9 de noviembre de 2025

El fanatismo y la violencia


El fanatismo es una de las principales causas de la violencia en los seres humanos. La sufren todos aquellos que se adhieren a un movimiento religioso, politico o deportivo, y son incapaces de ejercer su capacidad para el pensamiento crítico: están convencidos de que sus creencias son una verdad absoluta e incuestionable. 

Todos somos un poco fanáticos con nuestras causas y creencias, pero la mayoria de nosotros somos capaces (aún) de debatir con gente que no opina igual que nosotros y nosotras. 

Cada vez es mas dificil debatir, pero es porque nos hemos olvidado de la función principal de los debates, que consiste en aprender, cuestionar verdades absolutas, y construir conocimiento colectivo. Hay gente que disfruta cuando le rompen los esquemas y le invitan a hacerse preguntas y a contemplar sus creencias desde otra perspectiva, pero también hay mucha gente que no puede soportarlo y que reacciona a la defensiva y al ataque.

Los fanáticos tienen lideres a los que adoran de un modo irracional, y a los que no se puede cuestionar, ni preguntar, ni criticar. Sus normas no se pueden desobedecer: hay que sacrificar las ideas y los valores propios en pro de la causa. Se les convence fácilmente de que lo importante es el fin, y que se deben emplear los medios que haga falta para llegar a la meta, sean o no éticos. Y asi es como se construyen sistemas autoritarios que justifcan el uso de la violencia verbal, psicologica, física y sexual contra los enemigos.

La relación entre el fanatismo y la violencia es más  que evidente: es la causa del Holocausto en Alemania y del genocidio en Palestina. Los intereses económicos de Israel están sustentados por el fanatismo religioso, porque el poder ha logrado convencer a millones de personas de que cualquier critica a su proceso de colonización debe ser acallada. 

Los fanáticos no sólo hacen proselitismo de su causa, sino que ademas necesitan enemigos: persiguen a los infieles y a los herejes que no se adhieren al movimiento. Acusan de discurso de odio a todo aquel que se atreva a criticar su doctrina. Se les censura, se les cancela, se les somete a linchamiento público, se queman sus libros, se les silencia y se les desaparece como un acto ejemplarizante. La cancelación sirve de advertencia para todos los demás: “esto es lo que te puede pasar si estás pensando en criticar al líder supremo”

Los fanáticos tienen que competir entre ellos para demostrar cuán fieles son a la causa. Entre ellos a menudo se acusan de ser poco “puros” o contundentes, así que tienen que parecer más fanáticos que los demás para no ser acusados de tibios. Cualquier enemigo dentro del movimiento puede acusarte de ser enemigo del movimiento, asi que tienes que parecer mucho mas fanático de lo que realmente eres.

El coste de ser fanático o fanática de un club deportivo, una secta religiosa o un movimiento político es enorme, sobre todo a nivel personal. En promer lugar porque para ser leal a cualquier movimiento tienen que dejar de ser leales a sí mismos, y renunciar a sus principios y valores. Si no está de acuerdo con el uso de las amenazas y la violencia, pero su grupo si, el fanático tendrá que tragar con ello. 

En segundo lugar, la gente se va alejando del fanático porque no se puede discutir con él, y cuanto mas se radicaliza en sus posiciones, mas dificil es relacionarse. Cuanta más energía emplea en imponerse y en tratar de convencerte de que te adhieras a su causa, más rechazo genera entre los suyos. 

Siempre quieren llevar la razón y no admiten ni cifras, ni datos, ni hechos de la realidad material. Ocurre por ejemplo con el discurso anti-feminista: si les dices que los machistas matan a una mujer cada diez minutos en el planeta y que son datos de la ONU, te dicen que la ONU se inventa las cifras, y que ellos tienen otras cifras mucho más fiables. 

Al negacionista de la violencia contra las mujeres no le vas a convencer de lo importante que es acabar con la violencia machista. A los fanáticos de Judith Butler no les vas a convencer de que cambiar de sexo no es posible, porque les rompes el mito más importante de su religión. 

A los fachas no les vas a convencer de que la dictadura fue un sistema violento, cruel y sanguinario, ni que su piel blanca no les hace superiores al resto. A los fanáticos de Israel no les vas a convencer de que el pueblo elegido por Dios es la Humanidad entera. A los hinchas futboleros más violentos del mundo no les vas a convencer de que está mal matar a un hincha del equipo contrario. Ellos necesitan sentirse aceptados por su comunidad, sienten que su religión forma parte de su identidad, y no atienden a razones, son incapaces de usar su sentido común.

A nivel colectivo, nuestra sociedad se está volviendo cada vez más fanática: nos cuesta cada vez más debatír sin hacernos daño, nos dejamos llevar por la emoción en lugar de usar la razón, nos cuesta escuchar con atención y con amor a los demás, y nos aferramos a nuestras creencias como a un clavo ardiendo. Nos cuesta admitir que estamos equivocados, que cambiamos de opinión porque somos humanos en permanente construcción. 

Todos evolucionamos haciéndonos preguntas. Si acallamos esta habilidad para pensar por nosotras mismas, estamos perdidas. 

Muchísimos padres, madres, profesores y profesoras están intentando enseñar a las nuevas generaciones a pensar por sí mismos, a ejercer el pensamiento abstracto y el pensamiento crítico, a desobedecer normas injustas, a dudar de todo y a hacerse preguntas, a buscar fuentes de información fiables. Pero gran parte de nuestro sistema educativo está aún basado en la obediencia y la disciplina, y la memorización.

Creo que es fundamental proporcionar a los niños y las niñas herramientas para hacer frente a las técnicas de manipulación masiva que emplean los partidos políticos, las empresas, y las sectas. Necesitamos conocer sus estrategias para no convertirnos en una sociedad dominada por el miedo, el fanatismo y la violencia.

 Y necesitamos mucha valentía para desobedecer a los fanáticos que no admiten disidencias.

Coral Herrera Gómez 

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