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1 de abril de 2016

El amor te cambia la vida: el mito romántico de la transformación mágica






Uno de los mitos románticos más potentes de nuestra cultura patriarcal es la idea de que la magia del amor nos salva de todos los males, nos soluciona los problemas, y nos cambia la vida. El amor convierte a los sapos asquerosos en príncipes azules, deshace el hechizo a las bellas durmientes, rescata de su encierro a las muchachas, transforma a la criada que limpia chimeneas en una princesa. 

El mensaje que nos lanzan las historias de Blancanieves y Cenicienta, por ejemplo, es que el amor te libera de las tareas doméstica, del abuso de madrastras malvadas y enanitos tiranos, de la pobreza y la explotación del mercado laboral. Sólo tienes que saber esperar y confiar ciegamente en que un día el amor llamará a tu puerta y te cambiará la vida. 




El amor convierte a los malos en buenos, como por ejemplo, la Bestia, que es un secuestrador y un maltratador cuyo corazón se va ablandando gracias al amor de la Bella. Él es un monstruo, pero la ternura de ella le convierte por fin en un apuesto príncipe azul. El ogro se libera de su maldición, deja de ser un amargado, abandona su agresividad y su violencia, y se casa con la chica linda que ha sido capaz de aguantar los malos tratos y la privación de libertad por su inmensa capacidad para amar. 




El amor romántico es como una religión, con sus mitos, sus mártires, sus paraísos y sus milagros. En los cuentos nos dicen que sufrir es una prueba de amor, y que todo sacrificio tiene su recompensa: Jesús agonizó en la cruz y luego resucitó, y su sacrificio sirvió para salvarnos a todos del pecado mortal.

En la religión romántica, los sacrificios también tienen premio. 
Nos hacen creer que el amor lo puede todo, para que le tengamos una fe ciega al mito romántico del amor como salvación, y todo para que nos quedemos aguantando en relaciones que no somos felices. Por eso aunque ese hombre nunca te haya valorado y jamás se haya enamorado de ti, te dicen que si tú persistes en tu empeño, si eres paciente y bondadosa, al final él se dará cuenta de lo mucho que vales, de lo especial que eres, y de lo grandiosos y puros que son tus sentimientos. Porque ese es el verdadero amor: el de la inocente, fiel y virginal muchacha que lo da todo esperando que algún día él se de cuenta de que ella no es como las demás. Ella no quiere aprovecharse de él ni hacerle daño, ella le ama de verdad.

A las mujeres nos hace mucho daño este mito porque nos mantiene entregadas a la causa romántica  que nos lleva a permanecer pasivas, ensimismadas, entretenidas, soñando con nuestra salvación individual, construyendo paraísos románticos con la imaginación. Esperar a que alguien nos salve nos hace dependientes, y nos convierte en sufridoras, victimas, seres frágiles que necesitan protección, drogadictas que mendigan amor.




La recompensa por amar mucho es que seremos correspondidas en algún momento. Y así es como el amor nos atrapa, haciéndonos creer que el sacrificio merece la pena y que él no podrá resistirse a la idea de ser amado con tanta abnegación y entrega. Por eso hay tantas mujeres que creen a los hombres casados cuando ellos les prometen que algún día se divorciarán  de sus esposas y se irán con ellas, aunque pasen los años y él jamás cumpla sus promesas.


Esta fe ciega en que el amor te cambia la vida tiene otras consecuencias, como por ejemplo la cantidad de mujeres se enamoran de un donjuan esperando que el amor lo transforme en un hombre monógamo, fiel, sincero y honesto


También hay muchas que aguantan la violencia de su compañero creyendo que en algún momento su inmensa capacidad de amor convertirá al maltratador en un hombre bueno y cariñoso. Viven con la idea de que en algún momento él se dará cuenta...

Por eso hay tantas mujeres que en lugar de juntarse con su gente cercana para resolver colectivamente sus problemas, prefieren estar solas y esperar a que un héroe las ayude o las saquen de su situación. Por eso hay tantas mujeres que también se piensan salvadoras y creen que podrán curar al alcohólico, al ludópata, al corrupto, al mentiroso, al problemático... nos han hecho creer que con amor, todos nos curamos y nos salvamos.

Y no es cierto. Los milagros románticos sólo sirven para mantenernos entretenidas soñando con paraísos románticos. Y para tenernos solas, tristes y amargadas, pues la realidad es bien diferente a los cuentos de hadas y es fuente de decepción constante. Cuanto mayor es la distancia entre los sueños románticos y la realidad, más frustradas nos sentimos, y más nos cuesta tomar decisiones.

Algunas de las realidades que chocan con el romanticismo son:  

- Si no se enamoró de ti, no se va a enamorar, aunque esperes diez, veinte, o cien años como la Bella Durmiente. 
- Cenicienta salió de la pobreza a través del matrimonio, pero no es lo habitual. Son muy pocas las que logran casarse con un futbolista multimillonario o un príncipe azul, y no es gratis. Nos tenemos que recordar que si queremos salir de la pobreza y la precariedad hay que luchar por nuestros derechos fundamentales, entre ellos ingresos asegurados o salarios dignos para todas.
-  El amor no nos salva de las tareas domésticas como a Blancanieves. Al revés, normalmente tener pareja nos quita más tiempo libre y nos da más trabajo. Los hombres son los que viven como reyes gracias al amor: aunque sean muy pobres, todos tienen criada gratis.
- El maltratador no se cura con amor. Solo deja de serlo si realmente quiere aprender a resolver sus problemas sin violencia, si pide ayuda profesional y se lo trabaja. 
- La promiscuidad no es una enfermedad, y por tanto no se cura con el amor. El donjuan  no deja de serlo aunque te hayan contado que tú puedes ser la Doña Inés que lo haga hincar la rodilla.  No puedes pedirle a nadie, además, que deje de ser él mismo y se convierta en otra persona. 
- Si  tu no te cuidas ni te quieres, el amor no te motiva a cuidarte ni a quererte, porque ya asumes que hay alguien más que se encarga. Al principio puede que te motives para ponerte a hacer ejercicio, o para superarte a ti misma en determinados retos, pero después del enamoramiento todo eso se abandona... 

El amor no puede transformar la realidad como por arte de magia: nuestra vida no cambia de la noche a la mañana por tener pareja.  Los cambios ocurren cuando trabajamos en ella, cuando tomamos decisiones, cuando llevamos a cabo acciones para incidir en el mundo que habitamos, cuando nos ponemos manos a la obra para cambiar lo que no nos gusta, cuando nos enfocamos en nuestros proyectos.

Lo que realmente nos cambia la vida es tener nuestras propias ilusiones, dedicar nuestra energía a lograr lo que necesitamos o lo que deseamos, ser las directoras de nuestra película o escritoras de nuestra novela, ser las constructoras de nuestra vida, aprender a disfrutar del presente, y trabajar para hacer realidad nuestros sueños. 

Coral Herrera Gómez  


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