tener el poder.

Cuando se termina el folleteo, lo primero que hacen es preguntar para saber si lo han hecho bien y si se han quedado extasiadas con su potencia de macho. Lo segundo que hacen es advertirnos: “Nena, no te enamores de mí, que soy un mutiladoemocional”. Presumen de su discapacidad para disfrutar de sus sentimientos y de sus relaciones porque creen que las emociones y los afectos es cosa de mujeres. Ellas son las que aman y entregan su poder al amado, ellos mientras sacian sus necesidades sexuales sin quitarse la armadura. Y así nos va.

Los mejores orgasmos sólo pueden darse cuando los compañeros sexuales se sienten libres e iguales, cuando se tratan con respeto y ternura, cuando ambos están desnudos, se sienten seguros y en confianza, no tienen miedo de la otra persona, no tienen ninguna necesidad de manipular o de poseer a la otra persona, no construyen muros defensivos, y se entregan al placer desde la complicidad, las risas, el juego y las ganas de disfrutar y hacer disfrutar a la otra persona.

El día que seamos capaces de relacionarnos como compañeros y compañeras, podremos liberarnos de toda la carga patriarcal y de todas las luchas de poder desde las que nos relacionamos ahora. Ligamos con mentiras y engaños, elaboramos estrategias de guerra para domar al enemigo, reprimimos y disimulamos nuestras emociones, no sabemos cómo pactar para asegurarnos mutuamente el disfrute, es realmente un desastre.

No sabemos cómo cuidar a nuestras parejas sexuales ni cómo cuidarnos a nosotras mismas para que el amor sea un placer y no un sufrimiento. Mientras los hombres sigan arriba y las mujeres abajo, el patriarcado seguirá jodiendo nuestros encuentros sexuales y seguirá boicoteando nuestros orgasmos.

Así que igual estaría bien que los hombres se trabajen su masculinidad y su forma de relacionarse entre ellos y con nosotras. Es urgente también plantearnos colectivamente que otras formas de ligar y de follar son posibles, que otras formas de relacionarnos sexual y afectivamente son posibles. Sólo hay que liberar al sexo y al amor de la misoginia y el machismo que nos ponen tantas barreras al disfrute, liberarse de los miedos, y cuidarnos. Cuidarnos a nosotras mismas, cuidar al otro y dejar que nos cuiden, no importa si la relación dura una noche o veinte años.

En el fondo es una cuestión de sentido común: cuanto más libres seamos, más disfrutaremos. Se folla mejor con alguien a quien admiras y aprecias, con alguien a quien puedes mirar a los ojos y relacionarte de tú a tú. Yo estoy convencida de que la clave para compartir placeres y disfrutar de nuestras relaciones es el compañerismo, el buen trato y los cuidados mutuos. Que al final de lo que se trata es que lo pasemos todos bien y disfrutemos del amor y de la vida en buenas compañías.



Coral Herrera Gómez



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16 de enero de 2018

Genocidio Femicida y negacionismo



A todos los europeos que piensan que ya hay igualdad y se acabó el patriarcado, vengan a visitarnos a América Latina. Verán la de gringos que hay pagando por violar niñas en los burdeles, verán la de niñas violadas y embarazadas por su padre o padrastro, verán a las mujeres que están en las cárceles por abortar y a los violadores los verán en la calle, libres e impunes. Verán quienes son las más pobres entre los pobres, quienes son acosadas a diario en las calles y los centros de trabajo, verán a las estudiantes agarrarse entre ellas al salir de clases para que no se las lleven en esos coches de cristales tintados. Las veréis descuartizadas en descampados, decapitadas o empaladas, las veréis buscando a sus hijas en los mercados de esclavas sexuales, las veréis en las fronteras tratando de no ser violadas por los jefes de las mafias de inmigrantes y por los compañeros inmigrantes.

Luego podréis seguir diciendo que las feministas somos unas exageradas y que no es para tanto, podréis seguir con las burlas y podréis seguir negando el Holocausto Feminicida sin problemas de conciencia, afirmando que no hay ninguna guerra contra las mujeres, que todo son casos aislados aunque sucedan a diario. 10 mujeres asesinadas y 100 violadas cada día en México, según datos de la ONU en su último Informe sobre la Violencia de Género 2018.

#GuerraContraLasMujeres #Negacionismo #Complicidad

14 de enero de 2018

Hombres maltratados




Si cientos o miles de hombres empezasen a hablar del acoso sexual, el maltrato y las violaciones que sufren de otros hombres, ¿pondrían los demás hombres en duda sus testimonios?, ¿les acusarían de ser vengativos, mentirosos, de querer destrozar el prestigio de sus violadores?, ¿les tacharían de puritanos, de exagerados, o sentirían empatía hacia ellos? 

Pienso por ejemplo en los niños que han sufrido abusos sexuales y violaciones en su infancia a manos de sus padres, abuelos, padrastros, tíos o amigos cercanos a su familia. A la mayor parte de los niños no se les cree, o no se les protege aunque se les crea. Para no generar escándalo social les obligan a seguir soportando los abusos, o a permanecer callados toda su vida. Unos se suicidan, otros viven con el trauma en silencio para toda la vida, y otros denuncian en el ámbito familiar o públicamente a sus agresores, que nunca irán a la cárcel porque sus delitos prescriben cuando esos niños alcanzan la edad adulta. 

Hay muchos hombres heterosexuales que sufren la violencia machista de otros hombres porque son raros, porque no son como los demás, o porque su aspecto es afeminado. Desde pequeños están sometidos a constantes pruebas por parte del grupo para demostrar su virilidad, y quienes no dan la talla sufren el desprecio, las burlas y las humillaciones de sus compañeros. El acoso a los niños diferentes, extranjeros, o niños disidentes del patriarcado es constante: en los colegios, en los parques, en todos sitios hay matones que ejercen la violencia patriarcal junto a su grupo de seguidores. Es curioso que en lugar de llamarlo machismo, lo llamemos "bullying", cuando en realidad toda la violencia que reciben los hombres es patriarcal. Pienso en todos los hombres con discapacidades, con malformaciones, con enfermedades mentales y emocionales que tienen que enfrentarse a diario con un mundo hecho por y para los machos alfa. 

También pienso en los hombres gays y bisexuales, y en cómo les jode la vida el patriarcado. No sólo sufren la opresión patriarcal desde que salen de su casa hasta que vuelven, día a día, en todos los sitios, sino que además, también sus relaciones afectivas y de pareja están impregnadas de machismo. Pienso en la vergüenza y el dolor que sienten al denunciar a su pareja por malos tratos, del trato que sufren en comisarías y juzgados, del miedo a no ser creídos cuando cuentan su historia. 

Si pudiésemos escuchar a los hombres hablar de la violencia machista que sufren con sus parejas masculinas, de sus relaciones de dominación y sumisión, de la manera en que reproducen el régimen heterosexual en sus parejas gays, y cómo se sienten cuando son maltratados emocional, física y psicológicamente, podríamos entender mejor cómo funciona el patriarcado, y cómo nos afecta a todas y a todos. 

Visibilizar la violencia patriarcal que sufren los hombres podría servir para acabar con el negacionismo de los machistas, que insisten que todo es un invento de las feministas para dominarlos y acabar con ellos, y que sólo hablan de los hombres maltratados por las mujeres. La realidad es que la mayor parte de los violadores, maltratadores y asesinos de mujeres y de hombres en el planeta son hombres, aproximadamente un 90%, Los hombres vivirían también mejor sin patriarcado, así que la lucha feminista también les beneficia a ellos.  


Coral Herrera Gómez 

3 de enero de 2018

#AmorDelBueno #RomanticismoSocial

Todo mi trabajo se mueve en torno a la idea de cómo con mucho amor del bueno se puede transformar el mundo. No hablo sólo del amor de pareja, sino más bien de un amor colectivo que nos permita querernos bien, querernos más y mejor. Con mucho amor del bueno podríamos acabar con las guerras, con el patriarcado, con el capitalismo salvaje, con la violencia y las enfermedades de transmisión social (racismo, clasismo, xenofobia, homofobia, homofobia, lesbofobia, transfobia, islamofobia, etc).

Necesitamos más romanticismo social, porque para trabajar por un mundo mejor necesitamos toneladas de empatía, generosidad, solidaridad, apoyo mutuo, cooperación, trabajo en equipo, autocrítica. Y para eso hay que acabar con las jerarquías y la explotación, y poner de moda el buen trato y las relaciones basadas en el respeto y la ternura social. El amor del bueno ha de ser colectivo: vamos a juntarnos a luchar por la igualdad, la diversidad, las libertades y los derechos humanos. 

Podemos empezar aquí mismo, en las redes sociales, este campo de batalla donde todo el mundo quiere ganar. Vamos a tratar de recuperar el placer de la conversa incluso ante diferencias ideológicas abismales, intentemos escucharnos sin insultarnos y sin descalificar a las demás. Podemos seguir con nuestras redes afectivas, nuestro vecindario, nuestros compañeros y compañeras del trabajo, y extender ésta energía brutal al conjunto de la Humanidad, los animales, los seres vivos y la naturaleza. Así podríamos caminar acompañandonos los unos a otros hacia la utopía individual y la colectiva, que al final son la misma cosa: no podemos ser felices en un mundo tan violento como el que habitamos ahora, por mucho que tratemos de cerrar los ojos ante el dolor de los demás. 

Vamos a querernos más y mejor, que la vida es muy bonita y muy corta. #ADisfrutarYAQuerernos

Coral Herrera 

2 de enero de 2018

Oferta en el Laboratorio del Amor



El domingo acaba la oferta navideña de 6 meses en el Laboratorio del Amor por 45 euros, si estás pensando en hacerte un regalo, ¡aprovecha!

 Tienes toda la información y el botón de inscripción en mi web:

http://otrasformasdequererse.com/laboratorio-del-amor/

¿Cual es la diferencia entre la Escuela y el Laboratorio del Amor?



¿Cuál es la diferencia entre el Laboratorio del Amor y la Escuela?
La Escuela del Amor es mixta, para mujeres, hombres y gente diversa. Los talleres tienen un comienzo y un final, los cursos son cuatrimestrales y comienza con los solsticios de primavera, verano, otoño e invierno. Dura 4 meses y celebramos 3 chats en directo, pero el resto del tiempo no hay horarios y tú decides cuánto tiempo y a qué horas conectarte. Con sólo hacer un curso o taller en mi Escuela, te conviertes en miembro permanente de manera gratuita, y tienes acceso a los espacios comunes:  la Biblioteca del Amor, el Cine-Fórum, el Blog, y los foros de trabajo. Cuesta 80 euros.
El Laboratorio es una red social privada, una comunidad virtual sólo para mujeres. Tenemos foros, ejercicios, la Biblioteca del Amor, el Cine-Fórum, el Blog,  y celebramos dos chats al mes en directo. En el Laboratorio tenemos un foro de acompañamiento para escucharnos, desahogarnos, pedirnos consejo y compartir nuestros procesos individuales. Puedes permanecer el tiempo que quieras, y puedes apuntarte y desapuntarte en cualquier momento. Cuesta 10 euros al mes, o 100 euros al año. 

Si quieres saber más sobre la Escuela del Amor y el Laboratorio, entra en mi web: 

21 de diciembre de 2017

¿Cómo le digo a mi pareja que ya no le quiero?





Ayer publiqué un post que es un ejercicio de autocrítica y honestidad para la gente que ya no ama a su pareja y sigue en la relación, y un ejercicio para trabajar el auto-engaño para la gente que está con parejas que no están ya enamoradas (o nunca lo estuvieron), y para convertir la pregunta ¿Por qué está conmigo si no me quiere?, en otra más importante: ¿Por qué estoy en esta relación si no me quiere?

Me escribieron unas cuantas personas contándome que se habían dado cuenta de que les pasaba algunas de las respuestas, y preguntándome: "yo sé que no amo a mi pareja, y que lo está pasando mal, pero, ¿cómo se lo digo?"

Es muy sencillo. Quedas con tu pareja en un espacio tranquilo e íntimo en el que se pueda hablar, como tu casa o su casa, o vuestra casa, sin prisas ni límite de tiempo, y os sentáis frente a frente. Respiras hondo, le miras a los ojos con amor, y le explicas cómo te sientes. La clave es hacerlo en un estado anímico lo más zen posible, es decir, que te sientas tranquila, en confianza, con libertad para expresarte, cuidando el volumen, el tono, la modulación de tu voz, y tus palabras para no herir a tu pareja. Suavidad y firmeza: "Así me siento", evitando utilizar el "es que tú...". Es mejor siempre hablar de una misma, así evitas los reproches, las falsas acusaciones, y evitas que la otra persona se sienta atacada y se ponga a la defensiva. Centra el discurso en ti, y en cómo te sientes, sin justificarte, sin sentirte culpable. Habla con la misma confianza de siempre, pide no ser interrumpida o interrumpido si no es necesario. Luego escuchas a tu pareja con toda la atención amorosa del mundo, para que se sienta también libre de explicar cómo se siente.

A veces sucede que el amor se va yendo, y no hay ningún motivo que lo explique. Ocurre que estás con tu pareja tan a gusto, pero no sabes por qué te vas desenamorando, y no es culpa tuya, y no es culpa de tu pareja. Simplemente sucede. El amor no es eterno, el amor es una energía en constante movimiento que se transforma a lo largo del tiempo, que evoluciona, que hace explosión, que se contrae, y a veces, desaparece o se convierte en otro sentimiento bonito.

Con lo cual es importante que hables sin sentirte culpable. Quizás alguna vez juraste amor eterno, pero eso son cosas lindas que nos decimos para expresarle al otro nuestro deseo de poder amarle para siempre. Y como a veces no se puede, en realidad ni es un juramento, ni es una promesa: es una declaración de intenciones: "quiero amarte para siempre".

Cuando nos comprometemos con alguien emocional, sentimental y sexualmente, siempre el contrato es revisable y se puede acabar en cualquier momento. Dos seres libres que se aman pueden elegir cuanto tiempo estar con alguien, y hasta cuándo. La otra persona sólo puede aceptar con humildad y generosidad: cuando te dicen "ya no te amo", no queda otro camino que aceptarlo.

Es duro, es difícil, pero es también muy liberador. No hay nada más bello en este mundo que la libertad para poder elegir, para poder deshacer los lazos que nos unen a la gente, para poder construir nuevos lazos. No hay nada más lindo que saber que cuando alguien está con nosotras, es libre para irse cuando quiera. Por eso mismo sabemos que nos ama: porque es libre para estar y para irse. Y bueno, si ocurre que se va, nos llenamos de dolor, pero no podemos hacer nada por retener a la otra persona, ni por volverlo a enamorar. Sólo podemos aceptar lo que nos están diciendo y agradecer la honestidad, que no es lo común en nuestros días.

Despedirse con amor es posible, sólo hay que trabajarselo. Hay gente que se funde en largos abrazos, hay gente que hace el amor por última vez, hay gente que se despide con amor varias veces antes de desconectar del todo.

Esto, claro, si la otra persona se ha portado bien con nosotras y nosotras nos hemos portado bien con ella. Hay parejas que no pueden ni sentarse a hablar del odio y el rencor que sienten.
La mayoría entra en guerras románticas muy dolorosas, o en despedidas intermibables que nos quitan mucho tiempo y mucha energía, y nos hacen sufrir mucho a todos: a la pareja y a la gente que quiere a la pareja.

Así que en lugar de hacerlo mal, vamos a hacerlo bien: nos sentamos a hablar con toda nuestra honestidad, nuestra sinceridad, nuestro respeto, nuestro cariño hacia la persona con la que hemos compartido estas semanas, o meses o años de nuestra vida.

Si nuestro caso es que estamos bien con la pareja, y queremos separarnos con amor, podemos decirle muchas cosas bonitas. Podemos decir: estoy agradecida con la vida por el tiempo que hemos estado juntos. Le podemos decir: "ya no siento lo mismo, ya no estoy enamorada, ahora quiero seguir mi camino. Suelto el lazo, te doy toda la libertad para volar. Yo vuelo ya, y me despido con amor"

Podemos escuchar a la otra persona para ver cómo lo recibe, cómo se siente. Y puede haber llantos, lamentos, reproches, abrazos, sonrisas, y también puede haber mucho enojo. Y no pasa nada mientras no empecemos la guerra para hacer daño al otro: todas las emociones pueden ser expresadas, pero evitemos utilizarlas como bombas de dolor. Se trata de cuidar a nuestra pareja cuando nos separemos, y cuidarnos a nosotras mismas en todo el proceso. Cuidarse, tratarse bien, actuar con amor y empatía.

Los duelos de las historias que acaban bien son más cortos y duelen menos. Cerrar la historia con tu pareja es una de las cosas más reconfortantes del mundo en medio del sufrimiento por la pérdida. Y así es más fácil cerrar tú también por dentro una etapa de tu vida para poder empezar otra.

Así que todo son ventajas si logras hacer este ejercicio de honestidad, empatía, generosidad, y amor del bueno con tu pareja a la hora de deshacer el lazo que os ha unido. Sólo tienes que ser valiente y relacionarte desde la ternura, verás como una vez que te atreves resulta muy liberador y muy placentero saber que estás haciendo las cosas bien, o al menos, que lo estás intentando.


Coral Herrera Gómez



Aquí os propongo unas lecturas relacionadas con el tema: 


20 de diciembre de 2017

¿Por qué sigue conmigo si no me quiere?




Sigue contigo porque está cómodo.

Porque necesita sentirse amado. 

Porque no quiere que estés con otros.

Porque se siente atrapado.

Porque le da pereza empezar de nuevo con otra. 

Porque le da miedo verse solo. 

Porque necesita apoyo moral.

Porque se siente importante a tu lado.

Porque necesita sexo disponible 24 horas. 

Porque cree que no puedes vivir sin él.

Porque se siente culpable.

Porque es muy gratificante para su Ego que una mujer como tú le quiera.

Porque tiene miedo de ser honesto y sincero.

Porque le encanta sentirse poderoso. 

Porque no le duran nada las amantes. 

Porque está aburrido, pero no sabe cómo decírtelo.

Porque sabe que nadie más lo va a amar como tú lo amas.

Porque necesita tu dinero, tu casa, o tu apoyo económico.

Porque está muy solo en la vida.

Porque necesita calor humano.

Porque contigo se siente querido incondicionalmente

Porque se está aprovechando de ti.
 
Porque le encanta tener a sus pies a una mujer que sufre por él

Porque sabe que es insoportable

Porque tiene otras parejas y cada una de vosotras le aporta algo.

Porque a veces se imagina feliz sin ti, pero a ratos le da cosa por si se arrepiente luego

Porque cree que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer

Porque le ca muy bien tu familia y tus grupos de amigos y no quiere perderlos.

Porque cocinas divinamente.

Porque le da status social estar contigo y no quiere perderlo.

Porque le aterra el futuro y se aferra al pasado

Porque piensa que tu vida sin él no tendrá sentido

Porque le gustas a todos sus amigos.y le encanta pavonearse de la novia que tiene.

Porque es como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer.

Porque es egoísta y jamás piensa en tu felicidad.


Así que menos preguntarse por qué sigue contigo si no te quiere, y más enfocarte en lo importante: 




Coral Herrera Gómez









Cómo relacionarte con un bebé que no te conoce de forma respetuosa



A veces ocurre que nos relacionamos con los bebés sin saber que estamos siendo agresivos con ellos, pero si nos ponemos en su lugar, es obvio que a nadie le gusta estar tan tranquila en un sitio y que aparezca un desconocido de la nada que te agarra en brazos sin pedirte permiso, te besa y te achucha, te dice cosas que no entiendes, y luego te recrimina tu reacción de rechazo llamandote antipática o malcriada. 

Esto es lo que hacemos con los bebés cuando los arrancamos de los brazos de su madre o su padre, aunque se nos vea toda la buena intención del mundo es muy violento pedirle a una persona que no te conoce de nada que se deje besar y abrazar. Es violento primero porque los sacamos de su espacio de seguridad, porque apenas tienen capacidad para comunicarse verbalmente y decir que no o pedir ayuda, porque no pueden defenderse por sí solos, y porque cuando expresan disgusto el adulto deja de ser encantador y se enoja. 

Si lo que queremos es relacionarnos respetuosa y amorosamente, tenemos que hacer un ejercicío de empatía, es decir, ponernos en su lugar e imaginar que te pasa a ti algo así con un desconocido al que le gustas mucho y  necesita besarte y acariciarte.
Ocurre que ponemos por delante nuestra necesidad de abrazar y besar a los bebés, a la necesidad de los bebés, que generalmente necesitan un tiempo para procesar la información que están recibiendo. Nadie se pone a pensar si el bebé querrá irse con nosotros, si se siente a gusto, si le caemos bien y le transmitimos confianza, o si hay algo en nosotros que les asusta. Y nos enfadamos o nos sentimos mal si el bebé nos rechaza, entonces arremetemos contra la madre o el padre para que se sientan culpables por no tener un bebé obediente, sociable y cariñoso con desconocidos. 

En realidad es muy sencillo relacionarse con bebés: basta con ponerse frente al bebé a su misma altura, saludarlo con una sonrisa, presentarse (me llamo tal, soy la amiga de tu mamá, me dedico a no sé qué, tengo un perrito, etc), dejar que nos mire y nos analice, y tener paciencia. Hay bebés que superan la timidez inicial en tres minutos, y otros que necesitan más tiempo. 

Una de las mejores cosas que facilitan la interacción es que la mamá o el papá los pongan en el suelo y tú te bajes a su altura para hablar con ellos, porque piensa que eres gigante y la comunicación en vertical no es nada placentera y no sirve para conectar. 

¿Cómo se conecta con el bebé?, pues conversando de manera respetuosa, contándole cosas o haciéndole preguntas para que nos cuente algo, aunque no utilice palabras. Cuando logras crear esa conexión y sientas que el bebé está a gusto, entonces puedes pedirle permiso para abrazarlo y cargarlo en tus brazos, y si no quiere, eaceptar, darle prioridad a la voluntad del bebé y aguantarte las ganas de espachurrarlo. 

Piensa que a nosotros nos pasa lo mismo: hay gente que nos atrae mucho enseguida, y hay gente que no nos genera esa química linda o esa curiosidad. Hay gente que nos cae bien y gente que nos cae mal, hay gente a la que nos encanta besar y abrazar, y otra gente con la que jamás tendríamos contacto físico. Y no pasa nada. 

Si al bebé no le apetece que le separes de su madre, no  te lo tomes a lo personal y no les insultes a ambos recriminándoles su apego. La mamitis no existe, es un invento creado para que las madres crien seres mutilados emocionalmente, y para que se sientan mal si les dan mucho amor, como si el amor fuese algo malo a lo que no debe uno acostumbrarse. 

Bien, entonces recuerda que al final casi todos los bebés logran conectar con los adultos cuando cogen confianza y cuando se les despierta la curiosidad. En general, a todos los bebés les gusta que les hablen y les canten, y les cuenten cosas, y les sonrían, y casi todos necesitan un tiempo para tener confianza con adultos desconocidos, aunque sean familia muy cercana. Los bebés no saben lo que es la familia ni lo que son los amigos, de manera que no puede conectar tu relación con su mamá o su papá, ni sabe que os queréis mucho. 

Empatía, respeto, paciencia, generosidad... es bien sencillo. No olvides siempre saludar y presentarte, ser respetuoso/a, sonreír mucho, no elevar el volumen de tu voz, trabajarte con cariño la conexión con el bebé, y pedirle permiso como harías con una persona adulta. Y si no obtienes permiso, no te enfades ni te sientas mal: cada bebé es un mundo, cada bebé tiene sus ritmos y su propia personalidad. Tienen todo el derecho del mundo a construir sus propias relaciones en igualdad de condiciones, derechos y libertades que la gente adulta.






16 de diciembre de 2017

Agradecida: 4 millones de visitantes




Este blog ha alcanzado la maravillosa cifra de 4 millones de visitas: 4 millones de gracias, sin mis lectoras y lectores esto no sería posible ;)

Video: Conferencia para adolescentes sobre el amor romántico









Adolescentes y amor: eran 400, llenaron el auditorio con sus risas nerviosas, sus bromas, sus hormonas revolucionadas. Según los iba viendo llegar y sentarse, me fui cargando de energía, conecté con la adolescente que yo fui, y me imaginé a mí misma escuchando a Coral Herrera, ¿qué herramientas necesitaba entonces, qué preguntas me inundaban, qué miedos me comían, qué consejos hubiese querido escuchar?. Disfruté montones conectando con mi adolescente, esa chica de barrio con su jerga de barrio, y creo que logramos disfrutar mucho todas y todos.

Fue en Madrid, en el Centro Cultural Antonio Machado, organizado por la Unidad de Igualdad del Distrito de San Blas, y está grabado con la cámara de mi móvil, espero que les sea útil para trabajar en las aulas y en casa todo este tema del sexo, el amor romántico, el machismo, la diversidad, la igualdad y el compañerismo


Aquí tenéis el vídeo de la conferencia completa:











15 de diciembre de 2017

Maternidades feministas, libres y elegidas




La idea era que la casa nos embrutecía, nos aislaba y nos hacía dependientes de los hombres, así que nuestras madres feministas reclamaron su espacio en el mercado laboral para ser mujeres autónomas y libres. Se suponía que trabajar nos realizaba y nos empoderaba, pero hoy nosotras, las hijas feministas, nos encontramos con que trabajando seguimos siendo dependientes de nuestras parejas, que además de ser precarias estamos agotadas con la doble jornada laboral, que muchas renuncian a la maternidad o a la crianza, y que la conciliación es una fantasía.

Es imposible criar y trabajar a la vez si no contamos con una red de cuido (compañero-a, madre, hermanas, primas, vecinas y amigas), o si no explotamos a otras mujeres más pobres y necesitadas que nosotras. Los hombres siguen teniendo muchísimo más tiempo libre, y esto es una realidad tan dura y tan evidente como la brecha salarial, la desigualdad de oportunidades, el acoso sexual laboral, el trabajo gratis que hacemos a diario, el techo de cristal, la pobreza con rostro de mujer soltera y con hijes.

Realmente salir a trabajar miles de horas por 700 euros con no sé cuantos títulos en un curro de mierda, o pasar meses de tu vida buscando un hueco para evitar la exclusión me resulta mucho más embrutecedor que las tareas domésticas y la crianza. Lo digo porque lo estoy viviendo en persona: he batallado en el mercado laboral de varios países, sigo en la precariedad, elegí la maternidad al final de mi etapa reproductiva y estoy maternando a tiempo completo, sin ayuda de mi familia, sin nana ni guarderías. Y no me siento esclava por estar practicando la crianza con apego y la lactancia a demanda (ya van 14 meses), sino que me siento afortunada de poder disfrutar de esta etapa de mi vida y de no tener que renunciar como tantas madres que no tienen otra opción. A ratos es muy duro, por la energía que requiere, y por mil cosas más, pero lo estoy disfrutando mucho. Soy privilegiada porque además trabajo en lo que me gusta: escribir. Y aunque tengo menos tiempo para trabajar y menos ingresos, me he dado cuenta de que mi profesión no lo es todo en la vida, que puedo parar un poco, que me gusta cuidar y que me cuiden, que me gusta enseñar y aprender, que es una etapa bien linda la que estoy viviendo.

A mí la maternidad me permite poner en práctica mi feminismo, hacer autocrítica amorosa, aterrizar la teoría a la realidad, trabajarme los patriarcados que me habitan, y ser mejor persona, porque maternar requiere mucha generosidad, empatía, paciencia y solidaridad. Gracias al feminismo estoy trabajandomelo para educar a un niño que pueda llegar a ser un hombre libre de patriarcados, o al menos con herramientas para trabajarselos. Creo que esta forma de educar y acompañar a un ser humano en la construcción de su identidad es una contribución a la lucha feminista por la igualdad, la diversidad y los derechos igual de importante que mis libros, mis artículos, mis conferencias o mi Escuela del Amor.

Y bueno, pienso que las maternidades libres y elegidas son maravillosas, hoy en día es un privilegio poder disfrutar de educación sexual, acceso a anticonceptivos, y al aborto. Pocas mujeres en el mundo tienen sus derechos sexuales plenamente garantizados, y muchas son madres sin querer serlo. Los jueces, los médicos, los obispos y los políticos legislan sobre nuestros cuerpos y nuestra sexualidad, y creo que en esto todas las feministas estamos de acuerdo en que tenemos que defender con uñas y dientes nuestros derechos.

Independientemente de si damos o no damos teta, si maternamos así o asá, si nos sumamos a una moda de crianza o a la contraria: lo importante es que podamos elegir y decidir, y que ninguna mujer se sienta atacada por querer ser madre o no querer ser madre, ni cuestionada en su forma de criar y educar. Porque resulta que no podemos elegir, no la mayoría de las mujeres de este planeta. Así que hay que trabajar para crear las condiciones que nos permitan no tener hijos si no queremos, y poder disfrutar de la crianza si queremos, y dedicarle el tiempo y las energías que queramos.

Para mi lo realmente subversivo es la revolución amorosa que pone en el centro de la lucha feminista los cuidados y los afectos. Y todavía más subversivo es poder abrazar la diversidad en todas las formas de maternar, de paterna y de cuidar, sin juzgar a las demás por el tipo de crianza que han elegido, sin batallar para imponer a las demás nuestra propia y particular visión de lo que está bien y lo que está mal, lo que es normal y anormal, lo que es o no natural.

En el feminismo estamos debatiendo eternamente si la maternidad es un sistema de opresión patriarcal o si las maternidades pueden ser feministas y subversivas. Unas defienden la idea de que
lo que nos libera es el acceso al mercado de trabajo, pero resulta que entonces alguien tiene que cuidarnos a los bebés, y a los familiares enfermos o con dependencia. Y ese alguien suele ser la mujer de la familia que se sacrifica por todo el mundo, que no necesita tener tiempo libre, que no tiene dinero propio, que no tiene vacaciones ni cotiza a la seguirdad social, o sea, las abuelas.

Cuando no hay abuelas, o cuando nuestras madres también trabajan y tienen su vida propia, entonces acudimos a las nanas o las niñeras, generalmente mujeres migrantes más pobres que nosotras que no pueden cuidar de sus hijas e hijos porque tienen que generar ingresos para mantener a una familia enorme.

Entonces, ¿liberarse unas para oprimir a otras?, ¿es eso subversivo?

Y de las que entran en el mercado laboral: ¿cuantas se dedican a lo que les gusta y les apasiona?, ¿cuantas pueden compatibilizar su carrera con su familia y su vida personal?, ¿cuantas tienen salarios dignos que les permite pagar guarderías?. Pues pocas, muy pocas.

¿Y hombres que puedan conciliar en sus trabajos, y que quieran implicarse en la crianza? Muy pocos, poquísimos.

También me hago otras preguntas: ¿cómo llevan los bebés lo de ver a sus mamás y papás dos horas al día?, ¿cómo es estar con gente que te cuida a cambio de dinero pero no construye un vínculo afectivo contigo?, ¿qué sucede cuando se construye un vínculo entre cuidadora y bebé, y los padres los separan?

Luego están las que defienden la idea de que las mujeres tenemos derecho a involucrarnos plenamente en los cuidados de los bebés, que disfrutamos mucho de esa etapa en nuestras vidas, que nos olvidamos del mercado laboral para poder ofrecer a nuestros hijos e hijas muchas horas de cuidado, aprendizaje, mimos y diversión.

Pero para ello no se trata de hacernos dependientes de nuestros compañeros ni pedirles que ejerzan su rol tradicional de proveedores de recursos, sino más bien crear las condiciones para que ellos también puedan criar si quieren, porque no nos engañemos: la crianza es cosa de tribus, no de una mamá sola.

La solución sería entonces formar redes de crianza y crear una renta básica que nos proporcionase un salario normal que nos permitiese elegir si queremos o no ser madres, y cuánto tiempo queremos dedicarle a la (p)maternidad y los cuidados, al menos en los primeros años de vida de los nuevos seres humanos que traemos al mundo.

En los feminismos necesitamos hablar mucho de maternidades y cuidados, y para eso tenemos que debatir y trabajar en equipo, y no excluir a nadie en el debate: las revoluciones sólo florecen cuando la gente está unida por una causa. Y nosotras tenemos muchas causas en común, siendo todas tan diferentes y diversas como somos. Así que vamos a seguir haciendo un feminismo muy grande en el que quepamos todas sin excepción.

#Feminismo #Diversidad#Maternidades #Autonomía #Masculinidades #Empoderamiento #Igualdad#Cuidados #Amor #Crianza #Lactancia #MaternidadesSubversivas

14 de diciembre de 2017

Oferta de Año Nuevo en el Laboratorio




Ahora puedes regalarte un paquete de 6 meses por 45 euros en el Laboratorio del Amor. También hay suscripciones mensuales y anuales, visita nuestra tienda de regalos y suscribeté a esta comunidad de mujeres que estudian el amor. 

Si quieres saber más sobre el Laboratorio, visita nuestra página, tienes toda la información y los botones de inscripción aquí.  

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