7 de enero de 2023

El amor de pareja y el derecho al tiempo libre

 


Los hombres tienen más tiempo libre que las mujeres. Ellos pueden descansar y dormir más horas que nosotras, y tienen más tiempo para disfrutar de sus pasiones y de su gente querida. 

Tienen más tiempo para hacer ejercicio físico, para practicar deportes, para dedicarse al arte, a la música, para escribir, para leer, para crear, para inventar, para conocer cosas nuevas.

Tiempo para no hacer nada, para disfrutar de la naturaleza, para ascender en su trabajo, para viajar y conocer sitios nuevos, para recuperarse de sus enfermedades, para hacer excursiones, para aprender cosas nuevas. 

Tienen más tiempo para estudiar idiomas, másters, oposiciones, y tienen más tiempo para tener amigas y otras parejas además de la oficial.

Los hombres tienen más calidad de vida que nosotras, porque tienen más tiempo libre. Esta es una de las grandes injusticias que vivimos las mujeres emparejadas en relaciones heterosexuales: tener que regalar nuestro tiempo y energía a los hombres solo porque nacimos mujeres.

Si pudiéramos negociar en igualdad de condiciones, si tuviéramos los mismos derechos y los mismos ingresos, ninguna de nosotras trabajaría gratis para un hombre.

Para que ellos puedan vivir como reyes, nosotras trabajamos el doble de horas que ellos en casa, y por lo tanto tenemos la mitad del tiempo libre que ellos. 

Esto en España: según las estadísticas del INE, la mitad de españolas que viven en pareja realizan la mayoría de tareas de cuidado y trabajo doméstico. Un 32,5% de los hombres no hace nada en casa.

En el mundo, las mujeres dedican casi 6 horas diarias, y los hombres menos de la mitad, 2 horas diarias.


¿Podemos querernos bien en estas condiciones de desigualdad?, ¿podemos las mujeres disfrutar del sexo y del amor en relaciones de abuso? 

Obviamente, no.


Aunque las mujeres asumamos todo el trabajo de cuidados, o la mayor parte, no lo hacemos con una sonrisa. Nos empastillan para que podamos aguantar el ritmo y podamos convivir con el agotamiento, el estrés, la ansiedad, la frustración, el enojo. Nos dan píldoras para activarnos y para relajarnos, y para no explotar. 

Pero aunque nos quieren medicadas y anestesiadas, la mayoría de nosotras protestamos, exigimos colaboración, tratamos de negociar el reparto de tareas, nos rebelamos, nos cabreamos, peleamos por nuestros derechos, hacemos huelgas, y cuando estamos hasta el moño, nos separamos. 

Las mujeres somos las que más demandas de divorcio ponemos, y la explotación doméstica es una de las principales causas.

Una vez que las mujeres nos rebelamos ante la injusticia, y nos damos cuenta de que los cuidados deben ser mutuos y compartidos, a los hombres solo le quedan dos opciones: o empezar a trabajar en equipo con la pareja, o quedarse solos y pagar el trabajo doméstico del que antes disfrutaban gratis.


Ninguna pareja puede funcionar desde el abuso y el privilegio: muchas de nosotras ya nos hemos dado cuenta de que no nacimos para servir, y que queremos disfrutar de una Buena Vida.


En cuanto todas las mujeres del mundo tomemos conciencia de que tenemos derecho a tener tiempo libre, tiempo para descansar y para disfrutar de la vida, se acabaron la monarquía y los privilegios masculinos.


Llevamos siglos luchando por este derecho en las calles, pero sobre todo, en la casa y en la cama, nuestros principales campos de batalla. 


Y no pararemos hasta la victoria final.


Coral Herrera Gómez 


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Dejar de maternar hombres adultos, y empezar a maternarme a mí misma 

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6 de enero de 2023

Dejar de fingir los orgasmos

 



Dejar de 

                 aplaudir sus discursos


                       reírle las gracias


                    fingir los orgasmos 


Dejar de 


     cuidarle si los cuidados no son mutuos


       ser comprensiva con él para empezar          

                   a serlo contigo misma


            trabajar gratis para él en casa


Dejar de 


   aguantar su mal humor y sus frustraciones


                 esperar a que se de cuenta

             de lo mucho que te ama 


            decirle sí cuando en realidad 

                         quieres decir no


Dejar de


  soñar con un cambio que no va a llegar y que no está en tus manos sino en las suyas


  servirle con amor y docilidad 

      para que siga sintiéndose el rey


         sacrificarte y aguantar, 

            porque no hay recompensa


 


Dejar de 


ponerle en el centro de tu vida para que todo gire alrededor de él


darle la razón y llevarle la corriente para que no se enfade


  perdonarle las infidelidades una y otra vez




Dejar de

                      Endiosarles

                        Esperarles

                        Explicarles

                                 y

                        Quererles




Ellos solos no se van a quitar la corona y a renunciar a sus privilegios. Solo empezarán a cambiar cuando no les quiera nadie y no encuentren a ninguna mujer dispuesta a fingir, aplaudir, reír, planchar, cocinar, limpiar y cuidarles.


Cuando no haya más sirvientas a su disposición, ni más mujeres dispuestas a sufrir por amor, se pondrán furiosos o se deprimirán. 

Igual, entonces, se plantearán que tienen que cambiar. O se quedarán solos.

Coral Herrera Gómez 



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5 de enero de 2023

¿Por qué las mujeres no podemos divorciarnos?




La inmensa mayoría de las mujeres no podemos separarnos de nuestras parejas.

 Son muy pocas las mujeres que pueden acceder al derecho al divorcio en el mundo, y es una injusticia muy grande. 

La mayoría no pueden porque no tienen autonomía económica, y unas cuantas porque tienen miedo a la guerra del divorcio, en la que pueden ser asesinadas, o pueden perder a sus criaturas.

Si miráis los salarios, las tasas de desempleo y los precios de la vivienda es fácil entender por qué millones de mujeres no se pueden separar de sus maridos. En España un 20% de la población cobra menos de 1.000 euros al mes, y un 66%, menos de 1900 euros. Las mujeres cobramos un 23% menos que los hombres.

Las tierras son de los hombres, las casas, los medios de producción y de comunicación son de los hombres, las empresas y los bancos son de los hombres.

Nuestras leyes dicen que las mujeres somos libres, pero la realidad es que imposible separarse: el matrimonio es un auténtica trampa a la que muchas vamos ilusionadas y felices. 

Cuando estamos en ella se convierte en una cárcel de la que ya no se puede escapar. Las mujeres que lo hacen pasan a formar parte de la población en riesgo de pobreza y exclusión social. 

La mayor parte de las personas pobres en todo el mundo son mujeres con hijos e hijas y sin pareja. Cuantos más hijos tienen, más pobres son.

Sin dinero no hay libertad ni derechos. Las mujeres necesitamos dinero para poder salir de nuestros hogares, sobre todo las que sufren abusos y malos tratos.

Sin ingresos dignos las mujeres no somos libres ni podemos elegir con quién queremos compartir techo. Si el mercado laboral y el inmobiliario nos mantiene presas en relaciones en las que no queremos estar, entonces hay que garantizar los ingresos y el derecho a techo. 


La Renta Básica Universal permitiría a millones de mujeres dejar a sus parejas y liberarse de la explotación emocional, doméstica, sexual, reproductiva y laboral. Y también podrían liberarse de sus proxenetas: los hogares y los burdeles quedarían vacíos si todas nosotras tuviésemos autonomía económica.

Por eso hay tanto rechazo a la RBU: a los hombres les espanta la idea de quedarse sin criadas y sin esclavas sexuales y domésticas. 

Mientras seguimos luchando por la RBU, no nos queda otra que organizarnos entre nosotras para ayudarnos a salir de relaciones en las que no nos sentimos cuidadas, sobre todo tenemos que ayudarnos a salir de relaciones violentas basadas en el abuso y la dominación. 

Solas no podemos divorciarnos: necesitamos dinero, necesitamos refugios donde no nos encuentren los que no aceptan que nos separemos, y mucho apoyo emocional y logístico. 

Así que mientras creamos las condiciones políticas y económicas para que el divorcio sea un derecho y no un privilegio, nos tenemos que ayudar entre todas, y organizarnos entre nosotras.


Coral Herrera Gómez 



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4 de enero de 2023

Dejar de maternar hombres adultos, y empezar a maternarse a una misma

 



Ayer me preguntabais que qué significa dejar de maternar a un hombre adulto, y cómo se consigue. 

Lo primero es dejar claras dos cosas: una, que los cuidados en una relación deben ser mutuos. 

Dos, que lo que tú necesitas es un compañero, no un hijo mayor. 

¿Cómo se consigue? 

Lo primero, explicarle que para ser autónomo tiene que aprender a cuidarse a sí mismo, a cuidar sus relaciones, y a cuidar su hogar. 

Lo segundo, negociar para establecer pactos de convivencia y para repartiros las tareas de cuidados y la logística del día a día.

Los hombres pueden aprender a cocinar, a mantener recogido y limpio su hogar, a limpiar la ropa y colocarla, a hacer la lista de la compra, ir a la compra, y colocar y preparar los alimentos.

Los hombres pueden llevar las cuentas de la casa, ir al médico por su propia iniciativa, llevar las cuentas del hogar, cuidar las plantas y el huerto si tenéis.

Puede aprender a organizar las actividades en el tiempo de ocio, a planificar los viajes en pareja o en familia, puede aprender a consultar el clima y a hacer las maletas. 

Pueden ir a las reuniones del colegio, participar en las actividades en las que piden la colaboración de los padres y madres, estar pendientes de las revisiones médicas de las criaturas y de las mascotas, estar pendiente de los eventos sociales y familiares, y participar en la organización como un adulto funcional más ( cumpleaños, operaciones y enfermedades, bodas y divorcios, nacimientos y entierros, y demás momentos importantes)


Puede aprender a confeccionar los disfraces para fechas señaladas, llevar a las crías a los cumpleaños de sus amigos y amigas, puede socializar con los demás padres y madres por sí solo. 

Puede aprender a estar pendiente de la ropa de las criaturas, pasarle la ropa que ha quedado pequeña a otra gente, y organizar la que os pasan a vosotros.

Puede cambiar pañales, sonar mocos, limpiar vómitos, vigilar fiebres en la noche, puede dar biberones, puede hacer la matrícula del colegio y todo tipo de trámites administrativos, puede ayudar a sus hijos e hijas con los deberes. 

Puede aprender a hacer limpieza profunda en el hogar, ordenar el trastero, ir al banco a hacer gestiones, sacar entradas para ir al teatro o al cine, cambiar la ropa de verano a la de invierno. 

Puede vigilar y curar heridas, planificar menús semanales, puede sentarse a hablar con los adolescentes y sostener conversaciones íntimas con ellos sobre sexo, emociones y sentimientos, puede acompañar emocionalmente a amigos y familiares en momentos difíciles de sus vidas, puede acompañarles y cuidarles cuando enferman. Pueden pasar noches en hospitales con sus familiares y amigos si lo necesitan, pueden estar pendientes de la medicación. 

Todos los hombres pueden cuidarse a sí mismos y pedir ayuda a su gente o a profesionales cuando no se sienten bien. 

Si en tu pareja tú eres la que se encarga de todo mientras él juega a la play o se entretiene con su teléfono, si no tienes tiempo libre y él sí, si te sientes su criada porque él no sabe hacer nada, es porque te está tratando como si fueras una mamá devota y entregada a sus cuidados.

Muchas mujeres lo hacemos porque creemos que ellos no saben hacerlo bien, pero también porque nos creemos que así nos van a valorar más y nos van a necesitar. 

Cuidado con el ego: nos gusta sentirnos importantes e imprescindibles, y creemos que van a estar tan agradecidos que no nos van a dejar nunca. 
Pero nos dejan.

Maternar a un hombre como si fuera un adolescente genera una relación de dependencia mutua. 

Que no se nos olvide que todas somos sustituibles: hay millones de mujeres deseando cuidar a hombres que no se cuidan y no las cuidan. Nos han educado para dar "sin pedir nada a cambio", y para creer que nacimos para servir. 

¿En que consiste el cambio radical que propongo? 

Se trata simplemente de que te cuides a ti misma y te preocupes por tu tiempo de descanso y diversión. Se trata de que tu pareja se comprometa a trabajar en equipo y asumir sus responsabilidades como un adulto funcional, que se trabaje a fondo su machismo y todo lo que se tenga que trabajar para aprender a quererte, a tratarte y a comportarse como un compañero.

Si cuentas con su colaboración para hacer el cambio radical que necesitáis, estupendo. Si se lo trabaja para ser autónomo y para comportarse como un adulto, y para ser un compañero, estupendo. Si aprende a comunicarse para expresar sus emociones y sus necesidades, genial. Si aprende a negociar para llegar a acuerdos y para repartirse las tareas, genial también.

Si no, tendrás que tomar las decisiones que sean necesarias para cuidarte a tí misma y para dejar de relacionarte con él como si fuera un ser dependiente. 

Recuerda que tú no puedes cambiar a tu pareja, que solo puede cambiarse él a sí mismo, y que cualquier cambio lo tiene que hacer por iniciativa propia. Siempre hemos intentado educar y orientar a los hombres, pero ninguno evoluciona si no lo necesita.

Recuerda que un compañero no es un hijo, y que los cuidados en una relación entre personas adultas deben ser siempre mutuos. Y que si no son mutuos, es explotación emocional y doméstica. 

Recuerda que tienes derecho a tener tiempo libre y a descansar, y a vivir en igualdad de condiciones con los hombres con los que te relacionas.

Los amores que sean siempre compañeros.

Coral Herrera Gómez

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3 de enero de 2023

Qué aprenden tus hijas e hijos cuando te separas.



Tu marido te trata como una sirvienta, y se comporta como si fuera el hijo mayor. No asume ninguna responsabilidad como adulto, y vive como un rey en su hogar.

Si te separas de él, tu hijo varón se dará cuenta de que es una gran injusticia que los hombres abusen y exploten a las mujeres. También le vendrá bien para comprobar que si él hace lo mismo, se va a quedar solo. Porque cada vez son menos las mujeres que trabajan gratis para sus maridos.

Si te separas, tu hija sabrá que amar no es aguantar, que las mujeres no hemos venido a este mundo a servir, y que todas las mujeres podemos y debemos rebelarnos ante los hombres  egoístas. Ella aprenderá contigo a rebelarse contra el machismo, porque es con el ejemplo como niñas y niños aprenden.


Tu marido te trata mal cuando está enfadado o nervioso. Te insulta, te humilla, te habla con desprecio, o deja de hablarte varios días para castigarte.

Tu marido te controla, te vigila, y limita tu libertad.

Tu marido te miente, te oculta información, te engaña. 

Tu marido te pone los cuernos, tiene otras parejas, y no te permite a tí tener otras relaciones.

Tu marido no te permite usar tu dinero, no te consulta cuando pide un crédito, no te deja trabajar, y gasta sus ingresos en otras mujeres, o en las fiestas que se da con sus amigos.

Tu marido no te quiere, no te trata bien, no te cuida, no se preocupa por tí.

Si te separas, tus hijos e hijas aprenderán que hay que alejarse de la gente que no te cuida, que el matrimonio no es para toda la vida, que las mujeres merecemos tener compañeros de vida con los que trabajar en equipo y hacer frente a las dificultades. Y si algún día se ven en la misma situación, sabrán que no tienen por qué aguantar, que no están condenados a sufrir, que se está mejor sin pareja que en una pareja que no te cuida.

Si tus criaturas te ven a tí luchar por tu libertad y tus derechos y te ven liberarte, aprenderán a luchar por su libertad y sus derechos, y podrán liberarse de todas las relaciones basadas en el machismo, el abuso y la explotación. 

Si eres infeliz y te separas, si te cuidas a tí misma y les cuidas a ellos, tus hijos e hijas aprenderán a cuidarse y a trabajar por su bienestar y su felicidad.

Coral Herrera Gómez 


Si quieres dar el paso acompañada, vente a la comunidad de mujeres del Laboratorio del Amor. Tenemos un grupo virtual y maravilloso de Mujeres que se separan. 


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19 de diciembre de 2022

Cómo disfrutar de las fiestas en familia: decálogo de cuidados



Cómo disfrutar de las fiestas navideñas con la familia: decálogo de cuidados para celebrar eventos libres de machismo, abuso y sufrimiento. Las fiestas sólo se pueden disfrutar en igualdad y en libertad:

▶️ Cuidar la seguridad: lo primero es garantizar la creación de un espacio seguro para todas las mujeres: en cualquier reunión familiar deben de ser excluidos los abusadores y violadores de niños y niñas. Da igual que el señor cometiera su crimen hace treinta años, no importa si es el abuelo, el padre, el padrastro, el tío, el cuñado, o el hermano: ninguna de nosotras tiene que ser obligada a compartir mesa con familiares que ejercieron violencia y destrozaron nuestra infancia o adolescencia.  

▶️ Cuidar la inclusión: el espacio que elijamos tiene que ser accesible y seguro para que nadie quede excluido por su condición física, su salud, su edad, sus discapacidades. 

▶️ Cuidar la integración: que nadie quede excluido/a porque no tiene dinero para aportar. Todo el trabajo de cuidados es también una forma de aportar, quien no pueda poner dinero, puede poner su tiempo y su energía.

▶️ Cuidar a las niñas y niños, recordad que las navidades son muy importantes para ellos y dejan una huella imborrable. Dejad vuestro adultocentrismo a un lado y volcaos para organizar una fiesta inolvidable. Llevad instrumentos, cantar canciones, poned música, bailar son actividades ideales para que todas las generaciones puedan disfrutar juntas, y para evitar hablar los temas que se pueden tratar en otro tipo de reuniones. También son divertidos los juegos de mesa, o ver juntos álbumes de fotos.

▶️ Cuidar a las personas solas: si algún familiar, amigo/a, vecino/a se queda solo, invitadle a vuestra celebración. Aunque también hay que entender y respetar a todas las personas que prefieren quedarse tranquilitas en casa en estas fechas.

▶️ Cuidar la pareja: para evitar conflictos con la pareja: si tú lo que quieres es estar con tu familia y no con la familia de tu pareja, no pasa nada si cada cual os vais con vuestro grupo familiar. Si tenéis críos, como hay varios eventos en estas fiestas, pueden ver a todos sus familiares alternando entre grupos. También podéis probar a alternar juntos, pero si otros años no ha funcionado, mejor cada cual con su gente querida.

▶️ Cuidar nuestras palabras: durante la cena y la sobremesa hay que retirar las pantallas y cuidar nuestras palabras cuando demos nuestra opinión. Recordad que podemos hacer mucho daño y que lo que queremos en realidad es que todo el mundo esté gusto y se sienta seguro, en un espacio donde se le acepta tal cual es, y donde no se le va a juzgar ni va a recibir ataques.

▶️ Cuidar el corazón: también mucho cuidado con las bromas, las burlas, los comentarios y las preguntas que hacemos, para que no vayan cargadas de indirectas, prejuicios o reproches. Hay que evitar especialmente las opiniones sobre el cuerpo, la vestimenta, el peinado de nuestra gente querida, y reclamos tipo: "¿Cuándo te vas a echar un novio?", "¿Cuándo vais a tener un hijo?", "¿Y para cuándo la parejita?"

▶️ Cuídate también a tí misma/o: a la hora de pensar en con quién quieres celebrar el fin de año y el inicio del otro, una de las claves más importantes es evitar juntarse con gente que no te trata bien. Generalmente estamos sensibles y tenemos las emociones a flor de piel: son momentos para disfrutar, así que no vayas obligada a estar en sitios donde no te sientes bien, o con gente que no te quiere bien. 

▶️ Cuidar la alegría: recordad al grupo que las catarsis estropean siempre las fiestas, y a menudo las convierten en un drama. Los asuntos pendientes se pueden resolver otro día, en un ambiente más tranquilo y sin alcohol.

▶️ Cuidaros con el alcohol: para evitar conflictos causados por el alcohol, podéis inventar una palabra que podéis ofrecer a la persona que empiece a crear el conflicto, para que sepa que se está pasando con la bebida, y que tiene que relajarse un poco. Y otra palabra para que uno tenga claro cuándo hay que irse a dormir. 

▶️ Cuidados para el fin de la fiesta: hay que organizarse para que nadie conduzca bebido/a. Hay que pensar si es mejor que conduzcan los que no beban, o mejor organizar la logística del dormir (colchones, sabanas, almohadas y mantas), y la fiesta de pijamas del grupo infantil.

▶️ Cuidar a las cuidadoras. El objetivo de este año es no explotar a las abuelas ni a las madres. 

El lema de estas navidades es: 


"Las mujeres también tenemos derecho a disfrutar de las fiestas"


Para garantizar este derecho, hay que organizarse. Podéis abrir un grupo en el teléfono con las personas asistentes a la cena o a la comida, incluidas las personas adolescentes. En él, hacéis un listado de tareas, y os las repartís entre todos y todas, de un modo equitativo y justo, acorde con las habilidades y capacidades de cada cual.

Aquí os ofrezco un listado para organizar la logística de las reuniones familiares: 

🌲¿Quien se apunta a la elaboración del menú? Hay que hacer un listado de las bebidas, los postres, los aperitivos y los ingredientes de cada plato,  teniendo en cuenta a la gente de la familia que es vegetariana o vegana, y a las personas con alergias e intolerancias alimentarias

🌲¿Quiénes van a la compra? También podéis repartiros las compras y que cada cual lleve algo.

🌲 ¿Quién se encarga de ambientar el espacio? Esto incluye la limpieza pre fiesta del espacio, y la música, la luz, la decoración, la distribución de las sillas, y la presentación de la mesa. También se encargan de los juegos y el reparto de regalos, si los hay, para que sea divertido.

🌲¿Quiénes cocinan? O también es posible repartirse estas tareas y que cada cual traiga algo de su casa.

🌲¿Quienes sirven la mesa? También se puede hacer tipo buffet y que cada cual se sirva lo suyo

🌲¿Quiénes recogen la mesa y friegan los cacharros?, ¿quiénes van a barrer y fregar?, ¿quiénes van a limpiar las copas después del brindis?

🌲¿Quién se encarga de cambiar pañales a los bebés?, ¿quién atiende a los niños y niñas para que también disfruten del evento familiar y la fiesta sea un espacio seguro? 

🌲 ¿Cómo nos organizamos para que las personas mayores y los familiares con discapacidades puedan llegar al sitio y volver a sus casas, y puedan moverse por el espacio?, ¿quién se encarga de acompañar a las que necesitan ayuda para ir al baño?

🌲¿Quiénes se encargan de coordinar el fin de la fiesta y el regreso a casa?


Cada familia se organiza de una forma, y celebra a su manera, así que podéis quitar y añadir cosas a este listado, y personalizarlo según vuestras apetencias y necesidades. 

Podéis designar a dos personas que coordinen, o también podéis autogestionaros, organizar comisiones de trabajo y funcionar asambleariamente. 

Lo importante en este trabajo de cuidados es que la abuela o la madre no sea tratada, como ha sido siempre, como una sirvienta al servicio de la familia. Y que las mujeres y las niñas puedan disfrutar en igualdad de condiciones que el resto. 

Se trata de que los hombres no lleguen a mesa puesta y se queden sentados mientras les sirven. 

Se trata de trabajar en equipo, aportar ideas, comunicarse con amor, cooperar y repartir tareas para que todos puedan sentirse útiles y protagonistas, y puedan dar lo mejor de sí mismos a los demás. 

Se trata de que todas las personas se sientan integradas, aceptadas, queridas, y libres para mostrarse tal y como es.

Se trata de poner los cuidados en el centro de la mesa, para que todas podamos disfrutar.

#Otrasfiestassonposibles

Coral Herrera Gómez 


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17 de diciembre de 2022

Todos confiamos en todos: la comunidad viajera



Me inunda la ternura cuando veo a la gente durmiendo como bebés en los trenes y los aviones. Cuando estamos haciendo fila para pasar por el control solemos estar serias y formales, algunas se sienten nerviosas, y todas están pendientes de su bolso y sus maletas. Solo nos relajamos cuando ya hemos colocado el equipaje, nos acomodamos en nuestro asiento y se cierran las puertas. Cuando el avión despega y alcanzamos altura, o también, con el vaivén del tren o el bus, mucha gente cae rendida al sueño, pierde la compostura, abre la boca, se acurruca como si estuviera en el sofá de su casa. 

Todos confiamos en todos: cae la armadura que llevamos para defendernos, dejamos de estar alerta y pensamos que no nos va a ocurrir nada, que nadie alrededor nos va a hacer daño. Confiamos en los cuidados del personal de tripulación, confiamos en que la persona que conduce está bien despierta, concentrada y en sus cabales, y que nos va a llevar a nuestro destino sanas y salvas.


Confiamos en todas las personas que conforman la comunidad viajera, aunque no nos conozcamos de nada.

Y gracias a eso podemos abandonarnos y quedar dormidos en un espacio público.

En mis viajes suelo pasear por el tren para no pasar tantas horas sentada, pero también porque me encanta ver a gente compartiendo sueño y asiento con personas desconocidas, o a mamás y papas durmiendo con sus criaturas en brazos, o a las parejas que entrelazan sus manos mientras roncan plácidamente. 

Es como si por un rato el vagón no fuese lleno de individualidades, sino de un "nosotros", una comunidad de gente viajera que comparte techo mientras se desplaza de un sitio a otro.

Yo siempre tengo esto presente cuando viajo en transporte público, incluso en el metro: en caso de emergencia todo mi ser se va a volcar en ayudar a la gente que más lo necesite (personas mayores, infancia, personas con movilidad reducida y con discapacidades) También es muy reconfortante pensar que si estoy herida o atrapada también seré ayudada, y que en caso de morirme, podré darle la mano a alguien y podré despedirme de la vida acompañada por otro ser humano.

Esta sensación de formar parte de una comunidad humana también la puedes sentir caminando en la naturaleza: senderistas y montañeras nos saludamos con una sonrisa porque sabemos que quizás en un rato, o más adelante, nos pueden necesitar o podemos necesitar nosotras ayuda. 

No son muchas las ocasiones en las que podemos sentir esa confianza y esa pertenencia, sobre todo si vives en una gran ciudad. 

¡Pero es tan hermoso, y también tan necesario! 

Nos enseñan siempre a desconfiar de los desconocidos, pero poco nos hablan de la maravillosa experiencia que supone sentirse parte de la Humanidad, una inmensa comunidad formada por miles de millones de personas. 

Yo me siento así cuando veo una foto de la Tierra desde el espacio, y pienso: vamos todos en el mismo barco girando alrededor del Sol.

Que somos todos y todas primas hermanas, vaya, lo que pasa es que no nos damos cuenta, excepto cuando suceden catástrofes o situaciones dramáticas como la de la pandemia. 

Cuando te topas de frente con la muerte, no importan las diferencias de clase, de idioma, de religión, de ideología: vamos en el mismo barco (bus, tren, avión), y si ocurre un desastre, vamos a ayudarnos, a socorrernos, y a acompañarnos hasta que lleguen los servicios de emergencia. 


Esta capacidad para la empatía y la solidaridad es instintiva, pero también es cultural: a pesar del individualismo narcisista y egocéntrico de nuestra sociedad, creo que la mayoría tenemos aún la capacidad para cuidarnos los unos a los otros en los momentos importantes.


¿Os imagináis si en las escuelas pudiéramos aprender como cuidarnos entre todos y todas?, ¿y a cuidar las comunidades de las que formamos parte? 


#comunidad #cuidados #ayuda

 #confianza  #solidaridad

 #Compañerismo 

#BienComún

#amordelbueno


Coral Herrera Gómez 


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16 de diciembre de 2022

Un buen regalo para celebrar el nuevo año

 


Hoy os quería presentar mi tienda de regalos a quien no la conocéis, por si queréis regalaros algo a vosotras mismas o a alguien que queréis mucho.

En ella encontrarás: 

Entrada al Laboratorio del Amor por 3 meses y por 6 meses. 

- Acceso a la compra de mis libros, en papel y en digital. 


Si estás buscando un buen regalo, ¿cómo te suena una estancia de 3 meses en el Laboratorio del Amor? 

Una entrada en el Laboratorio incluye: 

  • 3 cursos virtuales: Mujeres que se separan+ Mujeres que se liberan + Mujeres que trabajan con mujeres
  • 3 encuentros virtuales en directo con Coral Herrera, uno cada mes.
  • 10 masterclass exclusivas de Coral Herrera en formato vídeo.
  • 20 vídeos monográficos exclusivos de Coral Herrera de veinte minutos de duración cada uno.
  • 100 foros para trabajar los temas que más te interesan.
  • 5 packs de herramientas con lecturas y ejercicios.
  • Acceso libre a la Biblioteca del Amor, donde encontrarás muchos recursos y materiales.
  • Descarga gratis de todos los contenidos.
  • Formar parte de la Comunidad de Mujeres durante los 3 meses.
  •  Diploma con el que acreditar haber estudiado en el Laboratorio del Amor con Coral Herrera Gómez

 Y además...


En mi tienda también encontrarás el acceso a mis libros, en papel y en digital, en grandes superficies y pequeñas librerías, tanto en España como en el resto de los países. 







¡Quiero entrar a tu tienda de regalos!



13 de diciembre de 2022

Sordera y discapacidad auditiva: mi propia experiencia

Katya Minkina 


Empecé a quedarme sorda cuando me quedé embarazada, hace casi siete años. En ese momento tenía 38 años: según me crecía la panza, mi sordera iba aumentando hasta el punto de que, cuando llegué al quirófano y me quitaron los audífonos, no podía entender al equipo médico. Todas se presentaron a gritos, frente a mi, vocalizando para que pudiera leerles los labios. Si que oí el llanto de mi bebé, que se calmó en cuanto me lo acercaron y escuchó mi voz.

Me hice pruebas, me diagnosticaron otoesclerosis en la seguridad social costarricense, y me proporcionaron gratuitamente audífonos. Estuve 5 años con ellos, investigando sobre el tema de la hipoacusia. Aprendí que esta es una enfermedad que se transmite por vía paterna, en mi caso, mi bisabuela la tuvo y ni pudo operarse, ni usar audífonos. Quedó completamente aislada. Dos de sus nietas, la heredaron, sí se operaron y pudieron vivir años sin audífonos. 

Leí mucho sobre el tema, y averigué que la discapacidad auditiva no se cura, sino que más bien aumenta con el tiempo, excepto en esta enfermedad: puedes hacerte una epedectomía que consiste en que te quitan el estribo, y te ponen un muelle que se mueve cuando entran las ondas sonoras. 

En los foros que visité en Internet encontré de todo: gente que le había ido súper bien, gente que no le había mejorado apenas, gente que quedó sorda del todo.. pero me di cuenta de que en Internet la gente apenas cuenta sus historias con final feliz, es más común que nos movemos para compartir nuestras desgracias. 

Tuve muchos problemas con mis relaciones familiares, sociales y profesionales, y la de pareja.  La sordera no se ve y tu gente cree que no les importas y no les prestas atención. Te aísla irremediablemente. No entendía a mis alumnas en clase. E iba todo a peor.

En uno de mis viajes a España me encontré en mi habitación una carta que nos mandó Pedro Sánchez a los dos millones de españoles que emigramos para contarnos que España nos iba a devolver el derecho a la Sanidad Pública que Rajoy nos había quitado. Y ahí estaba mi tarjeta sanitaria dentro del sobre.

Entonces me dije a mí misma que era una señal, y me atreví a ir al otorrino, que me explicó todo super bien, y me habló de los beneficios y los riesgos: al parecer funciona en el 95 por ciento de los casos. Pero luego lees la hoja en la que te advierten de los riesgos, y te dan ganas de salir corriendo. El oído tiene miles de terminaciones nerviosas y podías quedarte sorda, o perder el gusto y el olfato, o cosas peores que mejor no cuento para no asustaros. Que no eran comunes para nada, pero te lo tenían que contar para que lo supieras.

Yo dudaba de si quedarme con mis audífonos, o atreverme a operarme. Y aquí os cuento brevemente sobre los pros y los contras: 

Lo bueno de llevar audífonos es que oyes. No tienes la audición de una persona oyente, pero puedes sostener conversaciones. Puedes oír la radio, ver la tele, ir al cine y al teatro, puedes asistir a una charla, a un taller, a una reunión de vecinos. Puedes charlar un rato en la farmacia o en la panadería, puedes entender a tu doctora, puedes trabajar...

Hay un tema de seguridad muy importante, además: ir por la calle sin audífonos te pone en peligro, porque no oyes a los coches, ni las motos, ni las bicis, ni los patinetes... Ni a alguien que pueda avisarte si se te va a caer un árbol encima, por ejemplo, o si hay fuego en el edificio en el que estés. 

Más argumentos a favor: el aislamiento que produce la sordera conlleva un deterioro cognitivo, porque como nos cuesta mucho interactuar, renunciamos a relacionarnos y a conversar, no nos integramos en las fiestas, no nos reímos de los chistes, no socializamos y nos metemos muy "adentro" de nosotras mismas. Yo recuerdo que hasta que me dieron los audífonos en la seguridad social costarricense, me dedicaba a recoger y a fregar platos en las reuniones para no tener que estar interactuando con la gente. Solo podía hablar con una o dos personas, pero no con un grupo grande. Te pierdes y no se puede seguir el hilo por mucho que te concentres en escuchar, y te da cosa dar la tabarra al que tienes al lado para que te cuente lo que ha dicho otro.

Además del deterioro cognitivo, también te puedes deprimir un montón, y si sufres una enfermedad mental, se te agrava por el aislamiento. Es muy difícil no encerrarte en tí misma.

Así que usar audífonos te ayuda a integrarte en lo social, y a ser funcional en lo laboral. Y te facilita la vida un montón, si además aprendes a leer los labios. 

Desventajas: al principio duelen físicamente, o sea, es súper molesto tener dos cosas en los oídos permanentemente. 

Luego te acostumbras.

Lo malo de usar audífonos es que te ayuda a oír en el momento, pero te resta audición con el tiempo, como le pasa a la gente que va con los auriculares puestos con la música a todo volumen durante años.

Además, te cansa mucho. Al final del día sientes que llevas un radiocasete en el cerebro y estás deseando darle al stop. Todos los sonidos son electrónicos, incluidas las voces humanas, y la tuya misma. Suenas a robot al principio, y no suena en estéreo, sino en mono. Bueno, ahora hay audífonos muy buenos que te ofrecen diferentes dimensiones, pero en general, el sonido te llega plano, sin matices, como si llegara en blanco y negro. 

Uno de mis mayores terrores era meterme en la ducha con ellos puestos, o lanzarme a nadar y sumergirme con ellos (voy a la piscina una vez por semana).

 Me pasó. 

Con los audífonos te sale más cera en los oídos, y a veces pica.Y cuando llueve y no te puedes resguardar, te los tienes que quitar para que no se mojen. En Costa Rica llueve durante ocho meses al año, así que no fue fácil vivir con ellos.

¿Qué más os puedo contar? Es insoportable entrar en un bar con música, porque los audífonos normales no te alejan el ruido de fondo para escuchar a la gente que tienes cerca: te llega todo a la vez, y mezclado. Cuando la gente grita mucho en una casa o en un restaurante, o en una manifestación, se te meten los gritos en el cerebro, y te duele. Yo me los quitaba en sitios donde había mucho ruido, pero también es verdad que daba miedo perderlos, porque sientes que dependes de ellos y te quedas como desnuda cuando te los quitas. A mí me torturaba gastar tantas pilas, además. 

Otra cosa terrible era quedarme dormida con ellos puestos, porque dolía mucho.

Lo mejor del día era cuando llegaba la noche y los desconectabas, y todo quedaba en silencio. 

Yo amo el silencio. El silencio es paz. Ahora que oigo mejor, me parece que el mundo es demasiado ruidoso.

Cuando viajaba me aterraba no oír mi alarma en la mañana, y apenas dormía, pero me compré una pulsera que vibra y me ayuda siempre a despertarme. 

Ahora hay audífonos que puedes controlar desde tu teléfono, puedes subir y bajar el volumen, quitar el ruido de fondo, y puedes conectarlos por bluetooth a la tele o al ordenador. Pero son muy caros, los hay desde 4 mil euros.

Estos son los pros y los contras de usar audífonos para mí. Pero además hay un tema social y político: la seguridad social española no cubre estos aparatos, y los mejores son los más caros. Es injusto que en España las personas con discapacidad auditiva y sin dinero no puedan acceder a ellos, porque son artículos de primera necesidad, y sin ellos no podemos hacer vida "normal"

Es urgente que la Sanidad pública asegure a todas las personas el derecho a usar audífonos. Y lo mismo con las gafas y demás aparatos de ortopedia que permiten llevar una vida más "normal" a la gente con discapacidades o con dificultades.

Os sigo contando mi experiencia: después de hacerme pruebas, resultó que la enfermedad estaba bastante avanzada, así que mi doctora tuvo que reunirse con el equipo de otorrinos del Hospital Clínico de Madrid para convencerles de que yo todavía era joven y merecía la oportunidad de intentarlo. Lo consiguió, y entonces no lo dudé:  firmé el consentimiento muy agradecida y asustada.

Después de la operación del oído que peor tenía, vino a verme y me dijo muy seria que al entrar en mi oído pudo ver qué la esclerosis había avanzado mas de lo que ella pensaba, y que no sabía si funcionaría o no. Y sí, sí funcionó. 

Recuperé mucha audición, pero en uno de mis viajes se me puso un zumbido en el oído que no se me ha quitado y me acompaña noche y día. Después, cuando decidimos regresar a España, quise operarme del segundo. Aterrizamos el día 6 de marzo, hicimos la mudanza al Sur, tenía las pruebas preoperatorias el 17 en Madrid. Dos días antes me llamaron y me dijeron que el presidente iba a anunciar el confinamiento por la pandemia, y mis pruebas quedaban canceladas hasta nuevo aviso. La mascarilla me aisló completamente y lo pasé fatal durante dos años, sin entender a nadie porque no podía leer los labios. 

Me operé en Andalucía, en Enero de este año, y esta vez tuve más éxito, pues he pasado de sordera grave a moderada, y ya no uso audífonos. Hay días en que oigo mejor porque el zumbido es más leve, y otros en que es más fuerte y oigo menos. La enfermedad sigue avanzando, y los huesecillos del oído medio se van quedando rígidos, como calcificados, así que no sé cuánto tiempo podré vivir sin audífonos.

 Yo de momento estoy disfrutando cada día que pasa, y aunque no es fácil tener esta discapacidad, ya he aprendido a pedirle a la gente que me cuide, que me hable de frente, que no me grite, que vocalice. Ya digo en todos sitios lo que me pasa, antes me hacía daño a mí misma tratando de comportarme como si no la tuviera, hacia como que entendía, y no entendía, y bueno, ya me cuido más y trato de evitar el mal rato, simplemente explicando que tengo discapacidad auditiva. La gente enseguida le pone cariño a la comunicación. 

La discapacidad no solo es un tema de barreras físicas, sino sobre todo sociales y emocionales.

En mi caso, me alegro mucho de haberme operado, y de poder vivir un tiempo sin audífonos.

Y veo que a la mayor parte de la gente que conozco, les ha ido muy bien también. Ojalá encuentren buenos profesionales que les expliquen todo con paciencia y les operen con amor. Ojalá que podamos parar la destrucción de la Sanidad Pública: esta operación cuesta 6 mil euros, más la hospitalización, los medicamentos, y las revisiones. Yo no habría podido pagarlas si no existiera la Sanidad Pública. Gracias a ella me operé y puedo trabajar y comunicarme con más facilidad. Defendamos nuestro mayor tesoro, con uñas y dientes. 

Coral Herrera Gómez


Si quieres leer más sobre mi sordera: 

Mujer, sorda y cyborg: mi discapacidad auditiva y mi capacidad de adaptación


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10 de diciembre de 2022

¿Quién es Coral Herrera Gómez?





Soy una chica de barrio. 

Soy escritora, 

soy sorda, 

soy trabajadora autónoma,

soy madre y soy madrastra, 

soy profesora.

Soy emigrante, y bisnieta de campesinas y sirvientas que también emigraron para escapar del hambre y de la guerra: Antonia, Teresa, Genara y Canora.

Soy nieta de Felisa y Carmen, 

hija de Gloria, 

hermana de Virginia, 

y madre de Gael. 

Mis raíces son castellanas y andaluzas, 

mi compañero es salvadoreño, 

mi hijo costarricense, 

y ahora vivimos en Andalucía. 

Nací en Aluche, un barrio obrero de Madrid, hace 45 años.

 Mi madre trabajaba en la fábrica y mi padre era escritor y trabajador del hogar. Luego se hizo profesor de Yoga. 

Mi hermana y yo estudiamos en el Colegio Público Cuba.

Aprendí inglés en Portsmouth, Inglaterra trabajando de au pair con 18 años y sin cobrar. 

Estudié la carrera de Humanidades en el cinturón industrial de Madrid, en Getafe, mientras trabajaba de cajera en un supermercado. 

Viví en una comunidad durante seis años en Lavapiés, 

serví hamburguesas y perritos calientes, 

hice una tesis sobre el amor romántico en un pueblo de Ávila, 

viví en París medio año, 

emigré a Costa Rica y viví allí nueve años, 

Viajé por Latinoamérica dando conferencias y talleres. 

Y ahora vivo en un pueblo de la costa de Málaga.

Uno de los momentos más importantes de mi vida fue cuando salí del barrio, crucé el río Manzanares, descubrí los centros sociales y los espacios autogestionados, e hice amigos y amigas de todos los países del mundo. 

He sido una hippie disfrazada de punki,

 actriz de teatro, niñera, profesora, trabajé en la hostelería, en academias, en editoriales. 

Viajé de mochilera muchos años, 

nunca llegué a mileurista, 

estuve hasta los 40 sumida en la precariedad. 

Me encanta que me rompan los esquemas, 

me cuesta mucho decir que no y poner límites a los demás,

 soy egoísta e hipocondríaca, pero me lo trabajo mucho. 

Aprendí a leer la ideología de cualquier relato y en cualquier formato en la Universidad, y eso me cambió la vida.

He malgastado mucho tiempo buscando trabajo. 

Me dijeron que no en muchísimas entrevistas. 

Durante la crisis del 2008 escondí de mi currículum el título de Doctora en Humanidades y Comunicación, hasta que tuve que marcharme al extranjero, al mismo tiempo que otros dos millones de españoles. 

Tuve una infancia muy feliz, pero luego en la adolescencia me tocó sufrir mucho por amor. 

Ahora me ahorro todo el sufrimiento que puedo, y he aprendido a cuidarme y a quererme mejor. 

Soy una apasionada de la astronomía y la divulgación científica. 

Escribo en mi diario desde los 12 años,

paso muchas horas en los trenes y los aviones, 

mi medicina es caminar, 

me apasionan las conversaciones largas, 

creo en la Justicia Social. 

Me di cuenta en Santiago que la meta no era Santiago, sino el Camino, 

tuve cuatro amantes famosos, 

cuidé a mis abuelos durante un año hasta su muerte, 

me convertí en madrastra de Pablo y Daniela, dos treintañeros hermosos, 

y llegué a cuidar a la vez a cuatro perras callejeras: Haika, Cuca, Danka y Leti.

Cuando me quedé embarazada, pasé de pesar 44 kilos a pesar 77 . Perdí dos muelas y me quedé sorda: la periodontitis dental y la otoesclerosis se me dispararon con el embarazo. 

Ser sorda y usar audífonos es una pesadilla, sobre todo si no puedes leer los labios porque todo el mundo usa mascarilla. 

La pandemia me aisló mucho, pero tuve suerte: me han operado de los dos oídos y aunque no he recuperado toda la audición, podré estar un tiempo sin aparatos. No sabemos cuántos años, depende de la intensidad del zumbido que me acompaña día y noche, y depende del ritmo al que avance la enfermedad. 

Disfruté de la lactancia casi cinco años seguidos, y en el último año nos teníamos que esconder para que no se metieran con nosotras.

Envejecí mucho con un bebé, dos jornadas laborales y muy pocas horas de sueño. 

El problema no son los bebés, es el capitalismo y el patriarcado, que no nos deja cuidar a nuestras propias crías.

Me encanta andar en bici, hacer yoga y nadar. 

No puedo ver la televisión porque me cabreo mucho. 

Me encanta estar en silencio y disfruto mucho de la soledad. 

También me encanta reunir a mi gente querida y cocinar para ellas. 

Soy antifascista, antirracista, ecofeminista, y admiro el trabajo de las anarquistas que fundaron Mujeres Libres en España.

Mi utopía personal es el amor compañero: creo que un cambio en nuestras formas de relacionarnos también cambiará nuestras formas de organizarnos social, política y económicamente hablando. Creo que otro mundo es posible, y que la clave del cambio está en poner en el centro los cuidados. 

Estuve cuatro años intentando olvidar a un ex e investigando sobre el amor romántico para entender por qué. Una vez que hallé las respuestas, me puse a trabajar en las herramientas para llevar la teoría a la práctica, y fundé el Laboratorio del Amor, una comunidad de mujeres en la que nos acompañamos unas a otras en el proceso de investigación y de liberación. 

Mi plato favorito son las lentejas y las judías pintas con arroz, soy adicta a los crepes de chocolate. 

Me encanta ordenar, clasificar fotos, hacer álbums y registrar la memoria de mi familia y de mi gente querida. 

Una de las ideas que más me ha impactado en la vida es la de que lo personal es político, y se me abrió un mundo cuando comprendí que lo que creemos que son problemas individuales, en realidad son colectivos. 

Empecé a estudiar en una escuela de interpretación en Madrid y creo que habría disfrutado mucho trabajando de actriz, pero como tuve que elegir, elegí mi otra pasión, la investigación y la docencia. 

Me fascina el tema del ego y del poder. Estoy convencida de que podemos abolir la pobreza, la explotación, el sufrimiento y la violencia. Trabajo a diario en mí, y en la Revolución Amorosa, a solas, con mi pareja, y con mis compañeras del Laboratorio. 

Tengo muy poco tiempo y eso me hace sufrir mucho. 

Quisiera tener más tiempo para cuidar a mi gente, para disfrutar de la vida, para aprender sin parar, para escribir como una posesa. 

Uno de mis sueños es poder volver a investigar y tener tiempo para escribir. 

Otro de mis sueños es que todos y todas tengamos derecho a vivir una Buena Vida. 

Me pasé todo el tiempo de mi infancia y adolescencia devorando libros. Tardé mucho en convertirme en adulta y dejar atrás la eterna juventud. 

Tiendo a ensimismarme así que me esfuerzo mucho por tener los pies en la tierra. Antes era muy despistada, ahora soy muy práctica y me va mucho mejor.

Me encanta conocer gente nueva que se abre en canal, y escuchar sus historias de vida. 

Me encanta patear las ciudades y los pueblos, de día y de noche.

He sido una gran animadora sociocultural, muy fiestera, muy payasa, la alegría de la huerta en todas las celebraciones. Añoro esos tiempos de cante, baile, risas y juegos con mis amigas. 

Me ha encantado siempre hacer performances, contar historias, cantar con mis amigas, bailar al aire libre, y subirme a los escenarios. Ahora soy más tímida porque me conoce cada vez más gente, y ya no me resulta fácil la relación entre mi persona y mi personaje. 

Escribo un diario desde los 12 años de edad. Fui hortelana durante dos años en mi pueblo, y me comía mis lechugas y mis tomates con un orgullo tremendo. 

Cuando se me ocurre una idea para escribir, me pongo febril y obsesiva. Vienen a mí cientos de ideas cada día, pero solo puedo escribir cuando no estoy de gira, o cuando todos duermen. 

Mi primera manifestación fue con 6 años contra la OTAN, me llevaron mis padres. Mi primera manifestación sin mis padres fue contra la guerra de Irak, con 16 años. 

Soy pacifista y antimilitarista, con mis gafas violetas y los filtros de la maternidad y la discapacidad, veo violencia en todas partes.

Soy feminista radical, anticapitalista y ecologista, defensora de los derechos de la Infancia, de las mujeres, de las personas con discapacidad, de las que sufren exclusión social y de las personas dependientes, de los animales y del planeta.

Admiro mucho a la gente que cree y trabaja por un mundo mejor. 

Nunca he militado en ningún sindicato, partido político, ni colectivo social, y me he unido a las luchas sociales sin renunciar a mi autonomía. 

No se me da muy bien la lealtad hacia un grupo de poder, ni he tenido nunca una fe ciega en dioses o humanos. Entonces siempre he ido por libre, colaborando con todo el mundo, sin casarme con nadie, queriendo a la gente sin perder mi libertad. Soy fiel a mis ideas, no a una sigla, ni a un logo, ni a una bandera.

Empecé en el movimiento estudiantil, en el instituto y la Universidad, y cuando salí, me encerré cuatro meses en una iglesia de Vallekas contra la Ley de Extranjería, sacamos 50 mil personas a la calle, y logramos un proceso de regularización bajo el lema "Ningún ser humano es ilegal"

Después me uni al movimiento de liberación de las mujeres. 

Soy radical y abolicionista, y aunque me solidarizo con la lucha de los hombres contra la explotación laboral, mi corazón está con todas las mujeres que luchan en contra de la explotación sexual y reproductiva, la explotación doméstica, la explotación laboral, y la explotación emocional que sufren millones de mujeres en todo el mundo.

También soy abolicionista de todo lo demás: la explotación y la tortura animal, los ejércitos, la monarquía, el clero, las jerarquías humanas. Creo en el poder popular, la autogestión, la sororidad y la solidaridad, y la ternura radical. Creo que otras formas de querernos son posibles. 

Nunca he sido religiosa, pero en la naturaleza me siento cerca de lo sagrado y del Cosmos. Me encanta subir montañas para ampliar horizontes, amo los atardeceres y los amaneceres, los paseos por la selva y la playa, los baños en el río, las noches estrelladas, las caminatas nocturnas con luna llena. 

Tengo una red maravillosa de gente que me quiere y me cuida, y que me ha apoyado mucho en los momentos más difíciles de mi vida, especialmente en la época de la crisis, cuando tenía un título de Humanidades, una tesis doctoral sobre el amor romántico, nada de ahorros, y no sabía qué hacer con mi vida.

 Siempre que lo he pasado mal, he tenido a mi alrededor mucho apoyo emocional, económico y logístico. Mi gente no solo me ha cuidado a mí, también a mis perras cuando tenía que viajar, y eso me hace sentir la mujer más afortunada del mundo.  

Soy una mamá imperfecta, y me siento culpable cuando viajo y paso muchos días fuera. Me siento muy comprometida con la tarea de criar a un varón sensible, con gafas violetas, que desobedezca las normas del patriarcado, que se sienta libre para ser quien es, y que sepa relacionarse en igualdad y en libertad con hombres y mujeres. 

Casi todos mis ex son grandes amigos míos. No tuve que perderlos cuando nuestra historia acabó: pudimos transformar nuestro amor, liberarlo del romanticismo, y convertirlo en amistad. 

Vivo en un pueblo con gente de todos los países, junto al mar. Por eso ya no me gusta el turismo. Amo a los perros y a los gatos, y ahora que no tengo, los echo de menos. 

Cosas que se me dan bien en la vida: deleitar a mi gente con mi cocido madrileño, escribir, comunicar, abrir horizontes y me dedico a la divulgación de las ciencias sociales.

Me envicié mucho con las redes sociales cuando nacieron, pero poco a poco he tenido que renunciar a ellas y usarlas solo para dar a conocer mi trabajo. He creado mi propia red social, un espacio libre de violencia verbal, que también es una escuela virtual: en el Laboratorio del Amor puedo ser yo misma, y es un lujo tener compañeras con las que practicar la ética amorosa y la Filosofía de los Cuidados. 

Según voy cumpliendo años y según voy trabajandome las cosas, me siento más segura de mí misma, me escucho con amor, y confío más en mí. 

Me encanta desmontar mitos y prejuicios, y abrir puertas a la esperanza con la idea de que otro mundo es posible, y otras formas de relacionarnos son posibles. 

No he visto nunca una serie de Netflix porque mi hijo nació en el mismo año que la plataforma. Ahora que ya tiene siete años, he vuelto a leer novelas, pero tengo que tener cuidado porque si me engancho no puedo parar de leer y le robo muchas horas al sueño. 

Estoy muy comprometida en la lucha por la Renta Básica Universal, y estoy conociendo poco a poco a mis compañeras y compañeros, gente que lleva décadas luchando por los derechos humanos y con las que estoy aprendiendo un montón. Me han acogido en sus redes con mucho cariño.

Me paso el día trabajando para Coral Herrera. Hago facturas, respondo mails y llamadas, negocio y firmo contratos, compro los billetes de avión o tren, o me alquilo un coche, organizo la logística de mis giras, imparto cursos presenciales y virtuales, llevo mis redes sociales yo sola, también llevo yo la contabilidad y publicidad de mi pequeña empresa, y hago y deshago muchas maletas. 

También cocino, lavo platos, ordeno el caos, y juego con mi hijo, pero es mi compañero el que lleva el peso de los cuidados del hogar y del crío. Sin él yo no podría viajar tanto como viajo.  

Me salieron canas con 18 años y me teñí el pelo de mil colores. Cuando dejé de teñirme, mi madre y sus primas me imitaron, y fue hermoso liberarnos juntas del tinte y lucir nuestras canas con orgullo. 

Desde que salí de España, mi corazón está siempre dividido entre un lado y el otro del Atlántico. Mi familia centroamericana es enorme y estamos repartidos en varios países: El Salvador, Costa Rica, Guatemala, Estados Unidos, Angola, Holanda, Bélgica y Escocia, y la última vez que logramos juntarnos todos fue hace cuatro años. Soy tía abuela de siete crías maravillosas, y me encanta presumir de ellas. 

He pasado una vida llena de intensidades, y ahora solo aspiro a estar tranquila, pero no me dejan. Necesito la soledad tanto como necesito a la gente.

Parezco muy segura de mí misma pero tengo que trabajar mucho para cuidar mi autoestima y controlar el ego.

He publicado 8 libros sobre el amor romántico, una guía para trabajar con adolescentes, y un cuento infantil. He publicado más de 1000  posts en mi blog, que ya ha alcanzado los 9 millones de visitas, a veces grabo videos para YouTube, y tengo un programa de podcast, "Disfrutar del Amor"

A veces deseo que me descubra un príncipe azul (la multinacional) que me permita dedicarme a escribir a tiempo completo, pero en realidad quienes me salvan desde hace años son mis lectoras, que son las que difunden mi trabajo y me van haciendo conocida.

Ahora soy más timida. Es un poco duro perder el anonimato, pero me encanta que me saluden por la calle.

Se me dan fatal las relaciones públicas y las relaciones de poder. Nunca he sabido usar mis contactos para encontrar trabajo. No pude entrar en la Academia,  y por eso monté mi propia escuela, pero ahora soy profesora en masters y posgrados de dos de las universidades más importantes de España, y me llaman de muchas universidades para dar conferencias y cursos.

No pertenezco a ningún colectivo, asociación, partido, organismo, sindicato, y cuando me preguntan, ¿y tú de quién eres?, se sorprenden cuando respondo que vengo sola. 

La parte buena es que me siento muy libre, y me siento orgullosa de ser autónoma. No me siento sola gracias a mis compañeras del Laboratorio. Me siento muy feliz de ser parte de una red de mujeres tan maravillosa. 

Me siento en construcción permanente. Estoy aprendiendo a cuidarme, a cuidar mis palabras, a cuidar mis emociones, a usar mi poder, a cuidar mis relaciones, a cuidar el mundo en el que vivo. Y aunque me lo trabajo mucho y le pongo mucho amor, muchas veces meto la pata.

Estos son trocitos de mi historia que os cuento a toda la gente que ha empezado a seguirme, para que sepáis de dónde vengo, y a qué me dedico.

Gracias por todo el amor que me dais,

Coral Herrera Gómez



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