15 de marzo de 2021

Ser "normal", o ser tú misma: la rebelión contra la tiranía de la normalidad

by ElMac


¿Por qué no podemos ser nosotras mismas? 

Queremos sentirnos libres para escribir el guión de nuestra propia vida, para construir nuestra historia personal, pero a nuestro alrededor hay millones de policías y jueces que te vigilan y te señalan si no eres normal, si no haces lo que hace todo el mundo, si no cumples los mandatos sociales y los mandatos de género. 

Si te sales de la senda marcada, te llaman la atención, y si no regresas pronto al redil, entonces te sancionan. No adaptarnos a la norma nos puede salir muy caro: a muchos les cuesta la exclusión social, que condena a millones de personas a sufrir discriminación, pobreza, y violencia. 

La tiranía de la normalidad es un conjunto de normas no escritas, pero con un enorme poder sobre todos nosotros y nosotras, que nos determina a la hora de crear nuestra personalidad, de hacer  elecciones y tomar decisiones, de construir nuestro proyecto de vida. 


¿Qué es lo que esperan de nosotros y nosotras? 

Que aprendamos a ser mujeres y a ser hombres, que nos juntemos de dos en dos, que fundemos familias felices y nos dediquemos a reproducirnos, a producir y a consumir sin descanso. 

El objetivo último es que aprendamos a ser normales, es decir, que nos ajustemos a la "norma", que paguemos facturas e impuestos, que vayamos al trabajo todos los días, que nos acostumbremos a vivir con la angustia de los ingresos, que nos casemos y seamos "como todo el mundo". Los valores de la norma los dicta la alianza entre la ideología capitalista y la patriarcal.  


¿Y quién dice qué es lo normal?

El grupo dominante: los pocos privilegiados que nos necesitan para acumular riqueza y poder. Dominan el conocimiento, la religión, la cultura y la comunicación, y usan los medios para explicarnos qué es lo normal y qué no lo es. Lo aprendemos y lo interiorizamos a través de los cuentos que nos cuentan, y después lo transmitimos a las siguientes generaciones. 

Nos muestran modelos a seguir, casos de éxito, gente que triunfa, para que deseemos ser como ellos y ellas. También nos muestran lo que ocurre si nos salimos del camino: la Historia está llena de ejemplos de mujeres rebeldes y mujeres libres que acabaron mal (presas, enfermas, locas, olvidadas o muertas). 

A través de los mitos se perpetúa el orden establecido: nos muestran a quién debemos desear, y a quién no. Y nos amenazan constantemente con historias de fracasos para que no se nos olvide el precio que hay que pagar cuando no obedeces.


¿Quién impone la norma?

La imponemos todos y todas a través de la presión social. No sólo la sufrimos: también la ejercemos, y muchas veces sin darnos cuenta, a través de comentarios, preguntas, risas y bromas. 

Quienes más sufren la represión son nuestros seres más cercanos: tenemos más confianza con los nuestros y por eso los juzgamos y los presionamos mucho más que a la gente desconocida. 


¿Quiénes sufren la tiranía de la norma? 

¿A quienes presionamos para que cumplan los mandatos sociales? 

A la soltera para que se empareje, 

a la pareja que no tiene hijos, para que los tenga, 

a la niña para que se ponga vestidos, 

al niño para que no se pinte las uñas, 

a la madre que da teta a su bebé delante de todo el mundo,

a la mala madre que da biberón en lugar de teta,

al gordo para que adelgace, 

a la delgada para que coma más, 

a la niña para que cierre las piernas al sentarse, 

al niño afeminado para que esconda su pluma, 

al chico tímido y pacífico para que demuestre su virilidad, 

al que está triste para que disimule su sufrimiento y cambie de actitud, 

al adolescente para que se convierta en adulto, 

a la vegetariana y al vegano para que se dejen de tonterías y prueben el estofado,

a la que tiene muchos novios porque es una puta, 

a la que no tiene ningún novio porque es una solterona

a la que practica colecho con su bebé porque su marido puede sentirse desplazado, 

a la que consuela a su bebé cuando llora porque lo está malcriando, 

a la que no golpea a su hijo porque lo está malcriando, 

a la que regala demasiadas demostraciones de afecto a su hijo porque le puede hacer "maricón", 

a la que se defiende de las críticas y hace lo que realmente quiere porque es una díscola,

a todas aquellas personas que no cumplen con los mandatos del patriarcado. 


La tiranía de la normalidad

Nuestras miradas y comentarios sobre la vida de la gente, sobre las decisiones que toman, sobre su forma de vestir o de moverse en el mundo, sobre su vida sexual, sobre sus gustos y pasiones, sobre sus relaciones, están llenas de juicios y prejuicios, pero no nos damos cuenta de la violencia que ejercemos porque muchas veces los decimos con una sonrisa en los labios, en forma de bromas inofensivas. 

No nos gusta que nos juzguen, pero juzgamos a los demás. Lo hacemos bajo la tiranía de la "normalidad". Esta tiranía va cambiando con el tiempo: lo que ahora es "normal" antes no lo era, lo que es "normal" en un país, no lo es en otro.

La mayor parte de la presión social recae sobre las mujeres: 

Si lleva la falda muy larga, por mojigata, y si la lleva muy corta, por puta.

Si no lleva tacones parece una monja, si los lleva demasiado altos, parece una puta. 

Si no está a la moda es una antigua, si se hace muchos tatuajes parece una puta

Si no se maquilla, es que no se cuida, si se maquilla demasiado, parece una puta. 

Si está soltera es porque es una fracasada, si tiene muchas parejas, es una puta. 

Si tiene muchos hijos, porque son muchos, si no tiene hijos, porque no tiene hijos


Lo normal en una mujer es que si está casada no tenga amigos varones, lo normal en un hombre es que tenga todas las amigas que quiera. Lo normal es que a una mujer no le guste el sexo, y que un hombre lo necesite a diario... vamos aprendiendo qué se puede y qué no se puede hacer según el sexo con el que nacimos. 

Y es que la tiranía de la normalidad funciona bajo los valores de la doble moral del patriarcado: hay leyes que son sólo para las mujeres, como por ejemplo, la monogamia. Si nos la saltamos, nos señalan, nos etiquetan, nos castigan: nos insultan, nos desprecian, nos apartan, o nos matan. En cambio para los hombres la acumulación de conquistas de mujeres es un éxito y una prueba de su virilidad. 


¿Y cómo lo sufren los hombres?

A los hombres que no cumplen los mandatos del patriarcado también les criticamos. Si la palabra "puta" es la que más usamos para someter a las mujeres y para controlarlas, la palabra que más se usa para disciplinar a los hombres es "maricón", "niña" o "nenaza" 

Los machos patriarcales se pasan la vida demostrando que ellos no son mujeres, porque odian todo lo que se asocia a la feminidad: la ternura, los afectos y los cuidados. Así que si un macho parece un poco sensible, inmediatamente los demás caen sobre él para que se comporte como un macho mutilado. 

Al hombre que rechaza la violencia y no es agresivo, se le etiqueta como "blando", "blandengue", o "afeminado". Al hombre que no es heterosexual se le castiga también, tenga o no tenga pluma. 

Desde que es un niño tendrá que sufrir humillaciones en la escuela: sus propios amigos se burlarán de él para que deje de ser como es, o para que, al menos, se averguence, disimule y trate de aparentar que es como los demás. 

Sin darnos cuenta, todos actuamos como policías con comentarios y opiniones que nadie nos ha pedido: ¿y por qué te pintas las uñas si no eres una niña?, ¿y por qué juegas con muñecas si eres un niño?, corres como una niña, eres cobarde como una niña, si te atacan tienes que responder con violencia... 

Y todo porque nos han enseñado que los niños normales no lloran, no se ponen vestidos, no juegan a cocinar ni a cuidar, no expresan su fragilidad, y no se relacionan con ternura. 

Inevitablemente, nos choca ver niños que no son sumisos ni obedecen a la norma patriarcal, y nos cuesta mucho respetar a los valientes que no tienen miedo, ni tienen complejos, ni les importa el "qué dirán". 


Técnicas para someternos a la tiranía de la "normalidad"

La burla: es uno de los mecanismos de dominación más potentes. La utilizamos para indicarle a los demás cómo deberían ser, cómo deberían comportarse, cómo deberían someterse a los dictados del patriarcado. Con la burla el objetivo es que los demás se rían de la persona, y se sienta tan humillada que llegue a rechazarse a sí misma. También la burla se utiliza para demostrar tu superioridad con respecto a los demás: cuanto más se rían los demás con tus burlas, más líder te sientes. 

Los rumores, los chismes, las noticias falsas: hablar mal de alguien a sus espaldas sirve para generar antipatía a los demás, y para que la víctima se quede sola. Hay gente que lo hace para ocupar su puesto (les mueve la envidia) , o simplemente lo hace por diversión, pero el efecto de esta presión social es fortísima, porque todas y todos necesitamos sentirnos aceptados por nuestra comunidad. 

El desprecio: es una forma de maltrato porque es un arma muy poderosa para hacer daño a los demás: impacta directamente en su autoestima, les hunde psicológicamente, y sirve también para humillar públicamente a la otra persona. El desprecio se expresa a menudo como ironía, o como sarcasmo, y puede ir cargado de odio y rencor: se usa mucho en redes sociales para degradar a la otra persona y promover en el público sentimientos de rechazo hacia la persona que está sufriendo la humillación. 

El humor: es uno de los mecanismos más potentes para normalizar la violencia y para perpetuar los estereotipos. El humor es político, porque está impregnado de ideología, y por tanto de prejuicios y creencias falsas. El humor es una vía para naturalizar la discriminación y las fobias sociales: puedes verlo en los chistes sobre el pueblo gitano, los chistes sobre negros, latinos, árabes, o chinos, los chistes de gente que vive en algunos pueblos de España y que son catalogados como "tontos". 

También nos reímos de las personas con discapacidad o malformaciones, las personas gordas, las personas LGBT, y por supuesto, con la mitad de la población humana: las mujeres. 

El problema con el humor es que la gente se defiende de las acusaciones de machismo, racismo, gordogobia, capacitismo, plumofobia, etc, diciendo que es "solo humor", y que lo importante es que la gente se ría. 

Sin embargo, cuando el humor va de arriba hacia abajo, no tiene gracia: es muy fácil reírte de todo cuando gozas de muchos privilegios. 

El acoso: consiste en someter a alguien a un sufrimiento constante para obligar a esa persona a desaparecer, a renunciar, a irse. También se usa para someter a la gente, mediante la técnica de la repetición constante. En el acoso se utilizan todas las técnicas juntas: se mezcla el desprecio, con las bromas, los sarcasmos, las humillaciones, las burlas, los cotilleos, y todas las estrategias que lleven a la otra persona a obedecer las leyes de la normalidad


¿Qué ocurre cuando se juntan muchos policías de la normalidad?

Hay policías que actúan solos, pero cuando son líderes de un grupo, adquieren muchísimo más poder. para destrozar a alguien. Si en un aula todos los niños se meten y se burlan de la niña gorda, si no hay nadie que impida la violencia, si el profesor mira para otro lado, la presión será insoportable. El objetivo final del grupo obviamente no es que adelgace: es aniquilarla destrozando su autoestima, haciendo que se sienta diferente, y logrando que se sienta rechazada por la comunidad. Ya sabemos las consecuencias que tiene este tipo de violencia: muchas acaban sólo cuando la persona se suicida. 

No sólo sucede con los niños y las niñas: hace poco en España una mujer trabajadora se suicidó porque sus compañeros y compañeras de la fábrica se rieron de ella durante semanas, y compartieron un video sexual de ella hasta que ella no pudo soportarlo más. Ninguno de ellos está en la cárcel. Este tipo de violencia no se considera violencia, pero genera muchas víctimas cada año. 


Las víctimas de la normalidad

La gente que más sufre estos ataques son aquellos que se sienten libres para salirse de la norma, o simplemente, aquellos que no pueden adaptarse a ella. De alguna manera son molestos y se convierten en un peligro porque demuestran que se puede vivir de otras formas, que hay otras maneras de ser y de estar, y que la gente que intenta ser uno mismo o una misma, son muy valientes y rompen los esquemas a todo el mundo. Son una amenaza al orden patriarcal y capitalista, son:   

la gente que no tiene hogar, 

o la gente que vive de ermitaña en rincones despoblados, 

la gente que vive en comunidad, 

la gente que vive viajando, 

la gente que no come carne, 

la gente que vive sin dinero, 

las mujeres libres que son dueñas de sus vidas,

las mujeres masculinas y los hombres femeninos, 

las personas que no son heterosexuales ni monógamas, 

las personas no binarias y trans,

la gente que no se dedica en cuerpo y alma a fundar una familia feliz, 

la gente que no vive bajo el esquema producción-reproducción-consumo. 

Ser diferentes, pensar diferente, amar diferente... este es el crimen que cometen las víctimas que sufren los castigos correctivos. El primer paso es señalarlos como anormales, subnormales, raras, locas, desviadas, degeneradas o monstruosas, y después vienen los insultos, las risas, las humillaciones, hasta llegar a la violencia física. 

El miedo a sufrir una paliza, sufrir torturas o ser asesinada es la razón por la cual mucha gente tiene que disimular que son como los demás desean o esperan que sean. 

Y sin embargo, aunque mucha gente se ve obligada a disimular, otra sencillamente, no puede. Las personas gordas son gordas, las mujeres lesbianas son lesbianas, y la gente poliamorosa es poliamorosa, y es inútil presionarles para que cambien: los que tenemos que cambiar somos los demás. 

Y el cambio supone, en primer lugar, desalojar a los jueces y policías de la normalidad que nos habitan. 


¿Dónde nos presionan?

Uno de los espacios en los que más se ejercen estos métodos de disciplinamiento es en las reuniones familiares, pero sucede también en las fábricas, en las oficinas, en los colegios: los niños se ríen de los niños que no quieren pelear, se burlan de las niñas con gafas, con muletas, con aparato de dientes, con audífonos, o con cualquier discapacidad. 

En las aulas se burlan de los niños enfermos, de las niñas que no son blancas, de los niños que no hablan bien el idioma, de los niños neurodivergentes, de las niñas que no son "normales" o no se comportan como los demás. 

A esta violencia le llamaban antes "son cosas de niños", y ahora le llaman bullying, pero es violencia, porque hace muchísimo daño a quien la sufre. 


Violencia es hacer sufrir a los demás  

Todos los comentarios llenos de odio racista, machista, clasista, homófobo, transfobo, etc, hacen daño, no sólo a la persona que lo recibe, sino a todo el colectivo al que pertenece. Y son el primer escalón de la violencia que sufren las mujeres, y muchos colectivos de la población (LGBTQ, personas con discapacidades, personas sin hogar, etc) 

Se ve muy claramente, por ejemplo, en  los chistes, que reflejan los prejuicios que existen contra las personas con enfermedades mentales, las personas gordas, tartamudas, cojas, pero también contra los grupos étnicos (pueblo gitano, pueblo indígena, o la población migrante).

Esos prejuicios llevan a la gente al odio y a la violencia. El odio contra las mujeres mata a 135 de nosotras cada día: son asesinadas para que las demás tomemos nota de lo que ocurre cuando no obedeces los mandatos de género y no te sometes a un hombre. 

Siendo mujer, sufres más violencia si además eres adulta mayor, si eres una mujer lesbiana, racializada, pobre, con discapacidades... Las víctimas de la explotación doméstica, sexual y reproductiva son las que habitan en la parte más baja de la pirámide social: cuanto más abajo en la jerarquía, más exclusión y más violencia. 



¿Cómo desalojar de mi interior a la policía de la norma

-Si no se te ocurre ningún comentario bonito al saludar a alguien, mejor no digas nada. 

-No des tu opinión sobre el cuerpo o el aspecto de una persona si no te lo piden. Ni en su cara, ni a sus espaldas. 

-No juzgues a nadie: cada cual vive la vida a su manera, y todos somos libres para hacer elecciones, tomar decisiones, seguir igual o hacer cambios. Si no perjudicamos a nadie, y no coartamos la libertad ni los derechos de nadie, entonces cada cual puede hacer lo que quiera con su profesión, su vestimenta, su vida sexual, sus relaciones, o su modo de vida. 

-Evita hacer preguntas que esconden obligaciones sociales y de género: ¿cuando te echas novio?, ¿cuando vas a tener hijos?, ¿cuándo vas a hipotecarte?, porque piensa que no todo el mundo vive con la meta de fundar una familia feliz, y porque en el fondo, lo que estás preguntando es: ¿cuándo vas a empezar a ser normal y a hacer lo que hace todo el mundo?

-Acepta a la gente tal y como es: apenas existen personas que no sean raras. En realidad, no existen las personas "normales": todos somos diferentes, cada uno de nosotros tiene sus locuras, sus traumas, sus manías, sus dones, sus habilidades, sus carencias, sus virtudes y sus defectos. Todos, todas somos raras, porque no hay manera de adaptarse de un modo total y absoluto a los modelos de vida que nos proponen.  

-La gente tiene derecho a elegir si quiere o no casarse, si quiere o no tener hijos, si quiere vivir de una forma o de otra. No hay ninguna necesidad de obligarles a ser de otra forma; la diversidad es uno de nuestros tesoros más preciados. 

- Hay que saber reconocer la violencia que sufrimos, y la que ejercemos. Nos hace falta autocrítica para entender cómo nuestras palabras, nuestro comportamiento, nuestras acciones, nuestro deseo, nuestras creencias, tienen un impacto en las demás personas. 


¿Cómo resistir ante los ataques de la policía de la norma para poder ser yo misma?

Lo primero de todo es asegurarte que tú misma estás entrenando para dejar de juzgar a los demás, para dejar de etiquetarlos, y para dejar de presionarlos. 

Lo segundo, aceptarte a ti misma tal y como eres y fortalecer tu autoestima, construir una relación bonita contigo misma, y tratarte y quererte bien.

Y por último, echarte aceite para que todo te resbale y los comentarios te entren por un oído y te salgan por el otro. La indiferencia es la mejor manera de combatir la tiranía del "qué dirán". 

Ir contracorriente no es fácil, pero seguir la corriente nos condena a vivir sometidas y atrapadas sin poder ser nosotras mismas. Y por eso la libertad de ser quien eres no tiene precio. 

Algo que nos puede ayudar mucho es aprender las artes de la asertividad para poder ponerle límite a los demás, para exigir que nos respeten, y para que tomen conciencia de la violencia que hay detrás de sus preguntas, bromas, directas, e indirectas. 

Si la asertividad no funciona, entonces lo mejor es alejarte de la gente que te quiere obligar a cambiar, a ser "normal", y a hacer lo que hace todo el mundo, y seguir cuidando mucho a la gente que te quiere tal y como eres. 

No podemos vivir las vidas que los demás querrían para nosotras, porque son nuestras vidas. 

Y cada vida, es una sola: únicamente podemos disfrutarla nosotras mismas, y en libertad. 

Coral Herrera Gómez


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