23 de agosto de 2023

Movimiento de Liberación de las Mujeres




Si no tienes claro quién es el sujeto del feminismo, no te olvides que el feminismo es, por definición, un Movimiento de Liberación de Mujeres.

La protagonistas del 8 de marzo son las que sufren explotación y violencia dentro de los hogares, de las fábricas, de los campos de cultivo, y los campos de concentración para esclavas sexuales.

Las mujeres víctimas de la esclavitud y sus hijas son el epicentro de la lucha feminista. La mayoría son mujeres inmigrantes, las que sacan el alimento de la tierra, las que cuidan a nuestros padres, a nuestros hijos e hijas, a nuestros familiares enfermos, las que limpian nuestras casas, las que sufren violaciones pagadas en todas las carreteras de España.

Son las víctimas de la prostitución y la trata, y las que sufren explotación laboral, doméstica, sexual y reproductiva. 

Son las que no tienen dinero ni papeles, no tienen derechos, no tienen voz ni voto, no tienen escapatoria.

Unas sirven a un solo señor, otras tienen varios patronos. 

Los políticos no gobiernan para ellas, y no las vemos en los medios excepto cuando arden las casas de cartón en las que viven, o cuando cae un traficante, o cuando salen a protestar y algún medio les da visibilidad. 

Pero están por todas partes. Son las mujeres pobres las que ponen el cuerpo y la energía en sostener el monstruoso sistema capitalista y patriarcal. 

Un sistema que coloniza sus cuerpos y practica el extractivismo para extraer de ellas todo lo que se pueda comercializar: su tiempo y su energía, su fuerza de trabajo, sus vaginas, sus úteros, sus óvulos, sus bebés, y su leche materna. 

Y por eso el feminismo es un movimiento de liberación de mujeres, y por eso las protagonistas son ellas, las refugiadas, las sirvientas y las esclavas.

Las que jamás saldrán de la pobreza, las que viven atadas a una deuda imposible de pagar, las que viven confinadas en campos de concentración para mujeres o viven atrapadas en sus hogares y explotadas por su marido. 

Son las que sufren toda su vida doble y triple jornada laboral, las que sufren abuso y violencia sexual, las que cruzan las fronteras huyendo del hambre, la pobreza, la guerra y el colapso medioambiental.

En estos tiempos de oscuridad, piensa en ellas y en su lucha por la dignidad, la libertad, la igualdad, la justicia social y los derechos humanos fundamentales. Su lucha es el faro que nos ilumina a todas en el camino hacia la liberación y el cambio social.

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Coral Herrera Gómez


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21 de agosto de 2023

Mujeres que ganan mundiales: la Victoria es Política



Guillermo Serrano Amat



Gracias a las campeonas del Mundial, hoy mucha gente puede ver con sus propios ojos y en directo cómo resistimos las mujeres, cómo luchamos por nuestros derechos, cómo señalamos y denunciamos las violencias que sufrimos, y cómo, cuando nos unimos, somos más fuertes y podemos lograr la victoria.


El triunfo de este grupo de mujeres jóvenes no es sólo deportivo, también es una victoria social y política. Hoy han ganado un Mundial, pero lo más importante es que han ganado la lucha por sus derechos. Las futbolistas pasaron meses y años protestando ante la Federación para pedir un salario digno. Lucharon por la igualdad en el deporte, y a pesar del escaso apoyo que recibieron, consiguieron mejorar sus condiciones y hoy cobran por su trabajo.


Estas mujeres han roto con los estereotipos y han desobedecido las normas de género desde que son muy pequeñitas. Les han demostrado hoy a todas las niñas que el fútbol no es cosa de chicos, y que las niñas a las que les gusta jugar al fútbol no son niños. Son niñas a las que les gusta jugar al fútbol.


Estas mujeres, junto con muchas otras en otros países, están luchando para liberar al Deporte del machismo. Muchos negacionistas han tenido que ver cómo, ante las cámaras de todo el mundo, estas mujeres han sido tratadas como hombres por la prensa: varios periodistas y trabajadores de la Federación han hablado de ellas en masculino, y han puesto mucho más el foco en los entrenadores que en ellas, como si los hombres fueran los protagonistas de la hazaña.


No solo han sufrido violencia simbólica, también violencia sexual. El presidente de la Federación, Rubiales, ha agarrado a una jugadora para darle un beso en los labios y un azote en el culo, y las redes han estallado contra él pidiendo su dimisión. 


Esto da para hablar y reflexionar durante horas sobre el abuso de poder, la violencia simbólica, la violencia sexual y el machismo en el deporte. 


Gracias, mujeres valientes, por mostrarle al mundo que si nos unimos, no solo podemos ganar mundiales, sino también la batalla feminista por la igualdad, la libertad, la justicia y los derechos humanos de las mujeres. 


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Coral Herrera Gómez






19 de agosto de 2023

Prólogo La Construcción Sociocultural del Amor Romántico, de Coral Herrera



Mi propósito en este trabajo de investigación ha sido demostrar que lo romántico es político, analizar cómo se construye socioculturalmente el amor, y estudiar cómo esta construcción influye significativamente en las estructuras económicas y políticas de la sociedad occidental.

Sin embargo, no habría podido escribir este libro si, a lo largo del siglo xx, no se hubiese dado el gran debate epistemológico que destronó al cientifismo empirista y gracias al cual surgieron investigaciones que demostraron el sesgo etnocéntrico y androcéntrico del pensamiento científico occidental. 

Los principales protagonistas de este debate fueron los pensadores de la Teoría Crítica liderada por la escuela de Frankfurt en los años 30, el postestructuralismo, la sociología del conocimiento y la Teoría feminista, que sacaron a la luz teorías y científicos (sobre todo científicas) marginados por la ciencia, cuestionándose así numerosas verdades dadas por supuestas. Esta tarea deconstructiva demostró que lo que se consideraba ciencia universal era sencillamente una actividad ejercida por hombres blancos, occidentales, y en su mayor parte de clase media.

También se puso de relieve el hecho de que la mayor parte de sus investigaciones estaban impregnadas de ideología patriarcal y capitalista. Se derribó, así, el mito del cientifismo como verdad universal y el mito del científico como un robot objetivo sin emociones, sin condicionamientos culturales, sin intereses personales. Fue entonces cuando se reveló la dimensión hipermasculina de la ciencia, que había marginado durante siglos a la mujer como sujeto y como objeto de estudio científico.

Gracias a este debate y a este proceso deconstruccionista, la ciencia vio cuestionada profundamente la pretensión de validez universal y de neutralidad de la que había hecho gala desde el siglo XVII. Las principales consecuencias de este debate fueron la ampliación de los límites del conocimiento y el surgimiento de nuevas áreas de investigación científica. Este hecho posibilita, en la actualidad, adentrarse en espacios del conocimiento que no han sido considerados, hasta hoy, dignos de ser estudiados, como las emociones y las relaciones. 

Hoy se acepta comúnmente que todos estamos influidos por la cultura en la que nos hemos criado, por el género al que se nos adscribe al nacer, por la educación que recibimos y las instituciones sociales, la religión, nuestro estatus social y económico, además de nuestras propias aspiraciones personales y experiencias vitales, que conforman nuestra identidad. Por ello, ningún científico,institución científica o investigación empirista puede hoy declararse objetivo o neutral. De hecho, se considera más honesto que los y las profesionales de la ciencia admitan en sus investigaciones el punto del que parten, y tengan en cuenta a la hora de elaborar sus teorías e hipótesis la perspectiva personal desde la que ejercen la actividad del conocimiento, para así diferenciar sus propios condicionamientos culturales y personales del objeto de estudio. Es decir, admitir la inevitable subjetividad que impregna cualquier actividad humana en el área del conocimiento científico, dejando atrás mitologías científicas antes nunca cuestionadas.

En esta investigación mi intención ha sido centrarme en la dimensión cultural de las emociones y las relaciones humanas; en concreto, la del amor de pareja, porque creo que el amor romántico es hoy una de las bases que sostienen y perpetúan el patriarcado.

El trabajo de documentación no ha sido fácil, dado que no existe mucha bibliografía científica debido a la marginación de las emociones como objeto de estudio. La antropología ha estudiado temas como la familia, el parentesco, el matrimonio, el comportamiento sexual, los ritos vinculadores, el apego, el beso y las conductas altruistas, pero no específicamente el amor romántico, considerado generalmente como una peculiaridad exclusiva de las civilizaciones occidentales, según Yela García (2000). 

La sociología se ha centrado en el análisis del matrimonio (y la satisfacción en el mismo) como unidad básica de la estructura social y solo en contadas ocasiones ha concedido suficiente atención a la importancia estructural del amor y las creencias románticas en nuestra sociedad. En el campo de la historia, destacan las obras de algunos historiadores sobre el matrimonio (Westermarck, 1926) y la pasión (De Rougemont, 1939).

En el campo de las ciencias sociales, el interés por las emociones también se ha visto incrementado a medida que avanzaba el siglo xx. Ortega y Gasset (1941) se quejaba de que el tema del amor no fuese objeto de investigación científica o filosófica:

Si un médico habla sobre la digestión, las gentes escuchan con modestia y curiosidad. Pero si un psicólogo habla del amor, todos le oyen con desdén, mejor dicho, no le oyen, no llegan a enterarse de lo que enuncia, porque todos se creen doctores en la materia. En pocas cosas aparece tan de manifiesto la estupidez habitual de las gentes. ¡Como si el amor no fuera, a la postre, un tema teórico del mismo linaje que los demás, y por tanto, hermético para quien no se acerque a él con agudos instrumentos intelectuales!

Francesco Alberoni (1979) cree que los sentimientos son la base del conocimiento, y considera que el amor es la forma más simple de movimiento colectivo. Opina que, como fenómeno social, ha de ser estudiado por las ciencias sociales como categoría básica de relación social. 

Otros autores como Pitrim Sorokin también inciden en la dimensión social del amor y los sentimientos: tenemos prejuicios contra todas las teorías que intentan demostrar el poder del amor en la determinación de la personalidad y conducta humanas, en su influencia en el curso de la evolución biológica, social, mental y moral, en afectar a los acontecimientos históricos y en moldear las instituciones sociales y la cultura.

 «La preponderancia del tema amoroso en nuestras obras literarias muestra que el amor ha sido una pasión central de los hombres y las mujeres de Occidente. La otra ha sido el poder: de la ambición política a la sed de bienes materiales o de honores», Octavio Paz (1993).

Para Carlos García Yela (2002), es muy significativa la gran diferencia existente en cuanto a volumen de investigación entre el amor y otros temas «que quizá sean menos relevantes en la vida del hombre, como por ejemplo, el reflejo salivar condicionado».

Leo Buscaglia también opina que es ridículo que el Eros, una fuerza de la vida tan poderosa, sea ignorado, no investigado y condenado por los científicos sociales, «que en cambio, sí se ocupan mucho de esa otra fuerza llamada sexo, cuando originariamente y en rigor etimológico se trata del mismo fenómeno»

La psicología social comienza a tratar el tema en 1964. 

Secord y Backman incorporan en su manual de la disciplina un capítulo sobre atracción interpersonal donde se incluían unas breves consideraciones sobre el amor. Un año más tarde, Aronson y Linder (1965) divulgan su clásica «ley» sobre la atracción interpersonal. Poco después, Bloom (1967) publicará un artículo sobre el concepto de amor y las tipologías amorosas, todo ello en revistas propias de la psicología social. 

A mediados de los años 70, el análisis científico del amor se va paulatinamente desmarcando del área de la atracción interpersonal, al tiempo que surge una verdadera explosión y auge de las investigaciones: centenares de artículos, decenas de volúmenes monográficos y manuales, cursos, seminarios, congresos, etc., e incluso alguna revista especializada, como el Journal of Social and Personal Relationships, donde buena parte de los artículos publicados se centran en el amor o en temas muy afines. 

En los años 90 el tema se convirtió, según Yela García (2002), en un punto de referencia obligado de la psicología social. La publicación de monografías sobre el amor continúa aumentando cada año, muchas de ellas de orientación psicodinámica (Gabbard, 1996), otras muchas desde la psicología feminista.

En nuestro país, hasta los años 80, la producción intelectual sobre el amor ha sido bastante limitada. En los años 70 Josep Vicent Marqués edita un número especial en El Viejo Topo sobre el amor (extra número 17), con colaboraciones de Paolo Fabretti o Christian Delacampagne, en el que se habla del amor sobre todo como un instrumento de control social que sirve para perpetuar el patriarcado y la familia tradicional nuclear. 

En 1982, la Revista de Occidente publica un número monográfico sobre el amor. En 1986, sucede lo mismo con los Cuadernos de Historia 16. 

En los 90 se publican artículos firmados por profesores universitarios (ej: Ochoa y Vázquez, 1991; Sangrador, 1993; Serrano y Carreño, 1993; Yela García, 1996) así como algunos libros en mayor o menor medida dedicados a, o relacionados con el tema (Guasch, 1991; Ortiz, 1991). 

Además, se realizan seminarios, conferencias, cursos de doctorado, simposios, congresos y alguna tesis doctoral (Carreño, 1991; Yela García, 1995; Martínez Iñigo, 1997). Recientemente, han surgido algunas obras en el ámbito de la divulgación científica, en áreas como la biología, la etnología, o la antropología (Helen Fisher, Eduardo Punset, David Buss, Eibl-Eibesfeldt, Desmond Morris, Barash y Lipton...). 

Sin embargo, solo ahora, en los primeros años del siglo xxi, se ha empezado a tratar el tema desde una perspectiva social (Ulrich Beck, Zygmunt Bauman, Pascal Bruckner, Erich Fromm, Anthony Giddens, entre otros). La mayor parte de los grandes teóricos occidentales ha escrito libros acerca de los sentimientos y las pasiones, pero han sido siempre considerados obras menores, poco menos que anécdotas dentro de la sesuda literatura científica y filosófica de estos grandes autores (Ortega y Gasset, Roland Barthes, Francesco Alberoni, entre otros).

Mi intención ha sido estudiar el amor romántico desde la perspectiva feminista como un fenómeno político, social y cultural, para liberarlo de toda su carga patriarcal. Las teóricas feministas de los años 70 y 80 analizaron el amor romántico y el matrimonio heterosexual como una cárcel para las mujeres: hoy queremos que el amor deje de ser una trampa, queremos que sea un motor para la transformación y la revolución que estamos gestando.

Creo que estudiar cómo se construyen nuestras emociones puede ayudarnos a ser más libres y a transformar nuestra forma de organizarnos y de relacionarnos. 

El antropólogo Sergio Manghi (1999) afirmó que es necesario elaborar una teoría social de las emociones y que no se trata solo de una tarea científica, sino también ético-política, «pues la persistencia, en nuestro tiempo, de hábitos perceptivos dualistas, que separan el corazón y la razón, el cuerpo y el espíritu, las emociones y la cognición, es una fuente permanente de sufrimientos, de prevaricaciones y de violencia».

El hecho de que las emociones y las pasiones no hayan sido temas considerados dignos de estudio científico serio es un hecho íntimamente relacionado con la estructura patriarcal que ha subordinado a la mujer durante siglos. En esa actitud discriminadora y despreciativa hacia su figura se incluía todo lo que se consideraba femenino, como las emociones. Y ello sucedió porque el conocimiento ha partido siempre de procesos polarizadores, dualistas, dialécticos, entre elementos opuestos que, en mi opinión, han empobrecido y reducido, en general, el saber y el conocimiento en nuestra cultura desde hace siglos.

El eterno debate entre cultura y naturaleza que ha recorrido nuestro acceso al conocimiento y que ha atravesado la investigación y la filosofía desde Grecia hasta nuestros días parece ya inclinarse hacia la fusión de ambas dimensiones en una sola. Mi visión ha pretendido evitar el reduccionismo; de ahí la multidisciplinariedad de mi estudio, que ha precisado de lecturas sobre antropología,psicología social, estudios de género, teorías de la comunicación y semiología,ensayos sobre la posmodernidad, sociología, biología, filosofía de la ciencia, historia, etc. 

Lo que he pretendido es hacer una compilación de los estudios sobre el amor en diferentes disciplinas para poder presentar el fenómeno del amor en toda su complejidad, de un modo transversal, desde una perspectiva feminista, e incidiendo en la construcción cultural de las emociones y del amor bajo la ideología patriarcal y capitalista de Occidente.

Afortunadamente, en la actualidad se entiende que lo personal es político, y que el estudio de cualquier fenómeno físico, químico o social está atravesado por multitud de variables interrelacionadas entre sí. Mi propuesta metodológica ha sido investigar partiendo de la idea del pensamiento complejo, término acuñado por Edgar Morín, o del pensamiento en red, concepto acuñado por Helen Fisher. Estos autores proponen abarcar la complejidad de los fenómenos naturales o sociales en detrimento de una de las leyes del pensamiento formuladas por Aristóteles y vigente hasta nuestros días: la del tercio excluso o pensamiento polarizante. 

Esta ley establece oposiciones entre razón y emoción, naturaleza y cultura, lo masculino y lo femenino, lo positivo y lo negativo, el bien y el mal, la verdad y la mentira, etc. Estas oposiciones en pares binarios ocultan la amplia gama de matices y factores interrelacionados que se dan en todos los procesos de conocimiento e investigación, ya que la praxis del pensamiento dual es de por sí reduccionista y empobrecedora.

En el seno de este paradigma dualista que simplificaba el mundo en dos extremos opuestos, se consideró que el hombre representaba la cultura (el raciocinio, la civilización, la ciencia, la ley, el orden, la filosofía), y la mujer la naturaleza (los sentimientos, lo irracional, lo salvaje, lo caótico, lo oscuro, lo incognoscible). Los hombres han sido representados como dioses solares, y las mujeres han sido representadas a menudo como fuerzas nocturnas, diosas misteriosas e irracionales. En este siglo, la primacía de la mente y la razón sobre el cuerpo y las emociones ha dado paso al estudio de los sentimientos como parte constitutiva fundamental de los seres humanos.

Y gracias a ello, hoy me encuentro aquí escribiendo acerca del amor. Entiendo que es un tema que, por su complejidad y extensión, no se puede abarcar en su totalidad; pero sí que he pretendido demostrar que, igual que lo personal es político, también lo romántico es político, y tiene un impacto directo en nuestra forma de organizarnos económica, social, sexual y afectivamente. Deconstruir y transformar el amor romántico o el amor de pareja podría transformar nuestra sociedad entera.

Las emociones son políticas: están mediadas culturalmente, y están predeterminadas por la cultura en la que se incardinan (construidas a través del lenguaje, de los relatos, los símbolos, los mitos, los estereotipos, los ritos, y las creencias). El poder simbólico incide de forma poderosa, creo, no solo en nuestros sentimientos, sino también en la construcción de la realidad social, económica y política de las sociedades.

Dado que la cultura evoluciona a la par que los sistemas políticos y económicos, bien sosteniéndolos, bien transformándolos, considero que es necesario analizar la cultura para entender cómo construimos la realidad, cómo la reificamos y cómo unas ideologías se imponen sobre otras (y a la vez coexisten). 

El motivo por el que he decidido centrar mi análisis sobre los mitos y las representaciones simbólicas del amor es que la mayor parte de nuestros productos culturales desde la Antigüedad hasta nuestros días se basan en las relaciones sexuales y amorosas entre los géneros y perpetúan la cultura patriarcal: desde las cosmologías (como la griega, que se centra en las relaciones de amor y odio entre los dioses) hasta las series de ficción televisiva, pasando por la escultura, la pintura, la cerámica, la música, el baile, la narrativa oral, la poesía, los cuentos y leyendas, los folletines, las radionovelas, las canciones, las novelas, las películas, la ópera, y todas las representaciones culturales que han tenido y tienen como tema central el amor y las pasiones, y la guerra entre los sexos.


Mi deseo es, mediante un proceso de crítica y deconstrucción feminista, echar abajo ciertas ideas que se han dado por supuestas o como «naturales»: prejuicios, tabúes, mitos falsos y creencias subjetivas que han distorsionado el concepto de amor y que lo han devaluado durante siglos a la categoría de emoción irracional no susceptible de ser tratada e investigada. El amor se ha entendido siempre como un fenómeno reproductivo biológico, pero pocas veces se ha puesto el acento en su dimensión social y cultural. Ahondaremos en ella basándonos en las representaciones simbólicas amorosas y en cómo estas crean e imponen el concepto de lo que es un hombre, lo que debe ser una mujer, y cómo deben ser las relaciones entre nosotros.

Defendiendo la idea de que el amor es un gran tema a tratar por todas las áreas científicas, Carlos Yela afirma que es frecuente entre los intelectuales la queja sobre la enorme distancia existente entre el progreso tecnológico y el progreso de las relaciones humanas: «el estudio riguroso, sistemático y empírico del amor podría ser una vía que contribuyera a salvar esa abismal y lamentable diferencia».

 Para mí es obvio que el amor no es solo una fuente de productos culturales en forma de novelas o canciones, sino también un dispositivo político y un instrumento de control social para hacernos dependientes unos de los otros, y para mantener a las mujeres sometidas a los varones.

Las relaciones humanas están, como veremos, atravesadas por el poder, y ello hace que sean complicadas, conflictivas, y dolorosas. Los seres humanos necesitamos a los otros para sobrevivir, porque los afectos forman parte de nuestra nutrición y son el eje a partir del cual desarrollamos nuestra vida en sociedad. A través de nuestros seres queridos aprendemos a hablar, a pensar, a vivir en sociedad y a asumir las normas morales, sociales, culturales y políticas. Rodeados de afectos o con una falta total de ellos construimos nuestra identidad y nuestra biografía, y nos reproducimos, sacando adelante y educando a nuevos miembros de la sociedad.

La mayor parte de nuestras vivencias y recuerdos están implicados en las tramas emocionales y sentimentales que construimos en la interacción con nuestros semejantes y nuestro entorno. Nuestra felicidad, nuestro bienestar psíquico y emocional, nuestros sueños y anhelos, nuestras esperanzas y nuestra energía se desarrollan en torno a nuestras relaciones afectivas. Ellas son las que nos provocan dolor, tristeza, confusión, desgarro; también nuestras frustraciones, decepciones, preocupaciones y obsesiones están en su mayor parte determinadas por nuestros afectos.

El objetivo de este libro es entender por qué las relaciones humanas son tan maravillosas y a la vez tan dolorosas, tanto a nivel individual como a nivel colectivo. Nos relacionamos en base a jerarquías de poder bajo el esquema hegeliano del amo y el esclavo: unos pocos tienen el poder y los recursos, y explotan y abusan de la energía y el tiempo de los demás. No es solo una cuestión de clase, también es una cuestión de género: los hombres se aprovechan de la energía y el tiempo de las mujeres, que en la mayor parte del planeta sufren una doble jornada laboral: una remunerada, y otra sin remunerar. Lo llaman amor, pero Silvia Federici lo tiene claro: es trabajo no pagado. 

Creo que es necesario tratar de comprender el complejo mundo de las emociones principalmente porque entender y analizar nuestras formas de relacionarnos puede ayudarnos a derribar el patriarcado, a acabar con la violencia y a transformar nuestro mundo. Es posible que las guerras, los conflictos humanos, la violencia cotidiana que inundan las cabeceras de los telediarios disminuyesen si lográramos entender los mecanismos sociales y afectivos con los que los humanos nos relacionamos entre nosotros, bajo el trasfondo de las luchas de poder y del miedo.

El miedo forma parte de nuestras relaciones y de nuestra forma de entender el mundo y movernos en él. Es un poder psíquico, un producto mental y a la vez un mecanismo biológico de carácter instintivo. También los animales sienten miedo, y en ocasiones se revela como un mecanismo de supervivencia fundamental ante los depredadores. En el caso del homo sapiens, con su capacidad de imaginar, el miedo se convierte en un monstruo que empobrece su vida en sociedad, porque a menudo establece estrategias defensivas y de ataque. 

Los humanos tienen miedo a los desastres naturales, pero también miedo al dolor y a la muerte, a la incertidumbre con respecto al futuro, miedo a perder seres queridos. Miedo a la soledad y a la locura, pero sobre todo miedo al otro, a lo desconocido, lo extraño, lo que se escapa a nuestro entendimiento. Miedo al poder del otro, al color de su piel, su idioma, su cultura, su religión.

Este miedo afecta especialmente a las relaciones entre hombres y mujeres por el ancestral temor hacia el género femenino desarrollado en las culturas patriarcales. La mayor parte de las relaciones entre los hombres y las mujeres han estado siempre basadas en el miedo al poder de las mujeres, y en la necesidad de explotar sexual, laboral, doméstica y reproductivamente a las mujeres.

El capitalismo necesita mano de obra barata o gratuita para funcionar: hasta el hombre más pobre del planeta tiene su sirvienta particular, su esposa, para cubrir sus necesidades básicas y para poder trabajar fuera de casa. El patriarcado ha logrado que las mujeres se sometan por amor, y asuman su rol tradicional de cuidadoras, y la modernidad ha logrado que tratemos de conciliar nuestro papel de mujeres profesionales con nuestro papel como trabajadoras del hogar y cuidadoras. 

Creíamos que el trabajo asalariado nos iba a liberar, pero no sabíamos el precio que tendríamos que pagar para tener ingresos precarios: dos, tres jornadas laborales, nada de tiempo libre, y mucho trabajo gratis.

Las mujeres somos educadas y socializadas en el miedo a quedarnos solas, a que nadie nos quiera, y a fracasar en la vida por no haber sido elegidas. Y con ese miedo nos ponen de rodillas frente al amor de un hombre. El miedo también tiene una clara conexión con el apego: todos tenemos miedo a perder a nuestros seres queridos, a que no se nos necesite o no se nos quiera. Nos apegamos a los objetos, las propiedades y las personas como si fueran «nuestras», y además quisiéramos que ellas y los sentimientos que nos unen sean eternos e indestructibles. 

El ser humano sufre por la contingencia y trata de encontrar su centro y su estabilidad psíquica en las personas a las que ama o quiere; pero también siente un profundo anhelo de libertad.

Miedo y libertad se tensan contradictoriamente, porque no nos es fácil lograr alcanzar un equilibrio entre la estabilidad y la aventura, la seguridad y el misterio. Los seres humanos lo queremos todo a la vez, lo queremos todo para siempre, y nos cansamos de todo también. La realidad monótona y rutinaria nos frustra, de modo que nos embarcamos en aventuras corriendo riesgos: quizás debido a esta contradicción entre libertad y necesidad de afecto, mitos y realidades, el sufrimiento parece inherente a la condición humana.

Sin embargo, también son característicos en nosotros la empatía, el altruismo, la generosidad, la entrega, la solidaridad y la red extensa de afectos que establecemos con el resto, y gracias a la cual la supervivencia de la especie ha sido posible. El amor entendido como un todo es una fuerza poderosa que nos atrae y nos une los unos a los otros, ya sea en forma de amor filial (amor a la familia), de amistad (amores elegidos libremente, relaciones de apoyo y cooperación mutua que tenemos con personas con las que, sin embargo, no tenemos una relación erótica) o de amor pasional (el que se da entre dos o más personas y tiene carácter erótico).

El amor nos ha permitido sobrevivir como especie: ha logrado que el ser humano cuide de sus semejantes más indefensos (ancianos, bebés, enfermos), y que la gente disfrute en la interacción con el resto. Las relaciones amorosas de pareja, además, son placenteras porque generan sentimientos positivos y porque son una fuerza creadora y constructiva que ilusiona a las personas y las anima a seguir viviendo, pese a la crueldad y precariedad a la que tiene que enfrentarse el ser humano a lo largo de su vida.

He dividido el estudio en tres bloques, para analizar por un lado cómo construimos la realidad y el amor erótico, pasional o romántico en la sociedad, y por otro para entender cómo la cultura crea y modela nuestra identidad, nuestras emociones y las relaciones afectivas y eróticas que establecemos con los demás.

En el primer bloque daremos paso al análisis de la construcción sociopolítica del amor de pareja, que en Occidente está basado en una concepción del amor dual, adultista, heterosexual y monogámico. Esta concepción está reificada en el imaginario colectivo y no se percibe como una construcción sociocultural, sino como un fenómeno individual, biológico y natural. Por un lado veremos su dimensión liberadora y transgresora, porque desafía la ley del pater, y por otro veremos que el amor romántico es un arma de control social cuya base es el matrimonio, y cuyo fin es la perpetuación de la familia nuclear tradicional, el sistema patriarcal y el capitalismo democrático.

Estudiaremos cómo se construye la realidad y la identidad desde una perspectiva de género, y cómo se normalizan los estereotipos y los roles al presentarse como naturales, fundados en falsos supuestos biológicos. Tras una breve introducción acerca de las definiciones y teorías del amor, daré paso a la dimensión socio-biológica de las relaciones entre géneros. 

Analizaré fenómenos como el emparejamiento, el matrimonio, el divorcio, la monogamia y el adulterio para centrarme en las relaciones de poder y luchas de dominación que atraviesan todas las relaciones humanas (amorosas, familiares, profesionales, contractuales, etc.) y en especial las relaciones entre hombres y mujeres, desde una perspectiva feminista.


En el segundo bloque me centraré en la dimensión simbólica y cultural del amor. Con breves referencias a otras culturas y formas de amar, acotamos la investigación en torno a la concepción cultural del amor en Occidente, y haremos un breve repaso a la forma en que las representaciones simbólicas del amor han ido transformándose y variando geográfica y temporalmente. Estudiaremos las implicaciones de las narraciones en la conformación de los sentimientos pasionales y amorosos, nos detendremos en la dimensión religiosa, mitológica y utópica del amor, y finalizaremos con una síntesis de los principales modelos y mitos amorosos de nuestra cultura desde la antigüedad a la posmodernidad.


En el tercer y último bloque mi intención ha sido profundizar en las relaciones amorosas en la posmodernidad. Veremos cómo esta nueva era ha supuesto el fin de los pilares que sustentaban las antiguas cosmovisiones y creaban la identidad: la familia y el trabajo. Ambas instituciones se han desacralizado y flexibilizado, y constituyen sistemas abiertos, cambiantes, en continuo proceso de prueba, negociación y fragmentación. El espacio social y simbólico ha experimentado, paralelamente, la multiplicación hasta el infinito de mensajes; realidad y ficción se mezclan en un fenómeno mediático como es la hiperrealidad, especialmente visible en el espacio televisivo. 

En la actualidad, veremos cómo el amor ofrece la salvación frente a la angustia existencial, el horror vacui, y la falta de sentido que impregna la realidad del ser humano desde que Nietzsche proclamó la muerte de Dios.

El ser posmoderno es urbanita, se mueve en la sociedad del anonimato y sufre de angustia existencial, hambre de emociones y soledad. En este contexto posmoderno, el romanticismo constituye una creación de sentido personalizado y colectivo, una promesa ideal de autorrealización, una tabla de salvación, un sentimiento cargado de trascendencia y espiritualidad. Especialmente para las mujeres.

En esta obra desarrollaré la idea de que las mujeres somos educadas para poner el amor en el centro de nuestras vidas y para que el gran sueño de todas nosotras sea encontrar a su príncipe azul y fundar una familia feliz. Nos educan para que dejemos a un lado otras formas de querernos y nos centremos en el amor romántico: nos quieren entretenidas, ocupadas, amargadas, obsesionadas, tristes, y adictas al amor. Nos quieren débiles, acomplejadas, llenas de miedo, solas y aisladas unas de otras: cuanto más solas, más dependientes somos de los hombres.

El amor romántico es una droga muy potente porque va cargado de promesas, nos genera emociones muy intensas y nos ofrece conexiones con lo sagrado: el amor total, la fusión definitiva, el placer total, la eternidad (premisa fundamental de todo amor verdadero). Una de las ficciones más importantes que proyecta el amor es la del cese de ese doloroso sentimiento de soledad que nos acompaña a todos los seres humanos desde la caída de las grandes construcciones sociales como la religión o la clase social, y cualquier institución en la que antes nos podíamos sentir pertenecientes a una comunidad o grupo unido por cuestiones religiosas, económicas o políticas.

Una vez derribadas las utopías políticas y religiosas de carácter colectivo, la gran utopía de la posmodernidad es el amor romántico, cargado de patriarcado. Las utopías emocionales se acoplan al individualismo y al consumismo a la perfección, porque se sustentan en la filosofía del sálvese quien pueda y el egoísmo a dúo, una expresión acuñada por D.H. Lawrence para explicar el estilo de vida caracterizado por una forma de relación basada en la dependencia, la búsqueda de seguridad, la necesidad del otro, la renuncia a la interdependencia personal, la ausencia de libertad, celos, rutina, adscripción irreflexiva a las convenciones sociales, el enclaustramiento mutuo… 

Este enclaustramiento en parejas, como veremos, propicia el conformismo, el viraje ideológico a posiciones conservadoras, la despolitización y el vaciamiento del espacio social, con notables consecuencias para las democracias occidentales y para la vida cotidiana de las personas. 

Con el triunfo del individualismo,la democracia se encuentra en manos de los políticos, los empresarios y la banca; la sociedad no es gestionada por una población adulta, sensibilizada, culta, comprometida y unida. Dejamos, irresponsablemente, en manos de unos pocos nuestro destino como especie, y por supuesto, coextensivamente, el del resto de los seres vivos de este planeta.

El individualismo como modo de vida ligado al consumismo conlleva también una potente sensación de soledad; es normal entonces que la gente quiera formar equipos, aunque sean solo de dos miembros, para hacer frente a un mundo cruel, jerárquico y desigual.

En pareja la vida se hace más llevadera por la ayuda mutua que nos prestamos, pero, aunque las mujeres hemos logrado incorporarnos masivamente al mercado de trabajo, los hombres no se han incorporado masivamente a los cuidados, que siguen recayendo exclusivamente sobre nosotras en la mayor parte de los países del mundo. Es decir, no hemos logrado construir parejas igualitarias, ni relaciones sanas basadas en la solidaridad y el apoyo mutuo. No sabemos aún cómo aplicar los principios feministas a nuestras relaciones, pero lo importante es que ya estamos en ello.

No nos han enseñado a querernos bien, ni a cuidarnos a nosotras mismas, ni a cuidar a nuestras parejas. A los hombres tampoco les enseñan a querer y a cuidar. 

No sabemos gestionar nuestras emociones para que no hagan daño a nadie,no nos han enseñado a gestionar nuestros conflictos sin utilizar la violencia, no sabemos separarnos con amor, no tenemos herramientas para comunicarnos y para tratarnos bien, y nos han hecho creer que el amor es una guerra en la que todo vale, una guerra con heridas y muertas, una guerra en la que los hombres van armados hasta los dientes y nosotras vamos desnudas.

Gracias al feminismo, hoy sabemos que no estamos condenadas a sufrir: cuando entendemos que las mujeres tenemos derecho a disfrutar del sexo, del amor y derecho a vivir una buena vida, es cuando empezamos a trabajarnos los patriarcados que nos habitan, y cuando llevamos lo político al terreno de lo personal.

No estamos condenadas a someternos ni a aguantar por amor: gracias al feminismo, sabemos que otras formas de quererse son posibles, otras formas de relacionarnos y organizarnos son posibles, otras formas de gozar y de amar son posibles. 

Es el momento de ponerse a desmontar todos los mitos románticos, y a trabajar para liberar al amor del machismo y la violencia, para aprender a amarnos desde la libertad y no desde la necesidad, para aprender a negociar en la construcción de una pareja, para compartir la vida desde el placer y el disfrute. 

Es el momento de desmontar las masculinidades patriarcales, de empezar a cuidarnos, de separar el amor del sufrimiento, es el momento de dejar de sacrificarnos, de renunciar y de aguantar “por amor”.

El amor puede reinventarse, transformarse, expandirse más allá de la pareja, y liberarse de la ideología patriarcal y capitalista para transformar el mundo en el que vivimos: necesitamos una nueva forma de relacionarnos basada en la Ética del amor y la Filosofía de los Cuidados, en la libertad y los derechos de las mujeres, en la igualdad, la solidaridad y el compañerismo.

Aquí va mi propuesta, elaborada desde mi profundo compromiso con el feminismo, el ecologismo, y el pacifismo, y desde la idea de que lo romántico es político, y otras formas de quererse son posibles.


 Coral Herrera Gómez


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18 de agosto de 2023

La Revolución es ética, no estética

 


No es tu aspecto lo que te convierte en una persona subversiva, la verdadera transgresión está en cómo tratas a los demás, cómo te relacionas con la gente, qué valores y principios rigen tu comportamiento.

Ser una persona rebelde no consiste en escandalizar a los demás con tatuajes, piercings, pelucas, tacones, corpiños y vestidos sexys. 

Rebeldes son las mujeres que piensan en el Bien Común y luchan contra la opresión y la esclavitud.

Esta es una revolución basada en la Ética: estamos hablando de derechos humanos, estamos hablando de poner fin al sufrimiento y la explotación de las mujeres. La Revolución es una batalla para acabar con el odio, la violencia, y el abuso de poder. 

Es una lucha de mujeres que ya no quieren trabajar gratis para ningún hombre, es una lucha contra la servidumbre. El objetivo común es que todas seamos libres, tengamos derechos y podamos vivir una vida mejor. 

#LaRevoluciónEsÉtica

#MujeresEnLucha

Coral Herrera Gómez


En Inglés: 





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17 de agosto de 2023

Las tetas de Amaral y las esclavas de España



Sobre el tema de las tetas de Amaral y la Revolución de las Mujeres, contaros que me parece muy buena ocasión para contarle al mundo que España está llena de mujeres esclavas. En mi país hay tres tipos de esclavas: las sexuales, las domésticas y las campesinas.

En pleno siglo XXI, miles de mujeres viven encerradas en campos de concentración donde solo entran y salen hombres a violarlas. Pero no solo tenemos víctimas de la esclavitud sexual, también están las esclavas domésticas, mujeres que trabajan en hogares de ricos, que son en su mayoría inmigrantes sin papeles y sin derechos que solo pueden salir un día a la semana (excepto si a los dueños no les viene bien). 

Y por último, las esclavas del campo, que trabajan en pañales bajo los plásticos porque no las dejan salir a orinar, viven en condiciones inhumanas y son violadas en los asentamientos donde viven. Sus dueños son como los de la Edad Media, y aunque un señor de la ONU denunció ante el mundo el horror de la esclavitud en los campos de cultivo de España, años después siguen igual o peor, porque ahora que están organizadas, sufren más represión y violencia.

El mercado de mujeres es un negocio de hombres que se forran explotando a las mujeres, usando su energía, su fuerza de trabajo, sus cuerpos, y los bebés que gestan para otros. 

Ellas y sus hijas son el sujeto de la lucha feminista, el epicentro de la Revolución, porque son las que más sufren la explotación y la violencia del capitalismo y el patriarcado. Y no son un colectivo: son cientos, miles de mujeres. Las víctimas de Trata para la esclavitud sexual no pueden organizarse porque viven presas, pero las trabajadoras del hogar y las del campo sí. 

No salen en los medios ni encabezan las manifestaciones feministas de las grandes ciudades, pero son ellas las que están haciendo la Revolución en toda España. Son ellas las que están poniendo el cuerpo por la conquista de la libertad y los derechos de todas. Son ellas las mujeres más transgresoras y subversivas, necesitan visibilidad y apoyo del feminismo español, y es su lucha la que debe ponerse en el centro de las políticas de izquierda. 


* Para quien quiera saber más sobre la esclavitud sexual, doméstica y laboral de mujeres en España: 

Lucha contra la esclavitud en el campo

Lucha contra la esclavitud doméstica 

Lucha contra la esclavitud sexual 

España, país esclavista


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15 de agosto de 2023

Niñas que odian ser niñas



Me devoré la serie de Los Cinco de Enid Blyton cuando era pequeña, y ahora se la estoy leyendo a Gael. Yo pasé muchas horas sumergida en sus historias, y las disfruté muchísimo, pero ahora, treinta años después, me ha chocado mucho encontrarme de nuevo con mi personaje favorito, un niña inteligente y valiente llamada Jorge. Su nombre era Georgina, pero ella quería ser tratada como un chico, así que le pide a los demás que la llamen George.

Ahora que leo con mis gafas violetas me quedo alucinada con la misoginia del personaje: cuando le preguntan por qué no quiere ser una niña ella responde con estereotipos. Jorge cree que las niñas son todas débiles, miedosas, lloronas, tontas y cobardes. Todas menos ella, que  lleva el pelo corto y viste como los chicos, y es lista, decidida, valiente, y fuerte. Es una persona segura de sí misma, es cabezona, y es noble como los chicos.

 Jorge admira mucho a sus primos, Julián y Dick, y muestra abiertamente su desprecio por la única niña de la historia, Ana, que es la hermana pequeña. 

Ana representa los estereotipos de la feminidad: cursi, charlatana, miedosa, débil y necesitada de protección. Es la que siempre mete la pata, cumpliendo así con el tradicional estereotipo de personaje femenino que con su torpeza dificulta la misión que lideran los hermanos y el "primo". Es la que, con su verborrea incontenible típica de las mujeres, le cuenta a los adultos "sin querer" los secretos del grupo, un truco narrativo muy utilizado por los hombres para poner más difícil la aventura de los varones. Sus hermanos y su prima la llaman tonta a menudo para regañarla, y hasta le dan puntapiés cuando se va de la lengua. Ella no devuelve los golpes, sino que llora y súplica para que la perdonen por su torpeza, y promete que no volverá a hablar en las comidas con adultos para no poner en peligro la misión. 

Jorge desprecia a Ana y con ella, a todo lo que tiene que ver con la feminidad patriarcal: los vestidos y zapatos de niñas, las muñecas y juguetes de niñas. Ana no se enfrenta a ella, se pone sumisa y se esfuerza por caerle bien. 

Jorge se pone furiosa si la tratan en femenino, grita iracunda porque no soporta que la metan en el grupo de las niñas, y está todo el tiempo demostrando a los demás, con sus habilidades físicas y deportivas, que no es como ellas.





 Yo de pequeña me sentía algo identificada con Jorge porque cuando veía a las mujeres cosificadas e hipersexualizadas en la televisión, tenía claro que no quería ser como ellas. La mayoría de los personajes femeninos de las historias eran mujeres superficiales, estúpidas y narcisistas, pero tuve la suerte de tener a mi alrededor a muchas mujeres a las que poder admirar. Y tuve la suerte de ser educada en el feminismo, que me enseñó que las mujeres podemos ser tan inteligentes y valientes como los hombres, y que podemos llevar pelo corto o pelo largo, falda o pantalón, y ser como queramos.


Antes las niñas solo tenían dos opciones: masculinizarse e imitar a los hombres para ser aceptadas, o convertirse en un objeto sexual para sentirse reconocidas por ellos. Hoy ya sabemos que no necesitamos renegar de nuestro sexo, ni ponernos de rodillas frente a ellos. No necesitamos su reconocimiento para sentirnos valiosas, ni rechazar a las demás mujeres para congraciarnos con ellos.


La serie de los Cinco fue escrita en los años 40 del siglo XX, pero todavía hoy los y las creadoras de cultura siguen utilizando los mismos estereotipos para construir sus personajes, y los mismos discursos sobre la feminidad y las mujeres. Los niños siguen utilizando la comparación para insultarse y humillarse (corres como una niña, lloras como una niña), y se siguen asociando las cualidades positivas a la masculinidad, y las negativas a la feminidad. 


Siguen existiendo muchísimas niñas y mujeres que han interiorizado la misoginia, que se odian a sí mismas y a las demás mujeres, que aspiran a ser como los varones, y a tener el mismo poder que ellos. Muchas tratan de diferenciarse de las demás mujeres, y por eso para ellas es todo un piropo que un hombre les diga: " tú no eres como las demás"


Esta es la razón por la cual necesitamos feminismo y coeducación en las aulas, para que las niñas sepan cómo se usan los estereotipos para perpetuar el machismo, cómo se transmite el odio contra las mujeres, y como lo interiorizamos todas en mayor o menor grado. 


A los y las creadoras culturales podemos pedirles que se animen a crear referentes de mujeres rebeldes que desobedecen a los mandatos del patriarcado, mujeres libres que se aceptan y se quieren a sí mismas tal y como son. Nosotras las feministas seguimos soñando y luchando para que llegue el día en el que todas las niñas y mujeres se sientan orgullosas de su sexo y puedan tener relaciones hermosas con las demás mujeres. 


#estereotipos #misoginia #feminidad #feminismo #niñas #mujeres #mujereslibres


Coral Herrera Gómez


7 de agosto de 2023

Mi puerperio y mi postparto, por Coral Herrera



Después de dar a luz, tardé varios días en aterrizar, por los calmantes que me pusieron tras la cesárea. Me dolían los pezones, me dolían los puntos del corte en la panza, estaba agotada física y emocionalmente. 

Me sentía asustada por la enorme responsabilidad de cuidar a un bebé que dependía de mí para sobrevivir, y a la vez me sentía muy feliz de que mi bebé estuviera sano. Sabía que era muy afortunada porque las primeras semanas me cuidaron tres personas adultas: mi compañero, mi mamá y mi papá. Ducharme era una odisea, caía rendida cuando el bebé dormía, daba teta a todas horas, cambiaba pañales, me pasaba horas mirando al bebé alucinada, y me entraban ganas de llorar por todo.

Mis hormonas estaban revolucionadas, tenía un hambre feroz, y mi cerebro estaba siempre alerta. En esos primeros días todo giraba en torno al bebé: me dedicaba a comprobar todo el tiempo que respiraba y estaba bien, a observar su orina y sus cacas, y a hablar de ellas con mi familia: que si salía dura o blanda, que si era muy oscura o muy clara, muy compacta o muy líquida. Todo giraba en torno a la comida, al sueño, y a los deshechos corporales, mientras luchaba interiormente contra el terror de la muerte súbita. 

Apenas podía caminar por los puntos, así que lo tenía siempre encima, para que se acostumbrara los brazos y al amor. Nos íbamos conociendo poco a poco, yo me iba enamorando poco a poco de él, y estaba aprendiendo a leerle para saber qué necesitaba (si tenía sueño, si tenía hambre, si tenía calor o frío, si quería amor o si le dolían los gases)

El proceso de conexión con la criatura no surge de manera mágica, mamá y bebé se van conociendo poco a poco a base de escucha y del piel con piel. Mi compañero y mis padres me enseñaron a cuidarle, aunque también tuve que luchar por imponer mis propios criterios en base a mis investigaciones y lecturas, y a mi instinto. Me aliviaba recibir mensajes y llamadas de mi gente de España, y recibir las visitas de nuestra familia y amigos para presentarles a Gael.

Cuando mis papás se fueron, me quedé sola. Los días eran muy largos, pero pasaban volando: la mayor parte del tiempo lo pasaba dando teta y pensando en todas las mujeres que estaban como yo, pasando su postparto sin ningún tipo de apoyo, teniendo que cocinar, lavar ropa y platos, limpiar la casa, lavar pañales. 

Y pensaba, ojalá todas las mujeres recién paridas y sus bebés pudieran recibir cuidados, apoyo emocional y logístico en el puerperio, porque esto de la maternidad es una brutalidad. No es sólo el agotamiento físico, sino un montón de emociones intensas que se te vienen encima sin que puedas hacer nada. Miedo, culpa, ternura, alegría infinita... Y muchas emociones contradictorias e intensas.

Te sientes muy frágil y a la vez sientes que tienes super poderes, tu cerebro cambia, tu cuerpo entero se vuelca en sacar adelante a esa criatura indefensa. Recuerdo lo increíble que fue la subida de la leche, y lo que me alucinaba mi cuerpo: me estaba duchando y oía el llanto de mi bebé, me empezaba a salir leche automáticamente, mi cuerpo quería ir corriendo a alimentar a la criatura. Da igual que te digas a ti misma: "está en brazos de su papá, tardo tres minutos y medio" Tu cerebro llena tus pechos y te dice: "corre, tu bebé te necesita" 

Hay un duelo dentro de ti, no es fácil despedirse de la persona que fuiste antes de tener al bebé, ni del ser humano que tenías dentro. Ya no forma parte de ti, no está en tí, se acabó la fusión.

A ratos lloraba y no entendía por qué, si en el fondo de mi alma estaba muy feliz por no haber muerto en el embarazo ni en el parto, y porque Gael había sobrevivido y estaba sano. Y me sentía muy afortunada de tener un compañero tan volcado, responsable y amoroso, que estaba disfrutando tanto de su paternidad.

Yo había leído mucho sobre la revolución hormonal y emocional del puerperio, pero sentirlo dentro de ti es bien diferente. Te sientes más animal que nunca, y tu condición de mamífera te hace sentir tan poderosa, y tan vulnerable a la vez. 

Yo tuve la suerte de tener un bebé sano que comía, cagaba y dormía muy bien, pero siempre pensaba en los bebés enfermos, en las mamás con bebés que no duermen más de una hora seguida, en los bebés con gases y cólicos, con estreñimiento o diarrea, con alergias, bebés con discapacidades, y lloraba pensando en el escaso o nulo apoyo que tenemos las madres, y el agotamiento universal de todas nosotras. 

En esos días de soledad y agotamiento pensaba en las mujeres que no pueden parar de trabajar para recuperarse del parto y construir un vínculo con su bebé. Mujeres obligadas a separarse de su bebé que van a trabajar aún con la herida abierta y los pezones agrietados. 

También pensaba en las madres que son separadas de sus crías y las venden a cambio de unas monedas para poder alimentar al resto de sus hijos e hijas 

Sentí toda la violencia del capitalismo y del patriarcado, y lo inhumano que es que nos pidan a las mujeres que sostengamos las tasas de natalidad. En lugar de apoyarnos, nos exigen que seamos super woman y nos castigan con la doble jornada de trabajo.  

Hasta hace muy poco, la comunidad entera se volcaba en el cuidado de las mamás y los bebés, que estaban rodeados del amor de las abuelas, las tías, las primas y las vecinas. Que ahora tengamos que estar solas en un piso llevando todo, es una bestialidad, y pude comprobarlo en mis propias carnes cuando mis padres regresaron a España. 

Tardé en recuperarme de la cesárea varios meses, tenía casi 40 años, pero para mí lo físico no fue tan duro como lo emocional. Engordé 30 kilos y todo el mundo me decía que tenía que adelgazar y ponerme en forma, pero para mí lo prioritario era mi salud mental. Es imposible hacer ejercicio cuando te ves sola con el bebé, sin poder ducharte y hambrienta, con un cerro de ropa sucia por lavar, un cerro de cacharros para fregar, y un cerro de mails por contestar. 

Tres jornadas laborales en una sola, y me decían que me pusiera a hacer ejercicio, cuando en realidad toda mi energía estaba concentrada en el bebé. Nuestro corazón y nuestro cerebro sí saben distinguir lo que es importante y lo que no: el proceso de conocer a tu bebé y de crear un vínculo sano y hermoso con él, y con tu nueva maternidad, requiere de mucho tiempo y energía, y es un proceso complejo en el que todas necesitamos mucha calma, mucha paz y muchos cuidados de la pareja y la comunidad. 

Recuperarte de tu duelo, acostumbrarte a tu nuevo cuerpo, y crear ese vínculo maternal sola y estresada por la sobrecarga de trabajo (el remunerado y el no remunerado) es una tarea titánica e imposible. Y muy dolorosa cuando el papá y toda tu gente siguen haciendo vida normal y la tuya se ha transformado por completo. 

Yo tardé un año en recuperarme del posparto, y eso que no tuve que pasar por el trauma de separarme de mi bebé ni dejarlo con personas desconocidas.

Si, un año. No tres semanas, ni dieciséis semanas, un año. Lo que más me costó fue recuperarme emocionalmente, y acostumbrarme a las luces y sombras de la maternidad. Dejé de sentirme rara cuando empecé a hablar con otras mujeres de sus maternidades a un nivel íntimo y profundo. Es cuando ves que nos pasa a todas cuando dejas de sentirte tan confusa, tan culpable, tan loca y tan mala madre.

Comprendes de verdad el capitalismo y el patriarcado cuando cae sobre ti todo el peso de la explotación y la violencia, cuando te atraviesa el cuerpo entero.  Todo el mundo espera de ti que seas productiva y feliz, que conserves la cordura, y que puedas con todo. Los medios además te muestran ejemplos de madres que recuperan su figura en tres semanas, madres que duermen por las noches como si no tuvieran bebés, madres que no limpian sus casas y no cambian pañales, madres que en pocos días vuelven a trabajar y a recuperar su vida porque se han liberado de las tareas domésticas y de cuidados, y pueden hacer su vida como si no hubiera pasado nada, exactamente igual que los hombres.

Ver a mujeres bellas luciendo un cuerpo perfecto es una estrategia para aumentar tu culpa, y tu sensación de que estás fracasando porque no puedes con todo. Te dicen, si quisieras podrías desentenderte de tu bebé y ponerte a hacer gimnasia, pero como no quieres, por eso estás gorda. 

La presión sobre las mujeres madres es brutal. Todo el mundo opina, te juzga, te da consejos, y pocos arriman el hombro, y tú mientras te sientes mal porque deberías ser la mujer más feliz del mundo, y no lo eres. 

La sensación de soledad es infinita: de lunes a viernes todo el mundo está ocupado, y tú paseas con el bebé por la calle deseando que te pare alguien para poder hablar. 

Cuando no puedes consolar a tu bebé ni que cese el llanto, cuando no sabes qué le pasa, cuando sientes ganas de salir corriendo, cuando necesitas poder llorar sin que te vea el bebé, es cuando te das cuenta de la trampa. La maternidad feliz es un mito; la gran mayoría de las mujeres no tenemos las condiciones para disfrutarla de verdad.

Todas participamos en la farsa. A las futuras mamás les dices que es muy cansado, pero no les dices la verdad, no les cuentas que es brutal. Y que si su pareja no se involucra, va a ser más brutal todavía.

Tu haces como las demás, te esfuerzas por parecer una mamá feliz en redes sociales, porque la gente no quiere saber de tu miedo, de tu cansancio, de tus dudas e inseguridades, de tu dolor de pezones, de tus cicatrices. Nadie quiere escuchar tus quejas ni oírte hablar del derecho que tienes a recibir cuidados y a cuidar a tu bebé en condiciones óptimas. 

La maternidad es un asunto político de primer orden, y por eso es tan importante mostrar la realidad que vivimos millones de mujeres en el mundo, la realidad de los partos y los pospartos, y lo difíciles que son las primeras semanas de vida de un bebé que nace sin horarios de sueño y con todos sus órganos inmaduros. 

Para los bebés también es un momento brutal. Se está terminando de formar fuera del útero, y tienen que aprender a respirar con sus pulmones, a mamar, a digerir la comida, a expulsar los gases y los deshechos, y a dormir. Son 24 horas de cuidados lo que necesitan cada día, su dependencia es total: por eso las mamás necesitamos cuidados, y que dejen de exigirnos que podamos con todo.

Las únicas que pueden con todo son las mujeres ricas y privilegiadas que se liberan de los cuidados y pueden pasarse el día en el gimnasio y en el salón de belleza, es decir, muy pocas mujeres en el mundo. La inmensa mayoría de las mujeres del planeta, vivimos en una realidad que necesita ser mostrada tal cual es. 

Es urgente desmitificar la maternidad, que podamos compartir nuestras historias reales, y que no dejemos de luchar unidas para que todas las mujeres podamos criar en condiciones, sin dobles ni triples jornadas laborales, y con el apoyo de nuestra red afectiva. 

La maternidad es política: todas necesitamos tiempo y dinero, por un lado, y cuidados de la pareja y de la comunidad para recuperarnos y para sacar adelante a nuestras criaturas en sus primeros años de vida. 

Los mitos solo se desmontan mostrando la realidad de un sistema que nos deja solas, aisladas y triplemente explotadas.

Yo seguiré soñando y luchando por un mundo en el que todas podamos elegir libremente de nuestras maternidades, todas podamos disfrutarlas.

#cuidados #posparto #puerperio #cuerpos #bebés #crianza #cuidadoscompartidos #mitos #realidad #lamaternidadespolítica

#larevolucióndeloscuidados



Coral Herrera Gómez


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2 de agosto de 2023

Héroes de carne y hueso: buscando referentes de masculinidades diferentes




Antes me preocupaba mucho pensar que mis hijos y mis sobrinos varones no tenían referentes masculinos de hombres ejemplares. En las pantallas solo ven a hombres poderosos y violentos haciendo todo tipo de maldades: acaparan riquezas, practican la corrupción y el tráfico de influencias, someten a mujeres, destrozan ciudades y pueblos, destruyen la naturaleza, roban, se forran con el negocio de las guerras y la prostitución, dirigen gobiernos y mafias, evaden impuestos... En el ámbito del deporte, la gran mayoría de sus dioses son multimillonarios rodeados de mujeres bellas. En los dibujos animados hay muy pocos héroes que usan su poder para hacer el Bien a la Humanidad, la mayoría solo tienen el don de aniquilar a sus enemigos, no de salvar vidas ni de mejorar la vida de la gente. 


¡No encuentro referentes de masculinidades no violentas para mi hijo!, decía yo angustiada. Hasta que me di cuenta de que yo tampoco tuve modelos de mujeres libres, inteligentes, solidarias, luchadoras en mi infancia. En las pantallas solo veía mujeres egocéntricas y narcisistas, interesadas y superficiales, obsesionadas con la belleza y el dinero, que se peleaban entre ellas por un hombre. Afortunadamente yo me crié rodeada de mujeres potentes que me inspiraron a ser quien soy hoy: mis abuelas, mis tías, las amigas de mi mamá, las vecinas, las profesoras...


Un día que estaba mi niño jugando con su abuelo y su tío Mikel pensé, ¡claro, aquí mismo están! ¡Son ellos! Mi papá, su papá, su hermano mayor, mi suegro, mi cuñado, sus tíos, mis amigos varones, mis ex parejas, mis vecinos, y los hijos de todos ellos. 

Sentí tanto alivio al darme cuenta de que Gael está rodeado de hombres que cuidan a sus parejas y a sus hijos e hijas, de hombres trabajadores, inteligentes, cultos, sensibles, que no usan ni abusan de sus privilegios de macho. 

Son hombres que leen, que cambian pañales, que cocinan, que limpian, que colaboran en las tareas comunitarias, que son honestos, que disfrutan de su paternidad, que están implicados y comprometidos con la crianza y los cuidados. Son hombres que aprenden constantemente, que transmiten a los críos sus conocimientos con ternura, que los están educando desde los valores de la igualdad, la cooperación, el apoyo mutuo, la libertad, el pensamiento crítico, los buenos tratos, la ética amorosa. 


Los hombres de mi vida sin duda tienen mucho que trabajar en sí mismos, pero precisamente por eso son un buen modelo de masculinidad para mi hijo, que es muy afortunado porque tiene en su día a día modelos de hombres en construcción en los que inspirarse y apoyarse para construir su propia identidad. 


Me alivió mucho pensar que las personas de carne y hueso con las que nos relacionamos tienen mucha más influencia e impacto que los de las pantallas. Así que hoy sé que la fórmula para que Gael sea un buen hombre y una buena persona es que viva alejado de las pantallas y pase mucho más tiempo con los hombres de mi familia y de mis tribus. Y quería compartirlo con vosotras y vosotros, que estáis criando varones, por si os ayuda.


Y quería también dar las gracias a los hombres de mi vida, por cuidar de mí y de mi hijo con tanto amor 💜


#otrasformasdeserhombresonposibles 

#crianza #niños

 #MasculinidadesNoViolentas 

#hombres #masculinidades


Coral Herrera Gómez


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31 de julio de 2023

Amor de Padre: otras formas de paternar son posibles


¿Cuánto tiempo estuvo enamorado del bebé o de la bebé?, ya sabéis, esos primeros días o semanas en las que el papá no puede separarse del bebé, no para de hacerle fotos, y lo tiene siempre cogido en brazos. 

¿Cuánto tiempo pasó junto a vosotras hasta que empezó a hacer vida normal y a vivir igual que antes de tener una criatura contigo?, 

¿cómo te sentiste cuando te diste cuenta de que tu pareja no era un compañero, y no iba a compartir contigo ni lo bueno ni lo malo de la crianza?, 

¿en qué momento comprendiste que te tocaba maternar a tu pareja y a tus hijos, y que a ti no te iba a cuidar nadie?,

 ¿cuántas mujeres a tu alrededor creyeron que la paternidad cambiaría a sus maridos y les transformaría en adultos funcionales, responsables, y maduros?

Basta con echar un vistazo a las cifras en todo el mundo de abandono parental, a las cifras de las diferencias entre hombres y mujeres que piden permisos para cuidar, y a las estadísticas sobre papás que ni siquiera pagan la pensión alimenticia de sus hijos e hijas, para darnos cuenta de que la paternidad transforma a muy pocos hombres, y que el enamoramiento hacia los bebés no sirve para que se involucren en los cuidados como por arte de magia.

Hay papás a los que el enamoramiento les dura toda la vida, y que pasan completamente volcados en la crianza y los cuidados durante toda la infancia y la adolescencia. 

Otros en cambio tardan apenas unos días o semanas en retomar sus rutinas de siempre, muchos siguen saliendo de fiesta, yendo al gimnasio, haciendo deporte, tomando algo después del trabajo, o ensayando con su grupo de música como si nada. 

Algunos dejan pasar la tarde en la barra de un bar con tal de no llegar a casa y encontrarse con el caos del hogar y con la esposa cansada y cabreada. 

Algunos se van porque sienten que les queda muy grande el papel de papá, porque se sienten atrapados en casa, porque se sienten demasiado jóvenes, y retoman su vida de antes sin preocuparse por el daño emocional que causa en las criaturas la figura del padre ausente, o del padre que va y viene, pero nunca está.

A las mujeres nos engañan con el mito de la familia feliz, y la promesa de que los hombres, al tener criaturas, se pueden convertir en amorosos compañeros, comprometidos con la tremenda tarea de educar y cuidar a uno o a varios seres humanos durante al menos veinte años de su vida.

Es cierto que hay hombres que cambian con la paternidad, pero esta transformación no es mágica: el amor hacia un bebé, por muy grande que sea, no los cambia de la noche a la mañana.

Lo único que transforma a los hombres es su responsabilidad y compromiso con los cuidados. 

Hay varones que al convertirse en papás abandonan la eterna adolescencia y aprenden a cuidarse y a cuidar a toda su familia (pareja, padres, abuelos, hijos), pero hay muchos otros que se convierten en el hijo mayor. 

Esta es la razón por la cual muchas parejas no sobreviven al primer año de vida de sus criaturas: las mujeres se acaban hartando de pedirle a sus chicos que dejen de abusar, y que se comporten como compañeros.

La sobrecarga de trabajo doméstico es hoy el principal motivo de divorcio en países como España. 

Muchas mujeres se han dado cuenta de que la única manera de dejar de trabajar gratis para su marido y para que empiece de verdad a cuidar a sus criaturas y a ser responsable con su paternidad, es separarse con custodia compartida. 

Algunos hombres lo logran, y asumen lo que les toca. Otros tiran de sustitutas (novias, madres y hermanas). Muchos de ellos (los que no han cambiado pañales ni han vigilado fiebres) optan por los dos fines de semana al mes reglamentarios, algunos no cumplen siquiera con el régimen de visitas que contempla la ley. 

Para las criaturas no hay nada más doloroso que tener cerca a un padre que no les cuida y no se cuida a sí mismo. Este sufrimiento es uno de los principales motivos por los cuales los adultos sufrimos tantas depresiones, enfermedades mentales y trastornos emocionales. 


Por eso el tema de la paternidad responsable y afectiva es tan urgente: necesitamos hombres adultos que puedan criar niños y niñas sanas, que compartan la crianza y los cuidados del hogar con nosotras, que asuman sus responsabilidades a todos los niveles (no solo el tema logístico y económico, sino también el tema emocional) 

Las mujeres estamos luchando en cada hogar contra el abuso y la explotación, todos los días de nuestra vida, y tenemos todo en contra: la sociedad sigue pensando que los hombres deben ser libres y tener tiempo para sí mismos, y las mujeres debemos estar a su servicio y al de toda la familia, con doble y triple jornada laboral si es necesario. 

Las personas más pobres del mundo son las mujeres con hijos y sin pareja, para que comprendáis la tremenda injusticia que supone que haya millones de mujeres criando solas y sin ningún tipo de ayuda.

La mayoría de la sociedad no ha tomado conciencia de que tener hijos para vivir como si no los tuvieras, es un privilegio masculino, y es violencia. Porque hace mucho daño, y destroza por dentro a seres inocentes, a veces para toda la vida. 


Pero falta poco para esta toma de conciencia, porque cada vez somos más mujeres abriendo los ojos y reclamando justicia, para nosotras y para nuestras crías. Y porque nos ayudamos entre nosotras. Y porque estamos criando niños que elegirán libre y responsablemente si quieren o no ser padres, y si deciden traer seres humanos a este mundo, serán buenos papás.

¿Comprendéis ya por qué es tan urgente que los hombres tomen conciencia y empiecen los cambios? 

La transformación que necesitamos está en el trabajo personal y colectivo que tienen que hacer los hombres con respecto al amor y a los cuidados: lo primero es renunciar a los privilegios, aprender a relacionarse en igualdad con las mujeres, y aprender a cuidarse y a cuidar a los demás. 

Lo segundo, entender que la forma de ejercer la paternidad de sus padres y abuelos era machismo puro, y que las mujeres ya no aguantamos como las abuelas o las madres.

Yo os invito a mirar hacia delante, todo está cambiando a un ritmo vertiginoso: ya no podéis seguir igual. 

No estáis condenados a repetir los mismos errores que vuestros antecesores: sois los habitantes del siglo XXI.

Otras formas de paternar son posibles 


Coral Herrera Gómez 

#paternidad #paternidades #paternidadresponsable 

#Corresponsables 

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#crianza #cuidados #infancia 

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30 de julio de 2023

Rosalía: consejos para superar el desamor



Rosalía se está separando, ¿qué le diría yo si me pidiese consejo para tener un duelo corto?

Yo le contaría que a mí me ha ayudado mucho el feminismo en mis separaciones, porque gracias al movimiento de liberación de las mujeres, estoy plenamente convencida de que yo no he venido al mundo a sufrir, y que tengo derecho a vivir una Buena Vida, libre de violencia y sufrimiento.

En mis duelos, me he sentido muy conectada a las millones de mujeres que en esos momentos estaban sufriendo por el desamor, y me ha ayudado mucho la rebeldía que llevo dentro: no quiero pasarme la vida sufriendo por la falta de amor. Y gracias al feminismo, hoy sé que el final de una pareja jamás significa que nos quedamos solas: estamos rodeadas de gente que nos quiere y nos cuida.


 ¿Qué más me ha ayudado a recomponer mi corazón roto?


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