Páginas

19 de noviembre de 2024

Día Internacional del Hombre: 19N




Hoy es el Día Internacional del Hombre 19N. Felicidades a todos los hombres que se trabajan sus patriarcados y desobedecen los mandatos de género, a todos aquellos que renuncian a sus privilegios de macho y que se esfuerzan por ser buenos compañeros, buenos papás y buenas personas. 


Yo brindo por todos los hombres responsables, solidarios, y comprometidos con los derechos humanos y con la construcción de un mundo mejor para todas y todos. 


Brindo por los que se quitan la corona, por los que entrenan en las artes de la autocrítica amorosa cada día, por los que no miran para otro lado y no se quedan callados ante el machismo de otros hombres.


Brindo por los que están aprendiendo a cuidarse y a cuidar, y a tratar como compañeras a las mujeres, por los que abrazan la igualdad y la libertad, brindo por todos aquellos que alzan la voz contra la violencia machista. 


Brindo por todos los que trabajan para que todas las personas podamos vivir una Buena Vida, libre de abuso, explotación y violencia. 


Brindo por todos los hombres a los que amo: mi papá, mi hijo, mi compañero, mis sobrinos, mis tíos, mis primos, mis ex, mis amigos y mis compañeros de lucha. 


Ojalá seáis cada vez más hombres los que toméis conciencia y os posicionéis contra la violencia y el sistema patriarcal

 💜💜💜

14 de noviembre de 2024

¿Cuando empezaron los hombres a odiar a las mujeres?




Los primeros homo sapiens no mataban a las mujeres, porque no existía el patriarcado ni la propiedad privada. Las primeras sociedades humanas eran tribales:, vivian en grupos pequeños, eran nómadas y se alimentaban de los vegetales que recolectaban y los animales que cazaban. Los seres humanos vivían muy pocos años, y eran una especie muy frágil y vulnerable: dependían de la solidaridad y el apoyo mutuo. Trabajan en equipo, todos los miembros del grupo eran importantes, y cada cual aportaba según sus capacidades y habilidades. Cuidaban a sus crías porque eran esenciales para la supervivencia de la gran familia que formaban: si las niñas y los niños morían, no había nuevas generaciones y el clan desaparecía. Las mujeres y los hombres adultos también eran importantes porque eran los que más energía tenían para cazar y recolectar, y para defender al grupo de los animales. Las personas mayores también eran indispensables porque tenían acumulado el conocimiento de todas las generaciones precedentes: sabían curar enfermedades, atender partos, enterrar a los que se iban. Sabían cómo hacer fuego, dónde encontrar agua, verduras y vegetales, insectos y plantas medicinales. Conocían las técnicas de caza, sabían trabajar la arcilla, la piedra y la madera para tallar instrumentos y herramientas, y eran los que transmitían las canciones y los relatos de generación en generación. 

Eran también los que sabían leer las estrellas y conocían los rituales para celebrar eventos importantes, como los nacimientos y las muertes o los cambios de estación. Los y las ancianas eran los que tenían la memoria histórica y los que sabían cómo comunicarse con las diosas. Y es que las deidades de la prehistoria eran femeninas, porque las primeras culturas humanas adoraban la abundancia, la fertilidad y la capacidad para gestar nuevas vidas. 

En nuestros primeros tiempos no existían las parejas tal y como las conocemos hoy en día. No sabemos mucho de sus relaciones sexuales y afectivas porque no conocían la escritura, solo tenemos huesos, dientes, vasijas, objetos, ropa y algunas herramientas. Pero si sabemos que vivian juntos, que caminaban sin dejar a nadie atrás, que cuidaban a las personas con enfermedades o discapacidades, o accidentadas, y que dependían unos de otros para sobrevivir. 

Sabemos que todos aportaban su granito de arena: unos cazaban, otros confeccionaban ropa, otros hacían cestos y para almacenar comida, otros limpiaban las cuevas, otros atendían a las personas enfermas, otros se encargaban de la dimensión espiritual de la comunidad, otros se encargaban de la defensa del grupo frente a los depredadores y a las catástrofes naturales. 

Cada cual según su edad y sus conocimientos, todos y todas eran importantes. Las estructuras eran comunitarias: algunos se organizaban en horizontal, y en otros había lideresas y líderes que se encargaban de coordinar el trabajo, de mediar en los conflictos, hacer cumplir las normas de cada grupo, y de las relaciones con otras comunidades humanas. Estos liderazgos solían ser grupales, por ejemplo las personas de más edad de los grupos. Aún hoy muchas comunidades tienen su Consejo de Ancianos y Ancianas. 

El patriarcado comenzó cuando dejamos de ser nómadas, inventamos la agricultura y empezamos a domesticar a los animales para poder comerlos. Fue en ese momento cuando inventamos la propiedad privada: esta tierra es mía, esta tierra es tuya. Cada cual trabaja su tierra y se queda con la producción. Con el excedente de los alimentos animales y vegetales, comenzó la acumulación y el acaparamiento. Surgieron los primeros “ricos”, que no solo tenían más riqueza que el resto , sino también más poder. Los que se quedaron sin tierra tuvieron que empezar a trabajar para ellos. 

No existían aún las monedas, así que los terratenientes les daban una pequeña parte de lo que producían ellos mismos, y se quedaban con la mayor parte de la cosecha, para intercambiarla por otras cosas con otros productores. 

Los terratenientes empezaron a transmitir su patrimonio a los hijos e hijas, y se dieron cuenta de que la única manera de que sus riquezas fuesen a parar a los hijos biológicos era encerrando a las mujeres en el hogar, y haciendo que trabajaran para ellos como si fueran empleadas, pero sin tener que pagarles. 

Fue hace 8 mil años cuando los hombres empezaron a explotar la tierra para obtener de ella el máximo rendimiento, y cuando empezaron a explotar a animales y a otros humanos para el trabajo en el campo. Las mujeres empezaron a ser confinadas en las casas y empezaron a sufrir explotación laboral, doméstica, sexual, y reproductiva. Tenían que parir a los herederos de sus esposos, encargarse de la comida, la limpieza, la crianza, y el cuidado de la familia al completo. Además, tenían que trabajar también en el campo y con las ovejas, cabras, vacas, caballos, burros, gallinas, gansos, cerdos, etc Solo los ricos y sus esposas podían liberarse del trabajo en el campo. 

Las mujeres y el ganado pasaron a ser objetos, bienes, propiedades de los hombres. Entre ellos se intercambiaban a las mujeres: los padres, vendían a sus hijas a cambio de otros bienes u otros animales, y a través de los casamientos las familias empezaron a unir tierras y patrimonio. Comenzó la herencia, y con ella la desigualdad y la explotación.

Lo explica muy bien Gerda Lerder en su obra, y también podéis leer a Joseph Campbell que nos explica cómo se dio el cambio cultural.

Los hombres empezaron a masculinizar a las deidades: las comunidades humanas dejaron de adorar a la fertilidad, para empezar a adorar la capacidad de dar muerte. Se sustituyó la adoración por la vida a la adoración de la fuerza y la violencia. 

Para someter a las mujeres primero tuvieron que aprender a verlas como seres inferiores, a odiarlas y a tratarlas como enemigas. Desde entonces hasta ahora, ese odio no ha desaparecido, y ha mutilado emocionalmente a millones de hombres que sufrieron la contradicción de odiar al grupo humano al que pertenecían sus madres.

Esta herida primaria del macho obligado a separarse de su madre para convertirse en un macho adulto y autónomo sigue abierta hoy en día. No hemos logrado resolver el tema de la autonomía, ni tampoco el trauma de los hombres que para vivir como reyes, se ven obligados a renunciar al amor, y son educados en el odio contra sus propias madres, hermanas, primas, vecinas y compañeras sexuales y sentimentales.

Los hombres empezaron a matarnos cuando las mujeres empezamos a desobedecer, cuando empezamos a hacer frente a las normas injustas, cuando nos resistimos a los mandatos del género, cuando nos impusieron las leyes del patriarcado y empezó la resistencia. 

Los hombres empezaron a matarnos cuando las mujeres quisimos romper las relaciones con ellos, e intentamos escapar del abuso y la explotación. Éramos sus propiedades privadas y para los grandes machos era impensable que ejerciéramos nuestros derechos y nuestra libertad, porque éramos parte de su patrimonio, del mismo modo que los animales y las tierras. 

Los machos no se contentaron con explotarnos a nosotras y a los demás seres vivos, sino que también empezaron a explotarse entre ellos. Los ricos se aprovecharon de los pobres, y cuando empezaron las guerras por el acaparamiento de territorios, empezaron a tener presos y a hacerlos esclavos. 

En el patriarcado todos sufrimos y ejercemos abuso, explotación y violencia sobre los demás. Excepto los que están arriba del todo, que viven como dioses porque tienen todo el poder. Y creen que por su posición dentro de la jerarquía, pueden usar y abusar de los demás.

¿Cual es la compensación que les ofreció el patriarcado a los hombres trabajadores? La posibilidad de hacer lo mismo que los ricos en sus propios hogares. Desde entonces, los hombres viven como reyes en sus casas, aunque fuera de ellas tengan que servir a otros hombres. 

Pueden estar muy sometidos en el campo o en la fábrica, pero luego llegan a casa y pueden comportarse como su patrón. Tienen a una mujer, hijas e hijos a su servicio. Y se creen dueños de sus vidas.

Las leyes del patriarcado permitían a los hombres patriarcales golpear, violar y matar a sus compañeras desobedientes. Y por eso hoy en día lo siguen haciendo aunque no sea legal. Están convencidos de que es su derecho. No solo odian a sus compañeras rebeldes, nos odian a todas. 

El patriarcado, entonces, no es un orden natural, no es eterno, y se puede derribar, como cualquier otro sistema político, económico y social. Si tenemos en cuenta que la especie homo tiene 2,5 millones de años de antigüedad y el Homo Sapiens tiene 200 mil años, es fácil darse cuenta de que 8 mil años no son nada. 

La lucha contra el patriarcado es tan antigua como el patriarcado. Las mujeres llevamos ocho mil años haciendo pedagogía, resistiendo y luchando contra el machismo y la misoginia. Y sabemos que el patriarcado no solo tiene una fecha de inicio, también tiene una fecha final.

Las mujeres feministas creemos y queremos un mundo mejor para todos y todas, y no pararemos hasta derribar el patriarcado. Nos queremos vivas.


Coral Herrera Gómez 









12 de noviembre de 2024

Podcast de Coral Herrera Gómez

 Todos los miércoles y los domingos publico nuevos episodios de mi Podcast, si quieres seguirlo puedes elegir entre Ivoox y Patreon. 

 

Enlace a Ivoox


En Patreon además de escuchar los podcast, puedes también leer mi Diario Personal, y mi nuevo ebook, que también publico por capítulos cada semana: 


Patreon de Coral Herrera Gómez


¡Muchas gracias por tu apoyo! 


11 de noviembre de 2024

Eventos de Coral Herrera en noviembre

 noviembre



Badajoz, días 14 y 15

III Congreso Nacional de Comunicación

Donde: Palacio de Congresos y Exposiciones de Badajoz

Modalidad: Presencial y virtual, gratuita




día 22: Lugo


IV XORNADA QUÉREMONOS VIVAS, LIBRES E IGUAIS

Hora: 09:00
Lugar: Salón Actos da Deputación
Modalidad: presencial y gratuita



día 25: Mota del Cuervo, Cuenca




Día 25: Ourense


Presentación del libro de Rosa Cobo
Dónde: Librería Espacio Lector Nobel
Hora: 19 pm



día 28: Santiago de Compostela


Congreso “Comunicar sobre violencia de xénero”

Donde: Auditorio Facultade Ciencias de Comunicación 

Ubicación: Universidad de Santiago de Compostela


Modalidad: presencial y gratuita



Día 30

Vilagarcía de Arousa





día 5: Santiago de Compostela



Amor romántico y Masculinidades: Hombres que ya no hacen sufrir por amor 

Día: 5 de noviembre 

Lugar: Universidad Santiago de Compostela

Salón de Actos de la Facultad de Ciencias de la Educación

Hora: 12 am








Ver todos los eventos de la Gira 2024 La Revolución Amorosa

9 de noviembre de 2024

Los peligros de ser un personaje público



Mi gente alucina cuando vamos a algún sitio y se acerca gente a saludarme, o a pedirme fotos y autógrafos. Pero los que más alucinan son mi hijo y sus amigos, que me preguntan fascinados cómo es ser famosa, cómo lo he conseguido, y cuánto dinero gano. Yo les explico que en realidad no soy famosa, que me conoce solo un círculo reducido de mujeres feministas, hombres igualitarios y gente que lee, que estudia, que está interesada por el tema de las emociones, las relaciones y los derechos humanos. 


Me dedico a desmontarles el mito de la fama, y a explicarles lo que no se ve en redes sociales, lo duro que es perder el anonimato, y los peligros a los que te enfrentas cuando tienes un grado tan alto de exposición pública. 


Y les cuento las aventuras que me ha tocado vivir en mis viajes, y lo mal que se pasa con el odio y la violencia que recibimos en redes sociales.


Lo comparto también con vosotras aquí, en mi Diario de Patreon

8 de noviembre de 2024

¿Cómo proteger a las niñas de la adicción romántica y de la violencia machista?




El mito del amor romántico tiene un impacto enorme en las niñas y las adolescentes, que son las más vulnerables porque son más fáciles de manipular. Mientras los niños varones se hacen adictos al porno, ellas se hacen adictas al amor romántico, y esto les afecta a todos los niveles: a su salud mental y emocional, a la relación que tienen con su cuerpo y con su salud física, a las relaciones que tienen con otras chicas, a su rendimiento académico, y a la forma en que diseñan su proyecto de vida.

Desde pequeñitas nuestra cultura patriarcal fomenta en ellas el narcisismo: los relatos que consumen les ofrecen modelos femeninos a seguir de chicas obsesionadas con la tiranía de la belleza: la moda, los cosméticos, los quirófanos, los tratamientos, las cremas, las dietas y las sesiones para machacarse en el gimnasio… 

Es una estrategia perfecta para que las niñas aprendan a ser mujeres patriarcales y consumistas, y para que obedezcan los mandatos de género, además de una fuente de negocios inagotable. La publicidad les bombardea a diario para que gasten dinero en estar guapas, corregir sus imperfecciones, odiar su cuerpo, y empezar una guerra contra sí mismas. Lo hacen mediante amenazas: “nadie te va a querer si estás gorda”, “eres fea y por eso nadie te elige como novia”, “te vas a quedar sola si no disciplinas tu cuerpo”

En la adolescencia la necesidad de sentirse aceptada por el grupo es fortísima, pero además también las enseñan a aspirar a ser las mejores en todo, a complacer a todo el mundo, a vivir para agradar y encantar a los hombres. Su autoestima depende de si son o no atractivas para ellos: no se valoran si ellos no las valoran. Desde pequeñas las enseñan que las demás mujeres son una amenaza, y que tienen que competir entre ellas para ver quién es la más guapa, la más sexy y la más popular.

La vía para alcanzar status dentro de la jerarquía social es ser elegida por el macho o por los machos alfa del barrio o del instituto. Por si solas no lo logran: es a través de la validación y el deseo de los hombres que adquieren su rango. Para seducirle y enamorarle, tienen que competir con las demás, y parecer más mayores de lo que son.

El objetivo de encontrar al príncipe azul es casi la única meta de las niñas que sufren adicción romántica. Y como muchas están presas de su ego, buscan desesperadamente validarse a través de los machos más patriarcales y poderosos. Quieren un hombre que se desviva por ellas y se ponga de rodillas, pero las que acaban arrodilladas son ellas

Las niñas que caen en la trampa romántica luchan por estar a la moda y por parecer “modernas” y “transgresoras” como los machos alfa, que parecen muy rebeldes pero en realidad también viven sometidos a los mandatos de género del patriarcado.

Las novelas románticas actuales son iguales que las del siglo XIX: les meten toneladas de sadomasoquismo en vena para que crean que amar es sufrir, y que cuanto más sufran, y más se sacrifiquen “por amor”, más grande será el premio. Su deseo sexual no importa: todo en el sexo debe girar en torno al placer del macho. Aprenden muy pronto a someterse en la cama, y también fuera de ella: se sienten esclavas del amor y sirvientas de su macho, creyendo que atravesando el valle de Lágrimas llegarán pronto al Paraíso romántico.

Las adolescentes pronto se dan cuenta de que el patriarcado solo les ofrece dos posibilidades: o convertirse en la Diosa Venus  (una mujer sexy que se acuesta con quien quiere), o la Diosa Hera (la esposa perfecta)

No tienen mucho margen: o eligen ser mujeres buenas (discretas, sacrificadas, sumisas al macho patriarcal) o mujeres malas (putas, zorras, guarras, etc que están disponibles para todos los hombres porque nunca serán elegidas como novias)

Para ellas es muy difícil escapar, porque los machos lo tienen muy claro: las buenas pueden alcanzar el trono del matrimonio (y comprometerse a no tener relaciones con otros hombres), y las malas son para follar, objetos de usar y tirar.

Para seducirlas, el patriarcado las hace creer que es posible actuar como una Afrodita para enamorar al macho, y luego convertirse en Hera, para poder ser la novia oficial de Zeus, el marido de Hera, el dios de todos los dioses.

Pero es una trampa: si los machos logran acostarse contigo a la primera, nunca te eligirán como esposa, siempre serás la amante. Y al revés: si intentas comportarte como una mujer buena, tendrás que renunciar a tener relaciones con chicos hasta que llegue tu príncipe azul, que te quieren virgen e inmaculada.

Los machos patriarcales no quieren tener novias, pero el patriarcado les seduce con la idea de que si tienen novia pueden también tener las amantes que quieran, y que es más emocionante hacerlo clandestinamente. 

Los machos patriarcales dominan el escenario, mientras que los demás les aplauden y les admiran. Son muy pocos los chavales que desobedecen los mandatos de género y son capaces de relacionarse con las mujeres como compañeras. Los estudios nos muestran que los chicos cada vez son más conservadores, machistas, racistas, homofóbicos y de derechas. 

Para las adolescentes es muy difícil encontrar chicos que no sufran misoginia con los que poder vivir una relación basada en la igualdad, la libertad, los derechos humanos, el disfrute y el placer, la ternura y los buenos tratos.

Muchas de ellas se pasan años soñando con el día de su boda, invirtiendo mucha energía, mucho tiempo y mucho dinero en este sueño. Viven en guerra contra sí mismas, desarrollan una fuerte dependencia emocional, desarrollan depresiones y trastornos alimentarios, se hunden psicológicamente si no son elegidas por los más guapos de la comunidad. 

Nadie les cuenta lo que pasa después de la boda, cuando acaba la luna de miel. No saben que cuando entren en palacio no van a ser las reinas, sino las sirvientas. Y cuando se den cuenta ya será muy tarde, y la mayoría aprenderá a resignarse. Porque nuestra cultura sigue romantizando la violencia y haciéndoles creer que “quien bien te quiere te hará llorar”, o que “los que más se pelean, son los que más se desean”

El mayor peligro que corren nuestras adolescentes con el amor romántico es sufrir violencia emocional y psicológica, violencia sexual, malos tratos y agresiones. Las estadísticas nos muestran que cada vez hay más niñas y adolescentes con protección policial por el riesgo que corren de ser agredidas o asesinadas por sus novios y ex novios. Esta violencia machista va es proporcional al aumento de la misoginia en nuestra cultura, y cada vez es más difícil protegerlas, porque el mito del amor romántico sigue siendo uno de los métodos de control y sometimiento más eficaces del patriarcado.

En mi libro 100 preguntas sobre el amor, les explico todo esto a las chicas, y desmonto todos los mitos del romanticismo patriarcal para que no caigan en la trampa, para que se liberen de la adicción y de la dependencia emocional, y para que aprendan a defender su libertad y sus derechos humanos fundamentales. Espero que te sea útil y te ayude mucho a trabajar el tema de las emociones y de las relaciones con tus hijas, sobrinas, alumnas, y vecinas.

Coral Herrera Gómez 




Aquí en tu librería favorita

Aquí en librerías de América Latina


5 de noviembre de 2024

Cuidar a tus amigas también es Autocuidado



Cuidar a tus amigas también es Autocuidado.

Cuidar a tus vecinas, 

A tus abuelas

A tus tías

A tus hermanas

A tus primas 

A tus compañeras de estudio y de trabajo,

Es también cuidarte a ti misma. 


Cuidar a tu gente querida 

A tu colectiva

A tus redes de afecto y apoyo mutuo

Es una forma de resistencia frente a un sistema que nos quiere solas, aisladas, enfrentadas, y en guerra entre nosotras mismas.

Autocuidado es también cuidar a la gente que te quiere, te apoya y te cuida.


A tu colectiva

A tus redes de afecto y apoyo mutuo

Es también cuidarte a ti misma

Es una forma de resistencia frente a un sistema que nos quiere solas, aisladas, enfrentadas, y en guerra entre nosotras, y contra nosotras mismas.

Autocuidado es también cuidar a la gente que te quiere, te apoya y te cuida.


Coral Herrera Gómez 

30 de octubre de 2024

29 de octubre de 2024

Coral Herrera en Santiago de Compostela

 



Título:  Amor romántico y Masculinidades: Hombres que ya no hacen sufrir por amor 

Lugar: Universidad Santiago de Compostela

Salón de Actos de la Facultad de Ciencias de la Educación

Hora: 12 am

23 de octubre de 2024

¿Quieres un cambio? Toma decisiones

 



El único cambio posible en tu vida es el que haces tú misma. No viene de fuera, no surge por arte de magia: es fruto de las decisiones que tomas, y de tu capacidad para ser honesta, para ser responsable y para comprometerte contigo misma. 

Vivimos en una sociedad dominada por el pensamiento mágico, que nos hace creer que hay seres sobrenaturales que viven en otras dimensiones y nos ayudan. A esos seres les rezamos, les pedimos que sean buenos, que nos salven de situaciones difíciles y nos solucionen los problemas. 

También hay personas de carne y hueso que nos hacen creer que nos pueden cambiar la vida usando la magia, y que nosotras lo único que tenemos que hacer es tener fe, y hacer rituales hermosos para propiciar los cambios que necesitamos.

Sin embargo, no es una cuestión de suerte ni de magia: los únicos cambios posibles son los que hacemos nosotras mismas tomando decisiones. 

La receta que funciona es:

HONESTIDAD

RESPONSABILIDAD 

COMPROMISO

Solo cuando estamos realmente comprometidas con nuestro bienestar y nuestro Autocuidado es cuando podemos generar cambios en nosotras mismas, y esos cambios propician que también los demás cambien a nuestro alrededor.

Los cambios individuales generan cambios sociales, por ejemplo cuando luchamos por aumentar los salarios de toda la población. Saliendo a la calle a protestar es cuando podemos mejorar las vidas de todos y todas. 

La gente va buscando salvaciones individuales, pero en realidad lo que necesitamos es la salvación colectiva. 

Y aquí radica la verdadera magia, cuando en vez de sentarnos a esperar, nos juntamos y nos organizamos, y nos ponemos a trabajar para que nos vaya mejor a todas.

Todos los cambios precisan de voluntad, esfuerzo y disciplina: no podemos quedarnos sentadas esperando milagros. Hay que ponerle energía y ser valiente: tomar decisiones es el inicio de todas las transformaciones, tanto individuales como colectivas.

Coral Herrera Gómez 

22 de octubre de 2024

¿Te vienes? 23 de octubre CDMX y 25 en Malinalco


día 23 

CIUDAD DE MÉXICO



Formato: presencial
Dónde: Colegio de Ingenieros Civiles de México
Hora: 10: 00 am y 07:00 pm
Modalidad: Pago en apoyo al Refugio de Espacio Mujeres 
Ya puedes reservar tu plaza aquí





días 25 al 27

Malinalco


Fin de semana en Malinalco

Información y reservas: 

18 de octubre de 2024

Malestares: ¿qué puedes hacer para sentirte mejor?




¿Por qué te sientes a veces tan mal? 

¿Qué puedes hacer para sentirte mejor? 

Todos y todas nos lo preguntamos en algún momento: no nos sentimos bien, pero no nos ha sucedido nada malo, ni parece que tengamos motivos para estar mal. Nuestra vida no se ha visto sacudida por ninguna desgracia, pero tú por dentro no te sientes bien del todo, no sabes muy bien por qué. Hay días mejores y peores, y no sabes de dónde vienen esos malestares.

Aquí te cuento qué es lo que te está haciendo sentir mal, porque aunque creas que lo tuyo es un asunto personal, en realidad es un asunto colectivo. Y las soluciones son colectivas. 

Estos malestares los compartimos con todos y a todas, vivimos en una sociedad enferma y violenta:

 

- Te sientes mal porque la comida que comes está envenenada: las frutas y las verduras están llenas de veneno: pesticidas y agroquímicos que entran en tu organismo y alteran tu microbiota. La carne que comes proviene de animales que viven encerrados en jaulas y sufren tortura desde que nacen hasta que mueren. Son alimentados con veneno, e hinchados a hormonas, y su vida es un auténtico infierno. Además, muchas personas son adictas al azúcar y/o a la comida basura, que nos genera alteraciones en la producción de insulina, y destrozan nuestra salud. Nuestro estado de ánimo y nuestra salud mental están en gran parte determinados por nuestro intestino: somos lo que comemos. 

 

- Te sientes mal porque el aire que respiras está contaminado, por eso hay tanta gente en las grandes ciudades que se desespera por salir a la naturaleza a respirar aire puro. Según estudios recientes, el aire contaminado constituye una amenaza significativa no solo para la salud física (mayor riesgo o exacerbación de una variedad de enfermedades, incluidas las infecciosas, alérgicas, metabólicas, neoplásicas, respiratorias y cardiovasculares), sino también para la salud mental. 

 

- Te sientes mal porque el ritmo de vida que nos impone el capitalismo es insostenible: vamos con prisa a todo, no llegamos a todo, y la vida se te está pasando demasiado rápido. Pasas la mayor parte del día corriendo de un lado a otro, sin tiempo para respirar, con la sensación de que no haces bien tu trabajo, que no eres buena madre, ni buena hija, ni buena en nada. Por eso tenemos angustia y sufrimos ansiedad permanente, y por eso nos empastillamos para poder relajarnos y para poder activarnos. El estrés nos enferma, tanto física como emocional y mentalmente: los altos niveles de cortisol nos envejecen prematuramente y nos acortan la vida.

 

- Te sientes mal porque no puedes disfrutar de la vida: apenas tienes tiempo para dormir, para disfrutar de tus pasiones, para disfrutar de tu gente querida. No podemos con tres jornadas laborales en un solo día. Nos engañaron a todas diciéndonos que era posible conciliar la vida personal, familiar y laboral: es un mito muy lindo que no se sostiene, porque pasamos la mayor parte del día trabajando, dentro y fuera de casa, más el tiempo que dedicamos al transporte. La falta de tiempo libre para descansar y para disfrutar también nos enferma: cuanto más carga de trabajo tenemos, más estrés y más frustración sientes. Hagas lo que hagas, tu bandeja está siempre llena de correos, y tu pila llena de platos y sartenes para fregar. Es un pozo sin fondo: las tareas no acaban nunca, y en cuanto tachas las que has hecho, tu agenda se vuelve a llenar. No hay forma de pararlo.  

 

- Te sientes mal por las adicciones: ¿quién no tiene una adicción? Hoy en día es muy difícil encontrar personas que no sean adictas a sus teléfonos. Pasamos una cantidad de horas frente a las pantallas brutal. Pero además, también somos adictos y adictas al azúcar, y a todo el veneno que llevan los alimentos ultraprocesados y las bebidas. Adictos a ir de compras, al alcohol, a los tranquilizantes y a los somníferos, al tabaco, la cocaína y otras drogas. Adictos al odio (especialmente en redes sociales), y adictos la violencia: no solo los adultos sufren de esta adicción, también muchos niños pequeños. La gran mayoría de los adictos al porno son varones, adultos y menores incapaces de tener relaciones sexuales sin humillar a mujeres, incapaces de tener una erección haciendo el amor. Todos somos adictos a algo, especialmente a aquellas cosas que usamos para distraernos, para ontener placer instantáneo, para evadirnos de nuestra realidad, para animarnos o para tranquilizarnos. Cuanto mayor es la adicción, mayor es la dependencia y la tiranía: no resulta nada fácil estar constantemente reprimiendo las ganas y midiendo las dosis, por eso siempre buscamos motivos para usar nuestras drogas, medicamentos, pantallas, comida... si no tuvieramos este nivel de ansiedad, de tristeza, de frustración, probablemente nos sentiríamos mucho más libres. 

- Te sientes mal por la angustia que te genera el consumismo: a diario te bombardean por todos lados ofreciendote cosas que no necesitas. El mercado nos seduce con productos y servicios constantemente, y nos hacen creer que vamos a ser más felices consumiendo, pero lo cierto es que como apenas tenemos dinero, tenemos que estar todo el tiempo diciendo que no a todo, y reprimiendo el deseo de adquirir objetos. En cuanto logras comprarte algo que deseas, el mercado te ofrece cien cosas más: el consumismo te genera tanta insatisfacción porque se renueva constantemente, y no es posible adquirir todo lo que deseas. Así que tienes que negarte a ti misma a diario la posibilidad de gastar dinero, porque a duras penas llegas a fin de mes. No eres tú sola: así vivimos el 99% de la población, atadas a ingresos precarios y bombardeadas a diario con anuncios por todas las vías posibles. 

 

- Te sientes mal porque cuando te conviertes en adulta, tienes que ponerte una máscara y una coraza, y disimular para que los demás no vean cómo eres realmente. Medimos mucho la información que le damos a los demás, nos protegemos para que nadie vea nuestro interior, nos avergonzamos a veces de cómo somos, y tratamos de dar una imagen exitosa en nuestras redes sociales para que la gente se crea que somos felices y que nos va muy bien. Hay muy pocos espacios en los que puedes quitarte la armadura y ser realmente tú misma, espacios seguros en los que no tienes miedo a que te hagan daño, espacios en los que te sientes libre para hablar, para expresarte, para decirlo que piensas, lo que sientes, lo que quieres, lo que deseas. Pero no tienes mucho tiempo para disfrutar de esos pocos espacios, ¿verdad? 


- Te sientes mal porque no eres normal, por mucho que lo intentes. Todos y todas tenemos que adaptarnos a lo que la sociedad espera de nosotras y nosotros, y además de obedecer los mandatos sociales, tenemos que obedecer también los mandatos de género. Todos y todas simulamos ser personas “normales”, aunque es un concepto abstracto que nadie cumple al cien por cien porque todos tenemos rarezas, manías, obsesiones, todos nos salimos de la norma en algún momento de nuestras vidas. Todo en ellas está regido por normas no escritas: nuestra forma de vestir, de hablar, de caminar, nuestro comportamiento en espacios públicos, también en nuestros espacios familiares e íntimos. Tienes que simular que “eres como todo el mundo” y haces lo que hace todo el mundo para no parecer rara, loca, desviada.  


- Te sientes mal porque todos los mitos caen, uno tras otro, y te sientes engañada y estafada. Nuestra sociedad se construye con ilusiones colectivas que nos mantienen trabajando para otros a cambio de un salario precario, y nos mantienen atados a un estilo de vida que no es tan bonito como te contaron. Cuanto más te ilusionas, más te decepcionas, y aunque te resignes, tu corazón y tu mente siguen soñando con la salvación. Una salvación que tiene que ser colectiva, pero a tu alrededor todo el mundo está en la rueda, girando sin avanzar, anestesiada y cabreada: la gente sigue porque todos tenemos miedo a pararnos y a pensar. Y estamos esclavizados a la necesidad de generar ingresos, mientras vemos cómo los políticos gastan nuestro dinero en mantener a banqueros, empresarios, obispos, soldados y hombres que viven como auténticos reyes. Un dinero que tendría que ir a parar a la construcción de escuelas, universidades, centros de salud, hospitales, trenes, y protección del medioambiente: es frustrante ver como lo despilfarran en comprar armas que no necesitamos para nada. 

 

- Te sientes mal porque te han hecho creer que si te esfuerzas mucho y tienes suerte, puedes triunfar en la vida. Y no es cierto: las personas que triunfan, en su mayoría, son las que tienen herencia patrimonial o financiera, contactos y apellidos. Nos venden la idea del emprendedor que se hizo a sí mismo desde la nada, pero son muy pocos los que logran salir adelante. Hoy todo el mundo quiere ser famoso y millonario, pero el capitalismo feroz solo permite llegar a la cima a unos cuantos: todos los demás nos quedamos donde estamos, luchando por sobrevivir. Nos hacen creer que si no logramos destacar por encima de los demás, no valemos nada, por eso tu autoestima está por los suelos: cuanto más te crees el cuento de que es posible salir de la pobreza y la precariedad, más fracasada te sientes. Pero no, no es que no te hayas esforzado lo suficiente, es que no hay sitio para todos ahí arriba, y si eres mujer, menos todavía. 

 

- Te sientes mal porque te hicieron creer que encontrar al príncipe azul es la puerta de entrada al paraíso, y no lo has encontrado. O lo has encontrado y nada es como te contaron: el amor romántico te generó unas expectativas tan altas, que la realidad se te antoja demasiado dura. Porque el mito del matrimonio feliz que funda una familia feliz es una estafa: la mayoría de las mujeres trabajan de sirvientas de sus maridos e hijos, y viven en una constante batalla para no ser explotadas. Sin embargo, para muchas es imposible que los miembros de la familia se impliquen en las tareas de cuidados, prefieren vivir como reyes. No hay nada más frustrante que sentir que tus seres queridos abusan de ti y te roban el tiempo libre, y encima ni te reconocen el esfuerzo que haces. Porque da igual cuanto te esfuerces: las labores de cuidados no se valoran nada. Y no hay nada peor que darte cuenta de que no son recíprocos: a ti no te cuida nadie. 

 - Te sientes mal porque siempre te estás comparando con las demás personas, y no hay nada más frustrante en el mundo que vivir en constante competición por ser la más lista, la más guapa, la más joven, la más veloz, la más fuerte, la mejor en todo. ¿Por qué? Porque siempre que te compares vas a ver mujeres más jóvenes, más guapas, más inteligentes, más sexys, más encantadoras, más ricas, más cultas y sabias, y con más títulos y experiencia que tú. Es lindo sentir admiración por las mujeres que te rodean, pero cuando lo que sientes es envidia, entonces es cuando todo se estropea: es un sentimiento muy feo que nos lleva a portarnos mal con las demás. Competir contigo misma también es agotador: intentar superarte constantemente a ti misma, y vivir con tantas exigencias encima, es super frustrante. Porque claro, siempre podrías ser mejor, siempre podrías brillar más, siempre podrías darte por completo, pero mira una cosa: la vida es muy corta y si vives todo el tiempo rivalizando, y comparandote con los demás, no te da tiempo a disfrutar. Para poder disfrutar hay que estar en calma y en paz con una misma y con el mundo que te rodea, sin más afán que sufrir lo menos posible, y vivir lo más a gusto posible. 

- Te sientes mal porque sabes que para aguantar y resistir necesitas hacer ejercicio, comer bien, mantenerte en forma, dormir las horas que necesitas, pero por muy comprometida que estés con tu autocuidado, no logras disciplinarte a ti misma porque no tienes apenas tiempo para hacerlo, así que te sientes culpable porque los demás no te cuidan, pero tú tampoco te cuidas a ti misma. Porque la cuestión es, ¿cuando te cuidas si no tienes tiempo?

 

- Te sientes tan mal porque siendo mujer tienes que estar siempre alerta ante el acoso y las agresiones, tanto en las calles, como en el transporte público, como en los espacios comunes: las mujeres sufrimos violencia en el seno de nuestra propia familia, en nuestros centros de estudio y de trabajo, en los espacios de ocio y tiempo libre. Vivir siempre a la defensiva es agotador, pero lo cierto es que solo podemos relajarnos en espacios seguros en los que sabemos que nadie nos va a hacer daño. Y no abundan esos espacios seguros. 

 

- Te sientes tan mal porque lo que hacen las mujeres no es tan importante como lo que hacen los hombres, por eso tenemos que esforzarnos el doble que ellos, y por eso muchos se apropian de nuestras ideas, de nuestras creaciones, y nuestro trabajo. Sabes que es injusto, pero lo asumes como algo “normal” porque siempre ha sido así, especialmente en las profesiones más masculinizadas, y sabes también que es difícil sobrevivir en entornos competitivos en los que las mujeres luchan entre ellas para sobrevivir. Por eso buscas espacios horizontales en los que las mujeres cooperan y se prestan apoyo mutuo, pero no es fácil encontrarlos. 

 

- Te sientes tan mal porque se te cayó el mito de la familia feliz, y porque no hay condiciones para maternar y para la crianza: la gran mayoría de las mujeres no podemos cuidar a nuestros hijos e hijas, y nos vemos obligadas a dejarlos con personas desconocidas cuando tienen pocas semanas de vida. Apenas tenemos tiempo para disfrutar con ellos: también les imponemos un ritmo de vida brutal, y les drogamos con pastillas, azúcar y pantallas para tenerlos calmados y que no protesten. Mientras, tú tienes que trabajar como si fueras una mujer sin hijos, no importa cuántos tengas: tienes que ser productiva aunque no hayas dormido en toda la noche vigilando la fiebre de tu bebé, tienes que darle tu energía al dueño de tu empresa, y para tus crías solo hay migajas: tienen que conformarse con una madre estresada y agotada. Cuanto más cansancio sufres, más mala madre te sientes. 

 

- Te sientes mal porque tus relaciones con la familia son dolorosas y conflictivas, y apenas tenéis herramientas para poder comunicaros y para resolver los problemas sin haceros daño. También las relaciones en tu centro de trabajo son difíciles porque están atravesadas por las luchas de poder, y lo mismo sucede en los colectivos a los que perteneces: cuánto más competitivo es el entorno, más inhumano y hostil es. Vivimos en un mundo en el que a la gente le cuesta mucho pensar en el Bien Común: la mayoría de las personas van a lo suyo y construyen relaciones basadas en el interés y el egoísmo, por eso pasas gran parte de tu vida poniendo límites al abuso de los demás, y teniendo que aceptar los límites que te ponen a ti. Al final estás todo el día batallando, y es agotador: sabes que necesitas herramientas para cuidar tus emociones y tus relaciones, pero no sabes dónde obtenerlas. 

 

- Te sientes mal porque el futuro está cada vez más negro, y porque tienes miedo a la pobreza y a la exclusión social. Puedes perder tu trabajo y quedarte completamente indefensa ante una crisis económica, y tu gente querida está igual que tú. Somos muy vulnerables frente a las crisis que genera el capitalismo para crear mano de obra barata y desesperada. Y sabes que la salvación individual es casi imposible, pero sigues comprando lotería por si tú tuvieras suerte, aunque sabes que estás condenada de por vida a ser vulnerable y a trabajar como una bestia hasta que te jubiles (en el caso de que vivas en un país en el que haya pensión de jubilación)

 

- Te sientes mal porque tratas de ser leal a ti misma, pero es muy difícil. A veces te has traicionado y te has sentido horrible, porque no has podido actuar según tus principios y tus valores, o porque has tenido que hacer cosas que no querías hacer, en nombre de la empresa o institución en la que trabajas. en nombre del amor, en nombre de la familia, el sindicato o el partido político al que perteneces. Te sientes mal porque tu conciencia te dice una cosa, y la sociedad te pide que hagas otra, y no poder ser leal a ti misma te hace sentir una traidora. Porque a veces has tenido que callarte cuando no estabas de acuerdo, o has tenido que votar algo diferente a lo que tú querías, o te han obligado a mirar a otro lado mientras se estaba fraguando una injusticia. No es fácil ser coherente e íntegra en un mundo en el que todos se venden a sí mismos, y todos practican la hipocresía. Por miedo a las represalias del grupo o del poder, pero también por necesidad, porque no te ha quedado otro remedio. Si alguien a tu alrededor decide ser coherente con sus principios y actúa con lealtad hacia sí mismo/a, te sientes todavía peor, porque te hace ver con claridad que tú a veces te traicionas. 

 

- Te sientes mal porque alguna vez creíste que era posible crear un mundo mejor para todos y todas, pero has perdido la esperanza y la fe en la Humanidad, y a veces la realidad te parece demasiado brutal, especialmente cuando ves noticias, pero también cuando alguien de tu entorno pretende hacerte daño, aprovecharse de ti, o destruirte para ocupar tu lugar. Vivimos bajo la ley del “sálvese quien pueda”, por eso te sientes tan atrapada en la jungla, y por eso a veces sueñas con un mundo más justo, más humano, más amable, y con una vida más fácil y más bonita. Pero no hay mucha gente a tu alrededor que sueñe como tú: la mayoría han perdido la esperanza, se han resignado, y no pueden siquiera imaginar un mundo mejor.  


¿Cómo podríamos estar mejor?

Piensa en lo bien que te sientes cuando comes bien, cuando duermes bien, cuando descansas lo que necesitas. Cuando tienes tiempo para disfrutar de tus pasiones y tu gente querida, cuando estás rodeada de verde, al aire libre, mirando hacia el cielo o al mar, con la mirada perdida en el horizonte. Cuando encuentras gente como tú, cuando te juntas con más mujeres, cuando te sientes libre en espacios seguros y amorosos para conversar, para expresarte sin miedo y para ser tú misma. Cuando bailas, cuando cantas, cuando escuchas música o la tocas tú. Cuando haces cosas con tus manos.

¿Verdad que te sientes bien cuando eres útil, y cuando ayudas a que la vida de los demás sea mejor? Cuando te cuidas, cuando haces ejercicio y respiras aire puro, cuando desconectas de tus problemas, cuando te alejas de tu rutina de vida, cuando estás rodeada de naturaleza. Cuando estás tranquila y relajada, cuando tienes tiempo para estar a solas, cuando tienes tiempo para cuidar tus vínculos, cuando eres leal a ti misma, cuando desobedeces normas injustas, cuando abandonas las batallas y las luchas de poder que te están robando la paz interior. 

Haz lo que te hace bien, lo que te da energía. Haz lo que te apetece, lo que te ayuda, lo que te da placer, lo que te sienta bien. Cuidarse por fuera y por dentro para estar bien es un acto político, porque el patriarcado nos quiere a todas aisladas, estresadas, empastilladas, anestesiadas, cabreadas, obedientes y amargadas. 

Lucha para que tú y tu gente podáis comer alimentos sanos, beber agua limpia, respirar aire sin contaminar. Lucha para que las ciudades sean vivibles, para mantener los espacios verdes, para proteger la naturaleza, para redistribuir la riqueza, para que todas y todos podamos disfrutar de nuestros derechos fundamentales.

Para que todos y todas podamos sentirnos mejor, hay que defender el derecho a vivir bien. Necesitamos un mundo de paz, igualdad y justicia social: la felicidad y el bienestar no son problemas individuales, sino asuntos políticos, y por eso requieren soluciones colectivas. 


Coral Herrera Gómez


Artículos relacionados: