Todos aprendemos a ser violentos a través de tres vías: el hogar, los relatos y los medios, y la escuela.
Lo primero que aprendemos al entrar en la escuela es que los niños que merecen respeto y admiración son los que ejercen violencia contra otros niños y niñas. Desde el primer día aprendemos a despreciar a los que se atreven a denunciar la violencia que sufren ellos, u otros niños.
Hay tres insultos para someter a los niños y niñas: el primero es "chivato", y sirve para que los niños valientes se callen, y los violentos puedan actuar con libertad. El segundo es "empollón", para que creas que no hay nada peor que ser un buen estudiante, y tener buenas notas. El tercero es "pelota", y se aplica a los niños y niñas que colaboran en el aula y cuidan a sus profesores y profesoras.
Sin embargo, el insulto más humillante para un niño es "nena", y "maricón", y es el más efectivo para hacerles obedientes a los mandatos del patriarcado: a todos los varones da terror ser comparados con los seres inferiores. Las niñas son lo más despreciable que existe en la faz de la Tierra.
Así que para no ser comparados, los niños intentan que nadie les identifique como "buenas personas";: tiene mucho más prestigio ser "malo" y "rebelde". Los que gozan de mayor popularidad son los que más hacen sufrir a los demás, incluidos profesores y profesoras: cuanto más les insultan y maltratan, cuanto más desafían su autoridad, más puntos ganan delante de los demás.
¿Y qué ocurre con los niños que no desean hacer daño a nadie? Que se ven obligados a ser violentos para evitar agresiones y para ganarse el respeto del resto, en los centros educativos imperan dos leyes: la del derecho del pez grande a comerse al chico, y la ley del sálvese quién pueda.
En la secundaria es aún peor: para muchas víctimas de la violencia escolar, ir al instituto cada día es un auténtico infierno. Si no eres violento y agresivo, te toca aguantar risas, bromas crueles, burlas humillantes, comentarios despreciativos...
El equipo directivo solo actúa cuando hay lesiones físicas, de manera que los agresores se dedican a destrozar emocionalmente a los demás con total impunidad.
Nadie hace nada porque los violentos se excusan con la idea de que lo hacen para divertirse y divertir a los demás, lo hacen porque "es gracioso", y como todo el mundo se ríe, no parece violencia. Pero en realidad es una violencia brutal que destroza psicológica y emocionalmente a las víctimas.
En mis talleres de Masculinidades No Violentas los chavales me lo explican así: "si no soy agresivo, los demás me comen vivo, es una guerra y tienes que atacar para que no te hagan daño" , es decir, todos dicen que atacan en defensa propia. Es la excusa universal para crear ejércitos, invertir en armamento, invadir países y masacrar poblaciones: todo se hace siempre en defensa propia.
Conozco a muchos profesores y profesoras que son víctimas de esta violencia y que querrían parar esta guerra, pero apenas tienen tiempo, ni herramientas para trabajar en ello. También las madres y los padres viven aterrorizados con la amenaza del suicidio: todos los días hay chavales y chavalas que no aguantan tanto sufrimiento y se suicidan, o lo intentan.
No sirve de nada hacer murales y cantar canciones por un mundo de paz si los centros educativos no son capaces de parar la guerra en las aulas. Es cuestión simplemente de poner en el centro lo urgente, y utilizar las herramientas que tenemos para acabar con la violencia:
- dejar de llamar bullying al maltrato y la violencia. Es importante llamar a las cosas por su nombre.
- enseñar autocrítica amorosa en las aulas para que todos puedan tomar conciencia de la violencia que sufren, y la que ejercen en las aulas.
-proteger a los niños y niñas que denuncian la violencia que sufren ellas mismas y los demás.
- dejar de mitificar al macho violento, dejar de proteger a los agresores, dejar de aplaudirles y de tenerles miedo, dejarles solos y ofrecerles alternativas para que prueben a relacionarse con otras estrategias que no impliquen el uso de la violencia.
- empoderar a los niños y niñas para que dejen de tener miedo a los agresores y se unan para hacerle frente.
- ofrecer formación a estudiantes y profesorado, y personal no docente, sobre la cultura de la no violencia y los buenos tratos, la ética amorosa y la filosofía de los cuidados.
-explicar la dimensión política del humor y como lo usamos para hacer sufrir a los demás.
-crear el sello de escuelas libres de violencia implementando medidas y protocolos especiales.
- utilizar los medios de comunicación para sensibilizar y concienciar a la población sobre la necesidad de parar la guerra en las escuelas.
Coral Herrera Gómez
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