A veces ocurre que nos relacionamos con los bebés sin saber que estamos siendo agresivos con ellos, pero si nos ponemos en su lugar, es obvio que a nadie le gusta estar tan tranquila en un sitio y que aparezca un desconocido de la nada que te agarra en brazos sin pedirte permiso, te besa y te achucha, te dice cosas que no entiendes, y luego te recrimina tu reacción de rechazo llamandote antipática o malcriada.
Esto es lo que hacemos con los bebés cuando los arrancamos de los brazos de su madre o su padre, aunque se nos vea toda la buena intención del mundo es muy violento pedirle a una persona que no te conoce de nada que se deje besar y abrazar. Es violento primero porque los sacamos de su espacio de seguridad, porque apenas tienen capacidad para comunicarse verbalmente y decir que no o pedir ayuda, porque no pueden defenderse por sí solos, y porque cuando expresan disgusto el adulto deja de ser encantador y se enoja.
Si lo que queremos es relacionarnos respetuosa y amorosamente, tenemos que hacer un ejercicío de empatía, es decir, ponernos en su lugar e imaginar que te pasa a ti algo así con un desconocido al que le gustas mucho y necesita besarte y acariciarte.
Ocurre que ponemos por delante nuestra necesidad de abrazar y besar a los bebés, a la necesidad de los bebés, que generalmente necesitan un tiempo para procesar la información que están recibiendo. Nadie se pone a pensar si el bebé querrá irse con nosotros, si se siente a gusto, si le caemos bien y le transmitimos confianza, o si hay algo en nosotros que les asusta. Y nos enfadamos o nos sentimos mal si el bebé nos rechaza, entonces arremetemos contra la madre o el padre para que se sientan culpables por no tener un bebé obediente, sociable y cariñoso con desconocidos.
En realidad es muy sencillo relacionarse con bebés: basta con ponerse frente al bebé a su misma altura, saludarlo con una sonrisa, presentarse (me llamo tal, soy la amiga de tu mamá, me dedico a no sé qué, tengo un perrito, etc), dejar que nos mire y nos analice, y tener paciencia. Hay bebés que superan la timidez inicial en tres minutos, y otros que necesitan más tiempo.
Una de las mejores cosas que facilitan la interacción es que la mamá o el papá los pongan en el suelo y tú te bajes a su altura para hablar con ellos, porque piensa que eres gigante y la comunicación en vertical no es nada placentera y no sirve para conectar.
¿Cómo se conecta con el bebé?, pues conversando de manera respetuosa, contándole cosas o haciéndole preguntas para que nos cuente algo, aunque no utilice palabras. Cuando logras crear esa conexión y sientas que el bebé está a gusto, entonces puedes pedirle permiso para abrazarlo y cargarlo en tus brazos, y si no quiere, eaceptar, darle prioridad a la voluntad del bebé y aguantarte las ganas de espachurrarlo.
Piensa que a nosotros nos pasa lo mismo: hay gente que nos atrae mucho enseguida, y hay gente que no nos genera esa química linda o esa curiosidad. Hay gente que nos cae bien y gente que nos cae mal, hay gente a la que nos encanta besar y abrazar, y otra gente con la que jamás tendríamos contacto físico. Y no pasa nada.
Si al bebé no le apetece que le separes de su madre, no te lo tomes a lo personal y no les insultes a ambos recriminándoles su apego. La mamitis no existe, es un invento creado para que las madres crien seres mutilados emocionalmente, y para que se sientan mal si les dan mucho amor, como si el amor fuese algo malo a lo que no debe uno acostumbrarse.
Bien, entonces recuerda que al final casi todos los bebés logran conectar con los adultos cuando cogen confianza y cuando se les despierta la curiosidad. En general, a todos los bebés les gusta que les hablen y les canten, y les cuenten cosas, y les sonrían, y casi todos necesitan un tiempo para tener confianza con adultos desconocidos, aunque sean familia muy cercana. Los bebés no saben lo que es la familia ni lo que son los amigos, de manera que no puede conectar tu relación con su mamá o su papá, ni sabe que os queréis mucho.
Empatía, respeto, paciencia, generosidad... es bien sencillo. No olvides siempre saludar y presentarte, ser respetuoso/a, sonreír mucho, no elevar el volumen de tu voz, trabajarte con cariño la conexión con el bebé, y pedirle permiso como harías con una persona adulta. Y si no obtienes permiso, no te enfades ni te sientas mal: cada bebé es un mundo, cada bebé tiene sus ritmos y su propia personalidad. Tienen todo el derecho del mundo a construir sus propias relaciones en igualdad de condiciones, derechos y libertades que la gente adulta.
Coral Herrera Gómez
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