Esta entrevista que me hizo Diagonal sirvió para el reportaje que Irene G. Rubio y Víctor Lenore han publicado sobre su figura preguntando a investigadores/as del mundo del feminismo y la teoría audiovisual: June Fernández, María Bilbao, María PTQK, Eloy Fernández Porta, Nacho Moreno y servidora: Madonna, ¿icono feminista o tótem consumista?
He aquí la entrevista entera y unas fotitos de la Reina del Pop:
IRENE DIAGONAL. ¿Consideras a Madonna un icono feminista? ¿Crees que
su figura contribuye al empoderamiento de las mujeres o que más bien refuerza
estereotipos patriarcales?
Coral Herrera-. Madonna es un icono de los
80, y yo de pequeña enloquecía con sus canciones y vídeos. Ella escogió la figura de la mujer mala para escandalizar
a la sociedad puritana estadounidense, siguiendo la línea de mujeres rebeldes
que van desde la desobediente Lilith hasta la díscola Amy Whinehouse.
En medio están las sirenas, las mujeres vampiras, las mujeres lobas, las
serpientes, las harpías, las femmes fatales; Madonna de rubia rompe con el
estereotipo de mujer buena imitando a Marylin Monroe, pero despojando su figura de
toda candidez e ingenuidad.
Y sí, contribuyó a masificar la
postrevolución sexual, se mostró como una mujer libre que disfruta de su
sexualidad, que ejerce su poder en la cama, que juega con alegría a propagar el
erotismo y la bisexualidad. Y si, contribuyó al empoderamiento femenino de unas
cuantas mujeres occidentales, heteros y lesbianas de clase media, pero ese
empoderamiento no es feminismo, porque es individualista. Su trabajo es un
canto al ego femenino, pero no promueve la unión entre mujeres para luchar por
sus derechos. Nunca se ha posicionado políticamente con respecto a la igualdad
de derechos, a la conciliación laboral y familiar, el aborto, los asesinatos de
mujeres en todo el planeta, la ablación genital, la violencia de género. Es
decir, no vemos a Madonna apoyar causas feministas, y en cambio dedica muchos
de sus ingresos en obras de caridad; no hay un deseo real en ella de
transformar un sistema que no sirve. Porque a ella sí le sirve.
IRENE DIAGONAL ¿Qué opinas de su condición de icono gay? ¿Favorece
tópicos sobre el colectivo (superficiales, consumistas etcétera) o contribuye a
su aceptación social?
C.H. Aunque Madonna no haya apoyado
causas feministas, sí se ha posicionado a favor de los derechos de los
homosexuales, las lesbianas, los y las transexuales. Ha apoyado públicamente
esta causa en Rusia hace poco; ha actuado en conciertos por el VIH, y su
público lesbogay la adora. El beso que le dio a Britney Spears fue un gesto de
provocación que me admiró mucho porque supuso un corte de mangas a la
esquizofrenia antierótica de la moral estadounidense, y muy merecido. Y es que
un gesto así da la vuelta al mundo en segundos, y evidencia, en todas las
sociedades del planeta a las que llega su mensaje, que hay un mundo paralelo en
el que las mujeres se aman, les guste o no a los machos.
Son gestos de mercadotecnia,
pero hacen pedazos la homofobia arraigada en el imaginario popular de todos los
mundos patriarcales a los que llega la televisión. Sacuden conciencias,
provocan repulsión y admiración, amores y rechazos, emociones variadas en torno
a este reírse de la moral patriarcal. Eso es lo que llega a la gente, mucho más
que las campañas educativas e institucionales.
IRENE DIAGONAL ¿Cómo valoras el impacto de Madonna en la cultura
popular? ¿Hay algún artista influido por ella que te parece que merece la pena?
¿Por qué?
C.H. A mí me gustaba mucho Madonna
de pequeña porque yo también quería ser una chica rebelde y contestaria, pero
su transgresión no posee un discurso político de fondo, se queda en la superficie. Madonna no ha
leído a Marx. Cambió el atuendo punki por el escándalo-pop, jugó mucho con la
estética sadomaso, se disfrazó de objeto sexual y en dominadora de hombres,
logró vender muchos discos, y sintonizar con una gran parte de la sociedad
occidental, que estaba deseosa de evadirse, de bailar y de disfrutar de la vida
a medida que se expandía el Estado del Bienestar.
Creo que fue muy atrevida, para
los tiempos que corrían, en los mensajes anticlericales que lanzaba, y creo que
ha servido para empoderar a multitud de adolescentes que, como yo, nos alejamos
del modelo de las niñas buenas y obedientes.
Ya en mis treintas, no me gusta
tanto su música, y para mí la transgresión estética no tiene nada de
transgresión; tampoco la imagen de mujer dura que toma drogas y se junta con
chicos malos. Ni las cantantes vestidas de punki, ni las que visten ropa sexy,
ni las insultan a los periodistas, ni las que se emborrachan antes de salir a
escena, ni las que se follan a todo quisqui. Porque son ya demasiadas las que
hacen lo mismo desde Madonna para delante; esa apología de la libertad para
follar y drogarse no se traduce en la libertad para todas las mujeres del mundo.
Esa fiesta rebelde femenina es para ser contemplada y admirada de lejos, desde
abajo del escenario, desde la masa.
No sirve para acabar con la
trata de esclavas sexuales, ni para romper el canon de belleza hegemónico, ni
para acabar con las violaciones masivas en tiempos de guerra. Madonna solo se
fotografía con niños negritos y pobres.
Y es que un espectáculo de
masas tan bestia como el de Madonna es parte de una industria multimillonaria
que encaja a la perfección con el capitalismo, que lo alimenta y lo ayuda a
seducirnos para que sigamos consumiendo música, conciertos, y merchandising a
punta pala. Para que bailemos con Madonna y los bailarines que forman
militarmente detrás de ella, y nos olvidemos del mundo y sus problemas. Es una
seducción anestesiante, muy hedonista, pero vacía de contenido, el único
mensaje es: “hago con mi coño lo que me da la gana”. Es normal que una tía
multimillonaria pueda hacer con su coño lo que desee, pero ella es una
privilegiada. Lo que hace es mostrarnos que puede hacerlo y nos engaña con la
idea de que cualquiera puede rebelarse y disfrutar tanto como ella.
La encarnación del sueño
americano en femenino, vamos.
IRENE DIAGONAL ¿Cuál es tu recuerdo más potente de Madonna?
C.H Las faldas del cura mulato en el videoclip de Like a Prayer, y el deseo ardiente en sus ojos.
Las hipertetas triangulares, sus pelos de colores, y sobre todo su grandísima energía y su baile.
IRENE DIAGONAL ¿En qué medida
crees que la cultura popular influye en nuestras posturas políticas?
C.H De algún modo creo que, en mi
trayectoria vital, intelectual y política, hay una línea que va desde Madonna a
Beatriz Preciado, pasando por Simone de Beauvoir. La explicación es obvia: no
nací escuchando la Polla Records, mi primer concierto fue el de Michael Jackson
en el estadio del Athletic de Madrid. A los diez años me atraía más la rubia
peligrosa o Alaska con sus pelos de colores que Janis Joplin, a quien conocí
pasados los dieciséis, o Chavela Vargas, Edith Piaf o Martirio, a las que escuché
con deleite ya en la veintena. En el
camino del pop a la copla, devoré muchos libros, pero creo que sí influyeron
mucho los videoclips y los pósters en mi pared de Madonna a mi forma de
relacionarme con los hombres, o sea, desde el disfrute y el juego.
Ella era para mí el ejemplo de
mujer que hace con su cuerpo lo que quiere, que reivindica su erotismo y lo usa
como arma para provocar, para agitar conciencias, para enfurecer a los
guardianes de la moral católica. Me encantó ver cómo ponían el grito en el
cielo con las historias que exportaba Madonna a todo el globo terráqueo, cómo
censuraban sus propuestas musicales y estéticas en determinados países, cómo la
gente hablaba de ella para adorarla con pasión o criticarla con furia.
Y es que cuando los personajes
más famosos de la cultura popular se adhieren a causas políticas, el mundo mira
hacia el ecologismo, hacia los movimientos antirracistas, hacia el feminismo,
la lucha contra el SIDA, o los países afectados por guerras o desastres
naturales. Los personajes de la cultura y de los medios de comunicación
(presentadoras, actores, cantantes, directores, músicos, guionistas,
periodistas, escritoras) van creando opinión; un ejemplo es la bisexualidad de
la propia Madonna o la de Angelina Jolie, que logran derribar estereotipos,
miedos y prejucios homofóbicos de sus fans, o la salida del armario de Ricky
Martin, que tiene un impacto positivo en la población gay.
Lo que más cuenta, sin
embargo, en la relación entre cultura popular y política es que las industrias
culturales nos entretienen con historias de amor y desamor como si fuera lo más
importante del mundo, y mientras hay gente que baila a Madonna en las
discotecas, fuera las indignadas luchan por un mundo mejor y son detenidas con
violencia por protestar pacíficamente.
La reina del Pop habla de
ligues, de historias sexuales y eróticas, de relaciones tormentosas: canta al
amor para distraer, jamás para promover la organización política de la gente con
los vecinos y vecinas del barrio.
DIAGONAL ¿Quieres añadir algo más?
C.H Ver a Madonna tan estupenda en
sus cincuenta, con esa energía desbordante, esa cuenta bancaria, ese cuerpazo,
esos novios buenorros y jovencitos, sus dos hij@s, y con un espectáculo tan
grandioso como el que hace en sus conciertos, me admira mucho.
Es una gran
bailarina, trabaja a destajo, y adopta hijos e hijas en lugares remotos. Pero aunque
vista de guerrera y vaya de solidaria, Madonna es una diva capitalista en cuyos
conciertos mueren trabajadores que montan su escenario.
Por eso no me gasto 150 euros
en ir a sus conciertos.
Coral
Reportaje en Diagonal:
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