9 de abril de 2020

¿Eres celosa? Igual el problema no lo tienes tú



"Estás loca y tienes un problema muy gordo", "Me duele que no confíes en mí", "tus celos coartan mi libertad", "eres una paranoica y una celosa patológica", "¿en quién confías más, en mí o en ti, que estás mal de la cabeza?" 

Así consiguen los hombres infieles la libertad que necesitan para poder tener varias parejas mientras tú te mantienes fiel y monógama. Su estrategia es que te creas que el problema lo tienes tú, que pidas perdón por tus ataques de celos, que confíes más en el otro que en ti misma, que te sientas mal por buscar indicios de su infidelidad.  No sólo mienten compulsivamente para poder hacer lo que les da la gana, además son egoístas porque no permiten que tú también tengas otras parejas. Son hombres que mienten sin parar y te machacan la autoestima para que dudes de ti misma y para que no des problemas. Mucho cuidado.
 

Los hombres infieles que tienen pareja oficial utilizan varias estrategias para engañar a sus compañeras. El objetivo es compatibilizar el matrimonio con la vida de soltero y así poder tener una esposa oficial y varias parejas, o al menos, una gran lista de mujeres disponibles, pendientes, y deseosas de tener sexo con él.

Estos hombres practican la infidelidad como si fuera un deporte: su forma de mentir y engañarte, y obligarte a ser monógama es violencia. Para salir de estas relaciones de malos tratos, lo más importante es que entiendas la forma en que te hace sufrir. 

La estrategia más común es hacerte creer que eres una gran celosa sin tener motivos para ello: te acusan de querer amargarles la vida y te hacen sentir mal todo el tiempo. Incluso cuando encuentras pruebas de su infidelidad, él monta una gran bronca y te niega lo que están viendo tus ojos o lo que están escuchando tus oídos. Te repite que no es lo que parece, que estás loca y quiere que dudes de ti misma para que le pidas perdón tú a él. 

Cuando te humillas y le pides perdón, se siente el rey del mambo: se está riendo de tí en tu cara. 

¿Por qué lo hace? Porque es un machista que cree que tú no tienes derecho a tener más parejas porque eres mujer, y él si tiene derecho a estar con quien quiera, porque es un hombre. 

¿Cómo lo hace? Haciéndote sentir culpable y haciéndote creer que el problema lo tienes tú porque estás coartando su libertad. Te hace creer que la falta de libertad le está haciendo sufrir mucho y que eres una maltratadora, así puede hacerse la víctima y protestar porque no le gusta sentirse vigilado o controlado, aunque en el fondo le encanta porque si pudiera ponerte los cuernos con libertad, no le resultaría tan divertido y excitante.

Su estrategia es hacerte sufrir para él poder disfrutar de sus privilegios de hombre. Te pide que confíes en él como un acto de fe, es decir, ciegamente, como si él fuese un dios. 

Así es como se asegura de que cuando tengas indicios claros de su infidelidad, rápidamente confíes en él y desconfíes de ti misma. El objetivo es que no des crédito a lo que ves, lo que oyes y lo que piensas, y que dudes de tu cordura. Por eso te dice que estás loca, que tienes paranoias, que te inventas las cosas para torturarle. Así te instala en la duda permanente y te reprimes a ti misma cada vez que sospechas de él.

Porque si queda claro que tienes problemas de celos, él podrá hacerse la víctima todo el tiempo e incluso podrá explicarle a los demás que tú eres la mala de la película, con el objetivo de que los demás te presionen también y te sientas más culpable aún. Así cada vez que él tenga una cita para serte infiel, tú te quedarás sola pensando que tienes alucinaciones o estás perdiendo la cabeza, y cuando él llegue no dirás nada, para que parezca que no has sufrido y que todo está bien.

Cuanto más culpable te sientes por tener celos y sospechas, más libre intentas que se sienta tu pareja. Cuanto peor tienes la autoestima, más sumisa eres con tu pareja y más aguantas los cuernos, ya que crees que es todo una invención en tu cabeza.

Así él puede acostarse con sus parejas tranquilamente mientras tú estás ocupada yendo al psicólogo para que te ayude a ser menos celosa.

A la larga, empiezas a obsesionarte con tu celotipia: lees posts sobre cómo dejar de ser celosa, vas a charlas y conferencias, entras en foros para conocer a otras mujeres celosas, intentas sanar tus celos... mientras tu pareja sigue divirtiéndose con sus amigas y amantes riéndose en tu cara.

La única manera de salir de esta relación de violencia y malos tratos es darte cuenta de que este tipo mentiroso e infiel es un tipo violento, aunque no te insulte ni te golpee. Cualquier tipo que quiera hacerte creer que estás loca está ejerciendo violencia sobre ti. 

Así que si estás sufriendo porque estás junto a un hombre infiel, es muy importante que la dejes de inmediato y tomes conciencia de que para muchos hombres la infidelidad es un estilo de vida y una forma de estar en el mundo, es un deporte más de la masculinidad patriarcal: creen que tienen derecho a tener varias parejas, y que tú no tienes el mismo derecho que ellos. 

Es machismo puro y duro: es la doble moral según la cual la infidelidad de los hombres es "normal" o "natural", y la de las mujeres es un pecado que pagamos con la muerte. A ellos se les perdonan las aventuras después de tres días durmiendo en el sofá, y a nosotras nos asesinan. Nos educan desde muy pequeñas para que: 
- aprendamos a ser celosas y vivamos la vida como policías del amor, intentando amarrar a ese hombre promiscuo mediante técnicas de vigilancia, coacción, y castigo
- intentemos complacerle constantemente para que no se vaya con otras. 
- aprendamos a vivir con los cuernos y los llevemos con resignación y con dignidad. 

Por eso es tan importante que nos demos cuenta de que no tenemos por qué aguantar, ni sufrir, ni resignarnos, y que no podemos estar con hombres tan machistas y violentos porque destrozan nuestra salud mental con sus técnicas de manipulación. 

Los que realmente tienen que acudir a terapia son ellos: necesitan trabajar el tema de la honestidad porque son educados para mentir sin parar, y para obligar a sus parejas a ser monógamas mientras ellos no lo son. Es un problema social y cultural que tiene que ver con cómo los hombres construyen su masculinidad: ahora mismo hay millones de hombres en el mundo que siendo promiscuos se emparejan en monogamia y se casan para seguir su vida de soltero como si nada. Y este es todo el problema, en realidad: que no quieren tener una sola pareja y que para poder vivir su vida como quieren, tienen que mentir y hacer sufrir a muchas mujeres. 

Tener esto en cuenta es fundamental para dejar de tener celos: nosotras no tenemos por qué cargar con los problemas de honestidad de la masculinidad tradicional, ni tenemos por qué aguantar malos tratos en ninguna relación. 

El amor es para disfrutar, no para sufrir: 

mucho cuidado con los hombres que te dicen que estás loca. 

Coral Herrera Gómez


Publicado en Mente Sana


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5 de abril de 2020

Gente famosa y gente importante



Gente famosa y gente importante: es el momento ideal para que la televisión nos hable de la gente verdaderamente importante, y deje de endiosar a las personas menos útiles y productivas de nuestra sociedad: futbolistas, princesas, millonarios, famosas del corazón, herederas de imperios y demás personajes. Porque no son un ejemplo a seguir para nadie, ni aportan nada, aunque haya tanta gente que los admire.

Yo los veo a todos, en general, gente muy vaga, insolidaria y egoísta, y me cuesta entender que tantas personas quieran ser como ellos. Estaría bien que desaparecieran de las pantallas, porque en realidad no nos sienta nada bien la frustración y la envidia que tantos sienten viendo sus cochazos de lujo, sus mansiones, sus viajes en yate o avión, y sus toneladas de tiempo libre.

Yo le daría espacio en los medios a las historias de la gente de la que dependemos ahora: las enfermeras de urgencias con sus turnos de 48 horas, las cajeras y reponedoras que están expuestas a la pandemia cada día, las cuidadoras de las residencias que acogen bebés, niños y gente mayor poniendo en riesgo su vida, la gente que recoge frutas y verduras en condiciones infrahumanas en el campo para que podamos comer, las mujeres que limpian y cocinan en hospitales y cárceles, los transportistas que distribuyen la comida y los suministros sanitarios.

Su trabajo es indispensable para nuestra superviviencia, y los medios pueden ayudar a dignificar sus profesiones si nos muestran sus rostros y nos cuentan sus historias de lucha y superación personal. Hasta ahora sólo nos invitaban a aplaudir a chavales que patean balones, chavalas que cuentan su vida en platós, herederos que viven como reyes, y que pagan mucho menos de impuestos que los trabajadores y trabajadoras más precarias...

Ahora que aplaudimos a la gente más necesaria desde nuestros balcones, es un buen momento para que los medios dejen a un lado a los famosos y las famosas, y pongan el foco en la gente más trabajadora, valiente, y solidaria. La gente más importante.

Coral Herrera Gómez

2 de abril de 2020

Parejas que disfrutan, y parejas que sufren durante el confinamiento del Coronavirus

Foto de Susan Sleeply Slipsaway


Hoy pensaba en lo felices que tienen que estar las parejas recién enamoradas que han podido confinarse juntas, y se pasan el día follando como locos, contándose la vida, imaginando su futuro juntos, diseñando su proyecto en común, comiendo rico, durmiendo como leones, jugando a todas horas, y abriéndose en canal para deslumbrar al otro con su alma desnuda. Ahora muchas de estas parejas no tienen que abandonar la cama para ir a trabajar, ya no sufren por la falta de tiempo para amar, y pueden olvidarse de los relojes durante varias horas al día para saborear el presente como nunca.

También imagino felices a las pocas parejas que se quieren y se llevan bien, algunas quizás llevan juntas muchos años y disfrutan de las mieles del amor compañero. Su etapa de enamoramiento terminó hace mucho tiempo, pero han logrado formar equipo, apoyarse mutuamente en los momentos difíciles, y hacer frente a las crisis de pareja y a la pesadez de la convivencia y la rutina. Algunas han sacado adelante una familia con hijos e hijas y hoy probablemente tienen que estar solos, sin verlos y sin disfrutar de los nietos y nietas si los hay, pero contentos porque se tienen mutuamente y disfrutan de la compañía y la ayuda mutua que se prestan. 

Pienso en las parejas separadas por el confinamiento, bien en la misma ciudad, o en diferentes ciudades o países, sufriendo por la distancia, deseandose brutalmente, haciendo videollamadas a diario, soñando con el día en el que podrán juntarse de nuevo y saborearse el uno al otro con una intensidad brutal. Pienso sobre todo en los y las adolescentes, su sed de besos, de caricias, de frotamientos, su necesidad de oler y tocarse, los abrazos que no pueden darse. 

También pienso en las parejas que trabajan en hospitales o lugares de riesgo y no pueden hacer el amor, ni siquiera tocarse, para no contagiarse. E imagino las ganas tremendas que se tienen, y los momentos duros que les estará tocando vivir teniendo a su pareja tan cerca y tan lejos a la vez.

Pienso en las parejas que están sufriendo porque les toca estar juntos. Bien porque ya tenían pensado separarse pero les sobrevino la crisis y no les dio tiempo, bien porque no se pueden divorciar porque no tienen ingresos suficientes para vivir por separado y con la situación actual y la que viene, no podrán hacerlo tampoco ni aunque quieran. Los imagino compartiendo techo pero no lecho, intentando no hablar, intentando disimular frente a los hijos e hijas, quienes los tengan, y soñando con poder emprender pronto el vuelo. 

También hay parejas que están sufriendo porque se han dado cuenta de que no soportan a la otra persona, y algunas, de que no se soportan ni a sí mismas. Quizás lo sabían pero con el jaleo de la vida "normal" no tenían tiempo para plantearselo, quizás vivían en lucha perpetua pero algunas tenían amantes que les hacían más fácil sobrellevar su matrimonio. Y en una situación de encierro, lo que antes parecía una crisis puede que ahora sea una catástrofe, y la sensación de estar atrapada o atrapado puede empeorar mucho este sufrimiento de tener que pasar las 24 horas del día con alguien a quien no quieren, y con quien no se llevan bien. 

Hay parejas que se quieren mucho pero no pueden convivir juntas porque se pelean: unas habrán optado por estar separados y echarse de menos, que tampoco viene nada mal, y otras habrán optado por intentar convivir para darse compañía y calorcito. Habrá incluso ex parejas de estas que se llevan de maravilla que habrán podido optar por juntarse temporalmente si tienen hijos en común y no quieren estar cambiando a los niños y niñas de casa. 

También imagino a las parejas clandestinas: habrá gente escapando de sus hogares para ir a pasar una noche con sus parejas, sorteando a la policía, rezando para que no les descubran yendo a ver a sus amores.

Habrá parejas que estén haciendo terapia para intentar salvar su relación, dando lo mejor de sí mismos, hablando mucho, llorando a mares, tratando de recomponer la relación, viendo a ver si es posible empezar de nuevo... 

Imagino que habrá parejas en las que uno de ellos, o los dos, estén amargados echando de menos a sus amantes y odiando a su esposo o esposa, habrá parejas que se estarán conociendo de verdad y puede que les guste mucho (o nada) lo que están descubriendo.

Habrá parejas en las que uno de los dos no se siente correspondido o correspondida y está sufriendo porque sabe que su pareja se iría si pudiera. 

Seguro que hay también gente que está reconectando después de haber pasado un tiempo desconectados o distanciados, parejas unidas por el miedo a la soledad, o parejas que quieren volver a intentarlo cuando termine el aislamiento.

Habrá parejas que se han dado cuenta con tristeza de que se les ha acabado el amor y que lo mejor es separarse cuando todo esto termine, y están viviendo sus últimos días con una mezcla de nostalgia, miedo, dolor y pena. 

Habrá parejas que estén haciendo números cuando los niños duermen, desesperados porque les rebajaron el sueldo, les echaron del trabajo, o se les cayeron todos los proyectos de los siguientes meses y no saben cómo van a pagar el alquiler de la casa o la hipoteca, las facturas de luz y agua, y la comida de cada mes. Las imagino angustiadas con la situación, especialmente a toda la gente que vive al día, a la gente que si no trabaja no come, a las personas autónomas que no tienen salario, a las personas que antes tenían salario y ahora no. Y las imagino a algunas unidas haciendo frente al miedo y la incertidumbre, dándose calorcito humano y apoyándose.

A otras parejas las imagino peleando, y sufriendo por la cantidad de tensión y de rencor acumulado, intentando convivir en paz, o bien en constante batalla campal. Habrá gente que esté intentando practicar la comunicación no violenta, y gente que no tiene herramientas para gestionar la ira, el miedo, el cabreo, o la sensación de estar sufriendo como un animal enjaulado. 

Pero en quienes más pienso, es en las mujeres que conviven con sus agresores, antes atrapadas por la dependencia económica y la emocional, o las amenazas de muerte de él si decidían separarse, y que ahora están encerradas con ellos sin posibilidad de hablar con su familia o amigas sobre el infierno que están viviendo. Pienso también en sus hijos, hijas y mascotas, y el miedo que deben de sentir todos ante los estallidos de ira con violencia, el miedo a que un mal golpe mate a su madre, y la sensación horrible de que no hay una salida, y que después del encierro probablemente tampoco la habrá. Pienso mucho en las que no van a sobrevivir porque serán víctimas de femicidio: no podrán volver a la calle, no podrán volver a abrazar a los suyos, no podrán volver a la normalidad, porque sus maridos no han recibido la vacuna contra la violencia machista, aunque la descubrimos hace mucho. 

Pienso tambièn en las que están pidiendo ayuda en los teléfonos de emergencia pese a lo difícil de la situación, las que han podido ir a una casa de acogida para escapar de su agresor, las que han recibido ayuda de sus familias, amistades, el gobierno o colectivas feministas para salir del hogar, y me aferro con esperanza pensando en todas las que sí van a salvarse gracias a las redes de apoyo y cuidados. Las imagino tranquilas lejos de su agresor, las imagino pudiendo dormir bien por las noches, las imagino soñando con un futuro mejor. 

Coral Herrera Gómez 



20 de marzo de 2020

El Acoso no es Romántico



En muchas pelis románticas nos mandan el mensaje de que "el que la sigue la consigue" y nos hacen creer que la insistencia es una demostración de amor y compromiso. 

Nos ponen de parte del protagonista hasta tal punto que no entendemos por qué la chica le rechaza una y otra vez mientras él la persigue. 

Se supone que lo que más desea una mujer es un hombre que la ame con toda su alma, y nos cuesta entender que lo que vemos es amor no correspondido. Aplaudimos cuando ella finalmente cede y "se da cuenta" de que la felicidad está llamando a su puerta y que no hay nada mas lindo que ser amada con tanta devoción e insistencia. 

Por eso no vemos el acoso ni nos ponemos en su lugar, en el horror y el miedo que puede llegar a sentir una mujer que ha dicho no una vez, y tiene que vivir diciendo que no mil veces, y huyendo del pesado de turno que no entiende que no, es no. Estos pesados han visto en las pelis que los acosadores logran su objetivo si se empeñan, si son originales y divertidos, y perseveran en su empeño: la chica acaba derretida a sus pies. 

Dejemos de romantizar el acoso y a respetar a la gente que no nos corresponde. En la ficción y en la realidad. Si no hay reciprocidad, respeta. 

#ElAcosoNoEsRomántico #NoEsNo

Coral Herrera 

19 de marzo de 2020

Las pasiones de las mujeres



"Las pasiones nos ayudan mucho a desconectar de la realidad, a centrarnos en una sola cosa, a crecer y a obtener placer. Nos hacen sentir bien. Esto nos ayuda mucho a mantener el ánimo, a conocernos mejor y a aprender a disfrutar de nuestra propia compañía.

Las pasiones nos hacen más autónomas, nos cambian la percepción del paso del tiempo y nos permiten saborear la soledad. A la vez, nos facilita el conectar con gente desconocida con la que compartimos las mismas pasiones y sentimos que pertenecemos a una comunidad de gente diversa que interactúa unida por las pasiones

Tener nuestras propias pasiones nos permite superar la dependencia emocional en nuestras relaciones y nos ayuda a manejar nuestro miedo a la soledad: estamos comprobando que para estar bien necesitamos ante todo estar bien con nosotras mismas.

Nuestras pasiones nos conectan con el placer y, cuanto mayor es el placer que sentimos, más calidad de vida, salud física, mental y emocional tenemos"

de Coral Herrera Gómez en mi blog de Mente Sana

12 de marzo de 2020

El rinconcito de los ex



Hay ex que se resisten a ser guardados en el rinconcito de nuestro corazón en el que están todos los amores del pasado, y que se empeñan en formar parte del presente a toda costa. Son egocéntricos, inseguros, y necesitan estar siempre en primer plano. Si no quieren quedarse en el rinconcito, mejor sácalos de tu corazón. 

8 de marzo de 2020

Rebeldía feminista y amor romántico




Uno de los momentos más importantes de mi vida sucedió un día en el que sentía roto mi corazón en medio de un duelo tremendo y me dí cuenta de que no estaba sola: calculé que éramos probablemente millones las mujeres que estábamos sufriendo en el planeta por amor. 

A mí me había dejado mi pareja, pero pensé que había cientos de motivos por los cuales tantas estábamos sufriendo a la vez: unas porque se estaban dando cuenta de que su pareja se estaba desenamorando, otras porque sospechaban o habían descubierto una infidelidad, unas en fase de subidón del enamoramiento rotas porque todo acaba bruscamente, otras en fase de decepción y desilusión cuando se les acaba a ellas enamoramiento. 

Unas sufriendo el rechazo del hombre que les gusta, otras sufriendo porque han sido engañadas y su pareja está casada. 

Unas porque no disfrutan del sexo con su pareja, otras porque viven de rodillas dependiendo económica y emocionalmente de su gran amor. 

Unas porque no logran comunicarse y entenderse con su pareja, otras en los infiernos porque sostienen terribles batallas de poder. 

Unas atrapadas en la relación porque quieren romper el vínculo y descubren que están embarazadas, otras porque están sufriendo malos tratos en su relación y están buscando la manera de escapar. 

Unas soñando con su príncipe azul, otras amenazadas de muerte por su príncipe azul. Unas, porque descubren que su compañero o compañera no es honesta, otras porque no las aman como ellas habían soñado. 

Unas porque pensaban que el amor las haría libres y las hizo esclavas, otras porque se las come la soledad. 

Millones de mujeres educadas con el mito romántico y seducidas por los finales felices de los cuentos, todas sufriendo y derrochando toneladas de energía y tiempo de sus cortas vidas. Es cuando tomé conciencia política del tema del amor romántico y me di cuenta de que si eramos tantas, es porque no era un problema personal, sino político, social, económico, sexual, emocional, cultural... 

Y sentí una rebeldía tremenda, me nacieron unas tremendas ganas de luchar para que todas las mujeres pudiésemos disfrutar del sexo, de la vida y del amor. Pensé que no era justo que las mujeres viviésemos amargadas y nos tuviesen tan entretenidas con el mito romántico. Más que entretenidas, esclavizadas y drogadas, aisladas unas de otras, cada una en su casa sufriendo por amor o por falta de amor. Y es por eso que me dedico en cuerpo y alma a esta causa: porque creo que todas las mujeres tenemos derecho al placer, a disfrutar, a estar bien. 

Gracias al feminismo, hoy tengo plena conciencia de que todas merecemos vivir una buena vida, libre de violencia, libre de sufrimiento psíquico y emocional, y sostenidas por una hermosa red de afectos. Y siento que la lucha para vivir esa buena vida que nos merecemos ya está dando sus frutos, porque cada mujer que deja de sufrir por amor es una derrota para el patriarcado, que nos quiere llorando y de rodillas frente al amor. 

Cada vez somos más las que estamos aprendiendo a cuidarnos, ya tenemos claro que queremos dejar de sufrir, y empezar a disfrutar del amor. Es una revolución amorosa feminista a la que se suman cada vez más mujeres, y estoy convencida de que si logramos transformar nuestras formas de relacionarnos y organizarnos, vamos a cambiar el mundo

 #LoRománticoEsPolítico #Cuidados #AmorDelBueno #QuererseBien #OtrasFormasDeQuerernosSonPosibles #AmorYFeminismo #UnaBuenaVida #Feminismo #RevoluciónAmorosa

Coral Herrera Gómez 

6 de marzo de 2020

10 motivos para contarle que has sido infiel




Ya no vale la excusa de: "no te lo conté porque no quería hacerte daño". A la mayor parte de la gente nos duele más la mentira y el engaño que la infidelidad. Aquí diez motivos por los que deberías contarle a tu pareja la verdad antes de que se entere por otras personas, en mi post de Mente Sana.

2 de marzo de 2020

Lo espiritual es político


Lo espiritual es político: abundancia y acaparamiento. Está muy bien ponernos a meditar colectivamente para atraer la abundancia, pero que no sea sólo para ti, que sea para todos y todas. 

La meditación para la abundancia hay que acompañarla de acciones políticas: si realmente queremos abundancia para todos, hay que evitar que veinte familias acaparen toda la riqueza de un país. 

Además de meditar en casa y en grupo, podemos enseñar a los niños y niñas a no acaparar riqueza y a compartir, podemos dejar de admirar a los famosos y famosas que acaparan riqueza, podemos exigir el fin de la evasión fiscal, podemos hacer boicot de consumo, y podemos dejar de votar a los defensores del acaparamiento, es decir, a los partidos de derechas que están al servicio de esas pocas familias acaparadoras. 

Para que haya abundancia tiene que haber justicia social, y mucha gente trabajando por el bien común. La espiritualidad es política: puede servir para que cada cual esté en lo suyo, o puede servir para que tomemos conciencia de que vivimos en un sistema muy injusto en el que hay gente muy egoísta y avariciosa acaparando lo que es de todos. 

La espiritualidad puede servir no sólo para que alguien se sienta mejor pensando que podrá salir de la pobreza, sino también para que podamos salir todos y todas. Meditar puede servir para que seamos todos más conscientes, y por lo tanto más críticos y más solidarios. Lo personal es también político. 

#Abundancia #JusticiaSocial #Acaparamiento #LoEspiritualEsPolítico

1 de marzo de 2020

Autoboicot en el amor: ¿por qué te lo pones tan difícil?


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Autoboicot en el amor: ¿por qué me lo pongo tan difícil? 

A veces pasa que en medio del romance, te das cuenta de que con esa persona no vas a ser feliz. Pero en lugar de facilitarte las cosas y dejar esa relación, sigues en ella: te haces auto-boicot a ti misma, porque le das prioridad al romance, no a tu bienestar ni a tu felicidad. Es decir, quieres vivir tu historia de amor aunque sea sufriendo, pero ni se te pasa por la cabeza que sin pareja estarías mucho mejor. 

Esta es una forma de boicotearse muy común en las mujeres, porque no nos cuidamos ni nos demostramos amor a nosotras mismas cuando nos enamoramos, ni nos preocupamos por nuestra salud mental, emocional y física

Sin embargo, sufrir por amor duele mucho, y deja en nosotras una huella imborrable. Nos afecta a todos los niveles, y nos impide disfrutar de los demás afectos y de nuestras propias pasiones, porque lo inunda todo. Nos limita, nos atrapa, nos deprime: sufrir no es gratis, tiene un costo muy elevado para todas nosotras. Por eso hay que intentar ahorrarse el sufrimiento, y rodearse solo de buenas compañías: gente amorosa y comprometida que sepa quererte bien y que sepa disfrutar del amor.  

Otras veces pasa que te enamoras de alguien, alguien se enamora de ti, surge la chispa, hay correspondencia, y todo se incendia. Pero en lugar de disfrutar de la pasión, nos ponemos muros y obstáculos al amor. Nos da por el drama, por negarnos a nosotras mismas nuestros sentimientos y nos auto-reprimimos. Nos cortamos las alas para volar, nos morimos de miedo, empiezan los problemas, y no hacemos otra cosa que sufrir, y hacer sufrir a la otra persona. Es curioso como a veces aunque se den las condiciones para estar bien, preferimos estar mal. 

Sucede por ejemplo con las parejas que acaban de unirse y se colocan inmediatamente en la estructura de la pareja con celos. No acaban ni de empezar, y ya están inventando infidelidades, generando sospechas, ejerciendo la vigilancia, reclamando más atención, haciendo reproches, y convirtiendo la relación en un infierno. 

Hay parejas que tienen una breve luna de miel, y después ya entran en la clásica rutina de las parejas en guerra, con sus luchas de poder, su afán por dominarse mutuamente, sus peleas y sus reconciliaciones. Hay otras parejas que ni son capaces de disfrutar de la luna de miel, y pasan directamente a la estructura de la pareja en guerra. 

¿Por qué nos autoboicoteamos en el amor? 

Muchas veces sucede que creemos que no nos merecemos ser felices. Soñamos con poder serlo, pero cuando la felicidad llega, no sabemos cómo vivirla. 

En todos los relatos de nuestra cultura, los héroes y las heroínas sufren. Todos atraviesan un valle de lágrimas para alcanzar el paraíso, por eso creemos que para llegar a ser felices primero tenemos que sufrir. Además, está la culpa: ser felices parece cosa de egoístas. 

Disfrutar de la vida se hace difícil cuando creemos que no somos dignas de ser amadas, que no somos lo suficientemente sexys, atractivas, guapas, que no valemos nada y que en cualquier momento la persona que se ha fijado en ti va a dejar de sentir deseo por ti. 

Se trata de nuestra autoestima: nos sentimos poco merecedoras de ser amadas porque nos vemos imperfectas, porque no nos acabamos de aceptar y querer tal y como somos, y nos cuesta creer que alguien de fuera si nos acepte y nos quiera tal y como somos. 

Interiorizamos la guerra contra el patriarcado y la dirigimos contra nosotras mismas, a veces de manera tan intensa que nos castigamos y nos prohibimos la posibilidad de vivir una historia de amor bonita. 

No es difícil entender por qué ese castigo: hemos interiorizado la misoginia del patriarcado, y aprendemos a odiarnos a nosotras mismas, y a tratarnos mal. El patriarcado nos quiere deprimidas, amargadas, perdidas, confundidas, inseguras, miedosas, frustradas, y en guerra contra nosotras mismas. Y nosotras sin darnos cuenta interiorizamos ese odio. Es una forma de maltrato que no somos capaces de ver desde dentro, porque no lo identificamos como tal: nos creemos que la violencia viene siempre desde fuera. 

Tenemos tan interiorizada la idea de que amar implica sufrir inevitablemente, que nos cuesta mucho empezar una relación desde el placer y desde el disfrute. No nos podemos creer que todo vaya tan bien, esperamos el momento en el que tenemos que despertar de nuestro “sueño”, creemos que se acabará más temprano que tarde. Anticipamos el sufrimiento porque de alguna manera cuando nos enamoramos nos sentimos desarmadas, vulnerables, en desventaja, especialmente si la otra persona no siente lo mismo o no siente con la misma intensidad que nosotros. 

Como en nuestra cultura el amor es una guerra, en cuanto nos enamoramos nos preparamos para la batalla contra el otro. Para que no nos dominen, para que no nos utilicen, para que no nos engañen, para que no jueguen sucio. Para que no nos limiten la libertad, para que no nos hagan daño; vamos al amor con sistemas defensivos a la vez que sentimos ilusión por la historia de amor que empieza. 

Es una de las formas más comunes de autoboicotearse: relacionarse con la pareja o con los demás desde el miedo. El miedo al rechazo, el miedo a que se enamoren de nosotros, el miedo a que no se enamoren, el miedo a que nos mientan y nos traicionen, el miedo a que nos rompan el corazón, el miedo a ser abandonadas, el miedo a no estar a la altura… el miedo no nos deja disfrutar, nos hace presos de la desconfianza. Y comenzar una relación desde la desconfianza supone tener a la otra persona como enemiga, bajo el foco siempre de la sospecha. 

Nuestra cultura está obsesionada con el sufrimiento. Las canciones populares no son de amor, son de desamor. Muchas están plagadas de lamentos, reproches, acusaciones, amenazas, chantajes emocionales: son canciones de despecho, de desahogo, de dolor.  Casi ningún artista le canta al amor feliz. 

Cuando tomas conciencia de las formas en que te boicoteas a ti misma,  es más fácil romper con la dinámica del sufrimiento: hay que darse permiso para disfrutar del amor el tiempo que dure, hay que hacerse la vida más bonita y más fácil a una misma, y a los demás. Tenemos derecho al placer, a la felicidad, a estar bien: disfrutar es un asunto político, porque el patriarcado nos quiere en guerra contra nosotras mismas. Así que gozar es un acto subversivo muy feminista: cuanto más disfrutemos del amor y de nosotras mismas, más felices somos, y menos fuerza tiene el patriarcado sobre nosotras.

Paremos el auto-boicot: nos merecemos disfrutar de la vida y del amor.  

Coral Herrera Gómez 




Ya a la venta en ebook. En papel lo tendréis en julio, en todas las librerías. 

13 de febrero de 2020

Cómo evitar decepciones en el amor



Las expectativas románticas se pueden trabajar desde la toma de conciencia del presente: “lo que hay aquí y ahora es un deseo de quererse, pero vamos a probar a ver si somos compatibles, si hay condiciones, si podemos disfrutar de esta historia de amor. Y si no se puede, no pasa nada”.

2 de febrero de 2020

Desconexión total: la mejor manera de desengancharse de una relación

 



La desconexión total es la estrategia más potente para olvidar a tu ex y para  desengancharte del amor romántico. El contacto cero es lo mejor para evitar hacernos daño mutuamente y para desintoxicarnos de la droga del amor. 

Cuando dejamos el alcohol o el tabaco, nuestro cerebro nos engaña con una voz seductora que nos invita a coger un cigarro o a tomarnos una cervecita (no se va a acabar el mundo, no te va a ver nadie, en realidad no es tan grave, es sólo un cigarro, es sólo una birra, esta vez será la última de verdad, etc.). 

Esto sucede porque nuestro sistema nervioso necesita la nicotina y todas las sustancias que hacen adictivo el tabaco, o necesita el alcohol, o cualquier otra sustancia u objeto que nos hace esclavos de los mecanismos químicos de recompensa que activa el cuerpo cuando los consumimos. Todo el mundo sabe que para dejar de fumar, lo mejor es dejar de fumar y tomar conciencia de que se acabó para siempre.

Lo mismo entonces con el amor: primero hay que desintoxicarse para poder limpiarse, y luego viene la tarea de liberarnos de la adicción. Tenemos que pasar "el mono" o síndrome de abstinencia sabiendo que habrá momentos buenos, momentos malos, muy malos y horribles. Tenemos que cuidarnos mucho, igual que alguien que está dejando el alcohol o el juego, y rodearnos de nuestra gente querida para coger fuerzas y evitar recaídas. 

Nuestro cerebro tratará de engañarnos con mil trucos y estrategias porque necesita la serotonina, la dopamina, la oxitocina, la adrenalina, y todas esas drogas placenteras que fabrica nuestro cerebro cuando da y recibe amor. Nosotras tenemos entonces que resistir las ganas de llamar, de pedir un último encuentro por enésima vez, de buscar excusas para entrar en contacto con la persona de la que tenemos que desenamorarnos. 

Para mí, han sido necesarios siempre muchos meses e incluso uno o dos años de desconexión total, aunque siempre lo he hecho con la complicidad de la otra persona. Nos hemos dicho: "Yo sé que tú vas a estar bien, tú sabes que yo voy a estar bien, y si nos pasa algo, nuestros amigos y conocidos nos informan. Así que no hablemos, no nos llamemos, no nos veamos: los dos sabemos que nos queremos mucho y que esto es necesario para poder deshacer el lazo, soltar y emprender el vuelo cada uno por su lado".

La desconexión total  nunca debe de servir para hacer daño a la otra persona, no se utiliza como amenaza, ni como chantaje: es sólo una estrategia para sanar, para cuidarse a una misma, y para rehacer la vida. Beneficia a los dos miembros de la pareja, especialmente cuando se trata de separaciones muy dolorosas o muy difíciles.

Cuando hay hijos e hijas de por medio, el contacto cero puede hacerse con la ayuda de la familia y los amigos más cercanos, que seguro que están encantados y encantadas de ayudaros para superar la transición. Cuando hay asuntos legales y económicos de por medio, os pueden ayudar los profesionales (abogadas, asesorxs, etc.), o también la gente cercana. 

Este acuerdo puedes hacerlo contigo misma si la otra persona no quiere participar: "Me desconecto de ti sin rencores, sin odios, con mucho amor hacia ti y sobre todo hacia mi misma". Desenamorarse lleva tiempo y hay que tener paciencia, pero ayuda mucho cuando no sabes nada de la otra persona. 

O cuando sabes que está bien, pero no te enteras de si está hecha polvo, de si está feliz, de si ya tiene otra nueva pareja, de manera que no hay dolor: como sólo tienes información sobre el pasado, no queda de otra que mirar para delante y seguir el camino. Nos llevamos los recuerdos, pero nuestro presente ya está desligado de su presente, y esto es fundamental para poder vaciarnos de amor y dejar sitio para todos los afectos nuevos que están por venir. 

La Desconexión Total puede terminar cuando acaba ya no nos duele pensar en la otra persona, cuando el duelo acaba y nos damos cuenta de que estamos rehaciendo nuestra vida, cuando ya estamos enfocadas en nosotras mismas y en nuestros proyectos, cuando ya no queda ninguna emoción fuerte que nos remueva por dentro, cuando hemos aceptado plenamente el final, cuando estamos conectadas con otras pasiones, y cuando ya estamos mirando hacia el futuro con ilusión. 

Coral Herrera Gómez

22 de enero de 2020

La autoestima y el Laboratorio del Amor




La Comunidad de Mujeres del Laboratorio del Amor es un espacio virtual en el que trabajamos juntas mujeres de muchos países diferentes, cada cual a su ritmo y con sus horarios. Es un espacio sororario y lleno de amor compañero en el que trabajamos desde la filosofía de que lo personal es político, y que se puede sufrir menos y disfrutar más del amor.

Vamos a trabajar la autoestima a fondo en estos dos meses, si queréis más información podéis visitar mi web y apuntaros cuando queráis, tenéis:

16 de enero de 2020

El derecho a caminar de las mujeres: las calles son nuestras



Caminar y estar al aire libre es un derecho humano fundamental: todos los humanos deberíamos poder caminar por la calle, estar en ella todo el tiempo que queramos, y disfrutar de libertad de movimientos en todo el planeta.

Nunca había pensado en la dimensión política del caminar hasta que llegué a Centroamérica y visité otros países de América Latina, y me di cuenta de lo difícil que es caminar en la mayor parte de las ciudades porque no hay aceras, ni semáforos, ni pasos de cebra. En la mayor parte de los países, sólo se puede caminar con seguridad dentro de los centros comerciales, y en los clubes sociales de clase
media-alta y alta.

Las calles son peligrosas porque las aceras están en mal estado y todo el diseño urbanísitico se centra en los coches: ellos son los dueños y señores del espacio público. En la televisión se dedican a culpar a las personas por los atropellos que sufren, y nos dan consejos para evitar morir en la calle, como por ejemplo correr cuando viene un coche. Yo al principio pensaba: no hay nada más barato que un paso de cebra, y salva millones de vidas al año: son unas rayas de pintura en el suelo que ceden el paso a los peatones. Y me preguntaba: ¿por qué no nos protegen, por qué no nos cuidan, por qué no hacen las ciudades para la gente?

En el campo es aún peor: los sucesivos gobiernos han ido robando los caminos de la gente y de sus animales para convertirlos en carreteras para coches, y nos han ido dejando sin espacio para trasladarnos de un lado a otro. A diario mueren muchas personas atropelladas que caminan al colegio, a la tienda, a la iglesia, o a su trabajo. Y pareciera que a los gobernantes no les importa: siguen invadiendo los caminos para asfaltarlos, y jamás piensan en las necesidades de la gente que vive al borde de la carretera y hace vida en la carretera.

Porque son pobres.Los ricos siempre van en coche.

Caminar, entonces, es un acto político porque al caminar una estorba a los coches con su cuerpo, dificulta y fastidia a los conductores que tienen que esquivarnos para no matarnos. Y también es "heroico", porque los que caminamos ponemos en peligro nuestra salud y nuestra vida, a diario. 

La mayor parte de las personas que caminamos somos mujeres. Mujeres que van al mercado, mujeres que van a la fábrica o al campo, mujeres madres que llevan y recogen a los niños y las niñas a la escuela. Mujeres que van a la compra, y a correos, y al médico, solas y con sus hijos. Mujeres que quieren pasear por placer, pero tienen que cruzar corriendo las carreteras con miedo de ser atropelladas con sus hijos.

Las calles de las ciudades y las carreteras son usadas fundamentalmente por mujeres pobres, mujeres campesinas, ancianas, mujeres con niños y niñas que se juegan la vida a diario caminando a los lados de la carretera. Sin arcén, sin aceras, con la jungla amenazando el asfalto, y todas caminando en fila tratando de no invadir el espacio de los carros y de no caer al guindo (canal para que corra el agua cuando llueve).

Fijaos si es terrible que normalmente las mujeres agradecen a los hombres que conducen carros. Es un gesto que tenemos incorporado de manera natural: juntando las manos le pedimos al carro que disminuya su velocidad y no nos atropelle, y levantando una sola, agradecemos que nos haya dejado cruzar, porque asumimos que estamos molestando, que estamos invadiendo el espacio de los carros, y que debemos estar agradecidas si no nos golpean o nos matan cruzando. 

Es una relación sádica y masoquista la que se establece entre conductores y peatonas: ellos nos dejan pasar, o no nos dejan pasar, aceleran o bajan la velocidad cuando vamos cruzando angustiadas. Los conductores tienen poder sobre nuestras vidas: mueren miles de personas y de animales al año en toda América Latina víctimas de esta violencia automovilística.

Teniendo en cuenta que las mujeres que caminamos también pagamos impuestos, es injusto y cruel que el dinero que ponemos entre todas vaya destinado a la gente con carro, a los conductores de carros, camiones, buses, y que tengamos que costear el tremendo gasto que supone para el Estado mantener las carreteras, sin que empleen apenas ningún porcentaje para proporcionarnos caminos seguros.

Caminar es un peligro no sólo por el riesgo de ser atropellada al andar o al cruzar, sino también porque es fácil meter el pie en un desnivel o un agujero, en un charco o en un terreno de lodo resbaladizo, en una alcantarilla sin tapa o en el caño de agua. Hay que estar muy atenta a las irregularidades del suelo para no tropezar o caer, y si vas con un carrito de bebé tienes que prepararte a conducir como en el Rally Paris-Dakar.

Los gobernantes no quieren que la gente esté en la calle, por eso apenas hay parques o plazas en las ciudades. Y cuando las hay, la policía se dedica a hostigar a la gente, especialmente a los más jóvenes, que son los que más necesitan estar al aire libre. En San José de Costa Rica es sorprendente el acoso policial a la gente joven: los tratan como si fueran delincuentes, con un odio y una violencia desproporcionada. Cumplen órdenes de arriba. Alcaldes y alcaldesas saben bien que cuanto más vacías están las calles, más inseguras son,  pero es que hay que llenar los malls de gente. Si en las calles hay atracos y violaciones a cualquier hora del día, los centros comerciales se llenan de paseantes que se convierten en consumidores.

Esta es la razón por la que las autoridades se esfuerzan por mantener la suciedad en las calles, y por ofrecer un transporte público deficiente: cuanto peor son los autobuses, más se empuja a la población hacia los autos privados. Es una estrategia política que busca arruinar al pequeño comercio, vaciar las calles, generar más contaminación, e incentivar el consumo. Para acabar también con la cultura del barrio y con la solidaridad vecinal, el objetivo principal de las municipalidades es acabar con todas las actividades gratuitas que hacemos como pasear, hacer deporte, pasear a nuestros perros, tumbarnos a tomar el sol, charlar con las vecinas, hacer yoga o meditación, o besarnos y tocarnos con nuestras parejas al aire libre. 

Quieren que estemos en casa encerrados viendo la televisión y solo salgamos a comprar. Por lo tanto, caminar es un acto subversivo. Cuando salimos a pasear, no estamos gastando dinero, ni estamos consumiendo, ni tampoco estamos contaminando, por lo tanto, no somos útiles para el sistema productivo y estamos yendo a contracorriente.

Las y los caminantes hacemos camino al andar, y somos peligrosos cuando salimos a pasear, porque a veces se nos ocurre ponernos a hablar con la gente, y para el sistema es peligroso que la gente converse, se indigne junta, se organice y se ponga a luchar por sus derechos.

Necesitan que cada cual esté en su casa echando pestes frente al televisor, aislado y amargado, sin recibir la luz del sol, sin sentir el calor humano de los demás. Las mujeres jóvenes lo tienen difícil para caminar por el tema del acoso sexual callejero, pero las mujeres mayores tampoco pueden hacerlo porque es peligroso: no pueden correr para escapar del peligro, y es fácil caerse o torcerse un pie.

Tampoco los hombres mayores pueden caminar: en la mayor parte de las ciudades latinoamericanas no hay gente adulta mayor en las calles. No los ves en ningún sitio a no ser que su familia los lleve en carro al banco, al súper o al médico: no hay viejitos tomando el sol, ni jugando a las cartas, ni haciendo deporte, ni jugando, ni caminando. No hay gente mayor en las calles porque son un peligro mortal, para ellos y también para todas las personas con problemas de movilidad o discapacidades. Ciegos, sordos, gente en silla de ruedas, gente con muletas o con bastón… no salen a la calle, viven enjaulados, condenados a ver la vida a través de la televisión, y dependiendo de los demás para poder salir de casa.

Los niños y las niñas tampoco pueden caminar ni jugar en la calle, ni las pandillas de adolescentes, y esto se traduce en calles vacías, que son mucho más peligrosas que las calles llenas de gente a
todas horas. Salir a caminar en muchos países de Centroamérica es imposible por los
asaltos, porque para quitarte el celular te vuelan la cabeza de un balazo. Cuanta menos gente en la calle, más atracos hay.

Las que más sufrimos la violencia en las calles somos las mujeres. Las niñas y adolescentes viven encerradas en sus casas porque sus familias tienen miedo a que las secuestre una mara, a que las embarace o las mate un novio celoso, a que las violen desconocidos o que se las lleven los traficantes de esclavas sexuales a Europa.

Ser mujer es un peligro de muerte en muchas zonas de América Latina: son asesinadas doce mujeres al día. Muchas de las violaciones y los asesinatos se producen en el hogar y son llevados a cabo por maridos, ex maridos, novios y ex novios, pero también en las calles y en el transporte público sufrimos violencia machista. El acoso sexual callejero es cotidiano, y es insoportable en América Latina. Los acosadores gozan de impunidad total.

Ninguno de ellos quiere ligar: sólo piropean para asustar a las mujeres y hacer demostraciones de poder sobre nosotras. Su objetivo es que nos de miedo ocupar el espacio público, no soportan que lo usemos con la misma libertad que ellos, por eso siempre nos recuerdan que es su espacio, y que pueden hacer lo que quieran porque mandan ellos.

Yo sueño un mundo en el que todas nosotras podamos caminar libres, sin miedo, sin sufrir acoso, sin ser acosadas, violadas o secuestradas. Un mundo sin odio contra las mujeres pobres, un mundo que piense en ellas y en sus niños y niñas. Sueño con pueblos y ciudades con espacios verdes, con caminos para la gente y las bicicletas, con aceras, semáforos y pasos de cebra, con conductores respetuosos, con un transporte público moderno, barato, ecológico, y accesible para todo el mundo.

Las mujeres tenemos derecho a viajar por el mundo y a movernos en nuestros barrios sin sufrir un riesgo de muerte, y sin tener que pedir permiso para ocupar el espacio público. Somos millones las mujeres que caminamos en América Latina, y los gobiernos no pueden seguir ignorándonos: la lucha
feminista seguirá luchando reivindicando la toma del espacio público por parte de las mujeres.

Es una lucha para mejorar la vida de la gente: no queremos más atropellos, no queremos más acoso ni violencia contra las mujeres que caminamos. No queremos ser valientes cuando vamos por la calle: queremos caminar libres y sin miedo. Nuestras calles las queremos libres de atropellos, de acoso y de violencia machista. Todas las mujeres tenemos derecho a caminar y a estar al aire libre, y vamos a seguir luchando porque las calles son nuestras, y no queremos ni una mujer menos, ni un solo niño o niña menos.

Coral Herrera Gómez

Para Gema, in memoriam
Atropellada en Brasil en Agosto 2018

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