4 de octubre de 2025

Ser feminista es una odisea



Ser feminista es una odisea desde el principio de los tiempos. A las pioneras que se atrevieron a alzar la voz contra la discriminación y la desigualdad se las ridiculizó, se las censuró y se las persiguió. Cuando eran muy pocas las mujeres que sabían leer y escribir, ellas cogieron la pluma para denunciar la violencia que sufrimos las mujeres: Christine de Pizan, Hidelgarda de Bingen, Olympie de Gouges, Mary Wollstonecraft, Flora Tristán, Emma Goldman, Concepción Arenal, Clara Campoamor....

Cuando las mujeres empezaron a organizarse a nivel social y político para luchar por los derechos civiles, las encarcelaron, las violaron, las asesinaron. Aún hoy las mujeres feministas sufren violencia por parte del Estado: en pleno siglo XXI en muchos países está prohibido que las mujeres se manifiesten por sus derechos y libertades. En América Latina asesinan a las defensoras de los derechos humanos y de la Tierra. En muchos países árabes no pueden siquiera reunirse para prestarse apoyo mutuo. 

Hoy en el siglo XXI en los países desarrollados, las mujeres feministas somos canceladas, silenciadas, y destruidas por diversos sectores de la sociedad. También desde la izquierda se nos cuestiona cuando señalamos que los obreros se comportan en casa como si fueran la patronal, y la incoherencia que supone luchar contra todos los tipos de explotación menos contra la que sufren las mujeres. 

El odio contra las feministas es una constante en la Historia, pero se aminoró un poco cuando el feminismo se puso de moda en el año 2018 y se vendieron muchas camisetas con el lema: “Yo soy feminista” 

Sin embargo, el capitalismo no pudo colonozar ni despolitizar el movimiento, que estaba centrado en luchar contra la explotación y contra la violencia, y las feministas volvimos a las trincheras.

El patriarcado siempre nos ha tenido en el punto de mira: nos acusan de querer dominar y esclavizar a los hombres, de querer hacerles lo que ellos nos hacen a nosotras, de querer romper la familia y destruir las tradiciones, de quitarles el trabajo, de arruinarle la vida a los hombres con denuncias falsas.

Nos odian los fanáticos religiosos, y sus sectas más conservadoras, que están obsesionadas con los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Tienen en sus filas a políticos que lo primero que hacen al llegar al poder es arremeter contra el derecho a elegir libremente la maternidad y el derecho al aborto. 

Además también tenemos que hacer frente a todos los hombres que forman parte de la machosfera, que niegan la existencia de la violencia misógina y machista. En sus discursos antifeministas afirman que las mujeres hemos ido demasiado lejos y debemos regresar al espacio doméstico y obedecer a nuestros padres y maridos. 

Pero también tenemos que hacer frente a todas las mujeres que están intentando poner de moda la figura de las tradwives: mujeres que renuncian a su derecho a obtener ingresos y a su carrera profesional para dedicarse por completo a los cuidados del hogar y de la familia. Su discurso antifeminista trata de hacer atractiva la vida entregada al hogar y al marido para que este pueda centrarse en su trabajo. 

También el capitalismo nos persigue, porque nuestra revolución perjudica a todos los hombres que hacen negocio explotando doméstica, laboral, sexual y reproductivamente a las mujeres. Y también perjudica a las mujeres ricas que explotan doméstica y reproductivamente a las mujeres pobres.

¿Cuáles son esos negocios? La industria del sexo (pornografía, prostitución y trata) genera miles de millones de ganancias cada año, y dentro de este lobby hay otro muy poderoso que es el de la explotación sexual y el abuso contra niñas y niños. 

El uso comercial de seres humanos es uno de los negocios más importantes del mundo junto con la explotación de animales, y el tráfico de drogas y armas. 

Hay un sector de la población que apoya la legalización de la explotación comercial de mujeres porque creen que hay una forma ética de explotarlas, y porque creen que quizás se pueden mejorar las condiciones inhumanas que sufren las mujeres explotadas. 

Otro sector que tenemos enfrente es el de los antipunitivistas que hace unos años comenzaron a pedir rebajas de condena para pederastas, acosadores, violadores y femicidas. Tuvimos que escuchar sus discursos mientras los jueces misóginos firmaban absoluciones y rebajaban años de condena a los criminales. Las tasas de impunidad son escandalosas en muchísimos países del mundo, en Mexico por ejemplo alcanza el 90%, y aún así estas voces salían en los medios pidiendo cursillos y rebajas de condena. No les oías protestar por las mujeres encarceladas por abortar en América Latina o por defender sus tierras de los inversores: se centraron solamente en pedir leyes antipunitivistas para reforzar la impunidad de los hombres.

Además de los machos hegemónicos también están los hombres diversos: han contado durante muchos años con la colaboración del feminismo en sus luchas, pero para muchos las feministas nos hemos convertido en el enemigo número uno. 

Desde que Judith Butler declaró la guerra a todas las feministas que no siguen sus postulados y nos señaló como feminazis y de ultraderecha, a las feministas nos atacan, nos insultan, nos silencian, nos cancelan y nos amenazan de muerte. Y detrás de todo este aparato represivo también hay una industria poderosa interesada en acabar con el feminismo: la farmacéutica y la industria de la estética, que se está forrando vendiendo hormonas y mutilando a niños y niñas sanas.

En 2018 aparecíamos en todos los medios de comunicación, hoy en cambio sólo le dan visibilidad a las representantes del movimiento queer. Acuden a las presentaciones de libros a reventar el evento, intentan boicotear nuestras manifestaciones, presionan para que nos echen de los trabajos, nos amenazan de muerte en redes sociales y atacan a las figuras más visibles del feminismo para silenciarlas.

Nos hemos convertido en enemigas de todo un sector que defiende la idea de que los sentimientos y los deseos de los hombres son derechos humanos, y que las mujeres pobres deben satisfacer sus necesidades sexuales y reproductivas. 

Nos exigen que renunciemos a muchos de nuestros logros y espacios propios, atacan a las mujeres lesbianas y las acusan de transfobia, pero no le piden a los hombres que sean inclusivos y renuncien a sus privilegios.

Basta con seguirle la pista al dinero para comprender por qué nos odian tanto.

Somos las enemigas del patriarcado más rancio y del neoliberalismo más posmoderno: nos llaman locas, exageradas, brujas, nazis, feminazis, terfas, y nos acusan de ser blancas privilegiadas. Y no sólo a nosotras: también a las pioneras que pusieron el cuerpo y el rostro para luchar por los derechos de todas las mujeres, las que abrieron el camino a las demás y sufrieron una represión brutal. Las oprimidas son ahora las opresoras para el neoliberalismo posmoderno. Nosotras seguimos reivindicando a nuestras predecesoras y hablando de ellas en las aulas l, en los medios de comunicación y en las redes sociales. 

Ser feminista es una odisea: nos quieren de rodillas pidiendo perdón por los derechos que tenemos, nos quieren calladas y enfrentadas entre nosotras, nos piden que dejemos de hablar en femenino y asumamos el masculino genérico o el neutro, mientras nosotras defendemos nuestro derecho a hablar con la a.

Muchos sectores del neoliberalismo se disfrazan de feministas para defender los intereses y los negocios de los hombres en nombre de la “libertad” (libertad para poner el cuerpo al servicio del capitalismo y del patriarcado), usando mitos como el de la libertad de elección, y convirtiendo el género (que es un sistema de opresión basado en mandatos patriarcales) en una identidad. 

El objetivo final es hacer desaparecer el concepto de sexo para que no podamos medir los niveles de violencia, explotación y sufrimiento que sufren las mujeres. Por eso usan un neolenguaje: nos nombran como personas con vulva, personas con útero, personas menstruantes o personas gestantes para borrar la palabra “mujer”. 

Para no ofender a no se sabe quién, durante muchos años la palabra “mujeres” ha desaparecido en muchas instituciones, y en muchas de las reivindicaciones feministas: el día del orgasmo femenino, el día a favor del aborto, el día de la erradicación de la violencia contra las mujeres, o el día internacional de la Mujer trabajadora. El 8M es hoy un día para reivindicar todas las causas posibles, y todo el mundo quiere tener protagonismo en el evento: nos odian, pero se aprovechan del único día que tenemos las mujeres al año para visibilizar nuestra causa.

Todo el sistema capitalista se sustenta sobre el trabajo que realizamos las mujeres gratuitamente, o en condiciones de pobreza y precariedad. Así que cuando las feministas recordamos a la sociedad que las mujeres no hemos nacido para ser sirvientas de los hombres, y que los cuidados son un trabajo, todo el sistema se nos echa encima, por la derecha y por la izquierda.

El movimiento de liberación de las mujeres resiste y está más vivo que nunca, por eso el odio contra las feministas está también más vivo que nunca. 

Asumimos el miedo que se siente cuando te enfrentas a todo un sistema de opresión, y el coste de ser señaladas como feministas, asumimos el precio elevado que hay que pagar por defender nuestras ideas. Creemos firmemente en nuestra causa y nos apoyamos unas a otras porque sabemos que solas no podemos. 

Las feministas de todo el mundo seguiremos luchando contra la desigualdad, la discriminación, la explotación y la violencia contra las mujeres. Seguiremos exigiendo nuestros derechos humanos fundamentales en las calles y en las redes sociales, seguiremos protestando en las calles, seguiremos haciendo frente a las religiones, desmontando estereotipos y mitos, haciendo pedagogía entre la población, construyendo espacios de lucha y de trabajo entre mujeres, criando niños y niñas que se atrevan a desobedecer al patriarcado, creando redes y alianzas internacionales entre nosotras. 

Aunque nos silencien y nos cancelen, seguiremos molestando, desobedeciendo los mandatos del patriarcado y liberándonos de la opresión. En la cama, en la casa y en las calles: seguiremos haciendo la Revolución en todos los rincones del mundo, generación tras generación, hasta que todos y todas podamos vivir en un mundo mejor. 

Coral Herrera Gómez 


Coral Herrera Gómez Blog

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Únete al Laboratorio del Amor

Únete al Laboratorio del Amor
Para saber más pincha en la imagen

Regalos

Regalos
Visita mi tienda