Uno de los mecanismos más eficaces para protegerte de la violencia, del abuso, la explotación y el sufrimiento, es pertenecer a un grupo de cuidados en todas las etapas de tu vida. Desde la guardería, hasta la Universidad, lo mismo si trabajas en una oficina que en el campo o en la fábrica, tener un grupo de cuidados es una medida de autodefensa y de ayuda mutua que te puede proteger del acoso y del maltrato durante toda tu existencia.
Si hubiera grupos de cuidados en los colegios, en los centros de estudio y de trabajo, en los clubes y en las compaticiones deportivas, en los espacios de ocio (conciertos, discotecas, fiestas populares, verbenas, eventos sociales), en las asociaciones y los colectivos, en los movimientos sociales, en los sindicatos y los partidos políticos, y en todas y cada una de las empresas grandes de cada país, podríamos hacer frente en común para parar a las personas que se dedican a hacer daño a los demás.
Las personas que se dedican a hacer sufrir a otras no se atreven con los grupos. Solo se atreven con sus víctimas, cuanto más aisladas, mejor, porque cuanto más solas están, más vulnerables son. A las personas que maltratan y acosan les protege el silencio y el miedo de los demás: como nadie quiere ser su próxima víctima, nadie se enfrenta a ellos para pararles los pies.
El miedo hace que mucha gente mire para otro lado y no defienda a las victimas de una injusticia o un abuso porque es más fácil pensar que es una pelea, "yo no me meto en problemas, es un asunto entre ellos".
Otra gente aplaude y les ríe las gracias a los violentos, e incluso se suman a las agresiones para congraciarse con la persona violenta, y no convertirse en el siguiente objetivo.
También es el miedo lo que hace que muchos se atreven incluso a culpar a la víctima de la violencia que está recibiendo, o a usar la estrategia del negacionismo: "era una broma, qué poco sentido del humor", "no es para tanto", "estás exagerando", "haberte defendido, ¿por qué no hiciste nada?"
Un ejemplo de cómo protegemos a los violadores: la prensa no le nombra ni nos enseña su cara, mientras que nos ofrecen el rostro de las víctimas y nos dan todos sus datos personales (dónde trabaja, dónde vive, si tiene o no pareja, si tiene o no hijos)
Cuando una niña o un niño sufre violencia en el colegio, le animamos a que se defienda y ataque a sus agresores. Lo primero que aprenden al entrar en el colegio es que no hay nada peor en el mundo que ser un chivato, con el objetivo de que crean que nunca deben denunciar la violencia que sufren.
Gracias a esta norma no escrita, muchos niños y niñas soportan el abuso, el acoso, y la violencia de los matones del grupo. Prefieren aguantar el dolor a sufrir el rechazo del grupo, por eso no se atreven a pedir ayuda a sus padres, a los profesores o a la dirección del centro.
Cuando una mujer sufre violencia machista, se le dice que no se deje, que enfrente al agresor, que salga de ahí sola y que denuncie. Y cuando se atreven a denunciar, no solo tienen que afrontar las represalias, sino tratar de buscar un lugar seguro. Y a muchas las matan antes de que puedan ponerse a salvo.
Los medios de comunicación señalan y exponen a las víctimas, dan voz a los que dudan sobre sus testimonios, dan voz a los culpables cuando se defienden de las acusaciones, y denominan "presuntas" las agresiones , las violaciones y los femicidios hasta que los violentos son juzgados y encanrcelados. Además, nos los presentan como "casos aislados", aunque todos los días aparezca en la prensa uno nuevo.
Es cruel pensar que las víctimas deben defenderse solas de tipos violentos: la realidad es que la gran mayoría no pueden contra sus abusadores, y no es justo dejarlas solas. No es justo porque acaban creyendo que se merecen la violencia que reciben, y creen que es un problema personal, cuando en realidad es un problema colectivo.
¿Cómo acabar con la violencia?
Los humanos educados en los valores del patriarcado y el capitalismo somos gente violenta y egoísta, no sabemos pensar en el bien colectivo, no sabemos resolver nuestros conflictos sin violencia, no sabemos tratarnos bien ni sabemos relacionarnos desde el respeto, los buenos tratos y los cuidados.
La violencia de nuestra cultura es estructural, y lo mismo que la sufrimos, la ejercemos también sobre los demás. Nuestro sistema económico es violento, porque se basa en la acumulacion y el acaparamiento de recursos y de poder por parte de unos pocos, a costa del sufrimiento de los demás. Abusamos unos de otros y nos aprovechamos de las personas que están por debajo de nosotras en la jerarquía, cuanto más necesitadas e indefensas están, más abusamos de ellas.
El primer paso para acabar con la violencia es tomar conciencia de la que sufro, y la que ejerzo. Todos empleamos estrategias diferentes para conseguir lo que queremos, lo que necesitamos y lo que deseamos. El problema es que alguna de estas estrategias no son éticas: amenazar, chantajear, sobornar, extorsionar, humillar, abusar, acosar a alguien para que ceda o para que acabe de rodillas... son diferentes formas de ejercer el poder de forma tiránica, abusiva y violenta.
¿Cómo sabes que estás ejerciendo violencia contra alguien? Cuando le haces daño, o le perjudicas en beneficio propio, cuando te aprovechas de su vulnerabilidad o de su necesidad, cuando impones tu poder para someterle.
¿Cómo saber si estoy sufriendo violencia? Los malos tratos, las burlas crueles, las bromas hirientes, los chismes, los bulos, los rumores, los insultos, los comentarios despreciativos, las falsas acusaciones, las palabras cargadas de odio, los ataques iracundos sobre alguien, son diferentes formas de herir a los demás, y la persona que los usa siempre lo hace en beneficio propio.
Consiga o no su objetivo, siempre aumentan su poder y su rango en la jerarquía, porque los demás aprenden a respetarle y a temerle, y con frecuencia le protegen y le encubren.
Así que la solución a la violencia no puede ser individual, sino colectiva.
La única forma de que el miedo cambie de bando, es crear grupos de cuidados en todas partes.
Grupos de Cuidado de Mujeres
Las mujeres feministas llevamos muchos años organizadas. Tenemos grupos de cuidados en los que nos acompañamos cuando usamos un taxi (compartimos el número de matrícula y el recorrido en tiempo real, avisamos si el taxista hace cosas raras, avisamos cuando llegamos).
También cuando tenemos una cita con un hombre (compartimos sus datos con las demás, y la ubicación, y avisamos cuando llegamos a casa), y cuando viajamos solas o en grupo.
También nos cuidamos en los centros de estudio y de trabajo, en el transporte público, en las manifestaciones. En los conciertos y las fiestas vamos juntas al baño para defendernos mutuamente del acoso de los hombres, estamos atentas a la bebida propia y a la de las compañeras, nos vamos en grupo a casa si podemos.
Los grupos de mamás también son esenciales para nosotras: las mujeres nos cuidamos unas a otras y nos ayudamos con la crianza y la educación de nuestras hijas e hijos, lo mismo en el campo que en la ciudad: solas no podemos con 2 jornadas laborales completas. Y como son tantos los padres que huyen del hogar, y como la gran mayoría de los hombres solo recibe cuidados sin darlos, no podemos contar con ellos para sacar adelante a nuestras crías.
Quizás algún día los hombres se incorporen al sistema de cuidados, pero de momento, las mujeres para sobrevivir tenemos que pedir ayuda a grupos de mujeres, que a veces son familiares (madre, suegra, hermanas, tías), y otras veces son nuestras compañeras y amigas.
La sororidad entre mujeres es fundamental, no hay nada más duro en el mundo que criar hijos sola.
Estos grupos de cuidados sirven para acompañarnos también emocionalmente cuando estamos mal, para prestarnos ayuda, para contar lo que nos está pasando, para compartir información y conocimientos, y para no sentirnos tan solas en la lucha diaria contra el patriarcado.
Nos hemos dado cuenta hace mucho de que solas no podemos, pero organizadas y unidas, sí. Sabemos que solas somos más vulnerables y manipulables, y por eso hemos aprendido a ayudarnos entre todas.
Estas estrategias de apoyo mutuo y de protección nos han servido para romper el pacto de silencio que perpetúa las violencias. Con el #MeToo hemos salido en masa a contarlas y hemos llevado a juicio a muchos hombres poderosos que se creían impunes. Incluso ahora los hombres gays también empiezan a denunciar el acoso sexual y la violencia que sufren. A los acosadores ya no les protege el silencio, ahora por fin escuchamos y creemos a las víctimas.
Otros espacios en los que son necesarios los grupos de cuidado:
Grupos de cuidados para niñas y niños: si en el patio del colegio un niño pudiese gritar a su grupo de cuidados cuando otro niño le agrede, y el grupo pudiese ir corriendo a rodear a la víctima, mientras uno de ellos sale corriendo a pedir ayuda a alguna persona adulta, el atacante se vería solo.
Como en muchos colegios los niños y las niñas no reciben ayuda de las personas adultas, que tratan de quitarle importancia a la violencia argumentando que "son cosas de niños", también las mamás, papás y personas cuidadoras podrían hacer grupos de cuidado para ayudar al grupo de cuidados infantil, y para exigir a la dirección del colegio que proteja a las víctimas e implante un protocolo para acabar con la violencia escolar.
Grupos de cuidados para chicas adolescentes: para hacer frente a las manadas de violadores, es fundamental que las niñas y adolescentes se organicen en grupos de cuidados, tanto en el centro de estudios como en los espacios de ocio. Las violaciones grupales están aumentando de una forma bestial, así que es importante que los agresores sepan que las chicas no están solas, que se cuidan entre ellas, y que la sociedad entera las cree, y las cuida también. Estos grupos de apoyo tendrían que contar con la protección de la comunidad educativa y los de madres y padres, y de la sociedad entera, para que no se sientan solas en su lucha por el derecho a vivir una vida libre de violencia.
Grupos de cuidado en los centros de estudio y de trabajo: si en una oficina una mujer se dedica a hablar mal de otra, y a burlarse de ella a sus espaldas, y a hacerle la vida imposible, y se encuentra con que nadie quiere escuchar sus chismes, y nadie le ríe las gracias, probablemente se sienta aislada y sin ganas de seguir haciendo daño. Si el grupo de cuidados de la oficina se sentase a hablar con ella y a pedirle que deje de hacer sufrir a la compañera, la mujer podría plantearse que igual no merece la pena hacerle la guerra si no cuenta con el silencio, la complicidad, o el apoyo de los demás.
Los grupos de cuidados también actuarían hacia arriba: si un jefe acosa sexualmente a una empleada, si un empresario obliga a un empleado a trabajar más horas, el grupo de cuidados podría proteger a quienes sufren el abuso, y denunciar colectivamente a quienes lo ejercen.
Y en las aulas lo mismo: las personas que sufren más violencia en los centros escolares y en las Universidades son las mujeres, sobre todo las mujeres con discapacidad, las mujeres lesbianas, las mujeres indígenas o pertenecientes a una etnia determinada, y las mujeres inmigrantes. Las instituciones educativas están fallando a la hora de protegerlas de los abusos de sus compañeros y sus profesores. Así que es importante que existan grupos de cuidados en todos estos espacios, en los que las mujeres puedan compartir información y apoyarse mutuamente en cuanto empiece el acoso o la violencia.
Cuidados en nuestros grupos sociales y familiares
En torno a una pareja: si tu amiga os presenta a su novio, y al tipo le parece gracioso humillar a tu amiga delante de su grupo, lo más probable es que el grupo no le ría las gracias, y le pare los pies. El grupo de cuidados se forma espontáneamente, y en cuanto actúan, el agresor se da cuenta de que no tiene apoyo, y de que lo más probable es que el grupo entero trate de convencer a su amiga para que le deje.
Sin embargo, si el chico forma parte del grupo, la cosa cambia, porque la violencia que ejercemos entre risas no parece tan violenta. Y porque los hombres tienen poderosas redes de complicidad entre ellos, redes que sostenemos las mujeres. Si ella se enfada, es muy probable que apoyemos al chico diciendole a ella que qué poco sentido del humor tiene. Y solo las chicas del grupo se preguntarán si en privado la trata igual, o peor. Y alguna puede que se atreva a encararse con él, y a preguntarle a ella cómo es la relación, y si necesita ayuda para salir de ahí.
El primer paso es romper el silencio y perder el miedo, y crear grupos de cuidados para proteger a las víctimas.
Pienso en las mujeres que pasan años soportando palizas de su marido: si las comunidades de vecinos y vecinas se uniesen en grupo para hacer frente al vecino cada vez que llega borracho a casa, y justo antes de que empiecen los golpes se presentasen juntos ante su puerta, el tipo se lo pensaría dos veces antes de empezar, y la víctima no se sentiría sola ni avergonzada. Y si tuviera el apoyo total de la comunidad, aumentarían sus probabilidades de huir de su hogar.
Las estadísticas nos muestran que las víctimas que logran escapar son aquellas que cuentan con apoyo y protección de su familia, de sus grupos de amigas o de la comunidad de vecinos y vecinas
En el hogar: los niños y las niñas son las más vulnerables a la violencia dentro de su entorno familiar, por eso es tan importante escucharles y creerles cuando se atreven a hablar. Dado que muchos adultos no quieren romper la "armonía familiar" y le piden a las víctimas que guarden silencio y que compartan mesa con sus agresores, es fundamental que las personas adultas que sí tienen conciencia sobre el problema de los malos tratos y el abuso sexual infantil, protejan a las criaturas de los "secretos de familia" y los saquen a la luz.
Hasta ahora se consideraba que los menores eran "propiedad" del hombre de la casa y que éste podía hacer con ellos lo que quisiera. Ahora sabemos que los niños y las niñas tienen derechos humanos, no son propiedad de nadie, y la violencia que soportan por parte de los hombres de su entorno familiar (pares, abuelos, padrastros, tíos, amigos de la familia) es inhumana.
Todas las familias deberían contar con un grupo de cuidados en el que las víctimas puedan confiar.
Grupos de cuidados en nuestros espacios de activismo y lucha
En todos los espacios sociales hay luchas de poder y guerras internas para derrocar a los líderes y para sustituirles, hay peleas de egos, grupos y reuniones secretas, conspiraciones y batallas sangrientas. Estas guerras son más violentas en grupos verticales con jerarquías, en las que sus miembros batallan por cargos importantes y cuotas de poder. En los grupos horizontales estas batallas se dan en menor medida porque se funciona de manera asamblearia, y en red, de manera que la gente está más centrada en el objetivo que tienen en común, y es más fácil trabajar en equipo.
Tanto en unos como en otros, los grupos de cuidados velarían por el bienestar, la inclusión y los derechos humanos de todos y todas, se encargarían de ayudar a resolver los conflictos personales, de ayudar a las más vulnerables, y de proteger a las víctimas de las personas que se dediquen a ejercer violencia física, sexual, emocional y psicológica contra alguien del grupo.
Grupos de cuidados en las redes sociales
Las redes sociales están llenas de gente que disfruta asistiendo a las peleas, cancelaciones, y linchamientos públicos, y/o participando en ellos. La guerra en redes es permanente, no cesa jamás, y son muy pocas las personas que logran debatir en los hilos sin sufrir y sin hacer sufrir a los demás: no sabemos practicar la comunicación no violenta, no sabemos discutir sin hacernos daño, no sabemos expresar nuestras opiniones sin machacar al "adversario".
Y este es precisamente el problema: actuamos como si las redes estuviesen llenas de enemigos, incluso dentro del bando o grupo al que pertenecemos.
No conversamos para el placer, ni para aprender, ni para construir conocimiento colectivo: participamos en los debates para brillar y para lucirnos, para imponer nuestras ideas, para humillar a los contrincantes, para alimentar nuestros egos, para mostrar lo ingeniosos que somos en el combate verbal.
Exhibimos nuestro poder, lo ejercemos sin piedad para llevar razón, para recibir megustas y para recibir aplausos, para ganar seguidores, para sentirnos especiales, únicos, importantes. Opinamos de todo aunque no leamos ni nos formemos para poder opinar, y atacamos sin piedad a quienes no piensan como nosotros: así es imposible aprender y disfrutar de las redes sociales.
Cada vez hay más gente que sale de ellas para evitar sufrir, porque están cargadas de odio, y como siempre las que más abandonamos las redes sociales somos nosotras, las mujeres, que somos las que más ciberviolencia sufrimos.
Los grupos de cuidados en redes sociales sirven para crear espacios más pequeños, espacios seguros y libres de violencia, en los que las mujeres nos apoyamos, nos damos consejos, intercambiamos información y conocimientos, establecemos alianzas y estrategias comunes, y nos protegemos unas a otras.
En estos grupos de cuidados no tenemos miedo a ser atacadas, y podemos expresarnos con libertad y confianza, son un refugio frente a la hostilidad de los espacios abiertos.
A medida que aumenta la violencia contra las mujeres feministas, más nos damos cuenta de lo importante que es apoyarnos unas a otras, y organizarnos para hacer frente a la misoginia y el machismo, vengan de donde vengan.
Aprender a crear grupos de cuidados
Si le perdiéramos el miedo a las personas violentas y nos uniéramos para hacerle frente a los abusos, los malos tratos y las injusticias, entonces no se sentirían tan poderosas.
El miedo lo tendrían ellas, porque generalmente son muy cobardes, y paran cuando no cuentan con el apoyo (o la indiferencia, que también ayuda mucho) de los demás.
Pienso que si todas las comunidades humanas tuvieran grupos de cuidados, todos nos lo pensaríamos mucho a la hora de iniciar un ataque o una guerra contra otra persona. Lo mismo en el espacio público que en nuestro entorno más cercano: si cuando intentamos hacer sufrir a alguien, los demás se indignan contra la injusticia y se enfrentan a nosotros, probablemente desistiríamos. Porque nada nos da más miedo que el rechazo del grupo.
Mi propuesta es empezar por las escuelas: nuestros niños y niñas necesitan herramientas para tomar conciencia de las violencias que sufren y que ejercen, para aprender a cuidarse entre todos, para aprender a usar su poder sin abusar ni hacer daño a nadie.
Además de tener una asignatura específica (Ética del Amor y Filosofía de los Cuidados), en la parte práctica aprenderían a crear grupos de cuidados, como una estrategia de defensa cotidiana contra los malos tratos, el sufrimiento y la violencia. En grupo es más fácil aprender a protegerse, a cuidarse, a apoyarse, a defenderse sus derechos, y a hacer frente común contra los abusos y las injusticias.
En grupo podemos aprender a cuidarnos a nosotros y a nosotras mismas, a cuidar nuestras relaciones, y a cuidar a la gente que sufre discriminación y violencia.
En grupo perderemos el miedo y podremos enfrentarnos con valentía a todos aquellos que cometen injusticias, abusos y malos tratos a los demás.
Cuantos más grupos de cuidados, más solos se sentirán; es la mejor receta contra la impunidad.
Los grupos de cuidados podrían hacer frente a emergencias, es decir, esos momentos en los que los agresores no paran de acosar a sus víctimas y les amenazan con hacerles daño. Generalmente cumplen sus amenazas, así que hay que preparar dispositivos de seguridad en torno a las víctimas, y uno de los elementos clave es que todos podamos turnarnos para acompañar a las víctimas y no dejarlas solas jamás.
También los grupos de cuidados sirven para resistir ante la violencia de un sistema económico tan cruel y violento como el que vivimos. Mucha gente participa en grupos de cuidados y apoyo mutuo para hacer frente al drama de la pobreza, el desempleo, los desahucios, y la exclusión social. En la pandemia estos grupos de cuidado proliferaron por todos los barrios: repartieron comida, ropa y medicinas, organizaron los cuidados a personas mayores y dependientes, informaron y ayudaron a la gente a pedir las ayudas del Estado. Estos grupos de cuidado también ofrecen apoyo emocional y acompañamiento para la gente que está pasando malos momentos personales (crisis emocionales, enfermedades mentales) o simplemente etapas difíciles (la muerte de un ser querido, una separación de pareja, un problema familiar, etc).
Lo mismo frente al matón que frente a las élites del poder
La gente con poder nos quiere aislados y enfrentados entre todos, para poder manipular y abusar mejor de nosotros. Por eso es tan importante que nos juntemos y nos organicemos, lo mismo frente al matón del grupo, que frente a las élites del poder.
Unidos, unidas, somos más fuertes y más grandes, empecemos en pequeños grupos de cuidado, con la gente más cercana, y aprendamos a protegernos y a apoyarnos entre todos.
No se te olvide, formar parte de un grupo de cuidados es una medida fundamental del Autocuidado.
Y vosotras, ¿tenéis vuestro propio grupo de cuidados?, ¿os gustaría crear uno?, ¿tenéis gente querida alrededor con la que contar?
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