3 de agosto de 2021

Amor mutuo y cuidados recíprocos



Si tu gente te ayuda con la mudanza cuando te cambias de casa, 

si te cuidan después de una operación o cuando enfermas, 

si te prestan dinero cuando lo necesitas, 

si te dedican tiempo cuando estás pasando un duelo o un momento difícil, 

si están pendientes de tu examen, 

si te acompañan a despedirte de tus seres queridos cuando se van, 

si se alegran por tus éxitos, 

si te escuchan con amor cuando necesitas desahogarte, 

si te ofrecen su perspectiva y te brindan sus consejos cuando estás perdida,

si te ayudan a hacer autocrítica para que puedas hacer los cambios que necesitas para estar mejor,

si celebran el cumpleaños y festejan contigo las buenas noticias, 

si te animan con tus proyectos, 

si te felicitan por tus logros y te apoyan en tus crisis, 

si te ayudan en el posparto y en la crianza,

si te cuidan a tu perro cuando viajas, 

si te ofrecen ayuda cuando te quedas sin ingresos o sin empleo,

si se preocupan por tu bienestar y contribuyen a tu felicidad,


si están ahí para cuando los necesitas, 


recuerda que el amor se construye sobre la reciprocidad, 

y que solo es amor del bueno si los cuidados son mutuos.


#cuidados #reciprocidad #amormutuo #amordelbueno

2 de agosto de 2021

Día 5: La cita romántica... en la Playa del Patriarcado



Hoy fuimos a tomar el aperitivo al chiringuito patriarcal. En la mesa de al lado estaban una chica y un chico, los dos muy guapos, en su primera cita. Ella tenía una rosa roja en las manos y la olía sonriente. Se les notaba porque estaban nerviosos, y porque él comentó en un momento dado que no se la imaginaba tan alta. 

- Jajja, es que a los hombres les cuesta salir con mujeres más altas que ellos, pero tú no tienes complejo de inferioridad con una tía como yo, ¿a que no? 

Yo sonreí por dentro. 

El chico se puso a presumir de su coche nuevo en voz muy alta, mientras yo, con mis lentes violetas, miraba a los camareros y camareras correr de un lado a otro, cubiertos de sudor, resoplando tras sus mascarillas. Me estaba poniendo mala con el trato del chico guapo y los comentarios despreciativos que hacía sobre el chico que les estaba sirviendo. 

El guapo hablaba muy alto y se creía muy gracioso, pero a la chica guapa se le estaba borrando la sonrisa poco a poco. Yo pensé, ojalá se le borre toda de pronto y se de cuenta de qué clase de persona tiene enfrente. 

El chico montó dos escenas por algo relacionado con la comida que les habían servido, y luego le soltó a la acompañante: "estos maricones no sirven para nada" 

- Mi hermano es maricón. -le dijo ella. 

- Bueno, yo no tengo nada en contra de los maricones, lo que quería decir es que este tío es un flojo que no vale pa' camarero. 

Yo resoplé y ella se movió incómoda en su asiento. 

El guapo siguió hablando, en menos de media hora soltó decenas de comentarios clasistas, machistas, y homofóbos. Cuando llegó el vendedor ambulante ofreciendo gorras y gafas de sol, el tipo lo trató fatal. Y la chica no pudo más: 

-Tú eres un votante de derechas, me parece a mí. Muy, pero que muy de derechas. 

- ¿Y qué problema hay con eso, vamos a ver?

- Que no me gustan los votantes de derechas. Que mi padre es un albañil que no sabe ni escribir, mi madre es gitana, mi hermano es maricón, yo soy peluquera. Yo vivo en el barrio del Boquetillo, y tú vives en Puerto Banús, eres un hijito de papá, un maleducado, y un privilegiado que se cree superior por tener un cochazo. Eres muy guapo pero eres un maleducado y aquí dentro no tienes ná. -se señaló el corazón y luego la cabeza.-No nos vamos a llevar bien, ya lo estoy viendo yo, así que mira, lo dejamos aquí. 

Ella se levantó, cogió su teléfono móvil, dejó un billete de diez euros, y se fue de la mesa. El se quedó como en shock, sin saber qué decir, tenía la cara roja de la humillación. 

"Puta de mierda", masculló entre dientes. 

Yo estaba super feliz, ¡qué mujer más valiente y hermosa! Y el camarero estaba también feliz, se le veía la sonrisa tras la mascarilla. 

Me pareció un regalo de la vida ver una escena tan feminista en un chiringuito patriarcal. 

Sentí que la victoria de esta mujer es la victoria de todas nosotras: pudo reconocer, en menos de una hora, que tenía delante un tipo odioso y violento, y fue capaz de verlo claro aunque hubiese acudido a la cita ilusionada.

Ojalá pudiéramos todas verlo tan rápido. En realidad, en la primera cita puedes obtener muchas pistas para saber si estás frente a una buena persona con solo fijarte en cómo trata a los camareros y las camareras, y los comentarios que hacen sobre ellas. Por muy guapo que sea, si no trata bien a las personas que le están sirviendo, no te conviene. Si sufre enfermedades de transmisión social, no te conviene. Y si no tienen control sobre sus emociones y estalla cuando se enfada, tampoco te conviene y además es un peligro. 

Porque si no trata bien a un camarero, no va a tratarte bien tampoco a ti cuando tenga confianza y no hagas las cosas como ellos quieren. 

En este caso el tipo se veía tan arrogante, tan pedante, tan seguro de sí mismo, y con esos aires de marichulo que se cree superior, que estaba bien claro que era un patán. Me puse a pensar en lo mucho que les gusta a los reyes de este estilo ejercer su poder contra la servidumbre, y los espacios en los que este tipo de hombres se sienten los amos del mundo: la casa, el burdel y el bar. Estos son los tres grandes templos de la masculinidad patriarcal. Lugares en los que pueden expresar sus deseos y esperar a que las personas que les sirven corran para complacerles, gratis o pagando. 

Estos reyes van de demócratas pero en realidad defienden a capa y espada la monarquía del patriarcado. No importa que sean pobres: tienen mentalidad de ricos, y comparten con ellos algunos de sus privilegios. Les encanta dar órdenes y sentirse obedecidos. Les gusta tener el poder, les encanta exhibir su belleza y sus habilidades deportivas, les encanta atrapar todas las miradas cuando van subidos en sus motos acuáticas o en sus cochazos. A los demás nos miran por encima del hombro, o a lo lejos, orgullosos de sentirse tan importantes. 

Siempre me quedo alucinada cuando veo a estos hombres de clase trabajadora tratar mal a sus esposas-criadas y a los camareros y camareras. No les da vergüenza, aunque ellos mismos trabajen sirviendo en empresas que no son suyas. Y es que aunque sean camareros, siempre tendrán disponible, por haber nacido hombres, servicio doméstico y sexual. Gratis o pagando: es un privilegio masculino universal: hasta el hombre más pobre de la Tierra tiene a una criada que le limpia los calzoncillos, le escucha cuando está deprimido, le cuida cuando está enfermo, y le cubre todas sus necesidades básicas. Una asistenta personal disponible las 24 horas, los 365 días del año, que prioriza tus necesidades y apetencias por encima de las tuyas. 

Le doy un sorbo a mi sangría pensando que el día en el que logremos la autonomía económica y emocional de todas las mujeres, ellos se quedarán sin sirvientas, no podrán hacer uso de sus privilegios, y caerá el patriarcado. 

El día en que acabemos con su reinado, se quedarán solos, como el patán con cara de guapo y con mentalidad de rico al que le acaban de dar plantón delante de todo el mundo.

Hoy mi post va dedicado a esta mujer tan inteligente y resuelta que supo leer las señales a tiempo y se largó enseguida de su cita romántica.  Gracias porque nos inspiras a todas. 

Coral Herrera Gómez  


Capítulos anteriores:

Día 1: Las Mujeres sin vacaciones, y los manolos. En La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado



Leer más post de Coral Herrera 

Libros de Coral Herrera 

Coral Herrera en Redes Sociales

Día 4: Las familias felices en la Playa del Patriarcado



Un día eres joven y vas a un concierto de Kortatu, y otro día te echas a llorar cuando los Cantajuegos saltan al escenario. Hoy es el cuarto día de mis vacaciones en la Playa del Patriarcado, y fui con Gael a su primer concierto, regalo de su cumpleaños. Yo estaba súper ilusionada, porque aún no sabía que estabamos en un concierto patriarcal. 

El recinto estaba lleno de familias felices con niñas y niños de todas las edades, y me hizo gracia ver que las mamás y los papás estábamos más emocionados que los propios niños. Cuando el escenario se iluminó y se hizo la magia, nos pusimos a cantar y a dar palmas, hasta que noté algo extraño detrás de mí y vi a un padre de familia feliz que estaba gritando y provocando a otro papá de familia feliz, con ganas de bronca.

Vuelvo a mirar a Gael, que no se ha enterado, pero ya todo el mundo está mirando al papá violento. Yo me fijo en la cara de terror de las mujeres que los acompañan. Gael sigue mirando al escenario boquiabierto, ajeno a la pelea de machos, y yo miro a los críos de esos papás, y se me congela la sangre en las venas viendo el terror en sus rostros. 

Vuelvo a mirar a Gael, que mueve sus manitas siguiendo la canción y no se da cuenta de lo que está ocurriendo. La gente ya está pidiendo ayuda a los trabajadores del concierto y el tipo le ha tirado al otro las patatas fritas y la bebida al suelo, mientras la gente intenta separarlos. El otro agarra una silla y todo el mundo protesta y grita, todos los niños alrededor alucinados con la escena, y yo con el corazón a mil por hora con miedo a tener que salir con Gael en volandas. 

Los guardias de seguridad han tardado una eternidad en llegar, y cuando se los han llevado, me ha inundado la rabia, y me he puesto a llorar pensando en las miradas de las mamás aterrorizadas que intentaban separar a sus maridos, y en la mierda de infancia que estarán viviendo esos niños y niñas. 

He pensado también en todos los que han tenido que presenciar una escena tan violenta en un espacio que debería ser seguro y tranquilo para la infancia. No sólo han violado el espacio, sino que además han roto la magia a decenas de críos que estaban empezando a disfrutar del circo. 

Me siento tan furiosa y tan triste.

¿No querías analizar el patriarcado?, pensé, pues toma dos tazas. Me he puesto a mirar a las familias felices pensando en las cifras nacionales y mundiales que desmontan el mito.

La familia feliz es otra de las grandes estafas de nuestra cultura occidental junto con la del amor romántico: los datos de femicidios y huérfanos por violencia machista, los datos de violaciones dentro del matrimonio, del maltrato físico, psicológico y emocional que sufren mujeres, niñas y niños, los índices de abuso sexual infantil y las violaciones dentro de los hogares...

Todas las estadísticas tiran por tierra este mito de las familias felices: es en el "dulce hogar" donde los niños y las niñas sufren y corren más peligro. 

Y a pesar de ello, la familia feliz es la gran meta de millones de mujeres en el mundo, porque seguimos haciendo creer a las niñas que encontrar a su príncipe azul, casarse y reproducirse es la entrada al paraíso, en el que reinarán junto a su amor, con el que serán felices para siempre. 

No les contamos que la mayoría de ellas tendrán que trabajar gratis toda su vida para ellos, ni les damos autonomía económica y emocional para que sean mujeres libres, ni les apoyaremos cuando sean mamás: muchas vivirán condenadas a la dependencia de sus maridos.

A los niños les estamos educando para que sean como esos dos papás que se lían a hostias en un concierto infantil, porque no les estamos ofreciendo referencias de masculinidades no violentas, ni les estamos dando herramientas para que aprendan a gestionar sus emociones y a resolver sus problemas sin violencia. 

Los niños varones necesitan herramientas para cuestionar los mitos y los estereotipos, para rebelarse contra el patriarcado y desobedecer sus leyes, y para aprender a cuidarse y a cuidar a los demás. ¿Cuándo vamos a darnos cuenta y a cambiar la educación que les estamos dando?, me pregunto desolada.

El presentador del circo solo habla en masculino, así que agradezco en el alma que una de las artistas se dirija al público nombrando también a las niñas. Gael está disfrutando un montón, y yo me derrito viéndole cantar, hasta que nos levantamos a bailar el baile de la taza, tetera, cuchara, cucharón... y se encienden las luces. 

Veo en el suelo los restos de la pelea y respiro hondo. Gael aún no ha visto el patriarcado, todavía juega con su muñeca, pero dentro de poco habrá que ayudarle a construir sus propias gafas violetas. 

Le brillan los ojos y me sonríe. "Va a ser una tarea titánica educarte para que seas un hombre libre de patriarcado, pero le voy a poner todo el amor y la energía del mundo", pienso para mis adentros.

Te veo dormir, tan lindo, y me doy cuenta de que ya son las doce y media, y llegó el día de tu cumpleaños. Hace cinco años que te traje al mundo, feliz vuelta al Sol, mi vida, y gracias por existir.

#EnLaPlayaDelPatriarcado #infancia #MasculinidadesNoViolentas #crianza #mitos #familiafeliz

Coral Herrera Gómez 


Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Las Mujeres sin vacaciones y los manolos, en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado

1 de agosto de 2021

Día 3. La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado




Hoy, día 3 de mis vacaciones en La Playa del Patriarcado, el Mediterráneo brillaba con una luz intensa, estaba más hermoso que nunca, y sin embargo, pese a su sobrecogedora belleza, es un mar que duele tanto... 

Es un mar con muchos mares dentro: el mar en el que unos se relajan y otros se mueren de miedo, el mar en el que unos descansan y otros se matan a trabajar, el mar en el que unos se divierten y otros encuentran la muerte. 

En el Mediterráneo se cruzan las pateras con los yates. 

Unos disfrutan su historia de amor viendo atardeceres con su media naranja, otros prefieren abrazarse en los amaneceres de Luna, y otros salen cada mañana temprano a saludar al Sol. 

A orillas del Mediterráneo unos barren y limpian, y otros hacen Yoga y Pilates. 

Unos se aclaran las ideas y conversan consigo mismos, otros no piensan en nada. 

Unos sobreviven y otros disfrutan de la vida.

 Unos defienden su ecosistema y su biodoversidad, otros se dedican a destrozarlo.

 Para algunos el Mediterráneo es un gran cenicero en el que tiran las colillas y las mascarillas, y para otros es una gran fosa común en la que flotan los cadáveres de miles de personas que huyen de la guerra, la miseria y el hambre. 

Hay gente que se relaja matando peces, hay gente que bucea entre ellos sin hacerles daño.

Hay gente que busca tesoros en el Mediterráneo, y otra gente que lo defiende de la contaminación, el cemento y la destrucción. Hay gente que se busca a sí misma en el mar, y mucha otra gente que se pierde. Hay gente que se acerca a esparcir las cenizas de sus seres queridos, y gente que lo cruza para empezar una nueva vida. 

Es el mar de la diversión, la aventura, y el juego, el mismo mar en el que los soldados armados vigilan la frontera desde sus buques de guerra. Es el mismo mar para los que trafican con personas, y para los que se dedican a rescatar vidas humanas. 

Para unos, el mar es placer, disfrute, fiesta y descanso, para otros, es el marco ideal para negocios de alto nivel. 

Unos gozan haciendo el amor, otros se ahogan buscando una vida mejor. 

En los cruceros del Mediterráneo unos viven como reyes, y otros se ganan la vida sirviendo a los reyes. 

El Mediterráneo es terapéutico para unos, y para otros es un cementerio. 

Al Mediterráneo acuden muchos artistas a buscar su inspiración, y otros a buscar comida y salario. 

Unos llegan a sus orillas a buscar soluciones, otros a olvidarse de sus problemas.

Es el mar en el que unos exhiben sus riquezas, sus habilidades y su belleza, y otros trabajan para ellos. Es el mar en el que flotan los cuerpos perfectos, los cuerpos arrugados, los cuerpos operados, los cuerpos mutilados, los cuerpos de los bebés que nunca tuvieron otra oportunidad. 

El Mare Nostrum está lleno de seres vivos que comen micropĺásticos y beben gasolina. Está lleno de luz y de vida, de culturas diferentes, de gente que sueña con un mundo mejor, y que no traga ya con la idea de que el mundo solo puede funcionar bajo la alianza del capitalismo y el patriarcado disfrazado de progreso. 

El Mediterráneo es un reflejo del fracaso de la civilización occidental, y de su miseria moral. 

En las aguas que separan Europa y África, los derechos humanos, las democracias, los tratados internacionales y los discursos bonitos naufragan a diario. 

Es el mar de la vida y la muerte, la miseria y el despilfarro, el disfrute y el sufrimiento: es el espejo en el que no queremos mirarnos, el resultado de muchos siglos de colonización, guerras, explotación, saqueo, violencia y destrucción. 

-Mami, ¿te vienes conmigo a bañarte?, ¡hay olas!

Gael me invita a meterme en el agua con una gran sonrisa, me lanza el salvavidas, y me saca de la tormenta en la que estoy metida.

-Voy cariño, ya voy.

-¿Que hacías? 

-Estaba pensando en lo bonito que está el Mediterráneo hoy. 

#misvacaciones en la #PlayaDelPatriarcado


No te pierdas mi mini serie sobre mis Vacaciones en la Playa del Patriarcado, aquí tienes todos los post: 

Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Las Mujeres sin vacaciones, y los manolos en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado



Leer más post de Coral Herrera 

Libros de Coral Herrera 

Coral Herrera en Redes Sociales



31 de julio de 2021

Día 2: Las tetas liberadas. En la Playa del Patriarcado



Hoy hemos bajado a la playa con mi amiga María, que ha hecho una parada en su viaje de Cádiz a Granada para visitarnos junto con su compañero y su hija, Malena. Cuando me quito la ropa y me siento en la toalla, noto que mi amiga me mira extrañada y cuando le pregunto que qué pasa, me dice, asombrada:

-Nada, que estaba esperando a ver si te quitas la parte de arriba del bikini, pa' ponernos las dos en tetas. ¿Ya no tomas el sol en tetas o qué?

Yo me quedé unos segundos sin saber qué decir. 

-Pues no sé si te lo podrás creer, pero como me he pasado nueve años en Costa Rica sin desnudarme en las playas, he perdido la costumbre. Me da no sé qué, Mari. 

- Jajja, Kori, pero si cuando fui a verte a Costa Rica estabas todo el día dando teta al niño en todos lados. 

-Sí, pero fíjate que no hacía top-less en la playa. Una vez vi a una gringa que se atrevió a hacerlo y todo el mundo la miraba mal, y al final se puso la parte de arriba del bikini. Yo ni cuando estábamos en playas sin gente me destetaba, me daba miedo que me montasen una escena o que viniera la poli. 

Es cierto que las tetas nutricias también molestan, y que yo defendí a capa y espada mi derechos a amamantar, y el derecho de mi bebé a comer siempre que lo necesitase. Fue una postura política frente a las miradas de desprecio y a la proliferación de salas de maternidad en los edificios públicos. Eran espacios asfixiantes, y me parecía que lo que intentaba no era tanto facilitar a las mamás la tarea, sino apartarnos del espacio público para no escandalizar a las mentes puritanas. 

Porque ya sabemos que las tetas para excitar a los hombres y para vender todo tipo de artilugios están bien vistas, pero las tetas para nutrir a nuestras crías no se aceptan porque les resultan "obscenas". 

Así que yo me pasé los cuatro años y medio de lactancia mostrando mis tetas nutricias y obscenas en los parques, en el bus, en la sala de espera de inmigración, en el banco, en las tiendas, en las reuniones familiares, en las fiestas, en las manifestaciones, en todos lados. 

Había gente que miraba para otro lado, gente que me miraba escandalizada, y mujeres que me sonreían con complicidad. 

Ahora que mis tetas ya no son nutricias, vuelven a ser tetas de mujer, pero ya no son tetas de adolescente, como antes. Crecieron muchísimo, dieron litros y litros de leche, y luego se desinflaron. Son unas tetas nuevas y no sé qué hacer con ellas. 

Mi amiga se quita el bikini y se mete en el agua. Yo de pronto escucho mi voz interior patriarcal: "Coral, ya no son tetas bonitas, ya las tienes ya un poco caídas, ¿no? Además la panza postparto que no se te ha quitado nunca, este año no estás tú muy para lucirte, ¿no?"

Aviso a los compañeros que me voy a dar un paseo, agarro mi sombrero y mis gafas violetas, y empiezo a caminar, mientras mi patriarcado interior me va dando argumentos para que abandone la idea de quitarme el bañador. 

Mientras, me fijo en las mujeres que sí se atreven, y hago un pequeño análisis sobre mis observaciones. 

La mayor parte de ellas son de cuarenta años para arriba. Unas tienen las tetas operadas y otras no, y todas están tan a gusto. 

Las adolescentes, ninguna se atreve. Todas tienen bikinis muy sexys que permiten activar la imaginación, pero están constantemente ajustándose el bikini para no enseñar más de lo que pueden enseñar.  

Unas arquean mucho la espalda, sacando el culo para destacar su pecho, otras en cambio hacen el arqueo al revés, haciendo joroba, para no destacar nada. 

Tienen unos cuerpos bellísimos, pero se sienten avergonzadas, especialmente las que están en grupos mixtos. Noto que las chavalas en grupos de mujeres se mueven de una forma más libre y no están tan pendientes de lo que enseñan, ni arquean tanto la espalda para destacar o para ocultar su fisonomía. 

Veo a las de 70 y 80 pasear tan a gusto con sus tetas liberadas, y me dan ganas de quitarme inmediatamente el bikini. Se las ve tan empoderadas y seguras de sí mismas, y vuelvo a ver otro grupo de adolescentes tapadas, y pienso, "madre mía, con lo que podrían disfrutar las de 20 si supieran ya lo que saben las de 70"

Y me pongo a pensar en cómo el patriarcado se nos mete dentro para que vivamos en guerra contra nosotras mismas durante los años en los que tenemos salud, alegría y energía para disfrutar de la vida. 

Pienso en todas las mujeres a las que no le gustan sus propios pechos, ni su barriga, ni sus muslos, ni sus michelines, ni sus arrugas.  Pienso en las 16 mil mujeres que se operan los pechos cada año en España para agrandarlos, reducirlos o elevarlos, las 20 millones de mujeres que se someten en el mundo cada año a intervenciones quirúrgicas por motivos estéticos, y las cientos o miles de mujeres que mueren durante o después de la intervención. 

Pienso en ese 43% de las mujeres que declaran haberse sentido incómodas por practicar la lactancia materna en público en España, y en el 14% de las madres que opta por abandonar esta práctica por este motivo, según la 'Encuesta Nacional sobre Hábitos de Lactancia', un estudio impulsado por la Iniciativa Mundial de la Lactancia Materna.

Pienso que es increíble que en pleno siglo XXI siga existiendo un rechazo tan fuerte al desnudo, con lo placentero que es y la sensación de libertad que te entra cuando tu piel entra en contacto con los rayos de sol, el viento y el agua del mar. 

La obscenidad sólo está en la mirada de la persona que se siente incómoda o excitada ante unas tetas femeninas que toman el sol o que dan leche. 

Y entonces aparece la voz de la feminista que hay en mí, y me pregunto a mi misma: ¿pero tú alguna vez has querido mostrar tus tetas para lucirlas?, ¿no, verdad?, tú te desnudas porque te encanta estar en la naturaleza sin ropa. Pues entonces lo mismo te da enseñar las tetas cuando tienes 20 años que cuando estás a punto de cumplir 44. Sigues siendo la misma mujer todo el tiempo. 

Cuando regreso a mi sombrilla, después de ver tetas de todos los tamaños, colores y formas, y tetas de todas las edades y diversos tonos de piel, y después de reflexionar sobre cómo el patriarcado y el capitalismo utilizan las tetas para someternos a todas, aún no me he decidido. Tengo claro el tema a nivel intelectual, pero,  cómo cuesta ponerlo en práctica.  

Mientras bebo agua fresquita del termo, me doy cuenta de que Malena está agarrada a su libro y no se ha quitado la camiseta de manga larga, con el calor que hace.

Malena está a punto de cumplir 11 años, pero tiene desarrollo precoz y se siente super avergonzada. Me siento junto a ella, aprovechando que los demás se están bañando en el Mar Patriarcal, y le cuento lo que me está pasando. 

- ¿Te puedes creer que yo siempre he tomado el sol con las tetas al aire libre, y que ahora me da vergüenza porque soy más mayor y las tengo un poco caídas? 

Malena aparta la vista del libro y me sonríe. 

- ¿Cuando te empezaron a salir también te daba vergüenza?

- También, sí. Al principio, en la piscina, pero como mi madre y sus amigas tomaban el sol en tetas en el pantano, me di cuenta de que se vive mejor cuando te sientes tan libre y tan tranquila. 

- Mi madre me ha contado que antes siempre ibais a playas nudistas. 

-Es que es donde mejor se está. En la naturaleza, desnuda, sintiéndote libre. No como en esta playa patriarcal, que no nos dejan desnudarnos. 

- Bueno mi madre se ha quedado en tetas, mírala. Y hay más mujeres un poco más allá: yo creo que las que son feministas van todas en tetas. Tú también eres feminista, ¿no, Kori?  

- Si, mi amor. Pero es que no veas, el patriarcado se te mete dentro, y es bien difícil no hacerle caso. No importa que seas o no feminista: es que lo llevamos aquí dentro, y por eso nos cuesta tanto hacer cosas que nos gustan.  

- ¿Y a ti qué te dice el patriarcado? .- Malena se ríe pensando que soy una tía muy graciosa. 

- Que no me quede con las tetas al aire, porque no son tetas como las de las modelos o las actrices, no son tetas para vender un producto, no son tetas para que disfruten los hombres. 

- ¿Y para qué te dice eso el patriarcado? 

- Para que me de vergüenza y me tape. Pero mira una cosa, Malena, al patriarcado hay que  desobedecerle y hay que sacarle de aquí. -le digo señalando mi cabeza. 

- ¿Y qué es el patriarcado? 

- Es esa voz interior que te hace avergonzarte de tu cuerpo, que te dice que tu cuerpo es pecado, y que eres fea, gorda, vieja, y no vales. Es esa voz que te vigila constantemente y te obliga a estar sexy, a seguir los estereotipos y las normas, a ser la mejor en todo, y que te hace la guerra a ti misma todo el día. Es una voz que te somete a la opinión de los demás, no te deja disfrutar y te fastidia todos los momentos hermosos de tu vida. 

- Yo creo que tengo ya esa voz del patriarcado dentro, tía Kori. Yo también siento vergüenza porque me están saliendo las tetas. Y es que yo aún soy una niña, pero mira lo que me está pasando. Hasta pelos me están saliendo. 

- Pues Malena, no le escuches al patriarcado, no le des poder sobre ti. Estás en un momento de transición bien bonito. Nuestros cuerpos cambian, nuestras tetas cambian, todo va cambiando en nosotras... nuestros cuerpos son nuestra casa. Hay que sacarlo fuera de nosotras para que no nos torture y no nos haga la vida imposible. Si le hiciésemos caso, las mujeres nunca haríamos nada. 

- Pero, ¿cómo se saca al patriarcado de aquí?

- Hablando con él, y llevándole la contraria todo el rato. El patriarcado nos quiere inseguras, sumisas, acomplejadas, tristes, aburridas, dependientes y miedosas. 

- Es un señor amargado, el patriarcado.

- Muy amargado, jajaj, es verdad. Yo lo que quiero en realidad es ser libre, y que todas podamos elegir si queremos o no sacar las tetas al viento. Pero para poder ser libres, tenemos que rebelarnos y ser valientes. Mis abuelas no pudieron tomar sol con las tetas al aire, pero gracias a que muchas mujeres se atrevieron a romper con las normas, hoy nosotras podemos quitarnos la parte de arriba del bikini. 

Me quité la parte de arriba del bikini. 

Malena me miró asombrada.

-Ahora me siento mucho mejor, ¿ves? -sonrío y sigo diciendo -mis tetas son mías y les encanta tomar el sol. 

- No sé por qué te da vergüenza, yo te las veo muy bonitas. 

- Gracias, cariño. 

- Yo también las voy a poner al sol. 

Malena se quitó la camiseta y yo le pasé el bote de crema: "Hay que cuidar nuestras tetas liberadas"

Cuando su madre regresó me miró con una alegría inmensa y me preguntó con la mirada: ¿cómo lo has conseguido?

- Mira, María, a las dos nos daba vergüenza, pero nuestras tetas se han liberado por fin. 

-¡Me alegro mucho, chicas! 

-¿Le damos un bañito a las tetas, Kori?

-¡Vamos!

Las dos nos metimos en el agua dando gritos de alegría por la victoria contra el patriarcado interior. 

- Ser rebelde, es ser libre, ¡nosotras somos libres! -gritaba Malena feliz

- ¡Ya no nos da más vergüenza, que vivan las tetas liberadas!- gritaba yo, eufórica.  


Yo creo que no se nos va a olvidar este acontecimiento a ninguna de las dos. Nos hemos hecho una foto para conmemorar el día en que nos atrevimos a liberar nuestras tetas en la Playa del Patriarcado. 

Pero no la subo aquí porque las tetas cuanto más libres son, más obscenas resultan a la censura: los pezones libres de las mujeres están prohibidos en las redes sociales del Patriarcado.

¿Y qué hay de vosotras, cómo hacéis con vuestras tetas en la playa?, 

¿cómo mandáis callar a la voz del patriarcado?, ¿lográis mantenerlo a  raya?

¡Mañana más!

Coral Herrera Gómez 


Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Las mujeres sin vacaciones, y los manolos, en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: Hombres que quieren ser libres: el Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado



Leer más post de Coral Herrera 

Libros de Coral Herrera 

Coral Herrera en Redes Sociales



30 de julio de 2021

Suscríbete a mi blog

                                      


             

                    Canal de Coral en Telegram


Si quieres recibir mis actualizaciones en tu correo, pon aquí tu dirección 👇

29 de julio de 2021

Día 1. Los manolos y las cármenes, en la Playa del Patriarcado


Empiezan mis vacaciones: llego a la playa, extiendo mi toalla en la arena, me pongo la crema solar, abro mi libro para disimular, y cuando estoy sacando del estuche las gafas violetas, mi chico me dice que intente relajarme un poco, y que deje de analizar la realidad por unos días, que me va a venir bien descansar. Dejo las violetas en su funda y me pongo las de sol, pero no hay manera, no lo puedo evitar. 

Llega una familia formada por un señor llamado Manolo, su esposa Carmen, dos hijas treintañeras, cinco nietas y un nieto. Nada más llegar, Manolo mira el horizonte, toma aire, tensa sus músculos, y se dispone a realizar uno de los trabajos más duros y más valorados en época estival: hace un pequeño agujero en la arena para colocar la bandera, en este caso, una sombrilla de color verde, y la clava con la misma valentía y la solemnidad con la que el astronauta clavó la bandera en la luna en 1969. 

Desplega el artefacto protector, es decir, la sombrilla, y abre él solo, sin ningún tipo de ayuda, una de las sillas. Se quita él solo su camiseta, se descalza, se sienta en la silla, y se enciende un cigarro, mirando al horizonte patriarcal con cara de orgullo y satisfacción por la hazaña realizada.  

Carmen le pasa el cenicero playero, saca de la nevera una cerveza fresquita para darsela a Manolo. Para que no tenga que mover un dedo, ella misma la abre y se la pasa. Él ni la mira, ni le da las gracias, anda siguiendo con la vista a dos mujeres que caminan por la orilla haciendo topless, mientras se relame el sudor del bigote pensando en lo que les haría si se dejasen. 

Carmen tiene ganas de estamparle una silla a su marido en la cabeza, pero se pone a trabajar. 

Abre las demás sillas y la mesa, 

coloca las neveras, 

 abre la bolsa con los juguetes del playa. 

Su hija mayor empieza a dar crema solar a cada niña mientas su hija menor cambia los pañales del bebé. 

Entre las tres hinchan manguitos y flotadores, y después se ponen crema en sus propios cuerpos. 

La hija menor se pone al bebé en la teta, y la mayor, llena de esperanza, saca un libro. Pero no tiene éxito: las niñas se están peleando por el delfín de plástico y se acaba metiendo con ellas en el agua. 

Mientras, Carmen acuna a la bebé, y le canta canciones. Manolo se rasca la panza. 

Carmen aprovecha que el bebé se ha quedado dormido para llamar a su hermana: lleva todo el día buscando un hueco para preguntarle por su brazo escayolado, y por los resultados del análisis de su hijo. Cuando termina de charlar, se remoja un poco en la orilla y empieza con los preparativos para la comida. 

Al ver el menú me di cuenta del trabajo que habían estado haciendo las mujeres bien temprano: 

fueron a la compra 

y cocinaron tortilla de patatas, 

ensalada campera, 

boquerones en vinagre, 

filetes empanados, 

y bizcocho casero de postre. 

Cerveza para las adultas, agua y zumos para las niñas. 

Después de comer, Manolo enciende otro cigarro y las mujeres lo recogen todo. Carmen se lleva la basura al contenedor, Manolo echa para atrás su tumbona y se pone a dormir la siesta, mientras sus hijas recogen y limpian. 

Carmen juega con sus nietas, y su hija mayor contesta unos mensajes en el teléfono mientras la otra hija habla con su amiga Pili, que parece que se quiere separar del marido. Ella le anima: "si, Pili, sí, te tienes que separar de ese desgraciado, hazlo ya, de verdad que no te imaginas lo bien que se vive sin marido", mientras su hermana asiente con la cabeza. 

Manolo se despierta de su siesta playera y se va a bañar. Cuando vuelve, le pide a Carmen una bolsa de patatas y una cerveza. Carmen le sirve y luego se pone a dar crema a las niñas, que están discutiendo entre ellas porque unas quieren jugar a la oca y otras al parchís. 

Carmen se levanta y le dice a su hija que se va a dar un paseo sola por la orilla Manolo la mira con cara de fastidio, pero sabe que si necesita algo sus hijas correrán a complacerle. Para eso es el rey de su hogar, el puto amo de su casa, el pilar fundamental de su familia. 

Carmen vuelve al cabo de un rato del paseo, para decepción mía. Yo estaba soñando con que Carmen se fuese para siempre, y Manolo se quedase solo. Pero claro, al ver a las hijas ya supe a quienes les tocaría hacer el papel de sirvienta, de enfermera, de cocinera, de limpiadora, de secretaria, de psicóloga y de cuidadora. Así que Carmen vuelve después de un paseo de apenas 20 minutos.

Manolo ni la saluda, se va a bañar de nuevo, y después se toma su tercera cerveza y fuma su quinto cigarro, disfrutando de la fiesta de los cuerpos en la playa, y mirando a las jovencitas con cara de viejo verde.  

Cuando la sombra de los edificios les alcanza, Carmen empieza a levantar el campamento. 

Lo primero, la bolsa de la basura, donde va metiendo las latas de cerveza, las bolsas de patatas, las servilletas usadas, el pañal del bebé, 

después le quita la arena a los juguetes de las niñas y los guarda en la bolsa, 

recoge los bañadores humedos y dobla las toallas tendidas en la sombrilla y las sillas, 

mete las cremas y las toallas en la bolsa, 

vacía de agua la nevera,

ordena las bolsas de la comida y empaca los restos,

y luego ayuda a sus hijas que están desinflando los flotadores y los manguitos. 

Manolo se espera sentado en su silla a que las sirvientas terminen de hacerlo todo. 


Cuando Carmen le dice: "Vamos ya, Manolo", 

él se levanta, 

saca la parte de arriba de la sombrilla, 

la cierra, 

y saca el palo principal del agujero. 

Manolo mira a su alrededor como esperando aplausos y resopla, es demasiado esfuerzo, su panza demasiado grande, la gesta demasiado heroica. Se seca el sudor de la frente y se pone la camisa.

Carmen cierra la silla de Manolo y le pasa la nevera. Manolo la agarra con determinación y valentía, y camina hasta las duchas con la familia. 

Mientras las mujeres se dedican a quitarse la arena y quitársela a los niños y a los juguetes de los niños bajo la ducha de la playa, él revisa su móvil, ajeno a la dinámica familiar.  

Cuando le toca a él, Carmen le invita a acercarse al grifo y se agacha para quitarle la arena de los pies y las piernas. A Manolo no le da ninguna vergüenza, pero a las hijas sí, porque miran para otro lado. 

Cuando ya le han lavado los pies, se encamina hacia su coche tan feliz. Mientras las mujeres meten los bártulos en el maletero, él sostiene la tapa, y yo me pregunto qué sería de esa familia sin un hombre tan imprescindible y necesario. 

Manolo entra en el coche, dispuesto a llevar a su familia al apartamento, sabiendo que sin él, no irían a ninguna parte (aunque Carmen y sus hijas tienen carnet de conducir y conducen mucho mejor que él)

Lo que viene después no lo veo, pero me lo imagino: 

Manolo llega al apartamento, 

pone el televisor, 

y enciende el ventilador. 

Le pide una birra a Carmen, 

enciende un cigarro, 

y le grita a las nietas que no molesten que está viendo el fútbol. 

Carmen y sus hijas siguen trabajando: 

tienden las toallas y los bañadores mojados, 

duchan a las niñas, 

cambian los pañales al bebé, 

ponen una lavadora, 

doblan la ropa de la lavadora anterior, 

limpian los tappers de la playa, 

median en una pelea de las niñas, 

Empiezan a hacer la cena, 

ponen la mesa, 

la sirven, 

recogen todo después de cenar, 

tienden la lavadora, 

y cuando han terminado y las hijas se van a dormir a las nietas, Carmen empieza a preparar la comida del día siguiente:

un gazpacho, 

una ensalada con aceitunas, huevo, atún, tomate, lechuga, cebolla, espárragos, pimientos y maíz, 

unos calamares rebozados, 

y un arroz tres delicias para acompañar.   

Carmen se sienta por primera vez en todo el día, son las doce y media de la noche y abre su abanico. Está agotada y hace mucho calor aún a esta hora. Mira su teléfono un ratito, hasta que Manolo con un gesto le invita a ir a la cama. 

Carmen aún no ha terminado de trabajar, ahora le toca cumplir en la cama con Manolo. Se levanta y suspira, resignada. No le apetece, no le ha apetecido nunca, pero es lo que hay.

La Playa del Patriarcado está llena de Carmenes y de Manolos. Las cármenes no tienen días libres, 

ni vacaciones, 

ni baja por enfermedad, 

ni días de descanso, 

ni siquiera un salario,

jamás cobrarán pensión. 

Como ellas, hay millones de mujeres trabajando gratis y sirviendo a sus maridos. Resoplo pensando en la estafa romántica, y me revuelvo pensando en lo felices que serían todas las cármenes sin los manolos. 

Yo siempre que veo a los manolos fantaseo con la idea de que se queden todos solos. No es justo que reciban tantos cuidados y que ellos no cuiden a nadie en toda su vida. 

Sé que Manolo, cuando ya no pueda poner la sombrilla por sí solo, cuando ya no pueda conducir el coche para llevar a su familia a la playa, se va a deprimir y va a cargar su frustración contra Carmen, que será la que, con mucha paciencia, le de sus medicinas, le de de comer, le duche, le lleve al médico, le tenga la ropa limpia y le haga absolutamente todo. 

Me pregunto si las nietas de Carmen serán también las sirvientas de sus maridos. Me pregunto si el nieto heredará la corona y los privilegios de su abuelo, o si querrá trabajar en equipo junto a sus compañeras, compartiendo las tareas por igual. 

Ya se ha puesto el sol y la playa se va vaciando poco a poco de manolos. Mañana será otro día en la Playa del Patriarcado....


Coral Herrera Gómez 


Mis vacaciones en la Playa del Patriarcado

Día 1: Los manolos y las cármenes en La Playa Del Patriarcado

Día 2: Las tetas liberadas, en la Playa del Patriarcado 

Día 3: La tormenta en el Mediterráneo, en la Playa del Patriarcado. 

Día 4: Las familias felices, en la Playa del Patriarcado

Día 5: Una cita romántica, en la Playa del Patriarcado 

Día 6: El Juanfran y sus amigos en la Playa del Patriarcado

Día 7: Las Mujeres que ya no sufren por amor, en la Playa del Patriarcado



Leer más post de Coral Herrera 

Libros de Coral Herrera 

Coral Herrera en Redes Sociales


22 de julio de 2021

Que circule la información, compañeras



Si tu nueva pareja te confiesa que está casado o emparejado, díselo a su pareja oficial. 

Si has visto al marido de tu tía salir del burdel, díselo a tú tía.

Si ves al novio de tu mejor amiga en una app para ligar, díselo a tú mejor amiga. 

Si ves a tu cuñado saliendo del hotel con su amante, díselo a tu hermana. 

Si el marido de tu compañera del trabajo intenta ligar contigo, díselo a tu compañera. 

La información tiene que circular entre nosotras porque la información es poder, y porque el amor romántico es una estafa. 

Millones de mujeres viven encerradas en una falsa monogamia, y millones de hombres hacen lo que les da la gana protegidos por el pacto de silencio entre ellos. 

Nosotras no podemos colaborar más con el patriarcado: el silencio protege a los hombres mentirosos para que puedan tener a su disposición todas las mujeres que quieran. 

No es justo que todo el mundo pueda ver tus cuernos menos tú: nos tenemos que mostrar unas a otras las cornamentas que adornan nuestras cabezas, para no vivir en una realidad paralela como hemos hecho hasta ahora. 

Con información cada cual puede decidir si quiere llevar su cornamenta o liberarse de ella. Hay que estar abiertas a recibir información y ser agradecidas con las mujeres que nos la brindan,  y protegerlas frente a nuestra pareja.

Hay que atreverse aún sabiendo que muchas mujeres se enfadan con la persona mensajera y no con su pareja, es una cuestión de justicia social.

Cuando tenemos información podemos evitar que se rían de nosotras y nos traten mal, y podemos tomar decisiones. Solo acabaremos con los privilegios masculinos y con su violencia cuando nos quitemos la venda y dejemos de ser cómplices de la doble vida que llevan tantos hombres. 

Sé que hay mujeres que prefieren vivir en la estafa romántica, pero no se nos olvide que poder vivir en la realidad es un derecho que tenemos todas, y que hay muchas mujeres atrapadas en jaulas que, en secreto, sueñan con poder volar algún día. 

La información abre puertas y ventanas, el silencio nos hace cómplices de las violencias masculinas. 

Que circule la información, compañeras, con generosidad y alegría, ¡si entre nosotras no hay secretos, el patriarcado se hunde! 

#sororidad #LaInformacionEsPoder #conlospiesenlatierra #laestafaromántica #ElSilencioNosHaceCómplices #YaNoNosEngañanMás

19 de julio de 2021

Cambia tu mundo, y cambias el mundo: la terapia es colectiva


Una de las medicinas más potentes que conozco para aliviar  la soledad, el aburrimiento, el vacío existencial, la angustia vital, o el sufrimiento romántico, es unirte a la gente que lucha por un mundo mejor.

Es pura terapia social: cuando aportas tu granito de arena en los grupos de gente que pone su energía, su amor y su tiempo a las causas sociales y políticas, te sientes útil y empiezas a sentir la magia del apoyo mutuo y el compañerismo.

Cuidando a los demás y recibiendo cuidados, te cuidas mejor, y empieza a salir lo mejor de ti: toda tu capacidad para la empatía, la generosidad, la solidaridad, y el amor del bueno. Luchar por tus derechos y los de los demás, y ayudar a la gente que más lo necesita, te ensancha los horizontes mentales, y te aumentan los niveles de fe en la Humanidad y la alegría de vivir. 

Además te permite convertir la palabra en acción: el discurso se transforma en realidad.

Hay tanto por hacer: hace falta mucha gente para echar una mano en las asociaciones vecinales que reparten alimentos, que se organizan para ayudar y acompañar a las personas mayores, que se reúnen para parar desahucios, que intentan acabar con las casas de juegos y apuestas y ofrecen alternativas de ocio a la gente joven. 

Hace falta mucha gente para crear redes de crianza, para ayudar a alfabetizar e integrar a la población migrante, para apoyar a las tareas escolares a niñas y a niños en riesgo de exclusión social. 

Hacen falta familias de acogida para menores sin familia, redes para personas que sufren soledad y enfermedades mentales, víctimas de violencia machista. 

Necesitamos gente que crea en el Bien Común para devolverle la vida a los pueblos y a los barrios organizando actividades deportivas, artísticas y culturales, y teniendo redes.

También hay gente que me esita apoyo para cuidar los bosques y limpiar los ríos, para defender el derecho al agua y el aire limpio, para proteger a los animales salvajes, para impedir el cierre de centros de salud y centros de día, y para luchar por los servicios sociales que alivian el sufrimiento de tantas miles de personas.

Hacen falta muchas manos en las protectoras de animales, hay mucho trabajo en los colectivos ecologistas y animalistas, feministas y LGBT, y antirracistas. 

Puedes también aportar en agrupaciones sindicales y políticas y aprender mucho de la gente que está luchando para que todas y todos podamos vivir mejor. 

Este tejido social nos protege de los políticos que gobiernan contra nosotros, y empuja a las administraciones a buscar soluciones para los principales problemas en los barrios, los pueblos y las ciudades. Sentirte parte de este tejido social y político te permite trascender tu yo, dejar de mirarte el ombligo, olvidarte un poco de tus problemas, y mirar el mundo desde otras perspectivas. 

Ayudar, y recibir ayuda, cuidar, y recibir cuidados, es sanador y terapéutico: cuando te comprometes con la justicia social, la libertad, la igualdad, los derechos de todas y todos, es cuando la vida parece tener por fin algo de sentido. Porque sobrevivimos como especie gracias a esta capacidad para cuidarnos y para practicar el apoyo mutuo: los seres humanos no podemos sobrevivir en soledad, somos seres muy vulnerables. 

Cuando te juntas a gente con ideales que mantiene la esperanza y lucha contra las injusticias, contra las guerras, contra la pobreza y el sufrimiento, te contagias, floreces y aparece la mejor versión de ti misma. 

Salir de tu burbuja y conocer otras realidades te ayuda a valorar lo que tienes y a ensanchar tu mundo, tu mente y tu corazón. Te das cuenta de que hay otras formas de vivir, de relacionarse y de organizarse, y de que no eres tan rara ni estás tan sola. 

Da mucha alegría comprobar que hay más gente que sueña, como tú, con un mundo mejor, y que sí se puede cuando somos muchos y muchas. 

Cuidando y recibiendo cuidados aprendes a cuidarte mejor a ti misma. La búsqueda del bienestar y la felicidad no puede ser individual, ha de ser colectiva, porque lo personal es político, y no podemos ser felices si los demás a nuestro alrededor sufren. 

La mejor terapia del mundo es tejer y alimentar las redes de apoyo mutuo, y lo mejor es que no cuesta dinero: lo que aportas es tu energía, tu tiempo y tu amor.  

#lafelicidadespolítica #cuidados #apoyomutuo #solidaridad #amordelbueno #terapiasocial #unmundomejoresposible


Coral Herrera Gomez 


Leer más post de Coral Herrera 

Libros de Coral Herrera 

Coral Herrera en Redes Sociales

24 de junio de 2021

No es lo mismo ser la surfera que la novia del surfero



No es lo mismo ser la surfera que ser la novia del surfero.

No es lo mismo tener una gran pasión, que sentarte a ver cómo disfruta tu hombre en el mar, en la montaña, en la cancha, o en el escenario.

No es lo mismo ser protagonista que ser espectadora.

No es lo mismo compartir tu pasión con otras mujeres, que sentarte con las demás novias a ver cómo disfrutan ellos con sus pasiones artísticas o deportivas.

Es hora de dejar de contemplar, aplaudir y animar a los hombres y a sus héroes masculinos.

Ya es hora de ponerse en pie y gozar con nuestras propias pasiones, tengamos o no tengamos pareja.

Las mujeres nacemos para disfrutar, no para quedarnos sentadas a ver cómo los hombres disfrutan.

#mujeresquedisfrutan #mujeresenpie #nuestraspasiones


Leer más post de Coral Herrera 

Libros de Coral Herrera 

Coral Herrera en Redes Sociales


Coral Herrera Gómez Blog

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Únete al Laboratorio del Amor

Únete al Laboratorio del Amor
Para saber más pincha en la imagen