2 de abril de 2020

Parejas que disfrutan, y parejas que sufren durante el confinamiento del Coronavirus

Foto de Susan Sleeply Slipsaway


Hoy pensaba en lo felices que tienen que estar las parejas recién enamoradas que han podido confinarse juntas, y se pasan el día follando como locos, contándose la vida, imaginando su futuro juntos, diseñando su proyecto en común, comiendo rico, durmiendo como leones, jugando a todas horas, y abriéndose en canal para deslumbrar al otro con su alma desnuda. Ahora muchas de estas parejas no tienen que abandonar la cama para ir a trabajar, ya no sufren por la falta de tiempo para amar, y pueden olvidarse de los relojes durante varias horas al día para saborear el presente como nunca.

También imagino felices a las pocas parejas que se quieren y se llevan bien, algunas quizás llevan juntas muchos años y disfrutan de las mieles del amor compañero. Su etapa de enamoramiento terminó hace mucho tiempo, pero han logrado formar equipo, apoyarse mutuamente en los momentos difíciles, y hacer frente a las crisis de pareja y a la pesadez de la convivencia y la rutina. Algunas han sacado adelante una familia con hijos e hijas y hoy probablemente tienen que estar solos, sin verlos y sin disfrutar de los nietos y nietas si los hay, pero contentos porque se tienen mutuamente y disfrutan de la compañía y la ayuda mutua que se prestan. 

Pienso en las parejas separadas por el confinamiento, bien en la misma ciudad, o en diferentes ciudades o países, sufriendo por la distancia, deseandose brutalmente, haciendo videollamadas a diario, soñando con el día en el que podrán juntarse de nuevo y saborearse el uno al otro con una intensidad brutal. Pienso sobre todo en los y las adolescentes, su sed de besos, de caricias, de frotamientos, su necesidad de oler y tocarse, los abrazos que no pueden darse. 

También pienso en las parejas que trabajan en hospitales o lugares de riesgo y no pueden hacer el amor, ni siquiera tocarse, para no contagiarse. E imagino las ganas tremendas que se tienen, y los momentos duros que les estará tocando vivir teniendo a su pareja tan cerca y tan lejos a la vez.

Pienso en las parejas que están sufriendo porque les toca estar juntos. Bien porque ya tenían pensado separarse pero les sobrevino la crisis y no les dio tiempo, bien porque no se pueden divorciar porque no tienen ingresos suficientes para vivir por separado y con la situación actual y la que viene, no podrán hacerlo tampoco ni aunque quieran. Los imagino compartiendo techo pero no lecho, intentando no hablar, intentando disimular frente a los hijos e hijas, quienes los tengan, y soñando con poder emprender pronto el vuelo. 

También hay parejas que están sufriendo porque se han dado cuenta de que no soportan a la otra persona, y algunas, de que no se soportan ni a sí mismas. Quizás lo sabían pero con el jaleo de la vida "normal" no tenían tiempo para plantearselo, quizás vivían en lucha perpetua pero algunas tenían amantes que les hacían más fácil sobrellevar su matrimonio. Y en una situación de encierro, lo que antes parecía una crisis puede que ahora sea una catástrofe, y la sensación de estar atrapada o atrapado puede empeorar mucho este sufrimiento de tener que pasar las 24 horas del día con alguien a quien no quieren, y con quien no se llevan bien. 

Hay parejas que se quieren mucho pero no pueden convivir juntas porque se pelean: unas habrán optado por estar separados y echarse de menos, que tampoco viene nada mal, y otras habrán optado por intentar convivir para darse compañía y calorcito. Habrá incluso ex parejas de estas que se llevan de maravilla que habrán podido optar por juntarse temporalmente si tienen hijos en común y no quieren estar cambiando a los niños y niñas de casa. 

También imagino a las parejas clandestinas: habrá gente escapando de sus hogares para ir a pasar una noche con sus parejas, sorteando a la policía, rezando para que no les descubran yendo a ver a sus amores.

Habrá parejas que estén haciendo terapia para intentar salvar su relación, dando lo mejor de sí mismos, hablando mucho, llorando a mares, tratando de recomponer la relación, viendo a ver si es posible empezar de nuevo... 

Imagino que habrá parejas en las que uno de ellos, o los dos, estén amargados echando de menos a sus amantes y odiando a su esposo o esposa, habrá parejas que se estarán conociendo de verdad y puede que les guste mucho (o nada) lo que están descubriendo.

Habrá parejas en las que uno de los dos no se siente correspondido o correspondida y está sufriendo porque sabe que su pareja se iría si pudiera. 

Seguro que hay también gente que está reconectando después de haber pasado un tiempo desconectados o distanciados, parejas unidas por el miedo a la soledad, o parejas que quieren volver a intentarlo cuando termine el aislamiento.

Habrá parejas que se han dado cuenta con tristeza de que se les ha acabado el amor y que lo mejor es separarse cuando todo esto termine, y están viviendo sus últimos días con una mezcla de nostalgia, miedo, dolor y pena. 

Habrá parejas que estén haciendo números cuando los niños duermen, desesperados porque les rebajaron el sueldo, les echaron del trabajo, o se les cayeron todos los proyectos de los siguientes meses y no saben cómo van a pagar el alquiler de la casa o la hipoteca, las facturas de luz y agua, y la comida de cada mes. Las imagino angustiadas con la situación, especialmente a toda la gente que vive al día, a la gente que si no trabaja no come, a las personas autónomas que no tienen salario, a las personas que antes tenían salario y ahora no. Y las imagino a algunas unidas haciendo frente al miedo y la incertidumbre, dándose calorcito humano y apoyándose.

A otras parejas las imagino peleando, y sufriendo por la cantidad de tensión y de rencor acumulado, intentando convivir en paz, o bien en constante batalla campal. Habrá gente que esté intentando practicar la comunicación no violenta, y gente que no tiene herramientas para gestionar la ira, el miedo, el cabreo, o la sensación de estar sufriendo como un animal enjaulado. 

Pero en quienes más pienso, es en las mujeres que conviven con sus agresores, antes atrapadas por la dependencia económica y la emocional, o las amenazas de muerte de él si decidían separarse, y que ahora están encerradas con ellos sin posibilidad de hablar con su familia o amigas sobre el infierno que están viviendo. Pienso también en sus hijos, hijas y mascotas, y el miedo que deben de sentir todos ante los estallidos de ira con violencia, el miedo a que un mal golpe mate a su madre, y la sensación horrible de que no hay una salida, y que después del encierro probablemente tampoco la habrá. Pienso mucho en las que no van a sobrevivir porque serán víctimas de femicidio: no podrán volver a la calle, no podrán volver a abrazar a los suyos, no podrán volver a la normalidad, porque sus maridos no han recibido la vacuna contra la violencia machista, aunque la descubrimos hace mucho. 

Pienso tambièn en las que están pidiendo ayuda en los teléfonos de emergencia pese a lo difícil de la situación, las que han podido ir a una casa de acogida para escapar de su agresor, las que han recibido ayuda de sus familias, amistades, el gobierno o colectivas feministas para salir del hogar, y me aferro con esperanza pensando en todas las que sí van a salvarse gracias a las redes de apoyo y cuidados. Las imagino tranquilas lejos de su agresor, las imagino pudiendo dormir bien por las noches, las imagino soñando con un futuro mejor. 

Coral Herrera Gómez 



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