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23 de noviembre de 2022

¿Quién cuida a las cuidadoras?



Cuando ya lo tenía todo listo para empezar con mi tesis doctoral en el pueblo, mi abuelo enfermó y me pasé un año cuidando de él y de mi abuela, hasta que se murieron. De esta época de mi vida aprendí muchas cosas, una de ellas, que las cuidadoras necesitamos cuidados. Mi hermana y mi madre se volcaron para que yo pudiera tener fines de semana libres, me llamaban a diario, y me daban apoyo emocional. Acudían al rescate en los momentos más duros, y también me apoyaron en el duelo, cuando todo terminó.


Hoy conozco a muchas mujeres que están cuidando solas a sus madres y padres, mientras cuidan a sus hijos e hijas, y están todas al borde de una depresión. Todas mujeres, todas agotadas y con un profundo sentimiento de soledad. Están cargando con todo el peso de los cuidados, tanto a nivel emocional como a nivel logístico, y sienten la ausencia de sus hermanos y hermanas, sobrinos y sobrinas, como una profunda injusticia. 


Es cierto que nuestra sociedad no nos deja tiempo ni espacio para cuidar, que estamos todos agotados y estresados, pero hay muchas cosas que podemos hacer para cuidar a las cuidadoras, como preguntarles de vez en cuando: ¿cómo estás?, ¿qué necesitas?, ¿cómo podemos ayudarte?


Podemos sostenerlas económica y emocionalmente, y podemos turnarnos para sustituirlas y que así puedan tener dos días de descanso a la semana, y vacaciones para que puedan desconectar y alejarse. Podemos cuidarlas cuando enferman, cuando se derrumban emocionalmente, cuando vienen los días de hospitalización o muchas noches seguidas sin dormir, y cuando se presentan nuevas dificultades según va agravándose la salud de la persona que está recibiendo los cuidados. Y por supuesto, cuando todo termina, siguen los cuidados, porque es entonces cuando soltamos toda la tensión, el agotamiento, el miedo, la tristeza y todas las emociones contenidas. 


Para que cuidar no suponga un desgaste tan brutal a nivel físico y emocional, lo único que funciona ahora mismo es la empatía y la solidaridad de todos los miembros de la familia, lo mismo las de sangre que las de la amistad. 


Repartir los cuidados y cuidar a las cuidadoras principales es un asunto político de primer orden: no es justo que la única solución que nos ofrece el sistema sea explotar a una mujer pobre y sin papeles para que se encargue de una tarea tan dura, tan mal pagada, y tan poco valorada como los cuidados. 


Cuidar es una responsabilidad de todos y de todas nosotras: a nuestros mayores, a nuestros niños, niñas, y bebés, a nuestras mascotas y nuestras plantas y huertos. También a los seres queridos que sufren accidentes, o tiene discapacidades y enfermedades mentales o fisicas que les hacen dependientes durante un tiempo. 


Todos y todas nosotras estamos en algún momento de nuestras vidas en una posición o en otra: necesitamos recibir cuidados en muchas épocas de nuestras vidas, es de justicia que también cuidemos a los demás cuando nos necesitan. 


Si hemos sobrevivido como especie, es gracias al compañerismo y la solidaridad, a nuestra capacidad para cuidarnos, para trabajar en equipo, y para crear redes de apoyo mutuo.


¡Necesitamos una Revolución Amorosa y de Cuidados ya! 


Podemos empezar hoy mismo, en nuestra propia familia y redes de seres queridos, repartiendo tareas, y dedicando nuestra energía y nuestro tiempo a dar y a recibir cuidados. 


Esta revolución no es posible sin los hombres, que tienen que renunciar al privilegio de recibir cuidados sin darlos, arremangarse hasta los codos, y empezar a asumir la parte que les toca. Es un asunto de sentido común y justicia social.

También las compañeras que se dedican profesionalmente a los cuidados merecen nuestros cuidados y nuestro apoyo, para que todas tengan salarios dignos y todos sus derechos garantizados.


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