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4 de enero de 2017
Fuerza feminista para el parto
En esta foto faltaban 3 minutos para que entrase en quirófano. Mi tremenda labor de parto había terminado, no podía parir, no había dilatado. Había hablado con la Pachamama, me había conectado con todas mis ancestras, en especial con mis abuelas, y estaba unida a todas las mujeres que en ese momento estaban de parto en el planeta. Bailé desnuda, canté, hablé con el bebé, aullé y resistí el dolor de las contracciones. No pedí epidural, solo respiraciones y masajes de Jorge. Y todo para que al final me tocase cesárea. Me sentía fracasada. Y pequeñita. Muy pequeñita. Ya no era dueña de mi cuerpo, ahora mi vida y la de mi bebé dependían de un equipo de gente a la que no conocía. Me moría de miedo. Me temblaban las piernas. Me dio un frío tremendo. Me sentí el ser más frágil del mundo. Sentí que podía morirme si algo salía mal. Nunca he estado tan cerca de la muerte y de la vida. Sentía un vértigo tremendo. Me pidieron que me quitara el audífono y entonces el terror de no oír nada, excepto el zumbido de mis oídos. Y pensé, bueno, al menos lo has intentado con toda tu alma. Venga campeona que tú puedes, poder feminista, claro que sí, empoderaté que sigue siendo tu parto, vamos que todo va a salir bien.
Le dije al bebé: "mi amor te vamos a sacar. Como no puedes salir, te vamos a sacar. Prepárate, ya pronto nos abrazamos". Y le pedí a mi compañero que me hiciera esta foto porque sabía que no me olvidaría jamás de este momento, traté de sonreír para parecer más fuerte, y para que cuando mi hijo un día vea la foto, pueda sentir esa mezcla entre ilusión, miedo, alegría, pena, valentía y fuerza feminista.
En esta otra foto, poco os puedo contar. Estaba drogada por la anestesia y borracha de vida. No me lo creía. Gael ya en el mundo, yo partida en dos, sin mi bebé adentro, y sin poder separarme del cachorro que me pedía teta y me miraba encantado. La maternidad está siendo hermosa y brutal. Tan brutal que sigo estando alucinada y dolorida, sigo sintiéndome vulnerable, grande, pequeñita, llena de energía, sensible, fuerte, torpe, valiente, miedosa, generosa, agotada, y aún estoy en fase de recuperación física y emocional.
Estoy muy agradecida con la vida, porque deseaba mucho vivir esto, y con mi compañero, por este inmenso regalo, por enseñarme a cuidar al bebé, y por la manera en que me acompañas en la crianza de Gael. Contigo es bien fácil disfrutar del amor, de la maternidad y de la vida.