¿Por qué los hombres no entienden que "no" es "no"? En este post explico el cambio que hemos experimentado en las formas de iniciar el cortejo y empezar una relación: antiguamente las mujeres tenían que decir siempre que no, hacerse las difíciles, y hacer como que cedían sin quererlo.
Era un sistema muy complejo porque se jugaban mucho si decían que sí: ellas tenían que "ganarse el respeto" de los hombres y parecer mujeres "decentes". Ahora en cambio, nos importa poco si parecemos o no decentes, ahora elegimos con quien queremos estar o si preferimos estar solas, somos libres para decir si o para decir no, y todo es mucho más sencillo que antes: cuando decimos si, es si, y cuando decimos no, es no.
Gracias al feminismo, sabemos que todas nosotras podemos decir que no en cualquier momento de nuestras vidas, que tenemos derecho a vivir una vida libre de acoso y de violencia, y que merecemos el respeto de todo el mundo sin tener que ganárnoslo, sólo porque somos personas.
Así que tomad nota, compañeros: insistir no es romántico. Si decimos No, es No. Y no hay nada que puedas hacer: si no hay deseo, si no hay ganas, si te dicen que no, es que no.
Y punto.
La evolución del “No es No”
En la época de mi
abuela, a principios del siglo XX, las mujeres tenían que “hacer como si no”
para mantener su reputación de mujeres respetables. Si les gustaba un chico,
tenían que disimular y esperar a que él se acercase. Si él se acercaba, tenía
que hacerse “la dura”, y “hacer como que” no quería ser cortejada, para que él
insistiese.
El deber de los
hombres era esforzarse a ver si alguna cedía. También insistía para probar a las mujeres que pretendía. Ellos
tenían que parecer muy interesados, y muy comprometidos, aunque no fuera cierto.
Las mujeres sólo podían dejar acercarse a aquel que quisiese casarse con ellas,
y no podían relacionarse con otros hombres para mantener siempre su imagen de
mujer virgen.
Se jugaban mucho
las mujeres en esto: no podían acceder a besarse o a ir más allá de los besos
porque la peor amenaza para ellas era quedarse solteras, y señaladas como
mujeres fáciles. Así que, quisieran o no, tenían que hacerse las difíciles,
reprimir su deseo, frenar el deseo del otro, y asumir que su vida sexual sería
nula hasta el día de la boda, mientras que ellos se desahogaban por otro lado. Las
que cedían a la tentación sabían cuál era el castigo: embarazo antes del
matrimonio, y chico que huye despavorido porque no quiere casarse con una mujer fácil.
Esta doble moral
es lo que hace que las mujeres en lugar de decir Sí, tuvieran que decir No, y
resistir todo lo posible para no caer en los brazos del hombre que la deseaba y
al que deseaba. Porque un buen polvo podría acabar para siempre con todo, y ser
soltera en un mundo en el que las mujeres solo podían trabajar en el campo, era
una condena a la pobreza y a la soledad.
Después, cuando
la mujer había resistido como una campeona y había logrado el compromiso matrimonial,
se encontraba con que tenía que seguir un poco en las mismas, porque los
hombres desconfían de las mujeres que disfrutan mucho del sexo. Tenía que
parecer como que cumplían con su obligación, que disfrutaban porque el macho
era poderoso, pero no demasiado para no parecer una mujer indecente. Entonces
el No a veces era No, y a veces era Si, pero resultaba complicado para los
hombres entenderlo, y más teniendo en cuenta que para ellos las mujeres eran
cosas, y estaban ahí disponibles para ellos. El acoso sexual estaba
romantizado, y sigue estándolo en las películas: el insistente siempre acaba
logrando su objetivo, derribando los muros de la princesa que se resistía al
amor con su paciencia y perseverancia.
Hoy en día las
cosas han cambiado mucho.
Ahora las mujeres ya podemos decir No cuando queremos
decir que No. Pero los hombres siguen sin entender ni asumir el No y el rechazo
en alguien que se supone que “en el fondo” lo está deseando. Hemos vivido
muchos siglos en esa doble moral que nos hace a las mujeres tener que estar
siempre disponibles a los reclamos del macho pareciendo que no queremos
hacerlo, pero queriéndolo mucho. Muy en “el fondo”.
Ahora cuando
queremos hacer el amor decimos Sí, o lo proponemos, sutil o abiertamente. Y
cuando decimos No, es que no queremos.
Lo explicamos una
y otra vez, pero en el imaginario patriarcal persiste la idea de que a las mujeres cuando
nos fuerzan, “en el fondo” estamos disfrutando. Piensan que nos gustan las
violaciones, pero hacemos como que no para no parecer ninfómanas. Piensan que
lo que queremos las mujeres es hacernos desear, y que basta con insistir.
Piensan que tenemos el Ego muy grande y
necesitamos muchos piropos, pero que en realidad estamos deseando ceder y
entregarnos a los reclamos sexuales o románticos del otro.
Sabiendo entonces
de donde viene esta confusión, ahora ya podemos todos tenerlo claro: en el
siglo XX cuando una mujer quiere tener relaciones contigo, las tiene, y las
disfruta sintiéndose libre. Cuando una mujer no quiere tener relaciones
contigo, no las tiene, y lo dice sin miedo y sin culpa: no quiere.
No quiere, y no
querrá más adelante, y no te pide que te esfuerces para seducirla con el manual
de las frases bonitas.
No quiere, y punto. Es un ser humano libre como tú.
Es bien sencillo,
sólo hay que respirar hondo y empezar el proceso de aceptación: no quiere, y no
puedo hacer nada más que respetar que no quiere. Lo he intentado, me he
mostrado interesado, pero me ha dicho que no quiere, y no tiene que darme más
explicaciones: no quiere, y punto.
Si te fijas en el
contexto, es fácil de entender por qué hay que creer a una mujer cuando dice
que no.
Ahora no nos importa la reputación, elegimos con quién queremos
acostarnos, con cuántos, y cómo queremos hacerlo. Elegimos si queremos pasar
una noche loca o si queremos una relación duradera, elegimos cuánto dura esa
relación, y ya no tenemos que parecer mujeres asexuales para que nos respeten.
No tenemos ninguna necesidad de ocultar que nos gusta el sexo y cómo nos gusta,
ni con qué frecuencia lo practicamos, así que cuando queremos lo hacemos.
Y cuando
no queremos, no lo hacemos.
Y siendo todo tan simple, es más fácil entender que ahora todos somos
libres para decir sí o no, para coquetear un rato o llegar al encuentro sexual
si la cosa fluye, para parar cuando ya no nos apetece o cuando no estamos
disfrutando. Y de este modo disfrutamos todos y todas: no hay confusión ni
malentendidos posibles, no hay un doble discurso. No es no.
Queridos compañeros, no hay necesidad de perder el tiempo y las energías en
alguien que no te corresponde. No hay por qué hacer el ridículo ni enfadarse:
si no conectas con alguien, no hay por qué insistir.
Ninguna mujer te debe
nada: si le gustas, estará contigo, y si no le gustas, no.
Recuerda que si no hay reciprocidad , ninguna relación funciona. El sexo, los afectos y los cuidados, deben ser siempre mutuos. Si no son mutuos, son abuso, explotación y violencia.
Coral Herrera Gómez
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