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28 de agosto de 2022

Empezamos el curso en el Laboratorio del Amor

 



¿Qué incluye la entrada al Laboratorio del Amor

  • 2 Cursos:  Mujeres que trabajan con mujeres + Mujeres que se liberan
  • 3 meses en la Comunidad de Mujeres.
  • 3 encuentros en directo, uno cada mes.
  • 30 vídeos exclusivos de Coral Herrera
  • Foros, ejercicios y herramientas para trabajar a solas o acompañada.
  • Acceso a la Biblioteca del Amor y descarga gratis de todos los contenidos.
  • Diploma con el que podrás acreditar haber estudiado en el Laboratorio del Amor con Coral Herrera Gómez


Puedes inscribirte en mi web, usando Paypal, Bizum o transferencia bancaria. 



Aquí tienes toda la información: 

http://otrasformasdequererse.com/



27 de agosto de 2022

Tomar conciencia



La mayoría de la gente hacemos daño a los demás por ignorancia, por falta de sensibilidad y empatía, y la mayor parte de las veces, sin darnos cuenta. La prueba es que cuando tomamos conciencia de las violencias que sufrimos y ejercemos, la mayoría somos capaces de asumir nuestra responsabilidad, y cambiar nuestra forma de actuar y de relacionarnos. 

Es cierto que hay mucha gente que disfruta viendo sufrir a los demás, pero ningún ser humano nace violento: la violencia se aprende. 

Y lo mismo que se aprende, se puede desaprender. 


¿Cómo aprendemos a disfrutar del sufrimiento?

En nuestra cultura muchas de las fiestas populares torturan a los animales, y los adultos llevan a los niños y a las niñas a estos espectáculos para que se insensibilicen, y para que entiendan que si todo el mundo ríe y aplaude es porque el dolor de un ser vivo es algo divertido. 

Los niños y niñas nos escuchan contar chistes sobre gente con discapacidades, gente con enfermedades o malformaciones, gente que pertenece a colectivos marginados y discriminados, y así van entendiendo que al reírte de los más débiles, te distancias de ellos, y te colocas en un nivel superior. 

Para que ellos también puedan disfrutar haciendo sufrir, se les invita a cazar lagartijas, cangrejos, pececitos y a torturarlos en un cubo de agua durante horas. También se les permite tratar mal a gatos, perros y demás animales domésticos porque los adultos saben que así aprenden a usar su poder sobre los demás. Es una especie de entrenamiento, para que se sientan superiores a los animales más pequeños, y para que después los niños se diviertan haciendo sufrir a otros niños y niñas. 

La mayor parte de las violencias que sufrimos y ejercemos van acompañadas de risas

Por ejemplo, esos vídeos en los que salen bebés pegandose entre ellos o a ellos mismos acompañados de risas enlatadas para que a todos nos parezca muy gracioso ver como se hacen daño. 

Desde la más tierna infancia, ellos nos ven en grupo haciendo bromas hirientes y bromas crueles a las personas más vulnerables del grupo, y rápido ven que las personas que más daño hacen son las más respetadas.

También aprenden a justificar su violencia: cuando hacen sufrir a otros niños y se les va la mano, pueden excusarse con el argumento de que "era una broma" Así se puede señalar a la víctima que llora como una exagerada que no aguanta ni una. Una variante de esto es señalar a la víctima como culpable de las agresiones que recibe: "me miró mal y por eso tuve que romperle la nariz", "si no fuera tan maricón, nadie le pegaría", "llevaba la falda muy corta, iba provocando que la violaran"

Otra manera de enseñar a los niños a divertirse con el sufrimiento es sometiendoles a una exposición constante a la violencia a través de las pantallas. La mayor parte de los contenidos audiovisuales se dedican a glorificar y exaltar al macho violento sin emociones ni sentimientos, y a insensibilizar a la audiencia para que soporte todo tipo de violencias y aprenda a disfrutar con ellas. No hablamos solo de peleas, tiroteos, violaciones, guerras, sino de contenidos con violencia psicológica y emocional en el que uno o varios hombres se dedican a humillar, insultar, vejar y destrozar a otros hombres o mujeres.  

La violencia está tan "normalizada" que es casi invisible: por eso nos parece normal que haya once millones de españoles en la pobreza, que maten a las personas en las fronteras, que los políticos y sus familiares se hagan ricos con el dinero que ponemos entre todos... 

Nos parece normal que los políticos destrocen nuestro patrimonio común, que maltraten a sanitarios y docentes, que vendan nuestros hospitales, que cierren los servicios de urgencias. Nos parece normal que las mujeres pobres tengan que abrir sus orificios para que hombres desconocidos eyaculen en ellos, o que tengan que vender a sus bebes para poder alimentar a sus hijos mayores. 

Nos parece normal porque es el pan nuestro de cada día: es lo corriente, es lo común. Para los hombres alquilar mujeres es lo mas normal del mundo, no lo perciben como violencia porque no son sus madres ni sus hermanas ni sus hijas las que tienen que alquilar su cuerpo.  

¿Cómo se defiende la gente cuando les señalamos sus violencias? Generalmente con un ataque: al que protesta se le acusa de no tener sentido del humor o de ser "demasiado" sensible, como si la sensibilidad fuese un tremendo defecto. 

Los padres que tienen hijos varones se preocupan mucho cuando sus hijos son sensibles, cuando son bondadosos, cuando son buenas personas. La mayoría preferiría que sus hijos varones fuesen agresivos y violentos, y la excusa que te ponen es que quieren que sus hijos sepan defenderse de los niños violentos. 

No se les ocurre la posibilidad de dejar de criar niños violentos. Prefieren tener hijos agresores que hijos agredidos. Caen en la típica trampa de siempre: "le estoy enseñando a ser violento solo para que se defienda".


¿Cómo acabar con la violencia y el sufrimiento? 

¿Qué hacer para que todos y todas podamos tomar conciencia de las violencias que sufrimos y ejercemos?, ¿cómo dejar de disfrutar viendo a los demás sufrir? 

Creo que hace falta una toma de conciencia colectiva. El mundo está lleno de gente con gafas que ha desarrollado sus niveles de conciencia de una forma asombrosa. A mí me admira mucho esta gente, porque no es nada fácil vivir con tal grado de lucidez y de sensibilidad. 

Cuanta más lucidez, más fácil es deprimirse, como me pasa a mí a medida que voy tomando conciencia de las violencias que sufro y ejerzo. Y como sé que el cambio empieza por mí, busco la manera de trabajarme mis prejuicios, mis violencias, y la forma en que uso mi poder. 

La mayoría de la gente que ha tomado conciencia es generosa y optimista, y le pone todo el amor del mundo a señalar a los demás todo aquello que no vemos, o que no queremos ver. 

Lo hacen a diario en redes sociales y en las calles, en sus centros de trabajo, en su vecindario: trabajan por un mundo mejor, sueñan con un mundo sin sufrimiento y luchan por los derechos humanos de la infancia, de las mujeres, de los animales y las plantas, del planeta Tierra. 

Mucha de esta gente se deja la piel investigando, divulgando conocimientos, aportando datos, y haciendo circular la información: nos sacan de nuestra ignorancia y apelan a ese ser sensato, bondadoso y sensible que se esconde dentro de cada uno de nosotras y nosotros. 

Gracias a ellos y a ellas podemos sacudirnos de encima la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, y rebelarnos ante injusticias que antes no nos conmovían o que creíamos que eran inevitables.

Una vez que tomas conciencia de que hacer sufrir a una persona para ejercer tu poder o para divertirte es violencia, comprendes enseguida que no puedes victimizarte, que tienes que hacerte responsable, y que la revolución empieza en tí. El cambio inicia cuando comienzas a ponerle atención a tu forma de relacionarte con los demás, a entrenar la empatía y a hacer autocrítica amorosa.

Mucha gente se va insensibilizando con la edad y la sobresaturación de información ante el horror del mundo en el que vivimos. Mucha gente necesita sumergirse en otras realidades y escapar de ésta usando los relatos, las drogas, los deportes, las pantallas o la fiesta. Se vive mejor en la ignorancia, por eso hay tanta gente que va con la vida con una venda puesta. 

Sin embargo, algunas personas vamos al revés: cuanto más leemos, cuanto más aprendemos, cuanto más crecemos, mayores son nuestros niveles de sensibilidad, de conciencia y de compromiso.  


Nos quieren ciegos, nos ponemos gafas

A mí de pequeña me resultaba intolerable el nivel de maltrato contra los animales, no soportaba las peleas en el patio del colegio, no podía ver películas violentas, y lloraba pensando en el sufrimiento que está causando la autodestrucción colectiva. Yo ya llevaba las gafas ecologistas y animalistas puestas, y el mundo me dolía una barbaridad. 

De adolescente me refugié en mi mundo ideal porque no me gustaba la realidad, y me resistí todo lo que pude. Pero me faltaba visión: no era consciente de cómo yo usaba mi poder, ni del impacto que mis palabras y mis actos tienen en los demás, porque no sabía hacer autocrítica amorosa, y me faltaba humildad. Los malos eran siempre los demás. 

Cuando me puse en las gafas el filtro violeta del feminismo, tomar conciencia del nivel de violencia contra las mujeres y mi forma de maltratarme a mí misma me resultó muy doloroso. Después de varios años mi nivel de agudeza visual va aumentando: cada día tomo conciencia de nuevas violencias que antes veía "normales" y naturales, y que pensaba que no podían cambiarse.

Cuando me puse el filtro del amor romántico, entonces pude empezar a ver cómo se me había metido el patriarcado dentro, y empecé mi proceso de liberación personal, que me llevó a volcarme en ayudar a todas las mujeres a tomar conciencia de la estafa romántica, y a generar las herramientas que necesitamos para liberarnos todas juntas, individual y colectivamente. 

Cuando empecé a fabricar el filtro de la maternidad para mis gafas, me quedé horrorizada con la forma que tenemos de maltratar a la infancia, y comprendí que estas violencias con las que torturamos a los niños y las niñas son la raíz de todos nuestros problemas como especie. 

En el embarazo empecé a quedarme sorda y me puse audífonos, y el filtro de la discapacidad, y entonces me di cuenta de lo duro que es el mundo para millones de personas que sufren discapacidades. 

Si a esto le añades las gafas antirracistas, las de la diversidad, las de la edad, el antiespecismo, si te asomas a los libros y escuchas a las mujeres más sabias de nuestra cultura, si eres capaz de entender que lo personal es político, entonces no sólo aumenta tu lucidez, sino también tu rebeldía y tus ganas de trabajarte por dentro para, desde tu cambio personal, poder contribuir al cambio colectivo. 

Con ellas cada vez soy más consciente no solo de las violencias que sufro, también de las que ejerzo. Ahora he aprendido a hacer autocrítica y a entender las relaciones de poder, y sé que estas estructuras no son inmutables y que otras formas de tratarnos son posibles. 

Cuanto más tiempo pasa, mis gafas van aumentando su poder, más me duele el mundo y más me rebelo ante la idea de que no se puede hacer nada. Esta rebeldía para algunos es un signo de inmadurez, para otros un defecto que se soluciona siendo más egoísta, tratando de evadirte y escapar cuando puedas, y dejando que te invada la resignación y la indiferencia.  

Yo sé que viviría mejor sin estas gafas, pero he optado por la lucidez como una postura política que me lleva a la ternura radical. 

Es doloroso sentir con tanta intensidad el sufrimiento a mi alrededor, pero tengo la esperanza de que la gente se de cuenta de que la violencia no es inevitable, normal ni necesaria, y que todos y todas tenemos derecho a una buena vida, libre de explotación, sufrimiento y violencia.


Pasos para la toma de conciencia

1) El primer paso siempre es abrir los ojos y tomar conciencia: para mucha gente lavar un coche en un río, o arrojar colillas al mar es "normal", no lo sienten como un acto violento contra la naturaleza. 

Para muchos otros hacer a sus hijos adictos al azúcar y a las pantallas no es violencia, simplemente transmiten sus adicciones a la siguiente generación sin pensarlo. 

La mayoría de los hombres creen que acosar a las mujeres en la calle no es acoso, están convencidos de que nos encanta que tipos desconocidos nos den su opinión sobre nuestro aspecto físico cuando vamos solas. 

Millones de personas tienen encerrados a animales en pisos pequeños durante más de diez horas al día y no sienten eso como violencia. Tampoco encerrar a un pájaro en una jaula para toda la vida. Es una bestialidad, pero para mucha gente es algo "normal": son incapaces de ponerse en el lugar del pájaro.

 No percibimos como violencia dejar llorar a los bebés y no atenderlos, porque hay médicos que justifican esta barbarie y enseñan a las madres a ser violentas con sus propios bebés. 

La tipa que se ríe de la compañera de trabajo porque está gorda no se da cuenta de lo cruel que es cada vez que hace burla de su aspecto físico. No percibe su propia maldad, y los que le ríen las gracias tampoco se dan cuenta, porque entre risas la violencia no parece tan violenta. 

Usamos las burlas, las humillaciones y las bromas crueles para hacer daño a los demás y a pesar de eso nos sentimos buenas personas, porque la mayoría no nos damos cuenta del sufrimiento que causamos (sí, es cierto que hay gente que sí se da cuenta y disfruta haciéndolo)

Lo mismo en las aulas que en las oficinas, lo mismo en casa que en la calle y en las redes, el mundo está lleno de guerras, luchas de poder, y violencia. Discriminamos, excluimos, y nos reímos de la gente por su altura, por su color de piel, por su aspecto físico, por su forma de hablar, por su discapacidades, por sus malformaciones y sus enfermedades, por su falta de habilidades, por su forma de vestir, y aunque sabemos que hacemos daño, muchas creemos que tenemos todo el derecho de atacar a las personas que nos caen mal o que no nos gustan. 

También creemos que tenemos derecho a hacer daño a las personas que admiramos cuando sentimos envidia. 

Y a las personas que queremos cuando estamos enfadados, estresados o de mal humor. 

Atacar a los demás para sentirnos poderosos nos parece lo más normal del mundo hasta que nos hacen daño a nosotros. 

2) El segundo paso es tomar conciencia no solo de la violencia que ejercemos sobre los demás, sino también la que ejercemos contra nosotras mismas. Nos maltratamos a diario cuando nos miramos en el espejo y nos decimos cosas horribles. Nos machacamos los cuerpos para disciplinarlos y someterlos, nos obligamos a pasar hambre, nos jugamos la vida en los quirófanos, nos arrojamos a las adicciones sin control, nos quedamos en relaciones donde no nos saben cuidar ni querer bien, nos obligamos a hacer sacrificios, nos reprimimos constantemente, nos torturamos a nosotras mismas creyendo que el sufrimiento es inevitable y que sirve para conseguir lo que necesitamos. 

Gracias al feminismo muchas mujeres estamos aprendiendo a querernos y a cuidarnos, y a cuidar nuestras relaciones con los demás: yo no puedo ser feliz rodeada de gente que sufre. 


3) El siguiente paso es que aprendamos a cuidar la naturaleza y nuestras relaciones con los demás habitantes del planeta, y comprometernos con la responsabilidad que tenemos de construir un mundo mejor. 

Cuidar de ti misma/o, cuidar de tus relaciones con otros seres vivos, cuidar los espacios que habitas, cuidar la naturaleza y el planeta: son las 3 cosas más importantes que aprendes cuando empiezas a tomar conciencia de que otro mundo es posible, y que tú puedes empezar por ti misma/o.  


Hay esperanza

Hay muchas cosas que están cambiando: hoy sabemos que el maltrato psicológico y emocional es violencia, y hay muchas cosas que antes eran "normales" que hoy ya no lo son. Por ejemplo, antes no lo hacíamos y ahora llamamos a la policía si vemos a un hombre pegando a una mujer en la calle, y tratamos de defenderla. 

Aún nos falta llegar al punto de ser capaces de defender a los niños que son golpeados por sus padres, pero estamos en ello: somos muchas las personas que estamos intentando que la gente entienda que los niños y las niñas son ciudadanas de pleno derecho, que no se puede golpear a ningún ser humano, tenga la edad que tenga, ni a los animales, aunque creas que te pertenecen a ti y por eso puedes hacer lo que te dé la gana con ellos. 

Llegará un día en el que los hombres no se atreverán a pegar a los niños y las niñas en público, ni en espacios donde puedan ser escuchados o vistos. 

Poco a poco vamos tomando conciencia colectivamente: antes se consideraba normal el trato degradante a las parturientas, hoy se tiene más cuidado porque hay miles de mujeres luchando contra la violencia obstétrica, y como consecuencia de ello hay más campañas de sensibilización para que las mamás exijamos nuestros derechos, y para que los profesionales los respeten. Gracias a esto están cambiando los protocolos en los hospitales, y pronto cambiarán las leyes para garantizar a todas las mujeres todos sus derechos durante el embarazo, el parto y el posparto. 

El cambio es muy lento, es cierto. La gente prefiere vivir de ilusiones, y no tiene herramientas para practicar la empatía. Los medios siguen culpando a las víctimas de la violencia que sufren, es muy obvio en el caso de las mujeres que sufren violaciones en sus hogares o en la calle. Los periodistas siguen perpetuando el patriarcado usando los estereotipos y los mitos, y tratando de que creamos que los femicidios son casos aislados, pero nosotras en redes sociales estamos señalando a los agresores, pidiendo justicia, y ayudando a la gente a tomar conciencia. 

La mayor parte de los comunicadores no tienen herramientas para tomar conciencia del machismo y la misoginia que llevan dentro, ni de la responsabilidad social que tienen en la construcción de un mundo mejor. Pero cuando reciben formación y campañas de sensibilización, la mayoría aprende a elaborar noticias correctamente. 

Lo mismo sucede con policías, jueces, personal sanitario y docente: cuando les damos formación comienzan a tomar conciencia de la desigualdad y la violencia estructural que ellos sufren y ejercen todo el tiempo. Y como consecuencia, cambian su comportamiento a mejor. 

Estoy convencida de que si dispusiéramos de herramientas para hacer autocrítica amorosa, podríamos darnos cuenta de cómo nos relacionamos con el mundo, y de cómo haciendo un cambio personal estamos contribuyendo al cambio colectivo. Porque es obvio que necesitamos transformar las estructuras, el sistema no funciona: en el planeta hay millones de personas sufriendo a diario violencias de todo tipo.

No poder comer es violencia, no poder ir al médico ni acceder a un tratamiento es violencia, no poder usar gafas o audífonos es violencia. Qu los bancos echen a la gente de sus casas después de recibir 60 mil millones del dinero de la gente es violencia. 

Es la violencia de un sistema que permite a los políticos gobernar contra nosotros y nosotras: usar el dinero que ponemos entre todos para darselo a los bancos, para comprar armas que no necesitamos o para enriquecer a los millonarios es violencia. Maltratar al personal sanitario es violencia, privatizar hospitales es violencia, recortar en el transporte público para que los pobres vayan apretados en los vagones es violencia. 

Vivimos en una guerra constante, para salir de ella solo hay que tomar conciencia de que todas y todos nos merecemos vivir una Buena Vida, libre de sufrimiento, explotación y violencia. 

Es cierto que aún hay seres humanos que no saben que los animales y las plantas sienten alegría, pena, y dolor, pero también es cierto que hay mucha gente tratando de que todos tomemos conciencia de que no son objetos y nosotros no somos los dueños, y que son seres autónomos que sufren por culpa nuestra. Somos los responsables de la extinción de miles de especies porque estamos destrozando sus hábitats. 

También es cierto que en las escuelas y en los medios nos enseñan a mutilar nuestra capacidad para la empatía, a competir entre nosotros, a relacionarnos desde la jerarquía, a aplastar a los demás para acumular poder, a abusar de la bondad de los demás para conseguir lo que queremos, y a no responsabilizarnos del daño que causamos en los demás cuando ejercemos nuestro poder de forma tiránica. 

Pero todo lo que se aprende, se puede desaprender. 

Y cuantos más docentes adquieran conciencia sobre lo importante que es poner fin a la violencia y situar los cuidados en el centro, más fácil será que la comunidad educativa entera tome conciencia y la filosofía de los cuidados forme parte del currículum educativo.


¿Qué hacemos mientras?

Seguir usando las redes para sensibilizar a los demás, seguir señalando las injusticias, enseñar a la gente a hacerse sus propias gafas para que vean la realidad, y proponer alternativas para construir un mundo sin sufrimiento y violencia. 

A mí me ayudó mucho descubrir que la comunicación y la pedagogía son dos son grandes herramientas para concienciar a los demás. También me ayudó buscar a gente despierta, concienciada y comprometida: dejé de sentirme tan rara y tan sola, aprendí a ver mejor, a identificar mis prejuicios, a ensanchar mi mente y mi corazón. Y ahora me dedico a ayudar a los demás a identificar las violencias que antes yo no veía, y a aportar con mis conocimientos para la erradicación del sufrimiento. 

Para demostrar que otro mundo es posible, que otras formas de relacionarse y de organizarse son posibles, que podemos cambiar las cosas, actúo con el ejemplo, que es la mejor vía de contagio social: si yo puedo cambiarme a mí misma y contribuir al cambio social, es más fácil que los demás sientan que también ellos pueden. 

Me da mucha fuerza asomarme a las redes para ver a toda la gente que está aportando su granito de arena en sus comunidades, en sus barrios y plazas, en los parlamentos, en las instituciones, en las aulas, en los medios, y en sus propias casas. 

Cuando me siento derrotada, les leo en sus muros y me animo pensando que el amor es una fuerza poderosa que puede vencer al odio, que la ternura es un acto político, que podemos acabar con el sufrimiento, que tenemos los medios, las habilidades y los conocimientos necesarios para que todas podamos vivir mejor, y que ellas lo están demostrando día a día. 

Quiero terminar dando las gracias a todas las personas que me ayudan cada día a quitarme la venda, a abrir los ojos y el corazón, a tomar conciencia, y a soñar con un mundo mejor. 

Coral Herrera Gómez


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13 de agosto de 2022

Si estás empezando una relación, esto te interesa




Si estás ilusionada y con ganas de disfrutar de tu nuevo amor, ten claro que lo primero es el auto cuidado, y dejar las cosas claras desde el principio.


El mejor método para construir una relación sana e igualitaria, para evitar peleas, para evitar el abuso y la explotación, y para que ambos podáis disfrutar del amor, es aprender a comunicarse, y a negociar para alcanzar unos acuerdos que os permitan quereros bien.

Si al empezar la relación os sentráis a escuchar a la otra persona y elaboráis una serie de pactos para cuidar la pareja, y para cuidaros mutuamente, os evitaréis muchos malentendidos y mucho sufrimiento. 

Se trata de hablar sobre los temas más importantes: cómo vais a cuidar vuestra salud sexual, cómo vais a manejar los gastos, la frecuencia de vuestras citas, la forma de comunicaros cuando no estéis juntos, lo que os gusta y no os gusta del sexo, lo que cada uno espera de la relación... sabiendo todo esto desde los inicios, os será más fácil establecer unos pactos que os ayudarán a quereros bien, y probablemente podréis disfrutar mucho más del amor.

Pero primero, el Pacto contigo misma

Antes de sentarte a negociar con tu pareja, tendrás que sentarte primero contigo misma y hacerte varias preguntas, la más importante: ¿qué quiero yo, qué necesito yo para estar bien?

Así podrás luego comunicar a tu pareja qué quieres, qué no quieres, podrás poner tus límites, y podrás negociar siendo leal a ti misma. 

Esto es importante porque las mujeres tendemos a decir que sí a todo, a dejarnos llevar por el amor, a ser complacientes, a soportar situaciones que no nos hacen bien, a aguantar y a sufrir en nombre del amor. Nos preocupamos más del bienestar de los hombres que del nuestro, y por eso somos más proclives a ceder en todo. 

Si nos dejamos llevar por la estructura del romanticismo patriarcal, un día de pronto nos vemos de sirvientas de nuestros maridos en casa, rodeadas de niños, con una carga de trabajo descomunal y con un rencor y una rabia tremendas al ver que nuestra pareja vive mucho mejor que nosotras.

Nos dijeron que ibamos a ser princesas y acabamos como sirvientas: cuando nos damos cuenta de la injusticia es tarde: él tiene tiempo para descansar y disfrutar de la vida, mientras nosotras estamos con doble y triple jornada laboral, sin derecho al descanso, y sirviendo a un tipo que vive como un rey.  

Da igual que seamos muy feministas, que hayamos leído mucho, que tengamos claro que no vinimos a este mundo a sufrir ni a ser criadas de los hombres: es muy fácil caer en la estafa romántica.
Así que para cuidarnos a nosotras mismas, tenemos que dejar las cosas muy claras desde el principio: hay que sentarse a negociar con la pareja varias cuestiones, y hay que tener conversaciones incómodas.

A algunas personas les parece que hablar de cosas importantes es es poco romántico, pero lo cierto es que nosotras no podemos darnos el lujo de que la cosa fluya por sí sola. 

Para empezar con buen pie, hay que dejar claro qué es lo que queremos y lo que no queremos, y para que la pareja se consolide y evolucione, la negociación tiene que ser un proceso constante. Una vez que tenéis los acuerdos más importantes, tenéis que seguir hablando mucho para contaros cómo os estáis sintiendo, para evaluar cómo están funcionando los acuerdos, y para cambiarlos si hace falta.  Es un ensayo permanente, hasta que demos con la fórmula con la que ambos nos sintamos bien. 


¿Qué cuestiones son las más importantes para negociar? 

    Tipo de relación y compromiso

¿Queremos una relación abierta, cerrada, poliamorosa, una relación a distancia, queremos una relación informal, ocasional, queremos un vínculo profundo o mejor empezamos con tranqulidad a conocernos? Si el tipo de pareja que queremos no es el mismo que el de nuestra pareja, lo mejor es no empezar la relación, porque nosotras no vamos a hacer cambiar de opinión al otro, ni es justo que queramos obligar al otro a empezar la relación como nosotras queremos. Nosotras no tenemos por qué ceder ante sus necesidades y deseos: si no hay afinidad ni compatibilidad a la hora de entender el amor y la relación de pareja, es mejor que cada cual tire por su lado. 

Por ejemplo, tú quieres un vínculo profundo con tu pareja, y tu pareja no quiere pareja, quiere estar solo y  tener amantes. La trampa es cuando crees que puedes estar con él, enamorarlo y llevarlo a donde a ti te interesa: generalmente los hombres que no quieren enamorarse, no se enamoran, y los que no quieren comprometerse,. juegan contigo un tiempo, pero no se comprometen. Es decir, lo de que tu amor todo lo puede es un mito. 

Para disfrutar del amor, tenemos que tener las mismas o similares apetencias, encontrarnos en un momento en que necesitemos lo mismo, tener una idea parecida sobre qué es el amor y cómo queremos construir el vínculo amoroso. 

  
     Placer y deseo

La mayoría de los hombres no preguntan por miedo, y muchos porque creen que viendo porno aprenden todo sobre la sexualidad femenina. Pero lo cierto es que la mayoría no sabe proporcionar placer a las mujeres, no saben ni donde está el clítoris, y les importa muy poco el placer de sus compañeras.

Algunos te exigen que cuentes los orgasmos has tenido, y luego le informes de la cantidad, pero solo están pensando en su ego de macho y en su nivel de hombría, no en tu placer. Por eso tan pocos preguntan cómo pueden hacerte llegar al orgasmo, y por eso hay tantas mujeres que fingen en la cama. 

Así que para que no sea él el único que disfruta, tiene que saber qué es lo que te gusta, qué es lo que no te gusta, qué te apetece probar, qué es lo que no te apetece. Y tiene que saber que todo en el sexo tiene que ser mutuo: el sexo oral y el sexo anal tienen que ser recíprocos, siempre. 

Si tu amante está como loco por abrirte el culo y él no está dispuesto a ser penetrado, entonces tienes que dejarle ir. Si tu novio te exige que le hagas sexo oral y no está dispuesto a darte placer a ti, tienes que buscar amantes que no sean tan machistas y tan egoístas. 


    Salud sexual

Si un hombre no quiere usar ningún método anticonceptivo, está ejerciendo violencia sobre ti. Si un hombre te contagia con enfermedades de transmisión sexual, está ejerciendo violencia sobre ti. Demuestra que no le importa nada tu salud ni tu vida, y ten por seguro que en caso de embarazo te va a dejar completamente sola: la mayoría de los hombres ni quieren ser padres, ni quieren usar condón. 

Muchas mujeres creen que si les permiten a los hombres no usar condón, ellos las eligirán más veces y las amarán más que a las demás. Es una idea completamente falsa: el mundo está lleno de chicas capaces de poner en riesgo su salud y su vida, con tal de retener al macho. 

Cuando el macho sí está dispuesto a cuidar su salud y a cuidar la tuya, el problema más grande que encontramos es que casi todos los métodos para evitar enfermedades y embarazos están hechos para nosotras, y que muchos de esos métodos son hormonales y a algunas mujeres les hace mucho daño. 

Cierto es que muchas mujeres, aunque lo pasen fatal, usan métodos hormonales para que sus parejas disfruten, porque vivimos en una cultura en la que lo más importante es la satisfacción de las necesidades del macho (sexo, comida, cuidados). Pero como sabes que tu vida no puede girar alrededor de estas necesidades, entonces tienes que pensar en ti, en tu salud, y en tu placer. 
Si tu pareja no se preocupa por tu salud y te pide que tengáis relaciones sin protección, es porque no te ama, y no te cuida. Y tienes que dejarle inmediatamente. 


    Nuestras pasiones y nuestras redes de afecto

El tiempo que le dedicamos a nuestra gente querida es innegociable. Es decir, tu pareja no puede pedirte que le dediques todo el tiempo a él y te olvides de tus amigas y de tu familia.
 
Si lo hace, tienes que salir corriendo de esa relación. Tú tienes derecho a tener tus propios espacios con la gente de tu familia, con tus amigas y amigos, con tus compañeros y compañeras de trabajo, y también tienes derecho a tener tu espacio y tu tiempo para ti, y nadie puede impedirtelo. 
Al principio de la relación es normal que queramos pasar todo el tiempo con nuestro amado/a, pero jamás debemos permitir que nadie nos aleje de nuestra gente querida. 

Lo que sí podemos es negociar cómo vamos a hacer para compatibilizar nuestra relación con nuestra vida de siempre. Una pareja con una relación sana comparte mucho tiempo junta las redes sociales de ambos, pero también le dedican tiempo en exclusiva a sus amigas y amigos más queridos. 

Y aunque es cierto que vivimos con muy poco tiempo, es posible equilibrar los tiempos que dedicamos a la pareja, los tiempos que dedicamos a nuestra red afectiva, y los tiempos que queremos dedicarnos a nosotras mismas y a nuestras pasiones. 

Una de las claves para que tu relación dure es que te sientas libres para irte y para quedarte, que no tengas que renunciar a lo que te hace feliz, que puedas dedicarte a tus aficiones sin ningún tipo de traba: no hay nada peor que renunciar a aquello que te gusta para que la otra persona haga lo mismo.  

Si a ti te gusta salir a caminar a la naturaleza, jugar al ajedrez, leer libros, ir al teatro, bailar y cantar con tus amigas, surfear, practicar artes marciales, visitar museos, viajar, escribir, ir al cine, montar en bicicleta, hacer manualidades, trabajar la arcilla, pintar al óleo, observar aves, navegar en kayak, montar en bicicleta, o aprender cosas nuevas, recuerda que nunca debes renunciar a nada por tener pareja, ni puedes obligar a tu pareja a renunciar a sus pasiones por ti. 

Lo que sí podéis negociar son los tiempos que vais a dedicar a disfrutar cada semana, o cada mes, o las actividades que vais a compartir y las que no…. pero nunca renunciar a tu vida, ni configurarla en torno a la vida de tu pareja.  


    Dinero

Esta es una de las conversaciones más incómodas, pero es necesario tenerla. Las mujeres y los hombres no tenemos los mismos ingresos, ni las mismas condiciones laborales, ni la misma estabilidad en el trabajo. Ellos cuentan con una serie de derechos que nosotras no tenemos, y esto debe contemplarse en las negociaciones sobre el reparto de los gastos, lo  que quiere decir que a la hora de manejar el dinero, tenemos que evaluar si se dan las condiciones para dividirlos de forma igualitaria, o si será mejor hacerlo de forma proporcional. 

No permitas que un hombre te pague todo, ni que tenga poder económico sobre ti, porque la dependencia económica nos hace presas a las mujeres. Recuerda que ellos no dan dinero a cambio de nada, y que te puede salir muy caro que tu economía dependa de la suya. 

Recuerda también que no debes prestar dinero a los hombres que no conoces, por muy enamorada que estés, porque una de las peores violencias que sufrimos las mujeres es precisamente la violencia económica, y tiene que ver con nuestros ahorros o con la firma de créditos para ellos que van a nuestro nombre. Mucho cuidado, que no se puede mezclar el amor y el dinero. 


    Cuidados

Las relaciones en las que no hay cuidados mutuos y recíprocos, son explotación. A los hombres les han enseñado a recibir cuidados, pero no a cuidar, de manera que es muy probable que tu chico crea que tiene derecho a tener su secretaria, su enfermera, su cocinera, su limpiadora y su asistente personal gratis, todos los días del año. 

Si tu pareja no está dispuesta a asumir sus responsabilidades como adulto, tienes que dejar la relación. Si tu pareja ejerce explotación doméstica sobre ti, cuando estés harta de ser su criada, lo tendrás muy difícil para escapar. Mira a las mujeres a tu alrededor: la gran mayoría dedican todo o gran parte de su tiempo a cuidar a sus maridos y a sus hijos, a sus suegros y demás familiares, y apenas reciben cuidados de los demás. 

Ni siquiera tenemos tiempo para cuidarnos a nosotras mismas.  

Si tu chico no sabe cuidarse de sí mismo, ni sabe cuidar su hogar, jamás te vayas a vivir con él. La única forma de no vivir como una sirvienta es no compartir techo bajo ninguna circunstancia. 

Si tu chico no pretende abusar de ti y está dispuesto a tratarte como a una compañera, entonces podéis sentaros a pensar en cómo repartiros las tareas de cuidados, por un lado el cuidado del hogar, y por otro lado, el cuidado de los seres queridos (bebés, mascotas, y familia). Se trata de distribuir las tareas y de equilibrar los tiempos para que ambos tengáis igualdad de condiciones, ni más ni menos. 
Mucho cuidado con los que se comprometen y no hacen nada de lo que dicen, o los que empiezan con buen pie y poco a poco van dejando de hacer lo que tienen que hacer. 
Los viajes en pareja son una manera práctica de conocer al amado y de saber si están buscando una compañera o una criada. 


    Cuestiones innegociables

La libertad de movimientos no se puede negociar. Jamás debes pedirle permiso a un hombre para entrar o salir, para ir o venir, para ver a tu gente querida, para hacer cosas que te gustan, para vestir de una forma u otra. Una relación en la que necesitas pedir permiso al macho es un infierno, y si no le obedeces, probablemente tendrás que aguantar sus castigos. El amor solo puede disfrutarse en condiciones de libertad e igualdad.  

Tu privacidad y tu derecho a la intimidad: es innegociable porque es un derecho humano al que no tienes que renunciar. No tienes por qué darle las contraseñas de tu correo y tus redes sociales a tu pareja, tienes derecho a tener conversaciones con tus amigas sin que las escuche o las lea tu pareja, tienes derecho a compartir con tu pareja las cosas que tú quieras, y no debes permitir nunca que viole tu intimidad. Ni por las buenas, ni por las malas. 

La maternidad y la paternidad: si uno de los dos no quiere tener hijos e hijas, no puede obligar al otro a renunciar a su maternidad/paternidad. Y al revés: si tu sueño es fundar una familia feliz, no puedes obligar a la otra persona a tener bebés. Si ambos miembros de la pareja queréis tener hijos, entonces si podéis negociar cómo os vais a implicar en la crianza, cómo os vais a repartir el trabajo, cuantos queréis tener, y qué tiempo y recursos tenéis para una tarea tan colosal. 


¿Qué ocurre si mi pareja no quiere hablar o no cumple los acuerdos?


Que no tienes por qué aceptar sus condiciones. Si él no quiere escucharte, es porque quiere dominarte, y su plan es que vayas asumiendo poco a poco sus imposiciones, sin tener que decirlo en voz alta. Por ejemplo, esos hombres que cuando se van a vivir con una mujer no te dicen claramente que quieres que te encargues de todo, pero como no mueven un dedo ni se hacen la cama, tú tendrás que asumir que te toca cargar con todo, sin necesidad de que él diga: “quiero que seas mi sirvienta”

Si tu pareja está dispuesto a firmar el contrato amoroso pero no cumple los pactos, no hace falta pelear, ni sufrir, ni pasarlo mal: lo mejor es dejar la relación. Podéis sentaros a hablar de por qué no se respetan los acuerdos, e intentarlo de nuevo, pero lo mejor es siempre separarse. Si se los salta constantemente, es una prueba muy clara de que ni te respeta, ni te quiere realmente. 

Si él pacta pero no cumple ningún acuerdo, también es una demostración de que no te ama y no le importas. Da igual lo que te diga con las palabras, lo que importa siempre son los actos, los hechos, lo que hace, no lo que dice. 

Si tu pareja no quiere hablar, y no quiere negociar sobre ningún tema y te pide que le obedezcas en todo, entonces tienes que salir corriendo. El no quiere una compañera, quiere una sierva. 

Cuídate mucho

Hay muy pocos hombres dispuestos a relacionarse en igualdad, y con capacidad para tratar a las mujeres como compañeras, así que antes de comprometerte en la relación, tienes que conocerle bien y ver cómo se comporta cuando está enfadado, y cómo te trata cuando hay un problema o un conflicto. Si en la primera pelea te trata mal, te insulta, te humilla, y te menosprecia, entonces, no es tu relación.

Si quieres más consejos y quieres encontrar las herramientas que necesitas para: 

negociar contigo misma y con tu pareja, 

para aprender a usar tu poder, 

para comunicarte con asertividad, 

para defender tus derechos y tu libertad, 

para evitar malentendidos, 

para dejar de pelear, 

para construir una relación bonita, 

y para terminarla con amor y sin dramas, 


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