2 de abril de 2021

Libros de Coral Herrera en Colombia


Puedes encontrar todos mis libros, en ebook y en papel, en: 

Casa del Libro Colombia


Más librerías de Colombia que tienen alguno de mis libros:

Librería de la U

Librería El Siglo del Hombre

Librería Lerner

Librería Ex Libris

Nueve Tres Cuartos

Wilborada

Penguin Colombia


Y también están en Amazon




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Libros de Coral Herrera en Argentina



Puedes encontrarlos en Librerías Cúspide, que tiene sede en muchas provincias de Argentina: 

Librerías Cúspide


Y también en La Librería de Mujeres de Argentina

Pasaje Rodolfo Rivarola 142 - C.P. (1089) - C.A.B.A. 

Buenos Aires - Argentina

+54 11 4372 5930  

mail: libreriademujeres@gmail.com


Ebook en Google Play


  En papel: Amazon






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Libros de Coral Herrera en México



Estas son las librerías donde puedes encontrar mis libros en México, los envían a domicilio: 

Gandhi Librerías

Fondo de Cultura Económica

El Sótano

Cafebrería El Péndulo

El Traspatio, Morelia

Somos voces

Librería de escritores, Aguascalientes

Casa del Libro México (todos los libros disponibles, en papel y ebook)


Y también:

Cómo disfrutar del amor, en papel

Cómo disfrutar del amor, en ebook 



Y también puedes encontrarlos en Amazon


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30 de marzo de 2021

Hay que ser valiente para dar amor, y para recibirlo

 



¿Cómo te sientes cuando alguien que te quiere mucho, sin venir a cuento, te mira a los ojos y te dice que te quiere?, ¿cómo reacciona tu cuerpo, qué es lo primero que respondes? Y si en vez de hacerlo una persona adulta lo hace un niño o una niña, ¿cómo respondes?

Haciendo el experimento con gente querida, esto de decirles que les quiero mucho de repente, lo que yo veo es que la mayor parte de nosotros y nosotras no sabemos qué hacer, ni qué decir. Algunos soltamos una broma para quitarle intensidad al momento, para protegernos del amor que nos inunda de pies a cabeza.

Nos cuesta sostener la mirada y decirle a la otra persona: "yo también te quiero mucho". Es más fácil romper la magia del momento con unas risas. 

Creo que es porque no estamos acostumbrados a expresar nuestro amor, ni a recibirlo: parece que necesitamos un motivo para abrazarnos o para decirnos cosas bonitas. Nos es más fácil expresar nuestro deseo sexual o nuestra indignación, que la alegría de querer, sobre todo con la gente con la que convivimos a diario o a la que vemos a menudo.

 Pero ahora que tenemos la enfermedad y la muerte tan presente en nuestras vidas, ahora ue nos damos cuenta de lo vulnerables que somos y cuánto nos necesitamos, es un buen momento para liberarse y expresar nuestro amor sin miedo. 

No os cortéis por miedo a las burlas o a parecer "blanditas" o "sensibles": en realidad, hay que ser muy valiente y generosa para decirle a la cara a alguien que le quieres, que le amas, que le echas de menos, o que eres muy feliz a su lado.

Y hay que ser muy valiente también para recibir estos actos y estas palabras de amor profundo con generosidad: los abrazos verbales y físicos son un alimento para nuestra alma, la mejor medicina para nuestra salud mental y emocional

 ❤ #tequierotanto #cuidados #querersebien #buenostratos #amordelbueno


Coral Herrera Gómez 

29 de marzo de 2021

Ni criadas, ni carceleras: compañeras. Cómo aprender a relacionarse con mujeres libres.

'Street' by Cecile Desserle



Cuando mis ex me preguntan cómo pueden los hombres disfrutar más del amor, y cómo contribuir a derribar el patriarcado y apoyar la causa feminista, les digo siempre que pueden empezar por transformar las relaciones que tienen con las mujeres de su vida, en su día a día. 

A ellos y a todos los amigos que tienen ganas de trabajarse los patriarcados, y de mejorar sus relaciones sexuales, sentimentales, y afectivas con mujeres, les dedico este post donde explico por qué lo romántico es tan político: 

Ni criadas, ni carceleras: compañeras. Cómo aprender a relacionarse con mujeres libres

Ahora que nosotras estamos despertando y todo está cambiando, ¿qué podéis hacer los hombres para aprender a relacionaros con mujeres libres? 

Nosotras ya llevamos tiempo trabajándonos los patriarcados, rompiendo con los mitos, desobedeciendo los estereotipos, los roles y los mandatos de género, estamos aprendiendo a querernos y cuidarnos, estamos luchando por la igualdad, y nos estamos poniendo muy creativas para imaginar otras formas de relacionarnos que nos permitan disfrutar más del sexo y del amor. 

Estamos cambiando el mundo. 

Cada vez somos más las mujeres que hemos tomado conciencia de cómo lo romántico es político: tenemos claro que ya no queremos más relaciones de abuso y explotación en nombre del amor. 


Nos liberamos el día que comprendemos que las mujeres no hemos nacido para

                 servir            
      
                                  vigilar 
                                                       castigar          
                                                                                                                                                                                                                                                controlar 

                                                                                                  aguantar
                                          
                                                                                                                        sufrir


A continuación os cuento cómo estamos rompiendo con los roles de mujeres buenas, de criadas y carceleras para poder amar en igualdad y en libertad. Y os doy pistas para que podáis desobedecer vosotros también.


Mujeres buenas/mujeres malas 

A unas mujeres las tratáis muy bien, y a otras no. Y es porque os han educado bajo la idea de que hay mujeres de primera y de segunda categoría. 

En el imaginario colectivo, las mujeres buenas son aquellas que viven para complacer a un hombre y a sus hijos varones. Son mujeres discretas, obedientes, bondadosas, inocentes, sensibles, amorosas, entregadas, cuidadoras, complacientes, abnegadas, generosas, que viven por y para el amor romántico y el amor de madre. 

Son buenas esposas, buenas madres, buenas hijas. Son mujeres respetables.

Son el pilar de la familia feliz. 

Las demás son todas mujeres malas. Mujeres para divertirse y tener sexo: a ellas nunca debes ofrecerles el trono del matrimonio. A algunas las enamoráis, a otras les pagáis, pero no les concedéis el status de persona, sino de objeto sexual, por eso tenéis varias. 

Para el patriarcado, las mujeres malas son mujeres libres a las que les gusta el sexo, son mujeres que hacen elecciones y toman decisiones, mujeres difíciles de domesticar y someter, mujeres poderosas y dominantes. Mujeres de las que no puedes enamorarte: los hombres son educados para desconfiar de todas las mujeres, menos de su madre. 

Y hasta que no desalojes de tu mente la idea de que el mundo está lleno de mujeres malas que quieren destrozarte el corazón, aprovecharse de ti y dominarte a través de sus encantos, no vas a cambiar mucho. 

Hay que llegar a la raíz para liberarte de la idea de que te mereces una mujer buena que te cuide y se desviva por ti. Y entiendas que las mujeres no somos santas ni putas, buenas ni malas: todas merecemos el mismo respeto, y buenos tratos. No importa si la relación es fugaz o duradera: ninguna mujer vale menos o más que otra. La pista es acabar con las jerarquías y las etiquetas que oprimen a las mujeres.   


Mujeres carceleras

Esto viene de muy lejos: ya Zeus era un dios promiscuo y mentiroso que hacía sufrir a su esposa Hera con su obsesión por ponerle los cuernos. Según la cosmogonía de la Antigua Grecia, Zeus vivía obsesionado con serle infiel a Hera, y Hera, se desvivía obsesionada con descubrirle y castigarle. Sus historias están basadas en este juego del gato y el ratón en el que él cumple el papel de hombre casado que necesita una carcelera, y ella es el de la esposa que trata de domesticar al marido, sin conseguirlo nunca del todo. 

Desde entonces hasta ahora, han pasado muchos siglos, pero muchos de vosotros seguís creyendo que podéis encerrar a las mujeres en la monogamia, y mientras llevar una doble vida como solteros y como casados, haciendo lo que os apetece y disfrutando de vuestra libertad.  
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Las mujeres no nacimos para actuar como "freno de mano" de nuestra pareja masculina. 

Se nos ha hecho creer que nuestro deber es vigilar, controlar y castigaros para que no os desboquéis como caballos salvajes. Nuestra función como novias y esposas, nos dice el patriarcado, es sustituir a vuestra madre, domesticaros y guiaros por la senda del bien para que no se os desviéis del camino. 

Es el mismo patriarcado que nos encierra en la cárcel de la monogamia para que intentemos que los hombres vivan encerrados con nosotras, cumpliendo la misma condena. Nos meten ahí para que nos rebelemos ante la injusticia que supone que vosotros podáis tener una vida sexual y amorosa diversa, y nosotras no, y para que os arrastremos hacia el nido familiar. 

Pero es realmente difícil mantener a un hombre encerrado: siempre encontráis la manera de escaparos y hacer "travesuras". Luego volvéis con las orejas agachadas pidiendo perdón y haciendo propósito de enmienda, mientras planeáis la siguiente escapada. Muchos se aprovechan de una mujer que les ama y sueña con poder cambiarle con su amor. 

Es otra trampa del patriarcado: la idea de que el amor todo lo puede. 

No necesitáis carceleras, ¿por qué buscáis entonces a una mujer que os controle? Porque a los hombres os educan para que creáis que no tenéis responsabilidad sobre vuestros  actos, y no podéis controlaros ni auto regularos a vosotros mismos con el sexo, el alcohol, las drogas, el juego y las apuestas, las actividades de riesgo en las que ponéis en peligro vuestras vidas, y las fiestas de hombres. 

Os tratan como eternos menores de edad para que necesitéis una mujer que os  haga "sentar la cabeza", porque vosotros solos no podéis madurar, ni respetar las leyes, ni cumplir vuestra palabra, ni asumir la responsabilidad de vuestros actos. 

Cuando accedéis a casaros para dejar la eterna gloria de la juventud, vosotros sois responsables de traer el dinero a casa, y os veis obligados a trabajar para cumplir con vuestro rol de proveedor.  

Nosotras, mientras, somos las responsables de que nuestra relación vaya bien y que el esposo viva esposado. 

¿Qué ocurre si pese a nuestra vigilancia, nuestro marido busca a otras mujeres? El patriarcado nos dice que es culpa nuestra porque:  
-no sabemos complacerle, no le damos lo que necesita y tiene que buscarlo en otras mujeres,
-no sabemos controlarle, no le vigilamos bien, no cumplimos con nuestro deber de carceleras
-el mundo está lleno de mujeres deseando robarte el marido, y el pobre no puede resistir la tentación por sí solo, porque es un hombre.

Para nosotras la culpa, para vosotros la disculpa

La doble moral os atribuye a los varones humanos un apetito sexual insaciable e infinito. Por eso, muchas mujeres saben que a pesar de su férrea vigilancia y sus métodos de castigo, siempre los hombres encuentran sus momentos especiales para escaparse. A nosotras nos enseñan a resignarnos y mantenernos alerta. A la infidelidad masculina le llaman echar canas al aire", y se castiga a los hombres como si fueran chiquillos: les toca dormir tres días en el sofá, y al cuarto pueden volver al lecho conyugal. 

Las mujeres, además de vigilar al mentiroso, tenemos que vivir en guerra constante con la mujer a la que hemos sustituido: nuestras relaciones entre suegras y nueras están basadas en la competencia de a ver quién os cuida más y mejor. 

Es un estrés vivir siempre en alerta, como si fueras una mujer soldado en una guerra. Nos hacen creer que los hombres no pensáis con el cerebro y no tenéis voluntad propia, y por eso no podemos confiar en vosotros: vuestra palabra no vale nada porque debido a vuestras bajas pasiones y falta de control, no paráis de mentir. 

Tenemos que resignarnos a vivir con miedo constante a que nos pongáis los cuernos y nos dejéis por otra mejor. 

Si somos demasiado celosas, nos decís que estamos locas. Se supone que todas tenemos que vivir con nuestros cuernos con dignidad, y sin protestar. 

Muchas mujeres nos compadecemos de vosotros pensando que sois incapaces de ser adultos y necesitáis ayuda, pero también ocurre que en nuestro papel de salvadoras y cuidadoras, nos sentimos útiles y necesarias. 

El patriarcado nos ha hecho creer que si nos convertimos en mujeres imprescindibles, tendremos más poder sobre vosotros. Pero en realidad es una trampa para todas nosotras: nunca podremos ser libres ni disfrutar del amor en relaciones de dependencia, ni en relaciones basadas en la dominación y la sumisión, y atravesadas por luchas de poder. 


Mujeres criadas y sirvientas

Otro rol patriarcal de las mujeres es el que nos mueve al sacrificio y al trabajo gratis "por amor". El amor es el único instrumento capaz de doblegarnos y de someternos, sólo por amor nos desvivimos por  hacer feliz a un hombre. 

Ahora que en muchos países se reconoce que las mujeres somos libres y tenemos derechos, sólo nos podéis explotar en beneficio propio si nosotras lo hacemos voluntariamente, y si creemos que entregarse por completo a un hombre es un acto de amor. 

¿Cuál es el resultado? Que en todo el mundo las mujeres tenemos doble y triple jornada laboral, porque sobre nosotras recaen las tareas básicas para la supervivencia: cuidado de la familia, crianza y trabajo doméstico. Y eso tiene un impacto directo en nuestra salud y nuestra calidad de vida. 

A vosotros no os enseñan a cuidaros, ni quieren que tengáis autonomía para que necesitéis siempre una mujer a vuestro lado que os cuide y os cubra vuestras necesidades básicas. Primero se ocupa mamá y luego le toca a la esposa. Y si no, siempre se ocupará una hermana, una sobrina, una hija. 

Los hombres de todo el mundo vivís como reyes en vuestros hogares: hasta el hombre más pobre del planeta es el amo de su casa y tiene una criada gratis a su disposición. Sólo tiene que enamorarla, hacerle muchos hijos, y mantenerlos a todos. 

En todo el planeta los hombres tenéis más tiempo libre que las mujeres: en algunos países, el doble.

Esta enorme diferencia del uso del tiempo libre pone al descubierto la explotación en la que vivimos las mujeres, una explotación emocional, sexual, doméstica y reproductiva que nos lleva a vivir como sirvientas de un rey en un sistema que funciona por absolutismo. 

Os gusta vivir en un país en democracia, pero no hay democracia en la mayoría de las parejas: hay desigualdad y sistema de servidumbre disfrazado de amor. 

Las cosas están cambiando: las mujeres nos estamos hartando. Atentos a este dato: si antes el principal motivo de divorcio en los países desarrollados era la infidelidad, ahora el principal motivo es el desigual reparto de la energía y el tiempo dedicado a las tareas domésticas, de crianza, y de cuidados. 

Esto significa que necesitáis un cambio radical en vuestras vidas si queréis adaptaros a los nuevos tiempos y si queréis que vuestras relaciones funcionen.  


Mujeres Compañeras 

Somos cada vez más las mujeres conscientes de la colosal dimensión de la estafa romántica que nos somete a los hombres por amor. 

Hemos aprendido que no hay otro camino para la liberación que abandonar nuestros roles de mujer soldado y de mujer sacrificada.

Ya sabemos que tenemos derecho al placer, y que nos merecemos disfrutar de la vida, rodeadas de gente que nos quiere y nos cuida. 

Las mujeres nos hemos dado cuenta de que no queremos ser criadas, ni carceleras de los hombres: sólo queremos relacionarnos con vosotros como compañeras, de tú a tú, de igual a igual. 

Ahora os toca a vosotros entender que el amor ha de ser recíproco, y los cuidados, mutuos. 

¿Qué cambios tenéis que hacer en vuestras vidas para dejar de aprovecharos de las mujeres que os quieren?, ¿qué podéis hacer para cuidar las relaciones con las mujeres de vuestras vidas? 


Hombres compañeros 

No podéis mantener por más tiempo vuestra condición de reyes: la monarquía doméstica está llegando a su fin. Os tenéis que quitar la corona y bajaros del trono con humildad. 

Si queréis relacionaros con mujeres libres, lo primero es trabajaros la autonomía y la honestidad. 

Y además: 

-desmontar los mitos de la masculinidad
-hacer autocrítica amorosa, individual y colectiva
-desobedecer los roles y los mandatos patriarcales
-cuestionaros vuestros privilegios y vuestra forma de ejercer el poder, 
-romper con el pacto de silencio que protege a los hombres, 
-asumir vuestras responsabilidades y obligaciones en el hogar
-comprometeros con vuestra responsabilidad en la crianza y los cuidados,  
-caminar hacia la igualdad, aboliendo la explotación de vuestras relaciones,
-aprender a relacionaros de una forma horizontal, y tratar a las mujeres como compañeras
-trabajaros por dentro para crecer y evolucionar, 
-aprender a cuidaros a vosotros mismos,
-cuidar vuestros vínculos y relaciones con hombres y con mujeres

Nosotras ya hemos empezado a transformar el mundo: estamos en la cuarta ola feminista. Estamos haciendo crítica y autocrítica, denunciado y visibilizando la explotación y la violencia patriarcal de la guerra contra las mujeres, estamos despertando conciencias, estamos luchando por nuestro derecho a tener una buena vida. 

Lo personal es político es uno de nuestros lemas principales: si cambiamos todos y todas, si cambiamos nuestra forma de relacionarnos y de organizarnos, si ponemos en el centro los cuidados, cambiamos el mundo, de arriba a abajo. 

Empezando por la pareja, y siguiendo por la familia, las amistades y la comunidad, podemos cambiar la sociedad entera. Se trata de dejar de explotarnos, y de aprender a relacionarnos desde el respeto, la cooperación, el disfrute, el apoyo mutuo, la responsabilidad afectiva, la ternura radical y los cuidados compartidos. 

Las mujeres y los hombres podemos compartir la vida y disfrutar del amor si somos compañeros, 

si nos relacionamos en libertad, 

si nos cuidamos con amor, 

si nos tratamos siempre de tú a tú, 

siempre de igual a igual. 



Coral Herrera Gómez 



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21 de marzo de 2021

Las mujeres famosas son patriarcales, reaccionarias y de derechas




Las mujeres más famosas en España son reaccionarias, patriarcales y de derechas. 

Por un lado están las de la prensa de corazón, por otro lado las mujeres políticas, banqueras y grandes empresarias. 

Las primeras son en su mayoría mujeres narcisistas y conservadoras cuyos mayores logros en la vida son: estar bellas, acumular dinero, encontrar marido rico, casarse por la Iglesia, tener hijos,  bautizarlos, llevar los cuernos con dignidad, y divorciarse. 

Son princesas, marquesas, condesas, herederas multimillonarias, esposas de toreros, futbolistas, narcos o empresarios. Son hijas, sobrinas, nueras o nietas de otras mujeres famosas y viven de vender su intimidad.

Sostienen guerras terribles contra otras mujeres y se victimizan para ganar millones. Algunas no tienen complejo ninguno en mostrar su ideología política franquista y fascista. 

Ellas ocupan las portadas de las revistas del corazón y los minutos de gloria en el prime time de la televisión hablando de sus relaciones, sus problemas con Hacienda, y sus operaciones de estética. Su audiencia es colosal: millones de mujeres se enganchan a las historias de sus romances y divorcios. 

Algunas aportan a las causas benéficas pero nunca apoyan las causas sociales: practican la caridad y no la solidaridad. Algunas pertenecen a la nobleza y otras vienen de las clases humildes, pero en general todas son privilegiadas y clasistas.

Hablan mucho del "amor" y se muestran como mujeres muy sensibles, pero son machistas, homófobas, racistas y xenófobas que votan a la derecha y a la extrema derecha. 

Muchas explotan a otras mujeres sin ningún tipo de remordimientos: tienen mujeres que limpian sus casas y cuidan a sus hijos, por eso algunas tienen tantos: no los crían ellas mismas. Algunas recurren también a la explotación de mujeres para que les gesten un bebé, y así no tener que pasar por el tremendo desgaste de un embarazo.

Los medios las adoran y dedican muchos minutos a hablar de las joyas, la ropa, los peinados y el maquillaje que usan: viven promocionando marcas y sus fans arrasan con los modelitos "low cost"  que ellas promocionan.

Los medios nos venden un modelo de mujeres narcisistas, individualistas, egocéntricas y superficiales que compiten entre ellas como ejemplo a seguir para todas las demás. Y funciona: son muchas las que sueñan ser como ellas. Mujeres ricas, que no trabajan ni estudian, y no aportan nada a la sociedad. Mujeres admirables, en definitiva.


Por otro lado están las mujeres famosas de la política, señoras que se dedican a destrozar la Sanidad y la Educación Pública, a llenar los bolsillos de sus amigos mediante contratos, y a llenar los suyos con sobres que envían los amigos contratados. 

Muchas son rubias y van a misa, pero falsifican sus títulos universitarios, saquean las arcas públicas, cometen delitos dentro y fuera del poder, y lo más impactante es que ninguna está en la cárcel. 

No sienten pudor ninguno en demostrar su desprecio por las clases trabajadoras, la población migrante, y las mujeres feministas, ni en mostrar su nostalgia por los tiempos de la dictadura. 

Gobiernan contra la gente y contra los derechos humanos.  También las pocas mujeres banqueras y empresarias famosas que hay suelen ser mujeres conservadoras, patriarcales y de derechas.

Y muy insolidarias: muchas tienen también problemas por evasión fiscal y blanqueo de capitales. 

A los medios les gustan las mujeres fachas, por eso conocemos más a las presidentas y ministras de derechas que de izquierdas: apenas tenemos referencias de mujeres intelectuales, de mujeres luchadoras, solidarias y comprometidas que contribuyen a la construcción de un mundo mejor. 

Podéis hacer la prueba preguntando a vuestra gente que nombre diez mujeres famosas de España, famosas conocidas por todo el mundo, ya veréis como la mayoría son mujeres patriarcales, reaccionarias y de derechas. Grandes ejemplos a seguir para las nuevas generaciones de mujeres.


Coral Herrera Gómez 

17 de marzo de 2021

La salud mental y emocional es política

FRAGIL WORLD by lora-zombie


La salud mental y emocional es política. Todos los gobiernos del mundo deberían trabajar para eliminar el sufrimiento de la población. Las principales fuentes de angustia, miedo, estrés y ansiedad son la falta de ingresos y de derechos humanos fundamentales. 

Para poder tener una Buena Vida tenemos que tener cubiertas las necesidades más básicas: agua potable, comida, ropa de abrigo, un hogar, y una red afectiva que nos sostenga. 

Nos merecemos una vida libre de explotación, violencia, y sufrimiento. Vivimos con miedo constante: a perder nuestra fuente de ingresos, a fracasar, a no dar la talla, a perder lo poco que tenemos, a no encontrar trabajo, y a quedarnos fuera. Miedo a que no nos quieran, miedo a la exclusión social. Miedo ante la incertidumbre, miedo a enfermar, a sufrir y a morir. 

El Estado debería garantizar nuestro derecho a vivir sin sufrimiento, y el derecho a la terapia para sanar nuestras heridas de la infancia y la adolescencia. Y además, deberiamos tener derecho a la educación emocional para poder  fabricar las herramientas que necesitamos para cuidarnos, cuidar nuestras emociones, cuidarnos a nosotras mismas y cuidar las relaciones con los demás. 

Necesitamos cambiar nuestra forma de relacionarnos y de organizarnos para acabar con el hambre y la pobreza, para convivir en paz, para aprender a querernos y a tratarnos bien, y para aprender a pensar en el Bien Común. 

No podemos ser felices si los demás sufren a nuestro alrededor. Si queremos acabar con los suicidios, las enfermedades mentales y las depresiones, hay que hacer política en torno al bienestar, los cuidados y el Buen Vivir de toda la población. 

Y cuidar mucho nuestro tejido social y afectivo, nuestro mayor tesoro frente al individualismo y la soledad. La salud mental no es un problema individual, sino colectivo: lo personal es político.

 #saludmentalyemocional #pandemia #cuidados #redes #BuenVivir #soledad #depresión #sufrimiento #DerechosHumanos

Coral Herrera Gómez 

16 de marzo de 2021

¿Los hombres nos admiran o nos desean?



La mayoría de los hombres no nos admiran, solo nos desean. Preguntad y veréis cómo la mayoría no pueden decirte el nombre de las mujeres a la que admiran profundamente. Apenas pueden nombrar a unas pocas astronautas, deportistas, filósofas, investigadoras, pintoras, escultoras, poetas, científicas, médicas, empresarias, defensoras de los derechos humanos, lideresas ecologistas, pacifistas o feministas,, o presidentas de países. Menos aún si están vivas.

No les resulta tan difícil nombrar varias famosas a las que, más que admirar por su trabajo, desean. Y ocurre que no es lo mismo admirar que desear: no es casualidad que sean todas mujeres muy jóvenes, muy bellas y sexys que posan, cantan o salen en la tele. Muchos se sienten más atraídos por su erotismo que por su arte y su talento.

Por eso todos conocen a Marilyn Monroe como una sex symbol, no como una mujer de gran inteligencia con un coeficiente intelectual superior al de Einstein. Y por eso el propio Einstein se atrevió a bromear con Monroe sobre qué pasaría si tuvieran un hijo con la inteligencia de Einstein y la belleza de Monroe, y cómo sería al revés. El pobre no sabía con quién estaba hablando.

La mayoría de los hombres no leen libros escritos por mujeres, ni ven deporte femenino, ni saben nombrar mujeres cientificas vivas e importantes. Si a los niños varones les preguntas qué quieren ser de mayores, ninguno te hablará de mujeres que son un ejemplo a seguir. Es mucho más fácil que una niña te diga que quiere ser como Bill Gates, Mozart, Einstein, el Che, Messi, Mandela, Kubrick, que un niño te diga que quiere ser como Carila Rackete, la capitana del barco que rescata vidas humanas en el Mediterráneo, Berta Cáceres, defensora hondureña de los derechos humanos y de la vida en el planeta, o como Hedy Lamarr, la científica que inventó el WIFI.

Los hombres no tienen figuras femeninas de referencia, los niños tampoco: solo les ofrecemos modelos de hombres importantes. En la televisión apenas salen mujeres que no son "deseables": las mujeres adultas mayores, mujeres obesas, mujeres sabias, mujeres lesbianas, mujeres intelectuales, mujeres con discapacidades, etc están invisibilizadas.

En los libros de texto y de Historia tampoco aparecemos, así que es muy difícil que un varón admire a mujeres importantes, porque nos borran y nos silencian todo el tiempo.

Y también es muy difícil admirar mujeres importantes para las niñas: apenas tienen referencias de mujeres que están trabajando por construir un mundo mejor.

Haced la prueba y preguntad a los hombres que tenéis cerca: ¿cuáles son las mujeres que más te gustan?, ¿y las mujeres importantes que más te inspiran?, ¿cuál es el último libro escrito por una mujer que has leído?, ¿quién es tu directora de cine/deportista/pintora/filósofa/empresaria/política favorita?

Probablemente las únicas mujeres a las que los hombres llegan a admirar son las que les han parido y criado, las que les cuidan o les han cuidado, y a las que han visto trabajar sin descanso y luchando cada día para salir adelante en un mundo dominado por los hombres.

Las mujeres tenemos derecho a ser visibles, a que se reconozca nuestro trabajo, a tener figuras de referencia, a conocer a las mujeres importantes de nuestra cultura, y sus valiosos aportes a la ciencia, a la política, a la economía, a la cultura y a la sociedad.

El mundo está lleno de mujeres admirables.

Coral Herrera Gómez

15 de marzo de 2021

Ser "normal", o ser tú misma: la rebelión contra la tiranía de la normalidad

by ElMac


¿Por qué no podemos ser nosotras mismas? 

Queremos sentirnos libres para escribir el guión de nuestra propia vida, para construir nuestra historia personal, pero a nuestro alrededor hay millones de policías y jueces que te vigilan y te señalan si no eres normal, si no haces lo que hace todo el mundo, si no cumples los mandatos sociales y los mandatos de género. 

Si te sales de la senda marcada, te llaman la atención, y si no regresas pronto al redil, entonces te sancionan. No adaptarnos a la norma nos puede salir muy caro: a muchos les cuesta la exclusión social, que condena a millones de personas a sufrir discriminación, pobreza, y violencia. 

La tiranía de la normalidad es un conjunto de normas no escritas, pero con un enorme poder sobre todos nosotros y nosotras, que nos determina a la hora de crear nuestra personalidad, de hacer  elecciones y tomar decisiones, de construir nuestro proyecto de vida. 


¿Qué es lo que esperan de nosotros y nosotras? 

Que aprendamos a ser mujeres y a ser hombres, que nos juntemos de dos en dos, que fundemos familias felices y nos dediquemos a reproducirnos, a producir y a consumir sin descanso. 

El objetivo último es que aprendamos a ser normales, es decir, que nos ajustemos a la "norma", que paguemos facturas e impuestos, que vayamos al trabajo todos los días, que nos acostumbremos a vivir con la angustia de los ingresos, que nos casemos y seamos "como todo el mundo". Los valores de la norma los dicta la alianza entre la ideología capitalista y la patriarcal.  


¿Y quién dice qué es lo normal?

El grupo dominante: los pocos privilegiados que nos necesitan para acumular riqueza y poder. Dominan el conocimiento, la religión, la cultura y la comunicación, y usan los medios para explicarnos qué es lo normal y qué no lo es. Lo aprendemos y lo interiorizamos a través de los cuentos que nos cuentan, y después lo transmitimos a las siguientes generaciones. 

Nos muestran modelos a seguir, casos de éxito, gente que triunfa, para que deseemos ser como ellos y ellas. También nos muestran lo que ocurre si nos salimos del camino: la Historia está llena de ejemplos de mujeres rebeldes y mujeres libres que acabaron mal (presas, enfermas, locas, olvidadas o muertas). 

A través de los mitos se perpetúa el orden establecido: nos muestran a quién debemos desear, y a quién no. Y nos amenazan constantemente con historias de fracasos para que no se nos olvide el precio que hay que pagar cuando no obedeces.


¿Quién impone la norma?

La imponemos todos y todas a través de la presión social. No sólo la sufrimos: también la ejercemos, y muchas veces sin darnos cuenta, a través de comentarios, preguntas, risas y bromas. 

Quienes más sufren la represión son nuestros seres más cercanos: tenemos más confianza con los nuestros y por eso los juzgamos y los presionamos mucho más que a la gente desconocida. 


¿Quiénes sufren la tiranía de la norma? 

¿A quienes presionamos para que cumplan los mandatos sociales? 

A la soltera para que se empareje, 

a la pareja que no tiene hijos, para que los tenga, 

a la niña para que se ponga vestidos, 

al niño para que no se pinte las uñas, 

a la madre que da teta a su bebé delante de todo el mundo,

a la mala madre que da biberón en lugar de teta,

al gordo para que adelgace, 

a la delgada para que coma más, 

a la niña para que cierre las piernas al sentarse, 

al niño afeminado para que esconda su pluma, 

al chico tímido y pacífico para que demuestre su virilidad, 

al que está triste para que disimule su sufrimiento y cambie de actitud, 

al adolescente para que se convierta en adulto, 

a la vegetariana y al vegano para que se dejen de tonterías y prueben el estofado,

a la que tiene muchos novios porque es una puta, 

a la que no tiene ningún novio porque es una solterona

a la que practica colecho con su bebé porque su marido puede sentirse desplazado, 

a la que consuela a su bebé cuando llora porque lo está malcriando, 

a la que no golpea a su hijo porque lo está malcriando, 

a la que regala demasiadas demostraciones de afecto a su hijo porque le puede hacer "maricón", 

a la que se defiende de las críticas y hace lo que realmente quiere porque es una díscola,

a todas aquellas personas que no cumplen con los mandatos del patriarcado. 


La tiranía de la normalidad

Nuestras miradas y comentarios sobre la vida de la gente, sobre las decisiones que toman, sobre su forma de vestir o de moverse en el mundo, sobre su vida sexual, sobre sus gustos y pasiones, sobre sus relaciones, están llenas de juicios y prejuicios, pero no nos damos cuenta de la violencia que ejercemos porque muchas veces los decimos con una sonrisa en los labios, en forma de bromas inofensivas. 

No nos gusta que nos juzguen, pero juzgamos a los demás. Lo hacemos bajo la tiranía de la "normalidad". Esta tiranía va cambiando con el tiempo: lo que ahora es "normal" antes no lo era, lo que es "normal" en un país, no lo es en otro.

La mayor parte de la presión social recae sobre las mujeres: 

Si lleva la falda muy larga, por mojigata, y si la lleva muy corta, por puta.

Si no lleva tacones parece una monja, si los lleva demasiado altos, parece una puta. 

Si no está a la moda es una antigua, si se hace muchos tatuajes parece una puta

Si no se maquilla, es que no se cuida, si se maquilla demasiado, parece una puta. 

Si está soltera es porque es una fracasada, si tiene muchas parejas, es una puta. 

Si tiene muchos hijos, porque son muchos, si no tiene hijos, porque no tiene hijos


Lo normal en una mujer es que si está casada no tenga amigos varones, lo normal en un hombre es que tenga todas las amigas que quiera. Lo normal es que a una mujer no le guste el sexo, y que un hombre lo necesite a diario... vamos aprendiendo qué se puede y qué no se puede hacer según el sexo con el que nacimos. 

Y es que la tiranía de la normalidad funciona bajo los valores de la doble moral del patriarcado: hay leyes que son sólo para las mujeres, como por ejemplo, la monogamia. Si nos la saltamos, nos señalan, nos etiquetan, nos castigan: nos insultan, nos desprecian, nos apartan, o nos matan. En cambio para los hombres la acumulación de conquistas de mujeres es un éxito y una prueba de su virilidad. 


¿Y cómo lo sufren los hombres?

A los hombres que no cumplen los mandatos del patriarcado también les criticamos. Si la palabra "puta" es la que más usamos para someter a las mujeres y para controlarlas, la palabra que más se usa para disciplinar a los hombres es "maricón", "niña" o "nenaza" 

Los machos patriarcales se pasan la vida demostrando que ellos no son mujeres, porque odian todo lo que se asocia a la feminidad: la ternura, los afectos y los cuidados. Así que si un macho parece un poco sensible, inmediatamente los demás caen sobre él para que se comporte como un macho mutilado. 

Al hombre que rechaza la violencia y no es agresivo, se le etiqueta como "blando", "blandengue", o "afeminado". Al hombre que no es heterosexual se le castiga también, tenga o no tenga pluma. 

Desde que es un niño tendrá que sufrir humillaciones en la escuela: sus propios amigos se burlarán de él para que deje de ser como es, o para que, al menos, se averguence, disimule y trate de aparentar que es como los demás. 

Sin darnos cuenta, todos actuamos como policías con comentarios y opiniones que nadie nos ha pedido: ¿y por qué te pintas las uñas si no eres una niña?, ¿y por qué juegas con muñecas si eres un niño?, corres como una niña, eres cobarde como una niña, si te atacan tienes que responder con violencia... 

Y todo porque nos han enseñado que los niños normales no lloran, no se ponen vestidos, no juegan a cocinar ni a cuidar, no expresan su fragilidad, y no se relacionan con ternura. 

Inevitablemente, nos choca ver niños que no son sumisos ni obedecen a la norma patriarcal, y nos cuesta mucho respetar a los valientes que no tienen miedo, ni tienen complejos, ni les importa el "qué dirán". 


Técnicas para someternos a la tiranía de la "normalidad"

La burla: es uno de los mecanismos de dominación más potentes. La utilizamos para indicarle a los demás cómo deberían ser, cómo deberían comportarse, cómo deberían someterse a los dictados del patriarcado. Con la burla el objetivo es que los demás se rían de la persona, y se sienta tan humillada que llegue a rechazarse a sí misma. También la burla se utiliza para demostrar tu superioridad con respecto a los demás: cuanto más se rían los demás con tus burlas, más líder te sientes. 

Los rumores, los chismes, las noticias falsas: hablar mal de alguien a sus espaldas sirve para generar antipatía a los demás, y para que la víctima se quede sola. Hay gente que lo hace para ocupar su puesto (les mueve la envidia) , o simplemente lo hace por diversión, pero el efecto de esta presión social es fortísima, porque todas y todos necesitamos sentirnos aceptados por nuestra comunidad. 

El desprecio: es una forma de maltrato porque es un arma muy poderosa para hacer daño a los demás: impacta directamente en su autoestima, les hunde psicológicamente, y sirve también para humillar públicamente a la otra persona. El desprecio se expresa a menudo como ironía, o como sarcasmo, y puede ir cargado de odio y rencor: se usa mucho en redes sociales para degradar a la otra persona y promover en el público sentimientos de rechazo hacia la persona que está sufriendo la humillación. 

El humor: es uno de los mecanismos más potentes para normalizar la violencia y para perpetuar los estereotipos. El humor es político, porque está impregnado de ideología, y por tanto de prejuicios y creencias falsas. El humor es una vía para naturalizar la discriminación y las fobias sociales: puedes verlo en los chistes sobre el pueblo gitano, los chistes sobre negros, latinos, árabes, o chinos, los chistes de gente que vive en algunos pueblos de España y que son catalogados como "tontos". 

También nos reímos de las personas con discapacidad o malformaciones, las personas gordas, las personas LGBT, y por supuesto, con la mitad de la población humana: las mujeres. 

El problema con el humor es que la gente se defiende de las acusaciones de machismo, racismo, gordogobia, capacitismo, plumofobia, etc, diciendo que es "solo humor", y que lo importante es que la gente se ría. 

Sin embargo, cuando el humor va de arriba hacia abajo, no tiene gracia: es muy fácil reírte de todo cuando gozas de muchos privilegios. 

El acoso: consiste en someter a alguien a un sufrimiento constante para obligar a esa persona a desaparecer, a renunciar, a irse. También se usa para someter a la gente, mediante la técnica de la repetición constante. En el acoso se utilizan todas las técnicas juntas: se mezcla el desprecio, con las bromas, los sarcasmos, las humillaciones, las burlas, los cotilleos, y todas las estrategias que lleven a la otra persona a obedecer las leyes de la normalidad


¿Qué ocurre cuando se juntan muchos policías de la normalidad?

Hay policías que actúan solos, pero cuando son líderes de un grupo, adquieren muchísimo más poder. para destrozar a alguien. Si en un aula todos los niños se meten y se burlan de la niña gorda, si no hay nadie que impida la violencia, si el profesor mira para otro lado, la presión será insoportable. El objetivo final del grupo obviamente no es que adelgace: es aniquilarla destrozando su autoestima, haciendo que se sienta diferente, y logrando que se sienta rechazada por la comunidad. Ya sabemos las consecuencias que tiene este tipo de violencia: muchas acaban sólo cuando la persona se suicida. 

No sólo sucede con los niños y las niñas: hace poco en España una mujer trabajadora se suicidó porque sus compañeros y compañeras de la fábrica se rieron de ella durante semanas, y compartieron un video sexual de ella hasta que ella no pudo soportarlo más. Ninguno de ellos está en la cárcel. Este tipo de violencia no se considera violencia, pero genera muchas víctimas cada año. 


Las víctimas de la normalidad

La gente que más sufre estos ataques son aquellos que se sienten libres para salirse de la norma, o simplemente, aquellos que no pueden adaptarse a ella. De alguna manera son molestos y se convierten en un peligro porque demuestran que se puede vivir de otras formas, que hay otras maneras de ser y de estar, y que la gente que intenta ser uno mismo o una misma, son muy valientes y rompen los esquemas a todo el mundo. Son una amenaza al orden patriarcal y capitalista, son:   

la gente que no tiene hogar, 

o la gente que vive de ermitaña en rincones despoblados, 

la gente que vive en comunidad, 

la gente que vive viajando, 

la gente que no come carne, 

la gente que vive sin dinero, 

las mujeres libres que son dueñas de sus vidas,

las mujeres masculinas y los hombres femeninos, 

las personas que no son heterosexuales ni monógamas, 

las personas no binarias y trans,

la gente que no se dedica en cuerpo y alma a fundar una familia feliz, 

la gente que no vive bajo el esquema producción-reproducción-consumo. 

Ser diferentes, pensar diferente, amar diferente... este es el crimen que cometen las víctimas que sufren los castigos correctivos. El primer paso es señalarlos como anormales, subnormales, raras, locas, desviadas, degeneradas o monstruosas, y después vienen los insultos, las risas, las humillaciones, hasta llegar a la violencia física. 

El miedo a sufrir una paliza, sufrir torturas o ser asesinada es la razón por la cual mucha gente tiene que disimular que son como los demás desean o esperan que sean. 

Y sin embargo, aunque mucha gente se ve obligada a disimular, otra sencillamente, no puede. Las personas gordas son gordas, las mujeres lesbianas son lesbianas, y la gente poliamorosa es poliamorosa, y es inútil presionarles para que cambien: los que tenemos que cambiar somos los demás. 

Y el cambio supone, en primer lugar, desalojar a los jueces y policías de la normalidad que nos habitan. 


¿Dónde nos presionan?

Uno de los espacios en los que más se ejercen estos métodos de disciplinamiento es en las reuniones familiares, pero sucede también en las fábricas, en las oficinas, en los colegios: los niños se ríen de los niños que no quieren pelear, se burlan de las niñas con gafas, con muletas, con aparato de dientes, con audífonos, o con cualquier discapacidad. 

En las aulas se burlan de los niños enfermos, de las niñas que no son blancas, de los niños que no hablan bien el idioma, de los niños neurodivergentes, de las niñas que no son "normales" o no se comportan como los demás. 

A esta violencia le llamaban antes "son cosas de niños", y ahora le llaman bullying, pero es violencia, porque hace muchísimo daño a quien la sufre. 


Violencia es hacer sufrir a los demás  

Todos los comentarios llenos de odio racista, machista, clasista, homófobo, transfobo, etc, hacen daño, no sólo a la persona que lo recibe, sino a todo el colectivo al que pertenece. Y son el primer escalón de la violencia que sufren las mujeres, y muchos colectivos de la población (LGBTQ, personas con discapacidades, personas sin hogar, etc) 

Se ve muy claramente, por ejemplo, en  los chistes, que reflejan los prejuicios que existen contra las personas con enfermedades mentales, las personas gordas, tartamudas, cojas, pero también contra los grupos étnicos (pueblo gitano, pueblo indígena, o la población migrante).

Esos prejuicios llevan a la gente al odio y a la violencia. El odio contra las mujeres mata a 135 de nosotras cada día: son asesinadas para que las demás tomemos nota de lo que ocurre cuando no obedeces los mandatos de género y no te sometes a un hombre. 

Siendo mujer, sufres más violencia si además eres adulta mayor, si eres una mujer lesbiana, racializada, pobre, con discapacidades... Las víctimas de la explotación doméstica, sexual y reproductiva son las que habitan en la parte más baja de la pirámide social: cuanto más abajo en la jerarquía, más exclusión y más violencia. 



¿Cómo desalojar de mi interior a la policía de la norma

-Si no se te ocurre ningún comentario bonito al saludar a alguien, mejor no digas nada. 

-No des tu opinión sobre el cuerpo o el aspecto de una persona si no te lo piden. Ni en su cara, ni a sus espaldas. 

-No juzgues a nadie: cada cual vive la vida a su manera, y todos somos libres para hacer elecciones, tomar decisiones, seguir igual o hacer cambios. Si no perjudicamos a nadie, y no coartamos la libertad ni los derechos de nadie, entonces cada cual puede hacer lo que quiera con su profesión, su vestimenta, su vida sexual, sus relaciones, o su modo de vida. 

-Evita hacer preguntas que esconden obligaciones sociales y de género: ¿cuando te echas novio?, ¿cuando vas a tener hijos?, ¿cuándo vas a hipotecarte?, porque piensa que no todo el mundo vive con la meta de fundar una familia feliz, y porque en el fondo, lo que estás preguntando es: ¿cuándo vas a empezar a ser normal y a hacer lo que hace todo el mundo?

-Acepta a la gente tal y como es: apenas existen personas que no sean raras. En realidad, no existen las personas "normales": todos somos diferentes, cada uno de nosotros tiene sus locuras, sus traumas, sus manías, sus dones, sus habilidades, sus carencias, sus virtudes y sus defectos. Todos, todas somos raras, porque no hay manera de adaptarse de un modo total y absoluto a los modelos de vida que nos proponen.  

-La gente tiene derecho a elegir si quiere o no casarse, si quiere o no tener hijos, si quiere vivir de una forma o de otra. No hay ninguna necesidad de obligarles a ser de otra forma; la diversidad es uno de nuestros tesoros más preciados. 

- Hay que saber reconocer la violencia que sufrimos, y la que ejercemos. Nos hace falta autocrítica para entender cómo nuestras palabras, nuestro comportamiento, nuestras acciones, nuestro deseo, nuestras creencias, tienen un impacto en las demás personas. 


¿Cómo resistir ante los ataques de la policía de la norma para poder ser yo misma?

Lo primero de todo es asegurarte que tú misma estás entrenando para dejar de juzgar a los demás, para dejar de etiquetarlos, y para dejar de presionarlos. 

Lo segundo, aceptarte a ti misma tal y como eres y fortalecer tu autoestima, construir una relación bonita contigo misma, y tratarte y quererte bien.

Y por último, echarte aceite para que todo te resbale y los comentarios te entren por un oído y te salgan por el otro. La indiferencia es la mejor manera de combatir la tiranía del "qué dirán". 

Ir contracorriente no es fácil, pero seguir la corriente nos condena a vivir sometidas y atrapadas sin poder ser nosotras mismas. Y por eso la libertad de ser quien eres no tiene precio. 

Algo que nos puede ayudar mucho es aprender las artes de la asertividad para poder ponerle límite a los demás, para exigir que nos respeten, y para que tomen conciencia de la violencia que hay detrás de sus preguntas, bromas, directas, e indirectas. 

Si la asertividad no funciona, entonces lo mejor es alejarte de la gente que te quiere obligar a cambiar, a ser "normal", y a hacer lo que hace todo el mundo, y seguir cuidando mucho a la gente que te quiere tal y como eres. 

No podemos vivir las vidas que los demás querrían para nosotras, porque son nuestras vidas. 

Y cada vida, es una sola: únicamente podemos disfrutarla nosotras mismas, y en libertad. 

Coral Herrera Gómez


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