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30 de agosto de 2024

Las heroínas del siglo XXI




Las heroínas del siglo XXI no llevan armas ni llevan capas. No están solas, luchan en grupo. No usan la violencia ni visten trajes sexys, no son mujeres atléticas, y no usan su fuerza física, sino su inteligencia, su sensibilidad, sus conocimientos, sus habilidades sociales, y su capacidad para trabajar en equipo. 

Son mujeres muy valientes que luchan por el territorio de sus comunidades, por el agua, por los derechos humanos, por la paz y la libertad. Son mujeres que se juntan para realizar diagnósticos sobre la realidad, para identificar los problemas y proponer soluciones. 

Son mujeres de todas las edades y etnias que protestan contra las injusticias, y creen que otro mundo es posible. Son mujeres generosas, solidarias, con unos valores y unos principios muy sólidos, y no se venden por unas monedas. Son mujeres honradas, y alegres que se organizan contra el narco, contra los ejércitos y los paramilitares, contra las multinacionales, contra los gobernantes tiranos que trabajan para los Señores de la Guerra y de las Farmacéuticas. 

Mujeres que se unen para erradicar la destrucción de la naturaleza, la pobreza, el hambre, la esclavitud y la trata. Juntas piden el fin de los femicidios y la violencia sexual, y luchan contra la explotación doméstica, laboral, sexual y reproductiva de las mujeres. Todas están volcadas en la tarea de acabar con las guerras y la violencia, pero muchas de ellas sufren represión , cárcel, torturas, y asesinatos. 

Porque aunque no lleven armas, tienen la capacidad de sacar a mucha gente a la calle, y de movilizar a amplios sectores de la población. Se enfrentan a los amos del mundo que están destruyendo el planeta y contaminando el aire que respiramos, los alimentos que comemos y el agua que bebemos. Ellas defienden nuestros ríos, bosques, pueblos, animales y seres vivos. Defienden a sus comunidades, pero también al ecosistema entero, y muchas pierden la vida.

Las heroínas del siglo XXI no salen en los cuentos, ni en las películas, ni en los telediarios, ni en los libros de texto. No protagonizan los cómics, ni los titulares de prensa, ni los libros de Historia. No tienen miles de seguidoras en redes sociales, no tienen dinero ni representación política. Muchas son mujeres pobres y sin estudios universitarios, muchas son indígenas, son negras, son campesinas, son madres, son lesbianas. 

Lo mismo se enfrentan a una hidroeléctrica internacional que excavan con sus manos buscando a sus hijas e hijos desaparecidos. Liberan a víctimas de la trata, ayudan a las personas migrantes, luchan por la Educación y la Sanidad, buscan a los nietos y a las nietas secuestradas, lideran los acuerdos de paz. Luchan en el campo, pero también en la ciudad, en las fronteras, en la selva, en los manglares, en el desierto, y la mayoría viven en América Latina (desde 2012 se han contabilizado cerca de 2.000 asesinatos de defensoras medioambientales y de derechos humanos en América Latina, y la mayor tasa de muertes la tiene Colombia)

Cada vez que viajo a México, Chile, Colombia… conozco a algunas de estas mujeres que luchan contra el sufrimiento de la población, y me vuelvo a España sobrecogida y llena de admiración. Sus historias me acompañan todo el tiempo, y cuando pierdo la fe en la Humanidad, acudo a ellas para volver a creer en la posibilidad de construir un mundo mejor. 

Porque ellas lo tienen todo en contra, ocupan la escala más baja de la pirámide social, no tienen derechos humanos, sufren todo tipo de abusos, explotación y violencia del capitalismo y del patriarcado, pero no se rinden porque no pueden: no dejan de luchar porque les va la vida en ello. 

Cuando se me baja el ánimo y me invade la desesperanza y la desolación, pienso en todo lo que están consiguiendo las heroínas del siglo XXI, en sus pequeñas y grandes victorias, y me siento muy afortunada por poder visitar sus países y poder aprender de ellas. Son nuestro modelo a seguir, son el ejemplo que necesitan las nuevas generaciones de niñas y adolescentes para sobrevivir en un mundo tan injusto y desigual. 

Con sus historias lo que una aprende todo el tiempo es que lo personal es político y que para construir un mundo mejor necesitamos aprender a pensar en el Bien Común y a organizarnos con otras mujeres para luchar juntas para transformar la realidad.

Las heroínas del siglo XXI nos guían como las estrellas en el firmamento: ellas caminan adelante para que todas podamos soñar con un mundo mejor.

Coral Herrera Gómez 


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29 de agosto de 2024

Love Revolution en Canadá



La Universidad de Quebec en Montreal me ha invitado a impartir una conferencia virtual en Chaire Erica, la Cátedra para el estudio de las relaciones íntimas, conyugales y románticas. 

Se titula: "The Love Revolution: Other ways of loving are possible"

Será en inglés, el 6 de septiembre, a las 9 am horas de Canadá, y podéis apuntaros aquí: 

https://erica.uqam.ca/


Más eventos de la Gira 2024 de Coral Herrera

22 de agosto de 2024

¿Tú tampoco puedes divorciarte? El drama de la vivienda y la cárcel del amor




¿Tú tampoco puedes divorciarte? El drama de la vivienda y la cárcel del amor 

Tengo varias amigas que se quieren divorciar y no pueden. Les mucho costó dar el paso y cuando finalmente acordaron con sus parejas la separación, se dan cuenta de que no les dan las cuentas porque los precios de compra y alquiler de casas están por las nubes. 

El sistema nos quiere de dos en dos, por eso nos castigan si no nos emparejamos. ¿En qué consiste el castigo? Hay cientos de miles las mujeres jóvenes que no pueden salir del hogar e iindependizarse porque no tienen pareja para compartir gastos, y muchas se ven obligadas a convivir con su familia o con personas desconocidas. 

El drama de la vivienda mantiene, además, a miles de mujeres atrapadas en relaciones en las que no son felices, relaciones que no funcionan, y también relaciones en las que sufren explotación doméstica, violencia psicológica y emocional, violencia económica, física y sexual. 

Muchas mujeres se irían si pudieran, pero con un solo salario no pueden irse a ninguna parte, sobre todo si tienen críos. Cuantos más hijos e hijas tienen, más difícil resulta escapar. Según las leyes, todas somos libres para divorciarnos, pero lo cierto es que sin autonomía económica no podemos. De todas ellas, las que más sufren la violencia son las mujeres pobres, las mujeres inmigrantes y las que sufren discapacidad. 

Unas pasan toda la vida soportando y resistiendo como pueden, y la violencia solo termina cuando ellos las asesinan o cuando ellos mueren. Estamos hablando de que hay mujeres que pasan 50 o 60 años sufriendo violaciones y malos tratos, y no tienen medios para huir.

Cada día resulta más difícil separarse: es un lujo al alcance de muy pocas parejas porque se necesitan dos salarios para vivir: uno va a la hipoteca o el alquiler, y el otro hay que dedicarlo a subsistir. En las grandes ciudades, en las islas y en la costa es imposible vivir sola en un apartamento, excepto para las mujeres que gozan de un buen salario y no tienen crías.

Seguimos creyendo que las mujeres en Occidente somos libres, pero las leyes que nos protegen son papel mojado. No importa si el Estado reconoce el derecho de las mujeres a divorciarse: estamos igual que en los países donde no se nos reconoce ese derecho, porque no hay condiciones para que todas podamos ejercerlo.

El matrimonio es una auténtica cárcel para millones de mujeres que no pueden romper el contrato y dejar la relación. Cuanto más pobres y precarias somos, menos derechos tenemos, y cuantos más hijos e hijas, más pobres somos y por tanto, menos libertad tenemos. No podemos elegir qué tipo de vida queremos llevar, ni con quién queremos vivir, ni cuánto tiempo queremos convivir con alguien. 

Nos casamos pensando que podremos separarnos cuando queramos, pero la realidad es que no podemos. 

Ana de Miguel lo explica muy bien: cuando tu vida está determinada por la necesidad, no eres libre. No hay derechos ni libertad de elección y de movimientos sin autonomía económica. 

La Vivienda es uno de los derechos humanos fundamentales: todos y todas necesitamos un refugio seguro y bajo techo para dormir y para vivir. 

Todas las mujeres tenemos derecho a poder vivir solas o con nuestras crías: tener pareja no puede ser una obligación, pero lo cierto es que vivimos en un mundo que nos quiere de dos en dos, consumiendo y aislados de los demás. 

Y lo cierto es también que las personas más pobres del mundo son mujeres con hijas e hijos. Por eso la lucha por los derechos humanos no sirve de nada si no se erradica la pobreza. Las mujeres que viven en la pobreza sufren más el abuso, la explotación y la violencia de sus caseros, sus jefes y sus maridos.

Ante el drama de la vivienda, muchas mujeres están organizándose en pequeños grupos para convivir juntas, compartir la crianza y compartir gastos. 

Ahora mismo lo único que nos salva son las redes de apoyo mutuo entre nosotras, junto con la lucha feminista por la igualdad, y la lucha social a favor del derecho a la vivienda y en contra de la gentrificación, la especulación inmobiliaria, la codicia de los fondos buitre, los desahucios y el turismo depredador. 

Lo personal es político: estamos derribando los muros de la cárcel del matrimonio, y estamos reclamando políticas públicas que garanticen la autonomía económica de todas las mujeres, para que todas seamos libres y podamos elegir con quien queremos compartir la vida. 

Coral Herrera Gómez 


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15 de agosto de 2024

Si no te enamoras y tu pareja sufre



Una de las cosas que más me costó aprender en la vida es que si no estás enamorado o enamorada, y tu pareja lo está pasando mal, hay que dejar la relación. A mí este consejo me habría venido súper bien, porque me ha tocado estar en ambos lados: no solo sufrí por la falta de reciprocidad, también he hecho sufrir porque no me enamoraba.

La honestidad es fundamental para que funcione una relación, y está muy bien ser sincero/a con tu pareja, pero no puedes aprovecharte de ella. Si tú no sientes lo mismo, juegas con ventaja. Lo más cómodo del mundo es dejarse querer, pero no es justo.

No podemos olvidar que cuando no alguien no se siente correspondido/a, inevitablemente sufre. 

Cuando la pasión no es mutua, hay gente que se resigna y se conforma con las migajas del amor, pero es por falta de autoestima, y porque nos han hecho creer en los milagros románticos y en la cultura del aguante, del sacrificio y del sufrimiento.

Sin embargo, en algún momento todos y todas protestamos cuando no nos sentimos cuidados y queridos. Aunque aceptemos que nuestra pareja no quiera vínculos románticos con nosotras, nos cuesta mucho no caer en la trampa de exigir o mendigar amor. Aunque sepamos que la otra persona no quiere comprometerse afectivamente, nos cuesta mucho reprimir nuestras emociones, y renunciar al deseo de ser amados. 

En nuestra cultura se asume que es la persona enamorada la que debe de dar el paso para romper la relación. Pero lo cierto es que cuesta mucho por el autoengaño, y porque cuando estamos muy cegados por el amor no perdemos la esperanza de que la otra persona al final se enamore. 

Yo me di cuenta de que cuando no te enamoras y tu pareja está sufriendo mucho, una debe asumir su responsabilidad afectiva y dejar la relación para que no se prolongue el calvario romántico. 

Es cierto que no es fácil dejar a alguien que te gusta, con la que conectas súper bien en la cama y fuera de ella, con la que te diviertes y te gusta compartir tiempo, pero también es cierto que es doloroso ver sufrir a alguien por ti. Y los reproches, las peleas, los llantos y el sufrimiento pueden llevaros a una relación tóxica de maltrato mutuo.

Si no tenéis las mismas ganas, si no hay el mismo nivel de intensidad emocional, si la relación está desequilibrada, el sufrimiento está asegurado. 

Asi que para ahorrarte sufrimiento a ti y a tu pareja, lo mejor es sentarse a hablar para valorar si se dan las condiciones para quererse bien. Y si no se dan, es mejor deshacer el lazo y que cada uno siga su camino.

Para que todos y todas podamos disfrutar del sexo y del amor, el deseo y los sentimientos tienen que ser recíprocos, y los cuidados deben ser mutuos. 

Coral