¿Cuánto tiempo estuvo enamorado del bebé o de la bebé?, ya sabéis, esos primeros días o semanas en las que el papá no puede separarse del bebé, no para de hacerle fotos, y lo tiene siempre cogido en brazos.
¿Cuánto tiempo pasó junto a vosotras hasta que empezó a hacer vida normal y a vivir igual que antes de tener una criatura contigo?,
¿cómo te sentiste cuando te diste cuenta de que tu pareja no era un compañero, y no iba a compartir contigo ni lo bueno ni lo malo de la crianza?,
¿en qué momento comprendiste que te tocaba maternar a tu pareja y a tus hijos, y que a ti no te iba a cuidar nadie?,
¿cuántas mujeres a tu alrededor creyeron que la paternidad cambiaría a sus maridos y les transformaría en adultos funcionales, responsables, y maduros?
Basta con echar un vistazo a las cifras en todo el mundo de abandono parental, a las cifras de las diferencias entre hombres y mujeres que piden permisos para cuidar, y a las estadísticas sobre papás que ni siquiera pagan la pensión alimenticia de sus hijos e hijas, para darnos cuenta de que la paternidad transforma a muy pocos hombres, y que el enamoramiento hacia los bebés no sirve para que se involucren en los cuidados como por arte de magia.
Hay papás a los que el enamoramiento les dura toda la vida, y que pasan completamente volcados en la crianza y los cuidados durante toda la infancia y la adolescencia.
Otros en cambio tardan apenas unos días o semanas en retomar sus rutinas de siempre, muchos siguen saliendo de fiesta, yendo al gimnasio, haciendo deporte, tomando algo después del trabajo, o ensayando con su grupo de música como si nada.
Algunos dejan pasar la tarde en la barra de un bar con tal de no llegar a casa y encontrarse con el caos del hogar y con la esposa cansada y cabreada.
Algunos se van porque sienten que les queda muy grande el papel de papá, porque se sienten atrapados en casa, porque se sienten demasiado jóvenes, y retoman su vida de antes sin preocuparse por el daño emocional que causa en las criaturas la figura del padre ausente, o del padre que va y viene, pero nunca está.
A las mujeres nos engañan con el mito de la familia feliz, y la promesa de que los hombres, al tener criaturas, se pueden convertir en amorosos compañeros, comprometidos con la tremenda tarea de educar y cuidar a uno o a varios seres humanos durante al menos veinte años de su vida.
Es cierto que hay hombres que cambian con la paternidad, pero esta transformación no es mágica: el amor hacia un bebé, por muy grande que sea, no los cambia de la noche a la mañana.
Lo único que transforma a los hombres es su responsabilidad y compromiso con los cuidados.
Hay varones que al convertirse en papás abandonan la eterna adolescencia y aprenden a cuidarse y a cuidar a toda su familia (pareja, padres, abuelos, hijos), pero hay muchos otros que se convierten en el hijo mayor.
Esta es la razón por la cual muchas parejas no sobreviven al primer año de vida de sus criaturas: las mujeres se acaban hartando de pedirle a sus chicos que dejen de abusar, y que se comporten como compañeros.
La sobrecarga de trabajo doméstico es hoy el principal motivo de divorcio en países como España.
Muchas mujeres se han dado cuenta de que la única manera de dejar de trabajar gratis para su marido y para que empiece de verdad a cuidar a sus criaturas y a ser responsable con su paternidad, es separarse con custodia compartida.
Algunos hombres lo logran, y asumen lo que les toca. Otros tiran de sustitutas (novias, madres y hermanas). Muchos de ellos (los que no han cambiado pañales ni han vigilado fiebres) optan por los dos fines de semana al mes reglamentarios, algunos no cumplen siquiera con el régimen de visitas que contempla la ley.
Para las criaturas no hay nada más doloroso que tener cerca a un padre que no les cuida y no se cuida a sí mismo. Este sufrimiento es uno de los principales motivos por los cuales los adultos sufrimos tantas depresiones, enfermedades mentales y trastornos emocionales.
Por eso el tema de la paternidad responsable y afectiva es tan urgente: necesitamos hombres adultos que puedan criar niños y niñas sanas, que compartan la crianza y los cuidados del hogar con nosotras, que asuman sus responsabilidades a todos los niveles (no solo el tema logístico y económico, sino también el tema emocional)
Las mujeres estamos luchando en cada hogar contra el abuso y la explotación, todos los días de nuestra vida, y tenemos todo en contra: la sociedad sigue pensando que los hombres deben ser libres y tener tiempo para sí mismos, y las mujeres debemos estar a su servicio y al de toda la familia, con doble y triple jornada laboral si es necesario.
Las personas más pobres del mundo son las mujeres con hijos y sin pareja, para que comprendáis la tremenda injusticia que supone que haya millones de mujeres criando solas y sin ningún tipo de ayuda.
La mayoría de la sociedad no ha tomado conciencia de que tener hijos para vivir como si no los tuvieras, es un privilegio masculino, y es violencia. Porque hace mucho daño, y destroza por dentro a seres inocentes, a veces para toda la vida.
Pero falta poco para esta toma de conciencia, porque cada vez somos más mujeres abriendo los ojos y reclamando justicia, para nosotras y para nuestras crías. Y porque nos ayudamos entre nosotras. Y porque estamos criando niños que elegirán libre y responsablemente si quieren o no ser padres, y si deciden traer seres humanos a este mundo, serán buenos papás.
¿Comprendéis ya por qué es tan urgente que los hombres tomen conciencia y empiecen los cambios?
La transformación que necesitamos está en el trabajo personal y colectivo que tienen que hacer los hombres con respecto al amor y a los cuidados: lo primero es renunciar a los privilegios, aprender a relacionarse en igualdad con las mujeres, y aprender a cuidarse y a cuidar a los demás.
Lo segundo, entender que la forma de ejercer la paternidad de sus padres y abuelos era machismo puro, y que las mujeres ya no aguantamos como las abuelas o las madres.
Yo os invito a mirar hacia delante, todo está cambiando a un ritmo vertiginoso: ya no podéis seguir igual.
No estáis condenados a repetir los mismos errores que vuestros antecesores: sois los habitantes del siglo XXI.
Otras formas de paternar son posibles
Coral Herrera Gómez
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