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1 de marzo de 2020
Autoboicot en el amor: ¿por qué te lo pones tan difícil?
13 de febrero de 2020
Cómo evitar decepciones en el amor
2 de febrero de 2020
Desconexión total: la mejor manera de desengancharse de una relación
La desconexión total es la estrategia más potente para olvidar a tu ex y para desengancharte del amor romántico. El contacto cero es lo mejor para evitar hacernos daño mutuamente y para desintoxicarnos de la droga del amor.
Cuando dejamos el alcohol o el tabaco, nuestro cerebro nos engaña con una voz seductora que nos invita a coger un cigarro o a tomarnos una cervecita (no se va a acabar el mundo, no te va a ver nadie, en realidad no es tan grave, es sólo un cigarro, es sólo una birra, esta vez será la última de verdad, etc.).
Esto sucede porque
nuestro sistema nervioso necesita la nicotina y todas las sustancias que hacen
adictivo el tabaco, o necesita el alcohol, o cualquier otra sustancia u objeto
que nos hace esclavos de los mecanismos químicos de recompensa que activa el
cuerpo cuando los consumimos. Todo el mundo sabe que para dejar de fumar, lo
mejor es dejar de fumar y tomar conciencia de que se acabó para siempre.
Lo mismo entonces con el amor: primero hay que desintoxicarse para poder limpiarse, y luego viene la tarea de liberarnos de la adicción. Tenemos que pasar "el mono" o síndrome de abstinencia sabiendo que habrá momentos buenos, momentos malos, muy malos y horribles. Tenemos que cuidarnos mucho, igual que alguien que está dejando el alcohol o el juego, y rodearnos de nuestra gente querida para coger fuerzas y evitar recaídas.
Nuestro cerebro tratará de engañarnos con mil trucos y estrategias
porque necesita la serotonina, la dopamina, la oxitocina, la adrenalina, y
todas esas drogas placenteras que fabrica nuestro cerebro cuando da y recibe
amor. Nosotras tenemos entonces que resistir las ganas de llamar, de pedir un
último encuentro por enésima vez, de buscar excusas para entrar en contacto con
la persona de la que tenemos que desenamorarnos.
Para mí, han sido necesarios
siempre muchos meses e incluso uno o dos años de desconexión total, aunque
siempre lo he hecho con la complicidad de la otra persona. Nos hemos dicho:
"Yo sé que tú vas a estar bien, tú sabes que yo voy a estar bien, y si nos
pasa algo, nuestros amigos y conocidos nos informan. Así que no hablemos, no
nos llamemos, no nos veamos: los dos sabemos que nos queremos mucho y que esto
es necesario para poder deshacer el lazo, soltar y emprender el vuelo cada uno
por su lado".
La desconexión total nunca debe de servir para hacer daño a la otra persona, no se utiliza como amenaza, ni como chantaje: es sólo una estrategia para sanar, para cuidarse a una misma, y para rehacer la vida. Beneficia a los dos miembros de la pareja, especialmente cuando se trata de separaciones muy dolorosas o muy difíciles.
Cuando hay hijos e
hijas de por medio, el contacto cero puede hacerse con la ayuda de la familia y
los amigos más cercanos, que seguro que están encantados y encantadas de
ayudaros para superar la transición. Cuando hay asuntos legales y económicos de
por medio, os pueden ayudar los profesionales (abogadas, asesorxs, etc.), o
también la gente cercana.
Este acuerdo puedes hacerlo contigo misma si la otra persona no quiere participar: "Me desconecto de ti sin rencores, sin odios, con mucho amor hacia ti y sobre todo hacia mi misma". Desenamorarse lleva tiempo y hay que tener paciencia, pero ayuda mucho cuando no sabes nada de la otra persona.
O cuando sabes que está bien,
pero no te enteras de si está hecha polvo, de si está feliz, de si ya tiene
otra nueva pareja, de manera que no hay dolor: como sólo tienes información
sobre el pasado, no queda de otra que mirar para delante y seguir el camino.
Nos llevamos los recuerdos, pero nuestro presente ya está desligado de su
presente, y esto es fundamental para poder vaciarnos de amor y dejar sitio para
todos los afectos nuevos que están por venir.
La Desconexión Total puede terminar cuando acaba ya no nos duele pensar en la otra persona, cuando el duelo acaba y nos damos cuenta de que estamos rehaciendo nuestra vida, cuando ya estamos enfocadas en nosotras mismas y en nuestros proyectos, cuando ya no queda ninguna emoción fuerte que nos remueva por dentro, cuando hemos aceptado plenamente el final, cuando estamos conectadas con otras pasiones, y cuando ya estamos mirando hacia el futuro con ilusión.
Coral Herrera Gómez22 de enero de 2020
La autoestima y el Laboratorio del Amor
16 de enero de 2020
El derecho a caminar de las mujeres: las calles son nuestras
Caminar y estar al aire libre es un derecho humano fundamental: todos los humanos deberíamos poder caminar por la calle, estar en ella todo el tiempo que queramos, y disfrutar de libertad de movimientos en todo el planeta.
Nunca había pensado en la dimensión política del caminar hasta que llegué a Centroamérica y visité otros países de América Latina, y me di cuenta de lo difícil que es caminar en la mayor parte de las ciudades porque no hay aceras, ni semáforos, ni pasos de cebra. En la mayor parte de los países, sólo se puede caminar con seguridad dentro de los centros comerciales, y en los clubes sociales de clase
media-alta y alta.
Las calles son peligrosas porque las aceras están en mal estado y todo el diseño urbanísitico se centra en los coches: ellos son los dueños y señores del espacio público. En la televisión se dedican a culpar a las personas por los atropellos que sufren, y nos dan consejos para evitar morir en la calle, como por ejemplo correr cuando viene un coche. Yo al principio pensaba: no hay nada más barato que un paso de cebra, y salva millones de vidas al año: son unas rayas de pintura en el suelo que ceden el paso a los peatones. Y me preguntaba: ¿por qué no nos protegen, por qué no nos cuidan, por qué no hacen las ciudades para la gente?
En el campo es aún peor: los sucesivos gobiernos han ido robando los caminos de la gente y de sus animales para convertirlos en carreteras para coches, y nos han ido dejando sin espacio para trasladarnos de un lado a otro. A diario mueren muchas personas atropelladas que caminan al colegio, a la tienda, a la iglesia, o a su trabajo. Y pareciera que a los gobernantes no les importa: siguen invadiendo los caminos para asfaltarlos, y jamás piensan en las necesidades de la gente que vive al borde de la carretera y hace vida en la carretera.
Porque son pobres.Los ricos siempre van en coche.
Caminar, entonces, es un acto político porque al caminar una estorba a los coches con su cuerpo, dificulta y fastidia a los conductores que tienen que esquivarnos para no matarnos. Y también es "heroico", porque los que caminamos ponemos en peligro nuestra salud y nuestra vida, a diario.
La mayor parte de las personas que caminamos somos mujeres. Mujeres que van al mercado, mujeres que van a la fábrica o al campo, mujeres madres que llevan y recogen a los niños y las niñas a la escuela. Mujeres que van a la compra, y a correos, y al médico, solas y con sus hijos. Mujeres que quieren pasear por placer, pero tienen que cruzar corriendo las carreteras con miedo de ser atropelladas con sus hijos.
Las calles de las ciudades y las carreteras son usadas fundamentalmente por mujeres pobres, mujeres campesinas, ancianas, mujeres con niños y niñas que se juegan la vida a diario caminando a los lados de la carretera. Sin arcén, sin aceras, con la jungla amenazando el asfalto, y todas caminando en fila tratando de no invadir el espacio de los carros y de no caer al guindo (canal para que corra el agua cuando llueve).
Fijaos si es terrible que normalmente las mujeres agradecen a los hombres que conducen carros. Es un gesto que tenemos incorporado de manera natural: juntando las manos le pedimos al carro que disminuya su velocidad y no nos atropelle, y levantando una sola, agradecemos que nos haya dejado cruzar, porque asumimos que estamos molestando, que estamos invadiendo el espacio de los carros, y que debemos estar agradecidas si no nos golpean o nos matan cruzando.
Es una relación sádica y masoquista la que se establece entre conductores y peatonas: ellos nos dejan pasar, o no nos dejan pasar, aceleran o bajan la velocidad cuando vamos cruzando angustiadas. Los conductores tienen poder sobre nuestras vidas: mueren miles de personas y de animales al año en toda América Latina víctimas de esta violencia automovilística.
Teniendo en cuenta que las mujeres que caminamos también pagamos impuestos, es injusto y cruel que el dinero que ponemos entre todas vaya destinado a la gente con carro, a los conductores de carros, camiones, buses, y que tengamos que costear el tremendo gasto que supone para el Estado mantener las carreteras, sin que empleen apenas ningún porcentaje para proporcionarnos caminos seguros.
Caminar es un peligro no sólo por el riesgo de ser atropellada al andar o al cruzar, sino también porque es fácil meter el pie en un desnivel o un agujero, en un charco o en un terreno de lodo resbaladizo, en una alcantarilla sin tapa o en el caño de agua. Hay que estar muy atenta a las irregularidades del suelo para no tropezar o caer, y si vas con un carrito de bebé tienes que prepararte a conducir como en el Rally Paris-Dakar.
Los gobernantes no quieren que la gente esté en la calle, por eso apenas hay parques o plazas en las ciudades. Y cuando las hay, la policía se dedica a hostigar a la gente, especialmente a los más jóvenes, que son los que más necesitan estar al aire libre. En San José de Costa Rica es sorprendente el acoso policial a la gente joven: los tratan como si fueran delincuentes, con un odio y una violencia desproporcionada. Cumplen órdenes de arriba. Alcaldes y alcaldesas saben bien que cuanto más vacías están las calles, más inseguras son, pero es que hay que llenar los malls de gente. Si en las calles hay atracos y violaciones a cualquier hora del día, los centros comerciales se llenan de paseantes que se convierten en consumidores.
Esta es la razón por la que las autoridades se esfuerzan por mantener la suciedad en las calles, y por ofrecer un transporte público deficiente: cuanto peor son los autobuses, más se empuja a la población hacia los autos privados. Es una estrategia política que busca arruinar al pequeño comercio, vaciar las calles, generar más contaminación, e incentivar el consumo. Para acabar también con la cultura del barrio y con la solidaridad vecinal, el objetivo principal de las municipalidades es acabar con todas las actividades gratuitas que hacemos como pasear, hacer deporte, pasear a nuestros perros, tumbarnos a tomar el sol, charlar con las vecinas, hacer yoga o meditación, o besarnos y tocarnos con nuestras parejas al aire libre.
Quieren que estemos en casa encerrados viendo la televisión y solo salgamos a comprar. Por lo tanto, caminar es un acto subversivo. Cuando salimos a pasear, no estamos gastando dinero, ni estamos consumiendo, ni tampoco estamos contaminando, por lo tanto, no somos útiles para el sistema productivo y estamos yendo a contracorriente.
Las y los caminantes hacemos camino al andar, y somos peligrosos cuando salimos a pasear, porque a veces se nos ocurre ponernos a hablar con la gente, y para el sistema es peligroso que la gente converse, se indigne junta, se organice y se ponga a luchar por sus derechos.
Necesitan que cada cual esté en su casa echando pestes frente al televisor, aislado y amargado, sin recibir la luz del sol, sin sentir el calor humano de los demás. Las mujeres jóvenes lo tienen difícil para caminar por el tema del acoso sexual callejero, pero las mujeres mayores tampoco pueden hacerlo porque es peligroso: no pueden correr para escapar del peligro, y es fácil caerse o torcerse un pie.
Tampoco los hombres mayores pueden caminar: en la mayor parte de las ciudades latinoamericanas no hay gente adulta mayor en las calles. No los ves en ningún sitio a no ser que su familia los lleve en carro al banco, al súper o al médico: no hay viejitos tomando el sol, ni jugando a las cartas, ni haciendo deporte, ni jugando, ni caminando. No hay gente mayor en las calles porque son un peligro mortal, para ellos y también para todas las personas con problemas de movilidad o discapacidades. Ciegos, sordos, gente en silla de ruedas, gente con muletas o con bastón… no salen a la calle, viven enjaulados, condenados a ver la vida a través de la televisión, y dependiendo de los demás para poder salir de casa.
Los niños y las niñas tampoco pueden caminar ni jugar en la calle, ni las pandillas de adolescentes, y esto se traduce en calles vacías, que son mucho más peligrosas que las calles llenas de gente a
todas horas. Salir a caminar en muchos países de Centroamérica es imposible por los
asaltos, porque para quitarte el celular te vuelan la cabeza de un balazo. Cuanta menos gente en la calle, más atracos hay.
Las que más sufrimos la violencia en las calles somos las mujeres. Las niñas y adolescentes viven encerradas en sus casas porque sus familias tienen miedo a que las secuestre una mara, a que las embarace o las mate un novio celoso, a que las violen desconocidos o que se las lleven los traficantes de esclavas sexuales a Europa.
Ser mujer es un peligro de muerte en muchas zonas de América Latina: son asesinadas doce mujeres al día. Muchas de las violaciones y los asesinatos se producen en el hogar y son llevados a cabo por maridos, ex maridos, novios y ex novios, pero también en las calles y en el transporte público sufrimos violencia machista. El acoso sexual callejero es cotidiano, y es insoportable en América Latina. Los acosadores gozan de impunidad total.
Ninguno de ellos quiere ligar: sólo piropean para asustar a las mujeres y hacer demostraciones de poder sobre nosotras. Su objetivo es que nos de miedo ocupar el espacio público, no soportan que lo usemos con la misma libertad que ellos, por eso siempre nos recuerdan que es su espacio, y que pueden hacer lo que quieran porque mandan ellos.
Yo sueño un mundo en el que todas nosotras podamos caminar libres, sin miedo, sin sufrir acoso, sin ser acosadas, violadas o secuestradas. Un mundo sin odio contra las mujeres pobres, un mundo que piense en ellas y en sus niños y niñas. Sueño con pueblos y ciudades con espacios verdes, con caminos para la gente y las bicicletas, con aceras, semáforos y pasos de cebra, con conductores respetuosos, con un transporte público moderno, barato, ecológico, y accesible para todo el mundo.
Las mujeres tenemos derecho a viajar por el mundo y a movernos en nuestros barrios sin sufrir un riesgo de muerte, y sin tener que pedir permiso para ocupar el espacio público. Somos millones las mujeres que caminamos en América Latina, y los gobiernos no pueden seguir ignorándonos: la lucha
feminista seguirá luchando reivindicando la toma del espacio público por parte de las mujeres.
Es una lucha para mejorar la vida de la gente: no queremos más atropellos, no queremos más acoso ni violencia contra las mujeres que caminamos. No queremos ser valientes cuando vamos por la calle: queremos caminar libres y sin miedo. Nuestras calles las queremos libres de atropellos, de acoso y de violencia machista. Todas las mujeres tenemos derecho a caminar y a estar al aire libre, y vamos a seguir luchando porque las calles son nuestras, y no queremos ni una mujer menos, ni un solo niño o niña menos.
Coral Herrera Gómez
Para Gema, in memoriam
Atropellada en Brasil en Agosto 2018
7 de enero de 2020
El mito del amor y el mito de la Navidad
Me pregunto cuánta gente volverá a sufrir estas navidades con el mito de la Navidad. Pienso en toda la gente que no la podrá celebrar porque no tiene familia, en la gente que no se habla con sus familiares, en la gente a la que le falta un ser querido a la mesa.
El mito de la Navidad nos hace sufrir pensando que hemos tenido mala suerte. En estas fechas las redes se inundan de fotos de familias felices pegándose comilonas, y dentro de un mes y medio se inundarán de fotos de parejas felices, y habrá mucha gente que se pregunte: ¿por qué yo no he tenido suerte?, ¿por qué mi familia no es "normal"?, ¿por qué en mi familia estallan los conflictos en navidad?, ¿por qué no encuentro pareja?, ¿por qué todo el mundo es feliz en su historia de amor menos yo?...
Y para sufrir menos, y disfrutar más de la gente, y de la vida.
#Mitos #Cuidados #Navidad #AmorRomántico #Relaciones #AmorDelBueno
2 de enero de 2020
Autocrítica amorosa para hacer la revolución
Cuando hablemos de maltrato, de bullying, de acoso, de violencia verbal y emocional, de explotación, de gente que se porta mal con nosotras y nosotros, de gente tóxica que nos ha hecho sufrir, seamos capaces de hablar no sólo de lo que hemos sufrido, sino también de cómo hemos hecho sufrir a los demás.
Por ejemplo, si te sientes explotada en tu trabajo pregúntate como tú misma contribuyes a la explotación a través de tus actos de consumo (ropa barata cosida por niñas pobres, empleo doméstico precario, etc)
Si hablamos de cómo nos han herido o destrozado el corazón, hablemos también de cómo nosotras hemos roto relaciones o hemos rechazado a enamorados, si lo hicimos bien y si lo podríamos haber hecho mejor.
Si estás sufriendo los altos alquileres de una gran ciudad, pregúntate si no colaboras tú en el proceso cuando vas de vacaciones a otra ciudad y alquilas una casa o apartamento barato.
Si no te sientes bien cuidada, hablemos de cómo has cuidado tú a tu gente y a tus parejas.
Si hablamos del bullying que sufrimos, hablemos también de las veces que insultamos, humillamos y nos reímos de un compañero o compañera del colegio, de cómo abusamos de nuestros hermanos y hermanas menores, de cómo usamos nuestro poder para conseguir lo que queremos o necesitamos, en la infancia y en la actualidad.
Si hablamos de la violencia machista en redes, pongamos atención también a cómo debatimos entre nosotras en los temas más difíciles y apasionados, cómo tratamos a nuestros hijos e hijas cuando estamos enfadadas, o cómo discutimos con nuestra familia cuando nos sentimos dolidas.
Si hablamos de cómo derribar el patriarcado, lo primero es liberar al feminismo de las jerarquías, el combate de egos y las luchas de poder, y aprender a trabajar en redes por objetivos comunes.
Nos hace falta mucha autocrítica amorosa para poder ser mejores personas, para mejorar nuestras relaciones, y para llevar a cabo la revolución feminista.
Para lograr la transformación colectiva en la que estamos trabajando empecemos por nosotras mismas, en nuestras vidas cotidianas, a revisar nuestros privilegios, a tomar conciencia de lo que nos une, a ponerle más amor a nuestro día a día, a hacernos preguntas y a cuestionarnos a nosotras mismas, a enfocar el trabajo en el auto cuidado, en los cuidados a los demás, al resto de los seres vivos y al planeta Tierra.
Para despatriarcalizar la sociedad entera tenemos que empezar por los patriarcados que nos habitan, porque
#AutocríticaAmorosa
Coral Herrera Gómez
31 de diciembre de 2019
Resumen de 2019 en mi blog
Este año mi blog ha cumplido diez años, y alcanzó los 6 millones de visitas, porque entrasteis medio millón de personas durante el 2019.
Ya tengo publicados 500 post, y el más leído ha sido "Los Amores Compañeros", que ha recibido veinte mil visitas.
La mayor parte de la gente que entra es de España, México, Argentina, Estados Unidos, Colombia, Chile, Costa Rica, Perú, y otros países como Rusia, Alaska o India.
Aquí tenéis los post más leídos,
Quiero dar las gracias a todas las lectoras y lectores que me visitan, que comparten en sus redes y difunden mi trabajo entre su gente, nunca pensé que alcanzaría una audiencia tan grande y tan internacional cuando lo abrí en el 2010, me dais muchos ánimos para seguir compartiendo mis escritos, ¡millones de gracias!
Coral Herrera
Libros Coral #MujeresQue y #HombresQue
Muchas me escribís preguntándome donde se pueden comprar mis libros:
-En España están en todas las librerías, cuando se agotan podéis pedirlos y os avisan cuando llegan. Si no tenéis cerca una librería podéis pedirlo por Internet a la editorial Catarata para que os lo lleven a casa aquí:
https://www.catarata.org/libro/mujeres-que-ya-no-sufren-por-amor_80848/
-En Europa y América Latina depende de la demanda: las distribuidoras lo llevan cuando hay muchos pedidos. Pero también los podéis comprar en librerías virtuales, en ebook y en papel, y os lo llevan a casa. Los tenéis todos en Amazon.
¡Mil gracias por preguntar, ojalá los encontréis y los disfrutéis mucho!
Las niñas pobres y el feminismo
El verdadero sujeto de todas las luchas sociales son, deberían ser, ellas: las niñas pobres, porque ellas están al final de la pirámide del patriarcado, sujetando el mundo con su trabajo, y recibiendo toda la violencia del mundo.
En ellas se concentra toda la explotación: laboral, sexual y reproductiva. Son las que trabajan desde pequeñas como esclavas en fábricas de Zara, en minas, o en casas como esclavas domésticas. Las que son violadas por sus patronos, sus padres y padrastros, sus vecinos, o soldados, las que son vendidas para el matrimonio, las que son mutiladas genialmente y las que son secuestradas para ser esclavas sexuales.
Las niñas que tratan de huir de todo este horror y que son violadas en las fronteras, y torturadas con embarazos y partos. Ellas son las que, si no mueren ahogadas en el mar, son prostituidas en Europa por las redes de trata, y cuando ya están muy destrozadas por dentro y por fuera, las matan y no consta en ningún archivo porque no existen.
Todos nos aprovechamos de esta explotación y esta violencia que sufren: los puteros que pagan por violarlas en el burdel de su pueblo, las mujeres que compramos la ropa que ellas cosen por un céntimo la hora, las parejas que usan esclavas domésticas en sus hogares, todos somos cómplices también por la indiferencia, y peor aún, por la xenofobia y el racismo que nos lleva a despreciar a las niñas que llegan huérfanas a Europa. Es muchísima la gente que cree que merecen morir ahogadas o congeladas en el mar.
Ellas, las niñas pobres, son las que acumulan todo el sufrimiento del mundo, las que viven en sus cuerpos y en sus vientres todo el patriarcado y todo el odio del mundo.Ellas son las principales protagonistas de la lucha feminista del siglo XXI: las inmigrantes, las refugiadas, las niñas indígenas, las niñas africanas y asiáticas, las niñas latinas, las niñas campesinas, las niñas de las minas y las fábricas, las niñas lesbianas, las niñas de los burdeles, las niñas del Mar Mediterráneo.
#Feminismo #Infancia #NiñasDelMundo #AcabemosConLaPobreza
Coral Herrera