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19 de mayo de 2023

¿Cómo aprenden los niños a tener miedo al amor y a las mujeres?

 






"Olvídala, solo traen problemas", le dice Baloo a Mogly en "El libro de la Selva" la primera vez que ve un ser humano. Y es que el ser humano es un niña, qué mala suerte. Así aprenden los niños a tener miedo al amor y a odiar a las niñas y a las mujeres, nuestra cultura está plagada de mensajes como éste, en el que los hombres adultos enseñan a los niños a protegerse con buenos consejos. 

¿Y por qué solo traen problemas? Porque son malas, caprichosas, irracionales, histéricas, interesadas, manipuladoras, retorcidas, superficiales, cursis, estúpidas, y si te enamoras de ellas, caerás bajo sus garras y te pueden destrozar el corazón, vaciar la cuenta bancaria,  quedarse con tu casa y con tu coche. O las domesticas y las sometes, o te chuparán la sangre hasta dejarte seco. 

En lugar de plantearse una hermosa amistad entre ambos niños, nos meten una escena de amor romántico. En la siguiente escena Mogly va detrás de la niña, y en sus ojos se ve que está embobado, como cuando le hipnotizó la serpiente, otra malvada hembra. Le lleva el cántaro porque ella como es una mujer y es débil y frágil, no puede cargar peso. Está esclavizado por el amor. 

El amor es cosa de niñas, y es peligroso. Por eso los mayores enseñan a los niños a defenderse de los hechizos femeninos. Y por eso los niños, para humillar a otros niños, les comparan con niñas, ¿hay algo peor en el mundo que ser una niña, o parecerse a ellas?

Desde muy pequeños los niños aprenden a construir su masculinidad rechazando a los bebés, a las niñas, y a los homosexuales. Los niños no nacen machistas, ni nacen violentos, aprenden a serlo escuchando a los mayores y a través de los cuentos, series de televisión, películas, y videojuegos. Todos están plagados de prejuicios, estereotipos, mitos y mandatos del patriarcado, para que niños y niñas aprendan los valores de la misoginia, que es el odio contra el sexo femenino, desde muy pequeños, y para que aprendan a defenderse del amor.

¿Comprendéis por qué es tan importante sensibilizar y educar en la igualdad a los futuros escritores, dibujantes, guionistas, productores, directores y productores? 

No podemos dejarles solos frente a las pantallas consumiendo mitos y estereotipos, deberían poder aprender a identificarlos y a tener herramientas para que aprendan qué es un estereotipo, para qué se usa, y a quienes beneficia que se perpetúe el machismo generación tras generación.

La única manera de acabar con la violencia contra las mujeres es una revolución cultural y educativa. 

 #RevoluciónAmorosa 

#Coeducación #estereotipos #misoginia #ViolenciaMachista

Coral Herrera Gómez


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22 de abril de 2023

La salvación no está en el príncipe azul, está en las utopías colectivas.



La salvación que andamos buscando todos y todas no esta en una persona, ni en un objeto mágico, ni en un milagro divino. La salvación de la Humanidad está en las utopías colectivas, pero la gente solo cree en dioses que ofrecen soluciones individuales a unos pocos elegidos.

Los dioses son incapaces de hacer grandes transformaciones, solo pueden ayudar a unos cuantos privilegiados. Ellos seleccionan a los que podrán vivir una Buena Vida, su poder solo alcanza para ayudar y proteger a un puñado de ricos. 

Mientras, aquí en la Tierra, los señores poderosos producen relatos basados en apocalipsis y distopías para que creamos que estamos todos condenados al infierno. Los creadores y productores culturales saben que las utopías son revolucionarias, y por lo tanto peligrosas, por eso solo nos ofrececen futuros infernales y finales horribles, llenos de sufrimiento, violencia y destrucción. 

Para que no nos pongamos creativos mitifican a los hombres violentos entregados a la autodestrucción (personal y colectiva) Nos venden relatos distópicos para que vivamos con miedo, nos creamos que todo va a peor, y no nos pongamos a soñar con un mundo mejor. 

Esos mismos señores se ríen con desprecio de la gente que se resiste a vivir con miedo. Es gente que tiene aún esperanza, y por eso resultan tan incómodos. 

Nos hacen creer que la utopía es sinónimo de "sueño imposible", que estamos condenados a destrozarnos, a aniquilar todo tipo de vida, a destruir al planeta Tierra, porque "así somos de violentos los humanos". 

Nos engañan con el príncipe azul y con el Salvador celestial, para que no sepamos quiénes son las heroínas y los héroes de carne y hueso que se dejan la piel por el sueño de un mundo mejor. No quieren que sepamos de su lucha ni que nos contagiemos de su energía y su ilusión. No sea que tomemos ejemplo y nos pongamos a revolucionarlo todo.

Nos regalan utopías individuales, pero jamás utopías colectivas. 

En la escuela no nos enseñan a pensar en el Bien Común. Nos enseñan a desconfiar de la especie humana, a competir con los demás, a guerrear entre nosotros, para poder someternos y manipularnos. 

Nos anestesian con distopías para que no nos atrevamos a imaginar un mundo mejor, una sociedad en la que la Humanidad aprenda a cooperar, a comunicarse, a cuidarse y a cuidar el planeta, a convivir con los demás seres vivos en armonía y en paz. 

En las pantallas no nos hablan de la fuerza revolucionaria del amor para que no nos entusiasmemos con la posibilidad de construir otro mundo, y de soñar con el derecho a vivir una Buena Vida. Una vida libre de explotación, de sufrimiento y de violencia. 

Nos ofrecen hombres mutilados y sin esperanza, mujeres cosificadas al servicio de esos hombres, modelos a seguir basados en estereotipos y mitos que perpetúan el sistema. Ellos quieren que vivamos derrotados, sin fe en la Humanidad, sin fe en el futuro, muertos de miedo, y cada uno buscando la manera de salvarse a sí mismo. 

El poder solo nos ofrece ídolos y modelos a seguir que cantan, bailan, posan, hacen películas, hacen deporte y acumulan dinero. No conocemos apenas a la gente que cree en utopías y trabaja por ellas, a la gente que a diario, desde sus trincheras cotidianas, aporta a la creación de un mundo mejor, y hace este un poco más habitable.

Y sin embargo, el mundo está lleno de gente que cree en utopías colectivas y que lucha por el derecho de todos y todas al Buen Vivir. 

Es la gente que protesta contra las injusticias, defiende sus derechos, y le exige a los gobiernos que acabe con la pobreza, el abuso, la desigualdad. 

Es la gente que abolió la esclavitud, el apartheid, las dictaduras, y la que se inventó Declaración de los Derechos del Hombre, una utopía que cambió la Historia. 

Estos seres humanos que sueñan con un mundo mejor inventaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que tuvo un impacto monumental, puso límites a la violencia del capitalismo salvaje, y modificó las leyes de muchísimos países. 

La Declaración de los Derechos Humanos de las Mujeres también tuvo un impacto enorme: el movimiento de liberación de las mujeres también ha modificado las leyes de muchos países y sigue hoy, con fuerza, luchando por acabar con las jerarquías, la explotación, la acumulación de poder, y con ellas, acabar con el capitalismo y el patriarcado. 

Las utopías colectivas son caminos hacia la transformación; existen muchas maneras de relacionarnos y de organizarnos a nivel social, político y económico. 

Se trata de soñarlas juntas y juntos, de unirse a la gente que ya está en esos caminos desde hace años, de aprender a trabajar en equipo, de contagiarse de esa fuerza poderosa que nos permite avanzar. 

Si nuestra cultura nos vende apocalipsis y nos hace creer que así somos, que no hay solución, que no hay esperanza, apaguemos las pantallas y salgamos a la calle a bañarnos en las utopías colectivas. 

Salgamos a mojar a los demás para que puedan unirse a la fiesta. 

Inventemos relatos utópicos y demostremos que son posibles. 

Nos quieren amargados, resignados, y muertos de miedo, nos quieren empastillados y metidos en casa, aislados de los demás, buscando desesperados la salvación personal. 

Ojalá un día nos encuentren en las calles, bailando, soñando y luchando con una vida mejor para la Humanidad y demás seres vivos del planeta Tierra.


Coral Herrera Gómez 


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21 de octubre de 2022

Desmontando los mitos sobre la riqueza y la pobreza



Hay mucha gente que cree que la pobreza es inevitable, que los ricos estimulan la economía y aportan al avance de los países, que los pobres son pobres porque quieren, que los pobres son felices con lo poco que tienen, y que no hay mucho que podamos hacer para cambiar nuestro sistema económico, excepto sobrevivir cada cual como buenamente pueda. 

Estos mitos se desmontan con la realidad. Los datos, informes y estudios demuestran todo lo contrario: los pobres trabajan más que los ricos, los pobres sueñan con una vida mejor, los ricos frenan el desarrollo del progreso y los avances en sus países, los ricos no piensan en el Bien Común ni en la Justicia Social, y los pobres mantienen a los ricos.

Vamos a desmontar estos cinco mitos con cifras:

Mito 1) Los ricos son necesarios porque sostienen y estimulan la economía de un país

Mucha gente afirma que ellos son los que crean empleo porque son los dueños de las empresas. Pero no es cierto, porque los salarios son muy bajos y apenas pagan impuestos. 

Las personas que sostienen las naciones son las familias trabajadoras y las mujeres que trabajan gratis. 


Los ricos no estimulan 

- De los 20 millones de trabajadores que hay en España, unos “9,5 millones de personas cobran sueldos de 1.000 euros mensuales que no llegan a fin de mes”. Según datos de CIS, el 35% e los españoles llega justo a fin de mes, el 11% necesita tirar de ahorros y más del 5% tuvo que endeudarse.

- De media, los españoles de entre 55 y 59 años tuvieron un sueldo medio de unos 28.240 euros anuales en 2019, mientras que el 61% de los asalariados menores de 25 años recibió un sueldo mensual inferior a 1.336 euros en 2020.

- Las mujeres cobran 5. 000 euros menos que los hombres: el salario medio para ellos es de 2.300, y el de las mujeres fue 1.800 euros.


Los ricos no aportan 

- En España. dos de cada diez multinacionales españolas pagan solo un 2,6% de su beneficio por el impuesto sobre sociedades. El resto, en torno al 16%.

- El 90,76% de los ingresos totales del Estado proceden de las familias trabajadoras. 

- Las familias españolas pagan casi 50 veces más impuestos que las grandes empresas en España. Además, dedican el 40% de su salario, mientras que las familias europeas dedican un 29% de media. 


-Evasión fiscal: 60.000 millones de euros pierde España cada año por la evasión fiscal de multinacionales y grandes fortunas. Son apenas estimaciones, pues un 80,6% del fraude total fiscal y laboral queda oculto y sin castigo cada año.

Has leído bien: los trabajadores pagan un 40% de sus ingresos, y los ricos solo un 2%. 

Y estos datos lo que nos dicen es que siguen pagando más los que menos tienen, y que por lo tanto los ricos no aportan apenas a la economía y el progreso de sus países.


Los ricos no son necesarios

Pero hay más: los pilares del sistema económico son las mujeres que trabajan gratis. Sin nosotras el capitalismo patriarcal no sería posible: somos las que parimos obreros y obreras, las que les críamos y educamos, las que les cuidamos cuando enferman, les preparamos para ser personas adultas, funcionales y productivas, y somos las que hacemos posible que los obreros lleguen a sus puestos de trabajo bien comidos, bien dormidos, bien vestidos, con sus necesidades básicas cubiertas, listos para producir. 

En todo el mundo, las mujeres sufrimos doble y triple jornada laboral, y aportamos 11 billones de dólares anuales a la economía trabajando gratis en el hogar y en los cuidados de todos los miembros de la familia, incluidos los animales y las plantas. 

Hablamos de millones de horas diarias dedicadas por las mujeres a sostener el sistema económico para que unos pocos puedan acaparar y acumular la riqueza. 

Mientras, en todo el mundo los ricos impiden el avance de la economía de sus países: la evasión y la elusión fiscal de las grandes empresas a través de paraísos fiscales cuestan a los países en desarrollo al menos 100.000 millones de dólares al año, según Oxfam.


Los ricos viven de los pobres

Los ricos necesitan masas de gente necesitada y desesperada. Algunos de ellos viven a menudo de la usura (los pobres son los más endeudados), y de la explotación de mano de obra barata. 

Nunca lograrían ganar tantísimo dinero si tuviesen que pagar salarios justos, así que no pueden tolerar que los gobiernos tomen medidas contra la pobreza. Ponen el grito en el cielo cuando pretenden aumentar los salarios y las pensiones porque ellos no ven personas, sólo ven números. 

Los ricos nos necesitan también porque los grandes contratos los hace el Estado con nuestro dinero. Ellos no aportan, pero con lo que aportamos nosotras, ellos viven como dioses. 

Nosotras tenemos que trabajar en sus negocios, cuidar a sus hijos y mayores, limpiar sus casas, satisfacer sexualmente a los hombres ricos, y ellos nos dicen que así lo ha querido Dios. 

Los empresarios se enriquecen con la plusvalía mucho más que con la venta de sus productos o servicios: cuanto más nos explotan, más dinero ganan. Nos roban el tiempo de vida y la energía a cambio de salarios que nada tienen que ver con el valor de nuestro trabajo.   

Si en el mundo todas las personas tuvieran los ingresos garantizados, los empresarios no encontrarían a nadie dispuesto a trabajar por 1 dólar al día, ni por 4 dólares la hora. No podrían acumular dinero aprovechandose de nuestra necesidad, ni podrían hacernos préstamos para cobrar los intereses, ni podrían manejar esas cifras de ceros tan obscenas que manejan hoy en día. 

Por eso en sus medios de comunicación nos quieren hacer creer que gracias a ellos funciona el país, porque crean puestos de empleo, y por eso tienen derecho a pedirle a los gobiernos que transfieran nuestro dinero a sus bolsillos, que recorten servicios sociales, y que nos quiten los derechos fundamentales: saben que si no podemos ir al médico ni podemos estudiar, tendremos que endeudarnos y convertirnos en clientes de sus hospitales y universidades privadas. 

La gran mayoría de los políticos trabajan para ellos: desmantelan todo lo público para desviar fondos a sus cuentas bancarias, recortan en becas y en prestaciones sociales para generar más precariedad, más necesidad, y más sufrimiento. 

Cuanto más sufrimos nosotros, más se ríen ellos. 


Mito 2) Los pobres son pobres porque quieren. 

La mayor parte de la gente que sostiene esta idea creen que son vagos, perezosos y no tienen ganas de prosperar, muchos afirman que son unos parásitos que impiden el progreso en sus países. 

Sin embargo, la mayoría de las personas pobres tienen empleo, muchos hasta dos y tres empleos. 

Una de cada 10 personas del mundo vive en extrema pobreza, son 736 millones de personas las que viven con menos de 1,90 dólares al día. No tienen acceso al agua potable y a otros servicios básicos como la salud y la educación. Pobres multidimensionales hay 1.400 millones, la mitad son menores de 18 años. 

Cada 4 segundos muere una persona a causa de la pobreza, son 21. 000 personas al día en todo el mundo. 

Todas las cifras son de informes publicados por la organización Oxfam Intermón. 

Las personas más pobres son las que más trabajan, y la gran mayoría son mujeres y niñas. Ellas sostienen la economía de sus países: trabajan dentro y fuera de casa durante todo el día, muchas sin salario, sin días de descanso, sin vacaciones, sin bajas por enfermedad, sin derecho a la seguridad social, y sin derecho a jubilarse. 

Las condiciones en las que trabajan estas mujeres son terribles; dedican todo su tiempo y su energía a ganar unas monedas que no les permiten vivir una vida digna. Todas ellas sin derechos humanos, muchas sin acceso a la educación, sin acceso al sistema sanitario, y sin posibilidad de liberarse de la explotación que sufren, en las fábricas, en los campos de cultivo, en los hogares de los ricos, y en sus propias casas. 

Las mujeres que se dedican a los cuidados no tienen los mismos derechos que los demás trabajadores. En España se les reconocieron sus derechos hace tan sólo unos meses, en 2022. En el resto del mundo, las cuidadoras no reciben salario si enferman, no tienen apenas horas libres en la semana, no pueden salir libremente de las casas en las que viven, sufren acoso sexual de los hombres de la casa, y maltrato psicológico y emocional de todos sus habitantes. 

Los pobres no son pobres porque quieren: lo son porque los ricos acaparan los trabajos mejor pagados, tienen acceso a las mejores universidades, acréditos, ayudas y subvenciones, tienen contactos, y de hecho, son los que menos horas de tiempo dedican a trabajar. Podéis verles en las páginas del corazón, de fiesta en fiesta, de yate en yate, de comida en comida, disfrutando de la vida y derrochando a manos llenas. 

Los 10 hombres más ricos poseen más riqueza que el 40 % más pobre de la humanidad.  La riqueza que ostentan los 20 milmillonarios más ricos supera el PIB de toda África subsahariana. .

La concentración obsecena de la riqueza dará lugar pronto al primer  al primer "billonario" del mundo en tan sólo 25 años. Esta persona necesitaría derrochar UN MILLÓN  de dólares al día durante 2.738 AÑOS para gastar toda su fortuna.


Mito 3) Los pobres son felices con poco. 

No es cierto, su esperanza de vida es inferior.  La diferencia entre barrios ricos y pobres de una misma ciudad puede ser de quince años o más. 

La pobreza acorta la vida más que la obesidad, el alcohol y la hipertensión: la población de bajos o nulos recursos sufre más la mortalidad temprana, y todo tipo de enfermedades a causa de la mala o la escasa alimentación, el frío y el calor extremos, la violencia, y la dificultad para acceder a medicinas, tratamientos y atención médica. 

El riesgo de morir por enfermedades crónicas en los grupos socioeconómicos bajos es entre un 25% y 50%, y hasta un 150% , dependiendo de la circunstancia.

Ser pobre te condena a sufrir también depresiones, trastornos y enfermedades mentales y emocionales: nueve de cada diez personas con problemas con la hipoteca sufren problemas de salud mental frente al 12% del resto de la población. 

Para los niños y las niñas, la pobreza conlleva un mayor riesgo de morir durante el embarazo o el parto, de sufrir muerte prematura, desnutrición, enfermedades infecciosas. La pobreza afecta a la inteligencia y al rendimiento escolar: "Las estructuras del cerebro destinadas a procesos críticos para el aprendizaje son vulnerables a las circunstancias ambientales de la pobreza, como el estrés, la escasa estimulación y la nutrición"

Las mujeres sufren más la pobreza : la mayoría no tienen acceso a educación sexual, a anticonceptivos, y a la interrupción del embarazo. Muchas mueren durante el embarazo y el parto, y también en abortos clandestinos. Cuantos más hijos tienen, más pobres son, y más vulnerables a vivir violencias de todo tipo, tanto en la familia como en las instituciones. 

Ser pobre es vivir expuesto a todo tipo de explotaciones. En el caso de los hombres, explotación laboral. En el caso de las mujeres, explotación laboral, doméstica, sexual, emocional y reproductiva. 

La explotación es violencia porque las personas que generan el sufrimiento se benefician de él. Las que más expuestas están a la explotación de su energía, su tiempo y su cuerpo son las mujeres, con ellos se enriquecen los hombres que las usan de mercancía para sus negocios (burdeles, clinicas reproductivas, industria pornográfica, traficantes de esclavas domésticas, traficantes de esclavas sexuales, etc)

Sometidas a la explotación sufrimos todo tipo de abusos, malos tratos y violencias (económica, emocional, psicológica, física, sexual), por lo que enfermamos más y morimos antes que las mujeres de clase media y alta. 

Los pobres no son felices con lo poco que tienen: solo es posible ser feliz cuando tus necesidades básicas están cubiertas (agua potable, comida tres veces al día, techo, ropa de abrigo), tus ingresos son dignos, y tus derechos están garantizados (especialmente el derecho a la Salud y a la Educación) Si no tienes las condiciones mínimas para vivir bien, y para procurar a tus hijos e hijas una Buena Vida, no puedes ser feliz: los pobres se suicidan mucho más que los ricos, y todos, absolutamente todos y todas las personas que sufren la pobreza, querrían tener una vida mejor. 

 

Mito 4) Tú puedes salir de la pobreza y convertirte en millonario si lo deseas realmente.

A los medios les encanta contarnos historias de superación personal basadas en el mito de la transformación mágica. Es el cuento del patito feo que se convierte en cisne, el mito del pobre que trabaja mucho para crear un imperio de la nada. ya sabéis, ese hombre que se pone a vender camisetas en la calle y a los pocos años tiene tiendas de lujo en las principales ciudades del mundo, esa mujer que pedía en la calle, se puso a vender sandwiches, y acabó siendo millonaria...

Sin embargo, la realidad es bien diferente: la mayoría de los ricos son ricos por herencia. Heredan apellidos, títulos, bienes, propiedades, dinero y contactos. 

Los nuevos ricos lo son por dos motivos: o explotan mano de obra barata, o tienen contactos políticos. Muchos montan una empresa cuando ya tienen pactado el contrato con la administración. 

La corrupción es uno de los factores que más influyen en el aumento de la pobreza, junto con la explotación de la mano de obra barata en los países más pobres. 

Para poder llegar a ser rico, si no naces en una buena familia, necesitas contactos en el gobierno de tu país. 

Es cierto que algunos chavales de Sillicon Valley se hicieron extremadamente ricos con sus pequeñas empresas tecnológicas, pero esto no es lo más común: son excepciones a la norma. La norma es que no hay sitio para todos, y que sólo unos pocos afortunados pueden acaparar lo de todos. 

La norma es que no hay empleo para todos y todas, ni salarios dignos para todos, y que solo una pequeña parte de los y las trabajadoras tendrán salarios que les permitan condiciones de vida dignas y que les permitan ahorrar. 

La norma es que un ser humano esté sirviendo en el mercado laboral hasta el mismo día de su muerte: pocos países pueden proporcionar a sus habitantes el derecho a jubilarse. 

Es cierto que a algunas personas les toca la lotería y les cambia la vida, pero por probabilidad, tienenes más papeletas de que te caiga un rayo a que te toque el premio. 

También es cierto que algunos youtubers y algunos streamers se han hecho millonarios sin salir de casa, pero son pocos. La mayoría no gana esas cantidades desorbitantes. 

No es fácil hacerse rico, pero una vez que alcanzas cierto nivel económico, todas las puertas se abren para tí, y aumentan exponencialmente tus capacidades para hacer más dinero: el dinero llama al dinero.

La vida es más dura y más cara para los pobres. La mayoría no posee conocimientos sobre el mundo financiero y la forma de manejar su dinero, y la gran mayoría vive permanentemente endeudada, ambas cuestiones dificultan su capacidad para ascender socialmente y para desarrollar sus proyectos profesionales o empresariales. 

Las diez personas más ricas del mundo son hombres, las personas más pobres del planeta, mujeres. 

No es cierto que no somos ricos porque no lo deseamos con fuerza: no lo somos porque son muy pocos, cada vez menos, los que se quedan con todos los recursos, y porque esos pocos ganan cada vez más: los niveles de concentración de riqueza son cada vez mayores. 

¿Por qué algunos acumulan tanto dinero que no podrían gastarlo en cien vidas aunque quisieran?, ¿para qué acumulan tanto?, y lo más increíble: ¿por qué la gente les admira tanto?, ¿por qué tantos sueñan con ser tan avariciosos y tan llenos de codicia?

Los mitos en torno a la riqueza y la pobreza siguen perpetuando la idea de que los ricos son personas exitosas porque tienen talento y son muy productivos: sin embargo, hay muchisimos pobres que tienen talento y no pueden vivir de ello, y son muy trabajadores y muy disciplinados, y no pueden salir de la pobreza. 

Y es porque la pobreza es estructural: nadie podría acumular dinero sin quitarselo a los demás. Nadie podría enriquecerse si no hubiera pobres, y si no hubiese esclavas trabajando gratis todos los días varias horas. 

El sistema capitalista no podría funcionar sin las toneladas de sufrimiento humano que genera: cuanta más pobreza y hambre, cuanta más violencia, cuanto más dolor, más ricos son los ricos. 


Mito 5) La pobreza es inevitable

"Así lo ha querido Dios", "unos tienen suerte y otros no, así es la vida", "unos merecen más que otros por haber estudiado o por haber nacido en tal familia", "de todo tiene que haber en este mundo", "los ricos son seres superiores que se merecen disfrutar de su éxito y de su poder", "unos mandan, y otros obedecen, así es la vida", "acabar con la pobreza es una utopía", son expresiones comunes para justificar esta idea falsa y para perpetuar los privilegios de las clases poderosas. 

Es una cuestión de sentido común: la pobreza se puede acabar si distribuimos la riqueza de un modo justo y equitativo. 

Hay muchas propuestas para reducir y erradicar el sufrimiento humano:

Un impuesto anual sobre el patrimonio –comenzando en tan solo un 2 % para las fortunas millonarias y llegando al 5 % en el caso de las milmillonarias– podría generar 2,52 billones de dólares cada año, suficiente para sacar de la pobreza a 2 300 millones de personas, fabricar vacunas para todo el mundo y proporcionar servicios de salud y protección social universales a la población de los países de renta media y baja.

- Dejar de explotar a las mujeres y pagarles por su trabajo como al resto de la masa trabajadora sería otra medida que acabaría con la pobreza de muchas mujeres y de sus familias. 

- Dejar de saquear a los países pobres y perdonarles la deuda externa.

 - Garantizar a toda la población su derecho a Vivienda, a Salud y a Educación. 

- Garantizar a toda la población ingresos dignos, tengan o no tengan empleo, con una Renta Básica Universal. 

- Frenar el éxodo hacia las grandes ciudades y apostar por el desarrollo del mundo rural. 

- Parar las guerras que solo benefician a los hombres que fabrican y venden armamento.  

- Frenar la catástrofe climática, si es que aún estamos a tiempo. Cada vez hay más personas obligadas a desplazarse por culpa de las sequías y las inundaciones, y a perderlo todo en el camino. 

- Educar en las aulas y a través de los medios de comunicación para que todo el mundo aprenda que es posible vivir sin pobreza, y es posible un mundo diferente si nos organizamos de otra manera. 

Para la ONU la erradicación de la pobreza es el objetivo principal de su trabajo, pero después de 15 años de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), no se ha conseguido gran cosa. Los ricos siguen acumulando sin parar. Si bien el porcentaje de gente que vive en la pobreza cayó significativamente (de casi el 27% en 2000, al 9% en 2017), sin embargo la pandemia ha vuelto a incrementar el nivel de pobreza en todo el mundo. 

En España, después de la pandemia, ya hay 13 millones de pobres, y en el mundo post covid, hay 200 millones más de pobres. Mientras, los de arriba han incrementado su riqueza de una manera obscena con la pandemia: los diez hombres más ricos duplicaron su fortuna durante el tiempo que duró la pesadilla.


Conclusiones 

Es importante desmontar los mitos para que entendamos por qué el 99% de la población permite que el 1% acumule toda la riqueza del mundo, por qué trabajamos para ellos y les compramos sus productos, y por qué la gran mayoría de la población humana sufre tanta miseria. 

Desmontar los mitos también es útil para entender por qué los ricos no tienen medida, no tienen escrúpulos, son profundamente insolidarios, y la gran mayoría se opone a la creación de una Renta Básica Universal. 

Ellos viven mejor cuantos menos derechos humanos tenemos. Porque de hecho, hacen negocios millonarios con ellos. 

Esto no nos lo enseñan en la escuela, y de esto no se habla en los medios, porque es peligroso que tomemos conciencia de cómo los ricos viven de nosotros, y también es peligroso que sepamos que hay otras formas de organizarse económicamente que no implican explotación, sufrimiento ni violencia. 

Enseñar a la gente a pensar en el Bien Común es peligroso: la mayoría vive intentando sobrevivir,  inmersa en la filosofía del individualismo y el egoísmo más feroz, creyendo que no se puede hacer nada, que todo depende de la suerte, y tratando de no ver el dolor y la miseria. 

Cuanto más anestesiados estamos frente a la injusticia, más nos costará rebelarnos ante ella y ponernos a trabajar por un mundo mejor.  

Sin embargo, también hay mucha gente despierta, con conciencia social, luchando para sensibilizar y concienciar a las mayorías, y tratando de construir un mundo mejor. 

Tenemos las ganas, los conocimientos, la inteligencia, la tecnología, las capacidades y las habilidades de acabar con la explotación, el sufrimiento y la violencia. 

Ahora es cuestión de convencer a los ricos que aprendan a tener empatía, a pensar en el Bien de la Humanidad, a entender el concepto de justicia social, de igualdad y libertad, que conozcan y respeten los derechos humanos, que se den cuenta de que el dinero que guardan en sus cuentas bancarias es dinero estancado, y que no necesitan acumular tanto. 

Mientras, la gente tiene que tomar conciencia de la clase social a la que pertenece realmente, entender cómo funciona el capitalismo y el patriarcado, para que puedan darse cuenta de que los intereses de la mayoría no coinciden con los intereses de la minoría de ricos que controlan el mundo. Es la única manera de que dejemos de votar a los partidos que gobiernan para ellos.  

Poca cosa, ¿verdad?

Tenemos mucho trabajo por delante, lo primero es desmontar los mitos, abrir los ojos, y dar a conocer la realidad del mundo en el que vivimos. Después, desatar nuestra creatividad para soñar con un mundo mejor. Y por último, unirnos y ponernos manos a la obra para llevar la utopía a la realidad. 


Coral Herrera Gómez 


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16 de agosto de 2020

El Mito de la Familia Feliz




¿En qué consiste el mito de la familia feliz? En la idea de que sólo podemos ser felices si nos juntamos en pareja para amarnos toda la vida y tener hijos. Los mitos sirven para mantener el orden social, y para que repitamos el esquema que adopta todo el mundo: formar una familia heterosexual y monógama que trabaja, que se quiere, se reproduce, se pelea, produce, consume, y se endeuda. 

Todos los mitos nos prometen la felicidad, y el de la familia feliz es el más importante de nuestra cultura porque sobre esta forma de organización se sustenta todo el sistema patriarcal y capitalista. Es un mito que contiene otros mitos fundamentales de nuestra sociedad occidental: el mito del amor romántico, el mito de la monogamia, el mito de la maternidad romántica, y el mito de la conciliación laboral y familiar. 

El mito de la familia feliz sirve para que creamos que nuestro destino es enamorarnos, casarnos, reproducirnos, acumular objetos innecesarios, pagar facturas sin parar, sonreír en las fotos, y morirnos.

Nos hacen creer que en esto consiste tener éxito en la vida, porque quieren que nos juntemos y nos aislemos de dos en dos para que las mujeres traigamos al mundo nueva mano de obra para el mercado laboral. Nuestra misión es educarlos para que sean como nosotros y funden su propia familia feliz. 

¿Cómo consiguen que todas las mujeres soñemos con hacer lo mismo? En vez de obligarnos, nos seducen. Primero nos engañan para que creamos que nuestro sueño y nuestra función es cuidar a un hombre. Nos hacen creer que nuestro objetivo en la vida consiste en mantenernos bellas para encontrar uno y atarlo en corto, para que no se nos escape. 

Durante la infancia a las niñas nos dan jarabe de mitos a cucharadas, y nos inoculan el mismo tiempo el miedo a la soledad, al abandono, a que no nos quiera nadie, miedo al qué dirán, miedo al fracaso. 

Nos dicen que el éxito en la vida consiste en estar guapa y encontrar a un hombre que tenga dinero. 

Primero nos hacen creer que somos una mitad y que para estar completas necesitamos a otra persona que encaje a la perfección con nosotras. Cuando la encontramos, o creemos haberla encontrado, viene el siguiente mito: ya estamos acompañadas, pero para ser una "mujer de verdad", y para sentirnos plenamente completa y realizadas, tenemos que ser madres. Así que tenemos que convencer al príncipe para que se comprometa y acceda a formar una familia feliz. 

¿Cómo logran que nos creamos que la felicidad está en una familia? Nos seducen con historias de amor, y con la idea de que los hijos unen mucho a una pareja. Así creemos que si logramos fundar una familia feliz, ésta permanecerá unida para siempre, nunca estaremos solas, y viviremos en armonía por los siglos de los siglos. 

¿Cuál es la realidad? Podemos verlos en los informes que nos ofrecen los organismos nacionales e internacionales cada año sobre la violencia que sufren las mujeres, los niños y niñas, las personas mayores y los animales domésticos es dentro de las "familias felices". 

Las estadísticas sobre abandonos, malos tratos, abusos, violaciones, femicidios e infanticidios son espantosas, y son el indicador perfecto para entender que la familia feliz no es precisamente un espacio de amor, confort y seguridad, sino más bien lo contrario. 

Según la ONU, el lugar más peligroso del mundo para las mujeres, las niñas y los niños es su propio hogar. La mayor parte de la violencia que sufren las mujeres no es en la calle a manos de un desconocido, sino en sus casas, a manos de sus maridos, padres, abuelos, tíos, hermanos, primos y amigos de la familia. 

¿Por qué entonces nos siguen haciendo creer que la familia feliz es la mejor opción, el mejor proyecto de vida?, ¿por qué nos presionan tanto para que nos casemos por amor, tengamos hijos e hipoteca?, ¿por qué hay tantas mujeres que para escapar de su "familia feliz", busca fundar la suya propia?, ¿por qué tantas creen que sólo así podrán ser felices? 

Porque el capitalismo y el patriarcado necesitan que los jóvenes dejen la fiesta, se hagan hombres adultos, y se pongan a trabajar ocho horas al día en una fábrica, en el campo, o en una oficina, y que paguen facturas, y consuman en los centros comerciales. Y es muy complicado convencerles de que dejen el nido materno y cambien a su mamá por otra mujer parecida que les cuide igual de bien. 

¿Habéis visto las risas con las que se felicita a un novio recién casado?, ¿habéis escuchado las bromas que hacen sus amigos en torno a su nueva situación en "la cárcel del amor" ? En casi todo el mundo los hombres jóvenes sienten el matrimonio como una cárcel, así que lo evitan todo el tiempo que pueden.

La única manera de forzarles a "sentar la cabeza" es que sus compañeras les empujen hacia la paternidad. Para ello, hay que hacer creer a las mujeres que la felicidad está en atar a un hombre al hogar, y crean que teniendo un bebé, los hombres se mantendrán a su lado, fieles y comprometidos con el proyecto de crianza. 

Así los vemos a ellos en la publicidad, sonrientes y amorosos junto a su amada y a la parejita de niño y niña, todos con la piel blaquita y el cabello rubio, y una casa maravillosa, un perro y un coche. 

Es una trampa, claro, basta con echar un vistazo a las cifras sobre padres que abandonan a sus criaturas, tanto a nivel económico como emocional. 

La gran mayoría de las mujeres que consiguen fundar una familia feliz no son felices. Unas, porque el muchacho salió huyendo como si le persiguiera el diablo, otras porque el tipo se quedó, están hartas de la sobrecarga de trabajo y se sienten estafadas con la doble jornada laboral. Unas porque descubren que el amor en la realidad no tiene nada que ver con las películas que se montaron, otras porque se sienten atrapadas y les da rabia que sus maridos se escapen en cuanto pueden.

¿Qué beneficios obtienen las mujeres y los hombres de la familia feliz? Las mujeres, doble y triple jornada laboral, penalización en sus empleos, bajada de ingresos y de autonomía económica, agotamiento extremo, y falta de tiempo libre. Los hombres en cambio tienen muchos más privilegios que sus esposas.  Ganan en posición social, ven aumentar sus ingresos, y se les considera señores respetables. 

A cambio de sentirse vigilados, controlados y atrapados, obtienen sexo gratis, amor y cuidados permanentes. A muchos de ellos les compensa casarse porque el matrimonio les ofrece una criada gratis que también es enfermera, psicóloga, secretaria, madre, educadora, cocinera, limpiadora, y les compensa porque el papel de cualquiera de ellas es cubrir las necesidades básicas de su marido, incluidas las sexuales. Y aunque la vida en familia es muy aburrida y a rstos estresante, todos puede escaparse un ratito al burdel o a casa de la amante: si les descubren, les dejan dos noches durmiendo en el sofá y luego todo vuelve a ser como siempre. 
 
¿Os habéis fijado que cuando el papá va a conocer a su bebé recién nacido, todo el mundo insiste en el gran parecido que tienen ambos? Muchas mujeres creen que si su hombre se enamora del bebé nada más nacer, no querrá separarse de ellas durante todo el tiempo que dure la crianza. Por eso los demás familiares tratan de facilitar que el padre sienta que el niño es realmente hijo es suyo, y surja el vínculo amoroso: si el padre cae rendido, será más probable que acceda voluntariamente a formar parte de la nueva familia feliz. 

El mito romántico nos engaña a todas con la idea de que teniendo hijos, el hombre por fin se comprometerá, se comportará como un adulto, y se vinculará a nosotras y a los críos como proveedor principal, protector y cabeza de familia. Por eso hay tantas que creen que el hombre dejará de salir con sus amigos, que sacrificará su tiempo libre, y dejará de dedicar tiempo a sus pasiones para entregarse por completo a la crianza y al hogar. Y que aunque haya problemas, podrán superarlos unidos, y serán todos muy felices comiendo perdices. 

Este es el mito que nos venden, pero la realidad es diferente. Los hombres son educados para disfrutar de su libertad y para gozar de todo a la vez: de su papel como cabeza de familia, de su status como hombre soltero. Los hombres son educados para que crean que puedan compaginar su grupo de rock adolescente o sus juergas en el puticlub con sus obligaciones como compañero y papá. Las que se quedan sin sus pasiones y sus redes somos nosotras, y así es como, por muy modernas que seamos, acabamos todas maternando solas en casa y preguntándonos si era esto lo que queríamos. 

La falta de cuidados y la ausencia del padre genera un enorme resentimiento y una gran frustración en las mujeres que pensaron que tener hijos podría transformarlos en hombres más tiernos, más sensibles, más maduros, responsables y más comprometidos. A muchas nos hicieron creer que el amor nos haría iguales, y nos convertiría en compañeras de los hombres. 

Pero la realidad es otra. Los hombres tienen un problema muy serio con la paternidad. En muchos países del mundo las que acompañan a parir a las mamás son las abuelas, no los papás. Las que cuidan a las mamás en el postparto, son las abuelas, las tías, las hermanas, las primas y las amigas, no los papás. 

Hay muchos que en pocos días ya están haciendo su vida como si nada, y que jamás cambian un pañal. 

Son pocos los países del mundo que permiten a los hombres cuidar a su compañera y bebé en el posparto, pero no hay ningún movimiento social de hombres masivo pidiendo que las leyes reconozcan su derecho y su obligación de cuidar durante los primeros meses de vida de las criaturas, que es cuando más les necesitan. 

En las sociedades más modernas, los papás y las mamás primerizas se hacen una foto muy bonita para presentar a su bebé en sociedad, y cuando llegan a casa se dan un golpe fortísimo con la realidad: los bebés necesitan atención y cuidados las 24 horas del día, y la carga del trabajo doméstico pasa a ser descomunal. La vida es muy dura cuando no dormimos, y cuando el agotamiento nos tiene como zombies, hay momentos en que sentimos que hemos perdido nuestra propia vida. Y eso es lo que hace que muchos salgan corriendo. 

Las que no podemos salir corriendo somos nosotras. 

En las sociedades tradicionales, las mujeres se cuidan entre ellas, y en las más modernas, los hombres tienen permiso de paternidad unas semanas para poder cuidar a su compañera. Como no es obligatorio, muchos prefieren volver al trabajo que estar metido en la cuarentena del posparto. Y los que quieren disfrutar de su bebé, tienen que volver cuando se acaban los permisos de paternidad, así quela mamá se queda sola durante 9 o 10 horas al día, con dos empleos y sin remuneración. 

En la mayor parte del mundo los hombres pasan más tiempo fuera que dentro de casa, regresan al final del día, y se encuentran un hogar sumido en el caos y a una compañera agotada, cabreada o al borde del llanto. Que haya tantas mujeres solas en casa sin ayuda, con un bebé tan pequeño, a menudo con puntos de sutura en los genitales o en la panza, es una monstruosidad. Las mujeres no pueden llevar una casa y cuidar a un bebé a la vez en el posparto porque no hay energía ni tiempo material, especialmente si además de un bebé hay más niños/as y mascotas. 

Las mujeres recién paridas nos sentimos vulnerables y solas. Es entonces cuando empiezan las batallas en el hogar: las mamás reclaman tiempo para ellas mismas, piden ayuda y cuidados, y se cabrean porque el hombre no se compromete, o porque llega muy tarde a casa.

Cuando los hombres hacen su vida como si no tuvieran bebés, el mito de la familia feliz comienza a resquebrajarse como el corazón de las mujeres que creyeron que al encontrar el amor no se sentirían solas jamás. 

Hay pocas opciones para salir de la trampa. Si la mamá quiere cuidar ella misma a sus hijos, tendrá que renunciar a sus ingresos y depender económicamente del compañero. 

Otra opción es buscar una sustituta que cuide a tus hijos (pero no a tu marido), que cobre la mitad que tú por las mismas horas de trabajo, y que no forme parte de tu familia aunque pase más horas que tú en tu casa. Es decir, nosotras podemos liberamos como los hombres, pero explotando a otras mujeres más pobres o más precarias que para poder delegar tu responsabilidad y la de tu compañero en otra persona.

La tercera opción es llevarlo a una guardería diez horas al día. No importa el sufrimiento que genera en las crías estar con gente desconocida con la que no tiene vínculos afectivos: lo que importa es que las mujeres que son mamás sean igual de productivas que las que no son mamás. ¿Y qué ocurre con las madres y padres que quieren cuidar ellos mismos a sus criaturas? Que no pueden. La familia feliz tiene que pasar el día separada: los mayores en las residencias, los pequeños en las guarderías, y los adultos en sus centros de trabajo.

Las mujeres tenemos un problema con la droga del amor, y los hombres tienen un problema muy grande con la paternidad. Muchos de ellos desaparecen cuando surge la rayita en el aparato que te dice si estás o no embarazada. Otros huyen en el embarazo, y otros al poco de nacer el primer bebé. Algunos aguantan unos años, pero se van también. 

Por eso en casi todas las películas y novelas, los protagonistas tienen el mismo problema: un padre que no estuvo, un padre que a veces estaba y otras no, un padre que estuvo y abandonó, un padre que jamás quiso de verdad a su hijo. 

Si el mundo está lleno de niños y niñas traumadas por la ausencia del padre, es porque el mito de la familia feliz es una trampa. 

Los hombres logran huir de esa trampa de diversas maneras: unos desaparecen del mapa, otros huyen a ratitos. Los hay que se quedan en cuerpo pero no en alma: son esos hombres de antaño que permanecían frente al televisor con cara de fastidio porque los niños gritan y cuando ya no pueden aguantar más a la familia feliz, se bajan al bar a tomarse tres whiskys y ahogar las penas, hasta que llega la señora para mandarles de nuevo a casa. 

Antes las mujeres tenían que ejercer de policías y carceleras, intentando mantener a los hombres dentro de los confines del hogar, mientras los hombres vivían como ladrones, intentando burlar la vigilancia para poder vivir a ratitos la vida de hombre libre que siempre quiso vivir.  Para los hombres siempre ha sido relativamente fácil combinar su vida de hombre de familia y su vida de hombre soltero, pero para las mujeres no hay escapatoria posible. 

A nosotras nos toca el gran peso de la carga familiar: somos nosotras las que dejamos de tener tiempo libre y vida social. Somos nostras las que, en todo el mundo, hacemos doble o triple jornada laboral como trabajadoras del hogar, como mamás, y como profesionales: basta con echar un vistazo a los índices de tiempo libre que disfrutan los hombres en todos los países y compararlos con los de las mujeres para darnos cuenta de que en la gran trampa de la familia feliz, las que salimos perdiendo somos nosotras.

Antes de caer en la trampa, lo que vemos a diario en la calle son familias felices paseando o comprando, y subiendo sus fotos de familia feliz en las redes sociales. 

Y después de caer en la trampa, es cuando comprendemos lo que hay detrás de las sonrisas felices de las fotos, y la estafa que hemos sufrido. 

Algunas se divorcian porque no soportan la insolidaridad y el egoísmo de sus esposos, otras viven en una guerra permanente para que el compañero se porte bien y esté a la altura. Unas se quedan y tienen más hijos, y más trabajo, y más cansancio, y más amargura, otras se liberan cuando los hijos e hijas salen de casa. Las marcas que esa decepción deja en el rostro no se quitan con ningún filtro de Instagram. 

Algunas creen que han tenido mala suerte en la vida y siguen creyendo que lo que ven por la calle son familias felices. Otras saben perfectamente que en todas las familias tradicionales, y también en las modernas, las mujeres viven sobrecargadas y agotadas, volcadas en el bienestar de su marido y sus crías, tirando del carro como pueden, e intentando ser felices, cuando las dejan. 

¿Están los hombres haciendo cambios? Algunos de los hombres que no quieren familia feliz han empezado a usar condón y a hacerse la vasectomía. Los que sí quieren familia feliz combinan el rol de hombre moderno que apoya y ayuda pero sin asumir la responsabilidad, con el rol de hombre tradicional que se escapa de vez en cuando para disfrutar de la vida. Hay mujeres que toleran estas escapadas, otras que montan escenas dramáticas, unas que se rebelan contra la injusticia, y otras que se resignan y asumen lo que las ha tocado por haber nacido mujeres. 

Antes, de los hombres no se esperaba que fueran buenos padres. Lo único que tenían que hacer es traer  dinero a casa, y ya se apañaban las mujeres entre ellas. Ahora en cambio nos dejan solas en una casa, sin red alrededor, haciendo el trabajo de tres mujeres, y esperando a que vuelva el marido. 

Antes teníamos una red de mujeres de nuestro entorno, nos apoyabamos unas a otras, trabajando y criando a la vez. Había maridos que cumplían con su única obligación, y había otros que se gastaban el salario en una fiesta de dos días y les daba igual que sus hijos y compañera pasaran hambre. Las mujeres se buscaban las vueltas para alimentarlos hasta que llegara el próximo salario, si llegaba. Eso era todo.

Las mujeres de hoy en día sufrimos más porque estamos solas, y aunque algunas tenemos nuestros ingresos, esperamos que ellos sean solidarios y responsables, que se comprometan y sean capaces de disfrutar de su paternidad, que sean honestos y que sean buenos compañeros. 

Nos venden dos mitos por el precio de uno: el príncipe azul y el compañero que es buen padre. Y lo compramos a ciegas, aunque después nos demos cuenta del precio tan alto que hemos tenido que pagar.

¿Entonces no existen las familias felices? 

Hay parejas que se quieren, se cuidan, y reparten las tareas equitativamente. Hay familias amorosas que disfrutan pasando tiempo juntos, pero ninguna familia es perfecta: en todas hay conflictos y problemas, como en cualquier grupo humano. 

Es difícil encontrar familias que funcionen al margen de las estructuras patriarcales, porque en la mayoría de los hogares, somos nosotras las que cargamos con todo el trabajo mental y emocional, la organización y administración, y la planificación. La sociedad se alarma ante la bajada de la natalidad y nos pide que que seamos madres, pero no nos proporcionan las condiciones que necesitamos para criar. El mercado laboral nos castiga y no nos permite siquiera cuidar de nuestros críos cuando enferman. 

Nos engañan con el mito de la conciliación, pero las que vivimos en una familia feliz sabemos que la única forma de lidiar con todo es dormir poco y vivir permanentemente agotada. El cansancio extremo deteriora nuestra salud física, mental y emocional, nos afecta al ánimo y al humor, y al deseo sexual, y deteriora también la convivencia con la pareja. 

Así que el problema no es personal, sino político: las mujeres tenemos que luchar contra corriente en una sociedad que nos pone toda una carrera de obstáculos para maternar y educar. Hoy en día sostener una familia, trabajar e intentar ser feliz es toda una odisea, y tratar de eliminar al patriarcado de la ecuación, es una verdadera utopía. Ni siquiera con una pareja responsable al cien por cien, podemos con todo: para criar a un sólo niño hace falta una tribu entera. 



¿Cómo podríamos avisar a las nuevas generaciones para que no caigan en la trampa? 

A los niños hay que educarles para que sean autónomos y no busquen una criada gratis, para que sean honestos, y para que sólo sean padres si están dispuestos a cuidar a sus criaturas. 

A las niñas hay que explicarles que ser mujer no significa ser madre, que criar hijos es muy duro en un mundo anti-niños, y que los cuidados hay que compartirlos entre todos y todas. 

A las nuevas generaciones hay que contarles lo que hay después del final feliz de los cuentos, lo difícil que es vivir en pareja, los problemas que tienen los hombres con sus responsabilidades y sus paternidades, y los problemas que tienen las mujeres que compraron el pack completo de mitos creyendo que así serían felices el resto de sus vidas. 

Hay que hablarles de la presion social que sufrimos para que nos emparejemos y tengamos hijos aunque no queramos, y de lo difícil que es para nosotras que nos respeten cuando decidimos amar de otra manera o fundar otro tipo de familia que no sea la tradicional. 

También hay que hablar de la decepción, la frustración, la amargura que genera en las mujeres esta estafa romántica, y de cómo afecta a nuestra salud mental y emocional. 

Tenemos que visibilizar la prisión en la que viven tantas mujeres que soñaron otra vida distinta y no pudieron elegir. 

Hay que explicarles que la vida que llevan las princesas y las famosas de la Revista ¡Hola! junto a sus príncipes azules no es real. Son escenarios, performances, que nos hacen creer que las mujeres ricas sí logran fundar una familia feliz y ser felices. Ellas también sufren, se divorcian, se rompen, se recuperan, y vuelven a fundar otra familia feliz. Es una narrativa mágica que nos empuja a imitarlas, y que nos hace presas de un sistema que nos quiere a todas entretenidas en la tarea de fundar y sostener una familia feliz.  

Hay que explicarles a las niñas y adolescentes que los bebés más que unir, destrozan parejas: la llegada de un bebé es una experiencia tan fuerte y tan difícil, que sólo sobreviven aquellas que logran unirse y formar equipo de crianza. Y de ellas, son muy pocas las que logran ser equitativas en el reparto de las tareas. 

La familia feliz se construye sobre la capacidad de las mujeres para ceder, para resignarse, para aguantar, y para sacrificarse. Por eso ahora se rompen tantas familias felices: porque las mujeres ya no queremos asumir el papel que nos toca, y protestamos por la vida de privilegios que disfrutan los hombres. 

El problema es que muchas de las que quieren divorciarse son amenazadas de muerte, y la mayoría no tiene medios económicos para separarse. Por eso, para la mayor parte de nosotras el amor romántico y la maternidad romántica es una trampa. 

Para que la gente joven pueda entender la doble moral, la Gran Estafa del Mito Romántico y de la familia feliz, y lo que les pasa a los hombres, invitadles a que echen un vistazo a los aparcamientos de los burdeles a medio día: están a rebosar de hombres que van a misa los domingos con su señora y su descendencia.

El feminismo está sacando a la luz todos esos privilegios masculinos, y denunciando la explotación y la violencia que sufrimos las mujeres en el hogar feliz. Queremos desmitificar el amor romántico para que no caigan más niñas, lograr que todas las mujeres tengan las condiciones adecuadas para poder divorciarse si lo desean, queremos repartir los cuidados para que no recaigan sobre las espaldas de las mujeres, queremos que los hombres se impliquen en todas sus responsabilidades y dejen de vivir como reyes, queremos que todas las mujeres puedan elegir libremente la maternidad, queremos que los niños y niñas se sientan queridas, queremos que las mujeres se sientan libres para vivir su vida como quieren, queremos que las mujeres sean libres para amar a otras mujeres, queremos tener tiempo e ingresos para criar, y queremos que la sociedad acepte que hay muchas formas de relacionarse y muchos tipos de familia diferentes. 

Hay que seguir derribando los mitos románticos y el mito de la familia feliz para liberarnos de las cárceles en las que nos quieren meter en nombre del amor.

Coral Herrera Gómez 



Otros mitos: 

 

7 de enero de 2020

El mito del amor y el mito de la Navidad



Me pregunto cuánta gente volverá a sufrir estas navidades con el mito de la Navidad. Pienso en toda la gente que no la podrá celebrar porque no tiene familia, en la gente que no se habla con sus familiares, en la gente a la que le falta un ser querido a la mesa. 

En los grandes días en los que se celebra el Día del Amor Romántico, el día de la maternidad o la paternidad, pienso en toda la gente que no puede celebrar porque sufrieron la ausencia de sus padres y madres, o la castración emocional por parte de sus cuidadores principales. Pienso en los padres y madres que abandonan a sus crías, en los que les maltratan a diario, en los que abusan sexualmente de ellos, pienso en todas las mujeres que sufren violencia machista en su pareja, y me doy cuenta de que los mitos nos hacen sufrir mucho. Porque la realidad es bien diferente a las ilusiones colectivas en las que nos sumergimos. 

 Las navidades se supone que son una época de paz, amor y armonía, pero en las cenas y comidas estallan los conflictos emocionales e ideológicos, y las batallas dejan hechas polvo a muchas personas. Estas fantasías insertas en el imaginario colectivo nos hacen creer que la felicidad está en la familia y en el matrimonio, pero echando un vistazo a las estadísticas sobre la violencia en los hogares, es fácil darse cuenta de que en realidad los mitos son una trampa para millones de personas. 

El mito de la Navidad nos hace sufrir pensando que hemos tenido mala suerte. En estas fechas las redes se inundan de fotos de familias felices pegándose comilonas, y dentro de un mes y medio se inundarán de fotos de parejas felices, y habrá mucha gente que se pregunte: ¿por qué yo no he tenido suerte?, ¿por qué mi familia no es "normal"?, ¿por qué en mi familia estallan los conflictos en navidad?, ¿por qué no encuentro pareja?, ¿por qué todo el mundo es feliz en su historia de amor menos yo?... 

A medida que se nos va muriendo gente y hay sitios vacíos en la mesa, nos come la nostalgia. Son fechas en que las ausencias duelen demasiado y los muertos están más presentes que nunca. También faltan en la mesa familiares que se distancian para no sufrir, o familias que se rompen por divorcios traumáticos o herencias.

Y es que no hay nada más difícil en el mundo que quererse bien, comunicarse bien, resolver conflictos sin hacerse daño, y convivir en armonía. Por eso es que tenemos que dejar de mitificar las relaciones humanas, y tomar conciencia de que el amor está siempre en construcción. El amor hay que cuidarlo, hay que regarlo y alimentarlo con mimo, hay que trabajar mucho para ser mejores personas, y hay que utilizar todas nuestras habilidades sociales (paciencia, generosidad, asertividad, empatía, solidaridad, respeto, capacidad para trabajar en equipo, saber poner límites, etc), para poder construir y mantener vivas nuestras relaciones durante mucho tiempo.
Y para sufrir menos, y disfrutar más de la gente, y de la vida.

 #Mitos #Cuidados #Navidad #AmorRomántico #Relaciones #AmorDelBueno

20 de octubre de 2018

9 de febrero de 2018

Las princesas unidas no necesitan un Príncipe Azul




¿Se imaginan a las princesas unidas luchando por liberarse juntas? La Cenicienta podría dejar de esperar y ponerse manos a la obra para salir de la injusta explotación a la que está sometida por su propia familia. Podría hacer amigas, y construir una red de apoyo mutuo y trabajo en equipo: alquilar una casa con varias habitaciones, buscar un buen trabajo o emprender un negocio con sus compañeras, ponerse a estudiar lo que le apetezca, impulsar mil proyectos con sus amigas, sacarse el permiso de conducir, viajar por el mundo, y dedicarse a hacer las cosas que más le gustan en la vida. ¿Qué pasaría con el príncipe Azul? Que no sería necesario.

12 de septiembre de 2016

El Bestia y la Bella, el mito





El cuento de la Bella y la Bestia está basado en la idea de que si eres una mujer con paciencia y capacidad de aguantar menosprecios, malos tratos y violencia, al final obtendrás tu recompensa. La moraleja es que si le das mucho amor a la Bestia, al final se convierte en Príncipe Azul. Y es que la Bestia no es un tío agresivo y violento por naturaleza, sino porque es víctima de un hechizo. El hechizo se deshace con un beso, y así por fin "la que todo lo aguanta", puede ver su sueño hecho realidad: él por fin cambia. Dejará de pegarla, dejará de insultarla, dejará de controlarla y ella podrá volver a ser libre y feliz a su lado. 

Si, el violento te secuestra, te viola, te escupe, te golpea, te mata, pero es porque te quiere mucho y no sabe cómo demostrártelo. El Bestia es un pobre monstruo que ha sufrido de pequeño y que como no tiene herramientas para gestionar sus emociones, cuando se enoja o se siente mal, te maltrata. Luego te pide perdón y te promete que cambiará, y la Bella por supuesto le cree, y le da mil oportunidades: ella además de bondadosa es una ingenua que se aferra a la idea de que él cambiará y podrá quererla bien algún día. 


Esta es una de las razones por las cuales las víctimas de violencia de género se quedan junto a sus maltratadores: creen que ellos son víctimas que algún día cambiarán. Las películas de Hollywood están constantemente mitificando e idealizando a los machos violentos como seres muy sensibles que han sufrido mucho y que están mutilados emocionalmente por algún trauma del pasado (su novia les traicionó y les abandonó, su esposa se murió en un accidente, etc) 


Las mujeres que salen en las películas se sienten atraídas por ese corazón de piedra y todas quieren ablandar y derretir sus muros defensivos. Quieren protegerle, cuidarle, y devolverle la fe en la Humanidad. Ellas creen que con su entrega y su capacidad de sacrificio, ellos volverán a creer en la fuerza del amor, y podrán abrir su alma a la otra persona para fusionarse románticamente con ella. 


El resultado es que a las mujeres de carne y hueso nos da mucha ternura encontrarnos con estos machos mutilados emocionalmente, y nos ponemos en el papel de las salvadoras: yo le daré tanto amor que al final cambiará, y seremos felices como en los cuentos de hadas.  


También las películas para niños y niñas lanzan el mismo mensaje: si te dejas maltratar, serás recompensada. Por ejemplo, en Frozen: la hermana mayor maltrata y desprecia a la hermana pequeña durante toda la película, hasta que al final también un beso deshace el hechizo que amargó el carácter de "la pobre" Elsa, una sádica que no nació con el corazón de hielo, sino que un hechizo la convirtió en un ser frío y cruel.  La pequeña Ana aguanta y su amor es completamente masoquista: yo la quiero aunque no me deje acercarme, yo la quiero aunque ella no me quiera, yo la quiero y espero que algún día se compadezca de mi y me quiera también. 






En los cuentos y las películas, los maltratadores nunca reconocen su problema, ni piden ayuda, ni se lo trabajan para poder dejar de ejercer violencia sobre las mujeres. Su problema siempre se resuelve mágicamente, en un abrir y cerrar de ojos, sin terapias de ningún tipo: es una especie de milagro, por eso en la vida real muchas mujeres creen que también sus parejas algún día pueden cambiar de la noche a la mañana. 


El mensaje que tenemos que lanzar para los maltratadores es que las mujeres no son objetos, no son su propiedad privada, y no se merecen ser tratadas como seres inferiores. No hay excusas que justifiquen su crueldad, tienen que aprender a resolver los conflictos sin violencia, y si no saben cómo hacerlo, han de pedir ayuda profesional y trabajarselo mucho para no dañar a la gente que les quiere.  


No es un tema individual, sino colectivo: para poder acabar con los malos tratos y la violencia contra las mujeres, tenemos que acabar con la desigualdad y el machismo, tenemos que acabar con la pobreza y la dependencia económica, tenemos que introducir la educación sexual y emocional, y los valores del feminismo para que los niños aprendan a relacionarse con respeto y con amor. 


También tenemos que introducir muchos cambios en nuestra cultura amorosa: acabar con la mitificación del macho violento y con el victimismo femenino, dejar de ensalzar el sadismo masculino y el masoquismo romántico femenino, y  desmontar la idea de que "quien bien te quiere te hará llorar", "del odio al amor hay un paso", o "los que más se pelean son los que más se desean". 


Los medios de comunicación y las industrias culturales pueden hacer mucho para eliminar el machismo y acabar con la violencia en todos los cuentos, películas, canciones y series televisivas. Los mensajes que podemos lanzar son simples y sensatos: si te pega, no te quiere. La violencia no es una prueba de amor. El secuestro, los insultos, los desprecios, las amenazas, los castigos, las humillaciones, los abusos sexuales dentro y fuera de la pareja, no son una demostración de amor. 


Quien te quiere bien, no te hace llorar: te cuida y te trata con cariño. Podemos desaprender el romanticismo patriarcal y aprender a querernos bien, podemos sufrir menos, y disfrutar del amor. Otras maneras de amar son posibles...


Coral Herrera Gómez





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