Ilustración de Mónica Castanys |
Cuando empiezas a perder la capacidad auditiva, lo más difícil es aceptarlo, y decirte a ti misma que tienes un problema.
Una de las peores violencias que yo cometo contra mí misma es disimular y tratar de parecer "normal", es decir, hablar con la gente haciendo como que no soy sorda. Lo he hecho mucho en el trabajo, por miedo a que se den cuenta que no oigo bien y no me contraten para dar talleres o charlas. Ahora que he tomado conciencia, soy más humilde y pido ayuda, pero ha sido todo un proceso: primero ir al médico, después asumir que tienes que usar audífonos, y luego pedirle a todo el mundo que te ayude.
Es una discapacidad invisible, de manera que no puedes pedirle a nadie que se solidarice de forma espontánea. Con cada persona que hablas, tienes que pedirle que vocalice mejor, que eleve el volumen, o que se baje la mascarilla para poder leerle los labios.
Hasta que admites que tienes una discapacidad, lo pasas fatal: a mucha gente le irrita que le preguntes tres veces ¿Qué?, o que le pidas que te repita lo que ha dicho.
En Costa Rica por ejemplo nadie me elevaba el tono porque es de mala educación, y aquí en España me pasa lo contrario, que te gritan y con tono de irritación: "¡¡qué cierres la puerta, coño!!"
De alguna manera hay gente que cree que no oyes porque no estás poniendo atención, y es más, nuestra gente nos reprocha: "oyes lo que quieres". Y esto ocurre porque hay días que el zumbido, el tinnitus o el pitido es más fuerte, y otros es más débil. Hay gente a la que entiendo súper bien y gente a la que no entiendo nada. Escucho mejor los agudos que los graves.
Hay días mejores y días peores, pero el asunto es que todo cambia cuando le dices a la gente que tienes una discapacidad y necesitas ayuda. Hay que ser muy humilde y ponerle mucho amor, y asumir que aunque los audífonos también son una tortura, ayudan a no aislarse. No nos podemos permitir el lujo de tirar la toalla porque uno de los riesgos que corremos es que la hipoacusia nos aísla, nos ensimisma, y con el tiempo produce deterioro cognitivo.
Es decir, las personas sordas tenemos mayor tendencia a la depresión y a la demencia por este aislamiento social que llega a ser también afectivo. Yo lucho mucho contra el ensimismamiento, porque me da por quedarme en mi mundo pensando en mis cosas, para mí es muy cansado seguir las conversaciones.
También es agotador estar en sitios con mucho ruido o con música muy alta. Para nosotras los gritos que da la gente son dolorosos. Desde que conozco el "terrorismo acústico", amo profundamente el silencio.
Todo esto para contaros que además de la ayuda de la tecnología y de la gente, también ayuda mucho la humildad: ya no me da vergüenza , ya no intento parecer "normal", y si tengo que pedir ayuda mil veces, pues la pido.
¿Y sabéis que? A la gente le encanta ayudar y sentirse útil, a la gran mayoría les sale lo mejor de sí mismos cuando les pides con amor que te ayuden ☺️
Esto aplica también para las personas que tienen que usar gafas, bastón, muletas, andador, silla de ruedas, e incluso también para la gente que ya no debería conducir un coche y se resiste a aceptarlo.
No es fácil, pero ayuda mucho trabajarse la humildad, admitir que solas no podemos, y dejarnos ayudar por los demás.
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Coral Herrera