y todas colaboramos para protegerlos, consciente o inconscientemente. Vivimos en una cultura patriarcal basada en la impunidad, pero no estamos condenados a vivir siempre así. ¿Qué podríamos hacer para empezar el cambio que necesitamos?
Tomar conciencia de cómo les encubrimos, y cuáles son los mecanismos que usamos para perpetuar la cultura de la violencia.
- Uno de los mecanismos de perpetuación más comunes consiste en culpar a las víctimas de la violencia que sufren, y victimizar al culpable.
- A las víctimas no se las cree: su testimonio siempre es puesto en duda, y a menudo se les señala su implicación en el conflicto como agente provocador.
- En cambio a los victimarios les ampara la presunción de inocencia: es la víctima la que tiene que aportar pruebas de las agresiones que ha sufrido. Sobre ella pesa la sospecha de que lo hace para llamar la atención o por un deseo de venganza, cuando en realidad lo que piden las víctimas es justicia y reparación.
- A las víctimas se les acusa de querer hacer daño a sus victimarios, de querer arruinar su imagen y su prestigio, o de querer destruir al victimario por alguna "oscura razón". Los culpables en cambio son considerados personas “normales” que pierden los nervios o la paciencia y actúan desde el impulso, arrasados por su emoción (irá, miedo, rabia, dolor)
Esta cultura de la impunidad comienza en la escuela.
- Si un niño o niña reúne la valentía necesaria para denunciar la violencia que sufre, los adultos generalmente lo tratan como si fuera un conflicto entre dos iguales. Generalmente los matones suelen tener mucho más poder que sus víctimas, ya sea porque son más fuertes o simplemente porque cuentan con apoyo de mucha gente.
- Disfrazar la violencia de humor: “qué poco sentido del humor tienes”, “eres demasiado susceptible”, “era una broma”, para que parezca que el daño se hizo sin intención. La violencia se presenta como algo “normal” que divierte a todo el mundo (menos a quien le toca recibir las burlas, los insultos y las humillaciones)
¿Cuáles son las estrategias de las víctimas?
Los gobiernos podrían aprobar leyes contra la violencia en las aulas, y proporcionar formación en colegios e institutos de la Cultura de la No Violencia, la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados.
Aún los medios de comunicación siguen protegiendo a los agresores, cuestionando a las víctimas, y tratando de que la violencia parezca una pelea entre dos personas que se encuentran al mismo nivel. Pese a la formación que está recibiendo el personal sanitario y las fuerzas de seguridad, para las víctimas denunciar en comisaría y frente al juez es un auténtico calvario.
Se les pide que denuncien pero el proceso es un infierno, y los jueces más misóginos siguen absolviendo a pederastas, puteros, violadores y femicidas. La sociedad sigue también poniéndose de parte de los violentos, por eso muchas mujeres no denuncian o quitan la denuncia. En un sistema que culpabiliza a las víctimas y victimiza a los culpables, tratar de pedir justicia y protección es una auténtica odisea.
Los niveles de impunidad son obscenos en todo el mundo. Si los agresores son millonarios, las posibilidades de ganar el juicio son casi nulas. La opinión pública siente más simpatía por los hombres que por las mujeres, porque nosotras nunca hemos sido de fiar: las mujeres en el imaginario colectivo somos aún representadas como peligrosas, astutas, manipuladoras, irracionales, caprichosas, retorcidas, cambiantes, mentirosas, interesadas, misteriosas, y malvadas.
Nuestro testimonio nunca es creíble. Sobre nosotras recae siempre la sospecha de que estamos despechadas y por eso queremos arruinarle la vida a un hombre. Incluso cuando un señor es señalado por varias mujeres, no importa si son tres o treinta: todas tienen encima la sospecha de querer vengarse por alguna oscura razón. Los pobres hombres son representados por los medios como víctimas de estas alimañas.
¿Que está cambiando en estos últimos años? A nivel cultural, los violentos siguen protagonizando las películas de ficción, y los productores siguen ensalzando la figura del macho con poder que se dedica a dominar, matar y destruir.
Pero en las calles las mujeres estamos pidiendo que dejen de violarnos y matarnos, y hemos iniciado un movimiento mundial llamado MeToo que está rompiendo con el pacto de silencio y la impunidad de los hombres con poder. Cineastas, escritores, políticos, músicos, futbolistas, científicos… ahora todos tienen miedo porque nosotras ya no nos callamos.
Es cierto que hay mujeres que siguen protegiendo a sus maridos, a sus amigos y compañeros de partido, y que mientras tengan aliadas, los machos de derechas y de izquierdas seguirán gozando de impunidad. Este apoyo de mujeres patriarcales es fundamental para ellos, pero lo cierto es que el Pacto de Silencio se está resquebrajando poco a poco.
¿Cuáles son los retos que tenemos por delante?
Pero además también tenemos que organizarnos no sólo contra los agresores que ejercen violencia sobre una o varias personas, sino también contra los hombres y mujeres con poder que ejercen violencia contra un pueblo entero y atentan contra nuestros derechos humanos fundamentales. Por ejemplo, los que destruyen la Sanidad y destinan el dinero al gasto militar.
En democracia apenas tenemos mecanismos de autodefensa para hacer frente a la maldad de nuestros gobernantes, que pueden robar, malversar, saquear los recursos públicos, meternos en una guerra y tomar las medidas que quieran sin ningún tipo de consecuencias.
¿Cómo podríamos acabar con la impunidad? Dejando de idolatrar a los violentos y creando grupos de cuidados.
Los violentos son cobardes, y pegan porque saben que pueden hacerlo. Los grupos crean un escudo humano que protege a todos los miembros y que a la vez impide que ningún miembro ejerza violencia contra otras personas.
Las víctimas ya no tendrían que demostrar el daño que han sufrido porque habría testigos y contarían con una comunidad que les cree y les apoya.
Los agresores ya no podrían contar con el miedo de la gente, porque cuando los grupos humanos pierden el miedo y se unen por una causa justa, son invencibles.
Si además en los centros escolares y los medios de comunicación nos enseñasen la Cultura de la No Violencia, los valores del pacifismo, la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados, tendríamos herramientas para aprender a relacionarnos y para crear espacios seguros para que todas y todos podamos estudiar, trabajar o divertirnos en paz.
Vivir en paz, disfrutar de una vida libre de violencia es lo que queremos la gran mayoría de la población. Solos y solas no podemos, en comunidades y grupos pequeños sí.