6 de enero de 2017

Sobre la invasión y colonización de España por parte de Isabel y compañía

¿Han leído ustedes algo sobre cómo vivieron los habitantes de las iberias el reinado de Isabel y su gente? ¿Por qué nadie nos cuenta sobre la "colonización" de España? 

Antes del genocidio en América, la corte isabelina invadió multitud de pueblos y comunidades en España (aunque aún no existía España) a cuyas gentes explotó, encarceló, asesinó, o expulsó de su casa y de su tierra, como ocurrió en el Al Andalus. Fueron millones de personas las que fueron sometidas al fascismo isabelino, que invadió e impuso su religión y su idioma a muchisimas personas.

Por eso creo que es importante distinguir entre los conquistadores y los millones de españoles que sufrieron la violencia y la explotación de la corte isabelina para sufragar los gastos de su proyecto imperialista. En definitiva, que estaría bien que en las escuelas y universidades se enseñe que no fue un pueblo el que masacró a otro pueblo, sino que fueron unos pocos los que jodieron a todos. Yo tomé conciencia cuando leí a Itziar Ziga explicando el proceso colonizador de Isabel en el País Vasco (ella lo hace desde una perspectiva de género, además) y pude relacionarlo con la expulsión de españoles del Al Andalus y darme cuenta de que los enemigos no fueron los habitantes de Iberia, que eran campesinos y campesinas que tuvieron que vivir en la miseria durante siglos. 

Todos fueron víctimas de la insaciable y fanática Isabel y compañía: no se engañen porque "los españoles" jamás se beneficiaron del genocidio en América. Son siempre las cúpulas del poder las que se benefician explotando, robando, matando, violando y aniquilando a la gente humilde. Lo mismo hace quinientos años que hoy. Por eso me cabrea tanto que haya gente que hable de los españoles como "los malos" y haya tantas personas que crean que somos todos imperialistas, colonizadores y fascistas. Supongo que nos hace falta hablar de cómo se construye este odio hacia los pueblos, cuando en realidad debería ser contra los gobiernos de esos pueblos.

Sobre el hacer "como si" no pasara nada: el miedo a resolver el conflicto

Una de las cosas que más echo de menos de la cultura española es poder hablar cuando hay problemas. Yo en España sabía perfectamente cuando alguien estaba enfadado, dolido o molesto conmigo. Son muchas las maneras que tenemos de expresar el enojo o el dolor: ponemos malas caras, lanzamos indirectas muy directas, bromas de doble sentido, utilizamos la ironía, e incluso le decimos abiertamente al otro o la otra cómo nos sentimos y por qué. Echo de menos las peleas y las discusiones, con llantos incluidos, que permiten sincerarse, hacer autocrítica, deshacer malentendidos, pedir perdón, y arreglarlo todo con un fuerte abrazo. 

Echo mucho de menos que me digan las cosas a la cara: acá la mayoría de la gente hace "como si no" pasara nada y es bien difícil saber si has hecho daño a alguien. Es casi imposible resolver los conflictos personales porque no se hablan. Todo el mundo finge que no pasa nada, y tapa el conflicto con una gran sonrisa, y yo siento que en el fondo es muy violento tener que participar en el simulacro de que todo está bien cuando no todo está bien. 

A mí los silencios me duelen, y me duele enterarme de las cosas por otra gente, y me duele mucho no poder decirle a la gente que quiero lo que pienso y lo que siento. La estructura social no me deja sentirme yo, de alguna forma me siento obligada a callarme la boca porque todos huyen o se hacen los distraídos. Creo que no me acostumbraré jamás aunque viva acá veinte años más.

4 de enero de 2017

Fuerza feminista para el parto






En esta foto faltaban 3 minutos para que entrase en quirófano. Mi tremenda labor de parto había terminado, no podía parir, no había dilatado. Había hablado con la Pachamama, me había conectado con todas mis ancestras, en especial con mis abuelas, y estaba unida a todas las mujeres que en ese momento estaban de parto en el planeta. Bailé desnuda, canté, hablé con el bebé, aullé y resistí el dolor de las contracciones. No pedí epidural, solo respiraciones y masajes de Jorge. Y todo para que al final me tocase cesárea. Me sentía fracasada. Y pequeñita. Muy pequeñita. Ya no era dueña de mi cuerpo, ahora mi vida y la de mi bebé dependían de un equipo de gente a la que no conocía. Me moría de miedo. Me temblaban las piernas. Me dio un frío tremendo. Me sentí el ser más frágil del mundo. Sentí que podía morirme si algo salía mal. Nunca he estado tan cerca de la muerte y de la vida. Sentía un vértigo tremendo. Me pidieron que me quitara el audífono y entonces el terror de no oír nada, excepto el zumbido de mis oídos. Y pensé, bueno, al menos lo has intentado con toda tu alma. Venga campeona que tú puedes, poder feminista, claro que sí, empoderaté que sigue siendo tu parto, vamos que todo va a salir bien. 

Le dije al bebé: "mi amor te vamos a sacar. Como no puedes salir, te vamos a sacar. Prepárate, ya pronto nos abrazamos". Y le pedí a mi compañero que me hiciera esta foto porque sabía que no me olvidaría jamás de este momento, traté de sonreír para parecer más fuerte, y para que cuando mi hijo un día vea la foto, pueda sentir esa mezcla entre ilusión, miedo, alegría, pena, valentía y fuerza feminista. 





En esta otra foto, poco os puedo contar. Estaba drogada por la anestesia y borracha de vida. No me lo creía. Gael ya en el mundo, yo partida en dos, sin mi bebé adentro, y sin poder separarme del cachorro que me pedía teta y me miraba encantado. La maternidad está siendo hermosa y brutal. Tan brutal que sigo estando alucinada y dolorida, sigo sintiéndome vulnerable, grande, pequeñita, llena de energía, sensible, fuerte, torpe, valiente, miedosa, generosa, agotada, y aún estoy en fase de recuperación física y emocional. 

Estoy muy agradecida con la vida, porque deseaba mucho vivir esto, y con mi compañero, por este inmenso regalo, por enseñarme a cuidar al bebé, y por la manera en que me acompañas en la crianza de Gael. Contigo es bien fácil disfrutar del amor, de la maternidad y de la vida.


3 de enero de 2017

Sobre los héroes y las heroínas de la fiesta

No entiendo por qué a la gente le parece super transgresor irse de fiesta, ni por qué hablan de sus borracheras como actos heroicos que merecen ser admirados por los demás. Beber y drogarse forman parte de nuestro modo de divertirnos, pero no son actos de rebeldía contra el sistema porque es algo que hacen millones de personas todos los fines de semana y sólo sirve para enriquecer a los narcotraficantes, y a los dueños de los bares y de las industrias alcohólicas. 

Si de verdad quieren ser héroes y rebeldes, háganse defensoras de los derechos humanos. Las que ponen su vida y su cuerpo para luchar contra las hidroeléctricas, las megamineras, las industrias del petróleo y los gobiernos son gente valiente y comprometida que se merecen toda nuestra admiración y apoyo. Porque ellas sí se juegan la vida para acabar con el capitalismo y el patriarcado: son las heroínas del siglo XXI. Las matan, las torturan y las encarcelan por defender los derechos de la naturaleza, de los animales, y de todos nosotros. 

Acuérdate cada vez que te pongas a presumir y a competir en las narraciones sobre tus noches locas: tus borracheras no van a cambiar el mundo, y tus resacas no van a ayudar a nadie. Solo sirven para que te olvides un rato de la mierda del mundo en el que vivimos. Cuando acaba la fiesta, la realidad sigue igual, o peor.

Coral Herrera Gómez Blog

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Únete al Laboratorio del Amor

Únete al Laboratorio del Amor
Para saber más pincha en la imagen