Si crees que tu pareja puede reaccionar mal o muy mal si le dejas, queda con él en un sitio público con gente, a la luz del día, y convoca a tus amigas y amigos para que estén cerca, por si tu pareja se pone agresiva. Si necesitas quedar con él para que te dé tus cosas, o si tienes que hacer una mudanza, nunca lo hagas sola, pide acompañamiento a tu gente querida. Si después de la ruptura crees que puede intentar hacerte daño, deja que te acompañen tus amigas y avisa a toda la gente que puedas para que él sepa que no estás sola.
Las mujeres que reciben cuidados y protección de su comunidad tienen más probabilidades de salir de una relación violenta, pero para las que viven en otro pueblo, otra ciudad u otro país es más difícil, porque cuando no tienes redes eres más dependiente y te sientes más vulnerable.
Si no tienes gente querida que te ayude a salir (a menudo es un proceso que dura semanas o meses), pide ayuda a profesionales de los servicios sociales y de la salud mental, o a las asociaciones y colectivas de mujeres más cercanas. Muchas médicas y doctoras de familia ya tienen la formación para ayudarnos a todas en los centros de salud.
También tus vecinas y compañeras de estudio y de trabajo pueden ayudarte: sean o no feministas, hay muchas mujeres sororarias en el mundo. Las mujeres desde siempre nos hemos ayudado entre todas, porque llevamos milenios sufriendo, resistiendo y haciendo frente a la violencia en todas sus formas.
Entre todas nos escuchamos, nos cuidamos y nos arropamos: todas sabemos lo difícil que es tomar conciencia de lo que nos está pasando, lo mucho que nos cuesta después hablar de ello, y la odisea que supone dar el paso hacia la liberación.
Sabemos respetar los tiempos de cada una y acompañar todo el proceso de una forma amorosa.
Sabemos, también, celebrar las liberaciones de cada una de nosotras, y acompañarnos en el camino hacia una nueva vida.
No lo hagas sola, déjate acompañar: solas no siempre podemos, pero con amigas, compañeras y vecinas sí que se puede.
Coral Herrera Gómez