Hoy hemos bajado a la playa con mi amiga María, que ha hecho una parada en su viaje de Cádiz a Granada para visitarnos junto con su compañero y su hija, Malena. Cuando me quito la ropa y me siento en la toalla, noto que mi amiga me mira extrañada y cuando le pregunto que qué pasa, me dice, asombrada:
-Nada, que estaba esperando a ver si te quitas la parte de arriba del bikini, pa' ponernos las dos en tetas. ¿Ya no tomas el sol en tetas o qué?
Yo me quedé unos segundos sin saber qué decir.
-Pues no sé si te lo podrás creer, pero como me he pasado nueve años en Costa Rica sin desnudarme en las playas, he perdido la costumbre. Me da no sé qué, Mari.
- Jajja, Kori, pero si cuando fui a verte a Costa Rica estabas todo el día dando teta al niño en todos lados.
-Sí, pero fíjate que no hacía top-less en la playa. Una vez vi a una gringa que se atrevió a hacerlo y todo el mundo la miraba mal, y al final se puso la parte de arriba del bikini. Yo ni cuando estábamos en playas sin gente me destetaba, me daba miedo que me montasen una escena o que viniera la poli.
Es cierto que las tetas nutricias también molestan, y que yo defendí a capa y espada mi derechos a amamantar, y el derecho de mi bebé a comer siempre que lo necesitase. Fue una postura política frente a las miradas de desprecio y a la proliferación de salas de maternidad en los edificios públicos. Eran espacios asfixiantes, y me parecía que lo que intentaba no era tanto facilitar a las mamás la tarea, sino apartarnos del espacio público para no escandalizar a las mentes puritanas.
Porque ya sabemos que las tetas para excitar a los hombres y para vender todo tipo de artilugios están bien vistas, pero las tetas para nutrir a nuestras crías no se aceptan porque les resultan "obscenas".
Así que yo me pasé los cuatro años y medio de lactancia mostrando mis tetas nutricias y obscenas en los parques, en el bus, en la sala de espera de inmigración, en el banco, en las tiendas, en las reuniones familiares, en las fiestas, en las manifestaciones, en todos lados.
Había gente que miraba para otro lado, gente que me miraba escandalizada, y mujeres que me sonreían con complicidad.
Ahora que mis tetas ya no son nutricias, vuelven a ser tetas de mujer, pero ya no son tetas de adolescente, como antes. Crecieron muchísimo, dieron litros y litros de leche, y luego se desinflaron. Son unas tetas nuevas y no sé qué hacer con ellas.
Mi amiga se quita el bikini y se mete en el agua. Yo de pronto escucho mi voz interior patriarcal: "Coral, ya no son tetas bonitas, ya las tienes ya un poco caídas, ¿no? Además la panza postparto que no se te ha quitado nunca, este año no estás tú muy para lucirte, ¿no?"
Aviso a los compañeros que me voy a dar un paseo, agarro mi sombrero y mis gafas violetas, y empiezo a caminar, mientras mi patriarcado interior me va dando argumentos para que abandone la idea de quitarme el bañador.
Mientras, me fijo en las mujeres que sí se atreven, y hago un pequeño análisis sobre mis observaciones.
La mayor parte de ellas son de cuarenta años para arriba. Unas tienen las tetas operadas y otras no, y todas están tan a gusto.
Las adolescentes, ninguna se atreve. Todas tienen bikinis muy sexys que permiten activar la imaginación, pero están constantemente ajustándose el bikini para no enseñar más de lo que pueden enseñar.
Unas arquean mucho la espalda, sacando el culo para destacar su pecho, otras en cambio hacen el arqueo al revés, haciendo joroba, para no destacar nada.
Tienen unos cuerpos bellísimos, pero se sienten avergonzadas, especialmente las que están en grupos mixtos. Noto que las chavalas en grupos de mujeres se mueven de una forma más libre y no están tan pendientes de lo que enseñan, ni arquean tanto la espalda para destacar o para ocultar su fisonomía.
Veo a las de 70 y 80 pasear tan a gusto con sus tetas liberadas, y me dan ganas de quitarme inmediatamente el bikini. Se las ve tan empoderadas y seguras de sí mismas, y vuelvo a ver otro grupo de adolescentes tapadas, y pienso, "madre mía, con lo que podrían disfrutar las de 20 si supieran ya lo que saben las de 70"
Y me pongo a pensar en cómo el patriarcado se nos mete dentro para que vivamos en guerra contra nosotras mismas durante los años en los que tenemos salud, alegría y energía para disfrutar de la vida.
Pienso en todas las mujeres a las que no le gustan sus propios pechos, ni su barriga, ni sus muslos, ni sus michelines, ni sus arrugas. Pienso en las 16 mil mujeres que se operan los pechos cada año en España para agrandarlos, reducirlos o elevarlos, las 20 millones de mujeres que se someten en el mundo cada año a intervenciones quirúrgicas por motivos estéticos, y las cientos o miles de mujeres que mueren durante o después de la intervención.
Pienso en ese 43% de las mujeres que declaran haberse sentido incómodas por practicar la lactancia materna en público en España, y en el 14% de las madres que opta por abandonar esta práctica por este motivo, según la 'Encuesta Nacional sobre Hábitos de Lactancia', un estudio impulsado por la Iniciativa Mundial de la Lactancia Materna.
Pienso que es increíble que en pleno siglo XXI siga existiendo un rechazo tan fuerte al desnudo, con lo placentero que es y la sensación de libertad que te entra cuando tu piel entra en contacto con los rayos de sol, el viento y el agua del mar.
La obscenidad sólo está en la mirada de la persona que se siente incómoda o excitada ante unas tetas femeninas que toman el sol o que dan leche.
Y entonces aparece la voz de la feminista que hay en mí, y me pregunto a mi misma: ¿pero tú alguna vez has querido mostrar tus tetas para lucirlas?, ¿no, verdad?, tú te desnudas porque te encanta estar en la naturaleza sin ropa. Pues entonces lo mismo te da enseñar las tetas cuando tienes 20 años que cuando estás a punto de cumplir 44. Sigues siendo la misma mujer todo el tiempo.
Cuando regreso a mi sombrilla, después de ver tetas de todos los tamaños, colores y formas, y tetas de todas las edades y diversos tonos de piel, y después de reflexionar sobre cómo el patriarcado y el capitalismo utilizan las tetas para someternos a todas, aún no me he decidido. Tengo claro el tema a nivel intelectual, pero, cómo cuesta ponerlo en práctica.
Mientras bebo agua fresquita del termo, me doy cuenta de que Malena está agarrada a su libro y no se ha quitado la camiseta de manga larga, con el calor que hace.
Malena está a punto de cumplir 11 años, pero tiene desarrollo precoz y se siente super avergonzada. Me siento junto a ella, aprovechando que los demás se están bañando en el Mar Patriarcal, y le cuento lo que me está pasando.
- ¿Te puedes creer que yo siempre he tomado el sol con las tetas al aire libre, y que ahora me da vergüenza porque soy más mayor y las tengo un poco caídas?
Malena aparta la vista del libro y me sonríe.
- ¿Cuando te empezaron a salir también te daba vergüenza?
- También, sí. Al principio, en la piscina, pero como mi madre y sus amigas tomaban el sol en tetas en el pantano, me di cuenta de que se vive mejor cuando te sientes tan libre y tan tranquila.
- Mi madre me ha contado que antes siempre ibais a playas nudistas.
-Es que es donde mejor se está. En la naturaleza, desnuda, sintiéndote libre. No como en esta playa patriarcal, que no nos dejan desnudarnos.
- Bueno mi madre se ha quedado en tetas, mírala. Y hay más mujeres un poco más allá: yo creo que las que son feministas van todas en tetas. Tú también eres feminista, ¿no, Kori?
- Si, mi amor. Pero es que no veas, el patriarcado se te mete dentro, y es bien difícil no hacerle caso. No importa que seas o no feminista: es que lo llevamos aquí dentro, y por eso nos cuesta tanto hacer cosas que nos gustan.
- ¿Y a ti qué te dice el patriarcado? .- Malena se ríe pensando que soy una tía muy graciosa.
- Que no me quede con las tetas al aire, porque no son tetas como las de las modelos o las actrices, no son tetas para vender un producto, no son tetas para que disfruten los hombres.
- ¿Y para qué te dice eso el patriarcado?
- Para que me de vergüenza y me tape. Pero mira una cosa, Malena, al patriarcado hay que desobedecerle y hay que sacarle de aquí. -le digo señalando mi cabeza.
- ¿Y qué es el patriarcado?
- Es esa voz interior que te hace avergonzarte de tu cuerpo, que te dice que tu cuerpo es pecado, y que eres fea, gorda, vieja, y no vales. Es esa voz que te vigila constantemente y te obliga a estar sexy, a seguir los estereotipos y las normas, a ser la mejor en todo, y que te hace la guerra a ti misma todo el día. Es una voz que te somete a la opinión de los demás, no te deja disfrutar y te fastidia todos los momentos hermosos de tu vida.
- Yo creo que tengo ya esa voz del patriarcado dentro, tía Kori. Yo también siento vergüenza porque me están saliendo las tetas. Y es que yo aún soy una niña, pero mira lo que me está pasando. Hasta pelos me están saliendo.
- Pues Malena, no le escuches al patriarcado, no le des poder sobre ti. Estás en un momento de transición bien bonito. Nuestros cuerpos cambian, nuestras tetas cambian, todo va cambiando en nosotras... nuestros cuerpos son nuestra casa. Hay que sacarlo fuera de nosotras para que no nos torture y no nos haga la vida imposible. Si le hiciésemos caso, las mujeres nunca haríamos nada.
- Pero, ¿cómo se saca al patriarcado de aquí?
- Hablando con él, y llevándole la contraria todo el rato. El patriarcado nos quiere inseguras, sumisas, acomplejadas, tristes, aburridas, dependientes y miedosas.
- Es un señor amargado, el patriarcado.
- Muy amargado, jajaj, es verdad. Yo lo que quiero en realidad es ser libre, y que todas podamos elegir si queremos o no sacar las tetas al viento. Pero para poder ser libres, tenemos que rebelarnos y ser valientes. Mis abuelas no pudieron tomar sol con las tetas al aire, pero gracias a que muchas mujeres se atrevieron a romper con las normas, hoy nosotras podemos quitarnos la parte de arriba del bikini.
Me quité la parte de arriba del bikini.
Malena me miró asombrada.
-Ahora me siento mucho mejor, ¿ves? -sonrío y sigo diciendo -mis tetas son mías y les encanta tomar el sol.
- No sé por qué te da vergüenza, yo te las veo muy bonitas.
- Gracias, cariño.
- Yo también las voy a poner al sol.
Malena se quitó la camiseta y yo le pasé el bote de crema: "Hay que cuidar nuestras tetas liberadas"
Cuando su madre regresó me miró con una alegría inmensa y me preguntó con la mirada: ¿cómo lo has conseguido?
- Mira, María, a las dos nos daba vergüenza, pero nuestras tetas se han liberado por fin.
-¡Me alegro mucho, chicas!
-¿Le damos un bañito a las tetas, Kori?
-¡Vamos!
Las dos nos metimos en el agua dando gritos de alegría por la victoria contra el patriarcado interior.
- Ser rebelde, es ser libre, ¡nosotras somos libres! -gritaba Malena feliz
- ¡Ya no nos da más vergüenza, que vivan las tetas liberadas!- gritaba yo, eufórica.
Yo creo que no se nos va a olvidar este acontecimiento a ninguna de las dos. Nos hemos hecho una foto para conmemorar el día en que nos atrevimos a liberar nuestras tetas en la Playa del Patriarcado.
Pero no la subo aquí porque las tetas cuanto más libres son, más obscenas resultan a la censura: los pezones libres de las mujeres están prohibidos en las redes sociales del Patriarcado.
¿Y qué hay de vosotras, cómo hacéis con vuestras tetas en la playa?,
¿cómo mandáis callar a la voz del patriarcado?, ¿lográis mantenerlo a raya?
¡Mañana más!
Coral Herrera Gómez
Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado
Día 1: Las mujeres sin vacaciones, y los manolos, en La Playa Del Patriarcado
Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado
Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado.
Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado
Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado
Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado
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