Yo siempre he estado en pareja pensando que mi compañero va a ser honesto conmigo y me va a contar lo que pasa si en algún momento tiene una relación especial con una tercera persona, si le gusta o siente algo más, si se siente en crisis con respecto a nuestra relación.
Es decir, no doy por sentado que mi pareja vaya a durar toda la vida, ni que los sentimientos de la otra persona sean siempre los mismos y nunca cambien. Sé que quiere estar conmigo, pero también sé que puede enamorarse de otras personas.
Cualquiera de nosotros puede jurar amor eterno como una declaración de intenciones: «me gustaría amarte toda la vida», pero no como una promesa, pues nunca se sabe si podremos cumplirla. Primero, porque nuestro amor y nuestra relación de pareja puede deteriorarse con el tiempo, y segundo, porque puede que sin dejar de estar enamorados o enamoradas de nuestra pareja, nos enamoremos de alguien más. El amor no es eterno, aunque nos cueste asumirlo.
Pueden suceder muchas cosas a lo largo del tiempo, así que no culpo a mis parejas cuando se desenamoran de mí o se enamoran de otras personas. No lo siento como una traición porque a mí también me ha pasado y he roto algunos corazones. Sin embargo, creo que mis parejas en general tampoco han sentido miedo o desconfianza en la relación, porque siempre me he comprometido a fondo en ellas y he intentado ser honesta todo el tiempo. Y creo que lo he conseguido.
Cuando yo he sentido celos ha sido cuando he tenido la autoestima más baja, con multitud de miedos e inseguridades que me han hecho sentir a las demás mujeres como una amenaza. Una vez que entendí que ese es el objetivo número uno del patriarcado, lo de dividirnos y hacernos rivalizar entre nosotras, tuve claro que no quería compararme, competir ni guerrear con otras chicas.
Se trata, entonces, de entender que normalmente nos ponemos celosas de mujeres que nos gustan a nosotras. Mujeres que nos atraen y que convertimos en una amenaza, sin plantearnos siquiera que tal vez no le guste a nuestra pareja.
A mí lo que me ha funcionado es centrarme en mi relación, analizar cómo estoy con mi pareja, evaluar si confío en su honestidad y compromiso, valorar la solidez de nuestra unión amorosa.
Los celos no son sólo un asunto tuyo: hay gente que disfruta haciendo sentir celos a su pareja, y que utiliza los celos para hacer sufrir a su pareja de una forma consciente, con un propósito claro: provocar reacciones emocionales fuertes, para aprovecharse del sentimiento de fragilidad y miedo que nos invade cuando tenemos celos.
Así que hay que estar muy atenta a esta cuestión: ¿disfruta mi pareja cuando yo siento celos?, ¿se aprovecha de mis inseguridades?, ¿cómo se beneficia de mis celos y mi vulnerabilidad?
Es más fácil no sentir celos cuando te juntas con una persona honesta que se compromete en la relación. No tienes ninguna garantía de que no vaya a ser infiel o a sentir ganas de serlo, pero sí puedes tener la certeza de que podrá contártelo porque te considera su compañera y no quiere que te enteres por otras personas. Es más fácil confiar en el otro cuando sabes que te quiere, te cuida y es honesto.
En las relaciones heterosexuales es fundamental tener en cuenta el nivel de machismo de tu pareja, y sus problemas de masculinidad. Los hombres de masculinidad frágil que necesitan reafirmar constantemente su virilidad son más mentirosos y más infieles, los hombres más patriarcales son aquellos que viven obsesionados por acumular conquistas, y engañar a todas sus parejas para poder hacer lo que les da la gana.
Cuanto más machista es un hombre, menos honesto es. Y cuanto más inseguro es un hombre, más probabilidades hay de que te haga sufrir.
Algo que a mí me ha ayudado mucho es poder hablar de mis celos sin complejos. Cuando era más joven, los disimulaba, y me los trabajaba yo sola a base de mandarme mensajes para la calma y para controlar mis emociones. Me daba vergüenza sentir celos, y además me parecía poco digno demostrarlos, así que los reprimía y me aguantaba yo sola con mi tortura. Ahora puedo hablar de ello con mi pareja, y hasta puedo reírme de mí misma.
Con el tiempo acepté que los celos son naturales, que los sentimos todos en varios momentos de nuestras vidas, y que hay que trabajarlos para que no nos hagan daño, y no hagan daño a los demás.
Este es un principio fundamental para mí: nunca hacer sufrir a nadie por mis celos, ni a mi pareja, ni a las mujeres de las que me siento celosa.
Yo sufro dos tipos de celos: los imaginarios y los reales. A veces vienen mezclados, pero me ha ayudado darme cuenta de que a veces los imaginarios son una forma de autoboicot. Me hago daño a mí misma cuando, sin motivos para ello, los celos nacen en mi cabeza, se me expanden por todo el cuerpo, me descompensan, y me hacen un agujero negro en el estómago. Estas son las dos herramientas que tengo para controlarlos:
Cuidar mi cuerpo y mis emociones: respiraciones profundas, sesión de relajación y meditación, mensajes tranquilizadores y consejos a mí misma, tratar de no darle poder sobre mí a esa emoción, distraerme y estar activa.
Compartir lo que siento: hablarlo con amigas y, esencial, con mi pareja, para poder desintegrarlo y que no tengan poder sobre mí. Para reírme un poco de mí misma y entender cosas simples como que es normal que yo o mi pareja nos sintamos atraídos por alguien más en algún momento.
En cuanto compruebo que el nivel de compromiso sigue siendo el mismo, me relajo y a otra cosa mariposa.
Mis celos desaparecen cuando mi compañero o compañera me confirma que me quiere, y que quiere estar conmigo. Cuando además, sabes que si en algún momento quisieran estar con otras personas, van a poder ser honestas contigo.
También he aprendido que no puedo estar constantemente pidiendo a mi pareja que me confirme el compromiso afectivo que tiene conmigo porque es agotador, y porque desgasta mucho tener constantemente conflictos: es más bonito que las pruebas de amor surjan en el día a día, desde los cuidados.
Los celos reales son los que sientes cuando tienes motivos. Por ejemplo, cuando sabes que tu pareja ha sido infiel con todas sus parejas, y les ha obligado a todas a ser monógamas mientras él no lo era. ¿Cómo no sospechar que a ti te va a hacer lo mismo?, ¿por qué no te va a engañar a ti, porque eres especial?
Hay algunos que practican la infidelidad como un deporte y no les importa el sufrimiento que causan: muchos viven convencidos de que no hacen nada malo y son muy buenas personas. A esos hay que tenerlos bien lejos de nuestras vidas.
La mentira y el engaño parecen consustanciales a la infidelidad, pero no lo son. Hay infieles que son sinceros y asumen las consecuencias de sus actos, por ejemplo, pierden a su pareja. O bien se comprometen a trabajar en ella para intentar superar la crisis.
La mayoría no lo cuentan porque son egoístas y malas personas: hay gente que se pasa la vida entera mintiendo y tratando de no ser descubierta, sobre todo los hombres, que han sido educados para no renunciar a una vida sexual amorosa diversa aunque se casen.
Para muchas mujeres, el problema con los celos es que nos bajan la autoestima. Pensamos que es culpa nuestra que el otro sea infiel porque no nos hemos cuidado lo suficiente, porque no hemos sabido darle lo que necesita, o porque no valemos nada y hay muchas mujeres más guapas, más sexis y más complacientes. Cuanto más bajo es nuestro nivel de autoestima, más celos sentimos: la inseguridad se retroalimenta en la medida en que creemos que los celos son un problema individual. Y en realidad es colectivo: se trata de que la monogamia es un mito construido por y para las mujeres.
Se trata, también, del miedo que nos inoculan desde pequeñas a que nos dejen de querer, a no recibir toda la atención y los cuidados que necesitamos, y a tener que compartirlos con los demás. Este miedo nos hace desconfiar de nosotras mismas y de nuestras parejas, y a veces convierte la relación en una auténtica pesadilla.
Para trabajar los celos creo que es muy importante trabajar la confianza y la comunicación dentro de la pareja, y que cada uno se trabaje la honestidad y la autoestima. Pero también es esencial evitar relacionarse, en la medida de lo posible, con hombres inseguros y con problemas de masculinidad: la honestidad no es una cualidad del hombre patriarcal, y nos hace sufrir demasiado.
La clave para trabajar los celos, entonces, es cuidarnos mucho a nosotras mismas, hablar de ello con nuestra pareja, trabajar nuestra autoestima, evitar compararnos con otras mujeres, y alejarnos de los hombres con problemas de honestidad, porque no son buenos compañeros para disfrutar del amor.
Coral Herrera Gómez
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