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12 de abril de 2025

Crear comunidades para acabar con la violencia y la impunidad




Nuestra cultura protege a los agresores y a los violentos. Todos
y todas colaboramos para protegerlos, consciente o inconscientemente. Vivimos en una cultura patriarcal basada en la impunidad, pero no estamos condenados a vivir siempre así. ¿Qué podríamos hacer para empezar el cambio que necesitamos?

Tomar conciencia de cómo les encubrimos, y cuáles son los mecanismos que usamos para perpetuar la cultura de la violencia.

- Uno de los mecanismos de perpetuación más comunes consiste en culpar a las víctimas de la violencia que sufren, y victimizar al culpable. 

- A las víctimas no se las cree: su testimonio siempre es puesto en duda, y a menudo se les señala su implicación en el conflicto como agente provocador. 

- En cambio a los victimarios les ampara la presunción de inocencia: es la víctima la que tiene que aportar pruebas de las agresiones que ha sufrido. Sobre ella pesa la sospecha de que lo hace para llamar la atención o por un deseo de venganza, cuando en realidad lo que piden las víctimas es justicia y reparación.

- A las víctimas se les acusa de querer hacer daño a sus victimarios, de querer arruinar su imagen y su prestigio, o de querer destruir al victimario por alguna "oscura razón". Los culpables en cambio son considerados personas “normales” que pierden los nervios o la paciencia y actúan desde el impulso, arrasados por su emoción (irá, miedo, rabia, dolor)


Esta cultura de la impunidad comienza en la escuela. 

Así funciona el asunto en la mayoría de los centros escolares: 

- Lo primero que aprenden niños y niñas al entrar en el colegio es que no hay nada peor que ser un chivato y denunciar las agresiones al profesorado y al equipo directivo. Nadie quiere ser señalado como un traidor.

El matón del grupo siempre tiene a gente que le ríe las gracias y le aplaude cuando amenaza o golpea a sus víctimas. Sin este grupo de apoyo el matón no se atreve nunca a actuar. Generalmente son niños muy sumisos que tienen miedo al agresor, o niños que le admiran y querrían ser como él.  

- Muchos niños no quieren ver sufrir a sus padres y prefieren callar para no preocuparles. También guardan silencio por miedo a las represalias, porque les da vergüenza sufrir violencia y porque no están muy seguros de que los adultos puedan creerle y protegerle.

- Los padres de los agresores suelen ser también gente violenta, aunque no siempre. Y suelen ser violentos con sus hijos e hijas, aunque no siempre. 

- Son muy pocos los padres que se sientan a hablar con sus criaturas para explicarles por qué no deben hacer daño a otros seres humanos. La gran mayoría se pone de parte de sus hijos y los defiende a capa y espada, aunque ellos mismos hayan presenciado las agresiones de sus hijos "in situ". Pueden admitir que su hijo a veces pega, "pero mi hijo no es violento". 

- Otra ayuda importante es la gente que no se quiere meter en líos y mira para otro lado, como hacen muchos adultos y adultas en el patio del recreo o en el parque infantil. Hacen como si no supieran y como si no estuviera sucediendo, y luego se muestran sorprendidos cuando las víctimas se quitan la vida porque no aguantan más.

- Si un niño o niña reúne la valentía necesaria para denunciar la violencia que sufre, los adultos generalmente lo tratan como si fuera un conflicto entre dos iguales. Generalmente los matones suelen tener mucho más poder que sus víctimas, ya sea porque son más fuertes o simplemente porque cuentan con apoyo de mucha gente.

- Una de las cosas que más beneficia a los matones de clase es que las personas adultas minimicen el asunto e invaliden los sentimientos de las personas agredidas: “son cosas de niños”, “estás exagerando”, “no ha sido para tanto “, “qué sensible eres”…

- Disfrazar la violencia de humor: “qué poco sentido del humor tienes”, “eres demasiado susceptible”, “era una broma”, para que parezca que el daño se hizo sin intención. La violencia se presenta como algo “normal” que divierte a todo el mundo (menos a quien le toca recibir las burlas, los insultos y las humillaciones)

¿Cuáles son las estrategias de las víctimas? 

Pues someterse y victimizarse aún más para generar empatía en el o los agresores (cosa que no funciona), o plantarles cara y enfrentarse a ellos con violencia (funciona a veces). Este es el consejo que les dan a los niños: “pégale tu para defenderte” , pero es un consejo cruel. 

Yo estuve tiempo aguantando la violencia en el colegio porque no quería pelear, no quería usar la violencia, y no me sentía en igualdad de condiciones para la batalla: es súper violento empujar a una niña o niño a la violencia como si no hubiera otras maneras de parar a los agresores, y como si fuera un problema individual, cuando en realidad es un problema colectivo.


Esta falta de apoyo de la comunidad es la que hace que las víctimas se vean obligadas a abandonar el colegio y el barrio. Y es una gran injusticia porque cuando se marchan, el niño agresor refuerza su sensación de gozar del privilegio de la impunidad total. Sabe que el castigo es para las víctimas, no para él. 

Los niños y las niñas no solo sufren violencia de otros iguales, también sufren violencia en casa, en clases extraescolares, y en la parroquia. Es muy difícil para las víctimas pedir ayuda: la mayoría es capaz de hablar de las agresiones que ha sufrido 30 o 40 años después, como las víctimas de la pederastia eclesiástica. Han hablado cuando han podido, después de años de terapia, y sin embargo la Iglesia católica no les ha apoyado como merecían. Muchos de los curas agresores fueron trasladados de parroquia, jamás fueron juzgados, encarcelados ni expulsados de la organización. Los católicos no han inundado las calles pidiendo justicia para las víctimas y tampoco se están tomando medidas para que no vuelva a ocurrir.

¿Qué responsabilidad tiene el Estado y los gobiernos en la perpetuación de la violencia y la impunidad?

Los gobiernos podrían aprobar leyes contra la violencia en las aulas, y proporcionar formación en colegios e institutos de la Cultura de la No Violencia, la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados. 

No es un tema prioritario porque los niños no votan, y no tienen tampoco voz propia. No hay representantes de la juventud ni de la infancia en los parlamentos.

Los discursos antipunitivistas que piden rebajas de pena y absoluciones para violadores, pederastas, agresores, puteros y femicidas también fomentan la cultura de la impunidad. 

La sociedad cree que la violencia es algo “normal” y “natural”. El maltrato está en todas nuestras relaciones y solo ahora estamos empezando a poner nombre a todas las violencias que sufrimos y ejercemos, gracias al feminismo que está trabajando mucho en identificar y combatir la violencia machista. 

Aún los medios de comunicación siguen protegiendo a los agresores, cuestionando a las víctimas, y tratando de que la violencia parezca una pelea entre dos personas que se encuentran al mismo nivel. Pese a la formación que está recibiendo el personal sanitario y las fuerzas de seguridad, para las víctimas denunciar en comisaría y frente al juez es un auténtico calvario. 

Se les pide que denuncien pero el proceso es un infierno, y los jueces más misóginos siguen absolviendo a pederastas, puteros, violadores y femicidas. La sociedad sigue también poniéndose de parte de los violentos, por eso muchas mujeres no denuncian o quitan la denuncia. En un sistema que culpabiliza a las víctimas y victimiza a los culpables, tratar de pedir justicia y protección es una auténtica odisea. 

Los niveles de impunidad son obscenos en todo el mundo. Si los agresores son millonarios, las posibilidades de ganar el juicio son casi nulas. La opinión pública siente más simpatía por los hombres que por las mujeres, porque nosotras nunca hemos sido de fiar: las mujeres en el imaginario colectivo somos aún representadas como peligrosas, astutas, manipuladoras, irracionales, caprichosas, retorcidas, cambiantes, mentirosas, interesadas, misteriosas, y malvadas. 

Nuestro testimonio nunca es creíble. Sobre nosotras recae siempre la sospecha de que estamos despechadas y por eso queremos arruinarle la vida a un hombre. Incluso cuando un señor es señalado por varias mujeres, no importa si son tres o treinta: todas tienen encima la sospecha de querer vengarse por alguna oscura razón. Los pobres hombres son representados por los medios como víctimas de estas alimañas. 

¿Que está cambiando en estos últimos años? A nivel cultural, los violentos siguen protagonizando las películas de ficción, y los productores siguen ensalzando la figura del macho con poder que se dedica a dominar, matar y destruir. 

Pero en las calles las mujeres estamos pidiendo que dejen de violarnos y matarnos, y hemos iniciado un movimiento mundial llamado MeToo que está rompiendo con el pacto de silencio y la impunidad de los hombres con poder. Cineastas, escritores, políticos, músicos, futbolistas, científicos… ahora todos tienen miedo porque nosotras ya no nos callamos. 

Es cierto que hay mujeres que siguen protegiendo a sus maridos, a sus amigos y compañeros de partido, y que mientras tengan aliadas, los machos de derechas y de izquierdas seguirán gozando de impunidad. Este apoyo de mujeres patriarcales es fundamental para ellos, pero lo cierto es que el Pacto de Silencio se está resquebrajando poco a poco. 

¿Cuáles son los retos que tenemos por delante?

 Juntarnos para hacer frente a la violencia, crear comunidades de apoyo mutuo, y sobre todo apoyar a niños y a niñas que son las más vulnerables y las que más nos necesitan. 

Hacer autocrítica amorosa para identificar las violencias que sufrimos y las que ejercemos.

Aprender a cuidar nuestras emociones y a resolver conflictos sin hacernos daño.

Crear pequeñas comunidades de cuidados donde todos demos y recibamos amor.

Pero además también tenemos que organizarnos no sólo contra los agresores que ejercen violencia sobre una o varias personas, sino también contra los hombres y mujeres con poder que ejercen violencia contra un pueblo entero y atentan contra nuestros derechos humanos fundamentales. Por ejemplo, los que destruyen la Sanidad y destinan el dinero al gasto militar. 

En democracia apenas tenemos mecanismos de autodefensa para hacer frente a la maldad de nuestros gobernantes, que pueden robar, malversar, saquear los recursos públicos, meternos en una guerra y tomar las medidas que quieran sin ningún tipo de consecuencias. 

¿Cómo podríamos acabar con la impunidad? Dejando de idolatrar a los violentos y creando grupos de cuidados. 

Si en los barrios y en los pueblos, en las escuelas, los institutos, las universidades, los centros de trabajo, las instituciones y las organizaciones hubiese grupos de cuidados y todo el mundo pudiera pertenecer a uno, los agresores se echarían para atrás. No es lo mismo meterse con una mujer indefensa que con diez mujeres, ni es lo mismo meterse con un niño más pequeño que tú que con un grupo de diez niños y niñas. 

Los violentos son cobardes, y pegan porque saben que pueden hacerlo. Los grupos crean un escudo humano que protege a todos los miembros y que a la vez impide que ningún miembro ejerza violencia contra otras personas. 

Si lográsemos crear pequeñas comunidades unidas por los valores de la solidaridad, el apoyo mutuo y el compañerismo, si aprendiésemos a trabajar en equipo para resolver conflictos, si tuviéramos formación y herramientas para la mediación y para la autodefensa, podríamos acabar con la impunidad y la violencia. 

Las víctimas ya no tendrían que demostrar el daño que han sufrido porque habría testigos y contarían con una comunidad que les cree y les apoya. 

Los agresores ya no podrían contar con el miedo de la gente, porque cuando los grupos humanos pierden el miedo y se unen por una causa justa, son invencibles.

Si además en los centros escolares y los medios de comunicación nos enseñasen la Cultura de la No Violencia, los valores del pacifismo, la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados, tendríamos herramientas para aprender a relacionarnos y para crear espacios seguros para que todas y todos podamos estudiar, trabajar o divertirnos en paz.

Vivir en paz, disfrutar de una vida libre de violencia es lo que queremos la gran mayoría de la población. Solos y solas no podemos, en comunidades y grupos pequeños sí. 

Coral Herrera Gómez 


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11 de abril de 2025

Paremos la guerra: las mujeres queremos la Paz



Ya no podemos más. Queremos un alto el fuego y un plan para el proceso de paz. 

Las mujeres no somos las enemigas: somos la mitad de la Humanidad. 

Queremos que dejen de matarnos: la guerra contra las mujeres deja cerca de 85 mil víctimas asesinadas cada año. Una cada diez minutos. 

Queremos una tregua indefinida, que los hombres bajen las armas, que las pongan sobre la mesa, y se sienten a negociar. 

¿En qué consiste la guerra contra las mujeres?, ¿cómo podemos comenzar a elaborar los acuerdos de paz?

Lo primero es conocer los orígenes de esta guerra, lo segundo es tomar conciencia de cómo sufrimos y ejercemos explotación y violencia. 

La guerra contra las mujeres empezó cuando dio comienzo el patriarcado, hace unos 8 o 9 mil años. La resistencia feminista comenzó en el mismo momento en que empezó la opresión y la dominación. Cuando los hombres quisieron encerrarnos en casa y usarnos como sirvientas domésticas, sexuales y reproductivas, las mujeres se resistieron y comenzaron su lucha por la liberación. 

Después de tantos miles de años, las mujeres desobedientes que no cumplen con los mandatos de género y se rebelan contra la misoginia y la violencia siguen siendo castigadas en todo el mundo con malos tratos, torturas sexuales, explotación, esclavitud, y también con la muerte. 

El enemigo número uno del patriarcado son las mujeres feministas, y todas aquellas mujeres que luchan por la igualdad y los derechos humanos de todas las mujeres. Por eso nos odian tanto los hombres machistas y sus aliadas, las mujeres patriarcales. 

Gracias al feminismo ahora contamos con datos estadísticos para explicar cómo se desarrolla la guerra contra las mujeres en todo el mundo. Sin embargo, cuantos más datos tenemos, más aumenta el negacionismo y el odio contra las que se atreven a protestar. 

La mayoría de los hombres no sienten ninguna empatia por nuestra lucha, no se solidarizan y no asumen la parte que les toca. Nosotras estamos cambiando a pasos agigantados, los hombres no quieren cambiar. Quieren seguir gozando de los privilegios que gozaban sus abuelos. 

¿Cuáles son esos privilegios? 

- Los hombres tienen el doble de tiempo libre que las mujeres en todo el mundo. Es cierto que la gran mayoría sufre explotación laboral, pero muchos de ellos tienen criadas a su servicio, sirvientas que sufren explotación emocional, doméstica, sexual y reproductiva. Unos pagan y otros lo disfrutan gratis, pero la inmensa mayoría se beneficia de la energía y del tiempo de las mujeres. 

- Explotación doméstica: millones de mujeres trabajamos para nuestro marido y descendientes sin derechos laborales: sin cobrar salario, sin días de descanso ni vacaciones, sin cotizar a la seguridad social, sin permisos por enfermedad ni derecho a la jubilación. Nosotras somos las que gestamos y parimos bebés, los cuidamos y los educamos, y además cuidamos el hogar, cuidamos a las personas mayores y a las personas dependientes de la familia, a las mascotas y animales domésticos, al ganado, el jardín y el huerto familiar. Son toneladas de horas de trabajo cada año, un trabajo del que se benefician los hombres. 

- Explotación laboral: los dueños de las tierras, las fábricas, los medios de producción y comunicación, los bancos y las empresas son en su mayoría de los hombres. La gran mayoría de las mujeres del planeta sufre, del mismo modo que los hombres, la explotación laboral, pero nuestras condiciones de trabajo son mucho peores: nos salarios son mucho más bajos, las condiciones laborales mucho más precarias, y sufrimos mucho más el desempleo. Nuestras pensiones de jubilación son más bajas, nos echan del trabajo si nos quedamos embarazadas, y además sufrimos acoso sexual de iguales y superiores en nuestros centros de trabajo. Lo mismo las secretarias que las campesinas, las abogadas, las azafatas, las ingenieras, las cocineras, las profesoras, las ganaderas, las investigadoras, las peluqueras, las artistas, las camareras, las atletas, las obreras, las enfermeras… las que más explotación y abusos sufren son las mujeres que trabajan en el sector de los cuidados (empleadas de la limpieza, trabajadoras sociales, internas domésticas, cuidadoras de personas mayores) 

- Acoso en los espacios públicos: los hombres nos castigan si salimos solas a la calle. Nos acosan en el bus, en el tren, en el metro, en las plazas, en los espacios de ocio, en fiestas populares, en los bares, las discotecas y en los conciertos, en las competiciones deportivas... solo nos dejan en paz cuando vamos acompañadas de otros hombres. 

- Matrimonio infantil, mutilación genital, violencia sexual, embarazos forzados: el lugar más peligroso para nosotras no es el espacio publico sino el hogar, donde sufrimos todo tipo de malos tratos, abusos y violencias:  en casa nos mutilan genialmente, nos encierran en burkas, nos casan cuando somos niñas con pedófilos, nos violan y nos obligan a ser madres.

- Violencia obstétrica: es la que sufrimos durante el embarazo, el parto y el posparto en los centros médicos y en los hospitales. El maltrato en momentos de tanta vulnerabilidad deja una huella profunda en nosotras, y además tenemos que hacer frente a la tremenda soledad de los primeros meses de la maternidad. Aún son mayoría los hombres que no cambian pañales ni piden permisos para cuidar de sus criaturas; se asume todavía que toda la responsabilidad de la crianza es de las madres.  

- Explotación sexual y reproductiva: los hombres ganan mucho dinero alquilando y vendiendo mujeres. Nos usan como mercancía: trafican con nuestros cuerpos y nuestras vidas, nos exponen en escaparates y en catálogos, y nos ofrecen como productos. Los hombres hacen negocios con nuestras vaginas, nuestros óvulos y nuestros bebés. Nos usan como incubadoras humanas para satisfacer los deseos y necesidades de los hombres que puedan pagar por ello, y hay precios para todos los bolsillos.  

- Malos tratos y femicidios en el ámbito de la pareja: los hombres casados viven como reyes y nosotras como sirvientas. Accedemos voluntariamente al matrimonio, una cárcel de la que muy pocas mujeres se atreven a salir. Algunas somos asesinadas cuando queremos separarnos o divorciarnos. Seguimos siendo un bien de consumo y una propiedad privada para nuestros maridos, por eso nos castigan cuando queremos escapar. 


Cada vez más países están identificando y cuantificando la violencia y están tomando medidas para proteger a las víctimas, pero los niveles de impunidad son espantosos,  y la misoginia impregna toda nuestra cultura y en nuestra comunicación: 

En los medios de comunicación de masas nos cosifican, nos hipersexualizan y nos invisibilizan. 

- Las industrias culturales nos ofrecen productos fabricados con mitos y estereotipos para perpetuar su sistema de dominación.  

- En las redes sociales nos borran, nos linchan y nos cancelan, tanto los machos de izquierda como los de derechas, tanto los machos hegemónicos como los diversos. Los algoritmos premian la ciberviolencia contra las mujeres, y esa violencia traspasa las pantallas al mundo real. Por eso tantas figuras públicas han tenido que abandonar las redes: el mayor triunfo para el patriarcado es que solo se queden los hombres y sus aliadas más fieles.  

En esta guerra las que más sufren son las mujeres pobres, las mujeres migrantes y refugiadas, las ancianas y las niñas. Cuanto más pobres, más vulnerables somos a la explotación.

Y ya no podemos más.

Queremos una tregua para sentarnos a hablar: las mujeres queremos pedir la Paz. 

Nosotras no tenemos armas. Nos matan con pistolas, cuchillos, martillos, cadenas, machetes, puñales, nos tiran del balcón, nos ahorcan, nos arrojan ácido, nos matan a golpes. Nosotras no respondemos con violencia ante este genocidio, no nos organizamos en grupos para atacar a los hombres violentos.. solo nos organizamos para prestarnos apoyo mutuo, para romper las cadenas que nos atan, para salir de las cárceles en las que vivimos presas, para luchar por nuestros derechos humanos fundamentales. 

El feminismo no mata a los hombres ni pide venganza.

Nosotras lo que queremos es vivir en libertad, en armonía y en igualdad. 

Pedimos un alto el fuego, que se entreguen las armas, que acabe la esclavitud femenina dentro y fuera del hogar. 

Queremos que se nos reconozca como seres humanos, que los países garanticen nuestros derechos sexuales y reproductivos, y queremos poner en el centro de la mesa de negociaciones los cuidados y el amor. 

Nos puedes ver en las calles protestando, exigiendo justicia y pidiendo la Paz mundial. Nos oirás gritar que no nacimos para servir ni para sufrir: todas las mujeres del mundo tenemos derecho a vivir una Buena Vida, libre de sufrimiento, explotación y violencia. 

Nosotras no somos vuestras enemigas ni vuestras sirvientas: somos la mitad de la Humanidad.

Hombres, escuchen nuestro grito mundial: las mujeres queremos vivir en Paz. 

Coral Herrera Gómez 


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3 de abril de 2025

Cómo criar a un monstruo




Algunos consejos para que tu hijo se convierta en un monstruo violento, autoritario, machista y de ultraderecha: 

- Desde que puede sujetar el cuello tienes que ponerle frente al televisor, y procura que tenga siempre una pantalla en sus manos.

- Nunca le digas que no a tu hijo. Dale todo lo que te pida siempre, no le pongas normas, ni límites, ni le prohíbas nada para que no se frustre.

- Nunca le regales libros: que su habitación esté siempre llena de pistolas, juguetes bélicos, y súper héroes violentos.

- Cómprale todo lo que te pida siempre, dale dinero desde pequeñito para que se acostumbre a consumir sin freno.

- Cuantas más horas pase frente a las pantallas, más adicto será a ellas. No le pongas límite de tiempo. 

- Si tu hijo tiene rabietas y estallidos de ira constantes, si no soporta que le digan que no, es que vas por buen camino.

- Si tu hijo tiene problemas para concentrarse, hazle los deberes. Si saca malas notas recuerda que la culpa es de los y las profesoras, que le tienen manía.

- Si tu hijo no quiere sentarse a la mesa a comer o a cenar con vosotros, no pasa nada. Que coma con la tablet delante o que se lleve la comida a su cuarto. 

- La alimentación es fundamental: dale azúcar y chocolate, alimentos ultraprocesados, muchos refrescos, y comida basura de las grandes cadenas. 

- Cria a tu hijo como si él fuera un Rey y tú su criado o sirvienta, así desarrollas su capacidad de liderazgo autoritario y tiránico. 

- No le invites a colaborar en las tareas de casa: cuando toque limpiar o cocinar, o sacar a pasear al perro, que él siempre tenga en sus manos una pantalla.

- No fomentes su autonomía, así dependerá de ti en todo. 

- No le regañes ni le castigues cuando se porta mal, podría traumarse.

- Cuando estás haciendo vida familiar y social dale a tu hijo una pantalla para que no se relacione con nadie. Cuanto menos contacto con otros niños y niñas, abuelos y abuelas, tías, primos, y amigos y amigas de la familia, mejor.

- Si tu hijo no quiere salir de casa ni irse de vacaciones, sedúcele con la idea de que puede llevarse la tablet o que le vas a dejar el móvil todo el tiempo que desee. Si aún así no quiere salir, cancela tus planes. No le obligues a socializar ni a hacer lo que no quiere. 

- Si ves que tu hijo se pone agresivo o llora cuando le quitas la pantalla, es que vas por buen camino. 

- Desde bebé tiene que ir acostumbrándose a la violencia para que se haga adicto y la vea como algo normal y natural. El objetivo es que aprenda a divertirse viendo contenidos violentos para que se insensibilice cuanto antes y se convierta en un macho duro y fuerte.

- Si tu hijo no tiene amigos ni amigas, mejor. Es mucho mejor que esté en el cuarto encerrado durante horas, a que esté jugando al aire libre con otros niños y niñas.

- Si le apuntas a algún deporte, que sea fútbol. Busca un entrenador machista y violento que les imponga la disciplina que tú no le impones en casa. Si no soporta la disciplina, le desapuntas y que se quede en casa.

- Aplaude a tu hijo cuando exprese su odio contra las niñas, y refuerza la idea de que son todas malas y no debe fiarse de ninguna.

- Los videojuegos cuanto más machistas y violentos, mejor. Hazle creer que si es muy bueno jugando puede hacerse millonario.

- Permite que tu hijo se relacione con otros niños adictos a las pantallas cuyos padres y madres no les pongan la función parental.

- Regálale su primer móvil con 8 años. Es importante que tenga siempre acceso a buscadores en los que pueda encontrar contenido para adultos y adultas. Los más importantes: Google y YouTube.

- No instales en sus dispositivos ningún control parental para que empiece a ver porno cuanto antes. Tu hijo para ser un macho tiene que aprender a excitarse humillando a las mujeres, el porno es la mejor escuela.

- Cuando alcance la adolescencia dale dinero para que  empiece a usar mujeres en Onlyfans, y pueda estrenarse en el burdel con los amigos. El objetivo es que entienda que su dinero le da poder para comprarlo todo y aprenda a aprovecharse de niñas y mujeres pobres que sufren explotación sexual. Así podrá llegar a ser un macho de verdad.

- Cuando tu hijo tenga conflictos con otros niños, mira para otro lado y haz como que no está sucediendo. Si otros padres te piden que controles a tu hijo porque está haciendo daño a los demás, protégele y dale siempre la razón a él. Si ves que agrede a otros niños excúsale con el argumento “son cosas de niños “

- Si la profesora/or te cuenta que es agresivo, defiéndelo a capa y a espada, y di eso de “mi hijo no ha hecho nada”. Si te llama el equipo directivo del colegio por alguna agresión concreta, enfádate y amenázalos.

- Por muy cruel que sea tu hijo haciendo bullying, culpabiliza siempre a sus víctimas. Es la mejor estrategia, además de victimizar a tu hijo y ponerte siempre de su parte, incluso en los peores momentos.

- Si tu hijo no duerme por las noches porque se queda hasta las niñas pegado a la pantalla, no pasa nada. No le obligues a acostarse temprano ni a seguir unos horarios: él debe sentirse libre para comer y cenar cuando quiera, para ducharse cuando quiera, y para hacer siempre lo que le dé la gana.

- La clave de la educación para criar a un monstruo es que tu hijo se sienta completamente impune. Que crea que sus actos no tienen consecuencias porque siempre vas a estar tú ahí para defenderle, sacarle de líos y resolver sus problemas.

-Dale siempre la razón y no le lleves la contraria para no dañar su autoestima. Infla su ego al máximo para que se crea el Rey del mundo y para que sepa que haga lo que haga, tú vas siempre a servirle con amor.

- También es importante que vea muchos videoclips con historias de chavales que controlan el barrio y viven como dioses sin salir de casa. Si, esos cantantes que ya son narcos y tienen todo el dinero y las mujeres que desean. 

- Tu hijo tiene que creer que sus deseos son órdenes y que sus deseos no tienen límite, tanto dentro como fuera de casa. Edúcale para que llegue a ser como Elon Musk, que ahora tiene un poder total para tomar decisiones que hagan sufrir a millones de personas. 

- Los influencers de la machosfera son los mejores educadores de tu hijo: para que llegue a ser un machista completo es importante que tenga acceso a redes sociales y que pueda seguir a estos chavales que le enseñarán a amar a dictadores, a odiar a las mujeres y a ganar dinero sin trabajar.

- Si tu hijo te agrede a ti porque no le das dinero para jugar o no cumples bien con tu función de sirviente/a, dale siempre todo lo que te pida. Si crees que maltrata o abusa de ti y de tu pareja, puedes devolverle los golpes, o puedes intentar resistir hasta que se vaya de casa, hasta que se haga millonario o hasta que cometa un delito y entre en un centro de menores. 


En una cárcel de menores podrá convivir con muchos niños como él, niños que en sus hogares no tenían horarios, ni normas, chavales que no conocen límites de ningún tipo, y que no soportan que les digan que no. Chavales que no toleran la frustración y toman por su mano aquello que no se les permite tomar. Chavales que pierden el control si no les compras una consola o que no permiten que sus novias les digan que no, y no les permiten romper la relación. 

Es cierto que algunos de los monstruos logran triunfar en el mundo de la política o de la economía, tenemos muchos ejemplos, pero no te engañes, son una minoría: Milei, Trump, Musk, Netanyahu. Tienen mucho poder, pero son el 1% de la población.

La gran mayoría de los niños criados sin límites y educados en la cultura de la violencia acaban destruidos o entre rejas. 

Coral Herrera Gómez 


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