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7 de abril de 2021

Te está pidiendo a gritos que le dejes



Hay una estrategia que utilizan algunos hombres para recuperar su libertad que consiste en portarse mal contigo para que les dejes. 

Lo hacen por cobardía, por egoísmo, por pereza, o por pura crueldad: creen que si te hacen sufrir mucho les vas a dejar enseguida. El problema es que no tienen en cuenta que muchas mujeres pueden aguantar años, y toda la vida, sufriendo, y que muchas creen que se merecen la violencia que reciben.

Estos hombres que hacen sufrir a sus parejas combinan diferentes técnicas: te tratan con indiferencia, se muestran distantes, se ponen misteriosos o ambigüos, aparentan que están en una crisis y que necesitan "pensar" si quieren estar contigo o no. 

Cuanto más opacos, confusos y turbios se ponen, más daño te hacen.

Algunos te hacen ver que se esfuerzan por verte aunque no tengan ganas, para que te sientas agradecida y en deuda.

Te llaman menos, te dan plantones, te dan excusas tontas, dejan de tener tiempo para tí, te hacen sentir insegura y celosa, te dejan pistas para que descubras sus infidelidades, te mienten, te hablan con desprecio, te humillan, y aprovechan la información que tienen de tí para hacerte daño donde más duele.

Generalmente estos hombres se esfuerzan en demostrarte todo el tiempo que no te aman para que tú reacciones y les dejes. 

Tontean con otras mujeres para que les veas y te enfurezcas, tienen cambios de humor y de estado de ánimo muy bruscos, a ratos están encantadores y a ratos parecen monstruos.

Usan mucho la técnica de darte una de cal y otra de arena para confundirte y para que creas que estás loca.

Unos te hacen sentir una carga para ellos, como si pesaras toneladas.  

Otros te van amenazando con la idea de que se van a ir, pero no se van nunca.

Te hacen sentir vergüenza delante de tu gente, te humillan en público, te hacen sentir insegura, te culpan de lo mal que va la relación, y van aumentando su crueldad para obligarte a tomar la decisión de dejarles.

¿Cual es el problema? Que hay parejas que pasan años así, y hay mujeres que no les dejan por muy mal que les traten. 

Estos tipos no se conforman con destrozar la salud mental y emocional de sus víctimas, muchos culpabilizan a la víctima, y se victimizan cuando ellas por fin dan el paso: "me ha dejado", dicen algunos entre lágrimas, mientras por dentro brindan por su nueva libertad. 

Algunos son tan malvados que te dicen que sí te quieren, pero... que eres tú la que lo está estropeando porque protestas por todo, y te inventas cosas para amargarles la vida. 

Y otros son tan retorcidos que quieren hacerte creer que tú eres la culpable de todo: ellos querrían amarte pero no pueden porque estás amargada y te comportas como una loca. 

Es una de las formas de violencia machista más crueles: maltratarte y hundirte hasta que no puedas más, o hasta que pierdas la cabeza. 

Se llama violencia psicológica y emocional: cuando alguien te hace sufrir en beneficio propio, está ejerciendo violencia sobre ti. 

En este caso el beneficio que obtienen es destruirte para que les dejes, tú quedes como la mala, y él como el bueno

Es violencia machista, y hace tanto daño como la violencia física. 


¿Cómo protegerse y dejar de sufrir? 

Las mujeres tardamos demasiado tiempo en irnos: como nos han hecho creer que amar es sufrir, que amar es aguantar, sacrificarse y resignarse, asumimos que es "normal" soportar tanto dolor, nos cuesta mucho identificarlo como malos tratos.  

Además, nos han engañado con la idea de que él puede cambiar. El cuento de que un día de forma mágica se dará cuenta de lo maravillosa que eres, de lo estúpido y malvado que ha sido, de que nadie le amara como tú, es una trampa.

Ninguno se transforma en una buena persona de la noche a la mañana.

En este caso, él no va a cambiar porque en el fondo de su alma lo que desea es recuperar su libertad,  que te apartes y les dejes. 

Nosotras tenemos dos herramientas potentes: el instinto de supervivencia y el sentido común, que nos mueven a irnos de los sitios donde no nos quieren bien, y a protegernos cuando se están aprovechando de nosotras o nos están tratando mal.

El tiempo es un aliado también. Cuanto antes te des cuenta de que tu pareja quiere que le dejes, más rápido puedes actuar.

Si el objetivo de él es destrozarte para que les devuelvas su libertad, el tuyo es ahorrarte toneladas de sufrimiento: en cuanto empiecen con la indiferencia, la desgana, la falta de cuidados, el misterio, la ambigüedad, los engaños, las mentiras, las infidelidades, los comentarios despreciativos, los castigos y el mal trato, hay que cortar de raíz, y terminar la relación. 

Además de la falta de cuidados, otra señal muy clara de que hay que acabar una relación está en tí, en tu propio cuerpo. Cuando empiezas a sentir preocupación, angustia, ansiedad, tristeza, miedos, pensamientos obsesivos, hay que darse prisa. 

En cuanto empiece a doler, hay que impedir a toda costa que te haga daño, y cuidarse mucho a una misma.

Es importante que no se nos olvide que sufrir no es gratis: tiene un coste altísimo. A las mujeres nos pone de rodillas, nos envejece, nos enferma, nos quita la paz mental, nos roba la energía y el tiempo, nos amarga la vida. 

Sé que es un trabajo descomunal luchar por dentro contra el mito de que el amor todo lo puede, pero es una trampa para que aguantemos violencia de tipos que no solo no nos aman, sino que están deseando librarse de nosotras. 

Nosotras no nacimos para sufrir, ni podemos ayudar a ningún maltratador, ni podemos cambiarles. Ellos son destructivos y lo que quieren es aniquilarse, y destruirte a tí también.

El único cambio posible es el que está en tu mano, el que haces tú, cuando decides ser honesta y responsable contigo misma, y empiezas a protegerte y cuidarte. 

La primera regla del auto-cuidado es salir de una relación en cuanto empieces a sufrir. 

Cuando tu pareja no te cuida ni se cuida es porque no le importas, no te ama, y no te quiere. 

Si te está pidiendo a gritos que le dejes, date prisa, sal de ahí, libérate cuanto antes: 

Tu salud mental y emocional es sagrada. 

Tu tiempo es oro.

Tu vida es solo una.


Coral Herrera Gómez 


Si quieres separarte de tu pareja o ya estás en ello, vente con nosotras al grupo de Mujeres que se separan del Laboratorio del Amor 


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30 de junio de 2020

¿Cuándo hay que dejar una relación?




Todas las historias de amor se acaban, pero nos cuesta mucho ponerles punto y final. Hay parejas que tardan meses, otras tardan años, y algunas no se atreven a separarse nunca, aunque saben que estarían mejor cada uno por su lado. 

Lo mejor para sufrir lo menos posible es terminar la historia en el momento justo, antes de empezar a sufrir o a hacer sufrir a la otra persona. Es muy difícil separarse, pero cuando no hay amor, no hay respeto, no hay igualdad, no hay cuidados, ni sinceridad, ni compromiso, es mejor separarse que seguir. 

No importa si lleváis dos semanas. dos meses o veinte años juntos: las relaciones en las que no se puede disfrutar del amor, es mejor terminarlas. Estar enamorada no es una excusa: millones de personas en el mundo se separan estando enamoradas. Lo importante no es la historia de amor que quieres vivir, sino tu bienestar y tu felicidad. Lo importante es ahorrarte sufrimiento, especialmente en las relaciones en las que no hay reciprocidad: los amores no correspondidos son los más dolorosos. 

¿Y cómo identificar cuando es el momento justo?, ¿cómo saber si ha llegado ese momento en el que ya el amor no da más de sí?  Ese momento te lo dice tu cuerpo y tu corazón: cuando te das cuenta de que no te estás divirtiendo, cuando no estás disfrutando, y cuando no te sientes cuidada. Además de las señales que los actos y el cuerpo de la otra persona nos lanzan, también están las señales que emite nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro corazón: hay que aprender a escucharse a una misma y a tenerse en cuenta, y una de las principales demostraciones de amor hacia nosotras mismas es no estar en relaciones en las que sufrimos. 

Aquí algunos tips para saber cuándo ha llegado el momento de poner punto final a tu historia de amor. 

- Cuando lloras: esta es una de las principales señales de que algo no va bien. Si lo pasas mal, si sufres, si sientes angustia o ansiedad, si sientes miedo o te sientes decepcionada, si sientes dolor o rabia, si te enfadas todo el tiempo o te sientes muy triste, es porque la relación no está funcionando. Es la primera y más importante señal de alerta: es tu cuerpo el que te dice que lo estás pasando mal, y eres tú la que tienes que cuidarte a ti misma y responsabilizarte de tu felicidad. 


- Cuando estáis empezando y tenéis ideas completamente diferentes sobre lo que es el amor, la pareja, el compromiso emocional, y además tenéis ritmos diferentes a la hora de profundizar en la relación. Cuando cada cual tiene deseos y metas que no son compatibles: ni tú puedes obligar a tu pareja a que lleve tu ritmo, ni te pueden obligar a aceptar el ritmo de la otra persona. Las mujeres tendemos a adaptarnos a lo que hay, a lo que nos ofrecen, pero resignarnos nos genera un dolor y un rencor que no nos hace bien. 


- Cuando todo es muy difìcil y tu pareja te pone muchos muros y obstáculos: cuando tu pareja no quiere tener pareja, cuando sufre mutilación emocional, cuando te imponen una frecuencia y unos horarios sin preguntarte qué es lo que te apetece a ti. Cuando te ponen a una persona en medio de la relación, cuando te intentan mantener a distancia, cuando no te sientes libre para comunicarte cuando quieras, cuando sientes que no puedes actuar con espontaneidad, entonces hay que plantearse si merece la pena estar con alguien que tiene tantos problemas para disfrutar del amor. 


- Cuando tu pareja invisibiliza tu existencia o niega la existencia de la relación: "sólo somos amigos", "nosotros no tenemos nada", "tú no eres nadie en mi vida", "no le voy a hablar de ti a nadie", "no quiero que nos vean en público", "lo nuestro es sólo sexo", "lo nuestro es sólo un rollo"... este tipo de gente sigue diciendo lo mismo cuatro años después, así que generalmente si te niegan o invisibilizan es porque no te quieren. Y es muy doloroso estar con alguien que siente vergüenza de ti, o te pide que te quedes en un armario esperando, sin hacer ruido para que los demás no se enteren de tu existencia. 


- Cuando sientes que no hay un equilibrio en la relación, que uno de los dos está dando mucho más de sí que el otro, que uno de los dos está sosteniendo la relación con amor y cuidados, y la otra persona sólo se deja querer y cuidar. Cuando no hay equilibrio en el reparto de tareas, ni en las ganas, ni en la intensidad, ni en la economía... la persona que está poniendo más energías y recursos es la que peor lo pasa. Hay que dejar entonces la pareja, seas tú la que no logra dar lo mejor de ti, o sea la otra persona la que no llega: las relaciones sin equilibrio son generalmente muy difíciles, y sólo funcionan cuando uno de los miembros cede, acepta, se resigna, y se somete a lo que la otra persona ofrece. 


- Cuando las cosas van mal y tu pareja no quiere hacer autocrítica, cuando se limita a culparte de todo lo que ocurre sin reconocer su parte de responsabilidad, hay que salir corriendo. Jamás se van a arreglar los problemas si todo el peso de la relación recae sobre ti, si la otra persona no sabe pedir disculpas, si la otra persona no se trabaja su parte para que la relación vaya a mejor. La pareja siempre está en construcción, y siempre es cosa de dos: ambos tenéis que alimentar y cuidar la relación, y trabajaros lo que tengáis que trabajar para mejorar la convivencia y ser mejores personas.  


- Cuando eres tú la que notas que ya no quieres estar en pareja porque se te acabó el amor o porque te has enamorado de otra persona, tienes que ser honesta contigo misma, y con tu pareja, y hacer todo lo que esté en tu mano para evitar que sufra por ti. Cuanto antes actúes, mejor: es preferible pasar el dolor de una ruptura a estar en pareja sin sentirse querida. 


- Cuando tu pareja no se porta bien contigo, cuando no te trata bien: te da plantones, te hace feos, no te responde a los mensajes ni a las llamadas, se niega a ponerse condón, desaparece durante días y regresa sin dar explicaciones, se pone violento cuando se enfada o se estresa, te vigila para controlarte... Cuando trata de meter en la relación a otra mujer (una ex, una amiga nueva), cuando coarta tu libertad, trata de aislarte de tu gente, te critica constantemente, te humilla, se burla de ti en público, habla de ti despreciativamente, emite órdenes y se enfada si desobedeces, te chantajea emocionalmente, te amenaza, te ridiculiza, se avergüenza de ti, o te castiga con su indiferencia. Cuando tu pareja trata de ponerte celosa para que estés más insegura y te hagas más dependiente, e incluso, cuando tu pareja disfruta viéndote sufrir porque se siente poderoso, entonces lo mejor es dejar la relación. 


- Cuando tu pareja te dice que te ama pero no te sientes amada, tienes que escuchar primero lo que te dice tu corazón, confiar en ti y en lo que estás sintiendo. Cuando tu pareja dice una cosa, y hace otra, cuando no hay coherencia entre el discurso y su comportamiento, es importante que te pongas de tu parte, y entiendas que es peligroso quedarte en una relación en la que las palabras no dicen lo mismo que los actos de la otra persona.No importan los motivos por los cuales alguien está contigo aunque no te quiera: lo importante es que no te quedes ahí si no te sientes correspondida. 


- Cuando uno de los dos (o los dos) traspasa la línea roja del respeto, lo más probable es que no haya forma de garantizar que no va a volver a ocurrir. Cuando hay agresiones verbales o físicas hay que separarse y ponerse a trabajar en terapia para no volver a repetirlo con futuras parejas, para entender cómo llegaste a ese punto o cómo llegó la otra persona, y para que en el futuro el respeto mutuo sea siempre el centro de tus relaciones. 


- Cuando sientes que algo se te quiebra dentro, o cuando algo se rompe: la confianza, la comunicación, la complicidad... a veces es posible continuar cuando ha habido una infidelidad, pero si se rompe la confianza, cuando te juntas a alguien que te miente varias veces y que te engaña constantemente, la relación puede convertirse en un auténtico infierno. 


- Cuando a tu gente no le gusta tu pareja, y no le gusta cómo te trata, ni cómo les trata a ellos: esta es una de las claves más importantes. La gente que te quiere bien, quiere que seas feliz, y si ellos no se sienten bien en el mismo espacio que tu pareja, es por algo. Hay gente que no te lo dice abiertamente y sencillamente intenta verte a ti a solas para no tener que ver a tu pareja, o evita quedar contigo. Hay gente que sí te lo dice, y es importante que escuches los motivos por los cuales creen que no es una buena pareja para ti. Normalmente tú te autoengañas pensando que ellos no saben lo maravilloso que es tu chico, pero cuando lo dejas, te das cuenta de por qué a tu gente no le gustaba tu pareja. Así que escucha a los seres que te quieren y desean lo mejor para ti: pueden ahorrarte muchos meses y años de sufrimiento.  


- Cuando estás soñando con un milagro romántico para que cambie tu pareja o cambie tu relación, es porque algo no va bien: las mujeres nos pasamos la vida soñando con transformaciones mágicas, pero no nacimos para resignarnos, ni para esperar: la vida es sólo una, es muy corta, y no podemos desperdiciar nuestro tiempo en esperar cambios que normalmente sólo se dan en las películas románticas, pero no en la realidad. El único cambio posible es el que haces tú tomando decisiones y actuando para cuidarte y para intentar tener una vida mejor. 


- Cuando no hay condiciones para quererse, cuando hay algo que os separa o que os impide disfrutar del amor: tu pareja te confiesa que está casada, o de pronto se enamora de otra persona, o decide irse a otro continente a desarrollar su profesión o a vivir su sueño. Cuando tu pareja tiene  problemas que a ti te afectan, tienes que plantearte dejar la relación. Y también si tu pareja entra en una secta, o cae en una depresión y no quiere ni verte, o cae en una adicción que le va a llevar a la muerte. También puede ocurrir que tu pareja decida cambiar de vida radicalmente, o que seas tú la que necesite un cambio radical ... hay parejas que se quieren mucho pero no pueden estar juntas porque no hay condiciones o no hay compatibilidad, o porque ambas evolucionan en dirección contraria, o porque vienen cambios muy fuertes que impiden que la relación sea posible...siempre es mejor liberarse y liberar a la otra persona. 


- Cuando notas que tu pareja está aburrida de ti y sabes que está contigo por estar, cuando su apatía y su desgana te hacen daño, cuando su indiferencia te socava la autoestima, cuando te sientes utilizada, o cuando notas que el amor ya no da más de sí, no esperes a ver si florece solo como por arte de magia. 


- Cuando la relación está estancada, cuando te sientes atrapada: hay relaciones que no van para delante ni para atrás, y hay relaciones en las que uno de los dos miembros pierde su libertad porque uno impone unas condiciones carcelarias y le pide a la otra persona que se sacrifique y renuncie a sus proyectos, a sus sueños, a su vida social, a su red de afectos. 


- Cuando haya incompatibilidad en el tema de la crianza: si tú no quieres tener hijos o hijas, pero tú pareja sí, o al revés, ten muy claro que no le puedes imponer a nadie tus deseos y necesidades, pero que tampoco puedes ceder porque es muy duro no poder tener hijos cuando los quieres, y es una tortura tener hijos cuando no los deseabas. Sólo es posible fundar una familia con hijos cuando las dos personas están con muchas ganas y se comprometen con todo su corazón: la crianza es muy dura y hay que formar un buen equipo para sacar adelante a los niños/niñas. 


- Cuando sientes un malestar y no sabes ponerle nombre ni hablar de ello. No llega a ser dolor, es más bien una sensación de que algo no va bien, algo no te cuadra o no te encaja, pero no puedes explicarlo bien. A veces tiene que ver con el miedo a estar sufriendo una estafa. Por ejemplo, si empiezas una relación fantástica y crees que has encontrado un compañero, pero sospechas que tiene otras relaciones y que te está mintiendo. O cuando un día te ves cargando con problemas que no son tuyos, o te ves en un hogar estilo monarquía en el que la otra persona se comporta como un rey y a ti te ha tocado el papel de sirvienta. Cuando tú sola asumes la carga doméstica y de cuidados es porque algo no está funcionando bien: hay alguien abusando de ti, de tu energía y de tu tiempo para vivir mejor. Piensa que no sólo te pasa a ti, que no es un problema personal sino colectivo: son muchas las mujeres que viven como criadas de sus maridos, y tardan años en identificar a ese malestar que no tiene nombre del que hablaba Betty Friedan en su libro "La mística de la feminidad"


- Cuando hay más peleas y broncas que momentos buenos, cuando hay demasiado rencor acumulado por el paso del tiempo, y cuando notas que al sentaros a hablar sólo emitís reproches y más reproches. Hay que ponerse a pensar si merece la pena vivir siempre enfadados, y si no estaréis mejor separados. Si lo que quieres es vivir tranquila y estar bien, entonces no lo dudes: estar en pareja peleando constantemente es un infierno, y nos amarga la vida por completo. No pierdas tus energías en luchar contra tu pareja, ni en intentar cambiarla, ni en intentar dominarla: si no funciona la relación, si no os lleváis bien, lo mejor es terminarla con amor, a ser posible sin empezar una guerra. 


- Cuando estás cediendo todo el tiempo para no crear conflicto, cuando eres tú la comprensiva y la paciente, cuando estás renunciando a tus pasiones o a tus sueños, cuando estás siempre en una posición sumisa y complaciente por el miedo que tienes a quedarte sin pareja, cuando eres tú la que tira del carro todo el tiempo, hay que plantearse si merece la pena estar en una relación en la que tú no eres tú, y en la que siempre sale beneficiada la otra persona. 


- Cuando hay gente que se mete en tu relación para hacerte daño a ti o a tu pareja, hay que saber romper la relación cuando tu pareja no te cuida o no te protege por inacción u omisión, o directamente se pone del lado de la otra persona. 


- Cuando notas que tu pareja está haciendo verdaderos esfuerzos para que dejes tú la relación. Hay gente que cuando ya no te quiere empieza a portarse mal, muchos están pidiendo a gritos que le dejes: hazlo. No lo dudes ni un segundo: si te lo hace pasar mal es porque está deseando liberarse pero es demasiado cobarde como para decirtelo. 


- Cuando estás harta de aguantar, cuando sientes que ya no puedes más, cuando te sientas apática y desganada, cuando te das cuenta por fin de que no hay nada que hacer que no hayas intentado ya para salvar la relación, cuando sientas que te apetece volar, cuando te atrevas a imaginar la vida sin tu pareja, cuando te ves a ti misma feliz en un futuro sin tu pareja. 


Coral Herrera Gómez 









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6 de agosto de 2019

Cómo cuidarte y cuidar a tu ex cuando te separas



Cuando llega la separación en una relación de pareja, hay que cuidarse mucho y cuidar a la otra persona. Al dejar de amar a alguien, no dejamos de quererlo y de preocuparnos por su bienestar y su salud. Algunos tips para quererse bien mientras nos separamos:

Cuando llega el desamor y una relación se acaba, ayuda mucho todo el trabajo que estamos haciendo desde el feminismo con las emociones y el auto-cuidado. Esas mismas herramientas pueden ayudarnos mucho a separarnos con amor, y a cuidarnos mucho a nosotras mismas: podemos construir una ética amorosa que nos permita romper nuestras relaciones intentando no empezar una guerra, no sufrir, y no hacer daño a la otra persona.

Una de las claves para cuidarnos cuando nos separamos es ser valiente y honesta/o. Hay que hablar mucho sobre cómo nos sentimos. El primer paso es sentarse a hablar con una misma y decirse en voz alta lo que está pasando: "me estoy desenamorando, ya no siento lo mismo de antes, ya no quiero seguir con él/ella".

Aceptar es una de las claves para poder separarnos bien: hay que ser muy realista, muy humilde y muy generosa, y hay que trabajarse mucho el EgoLa aceptación con respecto a una separación llega cuando somos realistas y asumimos que se acabó la historia. Con la aceptación empieza el duelo, y desde ahí nos es más fácil ser generosas y dejar marchar a la otra persona de nuestro lado.

Es maravilloso cuando podemos llegar a desear a nuestro ex lo mejor en la nueva etapa que comienza: se abre ante nosotras un nuevo horizonte, una nueva vida con nuevos afectos y con nuevas experiencias y aprendizajes. Es fascinante que ambos podamos dejar el pasado atrás, vivir varias vidas, y tenernos para siempre en el recuerdo.

Aceptar que ya no estamos enamoradas no es nada fácil.

Aceptar que ya no nos quieren es también muy difícil, y muchas nos resistimos con uñas y dientes, pensando que lo último que se pierde es la esperanza. 

Cuanto más nos resistimos, más duele el desamor. Algunas recurrimos al auto-engaño (volverá, esto es un mal sueño, en el fondo me ama, se dará cuenta de lo equivocado que está), y nos aferramos a un clavo ardiendo. Inevitablemente soñamos con el milagro romántico, el final feliz que vemos en las películas, ese momento en el que sucede algo mágico, y por fin él se da cuenta de lo maravillosa que es ella, lo ciego que estaba, y lo mucho que la ama.

Una vez que dejas de soñar con el milagro (cuando la otra persona te deja claro que ya no quiere seguir y no hay vuelta atrás, y cuando por fin escuchas lo que te están diciendo), aceptas lo que te está pasando. Viene el segundo paso, que es mucho más difícil todavía: decirle al otro/a cómo te sientes. Cuesta mucho, porque si es la otra persona la que se quiere ir, sabes que lo vas a pasar mal. Pero si eres tú la que quieres deshacer el lazo que os une, no quieres hacerle daño, te sientes una traidora, y te come la culpabilidad: prometiste que le querrías y le amarías para siempre. Estás fallando, estás demostrando que no puedes cumplir una promesa, y no sabes ni por qué te está pasando.

Cuanto más tiempo tardamos en sentarnos a hablar con la pareja, peor. Cuando llega el desenamoramiento nuestro comportamiento cambia, y las vibraciones cambian: nuestra infelicidad, nuestra culpabilidad, y nuestra desgana se palpa en el ambiente. La otra persona se empieza a dar cuenta y empiezan las preguntas, las excusas, las sospechas, las mentiras, la confusión y la incertidumbre, los miedos, los reproches, las peleas, el victimismo, las posiciones defensivas, los ataques para provocar reacción, las  llamadas de atención (trágicas o agresivas), las luchas de poder y las guerras... que aceleran el desamor y nos hacen sufrir mucho.

Tardamos tanto en dar el paso porque no nos han enseñado a separarnos bien, a cerrar las historias con cariño. Creemos que cuando llega el momento de separarse, toca vivir una escena dramática llena de insultos, reproches, reclamos, amenazas, chantajes y cosas que se dicen en momentos de dolor para hacer daño a la otra persona. La mayor parte de las veces iniciamos una guerra por inercia, creyendo que lo normal es odiar a aquel o aquella que ya no te ama. 

Si sigue pasando el tiempo y no te has sincerado, te sientes todavía más culpable y te comen los miedos, los remordimientos y las angustias, que al principio son sólo tuyas, y después son compartidas. Cuanto más disimulas, peor te sientes, y si tu pareja te pide que seas sincera y no lo eres, entonces es el infierno: cuando te dan oportunidades para que rompas la relación y no las aprovechas te sientes terriblemente.

Hay gente que lleva su cobardía al extremo y se lo monta muy mal: por ejemplo aquellos que eligen portarse mal con su pareja para que sea la otra persona la que de el paso y rompa la relación. Es común en los hombres porque tienen más dificultades para decir lo que sienten, y porque generalmente las mujeres depositan en ellos la responsabilidad de velar por su bienestar y su felicidad. Para eso está el amor: a las chicas nos enseñan que ellos son los salvadores y los solucionadores de problemas, y que sin un hombre no podemos ser felices. Entonces a ellos les cuesta más romper porque se sienten culpables o porque les da pereza. Así que eligen este camino que parece más fácil, y que sin embargo, tiene el efecto contrario.

Portarse mal con tu compañera no sirve para que te deje y sufra menos, sino más: las mujeres fuimos educadas para aguantar malos tratos, indiferencia, y para sufrir todo el tiempo "por amor": en todas las películas nos dicen que cuanto más sufres, más grande será la recompensa. Es el masoquismo romántico el que nos mantiene en relaciones tóxicas, dañinas, y basadas en la dependencia emocional.

Portarte mal para que te dejen es una opción que atenta contra la ética del amor: es una tortura para la persona a la que quieres. No le dices lo que pasa, no le das información para que pueda tomar sus decisiones, le dejas con esa duda que genera esperanza y desesperanza: es una forma de maltrato, y duele mucho.

También duele separarse y caer en el circulo vicioso de separación-reconciliación que hace tan intensas las relaciones. Es peligroso meterse en este círculo porque nos lleva a hacernos mucho daño, a sufrir mucho, y a convertirlo en una relación tóxica. Cuanto más alargamos la separación definitiva, más duele: hay que cortar por lo sano y tratar de empezar cuanto antes el contacto cero para desengancharse.

Hay parejas que logran separarse unidas, y viven juntos el proceso antes del contacto cero. Conversan mucho sobre lo que sienten y sobre los pactos que quieren hacer para sobrellevar la separación de la mejor manera posible, para hacer el proceso más fácil, para respetar los tiempos de cada uno, para repartirse los bienes comunes, para compartir la crianza y educación si tienen hijos en común, para ir hablando sobre la manera en que va cambiando nuestra relación y la mejor manera de ir separando nuestros caminos.

Se sufre mucho menos cuando te portas bien, y cuando sientes que la otra persona se está portando bien contigo y te está cuidando. Aunque ya no te ame, aunque ya no la ames.

Lo importante es cuidarse mutuamente, portarse bien, y que se porten bien contigo.

Este es el escenario ideal, pero otras veces ocurre que hay tanto dolor cuando nos separamos, que la comunicación es imposible. Entonces es mejor desconectar del todo, y gestionar la separación por separado, con ayuda de nuestra gente querida que se ofrezca para ejercer de mediadora, o de profesionales que nos ayuden a negociar. Lo más importante, es mantener el contacto cero para vivir el duelo, calmar los ánimos, y empezar a cerrar las heridas abiertas que duelen porque están en carne viva.

Cuando hay muchas emociones fuertes de por medio que nos impiden sentarnos a hablar con respeto y cariño, es mejor cortar la relación de raíz, dejar que se calmen las emociones, tomarse un descanso emocional, desintoxicarnos y desengancharnos del amor romántico. En el proceso, hay que cuidarse mucho y vivir el duelo en las mejores compañías pensando que todo pasa, todo cambia, y nada permanece, ni el dolor más intenso del mundo.

A veces es sólo cuestión de desengancharse de la droga del amor, hacerse un detox, tomarse un descanso, y aliarse con el paso del tiempo, que va cicatrizando todas nuestras heridas y nos permite construir nuevas relaciones y nuevos afectos. También es cuestión de cuidarse y trabajarse todo aquello que haya que trabajarse por dentro para pasar el duelo de la mejor manera posible.

Al separarte lo normal es que sientas empatía y te preocupes por el sufrimiento del otro, pero sobre todo hay que preocuparse y ocuparse en el de una misma: es fundamental que nos cuidemos mucho durante todo el proceso, tanto la salud física como la salud mental y emocional. Es el momento de rodearte de tu gente querida, pedir ayuda y calorcito, y tener espacio para conversar largamente y llorar las penas. Después, toca levantarse y empezar una nueva etapa en tu vida.

Necesitamos trabajarnos mucho y hablar mucho para aprender a despedirnos con cariño, sin rencor, sin odio, sin miedos, sin egoísmo y sin deseos de venganza. Para poder negociar sin pelearnos, es fundamental: 

- que seamos generosos, 
- que sostengamos una posición ética basada en los buenos tratos, 
- que no seamos ambiguos y no levantemos falsas esperanzas, 
- que seamos honestos 
- que hablemos mucho sobre lo que nos está pasando, 
- que cuidemos mucho nuestras palabras y nuestros actos, 
- que usemos el sentido común, 
- que respetemos mucho a la otra persona
- que no alarguemos el proceso, 

y que podamos cuidarnos mutuamente si se dan las condiciones, durante el tiempo que dure el proceso de separación. 



20 de diciembre de 2017

¿Por qué sigue conmigo si no me quiere?




Sigue contigo porque está cómodo.

Porque necesita sentirse amado. 

Porque no quiere que estés con otros.

Porque se siente atrapado.

Porque le da pereza empezar de nuevo con otra. 

Porque le da miedo verse solo. 

Porque necesita apoyo moral.

Porque se siente importante a tu lado.

Porque necesita sexo disponible 24 horas. 

Porque cree que no puedes vivir sin él.

Porque se siente culpable.

Porque es muy gratificante para su Ego que una mujer como tú le quiera.

Porque tiene miedo de ser honesto y sincero.

Porque le encanta sentirse poderoso. 

Porque no le duran nada las amantes. 

Porque está aburrido, pero no sabe cómo decírtelo.

Porque sabe que nadie más lo va a amar como tú lo amas.

Porque necesita tu dinero, tu casa, o tu apoyo económico.

Porque está muy solo en la vida.

Porque necesita calor humano.

Porque contigo se siente querido incondicionalmente

Porque se está aprovechando de ti.
 
Porque le encanta tener a sus pies a una mujer que sufre por él

Porque sabe que es insoportable

Porque tiene otras parejas y cada una de vosotras le aporta algo.

Porque a veces se imagina feliz sin ti, pero a ratos le da cosa por si se arrepiente luego

Porque cree que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer

Porque le ca muy bien tu familia y tus grupos de amigos y no quiere perderlos.

Porque cocinas divinamente.

Porque le da status social estar contigo y no quiere perderlo.

Porque le aterra el futuro y se aferra al pasado

Porque piensa que tu vida sin él no tendrá sentido

Porque le gustas a todos sus amigos.y le encanta pavonearse de la novia que tiene.

Porque es como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer.

Porque es egoísta y jamás piensa en tu felicidad.


Así que menos preguntarse por qué sigue contigo si no te quiere, y más enfocarte en lo importante: 




Coral Herrera Gómez









8 de octubre de 2014

Otros finales felices son posibles: rupturas amorosas, separaciones cariñosas

Escultura "Amor", de Alexander Milov, artista ucraniano.


¿Es verdad que de amor al odio hay un paso?, ¿es posible separarse sin hacer la guerra?, ¿puede un divorcio ser amoroso?, ¿hay alguna manera de acabar una relación con el mismo cariño  con el que se empieza un romance?, ¿cómo aprender el arte de decir adiós a los seres queridos?, ¡cómo cuidar a nuestra pareja en el proceso de separación?....


Somos gente guerrera: basta con encender la televisión o abrir un periódico para comprobarlo. El mundo está en guerra, los países resuelven sus conflictos con violencia, unos grupos humanos explotan y masacran a otros, unos pocos hombres poderosos dominan al resto. En nuestra vida cotidiana también hacemos la guerra a diario: en casa, en el trabajo, en la familia.... las luchas de poder son constantes en un mundo de jerarquías y desigualdad.

Nos cuesta relacionarnos con amor, pese a que vivimos en un sociedad muy romántica: nos encantan los boleros y las baladas, las películas con finales felices, las bodas y los corazoncitos… Sin embargo, no sabemos querernos bien, y tampoco sabemos separarnos bien, porque no sabemos gestionar las emociones ni tenemos las herramientas que nos permitan acabar una relación con el mismo amor con el que la empezamos . 


Incluso aunque un romance haya sido hermoso, cuando llega el momento de la ruptura los amantes se convierten la mayor parte de las veces en auténticos monstruos. De la noche a la mañana nos convertimos en seres despiadados sin escrúpulos capaces de utilizar las más viles estrategias para vengarnos, y para hacer daño a la persona que ya no nos ama. Cuando el despecho invade nuestros corazones, dejamos de ser románticos y sensibles, y nos convertimos en seres malvados y despiadados capaces de cometer las mayores atrocidades. 

Un ejemplo de las guerras románticas es la comedia de “La guerra de los Rose”, aquella película en la que la pareja formada por Katheleen Turner y Michael Douglas lucha a muerte cuando llega la hora de separarse. Aun se quieren, y aún sienten una fuerte atracción sexual el uno por el otro, pero no saben quererse bien, y por eso se separan con odio. 


El triple mensaje que nos lanza Hollywood en esta película (y en la mayor parte de las películas de desamor) es siempre el mismo: del amor al odio hay un paso, quien bien te quiere te hará llorar, y los que más se desean, son los que más se pelean. 


Este triple mensaje es muy recurrente en nuestra cultura amorosa, y sirve para justificar la violencia contra la persona amada. En Occidente lo "normal" es que cuando una relación termina, una de las personas sea la "culpable" y la otra, la "víctima". La víctima puede dar rienda suelta a su afán de venganza con total libertad: si te rompen el corazón, parece justificado que devuelvas el daño que te han hecho con creces. 


El mensaje que nos lanzan es que es normal que pierdas la cabeza y que utilices la violencia en todas sus formas cuando ya no te aman. A la violencia pasional le ponen la etiqueta de "locuras de amor", por eso hay gente que cree que es "normal" asesinar a una mujer que ya no quiere seguir a tu lado, y por eso los periodistas machistas siguen utilizando la expresión "crimen pasional" para justificar los feminicidios: "él la mató porque ella le abandonó", "él la mató porque tenía celos: ella le engañó con otro", "él la asesinó porque estaba triste y desesperado, y tenía miedo de perderla". 


La gran paradoja del romanticismo radica en que hay personas que aparentan ser muy sensibles, dulces, generosas, y tiernas cuando todo va bien, y después se convierten en verdaderos monstruos llenos de crueldad y odio. En nombre del “amor” justificamos los actos más viles (acusaciones falsas, chantajes, amenazas, insultos, y putadas variadas) con la excusa de que tenemos todo el derecho del mundo a ser mezquinos y crueles con la persona que ya no nos ama.


Y es que el desamor se vive como la gran traición, y a los o las traidoras hay que castigarlas bajo el lema de que en el amor vale todo. Por eso hay gente que es capaz de cualquier cosa con tal de herir a su pareja o ex pareja. Uno de los castigos más habituales es amenazar a la pareja con impedirle ver a sus hijos e hijas: “si no quieres estar conmigo, no vas a verlos", "si te separas de mi, te separo de ellos y dejarán de quererte”. 


Otro método de castigo suele ser tratar de sacar a la otra persona todo el dinero y los recursos posibles: hay un montón de abogados y abogadas que animan a las mujeres, por ejemplo, a dejar en la ruina a sus ex maridos, a "sacarles hasta el último euro". 


Otra vía infalible para vengarse: aislar afectiva y socialmente al ex para que se quede solo o sola después de la separación, mediante el método de hacerse la víctima con el grupo familiar y de amigos. Siempre se espera que los demás se pongan de parte del bueno y castiguen al malo…

Nuestra cultura nos hace creer que el amor de verdad ha de ser eterno: por eso cuando acaba hacemos un drama total, y elegimos siempre el lugar de la víctima: no utilizamos la expresión "nos hemos separado", sino: "me ha abandonado", que sirve para tratar de despertar la solidaridad en la gente cercana. 

El trauma del divorcio es tal que hay personas que convierten su odio hacia el ex en el centro de sus existencias, y pasan años tratando de destrozarle la vida como si eso les hiciese sentir mejor. Sin embargo, hay culturas, como los Mosuo de China, que no viven las rupturas sentimentales de un modo tan traumático y violento, quizás porque entre ellos no establecen relaciones basadas en la propiedad privada. Las mujeres Mosuo viven en sus casas con sus hijos e hijas, y van de noche a la casa del amante a visitarlo, de manera que cuando uno de los dos miembros ya no desea seguir con la relación, la estructura vital de ambos no se desmorona: cada uno tiene su casa y sus bienes, y lo único que han de sufrir es el duelo de la separación, no el derrumbe de su vida entera.


Además, nos hacen creer que al amar a alguien nos convertimos en la propiedad privada de ese alguien, y viceversa: "Tu eres mía" signfica que no somos libres para quedarnos o para irnos cuando queramos. Parece que al firmar un contrato matrimonial ya no podemos juntarnos y separarnos con alegría, con cariño, y con generosidad. 


Sin embargo, solo se puede amar en libertad. El amor no se puede comprar, y no podemos obligar a nadie a permanecer a nuestro lado en contra de su voluntad, ni que nos obliguen a nosotras a continuar en una relación cuando ya no somos felices. Realmente, es monstruoso que alguien se quede a tu lado por miedo o por pena, o bajo amenazas. 


Nos cuesta mucho entender que los amores se acaban,  y que cuando las cosas no van bien, es mejor separarse. Dice el refrán que siempre es mejor estar sola que "mal acompañada", pero nos cuesta aplicarlo porque vivimos en un mundo muy individualista y uno de los peores terrores que nos atacan es el miedo a la soledad. El miedo a que nadie nos quiera. El miedo a no ser importantes para nadie, a que nuestros seres queridos hagan su vida sin necesitarnos en ella. 


Son muchos los miedos que nos invaden cuando decidimos acabar una relación, pero es porque no nos enseñan a separarnos, y porque asociamos el divorcio al fracaso. En las películas apenas tenemos referencias de gente que se separe con amor. En la vida real, tampoco es frecuente ver a parejas que se separan tratarse con cariño y con ternura. 


En lugar de sentirnos agradecidos por haber podido vivir una historia de amor hermosa con la otra persona, nos sentimos heridos porque la historia se acaba. Igual suena muy fuerte eso de decirle a alguien: “Margarita, gracias por los 3 años de felicidad que vivimos juntos, ojalá que seas feliz en tu nueva etapa”, o “Manolo, lo pasé de maravilla estos 4 meses de amor, gracias por disfrutar de este ratito de tu vida junto a mí”, pero sin duda nos iría mucho mejor si lograsemos asumir que las historias empiezan y se acaban, y que siempre es mejor dejarlas cuando aún no duelen, cuando todo está bien, cuando se pueden hablar las cosas con tranquilidad. 


Las rupturas amorosas nos harían mucho más cortos los duelos románticos, lo que haría más fácil curar las heridas del desamor y volver a empezar otra etapa en nuestras vidas, bien a solas, bien con otras personas. Pero para ello tendríamos que aprender a separarnos, a conectar con la otra persona con el mismo amor con el que empezamos la relación, a dialogar asertiva y sinceramente, a comunicarnos con transparencia pero tratando de no hacer daño a la otra persona. Podríamos vivir la ruptura como una oportunidad para reformular la relación, y convertirla en otra cosa, por ejemplo, amistad. 


Todos y todas tenemos una buena persona en nuestro interior: solo hay que dejarla brillar en momentos de intenso dolor. Cuando sufrimos por el final de un amor, es posible conectar con tu lado más generoso y abierto, y decir adiós dejando a un lado el rencor, los miedos, los reproches y los egoísmos: sólo hay que ser generoso/a, y aprender a amar no sólo la libertad propia, sino también la libertad de las personas a las que amamos. 


Son muchas y muy variadas las formas de hacer la guerra cuando nos separamos: violencia psicológica, violencia física, violencia sexual... que afecta no sólo a los protagonistas de estas guerras, sino a toda su gente querida: hijos e hijas, padres y madres, familiares y amistades. 


En la cultura amorosa occidental mezclamos lo sentimental con lo económico, ya la dependencia emocional se le suma la dependencia económica. En las sociedades donde hay mayor igualdad entre hombres y mujeres, es más fácil construir relaciones igualitarias, libres y sanas. En nuestra sociedad, sin embargo, las mujeres somos más pobres y nuestras condiciones laborales son muy precarias, y eso nos hace más dependientes de los dueños de las tierras y los medios de producción. 

Las separaciones cariñosas no son una utopía: hay muchas parejas que si logran separarse con mucha comunicación y cuidándose mucho mtuamente. No son los casos más comunes, pero haberlos haylos. 


Fromm decía que el amor es un arte: el desamor también lo es. Si entrenamos para aprender a decir adiós con amor, podríamos disfrutar más del presente, preocuparnos menos por el futuro, y dejar el pasado atrás sin sufrimientos. Sería más fácil asumir que la gente no nos pertenece, que la vida es un camino por el que transitamos, a ratos a solas, a ratos acompañadas por gente linda. 


Y que esa gente linda va y viene, como nosotros y nosotras. Los compañeros del colegio, de la universidad, de los trabajos por los que pasamos llegan y se van; los abuelos y abuelas se van, los padres y las madres, los hijos y las hijas también se van. Los amores aparecen, se quedan un tiempo, y se van también... y nosotras mismas también llegamos a la vida de la gente y nos vamos de ella. Bien porque migramos, bien porque viajamos, bien porque evolucionamos o nos morimos: ninguno de nosotros es eterno, y las relaciones tampoco lo son. 


La base del buen amor es la libertad para quedarnos o para irnos, para elegir nuestros caminos, para compartir ratitos de la existencia, y para decir adiós con generosidad y agradecimiento... practiquemos y ensayemos este arte para sufrir menos, y disfrutar más del amor. 


Otras formas de separarse son posibles: es más fácil si nos cuidamos a nosotras mismas y a la gente con la que compartimos trocitos de nuestras vida. Cuidarse mutuamente, con mucho amor del bueno...

Coral Herrera Gómez 


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