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26 de marzo de 2019

Otras formas de cuidarnos son posibles: colectivizar los cuidados



Este post es un capítulo del libro "Los Cuidados", es un proyecto transmedia autogestionado que además del libro ha realizado un documental. Podéis ver el trailer aquí.

El amor y los cuidados nos han permitido sobrevivir y evolucionar como especie: hoy estamos aquí gracias a nuestra capacidad para la empatía, la solidaridad, la generosidad y la cooperación. Cuidar a los nuevos miembros de la tribu, y a los que no pueden valerse por sí solos (enfermos, gente anciana, gente con discapacidades) nos ha permitido llegar vivos hasta el siglo XXI, multiplicarnos y expandirnos por todo el planeta.

Pasamos muchos años de nuestra vida siendo cuidados por las mujeres: los humanos tenemos infancias muy largas, y ahora también se está alargando la vejez, a medida que aumenta la esperanza de vida humana. Incluso cuando estamos jóvenes y sanos, y tenemos autonomía económica, requerimos cuidados de los demás: cuando tenemos accidentes, cuando enfermamos, cuando sufrimos crisis emocionales, cuando pasamos por momentos duros de nuestras vidas.

Sólo pasamos un tercio de nuestras vidas, en la etapa de la adultez, disfrutando de la autonomía y con nuestras facultades físicas, mentales y emocionales en buen estado. Es cuando tenemos salud y energías para  cuidarnos a nosotras mismas y a los demás. Pero es también el momento en que tenemos que volcarnos en la producción y en la generación de ingresos, ahorro y pensiones, así que se hace imposible del todo compatibilizar ambas responsabilidades a la vez.

Todos necesitamos compañía: somos seres profundamente sociales y emocionales. Necesitamos amor, palabras de aliento, calor humano, sentirnos arropados, recibir y dar demostraciones de cariño. Necesitamos sentirnos aceptados por nuestra familia y nuestra comunidad cercana, y necesitamos las redes de afecto y apoyo mutuo para sobrevivir en un mundo hostil, desigual y violento.

Solos no podemos: necesitamos a nuestra gente para aprender, para celebrar, para ayudarnos mutuamente, para apoyarnos en momentos duros, para compartir la vida. Esas redes que nos sostienen se están perdiendo en la actualidad, por eso aumentan las enfermedades mentales, los trastornos emocionales, las depresiones y los suicidios: en la medida en que nos sentimos solos y aislados del resto, nuestra calidad de vida y nuestra salud mental y emocional se va deteriorando progresivamente.

En nuestra sociedad actual hemos roto con el concepto de “tribu” y vivimos en familias aisladas formadas por dos adultos o una mujer adulta, con uno o varios hijos e hijas. Aún en el mundo rural, la familia extensa (abuelos, abuelas, tías, tíos, primas, etc) sigue funcionando como una red de cuido, pero en las grandes ciudades nos come la soledad. Los ancianos se mueren solos, y de vez en cuando sucede que nadie los echa de menos hasta que el vecindario huele el cadáver en descomposición.

El ritmo de producción es incompatible con la vida: no tenemos espacio ni tiempo para cuidar a los demás porque pasamos todo el día fuera de casa, produciendo para ganar un salario, y atascados en las horas punta de las grandes ciudades. Hemos externalizado los cuidados, y dejamos a nuestros bebés, ancianos y ancianas, y familiares enfermos o con discapacidades, a cargo de mujeres. Unas lo hacen gratis, otras precariamente, y otras en condiciones de semiesclavitud o esclavitud.

Somos nosotras las que sostenemos el mundo con nuestro trabajo de crianza, cuidados y labores domésticas. Pero la mayor carga recae en las mujeres pobres: sin ellas no podríamos producir ni reproducirnos. El capitalismo se sostiene gracias a la explotación de miles de millones de mujeres pobres y del trabajo gratis que realizan todas las mujeres en sus hogares.

Las mujeres que cuidan necesitan que garanticemos su derecho a la autonomía económica, a cotizar en la seguridad social, a salarios dignos, a vacaciones y descansos, a tener pensión de jubilación, a disfrutar de tiempo libre, y a recibir los cuidados de la comunidad para poder ejercer su trabajo en óptimas condiciones psicológicas, emocionales y físicas.

No es justo que no se valore social y económicamente a las madres, las enfermeras, las parteras, las niñeras, las maestras, las cocineras, las cuidadoras, las empleadas de limpieza. No es justo que las madres tengan que separarse de sus crías y no puedan cuidarlas, no es justo que estos cuidados los asuma otra mujer de bajos recursos a cambio de un salario indecente. No es justo que los hombres tengan libres 3 horas más al día que las mujeres. No es justo que tengamos que elegir entre maternidad y carrera profesional, no es justo que si criamos tengamos que renunciar a tener ingresos. No es justo que no se reconozca la inmensa labor que hacen los y las profesionales que se encargan de educar, de curar, de cuidar, de alimentar, de acompañar a las personas que más lo necesitan.

Para cambiar el mundo necesitamos hacernos cargo de los cuidados colectivamente: es un asunto político, social y económico de primer orden. Es urgente dejar de cargarnos a las mujeres toda la carga reproductiva y doméstica, y además obligarnos a asumir también la producción, a costa de nuestra salud y nuestro tiempo libre.

En algunos países nórdicos se han tomado algunas medidas para alargar los permisos de maternidad, y para repartir los cuidados a bebés entre hombres y mujeres, pero no es suficiente: necesitamos un cambio radical en nuestro sistema productivo que nos permita a todos tener tiempo y dinero para cuidar a nuestra gente querida.

Sólo podremos garantizar a los niños y niñas una infancia feliz si esta se desarrolla en un ambiente familiar y seguro, con diversas fuentes de afecto, que le permitan ir construyendo su identidad sin miedos, y sin la angustia de la separación de sus vínculos de referencia. Los bebés se merecen ser cuidados por gente que les quiera, les proteja, les cuide y les eduque con amor. Los ancianos, las ancianas, las personas con discapacidades o enfermas también. Son los más vulnerables, y los que más sufren la crueldad de un sistema que los deja fuera y que no permite que los suyos puedan cuidarlos.

Es el momento de colectivizar los cuidados, y de que todos y todas podamos asumir nuestra responsabilidad en las tareas básicas para la supervivencia (alimentación, higiene y limpieza, administración de los recursos, cuidados a los que necesitan ayuda, crianza y educación de bebés, niños y niñas, cuidados a animales y plantas domésticas). Todos, y también todas, tenemos derecho a ser cuidados y a cuidar a los demás, con el disfrute y las obligaciones que ello conlleva.

Cuidar es una tarea titánica: necesitamos una tribu, necesitamos tiempo y dinero, y condiciones laborales que nos permitan implicarnos activamente en nuestras tareas de crianza y cuidados. Necesitamos expandir los cuidados a la comunidad, ampliar el concepto de familia más allá de la pareja y del parentesco, y construir nuestras redes de cuido en grupos de gente unida por vínculos de afecto y de apoyo mutuo. Cuanto más grande sea la red y más gente comparta los cuidados, más tiempo libre tendremos todos, y más calidad de vida habrá para todos y todas.

Tenemos que poner los cuidados y la crianza en el centro de nuestros movimientos sociales y políticos, y situarlos como una prioridad en la agenda de los gobiernos. También es fundamental un cambio social y cultural: tenemos que aprender a trabajar en equipo, a ser más solidarios  y ayudarnos mutuamente, a tratarnos bien, a querernos bien, a cooperar con la gente para que la vida se nos haga más fácil y más bonita a todos y a todas.

Compartir los cuidados y querernos bien es una forma de resistencia política frente a un sistema que nos quiere solos y solas, aisladas unas de otras,
compitiendo con las demás, sobreviviendo cada cual como puede. Los problemas personales son en su mayoría sociales y políticos, por eso tenemos que buscar soluciones colectivas, no individuales.

Tenemos a favor el avance de la lucha feminista en todo el mundo, y el tremendo salto tecnológico que vamos a dar en las próximas décadas: el mundo laboral va a cambiar de una forma drástica con la llegada de los robots. Ya no será necesario explotar económicamente a miles de millones de personas, así que podremos acabar con la esclavitud femenina y la esclavitud infantil.

Si somos capaces de transformar nuestro sistema productivo de manera que nos beneficie a todos y a todas, podremos asegurar una renta básica para toda la población. Con un ingreso básico asegurado, podríamos cuidar, criar, educar y construir redes afectivas de apoyo mutuo para repartir el trabajo entre todas y todos de una manera equitativa.

El cambio que propone la lucha feminista en nuestra forma de organizarnos y de cuidarnos nos permitiría garantizar los derechos humanos de todas las mujeres, niñas y niños, y personas dependientes: derechos sexuales y reproductivos, derecho a techo y a comida, derecho a una educación y una sanidad pública y de calidad. Derecho a cuidar y a ser cuidados, derecho a vivir una vida libre de violencia, derecho a tener tiempo libre para vivir la vida y disfrutarla con nuestra gente querida. 

Colectivizar los cuidados es, desde mi punto de vista, una de las principales vías para acabar con el patriarcado y el capitalismo. La tarea no es fácil pues se trata de encontrar nuevas formas de organizarnos, de producir y de consumir, nuevas formas de convivir y relacionarnos, nuevas formas de querernos y de cuidarnos. Pero sin duda es un proceso apasionante, porque forma parte de la revolución sexual y emocional, cultural y social, económica y política que estamos llevando a cabo desde los feminismos.

Otras formas de cuidarnos son posibles: desde los cuidados podemos transformar la economía, la política, y la sociedad entera. Colectivizar los cuidados es hoy, por hoy, la única manera de acabar con la desigualdad, la explotación, y la violencia patriarcal, y de transformar el mundo que habitamos en un lugar más pacífico, igualitario y amoroso.


Coral Herrera Gómez  





El libro "Los Cuidados" ha sido coordinado por Antonio Girón y Raquel Congosto junto con Ecologistas en Acción. Tanto el libro como el documental son una propuesta de intervención en territorios para reflexionar y aprender sobre el cuidado y lo común. Han participado asociaciones vecinales, colectivos de barrio, y personal de la Sanidad Pública española.

Haz click aquí para saber más sobre este proyecto.


26 de enero de 2019

Hombres que ya no hacen sufrir por amor, mi nuevo libro en Catarata



Los hombres no nacen, se hacen. La masculinidad patriarcal es una construcción que surge, crece y se transmite de generación en generación en el seno de nuestra sociedad. Igual que la feminidad. Pero también hay muchas formas de ser hombre: existen cada vez más disidentes que no interiorizan los mitos de la masculinidad, ni reproducen sus estereotipos y roles clásicos. Cada hombre, en mayor o menor medida, se rebela contra el patriarcado, aunque la mayoría suele adaptarse para no quedarse al margen, y también para aprovecharse de los privilegios que el sistema concede a los varones solo por el hecho de serlo. Pero como nos cuenta Coral Herrera, los sumisos al orden patriarcal van a tener cada vez más problemas para relacionarse con mujeres independientes.

En un momento en el que cada vez hay más mujeres en lucha por su igualdad, ¿son capaces ellos de disfrutar de estos cambios?, ¿por qué siguen resistiéndose a que sus compañeras obtengan los mismos derechos?, ¿cuál es su relación con el feminismo?, ¿están dispuestos a implicarse en esta revolución? Nos encontramos en un momento histórico: ya no hay excusas para seguir alimentando el machismo que todos hemos heredado y que seguimos llevando dentro. La autora nos incita a declararnos en rebeldía contra los mandatos de género, nos invita a entender que la forma que tenemos de relacionarnos, de amarnos, no es inocente ni definitiva. 

Estas páginas contienen una visión crítica, pero también una llamada a la acción desde el optimismo: porque otras masculinidades son posibles.


INDICE

Introducción 

1. Los hombres no nacen, se hacen 
2. Los hombres y el poder 
3. Los hombres y las mujeres 
4. Los hombres y el miedo a la potencia sexual de las mujeres 
5. Los hombres y el sexo: ¿disfrutan realmente en la cama? 
6. Los hombres y el patriarcado 
7. Los hombres y la amistad 
8. Los hombres y los cuidados 
9. Hombres que sufren por amor 
10. Los mitos de la masculinidad: el salvador, el príncipe azul y el guerrero 
11. Los hombres y el mito de las princesas 
12. El mito de don Juan y la seducción masculina 
13. Hombres que no entienden que no es no 
14. Los hombres y la honestidad 
15. Los hombres y el espacio público 
16. Los hombres y los derechos humanos 
17. Los hombres hacen lo que les da la gana 
18. Los hombres que hacen sufrir por amor 
19. Los hombres y la violencia machista 
20. Los hombres, no todos los hombres 
21. Los hombres y la paternidad 
22. Las masculinidades diversas 
23. Los hombres (también) vivirían mejor sin machismo 
24. Los hombres y el feminismo 
25. Un mensaje para los hombres que se liberan del patriarcado y ya no hacen sufrir por amor


¿Cómo consigo el libro?

Si quieres conseguir mi libro y vives en España, puedes encontrarlo en tu librería favorita, o encargarlo si aún no lo tienen. También puedes pedirle a la editorial que te lo envíen a casa por correo. 

Si vives fuera de España: puedes encargarlo en tu librería, si reciben muchos pedidos le encargan a la distribuidora española que los lleve. También puedes comprarlo en Amazon y en librerías on line, en papel y en digital.  


Visita la página en Catarata:


https://www.catarata.org/libro/hombres-que-ya-no-hacen-sufrir-por-amor_89331/

22 de noviembre de 2018

Necesitamos toneladas de amor

Necesitamos toneladas de amor y cariño. Es tanto afecto el que necesitamos, que una sola persona jamás podrá cubrirlo. Es injusto pedirle al amor romántico que nos de toda esa ternura que necesitamos, es inútil pedirle a la pareja que se responsabilice de esa necesidad de amor. Lo que necesitamos es una enorme red de afectos en la que haya mucha gente: amigos, amigas, familia de sangre y tribu elegida, compañeras de estudios y de trabajo, vecinos y vecinas del barrio, amores y amantes, ex amores y ex amantes.

Sólo con una red amorosa diversa podremos amar en libertad, y relacionarnos en pareja sin miedos y sin dependencia emocional. El amor del bueno está en toda la gente que forma o ha formado parte de tu vida, y toda la que está por llegar. Esa gente con la que celebras la vida, gente que te apoya en los momentos difíciles, que te cuida cuando lo necesitas, y a la que cuidas cuando te necesitan. Tu gente, todas aquellas personas que te apoyan en momento difíciles, que te escuchan con amor, que te hacen sentir bien, que son felices si estás feliz. Gente con la puedes ser tú misma, gente con la que conversas desnuda y abres tu corazón, con la que aprendes día a día, con la que compartes un trocito de tu vida, con la que bailas y ríes en las fiestas.

Es nuestra red amorosa a la que hay que cuidar y alimentar: todo lo que necesitamos es dedicar tiempo y energías a nuestros seres queridos, y crear espacios sociales en los que poder dar y recibir mucho amor del bueno.

#RedesAfectivas #AmorDelBueno #Solidaridad #TernuraSocial #QuererseBien #Cuidados #LoRománticoEsPolítico #OtrasFormasDeQuererseSonPosibles #RedesDeAmor

10 de noviembre de 2018

Pasos a seguir para someter a millones de mujeres con la droga del amor romántico




O cómo fabricar yonkis del amor para que los hombres vivan como reyes:
- A los 6 años las niñas ya deben de tener clara su condición de ser humano inferior y admirar a los hombres.
- Desde la infancia tienen que verse como víctimas, y empezar a soñar con el cuento de que en el amor romántico está la felicidad.
- Desde la infancia hay que contarles que sólo las querrán por su capacidad para amar y cuidar a los demás, explicarles todo lo que no pueden y no deben hacer por ser mujeres, y hacerles creer que su valía depende de la aceptación y el reconocimiento de los demás.
- Una niña con carencias afectivas será más vulnerable y dependiente: no hay que acostumbrarles a los besos, los brazos y el cariño. Que se lo ganen obedeciendo.
- Meterles en vena la necesidad de ser amadas para estar completas: que vean muchas películas de princesas que esperan con paciencia la llegada de su amado, que piensen que el amor es la salvación y la solución a todos sus problemas.
- El amor ha de ser el centro de su universo y sus preocupaciones, cuanto antes empiecen a soñar con su Príncipe Azul, mejor.
- Construir sus miedos para que los interiorice: miedo al fracaso por no tener pareja, miedo a no ser nadie, miedo al abandono, miedo a no ser amada, miedo a la soledad.
- Seducirlas y engañarlas a todas con la idea de que amar es sufrir, aguantar, renunciar y someterse, y que tendrá el premio que merece al final del valle de lágrimas en el que vivimos.
- Que interioricen la guerra contra el patriarcado y pierdan sus energías en batallas inútiles, que se maltraten y se autodestruyan, que se hagan auto-boicot, que se crean que la felicidad está fuera para que busquen desesperadamente a alguien que las quiera.
- Que soporten todo en nombre del amor: malos tratos, violencia, relaciones de abuso y explotación. Que se sometan al patriarcado desde la intensa necesidad de ser amada por un hombre.
- Que crean que solas no pueden, y con sus amigas tampoco.
- Que sientan que si no le llega el amor es porque tienen mala suerte, o porque es culpa suya, y que sigan soñando con los milagros románticos.
- Que crean que los demás son muy felices y comen perdices.

Si machacas constantemente la autoestima de las mujeres con mensajes a través de los medios para que luchen contra sí mismas, para que no les guste su cuerpo ni su personalidad, para que se sientan mal y sean exigentes consigo mismas, para que crean que estando guapas las van a querer más, para que se torturen voluntariamente, entonces se someterán a la tiranía de la belleza y siempre estarán acomplejadas, insatisfechas, inseguras, y amargadas.
Una vez que prueben la droga del enamoramiento, ya las tienes de rodillas mendigando o exigiendo amor, esforzándose para ser amadas, intentando ser complacientes, olvidándose de sí mismas, traicionando sus ideales, renunciando a su libertad, haciendo sacrificios, y deseando cuidar a cualquier hombre que quiera cumplir el papel de Salvador o Príncipe Azul.

Así se fabrican las yonkis del amor: mujeres que viven amargadas por la falta de amor, mujeres que se conforman con las migajas de amor, mujeres que se autoengañan para seguir consumiendo su droga favorita, mujeres que se olvidan de su felicidad y trabajan para hacer felices a los hombres.
Sabiendo que así nos quiere el patriarcado, llenas de culpa, frustraciones, rabia, miedos, sufrimientos, y dominadas por nuestra necesidad de amor, entonces hay que trabajar muy duro para desobedecer, para ir contracorriente, para dejar de someternos y de sufrir por amor, para liberarnos, para querernos bien a nosotras mismas, para buscar otras formas de relacionarnos, y para construir colectivamente mucho amor del bueno.


28 de octubre de 2018

Que tus emociones no hagan daño a nadie: primer principio de la ética amorosa





"Que tus emociones no hagan daño a nadie" es una de las leyes fundamentales del amor y los afectos. También es un principio básico de la autocrítica amorosa: por gigantesco que sea el tsunami emocional que te arrasa, que no deje víctimas a su paso, que no duela a los demás, que no se multiplique. 

Funciona muy bien, por ejemplo, para evitar reproducir la cadena familiar de los malos tratos, o para trabajar los celos, el odio, la pena, los miedos... es justo lo contrario al pensamiento patriarcal que legitima la sed de venganza del amante dolido, y con el que se justifica, por ejemplo, la violencia machista.


Creo que controlar las emociones para que no hagan daño a los demás y tampoco a nosotras mismas, es una de las mejores herramientas para mejorar nuestras relaciones y para cuidar nuestra salud mental y emocional. Las emociones suben de intensidad cuando las estallamos contra la otra persona, y nunca nos hace sentirnos bien. Además no suele provocar reacciones positivas en ella, sino más bien lo contrario. Es así, en realidad, como iniciamos las guerras, los conflictos, y las peleas, con la idea de que si nosotras estamos dolidas, entonces la otra persona tiene que sufrir también.  
La única forma de desahogarnos sin hacer daño a nadie es cuando podemos compartir lo que sentimos con nuestra gente querida. Si tenemos el espacio afectivo para hablar de ellas, si logramos  desahogarnos sin que nuestras palabras hieran a nadie, entonces se van diluyendo poco a poco, bajan en intensidad y volumen, se hacen más manejables para trabajar con ellas. Necesitamos hablar de lo que sentimos, pensar la emoción para lograr que no nos arrase. Necesitamos racionalizarla, tomar distancia, coger otras perspectivas del tema, y escuchar buenos consejos de las amigas y los amigos que nos quieren. A veces, incluso, necesitamos ayuda profesional para tener herramientas que nos permitan trabajar las emociones.
Al compartirlas y sacarlas de las profundidades de nuestro ser, creo que dejan de tener tanto poder sobre nosotras. De pronto no parecen ya monstruos gigantescos y no nos sentimos tan vulnerables. Una vez que las vemos manejables, es más fácil sentarse a hablar con la persona con la que hemos tenido el conflicto, por ejemplo. Para solucionarlo y elaborar nuevos pactos, o para separarnos sin hacer la guerra. 
Mi propuesta es que tomemos esta idea como un principio fundamental de la ética amorosa: que mis emociones no hagan daño a nadie, ni a mi misma. Tenemos que aprender a manejar la ira, la pena, la frustración, el dolor, el desamparo, el odio, los miedos, la rabia y la tristeza para que no nos destruyan, y no destruyan a los demás.
De lo que se trata al fin y al cabo, es de disfrutar de la vida y del amor, y para eso es fundamental aprender a surfear en los tsunamis emocionales, a sacar toda la emoción sin que estalle contra nadie, a convivir con las emociones, a expresarlas y compartirlas, a manejarlas para que no nos inunden, y para que podamos tener calidad de vida. Y porque nos merecemos estar bien, y ser felices. 

Coral Herrera Gómez

17 de octubre de 2018

¿Por qué hay que dejar de sufrir por amor?


De Steven Meissel



Sufrir por amor nos envejece y nos pone feas. Es justo lo contrario a lo que sucede cuando nos enamoramos y estamos felices: se nos ve radiantes, nos brilla el pelo, la mirada, la piel, y todo el mundo nota nuestras noches de amor.

Cuando sufrimos se nos marcan las ojeras, las bolsas, las arrugas, se nos borra la sonrisa, se nos opaca la mirada y se seca la piel. Estamos más cansadas siempre, porque sufrir nos roba las energías y la alegría de vivir. Sufrir no es gratis: además de envejecer, nos deteriora por dentro y por fuera. Nuestra salud mental y emocional se daña, nuestra salud física también.

Hay que dejar de sufrir por amor cuando nos hace dependientes de la droga del amor, nos aísla y nos pone sumisas, como quiere el patriarcado. Nos vuelve zombies, nos amarga la vida, nos hace perder tiempo, con lo corta que es la vida.

¿Queréis mas razones para convenceros de lo importante que es no sufrir por amor?

Nos sobran los motivos: tenemos que dejar de despilfarrar tiempo y energías en relaciones que no funcionan y no nos hacen felices. Mejor si es desde el principio.
Cuanto antes te liberes, mejor.
Cuando una se libera, nos liberamos todas.

#LoRománticoEsPolítico #MujeresQueYaNoSufrenPorAmor #AutocuidadoFeminista


En librerías y en la web de Catarata:
https://www.catarata.org/libro/mujeres-que-ya-no-sufren-por-amor_80398/

5 de septiembre de 2018

Pobrecitos




Una de las razones por las cuales a las mujeres nos cuesta dejar las relaciones en las que no nos sentimos amadas o en las que sufrimos malos tratos es porque nos dan pena los hombres a los que amamos. Cuando nos enamoramos, conectamos con el niño asustado que hay en su interior. Tenemos tanta capacidad para la empatía, que confundimos el amor de pareja con el maternal y por eso queremos cuidar y ayudar a ese niño inocente a superar sus traumas y sus carencias, y a cerrar sus heridas.

Creo que a muchas nos da ternura la fragilidad de la masculinidad patriarcal: de alguna forma nos compadecemos de sus miedos, de todo lo que les ha tocado sufrir para llegar a ser un macho, de su incapacidad para mostrar afecto, de su falta de habilidades para gestionar sus emociones, de su torpeza a la hora de resolver conflictos, de sus problemas con la autoestima y el Ego. Justificamos su machismo pensando que sufrió tanta violencia ese niño pequeño e indefenso, que es "normal" que la reproduzca y la vuelque sobre nosotras. Nos da por pensar que él sufre siendo violento, pero creemos que el pobrecito no puede evitarlo.

Nos consolamos pensando que nuestro amor lo curará, que nosotras somos muy fuertes y podemos ayudarle a cambiar, que cuando logre conectar con su niño interior se liberará del machismo como por arte de magia. Creemos que los hombres machistas son buenas personas y que no nos hacen daño por placer, sino porque los pobrecitos son hombres, y los hombres son así, muy limitados, violentos e inseguros. Creo que por eso muchas veces nos ponemos condescendientes cuando quieren ser el centro de nuestras vidas, cuando exigen toda la atención, cuando piden a gritos una entrega total e incondicional por nuestra parte. Sabemos que necesitan sentirse poderosos e importantes, así que muchas veces les hacemos creer que lo son, para aliviar un poco ese complejo de inferioridad y superioridad que les hace ser tan dominantes e inseguros.

Bueno, esto es una trampa mortal para nosotras: el niño mutilado no se va a curar, el hombre violento no se va a transformar en una buena persona sólo con nuestro amor. Los hombres tienen que trabajarse sus masculinidades patriarcales, sus traumas y sus miedos, su machismo y su violencia, su discapacidad emocional su necesidad de dominar, su necesidad de tener al lado una esposa-madre-criada leal que les aguante y les sostenga.

Y nosotras tenemos que tener claro que nos merecemos un compañero que nos sepa querer bien. Tenemos que dejar de ser tan comprensivas con los pobrecitos, poner la atención en nosotras, y conectar con la niña que llevamos dentro para protegerla de esos niños violentos e inseguros. ¿Por que si no la cuidas tú, quien va a cuidarla? No permitas que ningún hombre machista le haga daño, que destroce su autoestima, que se aproveche de ella y de su capacidad para amar. Esa niña que tienes dentro somos todas: cuando la cuidas a ella, nos cuidas a todas. Cuando tú te liberas, nos liberamos todas.

 #AutoestimaFeminista #MasculinidadPatriarcal #ViolenciaMachista #MachosSolos #MachosSinAmor #Pobrecitos


Coral Herrera Gómez


26 de agosto de 2018

¿Cómo saber si hay amor en mi relación?


Ilustración de Frida Castelli



Muchas mujeres están en relaciones de pareja en las que no hay amor. Quizás puede que haya mucho romanticismo, pero no hay amor. La trampa en la que caemos gracias a este gran espejismo colectivo que es el mito del amor romántico, es precisamente que aguantamos demasiado tiempo en relaciones que parecen de amor, pero no lo son.

A las mujeres heterosexuales nos cuesta distinguir el amor de la violencia porque la cultura amorosa patriarcal en la que hemos sido educadas nos hace creer que quién bien te quiere, te hará llorar, que los que más se pelean son los que más se desean, y que del amor al odio hay un paso.

Es una cultura sadomasoquista en la que a nosotras nos toca el papel de sufridoras, y nos hace creer que cuando un hombre nos vigila, nos controla, nos limita la libertad, ataca nuestro derecho a la privacidad, lo hace "por amor". Que sin el amor de un hombre no somos nada. Que los celos son pruebas de amor, que la violencia es pasional, que los malos tratos son "normales" entre dos seres que se quieren. Y es que son el pan nuestro de cada día: vivimos en una cultura muy machista y muy violenta en la que hemos naturalizado la violencia y el sufrimiento, y nos hemos acostumbrado y hasta resignado pensando que es imposible estar en una relación amorosa basada en el respeto mutuo, el placer y el compañerismo.
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Sin embargo, las mujeres que ya no sufrimos por amor estamos cansadas de aguantar malos tratos en nombre del amor, estamos hartas de relaciones en las que no somos felices, estamos cansadas de nuestro rol de mujer sacrificada que todo lo soporta por amor, y ya no nos creemos el cuento de que haya algo de amor en una relación machista en el que a nosotras nos toca obedecer, someternos, renunciar a nuestra libertad, y trabajar gratis sirviendo al señor.

Para nosotras el amor tiene que estar basado en el placer, el disfrute, el compañerismo, la solidaridad, el buen trato, la libertad y la igualdad, la honestidad y la sinceridad. Creemos que si duele, no es amor. Confiamos en nuestra capacidad para evaluar si una relación nos está haciendo felices o no, si nos compensa o no, si puede funcionar o no, y en nuestra capacidad para tomar decisiones si la respuesta es no. Porque priorizamos el auto-cuido por encima de cualquier relación romántica: lo primero es nuestra salud, nuestro bienestar, nuestra felicidad.

La mejor herramienta para hacer análisis de las relaciones en las que estamos es hacernos  preguntas. Os invito a poneros las gafas violetas con los filtros del amor, y a hacernos todas las  preguntas que se nos ocurran para intentar averiguar si estamos en una relación en la que hay amor, o si por el contrario estamos en una relación basada en la dependencia y la necesidad, en la dominación y la sumisión, en la comodidad o en el interés.

Las preguntas las tenemos que poner entre todas, aquí lanzo unas cuantas para empezar:

- ¿Te sientes plenamente correspondida en tu relación?, ¿crees que los dos estáis igual de ilusionados y tenéis las mismas ganas, y la misma intensidad en vuestros sentimientos?

- ¿Te sientes amada?, ¿Cómo te demuestra tu compañero su amor?,

- Si no te lo demuestra, ¿por qué no te lo demuestra?

- ¿Tenéis los dos el mismo concepto, o parecido, del amor, y del tipo de pareja que querríais tener? Si la respuesta es no, ¿hay condiciones para  amarse si vuestras apetencias no coinciden?

- ¿Te sientes aceptada tal y como eres?, ¿te ha pedido tu pareja que cambies tu forma de ser, o hagas cambios en tu vida?

- ¿Te sientes bien, te sientes feliz, estás a gusto en tu relación?, ¿porcentaje de felicidad?

- ¿Te sientes bien tratada?,

- ¿Te sientes bien tratada todo el tiempo, la mayor parte del tiempo, o sólo a veces?

- ¿Te sientes bien tratada cuando hay conflictos y discusiones?

- ¿Cómo tratas tú a tu compañero?, ¿notas mucha diferencia entre su forma de tratarte y la tuya hacia él?

- ¿Cómo habla de sus ex-novias?

 - ¿Cómo habla de las mujeres?

- ¿Cómo trata a la camarera que os está sirviendo la comida en el bar?

- ¿Crees que tu compañero es buena persona?

- ¿Crees que tu compañero es buena persona todo el tiempo, con todo el mundo?

- ¿Cómo se comporta con los animales?

- ¿Es machista? ¿Es racista, clasista, homófobo, lesbófobo, xenófobo?, ¿emite discursos de odio?

- ¿Sus actos y sus palabras se corresponden, lo que dice y lo que hace es coherente?

- ¿Cuantas pasiones y aficiones tenéis en común, hay compatibilidad entre ellas?

- ¿Se ocupa y se preocupa por tu placer, o sólo piensa en el suyo?

- ¿Crees que tu compañero tiene ganas de disfrutar del amor y del sexo, o hay algún obstáculo que le impida vivir sus relaciones con libertad y alegría, como por ejemplo, el miedo?

- ¿Sabe escuchar con amor?, ¿te escucha a ti con amor?

- ¿Cómo son sus relaciones con sus amigos y amigas, y con su familia?

-  ¿Sientes que la relación es fácil, o es difícil? Fluye el amor, ¿o estáis siempre peleando?

- ¿Ha mentido delante de ti alguna vez a alguien?

- ¿Cómo crees que te ve él, qué te dicen sus ojos cuando te mira, qué cosas le gustan de ti?

- ¿Cómo le habla de ti a los demás, cómo le habla de ti a su mejor amigo, te gusta lo que estás escuchando al imaginarlo?

- ¿Cómo te habla a ti sobre ti misma, cómo habla de ti a los demás cuando estás tú presente?

- ¿Se ha desnudado emocionalmente delante de ti, te ha dejado ver su interior, te ha hablado sobre sí mismo y sobre sus sentimientos?

- ¿Quién es el que se siente más feliz en la relación?, ¿quién es el que mejor está de los dos, o estáis igual de bien los dos?

- ¿Te sientes cuidada?,

- ¿Te sientes cuidada siempre, o solo a veces? Cuando enfermas, ¿te cuida?, ¿te ayuda cuando tienes problemas?, ¿se preocupa por ti?

- ¿Sientes que tienes intimidad y privacidad?, ¿respetas tú la suya?

- ¿Cómo actúa cuando está estresado o nervioso?

- ¿Os veis ambos juntos en el futuro, o alguno de los dos se ve fuera de la relación?

- ¿Te sientes libre para ser tú misma, para expresarte, para contar cómo te sientes, para hablar de tus deseos?

- ¿Te sientes libre en la relación para tener tus propios espacios, tus propios tiempos?

- ¿Cómo le acepta tu gente a tu chico?, ¿qué piensa él de tu gente?

- Si tu gente no le gusta, ¿crees que él trata de aislarte, o respeta tu red de afectos?

- Si su gente no te gusta, ¿crees que él se siente libre para relacionarse con su red de afectos?

- ¿Cómo se comunica contigo?, ¿quién llama primero?, ¿cuánto tarda en contestar tus mensajes?

- ¿Respeta los pactos a los que habéis llegado para estar juntos, o los rompe a menudo?

- ¿Crees que tu compañero confía plenamente en ti?

- Y tú, ¿confías plenamente en tu pareja?

- ¿Os reís mucho juntos?, ¿te estás divirtiendo?

- ¿Estás renunciando a algo, o te estás sacrificando por algo?

- Si es feminista, si dice que se está trabajando el patriarcado, ¿hay coherencia entre sus discursos y sus actos?

- ¿Hay compañerismo, igualdad y trabajo en equipo en tu relación?

- ¿Cómo os repartís las tareas en la casa, la crianza, los cuidados?,

- ¿Disfrutáis ambos de la misma cantidad de tiempo libre?

- ¿Cómo es vuestra forma de organizaros económicamente, sois solidarios el uno con el otro, dependéis del otro para vuestra subsistencia, cómo es la relación cuando no hay igualdad en los ingresos?

- ¿Te compensa la relación, sientes que las cosas buenas realmente compensan las malas?

- ¿Te gustaría que hubiese algún cambio en tu relación?, ¿Crees que es posible que haya un cambio en la realidad?

- ¿La relación ahora es mejor que al principio, o peor?

- ¿Imaginabas que tu relación iba a ser así?, ¿cómo la soñabas?

- ¿Tu relación se ha convertido en un cruce constante de reproches mutuos?, ¿hay cansancio o hartura por parte de ambos?

- ¿Qué cosas podrían mejorar en la relación?

- ¿Qué cosas te gustaría trabajarte a ti para ser mejor persona y para disfrutar del amor?

- ¿Y tu pareja, qué podría trabajarse para mejorar también?, ¿crees que tiene herramientas y ganas para hacerlo?

- ¿Cómo habla de sí mismo?, ¿cómo le ves el Ego y cómo le ves la autoestima?

- ¿Te da la razón en todo, te lleva la contraria en todo?, ¿te ríe todas las gracias?, ¿se pone por debajo de ti, o por arriba de ti, o permanece en el mismo nivel que tú?

- ¿Y tú, te pones por encima o por debajo, alternas posiciones de dominación y sumisión, o tratas de tener relaciones horizontales e igualitarias?- ¿Cuál es el porcentaje de nivel de sinceridad y honestidad de tu pareja?

- ¿Cómo sería tu vida si no estuvieses con tu pareja actual?, ¿qué estarías haciendo?

- ¿Cómo será la vida de él sin ti, qué estaría haciendo?

- ¿Tiene tu pareja miedo de quedarse solo/a?,

- ¿Y tú, tienes miedo a quedarte sola?

- ¿Te sientes encadenada a tu pareja por los sentimientos que albergas hacia ella, o por alguna otra atadura económica, contractual, etc?

- ¿Crees que tu pareja se siente libre estando en esta relación contigo?

- ¿Confías en ti misma para saber cuando es el momento de romper la relación, si llega ese momento?

- ¿Cómo crees que se comportaría él en la ruptura, te trataría con amor, o te haría la guerra?



Coral Herrera Gómez



17 de junio de 2018

Cómo destrozar tu relación de pareja en pocas semanas. Método garantizado.




Lo más importante a la hora de destrozar tu relación de pareja es que te asegures de que hay sufrimiento constante, que hay drama y desgarro, que hay dolor. Se trata de convertir una relación que podría ser hermosa, en un infierno para ambos miembros de la pareja. No importa si estás en una relación hetera, bisexual, lesbiana o gay: siempre que apliques los mitos del romanticismo patriarcal en tu forma de relacionarte con el amado o la amada, tienes casi garantizada la ruptura. Puedes empezar este método desde el incio del romance, aquí mis consejos para estropear una relación bonita:

1. Desconfía en todo momento: tu pareja es tu enemigo/a, así que nunca debes confiar en ella. Da igual lo que te diga o lo que haga: no la creas. No es tu amiga ni tu compañera, no es tu amigo ni tu compañero: el amor es una guerra y tú quieres ganar todas las batallas. Así que no te fíes: cada cual tiene sus estrategias para dominar al otro, y para hacer lo que no se debe cuando se está en pareja. Si das por sentado que te miente y te engaña, te será más fácil hacerle la vida imposible con tus continuas sospechas, y por lo tanto, antes se hartará de ti.

2. Sé egoísta y piensa solo en ti, en tus necesidades, en tus apetencias y tus deseos. Para dominar la situación, puedes optar por dos vías: o dejarle muy claro que le amas, o que no lo tenga nada claro. Puedes decirle que estás dispuesta a renunciar a todo por ella, o por él, que la cosa va muy en serio, que el centro de tu vida ahora mismo es ella, o él, que vives por y para ella, o para él, que tu vida carece de sentido sin ella, o sin él. Así se agobiará con la tremenda responsabilidad de hacerte feliz y empezará a pensar en dejarte. O puedes hacer justo lo contrario: no te comprometas, repite insistentemente que "no sois nada", coloca a tu pareja en una segunda o tercera categoría, insiste en que no quieres pareja formal aunque la tengas. Así aunque primero puede que se esfuerce en enamorarte, al final se hartará de intentarlo y de sufrir para nada.

3. No negocies el modelo de relación que váis a seguir: impón el tuyo, por ejemplo, el modelo romántico ideal para seguir la senda del noviazgo tradicional, siguiendo los pasos marcados por el patriarcado, como Dios manda: "Voy a presentarte a mis padres, a mi familia, a mis amigas y amigos, voy a pedirte que te hipoteques conmigo, voy a pedirte matrimonio, hijos y familia feliz". Algunas personas salen corriendo cuando les planteas esto en las primeras citas, no falla. También puedes imponer una relación de amantes o de amigos, avivando de vez en cuando su esperanza para que se convierta en algo más, pero sin dar un solo paso. Más temprano que tardé, se cansará de esperar el milagro romántico.

4. Lluvia de reproches: intenta montar una escena a tu pareja plagada de reclamos y falsas acusaciones, al menos una vez al día. Convierte la lluvia en tormenta cuando notes que la otra persona está feliz o se siente muy bien. Que los reproches le dejen claro que es imperfecta, que es una mala persona, que no se puede confiar en ella, que se sienta culpable por todo, que se vea a sí misma como un monstruo. Es una peli en el que tú siempre eres el bueno o la buena, y ella la mala o el malo. Así se harta y te deja enseguida porque sabe que quieres bajar su autoestima para aumentar su dependencia emocional. Y como ya lo sabe, no se deja, y se aleja.

5. Hazte indispensable: sé el mejor o la mejor en todo. Ten a tu pareja como a una reina: ayudale en todo, intenta resolver tú sus problemas, ofrece tus recursos y tus conocimientos para apoyarle en momentos difíciles, hazle la vida más fácil en todo momento: lleva su coche a reparar al taller, hazle la declaración de la renta, cocina como una diosa, o como un dios, limpia su casa, paga la cuenta en el cine y en el bar, hazte necesaria e importante para su día a día. Cuando se de cuenta del tremendo poder que tienes sobre ella, saldrá espantada, o espantado, a recuperar su autonomía y su libertad.

6. Mientras, intenta manipularla, controlarla, tenerla vigilada. Pídele sus contraseñas del correo y de sus perfiles en redes como una prueba de su amor. Sugierele qué ropa le sienta bien y señala sin piedad la que no le queda bien. Opina sobre sus proyectos de vida y sus proyectos profesionales para minusvalorarlos o para hacerle sentir que está perdiendo el tiempo y que no lo logrará. Exige que esté pendiente del teléfono porque si no te vas a sentir muy mal porque eres muy sensible y tienes miedo al abandono. Sé crítico o crítica en plan destructivo, intenta que se sienta poca cosa y se sienta poderosa. Al principio puede que se sienta confundida y triste, pero luego te mandará a Siberia a freír espárragos.

7. Intenta asilarla de su familia y amigos/as. Primero hazte el simpático o la simpática para caerles bien, luego te dedicas a criticarles. Ponle difícil la conciliación de su vida contigo y con su gente. Exige que su tiempo es tuyo con este rollo del amor verdadero, que asuma que tiene que dedicarte
a ti todos los ratos en los que no estudia o trabaja. Pon malas caras cuando te obligue a ir a sus compromisos, y no vayas a todos, pero quéjate porque te sientes excluida o excluido. Siempre que puedas, monta enormes broncas a tu pareja, así lograrás que la gente que la quiere reaccione en contra tuya y empiecen a convencerla de que debe dejarte inmediatamente. Ella misma se resistirá con uñas y dientes a que la aisles, el feminismo la ha ayudado a valorar su red de afectos y de cuidados.

8. Cuando tu pareja salga sin ti, intenta amargarle la noche y hacerle sentir culpable de la ansiedad que sientes. Da rienda suelta a tus celos, y exige "tus derechos" como pareja. Obligale a estar permanentemente conectado/a, localizable y disponible para ti, intenta que le de miedo tu forma de reaccionar, monta la bronca si no te contesta en una hora, intenta chantajearla/e con la idea de que no puedes ni respirar del dolor que sientes por su culpa. El objetivo es que no disfrute con sus amigas, sus amigos o su familia, o que no disfrute de su tarde de soledad y lectura. No se puede disfrutar sin ti. 

9. Aunque tampoco se puede disfrutar contigo: dale unas migajas de amor, y el resto del tiempo, una de cal y otra de arena. Que se crea que estar en guerra es estar en el paraíso, cambia de humor con rapidez, intenta aguar todas las fiestas, monta peleas por nada, tratala mal, amenaza con dejarla, o con dejarle. Dale placer, regalalé orgasmos, sé cariñoso/a, concedelé todos sus deseos, ponte de rodillas para que se sienta una diosa. Ponte sado, ponte masoquista, ponte victimista, ponte autoritario/a. Seguro que al principio se resistirá y aguantará todo lo que pueda, pero al final te dejará, harta de tu patriarcados, tus miedos, tus traumas, tus limitaciones, tu mal humor y tu agresividad.

10. Sé infiel, miente, portaté mal, hazle putadas, da donde más duele. Si sufre es más fácil que te de todo el poder al principio. Que vea que eres una persona muy deseable, que sospeche de tus infidelidades, que cuando quiera hablar de ello te pongas de malas. Ves dejando pistas que te delaten, pero niegalo todo. Que sienta que está loca y se inventa las cosas. Que llore, que lo pase fatal, que te perdone, que empiece a odiarte: acabará harta de tus mentiras, tus paranoias, y tus malos tratos. Y le entrarán unas enormes ganas de liberarse de ti, y de todos los que son como tú. No estará sola, estará acompañada de un montón de gente que la quiere y a la que le preocupa su bienestar y su felicidad. 

Algunas personas tardan más, otras tardan menos, pero este método es infalible. Estas relaciones patriarcales de dominación y sumisión empiezan a quedarse atrás: cada vez somos más las mujeres que queremos disfrutar del amor.

Ninguna relación resiste tanta desconfianza, tantas luchas de poder, tantos dramas llenos de reproches, tanta posesividad y tantos celos, tanta agresividad e intentos de manipulación. Cualquier romance muere con chantajes, amenazas, mentiras, peleas y escenas desagradables con llantos, gritos e insultos casi todas las semanas. Tampoco resiste a la presión social de la gente que quiere a tu pareja y hace todo lo posible por convencerla para que salga de ahí. Porque no hay amor posible en el corazón del patriarcado: si no te cuidan, si no hay igualdad, si no hay compañerismo, si no hay ternura, si no hay placer, si no hay confianza y honestidad, si no se puede disfrutar, nosotras nos vamos ya: no aguantamos más.

#MujeresQueYaNoSufrenPorAmor

Coral Herrera Gómez


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13 de junio de 2018

Desaprender la crueldad






Somos crueles con las mujeres embarazadas, con los bebés recién nacidos, con la persona que se enamora de nosotros, con el anciano que pierde sus facultades, con los niños y las niñas, con los inmigrantes y los refugiados, con la gente diversa en capacidades y orientaciones sexuales, con los raros y los anormales, con los locos, con los animales domésticos y con el ganado que criamos para comer. Somos crueles con los demás en los momentos de máxima vulnerabilidad: cuando las mujeres dan a luz, cuando llegamos al mundo, cuando enfermamos o cuando nos vamos a morir.   

Nuestra cultura sadomasoquista nos hace creer que para amar, para aprender, para adaptarse a este mundo enfermo hay que sufrir. Muchos ejercemos estos malos tratos sin darnos cuenta, sin pensar en si está mal o no, si la otra persona está sintiendo dolor o no. Nos importa poco porque la crueldad con la que nos tratamos entre nosotros hoy en día nos resulta "normal" y "natural": la hemos sufrido, la hemos interiorizado, la reproducimos y la transmitimos a las nuevas generaciones  como parte de nuestra "sabiduría popular".

La cultura de la crueldad es una forma de practicar la violencia y de ejercer nuestro poder que está legitimada y naturalizada en nuestra sociedad patriarcal, del mismo modo que la cultura de la violación. La crueldad, como el amor, es también una construcción social y cultural. Está tan normalizada que no percibimos la crueldad como una forma de violencia: nos parece natural dejar llorar a un bebé que necesita cariño, o pegar a los niños cuando desobedecen. Nos parece normal también devolver el daño que nos hacen los demás: justificamos nuestra violencia con el "derecho a la venganza" y con la filosofía del "ojo por ojo". 

Justificamos la crueldad con los argumentos más disparatados. Nos decimos los unos a los otros que para aprender en la vida hay que sufrir y pasarlo mal, que es lo que toca, que es lo natural: la vida es dura y nosotros tenemos que hacernos duros también. Aprendemos a insensibilizarnos y perdemos la empatía a medida que resistimos los golpes de la vida, y luego interiorizamos esta cultura de la crueldad para reproducirla y transmitirla a las nuevas generaciones. Así es como se perpetúa en cada uno de nosotros el ciclo de la violencia y los malos tratos hacia los demás.  

Nos parecen normales comportamientos monstruosos, como separar a las mamás de sus bebés, o la explotación y el maltrato animal, tan cotidiano en todo el planeta. En las relaciones familiares, en las relaciones laborales, y en las redes sociales nos aplastamos los unos a los otros, nos damos lecciones, nos juzgamos y nos insultamos sin piedad, nos  imponemos a los otros para ganar todas las batallas. No sabemos resolver conflictos sin usar la violencia, no sabemos discutir sin insultarnos, no sabemos expresar nuestras emociones sin hacer daño a los demás. 

También en el ámbito del amor romántico la crueldad se justifica y se sublima: las relaciones de pareja están atravesadas por el sufrimiento porque antes de llegar al paraíso hay que atravesar este valle de lágrimas. En la cultura patriarcal, parece natural que los hombres casados mientan y sean infieles a sus esposas, o que las maten cuando son ellas las infieles. Todo el amor romántico está impregnado de violencia machista disfrazada de violencia pasional: a las mujeres nos hacen creer que si nos pegan es porque nos quieren mucho, que quien bien nos quiere nos hace llorar, que si nos sacrificamos al final tendremos nuestra recompensa. A ellos les hacen creer que el amor es una guerra que hay que intentar ganarla como sea, y que la única forma de tener a sus pies a una mujer es combinando los buenos y los malos tratos para que se muera de amor por ti y así poder dominarla. 

Sufrimos la crueldad de los demás, y la ejercemos nosotros también, dependiendo del lugar que ocupemos en la jerarquía de poder. Cuando somos hijas, cuando somos madres, cuando somos empleadas, cuando empleamos a alguien, cuando somos novias, cuando somos amantes, cuando somos ancianas: con cada persona sostenemos nuestras luchas de poder para resolver los conflictos y para lograr lo que queremos, lo que deseamos o lo que necesitamos. 

El mundo sería un lugar mejor si pudiésemos entender los mecanismos con los cuales hacemos daño a los demás y a nosotras mismas, y si pudiésemos aprender a relacionarnos desde la ternura y el amor. En lugar de dejarnos llevar por nuestro Ego y su ansia de poder, podríamos poner en el centro los cuidados, construir relaciones igualitarias, ampliar nuestras redes de afecto. El mundo sería un lugar mucho mejor sin violencia, y sin la estructura de explotación que ejercemos unos sobre otros: hay que empezar a hablar de los malos tratos, y de la cultura de la crueldad que los justifican, para poder desaprenderlos y aprender otras formas de relacionarnos y de querernos.  

He llevado a cabo un breve análisis con propuestas incluidas para desmontar esta cultura y los argumentos que justifican el dolor, el sufrimiento y la crueldad como si fueran necesarios para sobrevivir y para relacionarse. La sufrimos y la ejercemos en el nacimiento y en la infancia, en la adolescencia, en el amor romántico, en la vejez, y en la muerte:

12 de junio de 2018

Video-presentación del Libro "Mujeres que ya no sufren por amor", de Coral Herrera



En su nuevo libro, "Mujeres que ya no sufren por amor: transformando el mito romántico", Coral Herrera Gómez analiza la manera en la que aprendemos a ser hombres y mujeres, y a relacionarnos entre nosotros, con el objetivo aportar su granito de arena para liberar al amor de su carga machista y patriarcal. La autora cree que para poder sufrir menos, y disfrutar más del amor necesitamos herramientas para desmontar el amor romántico, y para llevar la teoría feminista a la práctica.

Coral Herrera afirma que el amor es una energía que mueve al mundo, y tiene un potencial transformador que es revolucionario a todos los niveles, porque puede cambiar nuestra forma de sentir, de gestionar nuestras emociones, de relacionarnos y de organizarnos social, política y económicamente. Ella nos invita a trabajar individual y colectivamente para despatriarcalizarlo, reinventarlo, ensancharlo, multiplicarlo, y expandirlo más allá de la pareja.

Bajo el lema de que lo romántico es político y otras formas de quererse son posibles, la autora propone algunas claves para desaprender todas las creencias en torno a la utopía romántica posmoderna de corte individualista que nos mantiene anestesiadas, aisladas unas de otras, en eterna búsqueda del amor, encerradas en nuestra burbuja de miedos, y creyendo que estamos condenadas a sufrir por amor.

Coral Herrera trabaja desde la autocrítica amorosa feminista. Para aprender a querernos bien, y para poder relacionarnos de una forma más libre, igualitaria y amorosa con nosotras mismas, entre nosotras, y con los hombres, cree que es esencial que analicemos las relaciones de poder y las herramientas que tenemos para unirnos, para separarnos, para disfrutar del amor, para arreglar nuestros problemas y resolver los conflictos que tenemos con nuestras parejas y con las demás relaciones que construimos con nuestros seres queridos.

En esta recopilación de artículos, escritos con un lenguaje accesible y con espíritu alegre y combativo, la autora nos abre las puertas de una nueva utopía amorosa de carácter colectivo en la que quepamos todas y todos. Para llegar a ella es necesario hacer una revolución afectiva, sexual, amorosa, emocional, y cultural que nos permita construir relaciones más sanas y más bonitas.

Las mujeres que ya no sufren por amor son las protagonistas de esta transformación social  y esta revolución amorosa: hemos puesto en el centro del debate y la lucha feminista la ética de los cuidados, la política de las emociones, y el derecho de las mujeres al placer, al bienestar, y a disfrutar del amor, y de la vida en libertad, y en buenas compañías.


Coral Herrera Gómez es Doctora en Humanidades y Comunicación, escritora y bloggera, y coordinadora del Laboratorio del Amor, una red social de mujeres y un taller permanente en torno a los estudios sobre las relaciones amorosas desde una perspectiva de género. Ha trabajado como consultora de comunicación y género en organismos internacionales como Unesco, ILANUD, AECID y actualmente trabaja en UNED Costa Rica, y en Observatorio de Medios y Comunicación Centroamericano (GEMA). Escribe en su blog desde hace siete años y colabora en diversos medios de comunicación como Mente Sana o Pikara Magazine. Ha sido profesora e investigadora en la Universidad de la Sorbona en París IV, en la Universidad Carlos III de Madrid y ha publicado varios libros, entre los que destacan La construcción sociocultural del amor romántico (Fundamentos, fecha) y Más allá de las etiquetas (Txalaparta, 2011). También ha participado en varios libros colectivos e imparte conferencias en congresos internacionales sobre comunicación y género.



Herrera Gómez, Coral: Mujeres que ya no sufren por amor, Editorial Catarata, 2018, Madrid.



¿Cómo puedo conseguir el libro?

- Puedes encargarlo en tu librería favorita. 

- Puedes comprarlo on line en la web de la Editorial Catarata

- Puedes pedirlo en Amazon


21 de mayo de 2018

¿Quienes son las Mujeres Que Ya no Sufren Por Amor? Prólogo del libro

Foto cortesía de la librería Louise Michel Liburuak


Las mujeres que ya no sufrimos por amor somos pocas aún, pero somos cada vez más. No nos hemos liberado del dolor ni hemos encontrado la fórmula para ser felices en el amor, pero nos llamamos así porque ya no nos sentimos condenadas a sufrir por amor: sabemos que lo romántico es político, y que otras formas de relacionarnos, de organizarnos y de querernos son posibles.

Las mujeres que ya no sufrimos por amor estamos haciendo la revolución amorosa: estamos poniendo sobre la mesa la importancia de reinventar el amor romántico para sufrir menos, y disfrutar más del amor. Las redes sociales y afectivas, las emociones y los cuidados están en el centro de nuestro pensamiento, nuestros debates y nuestras luchas.

Las feministas hemos logrado muchos cambios a nivel legislativo y político, y estamos despatriarcalizando todo: la ciencia, la educación, las religiones, la medicina, la filosofía, el periodismo y la comunicación, el cine, el teatro, la democracia, los deportes, las instituciones, la familia… pero nos queda mucho trabajo por hacer en el nivel sexual, emocional y sentimental.

Aunque hace décadas que luchamos por alcanzar la autonomía económica, hasta hace poco se había hecho muy poco por la autonomía emocional, y cada una tenía que buscar las herramientas para poder trabajar la dependencia sentimental y despatriarcalizar sus emociones. Hoy, sin embargo, estamos trabajando colectivamente fabricando esas herramientas para la revolución de los afectos.

Nuestra forma de amar es patriarcal porque aprendemos a amar bajo las normas, las creencias, los modelos, las costumbres, los mitos, las tradiciones, la moral y la ética de la cultura a la que pertenecemos. Cada cultura construye su estructura emocional y sus patrones de relación desde una ideología concreta, por eso nuestra forma de amar en Occidente es patriarcal y capitalista.

Las niñas y los niños recibimos mensajes opuestos y aprendemos a amar de forma diferente, así que, cuando nos encontramos en la adultez, resulta imposible quererse bien. Los niños aprenden a valorar y defender su libertad y su autonomía; las niñas aprenden a renunciar a ellas como prueba de su amor cuando encuentran pareja. Las niñas aprenden a situar el amor en el centro de sus vidas, mientras que los niños aprenden que el amor y los afectos son “cosas de chicas”. Las niñas creen que para amar hay que sufrir, pasarlo mal, aguantar y esperar al milagro romántico; los niños, en cambio, no renuncian ni se sacrifican por amor. Las niñas aprenden a ser dulces princesas; los niños, a ser violentos guerreros. Ellas creen que su misión es dar a luz a la vida; la misión de ellos es matar al enemigo. Mientras ellas se hipersensibilizan y dibujan corazones por todos lados, ellos se mutilan emocionalmente para no sufrir y se preparan para ganar todas las batallas.

Así las cosas, no es de extrañar que cuando nos juntamos para amarnos el encuentro sea un desastre. En estas condiciones es imposible construir una relación basada en el respeto mutuo, el buen trato y la igualdad. Es imposible gozar del amor en una estructura de relación basada en la dominación y la sumisión, y en las luchas de poder que nos quitan gran parte de nuestro tiempo y energía: las guerras románticas que sostenemos nos impiden disfrutar del amor y de la vida.

Aprendemos a amar desde nuestra experiencia personal con la familia y el entorno más cercano, pero también con los relatos que mitifican el amor e idealizan unos modelos determinados de masculinidad y feminidad. Mitificar el amor sirve para que las mujeres, movidas por la pasión amorosa, interioricemos los valores del patriarcado, obedezcamos los mandatos de género y cumplamos con nuestros roles de mujer tradicional, moderna y posmoderna a la vez.

Estamos disfrutando de un salto tecnológico impresionante que nos permite contar relatos en múltiples formatos y soportes, pero el esquema narrativo de las historias sigue siendo el mismo: “Mientras él salva a la humanidad, ella espera a ser rescatada de la pobreza, de la explotación, de un encierro, de un hechizo, o de una vida aburrida. Cuando él termina su misión, va a buscarla y se la lleva a palacio, donde ambos vivirán felices y comerán perdices”.

Por culpa de estos cuentos, desde pequeñas nos convertimos en adictas a la droga del amor romántico, y así nos tienen entretenidas soñando con nuestra utopía romántica. Al patriarcado le conviene que permanezcamos encadenadas a esta ilusión, cada cual buscando la manera de ser rescatada por un príncipe azul. El milagro romántico nos aísla de las demás: para el patriarcado no hay nada más peligroso que las mujeres unidas, alegres y empoderadas trabajando en equipo en busca del bien común.

El romanticismo patriarcal es un mecanismo de control social para dominar a las mujeres bajo la promesa de la salvación y el paraíso amoroso en el que algún día seremos felices. La monogamia, por ejemplo, es un mito inventado exclusivamente para nosotras; ellos siempre han disfrutado de la diversidad sexual y amorosa y nos han prohibido que hagamos lo mismo. En el pasado, las leyes permitían a los hombres matar a sus esposas adúlteras. Hoy en día, la infidelidad femenina sigue siendo inaceptable, mientras se disculpan las “canitas al aire” de los hombres. Las mujeres seguimos sacrificándonos, renunciando, aguantando y sufriendo “por amor”, seguimos trabajando gratis en casa y en los cuidados “por amor”, seguimos soñando con la salvación personal a través del amor.

El patriarcado sigue vivo en nuestros corazones y goza de una excelente salud, por eso es tan importante hablar en términos políticos de nuestras emociones y relaciones. Desde mi perspectiva, el amor es un arma muy potente para revolucionar nuestro mundo y cambiarlo de abajo arriba. Podemos liberarlo de toda su carga patriarcal y expandirlo más allá de la pareja, hacia la comunidad. Podemos eliminar las jerarquías y luchas de poder entre nosotros, y construir nuestras relaciones con los demás desde la ternura, la empatía, la generosidad, la solidaridad y el compañerismo.

¿Os imagináis cómo sería el mundo si las mujeres, en lugar de despilfarrar nuestro tiempo en el amor romántico, lo dedicásemos a la lucha por una sociedad más libre e igualitaria? ¿Os imagináis a millones de mujeres trabajando unidas por la defensa de la naturaleza y los derechos humanos? 

Yo sueño con el día en que las mujeres se rebelen y empiecen a poner su energía y su tiempo en su gente querida, sus pasiones y sus proyectos de vida. Sueño con el día en el que los hombres se queden solos, y no encuentren ninguna mujer dispuesta a trabajar gratis para ellos.

Ese día aún está muy lejos: las ideas evolucionan a toda prisa, y somos geniales a la hora de imaginar nuevos modelos amorosos y nuevas formas de relacionarnos, pero las emociones evolucionan lentamente a lo largo de las décadas, y no podemos cambiar en dos semanas nuestra forma de sentir. Son muchos siglos de patriarcado los que llevamos a cuestas, y no tenemos herramientas aún para gestionar nuestras emociones. Seguimos con la misma madurez emocional de los primeros Homo sapiens: sentimos las emociones más básicas (alegría, ira, tristeza, miedo) de manera similar. La mayor parte de la humanidad resuelve sus conflictos con violencia, porque no nos educan para hacer frente a los tsunamis emocionales que nos invaden cada vez que sufrimos y hacemos sufrir a los demás. En las escuelas no nos enseñan a querernos bien, y cuesta mucho trabajo aprender a relacionarse con amor con nosotras mismas, con nuestro entorno y con la gente a la que queremos.

Sin embargo, estamos… en ello. 

Cada vez somos más mujeres pensando y debatiendo sobre nuestra forma de querernos y relacionarnos, cada vez somos más las que queremos liberar al amor del patriarcado, y las que reivindicamos nuestro derecho al bienestar, al placer y a la felicidad.

Las mujeres que ya no sufrimos por amor estamos analizando nuestra cultura amorosa para transformarla de arriba abajo, buscando otras formas de querernos, fabricando colectivamente herramientas para aprender a usar nuestro poder sin hacer daño a los demás, y para construir relaciones bonitas con los demás. Relaciones desinteresadas, relaciones basadas en el amor compañero, relaciones basadas en el placer, la ternura y la alegría de vivir.

Nos hemos dado cuenta de que no hay recompensa por sufrir por amor, no hay premio, no compensa, y no sirve para nada.

Estamos buscando nuevas formas de relacionarnos con nosotras mismas y con los demás. Queremos un mundo mejor para todos y todas, un mundo sin violencia, y sin guerras. Nuestro objetivo común es parar la guerra contra las mujeres y entre las mujeres, y contra nosotras mismas: queremos aprender a querernos bien para poder terminar las relaciones en las que los cuidados no son mutuos y el amor no es recíproco.

La revolución amorosa es a la vez personal y colectiva: lo romántico es político, pero también es social, económico, sexual y cultural. Queremos que el amor deje de ser un instrumento de opresión para utilizarlo como motor de la revolución sexual, afectiva y de cuidados en la que estamos trabajando desde los feminismos.

Las mujeres que ya no sufrimos por amor nos estamos cuestionando todo: ¿cómo desmitificamos el amor?, ¿cómo vamos a trabajar los patriarcados que nos habitan?, ¿cómo acabamos con las relaciones de dominación y sumisión?, ¿cómo nos liberamos de las masculinidades patriarcales?, ¿cómo aprendemos a amar sin hacernos la guerra?, ¿cómo podemos construir relaciones placenteras, hermosas, respetuosas, e igualitarias?, ¿cómo aprendemos a resolver nuestros conflictos sin violencia?, ¿cómo tejemos redes de cuidado, de trabajo cooperativo, de solidaridad con la gente?, ¿cómo vamos a trabajar desde el feminismo para reapropiarnos del placer, para reinventar el amor, para liberar al deseo de la culpa y los miedos?

Estamos en un momento apasionante. Por fin el amor ha dejado de ser un asunto íntimo y privado para convertirse en un debate social y político. Ahora hablamos de amor en las redes sociales, en las asambleas, en los bares, en las tesis doctorales, en los blogs, en los congresos y en las fiestas populares.

Las mujeres que ya no sufrimos por amor aún lo pasamos mal, pero no nos sentimos solas. Todas queremos vencer al monstruo del miedo a la soledad, queremos superar la dependencia emocional, y aprender a amar desde la libertad, no desde la necesidad.

Es mucho el trabajo que tenemos por delante: queremos construir un amor compañero en el que nos sintamos libres e iguales. Queremos relaciones basadas en el buen trato, en el placer compartido, en la honestidad y la ternura. Queremos cambiar nuestra relación con nosotras mismas, y entre nosotras. Y queremos acabar con el patriarcado, la desigualdad, la pobreza y la violencia. 

Se trata de reinventar el amor para que nos alcance a todos y a todas.

El amor es una herramienta maravillosa para la transformación individual y colectiva. Cuando el amor no se reduce a la pareja y llega al vecindario, al barrio, al pueblo, entonces es un motor para construir una sociedad libre de explotación, violencia, jerarquías y dependencias.

La revolución amorosa que estamos llevando a cabo las mujeres feministas pone en el centro la alegría de vivir, los afectos, los cuidados y el placer. Sabemos que otras formas de quererse y organizarse son posibles, y aquí estamos: unidas, creativas y combativas, reivindicando el disfrute y el placer. 

Somos las mujeres que ya no sufren por amor.


Coral Herrera Gómez: Mujeres que ya no sufren por amor: Transformando el mito romántico, Editorial Libros de la Catarata, Madrid, 2018.










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