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17 de septiembre de 2024

No le vas a cambiar: mejor cambia tú.



Este es el capítulo 12 de mi audiolibro: "Cómo dejé de sufrir por amor. Manual de Autoayuda Feminista para separarte"


 

En este capítulo hablo sobre por qué las mujeres nos creemos que el amor todo lo puede, y que uno de los superpoderes del amor es transformar a los hombres mentirosos, infieles, egoístas, y machistas en buenas personas como por arte de magia. Tampoco les vamos a salvar de sus adicciones, ni de sus traumas ni de sus problemas. 

La realidad es que no podemos cambiar a ningún hombre, aunque le pongamos mucha energía, dinero, amor y empeño. Esta es una de las grandes trampas del amor romántico, porque lo cierto es que las personas solo cambiamos cuando queremos cambiar o cuando lo necesitamos. 

Y la mayoría de hombres no necesitan cambiar porque están muy bien como están. 

Este capítulo te va a ayudar a desmontar el mito de la transformación mágica del amor, a tomar conciencia de donde quieres poner tu tiempo y tu energía, y a concentrarte en cambiar tú para vivir mejor. 

Porque a él no le vas a cambiar. Olvidaté de las luchas de poder y centraté en ti misma, y en lo que quieres cambiar en ti para poder vivir una vida mejor. 


No le vas a cambiar: mejor cambia tú.

Da igual lo que hagas. No le vas a cambiar.

Este es uno de los capítulos fundamentales de este audiolibro, el epicentro de la cuestión, y una de las llaves del proceso de liberación en el que estamos trabajando juntas ahora mismo tú y yo.

Estamos en la fase de desmontar todos los mitos del amor romántico, y hacer autocrítica amorosa, y este es uno de los más importantes.

A mí me costó mucho entender que el amor no lo puede todo, y que yo no puedo cambiar a nadie más que a mí misma. Todo lo que tiene que ver conmigo lo puedo trabajar, lo puedo transformar o mejorar, pero lo que tiene que ver con los demás, no.

Y además, que intentar cambiar al otro es un ejercicio de poder y de dominación.

¿Cuantas parejas viven así, en constante batalla, tratando de dominarse mutuamente? El amor de pareja, desde la perspectiva del poder, es un ejercicio de domesticación mutuo.

En estas luchas de poder, los hombres pelean por conservar su libertad, su estatus de rey de la casa y sus privilegios.

Y nosotras, en cambio, luchamos por la igualdad y el amor, porque nos creímos un día el cuento de que el amor nos haría libres e iguales a nuestros compañeros.

Nos lo creímos como tontas. El día que nos vemos en casa con nuestros bebés, con los puntos aún frescos en los genitales y las tetas llenas de leche, viendo como él se va al gimnasio, al local de ensayo con su grupo de rock, al entrenamiento con sus amigos del fútbol, o a cualquier otro sitio como si nada, es cuando empezamos a tomar conciencia de que todo era una gran mentira.

Es muy duro darse cuenta de que nos han engañado, que la crianza nos toca a nosotras, que somos las que vemos nuestras vidas totalmente trastornadas. Ellos, la gran mayoría, siguen con sus salidas, sus amigos, sus pasiones, como si no tuvieran hijos, como si fueran tipos de clase alta con criadas que se encargan de todo.

¿Cómo caemos tantísimas en esta estafa?

A nosotras las mujeres nos hacen creer que tenemos que educar y maternar a los hombres porque ellos son un poco torpes y necesitan de nuestra ayuda, de nuestros conocimientos, de nuestro sentido práctico, de nuestro amor incondicional.

Aquí el ego nos destroza a todas, porque nos encanta sentirnos importantes, necesarias e imprescindibles.

Y ellos se aprovechan de nuestra necesidad de salvar y maternar a un hombre. Las mujeres creemos que el hombre estará agradecido para siempre y no nos dejará, y sabemos que se sentirá atado por el peso de la deuda emocional, aunque para muchos la deuda no es un obstáculo para irse con otra mujer más hermosa y más joven.

Es una trampa: nos damos por completo para que el otro haga lo mismo. No es que seamos muy generosas, ni muy buenas personas, es que queremos recibir lo mismo que damos. Y claro, es muy frustrante si nos entregamos por completo y el otro no.

Nos han engañado mucho tiempo con la idea de que nuestro amor le hará cambiar, le hará madurar, le hará ser un tipo responsable, y centrado en la familia feliz.

También creemos que una vez que tenga a su bebé en sus brazos, se enamorará y no podrá separarse de él ni, por supuesto, de nosotras.

Pero claro que pueden separarse. Y pueden desentenderse por completo de ti y del bebé. Ahí están las cifras sobre los padres abandónicos y los deudores alimenticios que nos lo demuestran.

El amor no lo puede todo. No alcanza a todo, ni tiene tanta fuerza como nos hacen creer.

Para el amor hace falta también honestidad, generosidad, ternura, honradez, responsabilidad, y compromiso.

El amor no es suficiente, y no cura al alcohólico, al ludópata, al violento, al drogadicto, al mujeriego, al hombre autodestructivo, al desengañado de la vida, ni al rebelde sin causa.

¿Y sabes por qué? Porque el único cambio posible es el que cada cual hace en su interior.

Seguro que te estás preguntando: ¿y por qué les cuesta tanto cambiar a los hombres?

Porque no lo necesitan.

Los hombres pueden desentenderse de todo: de la pareja, de la casa, de los hijos.

Pueden hacer lo que quieran, no necesitan portarse bien para que los quieran.

Pueden arrepentirse de haberse casado, pueden buscar relaciones más ligeras y sin compromiso que les permitan sentirse libres.

Hay hombres que se sienten desbordados por la enorme responsabilidad y la carga de trabajo que supone tener un bebé.

Hay hombres que se sienten atrapados en el nido y necesitan salir como sea de vez en cuando, y lo hacen en cuanto pueden.

Hay hombres que se arrepienten de haber tenido críos porque no se imaginaban que iba a ser tan duro.

Hay hombres que compensan el calvario del caos del hogar, y los cabreos de su esposa, con escapaditas que alivien la presión.

El caso es que a las mujeres que consiguen tener controlados a estos hombres, parece que les va bien. Pero créeme que es agotador vivir como una policía, espía, detective, jueza y carcelera junto a un eterno menor de edad.

Y que por mucho que vigiles, él va a intentar hacer lo que le dé la gana, y no va a renunciar a sus privilegios aunque tú llores o aunque vivas permanentemente enfadada.

El problema es el siguiente: muchas nos enamoramos de golfos promiscuos, y queremos que al enamorarse de nosotras se den cuenta y se conviertan en hombres buenos, leales, sinceros y fieles.

Doña Inés lo consiguió con Don Juan, pero nosotras no lo vamos a conseguir. La única manera de que tu pareja se vuelva un hombre honesto y comprometido es que ya lo sea antes de que lo conozcas.

Si te enamoras de un guaperas macho alfa al que le encanta conquistar a mujeres, es imposible que cambie. Porque los cambios sólo se producen cuando los haces tú por ti misma o por ti mismo. Los cambios nacen del deseo, de la toma de conciencia, o de la necesidad.

La realidad es que a nosotras no nos compensa estar años metidas en luchas de poder y dominación mutua. Además, tras cada bronca el amor muere en nuestro interior hasta desaparecer. Le pasa a la gran mayoría de las mujeres que creyeron que podrían cambiar a sus parejas, y se dan cuenta de que no pueden seguir amando a esos hombres tal y como son.

Después de la idealización y la decepción, muchas viven con un enorme rencor hacia sus parejas. Este rencor es perfectamente normal, porque muchas han sido utilizadas y tratadas como criadas. Lo malo es que ese rencor nos marchita, nos envejece, nos hace sufrir, nos decepciona y nos duele mucho.

Así que, para ahorrarse esta decepción, hay que desmontar de una vez el mito de la transformación mágica por amor.

Y entender que las mujeres ni podemos ni debemos salvar, guiar y educar a los hombres.

Nosotras no somos su freno de mano, no somos magas, ni somos sus madres, ni sus psicólogas, ni sus terapeutas.

Nosotras solo podemos ser sus compañeras, y para eso tienen que llegar ya con todas las lecciones aprendidas, con todos los cambios hechos, y con las ideas muy claras.

Es decir, que nos tenemos que juntar a las mariposas, no a los gusanos ni a los capullos que aún no han madurado para convertirse en mariposas.

¿Se entiende así?

Yo me doy cuenta de todo el tiempo que he perdido tratando de dominar a mis compañeros para que me amasen como yo necesitaba, para que se adaptaran a mi modelo amoroso romántico, para que se trabajasen sus masculinidades, y me duele pensar que aprendí muy tarde esta lección: nadie cambia si no lo necesita y si no quiere hacerlo por sí mismo.

Ojalá alguien me hubiera contado que esas luchas de poder no llevan a ninguna parte, y que casi siempre nosotras las mujeres llevamos las de perder.

Las reglas del juego están hechas para que ellos ganen siempre, o casi siempre.

Así que nos lo tenemos que grabar en la memoria: los únicos cambios que puedes hacer en la vida son los cambios dentro de ti, y requieren a veces de mucho trabajo y mucha terapia.

Piénsalo un momento: ¿a cuántas mujeres y a cuántos hombres conoces que vayan a terapia? ¿Cuántas de ellas hacen talleres y cursos, leen libros, asisten a jornadas y a charlas, debaten en grupo, realizan actividades de formación feminista?

Y ¿a cuántos hombres ves a tu alrededor deseosos de cuidar su salud mental, de crecer, de cambiar su forma de relacionarse consigo mismos y con los demás?

Somos nosotras las que queremos cambiar, las que queremos vivir bien, las que queremos una vida mejor. Somos nosotras las que estamos intentando sanar las heridas del pasado, comprender lo que nos pasa, y ayudarnos a nosotras mismas.

Somos nosotras las que queremos ser mejores, y queremos aprender a querernos y a cuidarnos, y a cuidar nuestras relaciones.


¿Qué les pasa a ellos? Que no cambian porque no lo necesitan. Saben que hay millones de mujeres maravillosas, trabajadoras, luchadoras, dispuestas a amarlos y cuidarlos sin reciprocidad.

Cambiarán cuando no encuentren a ninguna mujer dispuesta a aguantarlos, a mimarlos, y a soportar cuernos, mentiras y trabajo gratis. De momento, tienen muchas a su alrededor. Cuando no haya ninguna, entonces tendrán que empezar a revisar su egoísmo y su machismo. Porque si no, no encontrarán pareja en la vida, y no podrán reproducirse con nadie.

Así que nosotras vamos a centrarnos en nosotras mismas y en nuestros cambios.

Nosotras no podemos cambiarlos, que cambien ellos. Si no lo hacen, no es nuestro problema: nosotras no podemos detenernos ni quedarnos a esperar a que lleguen a nuestra altura.

A mí me ha ayudado mucho el trabajo que estoy haciendo para ser más humilde.

Cuanto más humilde soy, mejor asumo que no tengo poder para cambiar a nadie. Y que lo único que puedo es cambiar yo, con mucho trabajo amoroso por mi parte.

La magia no surge antes del cambio, sino después. Cuando nosotras cambiamos es cuando todo se mueve: los demás tienen que cambiar a su vez para adaptarse a nuestros cambios.

Por ejemplo: si decides dejar de ayudar y prestar dinero a tu hermano porque llevas demasiado tiempo financiando su estilo de vida, es probable que tu hermano se enfade. Pero también es probable que tu hermano se busque las vueltas para montar su proyecto o para buscar trabajo. Si nadie lo financia, entonces tendrá que asumir que esa etapa terminó, y empieza otra, y que tiene que espabilar para tener autonomía económica y no depender de ti, ni de nadie.

Si tu pareja cree que tu dependencia emocional es tan grande que, te haga lo que te haga, tú no vas a dejarlo, entonces cuando lo dejas es cuando se da cuenta de que no te tiene bajo su poder, y que su imperio terminó.

La gran mayoría de los humanos cambiamos cuando ya es demasiado tarde, porque tendemos a valorar más lo que no tenemos y lo que perdemos.

Pero nosotras las mujeres no nacimos para esperar, ni podemos permitirnos el lujo de soñar con milagros románticos tipo “entonces él se dio cuenta y decidió cambiar”.

No, mira. Si no has querido cambiar cuando te dieron la oportunidad, asume las consecuencias, y aprende a perder.

Nosotras siempre para delante; los que no se espabilan, se quedan atrás.

Coral Herrera Gómez


Si te ha gustado este capítulo, ya puedes escuchar el audiolibro en mi página de Patreon





15 de septiembre de 2024

Cómo dejé de sufrir por amor: Manual de Autoayuda Feminista para dejar tu relación.




Título: Cómo dejé de sufrir por amor. Manual de Autoayuda feminista para dejar tu relación.

Escrito y narrado por: Coral Herrera Gómez

Producción sonora y diseño de portada: Jorge Morales Carbonell

ISBN: en construcción

Formato: Audiolibro

Fecha: Septiembre 2024

Lugar de creación: Ourense, Galicia, España.


Contenido:

En este audiolibro te cuento cómo dejé una relación después de cuatro años intentando separarme, y cómo me liberé de mi adicción romántica y mi dependencia emocional. No hay soluciones mágicas: para dejar de sufrir por amor, hay que trabajar.

Y en este libro voy a contarte cómo me lo trabajé yo, y cómo he trabajado en mi autonomía, mi autoestima, mi autocuidado y mi autodefensa emocional. En estos últimos años he enseñado el método de la autocrítica amorosa a muchas mujeres de España y América Latina que han trabajado conmigo en la Ética del Amor y la Filosofía de los Cuidados.

He impartido muchas charlas para desmontar los mitos románticos y para hablar de otras formas de quererse, de relacionarse, de organizarse, y también de separarse. Desde el convencimiento de que podemos aprender a construir relaciones sanas e igualitarias, también podemos aprender a dejar las relaciones en las que no somos felices.

Si tú también quieres dejar de sufrir por amor y empezar a cuidarte a ti misma, yo te acompaño. En este libro no solo te cuento mis experiencias personales y mi trabajo más intimo, también es un manual de autoayuda feminista para la liberación.

Estoy segura que ayudará a muchas mujeres a dejar las relaciones en las que no son felices, el amor no es recíproco, y los cuidados no son mutuos. Y a las que no estáis en una relación, os ayudará mucho a dejar de esperar la llegada del príncipe azul y soñar con milagros románticos.

Espero que os guste y os sea muy útil

Coral



Indice

Bienvenida

EN EL CAMINO HACIA LA LIBERACIÓN


1. ¿Estás bien?

2. El termómetro del desamor

3. ¿Cómo saber cuándo hay que dejar una relación?

4. Aún estoy enamorada

5. Separarse no es una derrota, es una liberación

6. Mi camino hacia la liberación

7. Cómo me liberé de la cárcel del amor

8. Cómo me liberé de la droga del amor

9. Cómo me liberé de la guerra contra mí misma

10. Cómo me liberé de la presión familiar y la presión social


DOSIS DE REALIDAD

11. Pero ¿por qué no les gusta mi novio?

12. No lo vas a cambiar

13. El amor no es una inversión

14. El tiempo es oro

15. Los privilegios de los hombres

16. No nos compensa: Te lo demuestro con cifras

17. Los peligros del amor romántico

18. ¿Te está pidiendo a gritos que le dejes?

19. ¿Por qué los cuernos son violencia?

20. ¿Por qué es tan difícil divorciarse para las mujeres?

21. Algunos de los peros que te pones para no separarte

22. Puedes dejarlo cuando quieras

23. ¿Cómo afectaría a mis hijos e hijas la separación?

24. ¿Cuándo se vuelve peligroso un ex?


EL FINAL FELIZ


25. Bienvenidas de Soltera

26. Decálogo del Autocuidado

27. Ser leal a tí misma

28. La Autodefensa emocional

29. ¿Cómo le digo a mi pareja que quiero separarme?

30. ¿Cómo aceptar que mi pareja ya no me quiere?

31. Mujeres que... se empoderan

32. Otras formas de separarse son posibles

33. ¿Cómo ahorrarte todo el sufrimiento posible?

34. Cierre y Contacto Cero: la única fórmula para

desengancharse

35. Atrevete a soñar

36. El amor está en todas partes.

37. Tu mayor tesoro: la gente que te quiere y que te cuida

38. Ya estoy haciendo las maletas, ¿qué me llevo?

39. Mi final feliz

40. Enamoraté otra vez de la vida



                                    Ya puedes escucharlo en Patreon






6 de septiembre de 2024

El abismo entre hombres y mujeres es cada vez más grande



El abismo entre hombres y mujeres es cada vez más grande: ya no hablamos el mismo idioma.

La brecha emocional e intelectual entre hombres y mujeres es abismal, y se ensancha cada día más. Las mujeres estamos estudiando muchísimo, y nos apuntamos a todo tipo de formaciones: cursos, talleres, másters, diplomados, doctorados. No paramos de devorar libros, documentales, podcast, etc sobre la Historia de la teoría y la práctica feminista. Estudiamos la obra de grandes pensadoras e investigamos sobre la vida de las activistas y las políticas que desobedecieron al patriarcado y se volcaron en la lucha feminista. 

Las mujeres además hacemos terapia individual y en grupo para aprender a cuidar nuestras emociones, para hablar de lo que nos duele y nos oprime, para aprender a cuidarnos y a cuidar las relaciones, y para sanar las heridas de la infancia y la adolescencia. 

Vamos de lo personal a lo político, tratando de entender el mundo en el que vivimos para poder transformarlo, y tratando de comprendernos a nosotras mismas para luchar por una vida mejor para todas. 

Nosotras soñamos y creamos un mundo nuevo, y estamos trabajando por la justicia social, la igualdad, la libertad y los derechos humanos fundamentales. Hemos puesto los cuidados en el centro, para que sean compartidos y colectivos. Hemos puesto nombre a todas y cada una de las violencias que sufrimos. 

Y mientras, ellos se aferran al antiguo sistema con desesperación. No leen, no estudian, no escuchan y no entienden nuestro idioma: quieren una vuelta al orden patriarcal en el que ellos mandaban como reyes. 

No se les ocurre siquiera imaginar su propia utopía, lo que quieren es derribar la nuestra. Tampoco quieren unirse a la revolución: si no la lideran, si no pueden ser los protagonistas, no les interesa. La gran mayoría de hombres no quiere oír hablar de cambios ni de transformaciones: ellos quieren que todo siga igual, y se enfadan con las mujeres que soñamos con otras formas de relacionarnos y de organizarnos. 

Por eso la prensa anda tan preocupada: ellos votan a la derecha cada vez más, y siguen a partidos que provienen del fascismo y la dictadura, porque no soportan la idea de que otro mundo es posible. Y no asumen que para que haya justicia social tienen que dejar de tratarnos como mercancía y como sirvientas. 

Además son cada vez más anti-feministas: el cambio social implica un cambio personal radical, y les resulta demasiado grande, porque no quieren renunciar a sus privilegios. 

Este es el motivo por el cual a las mujeres nos cuesta tanto encontrar pareja: la mayoría de los hombres no soportan a las mujeres que toman conciencia de su poder y exigen ser tratadas como compañeras. Les sigue dando mucho miedo juntarse con mujeres que estudian y que luchan por una vida mejor. 

No saben cómo hacerlo, no saben manejar sus miedos e inseguridades, y sólo se sienten poderosos relacionándose en las estructuras tradicionales de dominación y sumisión. 

Las mujeres ya no queremos amar de rodillas, ni creemos en los milagros, ni estamos sentadas esperando a que los hombres abran sus mentes y sus corazones, así que preferimos estar solteras. Nosotras no vamos a dar ni un paso atrás, ni vamos a renunciar a la utopía. 

Coral Herrera Gómez 


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4 de septiembre de 2024

Amor, desobediencia y libertad


Nunca obedezcas a tu pareja. 


La primera bandera roja en una relación de pareja es que tu pareja te de órdenes y te prohíba hacer algo.  Nuestra obligación como mujeres es desobedecer a los hombres machistas que se comportan como reyes tiranos y comienzan la relación explicándote lo que debes y lo que no debes hacer. 

El macho da órdenes desde los primeros días de la relación, a veces disfrazadas de protección y cuidados. 

La única manera de no convertirnos en sirvientas de un macho es desobedecer a la primera, porque si empezamos la relación sometiendonos a la autoridad del macho, nos convertiremos en sirvientas y sufriremos malos tratos cada vez que el macho nos dé órdenes y no las acatemos. 

Al macho tirano le cabrea mucho la rebeldía y le pone furioso la desobediencia, tanto que muchos de ellos golpean u matan a sus parejas cuando sienten que ellas no reconocen su autoridad ni su poder. 

Por eso es tan importante desobedecer a la primera, largarnos enseguida y abandonar la relación. 


- No quiero que te pongas ese vestido.

- No quiero que vayas a esa fiesta.

-No quiero que hables con tu ex novio.

-No quiero que salgas esta tarde de casa.

-No quiero que des “me gusta” a otros hombres en redes sociales.

-Cuando termines la compra te vienes inmediatamente para casa.

-Quiero saber dónde estás y con quién, mantente con tu móvil en la mano para contestarme de inmediato.

Hay machos que no dan órdenes de una forma tan explicita, y que no suenan tan autoritarios. Algunos emiten órdenes en forma de sugerencias, otros se hacen las víctimas y otros utilizan el enfado para que se te quiten las ganas de hacer lo que ellos no quieren que hagas. Es una técnica muy común: las mujeres acaban renunciando a hacer esto o aquello para evitarse una bronca o una escena dramática. Y muchas asumen el control que ejercen sobre ellas y renuncian a sus derechos fundamentales como una demostración de amor hacia el macho. Y luego les da miedo protestar o desobedecer al macho, para evitar que se ponga violento.

¿Qué ocurre si tu pareja es una mujer que te da órdenes como un macho? Hay que desobedecer también. Recuerda que eres un ser radicalmente libre, que no puedes renunciar a tus derechos, y que debes desobedecer en todo momento cualquier tipo de orden que te impongan. 

En las relaciones de pareja todo se negocia de mutuo acuerdo, se elaboran acuerdos y se firman pactos, no se imponen las normas por la fuerza. Además, es esencial que ambas personas se sientan libres para acabar la relación cuando quieran. 

Desobedece siempre, desobedece a la primera: quien te quiere de verdad, te quiere libre y te quiere feliz a su lado.


Coral Herrera Gómez 

1 de septiembre de 2024

Gracias de todo corazón

 














Antes de que empiece el evento, me subo al escenario para recorrer con la mirada el auditorio vacío. Dejo en el suelo mi caja de herramientas, respiro hondo varias veces, me envuelve el silencio, y visualizo a la gente que está saliendo de sus casas para venir a verme. Veo a las mujeres caminando, o llegando en coche, bus, metro, tren o avión para venir. Están llegando solas o acompañadas de sus madres, amigas, vecinas, alguna viene con su pareja. Es una gran responsabilidad que alguien te regale dos horas de su vida, y ese sentimiento a veces da vértigo. 

El corazón comienza a latir fuerte, y paso unos minutos preparándome para el momento en que se abran las puertas, el espacio se llene de vida y comience la función. 

Me digo a mi misma más o menos siempre lo mismo: “Hazlo con amor y procura divertirte. No importa si vienen cien o vienen mil mujeres. Lo que importa es que se vayan de aquí con aprendizajes y con herramientas” 

Me acuerdo de lo que nos decía mi director del grupo de teatro, Sergio Peris Mencheta, cuando teníamos estreno y nos invadía el miedo y los nervios: “No vais a operar a nadie a corazón abierto: el único riesgo que estáis corriendo es que la gente se aburra, nada más. Si vosotros disfrutáis en el escenario y jugáis a qué es verdad, el público también disfrutará. No se trata de ti, ni de tu ego, ni de lo que vas a recibir del público, sino de lo que vas a ofrecer tú” 

Sergio me enseñó a ser humilde y generosa en el escenario, y a darle amor al público: es la única receta para controlar al ego, pensar en lo que vas a dar, no en los aplausos que desearías recibir. 

Cuando el público entra y me presentan, les miro a los ojos con agradecimiento, y mi cerebro comienza a pensar en cómo voy a hablar: no es lo mismo hablarle a gente adulta que a un público adolescente, no es lo mismo estar frente a un grupo de mujeres feministas que conoce tu obra, que hablar para un público que no te conoce. No es lo mismo estar en un auditorio de la Universidad que en una salita pequeña de un centro cultural de un pueblo de mil habitantes. No es lo mismo el rural que la ciudad, ni los espacios institucionales que los espacios sociales y autogestionados. Hablo diferente si estoy en una sala con 30 personas a si estoy en una con 300. 

Así que antes de empezar miro al público con amor y trato de conectar con la gente, mientras mi corazón bombea con fuerza. Siempre salto al vacío, no llevo guión ni presentación de diapositivas, y una vez que empiezo a hablar de utopías, de amor, de sexo, de otras formas de relacionarnos, de querernos y organizarnos, ya solo disfruto. Abro puertas a la esperanza, voy sacando y mostrando mis herramientas, les hago reír, les transmito mis conocimientos, les cuento experiencias personales, derribo estereotipos y prejuicios, desmonto todos los mitos, pinto de colores el futuro, y cuando termino y estallan los aplausos me siento muy feliz porque les veo felices, y porque llega el momento que más me gusta: cuando empieza el turno de comentarios y preguntas. Después más aplausos, y por último, firma de autógrafos, fotos, besos y abrazos con mis lectoras y lectores, el momento en que caen las pantallas y nos sentimos más cerca que nunca. 

Vuelvo al hotel siempre llena de oxitocina y a pesar del cansancio me cuesta dormir, no hay droga más rica que la del amor del bueno. Me dura varios días en el cuerpo, y me siento tan afortunada de tener un público tan amoroso y con tantas ganas de aprender, no se imaginan el agradecimiento que siento al darme cuenta de que aunque trabajo sola frente a un ordenador, en realidad no estoy sola, estoy rodeada de gente que me acompaña. 

Me hace muy feliz saber que mi trabajo os ayuda. 

Gracias por leerme, por venir a verme,  por dedicarme vuestro escaso tiempo libre, gracias por difundir y compartir mi trabajo, gracias por contratarme y por invitarme, a todas,

 gracias de corazón. ❤️


Coral Herrera Gómez