9 de junio de 2016

Pasiones españolas: construcciones del amor romántico heterosexual. De la copla al pop estatal. Coral Herrera Gómez



Otras canciones románticas son posibles

La mayor parte de nuestras canciones siguen exaltando la violencia pasional, las guerras románticas, la necesidad de venganza cuando nos rompen el corazón, la sumisión erótica de la mujer, el asesinato de mujeres, y el sufrimiento femenino como muestra de amor verdadero. Pero muchas de nosotras estamos hartas de dramas alemanes, tragedias griegas, culebrones latinos, y sufrires eternos, y reivindicamos nuestro derecho a disfrutar del amor. Queremos otras canciones, otros romanticismos, otros finales felices, otras formas de querernos.

Existen muchas canciones que rompen con la tradición romántica del amor como una prisión o una enajenación mental que te limita y te ata al ser amado. Canciones maravillosas como la de Silvio Rodríguez: “Yo te quiero libre, libre de verdad, libre como el sueño de la libertad… “.

Necesitamos poner de moda canciones e historias de amor que rompan con la ideología hegemónica que atraviesa nuestra cultura amorosa: poesía que rompa con la propiedad privada y la exclusividad en la pareja, con las jerarquías, el sadomasoquismo romántico y las luchas de poder. Tenemos que reivindicar una música que no perpetúe los estereotipos y los roles de género, y que reivindique la diversidad sexual y amorosa de nuestra realidad cotidiana. Necesitamos canciones que canten más al amor y menos al desamor, y que sean capaces de ampliar nuestro concepto de “amor” mucho más allá de la pareja monógama en edad reproductiva.

La música es un motor de transformación, igual que el amor. Con música podremos visibilizar y crear otros modelos de relación, otras tramas, otras historias, otros protagonistas que en lugar de emplear la violencia para resolver sus conflictos, tengan herramientas para quererse bien, para respetarse, para cuidarse mutuamente, y para separarse con cariño.

Es fundamental que revolucionemos nuestro arte, nuestra música, nuestros relatos y nuestras representaciones a la vez que transformamos el mundo de los afectos, la sexualidad y el erotismo, las emociones y los sentimientos. Tenemos, también, que reivindicar nuestro derecho al amor y trabajar para que todo el mundo pueda unirse independientemente de su género, su orientación sexual, su clase social, su profesión, su edad, o su ideología.


Tenemos que cantarle al amor colectivo, a la ternura social entre los barrios y los pueblos, a otras formas de quererse alejadas de la ideología patriarcal y capitalista que nos hace sufrir tanto. Tenemos que dar espacio a los músicos y músicas, a la gente que compone y que canta otras historias de amor que nos muestren la riqueza del mundo en el que vivimos: hay muchas formas de juntarse y organizarse, y no tenemos por qué seguir cantando eternamente la misma canción.


Coral Herrera Gómez 


Índice de canciones analizadas en el artículo

-         Y sin embargo te quiero. Concha Piquer
-         Y sin embargo te quiero. Joaquín Sabina
-         Tentación. José Luis Perales
-         Corazón Loco. Bebo y El Cigala
-         Mi amor secreto. Lola Flores
-         Sin ti no soy nada. Amaral
-         Un hombre de verdad. Alaska
-         Con una mirada. Marta Sánchez
-         Como yo te amo. Rocío Jurado.
-         Si tú me dices ven. Los Panchos
-         No controles. Mecano
-         No soy esa. Mari Trini
-         Me gusta ser una zorra. Las Vulpes
-         Que te den. Amparo Sánchez
-         Quisiera amarte menos. Martirio
-         Todo cambia. Mercedes Sosa
-         Malo. Bebe
-         El ramito de violetas. Cecilia
-         La Zarzamora. Isabel Pantoja
-         Juana Peña. Mártires del Compás
-         Tatuaje. Concha Piquer
-         Ingrata. Café Tacuba
-         Matalás. Alejandro Fernández
-         Olvídame y pega la vuelta. Pimpinela.
-         Teatro. La Lupe
-         Rata de dos patas. Paquita la del Barrio
-         Yo te quiero libre. Silvio Rodríguez
-         La mujer que al amor no se asoma…
-         Déjate querer.




24 de abril de 2016

Quererse bien: Autoamor y autoestima





La guerra contra mi, la guerra contra todas
Quererse bien a una misma es un acto de desobediencia civil, y una forma de resistencia política ante la guerra que el capitalismo y el patriarcado sostienen contra nosotras.
La guerra contra las mujeres está basada en dos objetivos estratégicos: uno, que todas batallemos contra una misma, dos, que luchemos también contra las demás. El primer objetivo se logra minando nuestra autoestima para convencernos de que somos imperfectas, feas, viejas, gordas, o peludas. El segundo, se logra fomentando la competitividad entre las mujeres, haciéndonos creer que nosotras somos nuestras peores enemigas, que lo normal es compararnos y competir por la atención de los hombres, y que somos malas personas que no sabemos comportarnos cuando estamos juntas. Por eso es tan frecuente escuchar cosas como: "no hay nada peor que trabajar con mujeres, son todas unas chismosas", "las mujeres se tratan fatal entre ellas". Y es cierto: esta guerra es real, y cotidiana, y está basada en el lema: "divide y vencerás".
La industria de la belleza nos lanza bombardeos a diario, y por todas las vías posibles: cuñas publicitarias de radio, reportajes en revistas "femeninas", anuncios en vallas publicitarias, programas de televisión, anuncios en redes sociales... en todos ellos nos animan a auto torturarnos voluntariamente bajo la amenaza de que sin belleza no valemos nada, y que estando feas nadie nos va a querer.
 Los medios de comunicación tratan de convencernos de que nos faltan muchas cosas que pueden comprarse con dinero, y de que tenemos muchos problemas que pueden arreglarse si una realmente lo desea y se esfuerza lo suficiente. Por eso nos animan a luchar contra los kilos, las arrugas, los pelos, las imperfecciones ofreciéndonos diversas soluciones para ganar la batalla contra nosotras mismas. Y por eso nos arrancamos los pelos, pasamos hambre, compramos medicinas milagrosas y productos mágicos, sudamos en el gimnasio, y nos sometemos a todo tipo de tratamientos de belleza y cirugías invasivas.
Como cualquier religión, la tiranía de la belleza nos asegura que el dolor, el gasto y el sacrificio merecen la pena: "para ser bella hay que sufrir". El sufrimiento te lleva al paraíso, que es aquel lugar en el que seremos admiradas por los hombres y envidiadas por las mujeres. El premio es el amor de un hombre que caerá rendido ante nuestros encantos, un Salvador que al elegirnos nos hará sentir especiales, un varón exitoso que pagará nuestras operaciones y tratamientos para que sigamos bellas hasta la eternidad.
El infierno es la soledad: la amenaza constante es que nadie te va a querer si no luchas contra la fealdad, contra la edad y la grasa. La publicidad de la industria de la belleza fabrica las inseguridades, los complejos y los miedos que interiorizamos sin darnos cuenta (el miedo a envejecer, el miedo a quedarte sola, el miedo al fracaso personal y profesional, el miedo a la invisibilidad social...). A los publicistas no les falta razón: en el capitalismo patriarcal las mujeres guapas, jóvenes, y delgadas tienen muchas más posibilidades de encontrar un buen trabajo (especialmente si es de cara al público), y ganar más dinero que las demás.
Además, las más bellas son las que consiguen emparejarse con los hombres más exitosos del planeta: futbolistas millonarios, actores famosos, empresarios y políticos situados en a cúspide del poder y la riqueza. No importa si ellos son gordos, viejos y feos: lo que importa es que tienen recursos de sobra para mantenerte, y eso es lo que les hace deseables: si te eligen para acompañarlos, te contagias de su poder y su fama, y dejas de ser pobre y desconocida. Como las princesas Disney cuando son elegidas por el príncipe azul.
Desde pequeñas nos inculcan el deseo de ser especiales y diferentes al resto para que no se nos ocurra sentirnos iguales a las demás (para que jamás nos veamos como hermanas, ni como compañeras, y estemos siempre en guerra ). Por eso las protagonistas de los cuentos están siempre solas, sin amigas, y muy necesitadas de amor y protección: son tan débiles que ni se salvan a sí mismas, ni se ayudan entre ellas.
El objetivo final de esta guerra contra una misma y contra las demás, es tenernos solas y aisladas, y muy entretenidas con nuestra salvación personal. Cuanto más divididas estamos y más nos comparamos entre nosotras, más débiles y vulnerables somos. Cuanto más insatisfechas y frustradas estamos, más consumimos (productos de belleza, medicamentos, gimnasios, clínicas, peluquerías, centros de adelgazamiento, psicólogos, coachers, etc).
Cuanto más centradas estamos en nuestros problemas, y cuanto más nos deprimimos, más recursos invertimos en terapias con profesionales cuya principal tarea es subirnos la autoestima y hacernos creer que somos las mejores, que los demás no nos comprenden, que los que se equivocan son los demás. Nos irresponsabilizamos de nuestros actos creyendo que nosotras somos las buenas, y los demás son los malos. Nos dicen que todo está dentro de nosotras, y que para alcanzar la perfección sólo tenemos que tener fe en nosotras mismas, y en nuestra capacidad para transformarnos (como el cuento del patito feo que llega a ser cisne, o el cuento de la muchacha pobre que llega a princesa).

La super mujer y otros mitos patriarcales
La mayor parte de nosotras hemos sido educadas para ser las mejores en todo, por eso nuestros niveles de auto-exigencia son tan altos. No nos conformamos con estar sanas y tener un buen aspecto físico: además queremos ser las mejores estudiantes en el colegio y en la Universidad, ganar todos los concursos deportivos, de belleza o de inteligencia, tener las mejores calificaciones y destacar por encima de las demás en todas las áreas posibles.

9 de abril de 2016

El victimismo y el amor romántico

Brian M. Viveros


El victimismo es una estrategia para dominar a las personas de nuestro entorno, para manipular a los demás, para modificar la realidad, para lograr nuestros objetivos. El romanticismo del XIX utilizó mucho esta estrategia y la llevó al extremo: los genios románticos llegaban a auto-lesionarse y a suicidarse con el objetivo de convertirse en mártires del amor. No sólo querían dar pena o pasar a la posteridad, sino también hacer sentir culpables a la amada o al amado que no les correspondía.

El victimista o la victimista romántica sufren, pero no en silencio. Siempre multiplican el sufrimiento y lo esparcen para que la persona amada también sufra: "Si tú no haces lo que yo quiero, sufro. Si yo sufro, tú también"

Además de intentar que sufras, el gran objetivo es hacerte sentir que tú eres la responsable de su dolor y su tristeza.

¿Qué más quiere conseguir el victimista dando pena?  Que te sientas culpable, que te hagas responsable de su bienestar o su felicidad. Que no te vayas, que te enamores de él, que no te desenamores, que le hagas más caso, que le dediques más tiempo, que le obedezcas, que te sometas a sus necesidades y deseos, que no termines la relación....



1 de abril de 2016

El amor te cambia la vida: el mito romántico de la transformación mágica






Uno de los mitos románticos más potentes de nuestra cultura patriarcal es la idea de que la magia del amor nos salva de todos los males, nos soluciona los problemas, y nos cambia la vida. El amor convierte a los sapos asquerosos en príncipes azules, deshace el hechizo a las bellas durmientes, rescata de su encierro a las muchachas, transforma a la criada que limpia chimeneas en una princesa. 

El mensaje que nos lanzan las historias de Blancanieves y Cenicienta, por ejemplo, es que el amor te libera de las tareas doméstica, del abuso de madrastras malvadas y enanitos tiranos, de la pobreza y la explotación del mercado laboral. Sólo tienes que saber esperar y confiar ciegamente en que un día el amor llamará a tu puerta y te cambiará la vida. 




El amor convierte a los malos en buenos, como por ejemplo, la Bestia, que es un secuestrador y un maltratador cuyo corazón se va ablandando gracias al amor de la Bella. Él es un monstruo, pero la ternura de ella le convierte por fin en un apuesto príncipe azul. El ogro se libera de su maldición, deja de ser un amargado, abandona su agresividad y su violencia, y se casa con la chica linda que ha sido capaz de aguantar los malos tratos y la privación de libertad por su inmensa capacidad para amar. 

4 de marzo de 2016

¿Qué hacer si ya no me quiere?




Si ya no te quieren, acepta. 

Aceptar es la clave para no sufrir más de la cuenta cuando no eres correspondida, o cuando tu pareja se desenamora de ti. 


Las relaciones en las que uno de los dos está enamorado y el otro no, son infernales.


Cuando tengas que enfrentarte a un ruptura, hazlo con cariño. Despídete, cierra las historias con el mismo amor con el que las empezaste. Las guerras románticas no sirven para recuperar a tu amado o amada. 


Los chantajes, las amenazas, las escenitas dramáticas no reenamoran jamás a nadie. 

Las lágrimas y la lástima, no sirven para reavivir un amor que se extingue. 

Los reproches sólo aumentan las ganas de irse.

No mendigues ni exijas amor. 


Acepta que la relación se ha acabado, acepta con humildad, con deportividad, con amor que ya no te quieren. Aunque te hayan jurado amor eterno: ninguno, ninguna de nosotras puede cumplir esa promesa, aunque queramos. Los sentimientos cambian, el amor se acaba, y no pasa nada.

Todos somos libres para ir o venir, para llegar, para quedarnos y para irnos: no podemos obligar a nadie a que nos corresponda solo porque nosotras estamos enamoradas. 


Nadie puede obligarnos jamás a estar en una relación si ya no queremos estar.

El amor no puede comprarse. 


No eres una mala persona si te estás desenamorando: nos pasa a todos y a todas. El amor empieza y se acaba, aunque en las películas nos seducen con la idea de que el amor de verdad dura toda la eternidad.


3 de marzo de 2016

Ya tenéis igualdad, ¿qué más queréis?








¿Qué más queréis? Es la pregunta favorita de la gente que no sabe sobre desigualdad, que no sabe qué es el feminismo, que afirma que "no son machistas ni feministas", que no saben historia ni teoría política, que no leen los periódicos. 

¿Qué más queréis?, y suena a reproche: "las feministas siempre protestando por todo". En ese reproche se condensan todos los demás: que si nos violan es porque andamos solas de noche por las calles, que si sufrimos abusos sexuales es porque vamos vestidas en modo provocativo, que si los maridos o parejas masculinas nos matan a diario es porque "algo habremos hecho" (abandonarles, darles celos, ser infieles, desobedecerles, llevarles la contraria), o bien porque no sabemos elegir bien con quién nos juntamos....


El machista te dice: "Ya podéis votar, ya podéis estudiar y trabajar, ya no necesitais el permiso de vuestro marido para abrir una cuenta en el banco, ya podéis conducir coches, ser alcaldesas o presidentas, ya podéis hacer lo mismo que los hombres, ¿qué más queréis?". 


Pues qu
eremos que nos dejen de violar y de matar a diario en todo el mundo. Queremos que nos dejen de mutilar los genitales, queremos que no nos encierren en las casas, queremos que dejen de esclavizarnos para la trata sexual, queremos que dejen de desaparecernos, queremos que dejen de someter a las niñas a matrimonios forzados, queremos viajar solas sin que nos maten, queremos caminar libres por las calles sin miedo, queremos parir en los hospitales sin riesgo a morir o a sufrir malos tratos, queremos que nos dejen ser madres cuando elijamos, queremos que las niñas y las jóvenes puedan estudiar, queremos parar el acoso sexual en las universidades y en el trabajo, queremos empleo y salarios dignos, queremos que se nos deje de usar como botín de guerra en los conflictos armados, queremos que se garanticen nuestros derechos humanos en todo el planeta. 


29 de febrero de 2016

¿Por qué hay tantos hombres que tienen miedo a enamorarse? Video-consultorio del Laboratorio del Amor



"Nena, no te enamores de mí": ¿cuántas veces habremos oído esta frase en los labios de un chico al empezar una relación?. A los hombres les encanta imitar a sus héroes patriarcales, varones con el corazón endurecido que no están dispuestos a construir un vínculo hermoso y no tienen herramientas para disfrutar del amor. 
Las excusas que ponen son más o menos siempre las mismas: 
-  Una mujer me rompió el corazón en el año 1979,
- Necesito estar con mis amigos y sentirme libre como el viento,
- No me encuentro preparado para "asentar la cabeza" (lo dicen incluso los de 42 años),
- No sé lo que quiero en la vida, y necesito encontrarme a mi mismo,
- Busco a la princesa ideal y no la encuentro,
- Ya no creo en el amor desde que esa desalmada me dejó por otro,
- No creo en la pareja tradicional, que es una institución antigua y yo quiero ser super moderno.

20 de febrero de 2016

Video de la Conferencia de Coral Herrera en Xalapa, México, 2016





Interesante conferenciacia de la Dra. Coral Herrera Gómez, titulada "Otras formas de amar son posibles", llevada a cabo el día 15 de Febrero de 2016 en la ciudad de Xalapa, Veracruz, México.

4 de enero de 2016

Amar con los pies en la tierra: el romanticismo práctico



¿Cómo ser realista y romántica a la vez?, ¿es posible emborracharse de amor sin perder la sensatez?, ¿cómo se hace para ser práctica, sufrir menos y disfrutar más del amor?, ¿cómo dejar de perder el tiempo en relaciones que me hacen sufrir?, ¿cómo enfocar mis energías en personas o cosas que me hagan sentir bien?, ¿cómo hacer para que mi romanticismo no inunde todos mis espacios y mis tiempos?


Hoy está de moda cuidarse al máximo: comemos sano, evitamos los excesos (de grasa, de tabaco, de alcohol), tomamos vitaminas, hacemos ejercicio, practicamos yoga y otras artes orientales, nos hidratamos la piel, bebemos agua cada tres horas, retocamos las imperfecciones en el quirófano… nos preocupamos mucho por la salud y el bienestar físico, pero, ¿qué ocurre con nuestro bienestar mental y emocional?


Hasta ahora le hemos prestado poca atención a nuestra salud emocional, pese a que cada vez hay más gente deprimida o que sufre enfermedades mentales para los que solo tenemos pastillas y atención psicológica. Es hora de que aprendamos a cuidar nuestros sentimientos, gestionar nuestras emociones, y adquirir herramientas para sufrir menos, y disfrutar más del amor.


Los humanos sufrimos mucho porque somos seres muy complejos y nuestras relaciones también lo son. Cuanto más románticas son nuestras relaciones, más nos duelen: el romanticismo del XIX construyó su concepción del amor ligado al sufrimiento, y nosotros somos herederos de esa forma de entender el amor.


Los románticos eran unos grandes sufridores, unos mártires del amor, unos genios atormentados que como no tenían que madrugar para ir al huerto o a la fábrica, disponían de muchas horas libres para pensar en el amor. Su tiempo de ocio lo empleaban en quejarse y llorar amargamente, en dejarse llevar por la imaginación o los recuerdos, fantaseaban sobre el futuro, teorizaban sobre el amor o creaban sus utopías amorosas y sus castillos en el aire. Con todas esas emociones intensas componían bellos y desgarrados poemas, hermosos y melancólicos paisajes,  o  grandiosas obras musicales.


Los habitantes del siglo XXI, en cambio, no tenemos tanto tiempo libre. Nuestras pocas horas del día transcurren mayormente en la oficina o a la fábrica, tenemos que cocinar, limpiar, ir a la compra, hacer lavadoras, atender a los hijos y las hijas, cuidar a los animales domésticos, cuidar nuestra vida social y afectiva…. no podemos permitirnos el lujo de pasar horas soñando con amores imposibles, o malgastar días y días atormentados por un amor no correspondido.


La posmodernidad nos tiene a todos estresados y sin tiempo para el amor, por eso el poquito tiempo que tenemos, es mejor disfrutarlo en buena compañía. Somos eficientes y eficaces, somos productivos, nos sometemos a la tiranía de los relojes y los calendarios, nos pasamos la vida resolviendo, y nos queda muy poco tiempo para estar con nuestra gente querida: generalmente las dos o tres últimas horas del día, o los fines de semana, que son muy cortos.


Con tan poco tiempo libre, tampoco hay espacio para lamentarse: los lutos ya no nos determinan, los duelos ya no duran años. El sufrimiento romántico es cosa de adolescentes con tiempo para llorar en su habitación mientras todo se nubla a su alrededor. Los adultos no podemos pedir en el trabajo una semana de permiso para llorar a mares por una ruptura sentimental pues el mal de amores no se considera una enfermedad que nos incapacite para trabajar: el mundo gira a su ritmo, y sufras o no, la vida continúa, y hay que pagar las facturas.


La cuestión es: ¿cómo ser realista y romántica a la vez?, ¿es posible emborracharse de amor sin perder la sensatez?, ¿cómo se hace para ser práctica, sufrir menos y disfrutar más del amor?, ¿cómo dejar de perder el tiempo en relaciones que me hacen sufrir?, ¿cómo enfocar mis energías en personas o cosas que me hagan sentir bien?, ¿cómo hacer para que mi romanticismo no inunde todos mis espacios y mis tiempos?.


El romanticismo práctico sólo puede vivirse desde el presente: “te amo mientras dure, te quiero aquí y ahora, te quiero hasta que deje de quererte o dejes de quererme”. Amar con los pies en la tierra supone dejar el pasado atrás, y no perderse en el futuro con la imaginación: no  hacerse expectativas ni fabricarse fantasías paradisíacas. Las personas románticas que también son prácticas, tienen una gran capacidad para aceptar la Realidad, para conocer bien a la gente con la que se relacionan, para mantener a raya el auto engaño y ser realista en la medida de sus posibilidades.


Ser una persona romántica y práctica a la vez tiene muchas ventajas:


-te evitas meses y meses de sufrimientos y llantos desgarrados porque eres realista y cuando lo vas viendo venir, eres rápida en tomar decisiones.


-tomas las decisiones pensando en tu bienestar, trabajas siempre a favor de ti misma, te das buenos consejos.  


-identificas con facilidad las situaciones en las que no te sientes bien para poder irte, y para evitarlas.


-identificas con facilidad si puedes o no conectar a un nivel profundo con alguien, si la otra persona siente lo mismo por ti.


-distingues  con mayor facilidad lo que es importante y lo que no, lo que merece la pena y lo que no.


-controlas tus emociones y sabes cómo hacer para que no te invadan.



El romanticismo práctico es un arte y tiene pocas reglas: quererse bien a una misma, estar en el presente, ser realista, y saber reconocer el nivel de reciprocidad de la relación en la que estás. Es más fácil que una relación funcione si las dos personas se enamoran al mismo nivel, si les apetece lo mismo, si tienen el mismo ritmo, las mismas expectativas, la misma manera de entender el amor y las mismas ganas de construir una relación. Si alguno de los dos no se enamora, si alguno de los dos sufre, si la relación no funciona, lo mejor es dejarlo… y a otra cosa mariposa.


Aquí algunos consejos para aprender las artes del romanticismo práctico:


- ¿Cuánto espacio le dedicas al amor romántico en tu vida? Búscale su lugar entre todos los afectos que tienes y toda la gente  que te hace sentir bien. Si sabe cuál es su sitio, no invadirá todo y podrás dedicarle el tiempo que se merece.


- Aprende a aceptar: Si eres muy feliz, no te sientas mal por ello: acepta que te lo mereces, que la vida es corta y solo hay una. Si en cambio tu relación no funciona, acepta también. Si ya no te aman, acepta. Si se te acabó el amor, acepta. Si no se enamora de ti, acepta. No hay nada que puedas hacer para enamorar o re enamorar a alguien, no está en tu mano: no podemos cambiar a los demás. Sólo podemos elegir si queremos o no estar a su lado, y evaluar si nos merece o no la pena compartir con alguien que no te quiere.


- Si estás disfrutando mucho una relación y todo va bien, ¿para qué crearte problemas que no existen? Vive el presente mientras dure, y no le pongas trabas a tu disfrute. No tengas miedo: amar es de valientes, y no hace falta sufrir para vivir un romance: lo importante siempre es que te sientas bien y lo estés disfrutando.


- Si estás empezando una relación y no estás disfrutando, corta por lo sano. Te ahorrarás meses de peleas, malentendidos y malos ratos. Si no  te hace feliz, si no te sientes bien, si el trato no es bueno, rompe la relación: no merece la pena malgastar tu tiempo y energías en una relación que no funciona.


- Si llevas mucho tiempo en una relación, has sido muy feliz pero ya no disfrutas, corta por lo sano también. Ahórrate meses o años de guerras románticas y luchas de poder. Lo que se deteriora con el tiempo es mejor dejarlo morir: es agotador andar reavivando llamas lánguidas que se extinguen en cuanto dejas de soplar fuerte.


- Si no te sientes bien tratada, no exijas ni mendigues amor, simplemente rompe la relación y aléjate cuanto antes. Sean cuales sean los sentimientos de tu pareja hacia ti (muy enamorado, poco enamorado, desenamorado), el trato siempre ha de ser el mismo: sin buen trato, no hay acuerdo posible.


- No pierdas el tiempo y las energías dándole vueltas a los problemas. Tú sola no los solucionas pensando y repensando: pon tus dudas y emociones en común con tu pareja, dedica tiempo para hablar en profundidad y desde el cariño, y verás cómo es todo más fácil. Hablar nos permite desahogarnos y adquirir otras perspectivas sobre los temas que nos preocupan. Siempre es más fácil afrontar los problemas en equipo que a solas.


- No le pidas al amor lo que no puede darte. Cuantas menos expectativas, menos decepciones tendrás. Dejar a un lado los mitos puede ayudarte a construir relaciones muy bonitas que sin ser de cuento, te hagan sentir bien. Ser realista te permitirá disfrutar mucho más de las relaciones que tengas, duren lo que duren, porque así evitarás el miedo a vivir un engaño y a quedarte frustrada cuando todo acabe. 


- No pierdas el tiempo y la energía tratando de controlar el futuro. Tu único patrimonio es el presente, y sólo puedes trabajar en el aquí y el ahora: imaginar futuros bonitos o tristes nos lleva al mundo de la especulación absurda que no nos sirve de nada. Las circunstancias y la interacción con la gente nos van cambiando los escenarios: no está en nuestras manos controlar lo que ocurre en el presente o lo que va a ocurrir más adelante, y no hay otra realidad que ésta en la que estás ahora mientras me lees.


- Distinguir lo que es importante y lo que no lo es tanto nos puede ayudar mucho a evitar dramas y pasar malos ratos. Todo tiene su espacio y su tiempo, y las obsesiones recurrentes son lo menos práctico y sano que hay. Es importante dedicar nuestras energías a cosas y personas que merecen la pena, y dejar a un lado lo que no merece la pena.


- Aprende a relacionarte de igual a igual, las luchas de poder son agotadoras y nos roban mucho tiempo, y muchas energías.  Evita relacionarte con gente que se cree inferior o superior a ti, que se somete o trata de dominarte, que te endiosa o te machaca: una relación sólo puede funcionar desde la igualdad.


- Elige un buen compañero/a: júntate con gente que tenga herramientas para disfrutar del amor y de la vida. Gente solidaria y alegre que en lugar de criticar, siempre aporta, gente generosa con ganas de compartir, gente con capacidad para la empatía y el optimismo, gente que te trate bien, que te quiera bien en todas las etapas de la relación, gente con la que te sientas aceptada y  sientas que puedas ser tú misma.


- Quiérete mucho: conócete a ti misma, hazte tu mejor amiga y compañera, disfruta del tiempo que pasas contigo misma, practica la autocrítica, aprende a trabajar con tus emociones y a trabajar por tu bienestar, usa el sentido común … son todas herramientas que te pueden ayudar mucho para escribir tus historias de amor con sus finales felices. 



Coral Herrera Gómez 


Este artículo se publicó en la Revista Mente Sana, nº 121, Enero-Febrero 2016. 



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23 de diciembre de 2015

El poder de las brujas


 
Revista Mente Sana, número 120 (noviembre-diciembre)


Las brujas existen, y aunque no las vemos, haberlas, haylas, y por todas partes. A diferencia de otros seres mitológicos como los duendes o las hadas, que existen sólo como figuras narrativas, las brujas de carne y hueso nos acompañan desde hace muchos siglos.

La primera referencia documentada que tenemos de ellas es del siglo X DC, y en la actualidad se cree que hay más de 200 millones de brujas en el mundo. Las brujas posmodernas son muy diversas: algunas son curanderas que ejercen en sus pueblos; unas son clandestinas y llevan una doble vida, otras son famosas y ricas; unas son brujas hippies que dominan las técnicas de sanación oriental como el reiki, la acupuntura, el yoga; otras se dedican al activismo político y social y a la defensa de los derechos de las brujas…. 

Las brujas profesionales de hoy en día estudian en academias y universidades de Brujas,  investigan y publican en revistas, se reúnen en encuentros internacionales y congresos de brujería, y fundan asociaciones y colectivos de brujas en todo el mundo.  Gracias a Internet, hoy conocemos mucho más acerca de ellas, podemos seguirlas en Facebook y Twitter, leer sus blogs, asistir virtualmente a sus conferencias, cursos y talleres, y contratar sus servicios vía skype o whattsap.

En los relatos de nuestra cultura las brujas son seres muy longevos con poderes especiales, mujeres de acción que cuando se juntan son imparables: no están solas, como las princesas, y tampoco esperan a que alguien les resuelva los problemas. Viven en sus casas con su gato negro, sus libros, sus instrumentos de trabajo, su escoba y sus hierbas, generalmente sin marido que las mande. Saben hacer y deshacer hechizos, usan pócimas mágicas, curan o provocan enfermedades, saben leer el pasado y el futuro, hacen profecías, inventan conjuros nuevos, te ponen en contacto con seres del más allá, te dan consejos sensatos o te destrozan la vida.

Los cuentos de brujas nos fascinan y nos dan miedo a partes iguales porque el poder quería que las viésemos como seres monstruosos: ellas representan a todas las mujeres libres que los hombres temen. Nos las dibujan como seres indomables y rebeldes que ponen en peligro el orden establecido con su feminidad transgresora. En el imaginario colectivo, ellas son la peor pesadilla para el poder patriarcal, porque son mujeres poderosas capaces de transformar la realidad a su antojo.

Sin embargo, en la realidad, las brujas eran tan solo mujeres cono conocimientos, como su propio nombre indica (la palabra bruja en inglés, “witch”, procede del verbo “wit”, que significa “conocimiento”). La mayor parte de ellas fueron científicas que tenían acceso a la lectura y la escritura de libros, sabias que aprendían de sus maestras y transmitían sus conocimientos a otras de su clan.

Algunas eran líderes espirituales de su comunidad, otras eran médicas, curanderas, biólogas, nutricionistas, chamanas, artesanas, científicas … todas se consideraban peligrosas para el patriarcado porque se organizaban en grupos sororarios, tenían secretos, conocían bien el cuerpo y la sexualidad de las mujeres, sabían controlar su fertilidad y ayudaban a muchas a elegir y decidir sobre su maternidad.

La Ciencia occidental se propuso eliminarlas a medida que se fue imponiendo la visión masculina en todas las áreas de investigación y conocimiento. El cuerpo de las mujeres pasó a ser “cosa de hombres”: los científicos pronto se dieron cuenta de que si les impedían ejercer la medicina, y les despojaban de sus saberes, lograrían controlar los cuerpos de todas las demás mujeres.

Para poder crear un rechazo colectivo hacia ellas, la Iglesia las convirtió en monstruos y las satanizó. Se les acusó durante mucho tiempo de trabajar para el Demonio, de asesinar a niños y niñas, de provocar catástrofes medioambientales, de enloquecer a los hombres…  por eso en todos los cuentos y canciones se las representaba como mujeres malvadas, raras, feas o deformes, salvajes, misteriosas, viejas y locas que dan miedo.

Desde el principio de los tiempos, el miedo masculino al poder de las mujeres se ha expresado a través de figuras monstruosas que chupan la sangre a los hombres, que les despojan de su voluntad, que se aprovechan de ellos, que los atraen con sus encantos para destrozarles el corazón. Las mujeres malas de nuestra cultura son desobedientes, insaciables, caprichosas, irracionales, rebeldes, violentas y por eso aparecen como hienas, serpientes, sirenas, vampiresas, diablesas, magas, hechiceras…

Las maléficas (del latín maleficae) fueron, y aún son, el monstruo femenino más grande creado por nuestra cultura. Para hacernos temer el poder de la feminidad sin domesticar, nos las han pintado como la encarnación de la belleza más perversa y la fealdad más horrenda. Ellas representan las fuerzas incontrolables de la naturaleza, son las hijas de la noche y el misterio, son las que navegan por el lado oscuro de la realidad. Son las mujeres salvajes cercanas a la locura, el éxtasis, la vida y la muerte, las drogas, la divinidad y la animalidad…

La caza de brujas que asesinó a 9 millones de mujeres durante los siglos XVI y XVII, no sólo quiso acabar con el acceso de las mujeres al conocimiento y a la Ciencia, sino también con la relación de todas nosotras con nuestra sexualidad, nuestra salud, nuestros cuerpos y nuestra maternidad. El resultado de esta guerra contra las mujeres libres fue una verdadera matanza de la que aún sabemos muy poco. No sólo quemaron vivas a las brujas, sino también a mujeres que fueron acusadas de brujería por no seguir los mandatos de género o no someterse al orden patriarcal. Por eso las ejecutaban en público: eran asesinatos ejemplares con el objetivo de impedir el contagio de la feminidad rebelde.

La Iglesia Católica y muchos Estados de Europa y América se obsesionaron con las mujeres desobedientes y se propusieron acabar con todas ellas utilizando los métodos más crueles y sanguinarios. Fueron perseguidas, violadas, y sometidas a las torturas más horrendas porque el poder necesitaba domesticarlas (o mejor, eliminarlas), para instaurar el capitalismo patriarcal moderno, según nos cuenta Silvia Federici en su libro “Calibán y la bruja”.

La Historia silenció este genocidio hasta que en el siglo XX el feminismo reivindicó la importancia de las brujas, y denunció la invisibilización de la masacre de mujeres por parte de los historiadores. Hoy, muchas feministas nos consideramos herederas de esos colectivos de mujeres rebeldes a las que tanto temían los gobiernos, la Iglesia y la Ciencia. Desde que salió a la luz la represión que han sufrido las brujas en toda la Historia, son muchas las mujeres feministas que se han dedicado a estudiar su historia, a mostrarnos  su enorme diversidad, y a reivindicar el papel fundamental que ellas jugaron durante tantos siglos de patriarcado. 


¿Cómo ser bruja hoy?


Coral Herrera Gómez Blog

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