En el siglo XX la industria de la cosmética y la belleza, con la colaboración de los medios de comunicación, declararon la guerra absoluta sus tres enemigos
preferentes: el vello corporal, la edad y la obesidad. Desde que se "democratizó" la belleza (por fin accesible a obreras y campesinas), son muchas son las mujeres que consumen cremas hidratantes, anti-arrugas, reafirmantes, mascarillas faciales, maquillaje, polvos, muchas las que se someten a dietas inhumanas, y muchas también las que se someten a la cirugía plástica para quitarse kilos en unas partes del cuerpo y ponersela en otras.
la tiranía de la belleza es un régimen terrorista que mina la autoestima de las mujeres y consume muchos de sus recursos y energías. Millones de mujeres envidian la belleza artificial de las top models o las actrices, pese a que todo el mundo sabe que la tecnología posibilita una perfección idealizada que no es real. Perseguimos utopías pensando que nos querrán más, que nos admirarán más, y que lo hacemos porque queremos, pero la realidad es que no percibimos como los mercados penetran en nuestra mente, emociones y cuerpo, y como moldean nuestros deseos y metas.
El resultado de este sometimiento a la tiranía de la belleza a veces es desastroso, y a menudo irreversible. Una operación que no sale bien puede tener unas consecuencias catastróficas, no sólo a nivel físico, sino también a nivel emocional y psicológico.
Estar continuamente arrancándose el vello, machacándose en el gimnasio, autoprohibiendose placeres gastronómicos, probando nuevas cremas reafirmantes, pasando hambre innecesariamente, debe de ser duro. Mirarse al espejo y compararse con las modelos multimillonarias es humillante, y a menudo, frustrante para mujeres que piensan que adaptándose a los cánones culturales de la belleza y a las modas, que quitándose años, imperfecciones y kilos de encima van a ser más apreciadas, más deseadas, más felices por tanto.
Y en parte tienen razón. Nuestra cultura idolatra la juventud y su belleza, su energía, su vitalidad. En los medios de comunicación los que tienen trabajo, los que son amados y deseados, los que compran, los que ganan, son jóvenes relucientes y bellos. Casi nunca una mujer fea o una mujer obesa es un modelo de referencia para la industria cultural o para los medios de comunicación.
Las mujeres somos víctimas de esta tiranía de la belleza y además nos enseñan a creer que las demás mujeres son nuestras rivales, que la belleza ha de ser una carrera hacia el éxito, competitiva y despiadada, y que siendo perfectas por fin alguien nos amará para siempre.
Por eso las niñas nunca jugarán con una Barbie gorda
Por eso Barbie jamás envejece, aunque ya ha cumplido 50 años
A través de la seducción que sublima e idealiza la belleza, el sistema patriarcal ha impuesto una triple tiranía sobre los
cuerpos femeninos:
La tiranía
de la edad
Las cirugías de nariz, liposucción y el aumento de pecho encabezan, según Lourdes Ventura, el ranking de las diez
intervenciones más solicitadas por las mujeres españolas, seguidas de otros
retoques estéticos habituales:
ü La técnica easy peel (se aplica una solución
exfoliante y una crema antirradicales libres. La piel se pela a los dos o tres
días);
ü Resurfacing facial (eliminación
de las primeras capas de la piel con un láser de alta frecuencia);
ü Aumento de volumen de labios;
ü Minilifting
(se hace una incisión en el cuero cabelludo y se estira la piel desde la
cola de las cejas, para fijarla en el hueso cranela con implantes de titanio
que se retiran a los 15 días),
ü Blefaroplastia o corrección
de párpados caídos (se quita la piel y la bolsa de grasa sobrante mediante una
incisión con bisturí en el pliegue del párpado móvil);
ü Varices
fuera o crioesclerosis (con una inyección intradérmica se introduce una
mediación dentro de las varices que produce una vasoconstricción), 10º: Entre cejas, botox (inyección de toxina
botulínica “botox”, en 10 0 12 puntos, con una aguja pequeña que disminuye la
contracción del músculo sin paralizarlo).
Otros tratamientos son: la electroestimulación, electrocoagulación,
ultrasonidos, electrolisis, magnetoterapia, presoterapia, laserterapia,
infiltraciones, implantes, celulipolisis (tratamiento de la celulitis mediante
la electroestimulación, método contraindicado en pacientes cardíacos,
hipertensos y con problemas renales).
Lo terrible de la situación es que el 30%
de las intervenciones que se realizan, tiene por finalidad la corrección de
operaciones fallidas efectuadas anteriormente por otros profesionales: “La reincidencia y la adicción son algunos factores muy habituales entre
aquellas mujeres que responden a la exigencia de adecuarse a los modelos
estéticos habituales” (Ventura, 2000).
Según Ventura, los aspectos negativos que no quedan suficientemente
especificados en la mayoría de los artículos que hacen referencia a
procedimientos estéticos son:
1. Que las sustancias químicas empleadas en el peeling suelen ser tan abrasivas que pueden provocar reacciones
tóxicas, cicatrización anómala, adelgazamiento cutáneo e hipopigmentación.
2. Que si el cirujano elimina un poco más de la piel debida en las
operaciones de párpados, los ojos adquieren una expresión paralizada y
horrenda.
3. Que el efecto tensor de las inyecciones de botox dura tres o
cuatro meses, de modo que una mujer puede convertirse en una “adicta”, condenada a repetir el proceso
tres o cuatro veces al año.
4. Que la duración del resurfacing
facial es también relativa y que, durante un año, la paciente debe evitar
la exposición al sol, los baños calientes, saunas, etc.
5. Que algunos labios con “relleno” son espantosos, y que según el
tipo de sustancia inyectada el resultado puede ser irreversible.
6. Que las liposucciones en los muslos dejan unos antiestéticos
huecos, irregularidades y bultos en la cara interna de las nalgas.
7. Que los postoperatorios, cuando se trata de actos quirúrgicos, son
mucho más complicados de lo que hacen creer las explicaciones simplificadas de
los artículos divulgativos.
La tiranía
de la delgadez
Como está una persona anoréxica y como se ve en el espejo
El ideal estético de la delgadez se consolidó en los sesenta con la
imagen de las modelos Twiggy y Jean Shrimpton vestidas con las minifaldas de
Mary Quant y con el trabajo de fotógrafos como David Bailey, que retrataba a
mujeres aniñadas, escuálidas, y sexys.
Esta intensificación de la fiebre por
estar delgada se agudizó en EEUU, en los 90, cuando Calvin Klein utilizó a una
modelo llamada Kate Moss, de 1.70 de estatura y 44 kilos de peso, aspecto
enfermizo y apenas sin pecho:
“Muchachas desnutridas como recién salidas de un campo de
concentración, chicas que dan la impresión de haber sido golpeadas
violentamente, mujeres de ojos famélicos y ojos inmensos y asustados,
adolescentes pálidas con aspecto de haber sido succionadas por un ejército de
vampiros, zombies de ultratumba, modelos quietas y sin vida imitando a muñecas
o maniquíes de cera, son algunas de las imágenes que forman parte de la
iconografía de la fotografía de moda de finales de los 90”(Lourdes
Ventura, 2000).
Las publicaciones femeninas rebosan cada vez más de fórmulas para
adelgazar, de secciones que exponen los méritos de la alimentación equilibrada,
de recetas de cocina ligera, de ejercicios de mantenimiento para estar en
forma. La delgadez se ha convertido en un mercado de masas: en la Unión Europea
el 75% de las mujeres se consideran demasiado gordas (Ventura, 2000).
Mientras que Silvester Stallone declaraba a la revista Time que le gustan las de aspecto
anoréxico, una alta proporción de americanas afirma que lo que más teme en el
mundo es engordar.
Los datos en torno a estas industrias relacionadas con las
dietas son escalofriantes:
- Facturaron 33 mil millones de dólares en 1989.
- En todo el mundo se lanzan anualmente mil quinientos nuevos
productos light.
- Una de cada dos francesas y ocho de cada diez americanas han
intentado adelgazar al menos una vez en su vida. Ni siquiera las más jóvenes se
salvan: el 63% de las estudiantes americanas hacen régimen, el 80% de las niñas
entre 10 y 13 años declaran haber intentado adelgazar.
- De las mujeres que llevan una dieta adelgazante, entre un 89 y un
95% vuelve a recuperar su peso inicial.
- Los imperativos de la delgadez son cada vez más estrictos. La
evolución de las medidas de las modelos y de las candidatas al título de Miss
América así lo atestigua: a principios de los años veinte medía 1.73 metros y
pesaba 63 kilos; en 1983, el peso medio de una concursante que midiera 1,76
metros era de 53 kilos.
En nuestra sociedad, la esbeltez y las carnes firmes significan
dominio de sí, de
éxito, de self management. La tiranía de la delgadez engendra
culpabilidad y ansiedad en muchas personas, porque cada metabolismo es diferente, porque a menudo el peso no depende de la voluntad, porque aumentar o disminuir el peso
corporal no es algo que se pueda llevar a cabo en una o dos semanas, pese al
milagro que anuncian las clínicas y las tiendas de productos adelgazantes.
Una de las consecuencias de esta obsesión por la delgadez es el
aumento de una enfermedad moderna, exclusiva de países desarrollados, llamada
anorexia, que desató la alarma social hace pocos años. El 90% de los enfermos de anorexia son chicas jóvenes de clase media-alta
que están obsesionadas con el éxito y la belleza. : una de cada 250 mujeres
presenta trastornos alimentarios. Las consecuencias de las dietas, el uso de
laxantes y los vómitos autoprovocados son, según Lipovetsky, la fatiga crónica,
irritabilidad, trastornos menstruales, trastornos intestinales, crisis
nerviosas, depresiones, ataques de ansiedad, y su consecuencia extrema es la
muerte.
El psiquiatra Pier J.Beaumont, director de la unidad de trastornos de
la alimentación en el Wesley Hospital de Sidney, afirmaba, en unas
declaraciones al diario El País, que
la anorexia es una enfermedad femenina en más de 90%:
“El cuerpo de la mujer es algo
de lo que siempre se opina, cosa que nunca sucede con el de los hombres. En
adolescentes es la tercera enfermedad crónica más frecuente, después de la
obesidad y el asma. En los últimos años se ha detectado en pacientes cada vez
más jóvenes, de hasta 8 años. Se ha comprobado que cuanto más potencia la moda
una mujer muy delgada, más casos de anorexia aparecen”.
En Septiembre de 1999, en una comparecencia ante el Senado español,
que elaboraba una ponencia sobre los condicionantes extrasanitarios de la
anorexia y la bulimia, el presidente de Autocontrol de la Publicidad reconocía la parte de responsabilidad que el mundo publicitario
tiene en el desarrollo de dichas enfermedades. También los responsables de las
pasarelas españolas entonaron un tímido mea
culpa y aseguraron que no contratarían nunca más a modelos de la talla 36
para los desfiles de moda.
A pesar de ello, la anorexia sigue siendo una enfermedad terrible, y las mujeres del mundo occidental invierten demasiado tiempo, recursos y dinero, energías y deseos, en el embellecimiento de su cuerpo. Algunas han declarado la guerra a sus propios cuerpos, otras lo miman con devoción, pero todas se someten a los dictados de la industria de l
La tiranía de los pelos
Madonna exhibiendo sus pelos en los sobacos
Juliette Lewis
Patti Smith
Frida Khalo lucía su bigote
Creo que la gente debería dejar de penalizar con miradas de desprecio y comentarios hirientes a aquellas mujeres que no desean someterse a la tiranía de la depilación. A los hombres no se les mira mal por algo que es natural y forma parte de nuestro cuerpo del mismo modo que el pelo en las pestañas o en la cabeza.
Desde aquí reivindico la diversidad: las arrugas, las curvas, las grasas, los pelos, y la imperfección son algo natural en los seres humanos. Contra la homogeneización de la belleza, propongo visibilizar otros modelos femeninos que promuevan una imagen positiva de todo tipo de mujeres. Somos muchas y todas tenemos nuestro encanto personal.
Hay que pedir a los guionistas, las escritoras, los periodistas, las productoras, los presentadores, las creativas, que nos ofrezcan otros modelos de belleza diferentes, más reales, más cercanos. Gente de verdad, no personajes plastificados.
Sería maravilloso que todas podamos algún día prescindir de esos referentes, de esas representaciones idealizadas, y sentirnos a gusto con nuestro propio cuerpo y nuestras singularidades físicas. Es fundamental, también, que basemos nuestra autoestima en nuestras habilidades y nuestras generosidades, no en la perfección de los cuerpos. Que nos gustemos y nos aceptemos nos puede servir para aceptar también a los demás tal y como son.
Coral Herrera Gómez
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Otros artículos de la autora:
Bibliografía utilizada:
1) Gil Calvo, Enrique: “Medias miradas. Un análisis
cultural de la imagen femenina”, Anagrama, Barcelona, 2000.
2) Lipovetsky, Gilles: “La tercera mujer”, Anagrama,
Colección Argumentos, 1999.
3) Ventura, Lourdes: “La tiranía de la belleza. Las
mujeres ante los modelos estéticos”,
Colección Modelos de Mujer, Plaza & Janés, Barcelona, 2000.